Ideales, no ideas Fallida opera prima de Pablo Yotich. La última dictadura sufrida en la Argentina ha sido reconstruida en cine de diversas formas: desde el modelo realista de Garage Olimpo o la épica que también ponía lo físico y lo cinematográfico como primera instancia (pero no relegando la memoria, sino agigantándola desde el presente del relato, desde respetar la historia personal) de Crónica de una fuga . A eso, sumarle varios documentales, entre imbéciles ( The Dissapeared ) y lúcidos ( Los rubios ). El abismo… , la película de Pablo Yotich, parece no reconocer ese cine, y aborda la dictadura desde una ficción entre básica y declamatoria. Dos tiempos, el presente de una hija que se descubre apropiada (Agustina Posse) y el pasado, el de sus padres secuestrados, donde también entran un hermano cura (Palomino) y un hermano militar de alto rango (Fiore). En El abismo... cada personaje es un imaginario (lo verídico no hace que su construcción sea menos caricaturesca), que dispara frases hechas (marido corporativo frente a hija apropiada: “Déjalo como está, ¿qué ganas enterándote cosas de tu origen?” ) De hecho, su principio y cierre, con casos reales en formato documental, poseen una fuerza que El abismo... cree respetar, pero su dramatización, con ideales antes que ideas, le resta especificidad al ignorar la historia del cine reciente y hacer una película como si nada hubiera pasado.
La mirada invisible Fallido filme de terror español dirigido por Guillem Morales. Hay instantes, terroríficos, donde lo que se asemeja casi a una parodia, de esas en las que la comedia norteamericana de los últimos diez años tienen cinturón negro, es real. Los ojos de Julia posee un decálogo de esos momentos: en nombre de recrear terror seco, de habitaciones, de climas, sin fantasmas, pero en clave ibérica (con papá Guillermo del Toro como hado padrino), la película de Guillem Morales se convierte en un decálogo de situaciones de ésas que los que tienen, digamos, dos películas vistas, ya piensan que deberían estar en un museo. Y uno no muy divertido. Los ojos... no se priva de nada. Como si fuera un chico con su primer sueldo, gasta y gasta hasta quedar a cuenta (de K.O.). Primero, gemela Sara muere, ciega, gritando fuera de campo, a una figura en la sombra. Entonces, gemela Julia (las dos interpretadas por Belén Rueda con un exceso de remeras apretadas) siente que algo anda mal y comprueba –ella no, su marido- que fue un falso suicidio. La sospecha lleva a la investigación, eje del filme. Y a saber: un viejo malo tipo dibujito Scooby Doo, montajes paralelos de muertes, subjetivas varias (que sobre- explotan la idea de la ceguera progresiva que Julia sufre), un asesino obsesivo de esos que tienen fotos de la víctima en la pared, gestos estilizados (el duelo final iluminado con flashes de cámara) y una cursilería del tamaño (literalmente) de un universo. Quizás el mayor problema del filme sea, tonta paradoja, que Morales no sabe bien qué está viendo y, encima, progresivamente va perdiendo la vista: viene de thriller obeso en violinazos y de repente, sacando un personaje genérico del terror (por ejemplo, la vecina), muta hacía otro rincón. O introduce un villano, a la Norman Bates (mamá orate incluida), después de casi medio metraje sin ningún referente de ello. O está atado -casi cosido- a un guión que posee unas vueltas de tuerca que hacen tanto ruido como llaverito con cascabel. El real terror, aquí, viene de creer que el cabotaje da licencia para hacer, por ejemplo, el truquito de “cambiar la taza” en serio (entre otros clichés del terror de ayer y hoy) y que nadie tiemble, de risa o de miedo (por el cine).
Marines vs. Extraterrestres Un sólido relato de acción, con Aaron Eckhart, en medio de un filme de propaganda militar. El título lo dice todo: el campo de batalla, interestelar en este caso, es Los Angeles, ciudad anti-humana por excelencia. Nuestro punto de vista no es menos inhumano: un marine tan lindo como puede serlo Aaron Eckhart, traumado, a quienes sus anabólicos subordinados le desconfían el rango de Sargento debido a un incidente en una misión reciente. Natz (Eckhart) estaba a segundos de retirarse cuando, desde otro planeta, comienzan a caer en Santa Mónica una serie de meteoritos que, cuando la cámara de TV hace foco, no son otra cosa que extraterrestres con más municiones que un juego de PlayStation 3. Sabemos, como tercer mundo, que la palabra Extraterrestre nos causa menos resquemor que la palabra Marine . Invasión del mundo - Batalla: Los Angeles , nacionalista y miope, lo desconoce. Y ese es un factor que infecta y corroe la furia, el nervio y sabio uso de la cámara en mano. Un niño pierde a su padre y la emoción se crea con Natz diciéndole: “Un marine no se rinde.” El tufo a panfleto, a publicidad de los marines, molesta en la medida en que podría haber sido otra película, y lo muestra. Y cuando lo hace, tiene una fuerza salvaje, cinematográfica. Antes de la visita armada, el director Jonathan Liebesman pierde tiempo presentando personajes, traumas, bebes que vienen, hermanos muertos y así. Pero la licencia clase B que el mainstream americano saco hace rato (ver si no Piraña 3D o Infierno al volante 3D como pruebas) le da el beneficio de la duda. Cuando Eckhart marine sale del terreno de la cámara en mano sin sentido, ahí Batalla... sabe aprovechar el recurso de la subjetiva. Ese aspecto inhumano de Los Angeles hace presencia, y entre humo, muertos, escombros, el filme se convierte en un reverso de Vivir al límite : ya no interesa el hombre, sino el realista espectáculo de estar en un balacera sin saber que diantres está sucediendo. Cuando pierde la brújula marine, cuando se pone más muscular que militar, Batalla: Los Angeles suena, se ve y corre con un nervio físico extraordinario.