El cine argentino siempre se ha caracterizado por ser una fuente casi exclusiva de dramas pintados con un estilo de cine de autor. Esto también dentro de los géneros menos frecuentes como la comedia y la prácticamente nula existencia de los policiales. Esto se puso en consideración cuando El secreto de sus ojos se llevó el Oscar, porque no solo el cine nacional volvía a ser mirado por las grandes industrias sino porque había sido gracias a un policial. Ahora que las grandes películas de superhéroes son el fuerte de Hollywood; con Kryptonita (2015) el género argentino demostró que podía competir con la tendencia que arrastraba a nuestro cine durante toda su historia, y por qué no liderar taquillas. Posteriormente llegaron elogios y aplausos desde Cannes: la última en ser reconocida, La larga noche de Francisco Santis. Por esto los movimientos underground del cine de género nacional han dejado de ser una curiosidad de festival para figurar dentro del abanico de posibilidades entre las cuales el espectador puede elegir. Ecuación: los malditos de Dios es otra alternativa para el público nacional.
Los relatos acerca de un virus maligno que ataca a la raza humana, impotente ante esta amenaza inclusive con recursos que film a film se van renovando, han tenido desde siempre lugar en el terror social, aunque quizás el cine haya explotado este género dando resultado a producciones de calidad dispar. Y en esta abundancia se encuentran siempre patrones que se repiten; aquello que jamás puede faltar es el protagonista que, viéndose en desventaja, lucha incansablemente contra la inasible fuerza del mal en favor de la gente que ama. De esto trata Viral, dirigida por la dupla de Henry Joost y Ariel Schulman, responsables de la tercer y cuarta entrega de la saga Paranormal Activity.
Exceptuando los films de James Bond, hay que rebuscar minuciosamente para encontrar aquellas narraciones, muy características del período de la Guerra Fría, que se enmarcan dentro del género de “intriga internacional”. Y por supuesto que en la película dirigida por Sussana White, basada en la novela homónima de John Le Carré, no podían faltar los rusos que en este caso se enfrentan entre ellos mismos.
¿Cómo se idea la remake de un clásico del cine universal? Se podría excavar en la pregunta. ¿De qué forma se le pueden inculcar conceptos contemporáneos a nivel sociedad a un género tan conservador como el western? Antoine Fuqua, realizador con vasto recorrido y prestigio en el cine de acción, se monta al hombro este desafío con oficio para la adrenalina pero con deslices demasiado grandes que no honran al clásico de 1960, el cual, aún con la ingenuidad con la que puede verse a los ojos de un espectador actual, se acercaba mucho más a aquella crítica social y sobriedad que caracterizaba a Los Siete Samuráis, aquella obra maestra de Akira Kurosawa en la que se inspiró.
La nueva apuesta de animación de Warner Bros., con Phil Lord y Chris Miller (realizadores de la exitosa The LEGO Movie) en la producción y bajo la co-dirección de una dupla tan curiosa como dispar –Nicholas Stoller (Get Him to the Greek, Neighbors) y Doug Sweetland (técnico animador en Pixar)- llega con una premisa que parte de un tema casi olvidado del imaginario popular: los bebés traídos por las cigüeñas. A partir de esto se construye un relato entretenido y enteramente dirigido a la audiencia infantil.
Cuando interpretar se torna una constante, se decanta que las realidades se confundirán tarde o temprano. The Infiltrator es un relato policial, a su vez verídico y resonante en los tardíos años 80, que bien vale la pena el análisis, mas como film esconde en un trasfondo una lección inherente al cine desde hace más de un siglo: la identificación.
Un aire nuevo (y de antaño) se respira en la tercera entrega de la franquicia de Star Trek. Beyond trae consigo un gran número de cambios que no hacen de ella un film más en el universo trekkie. El arribo de Justin Lin, con un oficio más que demostrado dentro del cine de acción dirigiendo cuatro entregas de la saga Rápido y Furioso (Tokyo Drift, Fast & Furious, Fast Five, Furious 6), dota a la película de una cuota de adrenalina que supera con creces a sus antecesoras, tanto en cantidad como en tenacidad para saber conducirla y no agobiar al espectador. Beyond es un giro fundamental respecto a Star Trek(2009) e Into Darkness (2013) y la partida de J.J. Abrams de la dirección es muy explícita (¡no mas lens flares!). La tercera entrega se encuentra mucho más cerca de un género de acción y aventuras que uno de ciencia ficción. La importancia tecnológica cambia por la espectacularidad visual; y el detenimiento y la reflexión, por la vertiginosidad y el entretenimiento. Acaso lo más percibido a un nivel inconsciente sea que ya no sobrevuela el sentimiento pesimista que se torna cuasi apocalíptico en la segunda película de la saga, sino que se siente como un episodio más dentro de las aventuras de la tripulación liderada por James T. Kirk. Este hecho no pasa desapercibido, ya que el ritmo planteado prioriza mucho más las situaciones y debilita las causas. Debido a esto es que el desenlace se manifiesta apresurado y apretado en relación a como venía desarrollándose la trama. Lin logra trabajar de gran forma la acción, por esto también paga en la verosimilitud de lo narrado. No obstante es allí donde el guión viene a apoyar la historia. Co-escrito por el genial Simon Pegg (quién también interpreta a Scotty) y Doug Jung, goza de un acierto a resaltar. La decisión de ubicar la historia entre dos y tres años después de los hechos ocurridos en Star Trek propone una situación en la cual el equipo de la U.S.S Entreprise funciona como un equipo y se comporta como una familia, con cuantiosas travesías y situaciones experimentadas, y lo que ello acarrea: amistades, discusiones, inseguridades… y sobre todo lo tediosa que puede ser la rutina. Esto que vuelve a los personajes más humanos también torna más fácil la resolución de situaciones que parecen un callejón sin salida, a partir del conocimiento que tiene cada tripulante de sus compañeros. Pegg, con su atinado humor, reviste el film con la dosis justa y sin abusar de este, lo que permite una relajación entre toda la maraña de acción. Quizás el hecho de que uno de los intérpretes sea el encargado del guión explique por qué no hay personajes fuertemente destacados como lo eran Kirk y Spock en las antecesoras. Existe un núcleo conformado por los dos anteriores, más Uhura, Chekov, Sulu, Bones y Scotty, que juega como “ente” protagonista a partir del cual se construye la trama. De yapa: al final del film se hace un pequeño homenaje al núcleo de la serie original de los ’60. De las dirigidas por Abrams -que se mantiene como productor- a esta dirigida por Lin cambia incluso la paleta de colores, de blancos a azulados; pero el elemento que se mantiene inamovible es la banda sonora de Michael Giacchino (al pie del cañón de cualquier proyecto de su querido J.J.). Esta vez el score del oscarizado compositor se mantiene debajo del nivel de la película, exceptuando la secuencia de resolución en donde la música y la acción crean un momento memorable. Desde la promoción gráfica hasta el desarrollo narrativo del film había una promesa de revivir un legado. El universo Star Trek cumple 50 años, por lo tanto Beyond fue pensada desde su desarrollo como un retorno a las bases. El film se hace la pregunta: ¿en qué consiste y qué debe hacer la tripulación de una nave que explora sin descanso los límites de lo desconocido? La narración no ahonda profundamente los dilemas internos de cada personaje, chato y superficial, razón por la cual el enemigo, Krall, resulta el peor de las tres entregas. Por el contrario, el motivo más fuerte del film es que la unión hace la fuerza. Y el valor es el legado: los viajes de la U.S.S Enterprise expandiendo las fronteras. Aquí está la respuesta a la pregunta, al fin y al cabo eso es lo que es Star Trek.
Una composición del espacio muy tarkovskyana, sumada a una increíble fotografía de tonos fríos, dejan entrever un poder asombroso para un relato simple y sin pretensiones pero con gran bagaje metafórico.
Una vez más nos remontamos a un Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial pero esta vez para contar una historia real muy aferrada a la cultura norteamericana: la de la peor cantante de ópera de la historia… pero tal vez la más amada. Buenas interpretaciones y una ambientación excelente para una clásica narración tragicómica.
Podría llamársela también “Meta adaptación irónica de Madame Bovary”. El Reino Unido y Francia llevan al cine este relato melodramático cumplidor con ciertos destellos nada despreciables. La raíz a partir de la cual la película se desprende, a priori, es el recurrente tópico del amor no correspondido. No obstante alrededor de este confluyen ciertos elementos tridemensionales como pueden ser la idealización, tragedia, lo banal y -por supuesto jamás podría faltar para deleite del ser humano amante del tradicionalismo- la conflictiva comunicación y prejuicios entre franceses e ingleses.