Con dirección de Tom McCarthy y un elenco repleto de intérpretes con renombre, Spotlight (En primera plana en Argentina) se mete en la redacción del Boston Globe para reconstruir la investigación periodística que buscó demostrar que las denuncias de abuso contra sacerdotes no eran casos aislados sino que la institución activamente trabajó para encubrirlos. Basado en hechos reales Cada vez que ese cartel aparece al principio de un largometraje genera un interés particular, sobretodo si es alguna historia que nos resulta conocida. Spotlight existe desde la década del setenta y es la sección de periodismo de investigación en el diario Boston Globe. A lo largo de su historia produjo muchos trabajos, pero el que resonó a nivel mundial fue el que desarrollaron durante el año 2001, causando el mayor escándalo que la Iglesia Católica tuvo que enfrentar en los últimos años y del que aún no se recupera. Lo que empieza como el caso de un sacerdote acusado de abuso de menores se vuelve más complejo en cuanto el nuevo editor en jefe del diario decide que es un tema que merece ser investigado con mayor profundidad. Rascando un poco sobre la superficie, las denuncias contra distintos sacerdotes comienzan a apilarse rápidamente y a mostrar patrones que los lleva a pensar que no son situaciones aisladas sino que la institución está activamente operando para encubrir y proteger a estos hombres. En una trama que atraviesa la sociedad en todos sus estratos, el equipo de investigadores recurrirá a fuentes hasta entonces menospreciadas para lograr desenmarañar una conspiración de la que hasta ellos mismos formaron parte sin enterarse. Separando la fe de la institución A diferencia de otras regiones donde predominó la inmigración inglesa, en Boston la fuerte presencia irlandesa implica que buena parte de su población sea católica y que dicha institución tenga un poder similar al que estamos acostumbrados a ver en la sociedad argentina, algo que no sucede de la misma manera en muchas otras ciudades de Estados Unidos. Es por eso que esta historia difícilmente podría desarrollarse en otro contexto donde unos pocos casos pasarían desapercibidos como parte de una trama mayor y donde una investigación no tocaría tantos intereses cercanos al equipo. En ese contexto, es lógico que gran parte de los periodistas del diario sean de origen católico y las primeras barreras que tengan que superar sean las de su propia negación a creer que lo que están viendo pueda ser real, necesitando la llegada de alguien ajeno a la ciudad y a la fé católica para incentivarlos a tomar consciencia de una situación con la que ellos convivieron toda su vida, naturalizándola. Además de mostrar el trabajo en una redacción de una época cuando internet era apenas incipiente, Spotlight se toma su tiempo para retratar con crudeza los relatos de varias de las víctimas y las consecuencias que tuvo en su vida adulta no sólo el hecho concreto de ser abusados física y emocionalmente sino también el descreimiento o las presiones de su entorno por mantener todo en secreto, dejando claro que pretende visibilizar la complicidad silenciosa que ejerce la sociedad ante realidades demasiado incómodas como para querer enfrentarlas, algo que no es exclusivo de Boston ni de la Iglesia Católica. Desde el aspecto visual, McCarthy (En tus Zapatos) no se arriesga con nada que pueda quitarle la atención a los intérpretes y en eso se nota su pasado como actor antes pasarse detrás de las cámaras. La fotografía acompaña las acciones sin pretender tener un discurso propio más que dar el contexto y la dirección de arte busca un realismo casi documental al reconstruir una época cercana que se diferencia en detalles sutiles con el presente. Conclusión Spotlight se destaca principalmente por las actuaciones de su reparto cargado de nombres y rostros conocidos tanto del cine como la televisión, apoyándose en un guión claro y sin sorpresas que no pierde el rumbo con las tramas secundarias sino que las utiliza para mostrar cómo afecta a cada uno de los integrantes del equipo el estar descubriendo algo que los espanta pero que no pueden compartir con nadie para no poner en peligro la investigación.
El Rey del Once es la nueva comedia ambientada completamente dentro de la comunidad judía que puebla el barrio de Once, dirigida por Daniel Burman con la actuacion de Alan Sabbagh y Julieta Zylberberg en los roles protagónicos. Reflexiona sobre los orígenes y la pertenencia a una comunidad esquivando caer en la solemnidad. Dicen que me fui del barrio… [dropcap]U[/dropcap]sher es el rey del Once, el barrio donde dirige una fundación y todos sus vecinos saben que pueden contar con él cuando necesitan algo. Su hijo Ariel en cambio le recrimina el preocuparse más por extraños que por su propia familia y se aleja de ese entorno para iniciar su vida en Nueva York, con novia bailarina y carrera de economista incluidos. Se mantiene ajeno a su herencia cultural por años, hasta que un viaje a Buenos Aires con la intención de que su padre y su nueva pareja se conozcan lo arrastra nuevamente dentro de la caótica y acelerada lógica del barrio, recordándole los motivos para haberse ido pero sobretodo nuevas razones para quedarse. Antes de subirse al avión Ariel recibe un pedido de su padre, un tipo específico de calzado que no consigue en Buenos Aires para un joven con problemas neurológicos. Es apenas un indicio de lo que le espera al llegar, porque Usher en vez de ir a verlo sólo lo contacta por teléfono para asignarle misiones en su nombre y postergar indefinidamente el reencuentro. Reticente pero obediente y sin mucho que hacer hasta que su pareja pueda viajar a Buenos Aires, Ariel dedica sus primeros días de regreso en el Once a cumplir con los pedidos que le hacen en la fundación, acompañando a una religiosa joven que inmediatamente capta su atención y por la que revive el interés por la tradición judía que abandonó años antes. Cada misión de su padre lo pone en contacto con la comunidad de la que se alejó, logrando que entienda mejor la obsesión de Usher por ayudar a sus vecinos y reconsidere su rol en el Once. Con la misma estética televisiva que nos tiene acostumbrados buena parte del cine de industria argentino y un guión un tanto endeble que se sostiene a base de gags más que de una historia interesante, Daniel Burman sabe que corre el riesgo de dejar afuera a una parte importante del público que no conoce los códigos de la película e intenta prevenirse incluyendo varias escenas educativas sobre las costumbres y creencias de la comunidad judía utilizando la intencionada ignorancia de Ariel en muchos de esos aspectos. La intención de acortar esa brecha es entendible en una película que pretende ser todo lo masiva que pueda, pero esas explicaciones se ven superficiales y no alcanzan para justificar los profundos cambios que empieza a tener el protagonista respecto a la religión y las tradiciones, por lo que terminan resultando forzadas al punto que cortan el ritmo de la historia. Aunque varios de los personajes y situaciones resultan bastante cómicas con un humor inocente que bordea la caricatura, cuando pretende ser más que una película entretenida, El Rey del Once se queda en el camino. La transformación de Ariel no resulta creíble a pesar del buen trabajo de Alan Sabbagh y su conflicto parece resolverse demasiado fácil, al punto que queda la duda de si realmente existió. Conclusión El Rey del Once cumple con entretener, pero no mucho más. Su punto más interesante queda en algunos diálogos e interpretaciones de personajes que rozan el absurdo sin dejar de verse creíbles, mostrando el ritmo frenético del barrio de Once y algunas costumbres de la comunidad judía que lo habita, pero sin contar una historia profunda o interesante por más que se lo propone. Quizás fue el miedo a quedar demasiado encasillado lo que impidió que apuesten por algo mas contundente, cuando realmente los conflictos internos que siente Ariel para lidiar con los mandatos familiares y sus propias aspiraciones de vida es algo que no se queda dentro de las fronteras del barrio y el público podría haberse sentido identificado aunque no entendiera al detalle los rituales que está presenciando.
A partir de la novela The Price of Salt, de Patricia Highsmith, en la que dos mujeres de orígenes distantes entablan una profunda relación romántica, Todd Haynes estrena Carol con Cate Blanchett y Rooney Mara en los roles protagónicos. Carol Aird es una mujer madura de clase acomodada, que soporta un matrimonio en crisis para mantenerse cerca de su pequeña hija, su único real interés. Su marido no tiene nada terrible, simplemente no lo ama y es algo que él se niega a aceptar, por lo que continúa haciendo intentos por recuperar una cotidianidad que hace mucho perdieron. Buscando un regalo para su hija pocos días antes de navidad conoce a Therese Belivet, una joven vendedora que intenta desarrollar sus aspiraciones artísticas pero tiene pocas definiciones sobre sí misma y su futuro. Con excusas inocentes se reúnen fuera del trabajo y progresivamente confirman el mutuo interés de compartir tiempo juntas, ya que los diferentes orígenes sociales y los distintos momentos de sus vidas en que se encuentran les resultan intrigantes. Estando ambas acostumbradas a pasar Año Nuevo en soledad, deciden pasar juntas esos días en un improvisado viaje en auto que servirá para aclarar sus idas sobre sí mismas y sobre su compañera. No tan Thelma y Louise La historia es un melodrama bastante clásico, una historia de romance entre dos personas que no se tenían en los planes y con un entorno social que no acepta su relación. Lo que es un poco mas novedoso es el tratamiento que se hace de esa historia, mostrando las visiones que dos personas de diferente edad y experiencia tienen sobre temas como la propia aceptación, los sueños y como los deseos ajenos influyen sobre ellos. Mientras que Therese está en un punto donde recién comienza a preguntarse que clase de vida quiere realmente, Carol parece haberlo hecho hace algún tiempo pero algunas de esas respuestas ya no le son tan válidas como en su momento, como le demuestra el verse presionada a encajar en el rol de mujer que la sociedad para no perder a su hija. Entre ambas se desarrolla un romance reprimido y tímido, pero a la vez con cierta ternura. Dado su edad y su fortuna, Carol no puede evitar ponerse en una posición de liderazgo y Therese se deja llevar por su iniciativa aunque se sienta responsable por los problemas que su presencia le causa a Carol, alguien con mucho más para perder que ella. Los personajes secundarios son correctos y creíbles, no caen en estereotipos forzados sino que hasta cuando se dejan llevar por el egoísmo o el prejuicio no exageran en sus reacciones sino que se mantienen coherentes con su forma de ser. Contrariamente a lo que suele pasar en otras propuestas, la relación entre ambas está mostrada con bastante naturalidad y no tiene una impronta panfletaria. Aunque nunca deja de ser un tema presente, la mayoría de los conflictos que sufre esta pareja son indiferentes al género, dejando a la vista simplemente dos personas que intentan llevar adelante un romance, con la complicación de que una de ellas aún tiene pendiente resolver un matrimonio que su cónyuge se niega a disolver. Conclusión La realización es del nivel que estas producciones tan obligadas a tener, con una fotografía y una reconstrucción de época que sin llamar la atención acompañan perfectamente a lo que realmente tiene puesto el énfasis como son las interpretaciones de sus protagonistas, que tal como anticipaban los numeroso premios y nominaciones son el punto mas alto de esta película. El guión es simple pero preciso y logra que todo se sienta natural, algo que quizás venga del hecho de que la novela que usan de base fue realmente escrita en la época que retrata mas que una visión actual de aquellos tiempos.
La Casa del Fin de los Tiempos es la ópera prima del venezolano Alejandro Hidalgo y llega a las pantallas argentinas con más de dos años de demora, después de una recorrida por festivales de cine fantástico de todo el mundo, incluido el Buenos Aires Rojo Sangre donde fue premiada como mejor largometraje y mejor actuación en la competencia Iberoamericana. Mira mi rostro, escucha mi voz Dulce encuentra a su marido apuñalado apenas momentos antes de ver a su hijo desaparecer arrastrado a la oscuridad de un pasillo. Ella se sabe inocente pero sus huellas están en el cuchillo que mató al hombre y aunque nunca encontraron al niño sí pudieron hallar rastros de su sangre, por lo que pasa treinta años en la cárcel acusada de ambos crímenes. Cuando es enviada de regreso para completar su condena en prisión domiciliaria podrá comprobar que las presencias a las que acusa de su tragedia aún rondan la casa y alentada por el sacerdote del barrio intentará reconstruir los últimos días de su familia. Durante los primeros años que vivieron en esa misteriosa casa, nada fue extraño. Llevaban una vida pobre pero tranquila hasta una noche en que tanto ella como sus hijos oyen como alguien recorre los pasillos de la casa intentando entrar en las habitaciones, pero cuando finalmente se atreve a salir no encuentra a nadie. Sus hijos, en cambio, han visto más de lo que admiten pero continúan con su rutina sin adivinar la tragedia que se avecina. El trailer de La Casa del Fin de los Tiempos es un tanto engañoso al mostrar lo que parece ser una clásica película de fantasmas y sobresaltos, cuando en realidad es un poco más que eso. El suspenso y la tensión no se limita a las gastadas apariciones sorpresivas reforzadas con efectos sonoros que generen sobresalto, aunque existen y son quizás la parte menos interesante de la película. A diferencia del cine de terror estándar donde la historia suele ser irrelevante, los personajes de esta historia tienen profundidad y motivaciones para enfrentar su miedo que van más allá que la simple supervivencia. Están presentes esas oscuras escenas de tensión esperando que algo horrible suceda en cada esquina, pero gran parte de la historia sucede de día mientras en dos épocas diferentes, la joven Dulce y el sacerdote que visita a su versión anciana intentan descubrir los secretos de esa antigua casa de la que muchos años antes ya desapareció una familia sin dejar rastros. Si el punto más alto de La Casa del Fin de los Tiempos descansa en un sólido guión y más que correctas interpretaciones incluso de los niños, un punto que suele ser extremadamente difícil de lograr y donde muchas películas fallan, es en la imagen donde se hacen notar las limitaciones de presupuesto y técnica. Reconociendo que trabajar con niveles bajos de iluminación nunca es fácil, no se puede ignorar que hay velas que parecen reflectores, paredes que se ven de papel pintado y en el envejecimiento de Dulce suele notarse la peluca y el maquillaje, pero lo que llama la atención es que sólo sucede en algunas escenas mientras que en otras con una iluminación o una paleta de colores mas apropiada el efecto es mucho mejor. Da la impresión que fuera preparado pensando sólo en esas escenas nocturnas, sin posibilidad de corrección cuando el sol tiñe todo de amarillo. Conclusión La Casa del Fin de los Tiempos es una película interesante, pero no para esperar apariciones fantasmales y sobresaltos a cada minuto. El suspenso y el misterio está bien logrado, brindando sólo la información necesaria para mantener al público interesado sin revelar lo que está sucediendo hasta el momento indicado. Empieza un poco lenta, pero cuando las piezas del enigma comienzan a caer en su posición correcta todo lo que estuvo sucediendo en la primera hora de la película cobra sentido casi sin dejar cabos sueltos y aunque pueda llegar a volverse esperable el desenlace un rato antes de que ocurra, dan ganas de seguir viendo para saber cómo se llegará hasta ese lugar.
Mr. Kaplan es la comedia dramática de suspenso dirigida por Álvaro Brechner y basada en el libro colombiano El salmo de Kaplan, fue elegida para representar a Uruguay en los Premios Oscar. Wakolda en bermudas Jacobo Kaplan era casi un niño cuando escapó de Polonia durante la guerra y no volvió a ver a sus padres. En Uruguay formó una familia y se construyó una buena vida pero al acercarse a los ochenta años sabe que no le queda mucho tiempo y que aunque nunca olvidó las palabras de su padre augurándole un futuro brillante, aún no ha hecho nada importante por el mundo. Aburrido y enojado con su propia vejez, recupera el entusiasmo cuando en una reunión familiar su nieta le menciona una playa alejada que suele visitar y donde hay un bar manejado por un anciano alemán al que apodan el nazi. Influenciado por las noticias que hablan de casos similares en otras partes de latinoamérica, Jacobo se convence que se trata de un oficial nazi prófugo viviendo de incógnito y se obsesiona con demostrarlo para hacer su aporte a la causa hebrea. Jacobo contra los molinos La necesidad de movilizarse despues de perder su registro de conductor lo convence de contratar en secreto a Wilson, un hombre que fue policía pero abandonó lo fuerza por motivos que prefiere no revelar y desde entonces su vida no tiene rumbo, por lo que necesita del trabajo más de lo que deja ver. Jacobo comienza menospreciando a su fiel y bonachón asistente, al que maltrata con un sarcasmo cruel pero con el que eventualmente desarrolla una amistad profunda que los vuelve inseparables. La dupla de improvisados investigadores comienza por seguir al alemán en sus movimientos diarios pero con el pasar de los días y con métodos poco ortodoxos logran ir averiguando detalles sobre su pasado que logran convencer cada vez más a Jacobo de su teoría. Sin dejar de expresar su escepticismo, el leal asistente lo acompaña a infiltrarse en un funeral o entrevistar gente que conoce al misterioso alemán intentando conseguir alguna evidencia contundente que los lleve a determinar la verdadera identidad del hombre antes de llegar a Uruguay. Esta historia que podría relatarse como un oscuro drama de misterio es en cambio una comedia dramática ágil y entretenida que no usa el gag directo sino que genera situaciones que resultan cómicas o absurdas por sí mismas sin necesitar de un remate. Como no abusa del humor, no se ven fuera de lugar algunos momentos emotivos que nos recuerdan que en el fondo la investigación es un tanto secundaria al lado de las ideas sobre la edad, el éxito y la familia que debe cuestionarse Kaplan para poder hacer las paces consigo mismo. El guión es bastante directo, no se desvía en líneas secundarias y cuando lo hace es porque son importantes para explicar lo que está por suceder en el eje principal. Todo lo que sucede parece ser por algo y pocas cosas podrían quitarse sin afectar al conjunto, dedicando tiempo para profundizar sólo a los personajes que son necesarios dejando al resto como simple apoyo. Visualmente no propone nada espectacular, pero igualmente tiene una calidad de imagen más que aceptable tanto desde la fotografía como del diseño de arte y el montaje que sirven para sostener las actuaciones de los dos protagonistas en una fluidez constante que no se corta antes del final. Conclusión Mr Kaplan no es una película pretenciosa, es sólo lo que quiere ser: una comedia familiar con mezcla de drama que entretiene, divierte y cuenta una historia apta para todo público ideal para llevar al zeide al cine.
Un Tango Más retrata la carrera de la pareja de bailarines de tango más famosa del siglo veinte, con un formato híbrido entre la entrevista documental y el musical ficcionado que pretende emocionar más que brindar detalles enciclopédicos. Juan Carlos Copes y Maria Nieves fueron pareja de baile durante más de cuarenta años, creciendo desde la tradicional milonga de barrio hasta alcanzar los escenarios primero de la calle Corrientes y finalmente de Broadway. Fueron en buena medida los responsables de difundir el género por el mundo y convertirlo en un espectáculo de escenario popular en una época en que los bailes en los clubes de barrio comenzaron a preferir el folklore, la cumbia o el rock. Como es de esperar su relación trascendió los escenarios y la convivencia detrás de escena aunque cargada de cariño y admiración, no estuvo exenta de grandes conflictos, peleas y rencores que los llevó a separarse más de una vez antes de hacerlo definitivamente a principios de los noventa. Hoy, ambos con más de ochenta años pero aún bailando cada uno por su lado, se permiten revisitar esa vida y contarla sin poder disimular su cuota de amarguras. Entre ochos y reproches María Nieves es la narradora de esta historia, escuchada atentamente por el grupo de artistas que deberán interpretarla en las distintas etapas de su vida. Mientras cuenta cómo a sus catorce años conoció y se enamoró a primera vista de Juan Carlos Copes en un baile de barrio, da indicaciones a la pareja de intérpretes que un momento después con la magia del montaje abandonan el ensayo y viajan a esa noche de la década del cuarenta bajo la piel de los adolescentes bailarines que encuentran en el otro todo lo que buscaban, aunque no fuera lo mismo para cada uno. Todo estará tamizado por la subjetividad de la mirada de María a pesar de las ocasionales apariciones de Juan Carlos para dar sin mucho entusiasmo su versión de algunos hechos, no siempre coincidentes. Al no pretender encontrar la verdad sino contar una historia que genere sensaciones, la película nunca contrasta a uno con otro ni pone en duda sus palabras ni siquiera cuando contradicen lo que ellos mismos declararon un rato antes.No podemos saber realmente hasta donde son sinceros con sus expresiones pero queda claro que no están diciendo todo lo que piensan pero aunque la historia que elige contar German Kral no es imparcial se permite mostrarnos algunas miserias de ambos y el carácter fuerte que cada uno a su modo utiliza para justificarse. En Un Tango Más, importan más las emociones con las que alimentaron su baile que los datos precisos, algo coherente con la idea de que sus creadores son más artistas que historiadores y que les interesa conocer a la persona detrás del artista más que su técnica. Los relatos se apoyan en imágenes de archivo para mostrar los puntos más importantes de su carrera, pero el fuerte del relato se hace con recreaciones modernas que buscan expresar con coreografías los sentimientos que cada evento generó en ellos. Estas recreaciones suelen tienen una estética más cercana al teatro que al cine e intencionadamente esquiva el realismo prefiriendo una iluminación de sombras intensas, escenografías que evidencian sin disimulo ser paneles y actuaciones mudas que dependen de la expresividad física para comunicar lo que está sucediendo. El montaje conecta con fluidez las entrevistas con los ensayos y las representaciones, rompiendo continuamente la ficción al mostrarnos a los intérpretes fuera de sus papeles y convirtiéndolos de a ratos en los entrevistadores. Conclusión Aunque por momentos el relato pierde el ritmo y las entrevistas se hacen un poco lentas, Un Tango Más propone una forma interesante de mostrar lo que quiere contar y lo hace un con una ejecución técnica muy prolija y visualmente atractiva. Como suele pasar con el género documental, es importante tener algún conocimiento elemental previo tanto de los personajes como de su actividad, aunque lo realmente fundamental para disfrutar de la película es ser un aficionado a la danza en general y a su versión arrabalera en particular.
El camino de Santiago homenajea el trabajo de Santiago Álvarez al frente del Noticiero ICAIC Latinoamericano, emitido por décadas cada semana en las salas de cine cubanas junto con los estrenos de ficción. Didáctico, informativo y panfletario Tal como era habitual a mediados del siglo pasado en gran parte del mundo occidental (Sucesos Argentinos, en nuestra versión autóctona) las salas de cine cubanas exhibían antes de los estrenos semanales un cortometraje informativo con las noticias locales e internacionales. El cineasta y periodista encargado de su producción fue Santiago Álvarez, un militante comprometido desde sus inicios con la revolución cubana que no veía posible la separación entre su producción artística y la política, por lo que dedicó su vida a generar un cine que le permitiera expresar su ideología y trabajar por la revolución comunista. El Camino de Santiago acompaña a un grupo de estudiantes de cine que reciben el desafío de producir un cortometraje informativo inspirado en el histórico Noticiero ICAIC Latinoamericano y como preparación se reúnen con varios de sus artífices originales. Combinando entrevistas actuales con piezas de archivo, reconstruyen no sólo el impacto que el trabajo de Santiago Álvarez tuvo sobre el cine cubano sino sobre la sociedad en general al hacerles llegar piezas tanto informativas como reflexivas, sin nunca dejar de buscar formas de hacerlas atractivas e interesantes para los espectadores. Reformando el formato clásico de dar una secuencia de noticias breves con una voz en off sobre imágenes ascéticas, experimentó con la animación, el uso de música y un manejo de la fotografía que sin dejar de tener la crudeza de la improvisación pudiera conmover a su público. Se viene el zurdaje Cada sistema político se sirve de la cultura y los medios periodísticos para expresar sus fundamentos, algunos borroneando la frontera con la propaganda más que otros, pero El Camino de Santiago no pretende ocultar su sentido militante disfrazándose de imparcialidad. La narración de Fernando Krichmar es tan panfletaria como el sujeto de su homenaje y habla con orgullo del trabajo de todas las personas que se formaron bajo el liderazgo de Santiago Álvarez, participando de un proceso de experimentación que parece fuera de su época. El Camino de Santiago no tiene tiempo de detenerse a explicar quienes fueron Fulgencio Batista o Hồ Chí Minh. No sólo asume que su público ya los conoce, tampoco desea invertir minutos de más en ellos porque en el fondo quiere hablar de cine. De un cine íntimamente ligado a la política, de un cine que no sólo muestra sino que también opina tratando de caminar la cornisa entre poesía y realidad. Recién en el último tramo busca contrastar las visiones de la ya anciana primera generación de revolucionarios con la de los jóvenes que aún están formándose. En ese diálogo se expresan algunas de sus críticas al sistema pero siempre desde dentro, como según el documental hiciera varias veces el mismo Santiago Álvarez desde su programa, corriendo por izquierda a la burocracia partidaria capaz de prohibir músicos o dejar que se pudra a la intemperie la producción superflua de una fábrica. En ningún momento el descenso será tan profundo como para plantear más cambio que seguir avanzando en la revolución. Conclusión Santiago Álvarez se autoproclama panfletario y dice sólo hacer cine porque existe el imperialismo. El documental lo avisa desde su primer minuto y nadie debería verlo esperando otra cosa. Apunta a un público bastante específico y difícilmente atraiga a quienes no compartan al menos parte de las ideas que expresa, por más que utilice un montaje bastante ágil y se esfuerce por no caer en una retórica agobiante.
Un investigador que bordea la ilegalidad cargado de frustración y whisky, una dama por la que matar y un fantasma de su pasado que reaparece para acecharla. Una lista clásica de elementos del policial negro que Nacho Garassino (El túnel de los huesos) parece ir tildando mientras construye Contrasangre. Un sereno noir Conocemos primero a Daniel (Juan Palomino), un ex policía ya maduro con tendencias violentas que se gana la vida como guardia de seguridad. Lo sigue Julio (Esteban Meloni), otro ex policía preparándose para salir de la cárcel y un tanto obsesionado con reencontrarse con Analía (Emilia Attias), una joven asediada por pesadillas de su pasado que la mantienen despierta por las noches. Sus historias nos llegan primero por separado, presentando a cada personaje bastante rápido pero dejando en sombras el pasado en común de Analía y Julio. Después de un cruce con un vendedor de armas y un productor que televisión que sólo aportan la excusa del encuentro entre Daniel y Analía, él inventa una forma de volver a verla. Cuando esa noche llega a su departamento la encuentra en medio de una crisis de nervios por haber recibido una carta amenazante de Julio, despertando en él la determinación de protegerla. Inmediatamente pierde tanto su trabajo como a su esposa, ambos intrascendentes hasta ese momento pero un estorbo para que Analía se convierta en el centro de su vida de la noche a la mañana, justificando que se dedique a lidiar con Julio a tiempo completo. Armado de termo, bizcochitos y whisky El eje principal de Contrasangre es simple y funciona; no se anticipa el desenlace desde el principio pero tampoco sorprende mucho en su desarrollo y se mantiene entretenida a pesar de tener algunas fallas de guión mencionables. Los tres personajes más importantes tienen su fragmento de historia pero se oculta tanto de ellos buscando generar misterio que se los vuelve un tanto bidimensionales al punto de no justificar del todo sus acciones. Hay reacciones que resultan demasiado convenientes y que pueden desmoronarse en cuanto se los analiza un poco, mientras que varias escenas podrían eliminarse sin que cambie en nada lo principal de la película. La historia se desdibuja cuando incluye varias líneas argumentales que finalmente se esfuman sin tener más función que insinuar distintos conflictos para ocultar el principal, mismo tiempo que no se utiliza para desarrollar cómo Daniel logra que Analía confíe en él al instante de conocerlo ni cómo su relación se fortalece. El tema se resuelve en apenas un par de escenas, algo que al no profundizar en sus motivaciones más allá del miedo se ve un poco inverosímil para alguien con su pasado de abuso. No es algo que no se insinúa, al contrario. La profundidad parece estar ahí, encadenada justo donde la cámara está a punto de mirar pero nunca lo hace. Desde la interpretación, el trabajo de Juan Palomino está en el nivel decente que suele tener, pero Emilia Attias no tiene oportunidad de lucirse sino más bien sólo de exhibirse. Se insinúa una personalidad más profunda y hasta un tanto oscura que lamentablemente no se explora. El guión sólo le pide a su personaje verse bien en cámara para “justificar” la lujuria de los personajes masculinos que se obsesionan con ella como suele pasar en el género noir. Esteban Meloni aparece poco, construyendo un personaje al que claramente algún patito se le escapa de la fila y que finalmente es quien revela gran parte de la trama que se guarda en secreto. Sus motivaciones terminan resultando las mejor explicadas pero todo de forma acartonada que seguramente podría haberse pulido un poco más. Si bien muchos son intrascendentes para la trama, los personajes secundarios están bien construidos y hacen un buen trabajo definiendo el entorno; especialmente el dueño del bar interpretado Daniel Valenzuela que es el interlocutor que el protagonista necesita para poder comunicarse con el publico. Como en el resto de los aspectos, visualmente no es llamativa pero tampoco tiene grandes errores. La propuesta estética es bastante convencional tanto desde la fotografía como desde el diseño de arte y en ambos casos parecer conoce sus propias limitaciones para no intentar nada que pueda escapársele de las manos. No es una estrategia tan errada cuando el presupuesto limita el alcance de la realización, pero tampoco es algo imposible de lograr, como prueba La Corporación (Fabián Forte, asistente de dirección en esta misma película) Conclusión Contrasangre no está entre los estrenos nacionales mas esperados ni siquiera de lo que resta del año pero es un policial argentino correcto. Su limitado presupuesto se nota y aunque es perdonable en el diseño de arte o fotografía, no justifica el guión un tanto tosco ni la sensación de que podría haber resultado bastante mejor si se la limpia de distracciones innecesarias que ocupan tiempo en lugar de invertirlo en profundizar el eje principal.