Todo lo que pasa por la mente de un actor está en Vaquero, la ópera prima de Juan Minujín. El actor debuta detrás de cámaras y expone las frustraciones de todo aquel salvaje que siente que está para muchísimo más de eso que le tocó en suerte. No ayuda que a su lado, en la película que trabaja como protagonista, tenga a Leo Sbaraglia zamarreándolo de acá para allá. Vaquero es una película frenética sobre un actor que se siente atrapado y está a punto de estallar. La película se desinfla apenas sobre el final, cuando Minujín busca exponer más las miserias de toda una profesión que las propias o las de un personaje. Vaquero no será rigurosa, pero su nervio vuelve a Minujín un nombre a tener en cuenta en el futuro.
Sin escape cuenta la apasionante historia de Johann Kastenberger, maratonista ladrón de bancos austriaco. Aquí no hay motivaciones para Johann; él es ‘todo físico’ y sus impulsos primarios son robar bancos y correr, no siempre en ese orden. El corredor toma los robos como ejercicios donde su corazón de atleta bombea adrenalina con fuerza. Benjamin Heisenberg observa con atención a Johann, narra la vida del corredor sin apuros, con paciencia, y sabe cuándo acelerar o cuándo bajar la marcha para cambiar el aire. El cineasta filma Sin escape como un maratón, deporte solitario donde uno maneja sus tiempos, se impone desafíos personales y no importa tanto ser primero como llegar a la meta final.
¿Qué pasa si un hombre no puede lidiar con la responsabilidad que implica convertirse en papá? Así como el Cardenal Melville ;) (brillante Michel Piccoli) reniega de esa imposición divina, el cada día más grande Nani Moretti se despega de las convenciones de la comedia europea. Habemus Papa es una comedia especial, donde desde la voz de Mercedes Sosa y el fragmento musical al son de Todo cambia hasta ese disparatadísimo mundial católico de voley organizado por el psicoanalista que interpreta el director, todo desafía las normas. Y en esa línea está un final polémico que puede decepcionar a más de uno, pero tal vez ahí sea donde Habemus Papa demuestre toda su humanidad, tal vez la mejor de las virtudes de una película que todo el tiempo se cuestiona lo divino.
Santiago Mitre, codirector de El amor (primera parte), comienza su carrera como director en solitario con la historia de iniciación de un estudiante del interior que se zambulle en el mundo de la política universitaria. Esteban Lamothe brilla como Roque Espinosa, un joven del interior que sólo busca sexo hasta que encuentra su lugar en un mundo repleto de traiciones. El estudiante es un thriller político riguroso como pocos y, sin dudas, el mejor estreno nacional de la temporada.
A diez años de la castigada versión de Tim Burton, los simios están de vuelta de la mano de Rupert Wyatt, que pretende desentenderse de esa entrega y de las anteriores al punto que acerca la película a una especia de Escape de Alcatraz (no es casual que la acción transcurra en San Francisco ni que Wyatt haya dirigido El escapista). Lo mejor de El planeta de los simios: (R)evolución se puede ver en la segunda mitad, cuando los monos empiezan a alzarse. Hasta ese momento, la película se abría a mil cuestiones que ya se notaba que nunca iba a poder cerrar y excedían el típico enfrentamiento entre la ética y el negocio dentro del ámbito de la investigación científica. Pero sobre el final los cuerpos le ganan a la cabeza (uno de esos tanto temas esbozados sin profundidad) y El planeta de los simios: (R)evolución consigue una de las secuencias más bellas e impactantes del año cuando los monos llegan al cada día más cinematográfico puente Golden Gate.
Quince años después de la adolescente Eso que tú haces, Tom Hanks dirige su segunda película, la muy adulta Larry Crowne. Esta vez es él mismo quien se hace cargo del protagonismo de la película en esta historia sobre las segundas oportunidades donde un simplón desempleado (Tom Hanks) encuentra el rumbo en la universidad y una maestra descreída (Julia Roberts) que recupera las ganas gracias al veterano entusiasta. Si su primera película estaba marcada por el homenaje a los inicios del rock y de la cultura adolescente, Larry Crowne se acerca ese Hollywood primitivo que buscaba consolidarse como industria ofreciendo al cine como escapismo del agobio diario de la crisis económica. Tom Hanks consigue una película optimista en tiempos marcados por un pesimismo absoluto.
Spielberg produce lo nuevo del creador de Lost, J.J. Abrams, que juega a hacer una de Spielberg y consigue la mejor película del año. Esta mezcla de Los Goonies, Cuenta conmigo y todo aquel cine de crecimiento infantil de antaño se cruza con el universo de E.T, Guerra de los mundos y Encuentros cercanos del tercer tipo. Esta historia sobre un grupo de amiguitos que, mientras hacen una película de zombies, filman un accidente de tren que cambia la vida del pueblito en el que viven parece una lección cinéfila de cómo incluir la alegoría política en una película de aventuras. Super 8 respira cine.
Después de la inmensa Moon, Duncan Jones dirige otra gran película de ciencia ficción de bajo presupuesto. El hijo de David Bowie vuelve a apoyarse en la repetición como eje central de una historia, pero esta vez no hay clonación sino que se recrean los últimos 8 minutos antes de un ataque terrorista en un tren mientras Jake Gyllenhaal busca al responsable. Si Moon estaba saborizada con el Kubrick de 2001, 8 minutos antes de morir está sazonada por el cine de Hitchcock, sin ese mágico toque del hombre común en una situación extraordinaria, pero con el aura romántico de Hechizo del tiempo.
A la hora de exprimir al máximo el jugo que dan las sagas, las precuelas suelen ser esas últimas migas que recoge Hollywood para llenarse la panza. O al menos las anteúltimas, justo antes de los cruces con otras sagas. Y esto no corre sólo para Hollywood porque X-Men: Primera Generación está basada en un negocio que ya explotó Marvel en las historietas. Matthew Vaughn, director de las flojas Stardust y Kick-Ass, da un paso al frente al narrar cómo se desarrolló el poder de los jóvenes Xavier y Magnetto durante la guerra fría. Más allá de algunas suceptibilidades heridas a la hora de relacionar a los nazis con nuestro país, X-Men: Primera generación es al mismo tiempo seria y aventurera y, todavía más importante, consigue que se pasen rápido sus más de dos horas de duración.
Volvió “la manada”. Y nada parece haber cambiado demasiado. ¿Qué pasó ayer? Parte 2 se siente como la resaca de ¿Qué pasó ayer? Las películas tienen mucho en común, al punto de parecer más una reversión que una continuación, pero las despedidas de soltero siempre fueron bastante parecidas. Y no por eso una despedida es más o menos disfrutable que otra. La gran diferencia entre está película y la anterior está en el tono de los chistes, pesadísimos hasta para el densísimo estándar de la primera parte. Todd Philips demuestra a fuerza de humor negro y bromas pesadas que es el director más salvaje de la comedia americana contemporánea.