Desde The Truman Show a esta parte, mucho se ha hablado del costado serio de Jim Carrey y se trató al actor como una especie de esquizofrénico que oscila entre sus payasadas como Las locuras de Dick y Jane y su ceño fruncido como en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Los directores Glenn Ficarra y John Requa, guionistas de la inolvidable Un Santa no tan santo, armonizan lo mejor de esos dos mundos en Una pareja despareja. Carrey es conmovedor en cada declaración de amor a Ewan McGregor (nunca nadie hará mejor de enamorado que él) y es desopilante en cada una de sus múltiples fugas de prisión. Una comedia negra así de tierna era tan impensable como que la disparatada historia de Una pareja despareja esté basada en hechos reales.
Enrique Piñeyro se ha transformado en una figura emblemática a la hora de utilizar al cine para cambiar las cosas. Primero fue la ficción de denuncia Whisky Romeo Zulu. después llegó el documental Fuerza Aérea Sociedad Anónima y ahora, después de ese registro de los últimos días de la fotógrafa Gabriela Liffschitz en Bye Bye Life, llegó el momento de poner los pies sobre la tierra para denunciar el caso de Fernando Carrera, único condenado por la Masacre de Pompeya. Piñeyro es siempre pedagógico y clarísimo a la hora de exponer cada una de las falacias construidas por los medios y la policía. Esa valentía de Piñeyro, que no tiene empacho de alguna que otra bravuconada propia de su carácter, vuelve imprescindible a El Rati Horror Show, documental de un cine que se hace cargo y pone manos a la obra para que se haga justicia.
Robert Luketic nunca volvió a esa perfección ramplona que fue Legalmente rubia, su debut como director, pero se ha convertido en el gran director de esas pequeñas y entretenidas comedias románticas que hoy escasean en la industria. Otra vez con Katherine Heigl como musa y con un afiladísimo Ashton Kutcher, Luketic recurre a la historia de una mujer que descubre de la peor manera (a los balazos limpios) que su esposo tiene en realidad una doble vida como agente secreto. Sin ser una película inolvidable, Asesinos con estilo es un pequeño paso adelante de Kutcher como comediante más que “esposo twittero de...” y de Heigl en pos de transformarse en la heredera de Drew Barrymore como reina de la comedia romántica.
No será la mejor película del año, ni de la semana y ni tampoco de Stallone, pero sin dudas Los indestructibles es la más emocionante. Con la nostalgia por el desaparecido cine de acción de los 80 como combustible, Los indestructibles junta a casi todas las grandes estrellas de antaño para que, en un sentido homenaje, hagan volar por los aires todo lo que esté a su alcance. Entre tanta musculatura añejada, la figura de Jason Statham se realza y él consigue darle todo ese vigor necesario a la película. Lo más curioso y destacable de Los indestructibles es el respeto por una mirada dura sobre el cine y el mundo que no busca ni le interesa adaptarse a los días que corren.
El hombre solitario es una pequeña película muy placentera pero lejos está de ser una sorpresa: no podía esperarse menos de un film donde el cada día más grande Michael Douglas tiene vía libre para demostrar su desenfado. Cerca de la enorme Fin de semana de locos, El hombre solitario muestra a Douglas como un hombre mayor en crisis que necesita ponerle un freno a una vida que se va descontrolando cada vez más. Como si no alcanzara con el bueno de Michael, lo escoltan dos compañeros de la vieja guardia: Danny De Vito, ese mejor amigo de toda la vida, y la ex esposa Susan Sanrandon. La cereza del postre es Jesse Eisenberg, gran promesa de Hollywood e inminente estrella protagonista de Red Social, que toma unas lecciones del gran Douglas sobre cómo levantar chicas.
Después de la auspiciosa Tan de repente, la fallida Mientras tanto y un par de prestigiosos cortos, Diego Lerman vuelve con esta interesante adaptación de la novela Ciencias morales, de Martín Kohan. La mirada invisible se sumerge en el micromundo del Colegio Nacional de Buenos Aires para describir, siempre a partir de simbólicos detalles cotidianos, la represión allá por ese 1982 donde estaba a punto de caer la dictadura. La gran virtud de Lerman es su atención a las pequeñas particularidades que lo llevan a evitar todo tipo de subrayados, por más que a veces se exceda al meterse con esas represiones sexuales de su gran protagonista.
Robert Rodriguez consiguió dedicarse a las películas de bajo presupuesto sin perder ese lugar de privilegio que se ganó en Hollywood. Ahora el cineasta se encarga de la producción en esta revitalización de la franquicia Depredador, dirigida por Nimrod Antal. Más cerca del original protagonizado por Arnold Schwarzenegger, en plan ciencia ficción seria con diálogos imposibles, que de la explotación de la mini saga Alien vs Predator, aunque con mucho de su alegre berretada. La cosa es simple: siete tipos peligrosos caen, y esto es literal, en un planeta desconocido y, armados hasta los dientes, terminan tratando de cargarse todo lo que se les cruza. Una baratija en forma de pequeña película que vale mucho más que esa pomposa producción en serie que acostumbra Hollywood.
La expectativa era mucha en torno a El origen. Aquel cineasta que prometía mucho cuando irrumpió en Hollywood con Memento, cumplió con todas las expectativas al hacer El caballero de la noche, la mejor película de superhéroes de la historia. El origen era su proyecto más ambicioso y eso agigantaba la intriga todavía más. Nolan juega con la mente y los sueños de su protagonista DiCaprio y también con los del espectador. Una película oscura y complicada que oscurece y se complica todavía más a medida que avanza su par de horas. El origen está muy lejos de ser la mejor película del director, pero se instala en la cabeza del espectador, como bien hace DiCaprio en el film. Christopher Nolan hizo la Matrix de este nuevo milenio.
Hace una década exacta, Ridley Scott convocó a Russell Crowe para el gran espaldarazo de su carrera: Gladiador. Después de todos los premios, la carrera de Scott se fue a pique con un póquer de bodrios y, en los últimos años, comenzó a repuntar con un pico en Gangster americano y no decae en este reencuentro con Russell Crowe. Robin Hood se centra en cómo el famoso arquero llegó a ser una leyenda, con una mirada sobre la historia que remite al trabajo televisivo de Felipe Pigna sobre la cotidianeidad en la Argentina de antaño. Crowe consigue un Robin Hood de peso, que se aleja del estilizado personaje que acostumbraba mostrar el cine -de Douglas Fairbanks a Kevin Costner pasando Errol Flynn-, y logra un personaje memorable disparando muchas más frases célebres que flechas. En el humor y en las escenas de acción está todo el atractivo de este Robin Hood, por más que Scott exagere su acostumbrado tono épico en alguna secuencia.
Ricardo Darín y Pablo Trapero se juntan en Carancho, una de las películas con un grado inusitado de violencia para el cine nacional. A partir de la frase “detrás de cada desgracia, aparece la oportunidad de un negocio” se construye esta historia sobre un abogado de rapiña que recorre hospitales en busca de clientes atropellados hasta que se enamora de una médica. A pesar de algunos juicios morales que los distancian, entre doctores se entienden y allí está el conflicto de intereses que es el motor de Carancho. Trapero es uno de los cineastas argentinos más hábiles a la hora de denunciar sin perder el hilo narrativo, pero el director brilla en la manera que tiene su cámara de capturar las grandes, y por momentos ampulosas, coreografías de la película. Carancho habla de escrúpulos e invita a discutirlos con el espectador. Y la invitación es atractiva por donde quiera que se la mire.