La vida le sonríe a Antonio. Matrimonio feliz, hijos, un buen trabajo, vive en una casa hermosa en Mar del Plata y el dinero nunca es un problema. Hasta que un día, mientras sale a correr frente al mar, en un plano secuencia que evoca algo de "Birdman" (Bo es uno de los guionistas de ese filme), se detiene un segundo y pierde el conocimiento. Armando Bo, en su segunda película después del logrado debut de "El último Elvis" y el Oscar por el citado largometraje de Alejandro González Iñárritu, pone el foco en el derrotero de este hombre (interpretado magistralmente por Francella) y en qué se convierte con tal de salvar su vida. Un riñón es lo que necesita Antonio. Y el salvajismo al que alude el título atraviesa esta historia. Porque cuando los canales tradicionales del sistema de salud no siguen un curso lógico y los tiempos se agotan, Antonio se pasará al costado ilegal, sin meditarlo demasiado ni evaluar los costos. Allí se topará con Elías (Federico Salles, impecable) y Lucy (Mercedes De Santis), una pareja sin rumbo ni escrúpulos. Elías está dispuesto a ceder su riñón a cambio de una casa. Y en ese extraño intercambio comienza lo más intenso de la trama. Todo se pone tan áspero que la tensión invade el cuerpo del espectador. Quizá allí resida lo mejor del filme de Bo, quien supo manejar los hilos para demostrar que las situaciones límite generan transformaciones que no tienen retorno.
A veces las vacaciones reflejan ese oscuro objeto del deseo. Y "Las Vegas" sirve como ejemplo. Juan Villegas tomó como disparador un lugar amado de Villa Gesell, donde él concurría en su adolescencia, y desde allí construyó una comedia íntima, divertida y con situaciones de inmediata identificación. Las Vegas es el nombre del complejo habitacional donde irán a parar Laura (una impecable Pilar Gamboa) junto a su hijo Pablo, de 18 años. El problema es que en el piso de abajo están alojados Martín (logrado rol de Santiago Gobernori), ex de Laura y padre de Pablo, y su nueva novia Candela, una joven y seductora colombiana. Lo mejor de la película es el vínculo de amor y tensión entre madre-hijo primero, y entre madre-hijo-ex marido después. Villegas utiliza mucho el humor desde el juego de palabras con situaciones simples y cotidianas y logra alto efecto. Villegas, que brilló con "Sábado" y "Los suicidas", maneja a la perfección las emociones encontradas que se generan en esos tiempos muertos que genera el ocio en vacaciones. Y lo hará desde discusiones ingeniosas de los protagonistas, que siempre le escaparán al lugar común. Otro punto a favor es que la película sólo dura 75 minutos.
Si algo bueno tiene "Aterrados" es que cumple con el cometido básico de toda película de terror: asustar. Es que meter miedo en una película de género parece un tema olvidado de muchos directores, que por apostar a lo seguro terminan cayendo en yeites de eficiencia probada y cero sorpresa. Bien, "Aterrados" no sólo asusta sino que su historia, que transita entre lo paranormal, el misterio y el suspenso terrorífico, está preparada para el mercado internacional pero desde una propuesta de neta cepa argentina. La historia de la película, que ya ganó el premio Mórbido en el festival mexicano Mórbido Film Fest y estuvo en la última competencia argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, está ambientada en un barrio del conurbano en el cual suceden cosas extrañas, como objetos que se mueven, voces que salen del más allá y canillas que empiezan a gotear. Pero todo se complica cuando la muerte entra de golpe, despiadada, y sin nada de previo aviso. A partir de allí habrá científicos paranormales, policías y detectives que intentarán descubrir qué es lo que provoca esos crímenes truculentos. La película incluye escenas realmente aterradoras, que se sostienen por la trama y el in crescendo del suspenso. Un filme que seduce al público de culto y del cine comercial.
Hay otra María Magdalena y Garth Davis quería que se supiese. Para eso eligió a Rooney Mara, con un rostro entre etéreo y sufrido, y Joaquin Phoenix, capaz de interpretar a un Jesús tan rebelde y místico como terrenal y expresivo. Esta María Magdalena sigue a un hombre que lleva el mensaje de Dios. Cree en El y se convertirá en su devota, más allá de la resistencia de su familia que sólo quiere que se case con un hombre que no ama. No hay ninguna referencia a su “título” de prostituta y la película se encargará de referenciarlo en el texto del final. El director muestra a una María a tono con la mujer de los tiempos actuales, que es capaz de luchar por los derechos que le corresponden, que reniega de los mandatos establecidos y que sostiene: “Haré que me escuchen, no me callaré”. La película relata el derrotero de los apóstoles en el camino que va desde la idea de que Jesús es el enviado de Dios, hasta las dudas de Pedro (que aquí es negro y lo interpreta Chiwetel Ejiofor) y el calvario de Judas. En ese camino, con paisajes naturales que reflejan como pocas veces se vio la desolación y la crudeza de Jerusalén y Galilea, despunta el vínculo entre Jesús y María. Esa preferencia que tenía por ella y las confesiones que le hacía a solas en el monte preparan el terreno para que no haya dudas de que fue María Magdalena quien sea la primera persona en verlo a Jesús resucitado. La trama hará foco en paralelo sobre las historias de Jesús y María, sin caer en lugares comunes, ni subrayados. Incluso la crucifixión se muestra con el realismo necesario, en una escena breve y demoledora. Este Jesús es más revolucionario y creíble, y esta Magdalena se ve más combativa y también más cercana. Aunque más lejos de las Sagradas Escrituras.
Los une el amor por el vino Tres hermanos son enlazados por un solo amor: el vino. "El amor es como el vino, necesita tiempo" dice uno de los protagonistas en "Entre viñedos", cuyo título original "Lo que nos une" sería más apropiado para esta historia. El paisaje que atraviesa la película de Cédric Klapisch es Borgoña, en Francia, con las hileras interminables de parrales de uva. Allí nacieron Jean, Juliette y Jéremie, quienes heredaron la pasión por el vino, desde el proceso de la cosecha y su cuidado artesanal en la producción hasta la experimentación de los colores, sabores y aromas de la bebida. Pero todo se complica cuando papá muere. El castillo de naipes se derriba de un soplo. Jean deberá volver de Australia, donde tenía otro viñedo junto a su mujer y su hijo, y llegará a Borgoña para reencontrarse con sus hermanos tras diez años de ausencia. Es que Jean, el hermano mayor, se había ido de su casa natal por la fuerte presencia de su padre, y la vida quiso que la ausencia de su padre justamente lo haga regresar. El vínculo entre hermanos es lo mejor de la película, aunque quizá haya merecido esta historia hurgar más en los huecos afectivos. La cosecha, con sus bondades y contratiempos, los hermanará en esa pasión por el vino, pero también los llevará a recordar a aquel padre omnipresente. Jean tiene la mochila más pesada, Juliette impondrá su sensibilidad y Jéremie enfrentará a su suegro. Y siempre habrá una copa para degustar y compartir.
A veces un celular puede convertirse en un arma. Para comprobarlo hay que ver "Perfectos desconocidos". Basada en la lograda y exitosa película italiana de Paolo Genovese, ahora es Alex de la Iglesia, nada menos, quien se atreve a dar su versión con actores españoles. Más allá del cambio de escenario, que aquí es en un coqueto departamento de Madrid, no hay demasiadas diferencias con la historia original, a excepción de una vuelta de tuerca basada en un eclipse que le vino de perillas a esta comedia agridulce. La invasión de las nuevas tecnologías (representada en los teléfonos celulares) en la vida de los mayores de 40 años es el disparador de esta trama. Un grupo de parejas de amigos y un soltero crónico se juntan a cenar y deciden pasar una noche con algo de emoción y sin secretos. Para eso no tienen mejor idea que poner todos los celulares sobre la mesa y usar el altavoz para que los comensales escuchen los llamados o mensajes de voz. El complejo tema de convertir algo privado en público es una piedra en el zapato que lastima. Porque cada uno de estos amigos y amigas, supuestamente superados, algunos profesionales de buen pasar y otros con problemas para conseguir empleo, tienen un muerto en el placard. La película pone a prueba la delgada línea que separa la verdad de la mentira. Y también muestra, como en "Match point" de Woody Allen, que todo puede cambiar de cuajo cuando la pelotita pasa para el otro lado.
Pura belleza, con o sin copia Dicen que la película de Guillermo del Toro está copiada de una obra de teatro, también hay otra denuncia de plagio que sostiene que hay una escena similar a "Delicatessen" y además hay un corto holandés cuya idea básica junto a algunas imágenes indudablemente son un calco del multinominado filme del director mexicano. Sin embargo y pese a todo esto, "La forma del agua" es maravillosa de punta a punta. Desde el primer fotograma la película destila cine en estado puro, más allá de que la pureza se mancharía ante un supuesto plagio; pero nada puede evitar que el espectador se meta de lleno en esta historia. Es que a partir del minuto cero se ve la mano del realizador de "El laberinto del fauno" y "El espinazo del diablo", desde su pulso narrativo hasta la trama dramática, mixturada con algo de policial y, claro, un romanticismo mágico y poético. Una mujer muda es empleada en un centro de investigaciones del gobierno estadounidense en plena Guerra Fría. En ese lugar, escondido a la opinión pública, se encuentra un monstruo, cuya imagen remite al clásico "El monstruo de la laguna negra". La película juega con el encuentro de dos seres solos de toda soledad, que encuentran una compañía en medio de un mundo cruel. Es inevitable remitirse a "La Bella y la Bestia" y a "King Kong", por si le faltaban a Del Toro ideas en donde poder inspirarse. Con o sin copyright, verla es imprescindible.
El hombre que dijo "no" Para entender la lógica de Winston Churchill hay que situarse en un contexto crucial: la Segunda Guerra Mundial en el que Adolf Hitler iba camino a apoderarse de Europa y las potencias mundiales caían como moscas ante el nazismo. Bélgica se rinde, Holanda también, Francia está a punto de claudicar y el gobierno británico decide expulsar a su primer ministro y sustituirlo por otro, tozudo, que no goza de la simpatía de sus colegas partidarios ni los de la oposición. Ese hombre huraño y con un sentido del humor increíble es Churchill, que se encuentra en un cargo que es el sueño de su vida, pero a priori sus cartas están marcadas y tiene todo para perder. Joe Wright, el sutil realizador de "Orgullo y prejuicio" la tenía difícil, porque debía llevar adelante una trama con mucho texto, muy poca acción y ser fiel a la letra de la historia. Pero tuvo la suerte de contar con Gary Oldman, con una composición que de no ganar el Oscar al mejor actor habría que hacer un piquete en el ex teatro Kodak. "Las horas más oscuras" es un canto a la resistencia, a pelear por la dignidad hasta que el cuerpo aguante, a ese lema que sostiene que mientras la pelota está en juego el partido nunca se pierde. Y es un homenaje a tres palabras que dijo Churchill en el Parlamento el 13 de mayo de 1940, que aún hoy tienen vigencia para mil batallas humanas, más allá de la guerra: "Sangre, sudor y lágrimas".
Sexo, tiros y final de la historia Si se tiene en cuenta que "50 sombras de Grey" captó la atención por la novedad y los fuegos de artificio derivados del mix amor y sadomasoquismo; y que la secuela "50 sombras más oscuras" fue aburrida como pocas, hay que decir que "50 sombras liberadas" al menos tiene algo bueno: que la historia de Christian Grey y Anastasia Steele llegó a su fin. Más allá de la ironía, el director James Foley hizo todo el esfuerzo para que este cierre de saga mantenga al espectador con cierta expectativa hasta los títulos finales (y una perlita más, después de los créditos). Porque la parejita sexy, que sigue más acaramelada que nunca, se casa en el amanecer de la película y Foley se dio cuenta que si agregaba una pizca de erotismo la película le funcionaría mejor, cosa que se logra en parte, a diferencia del filme anterior. Anastasia se resiste a ser la chica mantenida y aunque goza de ser sumisa a la hora del sexo, quiere imponer cierta rebeldía e independencia en la pareja, pese a la resistencia de su multimillonario marido. La trama troca en pseudo thriller en el momento en que el antiguo jefe de Anastasia quiere tomarse una venganza porque ella no aceptó ser seducida por él. Habrá persecusiones, un secuestro y un giro policial mixturado todo esto con escenas fogosas, primeros planos de cuerpos desnudos y una pareja hiper excitada. Pero claro, para que sea una buena película le falta una buena historia. Y como dice el tango, no hay que olvidar que estas son "sombras, nada más".
El tránsito de la angustia La muerte de un ser querido siempre deja una herida abierta. Y más si se trata de un amor. La directora Kris Niklison, que había debutado con el documental “Diletante”, puso en foco en “Vergel” el dolor y la angustia que se vive en pleno duelo. Una mujer brasileña, residente ocasionalmente en Buenos Aires, debe resolver cómo enviar el cadáver de su marido a su país natal. Está encerrada en un departamento, hastiada, desesperada, y no sabe cómo hacer para resolver lo antes posible un tema burocrático. Pero lo que más le pesa es lo que va más allá de cómo remitir un ataúd a otro país, con las típicas idas y vueltas de ocasión, sino cómo hará para seguir sus días sin él. Primero buscará por internet para saber si hay vida después de la muerte, después mirará por el balcón cómo el mundo sigue su curso sin reparar en angustias propias o ajenas. Hasta que un día casi por accidente conocerá a una vecina que siempre va a su departamento para regar las plantas. En esa vecina (la siempre eficiente Maricel Alvarez), ella encontrará una suerte de oasis, pero es mucho menos que un sorbo de agua en el desierto. Lo más valioso de la película es cómo la realizadora se las ingenió para retratar los tiempos muertos de las protagonistas. El hastío, los silencios, la tristeza, las miradas perdidas, el deseo, el sexo como antídoto. Todo ese universo está expuesto desde la lente de Niklison. Sin subrayados, con simpleza, con una cámara que se mete en los lugares de la angustia sin golpes bajos y hasta permitiéndose desdramatizar las situaciones más dolorosas. Vergel significa un lugar con muchas plantas. En ese título está el costado poético del filme, que cada uno interpretará a su modo.