El amor como uno de los primeros auxilios No se deje llevar por la primera impresión cuando lea la calificación que le da este comentario al filme. Winter, el delfín, es una buena película, llena de aventuras, humanismo y valores, pero puede afectar la sensibilidad de algunos. Sucede que este largometraje tiene una historia verdadera detrás, que es más grande que cualquier intento de Hollywood, aún el más loable, por representarla en la pantalla. Un delfín real luego llamado Winter fue encontrado en una playa de California, enredado en una trampa para cangrejos. Debieron amputarle la cola, y primero un hospital marino y luego una comunidad entera se comprometieron con su salvamento. Reunieron fondos para pagar el tratamiento y las prótesis necesarias para curar a ese animal que se convirtió en un símbolo especial de la supervivencia. Actualmente existe una página para seguir la vida de Winter en vivo, www.seewinter.com y se relacionan de modo terapéutico con él muchos niños y adultos con capacidades físicas especiales, atletas e inclusive veteranos del ejército norteamericano que perdieron algunos de sus miembros durante la guerra. El relato fílmico dirigido por Charles Martin Smith permite que una parte de la verdad relatada asome sobre la ficción, y entonces hay algunos pasajes emocionalmente fuertes en medio del cuento. De todos modos, y de manera abundante, el protagonista a un niño de alrededor de diez años que participa accidentalmente del salvamento y tras encariñarse con el pez comienza a visitarlo en el hospital, hasta convertirse en uno de los participantes necesarios de su curación. El niño de paso deja de lado la falta de motivación generalizada que lo afectaba en su vida, ocasionada por el abandono paterno y por la pérdida del afecto de un primo que también se aleja de él para enrolarse. Un filme en que los lazos afectivos ocupan un lugar central, ya sea en el trabajo comunitario por el delfín, como en el drama de las personas cuyas vidas son modificadas por la guerra, o en el grupo del hospital marino, donde el cariño derriba las fronteras para convertir a los compañeros en miembros de una familia
La ciudad de las venas abiertas Buenos efectos especiales, buenos actores, buen guión. Todos los factores ayudan a la película Noche de miedo , que en este caso es muy recomendable y se suma a lo mejor y mucho del género de terror y risas nerviosas que el cine norteamericano ha sabido filmar. Noche de miedo tiene el sello de los años ’80, y el que no tenía el dato de antemano, después descubrirá que eso es porque se trata de una remake de otro largometraje de 1985, y los nuevos autores han logrado en eso también respetar el espíritu de aquélla. Aquélla era una película “pequeña” que se convirtió en objeto de culto de los amantes del terror cómico, pero para algunos mereció una suerte todavía mejor, pese a que logró la segunda mejor recaudación de una obra del género aquel año en los Estados Unidos. El argumento es remanido, pero en manos de los buenos contadores de cuentos logra su objetivo: asustar, hacer reír, sorprender, mantener en vilo, generar repulsión (en el sentido divertido de la palabra). Un nuevo vecino de Los Ángeles se mudó a la casa de al lado del protagonista. Parece un tipo encantador, pero en palabras de su madre separada, “es demasiado apuesto para estar soltero a esa edad”. Claro, esa edad es la juventud eterna de la que gozan los vampiros desde hace cuatro siglos a costa de succionar yugulares. A Charley se lo advierte su mejor amigo, que está obsesionado con el tema, pero él no se lo cree. Hasta que lo ve con sus propios ojos. La actual versión de Noche de miedo se reforzó muy bien para rendirle honores. Un elenco compacto, en el que sobresale Colin Farrell, dándole un lunático carisma a su personaje, y la estupenda todoterreno Toni Colette en el rol de la progenitora del chico. En el guión está Marti Noxon, con pasado en la serie Buffy, la cazavampiros , que también se hizo de una legión de televidentes fans de los cuellos cortados durante los años ’90 (y de la que se rumorea que también llegaría al cine). Y los efectos, ayudados por el 3D, hacen que las venas abiertas de las víctimas salpiquen hacia las butacas.
Morir originalmente El cine de terror norteamericano pensado para adolescentes bien predispuestos, que tienen dinero en los bolsillos y buscan un entretenimiento eficaz, ha hecho de las formas originales de morir un elemento característico, aun cuando ni siquiera haya inventado el recurso. La saga Destino final sabe cómo reproducir esa fórmula (lo cual no es nada fácil) y, dándole una vuelta de tuerca especial, ha conseguido diferenciarse del resto y multiplicarse ya en cinco películas de bastante buena repercusión en la taquilla. Hombres y mujeres, jóvenes todos ellos, que pueden predecir una catástrofe o una tragedia masiva, y en principio evitarla, pero que luego comienzan a ser perseguidos por la muerte, a quien, en palabras de los emisarios que suele enviar a comunicarse con las futuras víctimas, “no le gusta que la engañen”. En esta quinta entrega, Sam tiene una visión que le permite salvar a su novia Molly y a varios amigos de ambos, de perecer en el derrumbe de un puente que se traga un transporte de la empresa en que trabajan, automóviles, obreros y transeúntes varios al precipitarse hacia las aguas de un río. Los sobrevivientes deberían poder hablar de “milagro” después de eso, pero uno por uno empiezan a caer en accidentes espeluznantes, imparables, y uno más encarnizado que el otro. El suspenso es bastante bueno, las muertes de los personajes son originales (según los autores, fueron tomadas de casos reales), pero la historia, o sea lo que les va pasando a los personajes, el cómo se comportan frente a los hechos, lo que se dicen entre ellos, está un poco falto de explosión, de emotividad, de chispa, y eso frena un poco el vértigo de lo que les pasa a los personajes. Del mismo modo algunos personajes (el sindicalista), no encajan en el rompecabezas, otros (el médico forense), se diluyen sin demasiadas explicaciones. Sin embargo, Destino final 5 tiene algunos elementos muy importantes dentro del género a su favor. Tiene en particular buenos efectos visuales y de sonido, que hacen de las escenas de gran espectacularidad un momento creíble y digno de ver sobre todo para los fans de este tipo de filmes.
Espuelas y láseres Nada nuevo bajo el sol. O entre las piedras. Tan sólo un esperable puré de géneros como el western y la ficción científica, que podía resultar en una gran película o en esta que agrada, entretiene, gusta, pero deja la sensación de haber sido un entrenamiento para encarar cosas mejores que vendrán más delante de la mano de productores como Steven Spielberg o Ron Howard, dos de los que firman ponen su sello desde el lado de atrás de las bambalinas a este producto. Algunos primeros minutos para acomodar el GPS en el tiempo y el lugar de la acción, y después de eso el vértigo en estado puro. Un cowboy despierta a la realidad con una amnesia completa que de a poco empieza a revertir. Una brazalete luminoso que no se puede quitar, una herida en el abdomen vaya a saber producida por qué, un cartel que dice que lo busca la ley por robar el oro de una diligencia, un rudo ganadero que quiere cobrarle una deuda, y una bella mujer que parece conocerlo y lo sigue sin mucho justificativo por un pueblo casi fantasma. Los recuerdos comienzan a hilvanarse, las explicaciones a aparecer, mientras un elemento todavía más extraño hace su aparición. Naves espaciales que disparan rayos láser y extraterrestres parecidos a gigantescas langostas, vaya que un elemento ajeno a ese paisaje clásico de la épica norteamericana, propiedad del polvo, el whisky y el hombre, blanco o indio, a caballo. Cowboys vs aliens se queda en el montón y no logra sobresalir como película del cine clase B, un “género” en sí muy noble, donde se monta un divertimento tan contagioso que consigue voltear los prejuicios de muchos espectadores, como por ejemplo los que podrían considerar que es algo rústico juntar a un extraterrestre con un apache, o al héroe americano de aventuras de la década del ’80 (Harrison Ford, Los cazadores del Arca Perdida) con el ícono del cine de espionaje británico de los ’90 (Daniel Craig, James Bond) en un mismo filme. En este largometraje ocurre algo de eso. Y por momentos funciona.
Siempre es difícil volver a vivir Tema complicado. Película dura. La pérdida de un hijo no es un asunto que nadie quiera vivir y un filme que aborde el tópico será muy raro que se propague por un público masivo. Nicole Kidman debe haberlo sabido perfectamente, pero aún así decidió producir y protagonizar esta película que descubrió a través de un periódico. Sucedió cuando leía la crítica de la obra teatral que acababa de subir a la cartelera de Broadway en el año 2006. Se interesó y al día siguiente estaba cenando con el dramaturgo después de ver la puesta, y cerrando trato para pasarla de las tablas a la pantalla. En la película la primera impresión que se tiene es la de estar viendo a una pareja feliz y exitosa, pero con el correr los minutos, comienzan a asomar las grietas producidas por la tragedia familiar que nunca fue ni será mostrada (tal vez una marca procedente del teatro, donde no todo debe ser mostrado en escena). El matrimonio asiste a terapia de grupo, alimenta otros lazos de familia, conserva rituales de pareja, se refugia en el confort y discute, ocho meses después del accidente, la venta del chalet donde una vez planearon pasar su vida, y hasta la posibilidad de concebir nuevamente. El suspenso está puesto en no saber cuál será el desenlace de la crisis, si se tiene en cuenta la cantidad de matrimonios que no pudieron superarla. Pero El laberinto tiene asuntos que no la ayudan. Situaciones que tal vez no fueron resueltas de la mejor manera posible aun dentro de la lógica de la historia contada, y que pueden significar algunas piedras en el camino de los espectadores. Por ejemplo que una terapia grupal de parejas que perdieron a sus niños no se torne tan deprimente como probablemente lo sea infinidad de veces en la vida real. También, trabajar la inclusión en el hilo del relato de algunas situaciones a las que si no se las vuelve lo suficientemente creíbles, hacen ruido. Segundo ejemplo: la relación que genera el personaje de Kidman con el adolescente que atropelló a su hijo de cuatro años. De cualquier modo, una película valiente, digna de ver, con tema y un enfoque que no suele estar en la agenda del cine de exportación norteamericano.
Pasaje abierto Hacer del drama una comedia o, como dice el refrán, la comedia es... drama “después de un tiempo”. Esa es la línea guía de esta película que trata de sacarle algunas cosquillas a dos temas recurrentes, como son el amor, la pareja o la familia y las migraciones o el exilio. Hay una parte de Güelcom que revisa la última fiebre migratoria de los argentinos, y lo que está pasando con ella unos cuantos años después de superada la peor parte de la crisis de la convertibilidad. Otra parte del filme es que Leo y Ana tenían una linda historia de amor, hasta que Ana quiso irse a España a buscar alternativas para su profesión de cocinera y Leo prefirió quedarse en el país, con un trabajo de psicólogo que le gusta. Ahora los dos siguen bastante disconformes. Leo, no deseando vivir como un soltero pero sin poder iniciar nada con otra mujer, y Ana, en pareja, aunque no tan convencida, y decepcionada por la ausencia de aquellas oportunidades de trabajo que fue a buscar. Cada uno de ellos sigue caminando por su vereda, hasta que varios años después Ana vuelve a Buenos Aires, seguida por un novio europeo, invitada al casamiento de unos amigos que comparte con Leo, y el reencuentro entre ambos reabre una historia que nunca se había cerrado del todo. Las oportunidades de reírse en esta comedia de Yago Blanco están por todas partes: en las situaciones, en los diálogos, en las características de los personajes, en las actuaciones de todo el elenco. El gallego que aunque tiene alguna posibilidad de quedarse con Ana termina contra su voluntad jugando el papel de metido en el antiguo grupo de camaradas y en el pasado de dos de ellos. La soltera empedernida, con su inmadurez pero también con su independencia para echar una mirada sobre los hechos. La pareja de amigos argentinos de Ana y Leo, con su propio mundo de pareja y sus diferentes afinidades incluso para con el europeo. Y finalmente los casamenteros, que vuelven al pago con toda la impronta del tiempo transcurrido en Ibiza, la célebre capital turística de la alta juerga española. Muy buenas las participaciones de Peto Menahem, Eugenia Guerty y Chema Tena, acompañando y siendo acompañados por el resto. Una película argentina entretenida, fresca, actual, para recrearse e intentar reírse de algo que tal vez pasa cerca de uno y todos los días.
Tremendo entretenimiento Tremenda, magnífica película esta Capitán América: El primer vengador , que llegó a Córdoba para quedarse varias semanas en la cartelera. Creíble, atrapante, épica, estética, detallista, e incluso imponente, es una superación dentro de todo lo bueno que la fábrica de historietas Marvel ha concebido en su alianza con los estudios de Hollywood en los últimos diez a 15 años. Reediciones en cine de sus mejores historias gráficas, clásicos nacidos en los años cincuenta que en los noventa y en los dos mil vuelven a ponerse de moda gracias a la tecnología audiovisual tanto de imagen como de sonido en tres dimensiones y efectos especiales diseñados con sistemas de software. La trama de Capitán América: El primer vengador comienza y termina en la actualidad, lo cual abre la puerta a una soñada continuación de la que ya se está empezando a hablar en los corrillos del culto, léase las populares convenciones de historieta que año a año siguen realizándose principalmente en los EE.UU. La acción de la película dirigida por Joe Johnston ( Querida encogí a los niños , Jumanji , Parque Jurásico 3 ) se traslada luego a la Segunda Guerra Mundial, época de la que siempre se especula que escondió experimentos tanto del bando aliado tanto como del germano, éste último apelando a poderes ocultos, destinados a desarrollar armas que les permitieran doblar de una vez por todas el brazo enemigo y pasar poco menos que a dominar a la humanidad. Capitán América se hace fuerte en esa tesis y a partir de los viejos y siempre efectivos moldes del género, el muchacho débil pero listo que recibe dotes extraordinarias y se convierte en justiciero, propone una variante que sobre todo hace la diferencia en la habilidad para narrar los episodios con detalles que los hacen únicos y en la fuerza de la imagen tratada como un objeto de arte en el que maquinarias, seres fantásticos, batallas y aún los seres humanos elevados a la condición de héroes merecen empezar a formar parte de un museo donde se conserven estos humildes hitos de la creatividad de los artistas. Capitán América es antes que un súper soldado, un muchacho que no consigue enrolarse en el ejército por ineptitud física, pero que de tanto insistir se topa con un científico que descubre que la lucha contra la fragilidad desarrolla muchos aspectos positivos de la personalidad y le ofrece formar parte de una prueba fantástica. Mientras el muchacho aprende a usar sus nuevas capacidades, vivencia los sentimientos de mutua amistad cada vez más especial con una integrante femenina del cuadro de mandos, camino tan vertiginoso a veces como el de pasar al frente de batalla a cumplir con sus misiones. Al otro lado del mar Del otro lado del océano, un militar cansado de servir al führer alemán se aparta del ejército nazi para construir el suyo propio, en base a una fuente de energía robada a los dioses nórdicos que le permite alimentar armas nuevas con poderosos rayos láser que superan todo poder de destrucción. Entretenimiento en grande, bajo el título de Capitán América: El primer vengador.
Helados de risa Jim Carrey morirá siendo Jim Carrey y hay un público también que nunca se lo perdonará. Pero este actor de grandes éxitos de taquilla cambió pese al temprano éxito de su carrera y se convirtió en uno mejor con el correr de los años y no sólo eso, también aprendió a mezclarse con algunas de las personas inteligentes de Hollywood y de ahí para adelante fue el protagonista de muchas muy buenas películas. Los pingüinos de papá es una de esas películas, pero además tiene otra característica que la vuelve una brillante espiga en los campos del cine. Pertenece a la especie más escasa en este ámbito como es la comedia pura. El señor Popper es un hombre de negocios sagaz y expeditivo como la decoración del ?lujoso departamento de Manhattan donde vive. Tiene ex mujer e hijos, pero los visita apenas cada 15 días, cuando sus ocupaciones se lo permiten pero hay que reconocerlo, poniendo la mejor voluntad para pasarla bien en esos encuentros tan casuales como lo que va a sucederle ni bien comience la película. Un día particularmente difícil en el que tiene que convencer a una filantrópica señorona de vender un antiguo restaurante para convertirlo en un negocio inmobiliario, Popper recibe una llamada. Sucede que Popper abuelo ha muerto y en el testamento le deja al nieto una encomienda. Algunas horas después, el heredero abre la caja en la puerta de su semipiso: se trata de un pingüino congelado. Lo que de allí en más sucederá con los pingüinos y con ese ejecutivo, su ex mujer, hijos, consorcio y empresa es un juego de travesuras y descubrimientos, astucia y ternura, que los autores de este filme toman en sus manos para redondear una moderna y deliciosa postal de Nueva York y sus habitantes de la que naturalmente pueden desgranarse algunas situaciones no tan lejanas ni extrañas. Sin estridencias ni desmayos, esta comedia dirigida por Mark Waters ( Los fantasmas de mi ex , Las crónicas de Spiderwick ), recupera el gusto por un don que debería declararse imperecedero por ley dentro de la industria norteamericana del entretenimiento: el humor inteligente.
¡Salven la casa de los chicos! Diego Topa y Muni Seligmann saltan desde la señal de cable de Disney Channel como atractivos iniciales en esta película, que luego suma unos cuantos materiales de divertimento extra durante su casi hora y media de duración. Ambientada en la ciudad de ?Ushuaia y aprovechando el imponente marco paisajístico dado por las cúspides nevadas y la geografía marítima, la acción se traslada al interior de un amigable hogar de niños huérfanos. Allí, Pato y Pirucha (Topa y Seligmann), junto a la directora y su ayudante, velan por la contención y alegría de un grupo de chicos hasta que un obstáculo importante parece poner en peligro la continuidad de esa obra de bien. Se trata de una disputa inmobiliaria, que alberga la triste posibilidad de tener que cerrar el hogar con todo lo que ello acarrearía. Para impedirlo, el grupo de amigos se pone en campaña para recaudar fondos y comprar el terreno, pero se enfrentan con una malvada ricachona que odia al lugar por una mala experiencia no resuelta, y quiere que lo borren de su vista. Sin altibajos Hermanitos del fin del mundo es una película recomendable por varias razones. Tiene una historia bien contada y sin altibajos donde los espectadores puedan aburrirse. Le suma a eso varios pasos de comedia musical, con canciones pegadizas además muy bien instrumentadas y cantadas por Topa y Muni. Y a eso le agrega las encarnaciones de los personajes en general, que pivotean en torno al gran referente que le aportan los varios actores profesionales presentes en el elenco y que se dan muy bien a la historia, como Norma Pons, Fabio Aste y Elizabeth Killian, Mimí Ardú, Oscar Alegre, Tony Amallo y Gabriel Corrado. Tiene algunas de las características del género de las series con musicales que muestra la televisión para chicos y adolescentes, pero le suma algo de color local de paso haciendo conocer aunque sea a través de lo visual una parte de la república Argentina.
Hombre de hierro Un paso más allá. Transformers 3: el lado oscuro de la Luna empuja un poco más hacia lo nuevo, lo que viene, el renglón vinculado al arte visual, acompañando con este atributo una historia de acción y ciencia ficción según la fórmula. El director Michael Bay, quien en algún momento se mostró temeroso respecto a las dificultades que un relato tan tecnológico pudiera ponerle en el camino, debe sentirse satisfecho respecto a los resultados alcanzados. El creciente fanatismo de la sociedad por la cultura tecnológica es uno de los apetitos que busca satisfacer esta nueva entrega de la saga de superproducciones iniciada en 2007, y tal vez lo logre, al menos por unos días, como todo lo que tiene que ver con el espeluznante avance en ese campo. Mientras tanto, cuando Bay dudó, acudieron en su auxilio los que saben. Como muestra de la clase de colegas con los que compartió su trabajo, baste citar a personas como un tal Vince Pace, un experto en fotografía con poca figuración pública pero que tiene el mérito de haber sido el constructor, junto al mismísimo James Cameron, de un modelo de cámaras 3D que permitió filmar con la versatilidad, la productividad y el bajo costo con que hoy se lo hace en toda la industria de Hollywood y algunos alrededores. El argumento de la Transformers 3 es el de siempre. Desde un planeta lejano llegó a la Tierra una raza de poderosos robots. Algunos quieren someter a este planeta, se hacen llamar los Decepticons. Los otros se aliaron con los humanos para defender la libertad, y se los conoce como los Autobots. Como Megan Fox se dio de baja pocos días antes del rodaje, la cambiaron por otra sexy coprotagonista para acompañar a Shia LeBouf, quien encarna otra vez el modelo del hombre común que acaba convertido en héroe. El elenco le hace lugar otra vez a los actores de carácter: John Turturro, y también John Malkovich y Frances McDormand. Alerta amarilla para el contenido pro violencia del relato. La noción del hombre común, convertido en héroe, está íntimamente ligada a la del reclutamiento de hermanos, padres e hijos para las guerras. Asimismo, la venganza es moneda corriente en ambos bandos, incluso en aquel que dice defender valores positivos como la libertad.