"Frozen, una aventura congelada" aporta a la esta tórrida temporada de verano una historia bien planteada, con música, imágenes impactantes y lo mejor de la tradición Disney. Trate de ser puntual porque el cortometraje que precede a la película es fantástico. Comienza como una vieja animación de Mickey en blanco y negro y termina con un show a toda orquesta en colores. Y algunos gags son directamente geniales. Después de este plato de entrada a lo Disney, comienza la función principal de Frozen, una aventura congelada, y lo primero para confirmar que se nota la mano de una mujer en la dirección del filme. Jennifer Lee se llama esta realizadora y en el libreto -también suyo- adaptó un relato (La reina de las nieves) de Hans Christian Andersen , un escritor danés que es uno de los clásicos de la literatura infantil y vivió en el siglo XIX. La primera parte de Frozen, entonces, contiene una pequeña historia de princesas que no es como la de Rapunzel, por ejemplo, sino que tiene ese algo femenino único que sólo puede darle una artista. Recién después comenzará la aventura. Una de las princesas tiene ciertos poderes que paradójicamente le traen problemas. Sucede que cuando se enoja se descontrola y puede congelar todo a su alrededor. Así ocurre un día y escapa, por lo que su hermana tiene que viajar a buscarla, mientras en el corazón sucumbe ante un mal encantamiento y se debate entre los sentimientos por dos pretendientes. En ese recorrido suceden varias de las situaciones más emocionantes de la película, como la visita al castillo de Elsa, la princesa encantada, y el encuentro con el temible gigante helado. Las maravillas que hacen los animadores con la nieve y el hielo, son innumerables: escarcha, colchones de nieve, aludes, copos, témpanos, estalactitas, y muchas veces con formas caprichosas. Los paisajes, los distintos climas dentro del invierno, ya sean las tormentas, los vientos o la claridad del sol polar, son para imprimirlos y pegarlos en las vidrieras de una agencia de viajes. Los chistes con nieve también abundan. Y también los personajes descocados, en este caso un muñeco de nieve, un caballo, un reno y una aldea de trolls que se hacen pasar por algo nunca visto. Las andanzas del muñeco de nieve se vieron mucho en las publicidades, pero hay otros hallazgos también, como la zanahoria que quiere comerse el reno, que es la vedette de la relación entre ellos. El elenco de protagonistas también promete: Ana, la hermana que corre a salvar su familia, es atolondrada, impulsiva, inteligente y sincera. Kristoff, el vendedor que la ayuda, es torpe, ingenioso y sociable. Muchas veces, la simpatía mutua está matizada por los tropiezos de ambos. Tratándose de Disney, canciones por supuesto que hay y van creando los distintos climas, ya sea para ponerle más sentimiento a la escena de las princesas al ser separadas, para reforzar el romanticismo de los galanes o para presentar con ímpetu a los estrafalarios trolls y su bondadoso brujo mayor.
Un pleno a la buena vida Y sí. La prolongación de la expectativa de vida llegó a Hollywood. El cine comercial yanqui también tomó nota del llamado "público adulto mayor" y cada vez filma más con ellos y para ellos. Último viaje a Las Vegas es otro jalón más en ese camino de retratar sus vivencias e intereses y que en los últimos años marcaron películas de todas partes y para todos los gustos como Chicas de calendario, Las chicas de la lencería, Red, ¿Y si vivimos todos juntos?, El excéntrico hotel Marigold, entre otras. ¿Qué la hace diferente? Para empezar, que tiene a cuatro cartas matadoras en su baraja. Michael Douglas, Robert De Niro, Morgan Freeman y Kevin Kline son en sí mismos un atractivo tan grande como la ciudad norteamericana de la diversión por antonomasia que es Las Vegas y, al mismo tiempo, una gran puerta de acceso que la industria utiliza para entrar en estos temas. El guion del filme captura la atención y está lleno de buenos remates, así como de situaciones desopilantes y muchas extravagancias de las que se asocian con el "paraíso del juego", los casinos, hoteles y locales nocturnos donde transcurre la acción. Todo comienza cuando Billy (Douglas) llama a Paddy (De Niro), Archie (Freeman) y Sam (Klein) para decirles que piensa abandonar la soltería en su séptima década de vida, "contra" una chica de 32 años. Para qué. Los muchachos, aunque han hecho cada uno su vida, han estado unidos desde su infancia por más de 50 años como mejores amigos. Y ese vínculo merece celebrar la tan mentada despedida de soltero que nunca le hicieron a Billy. Pero cuidado. No todo es banal es esta película. Paddy, es un poco matón, y acaba de enviudar. Archie, se recuperó de un ataque y sus familiares lo tienen entre algodones. Y Sam, está atravesando una crisis con su amada esposa de tantos años. Todo eso meten los muchachos en las valijas hacia su nueva fiesta especial. El cuento es dinámico, los personajes siguen creciendo, como grupo y cada uno por su lado, por lo que la historia estira varias ramas desde el mismo tronco, sin perder su coherencia, elegancia, el buen humor y el suspenso, porque hasta que expiren los últimos minutos no se sabe bien cómo van a terminar cada uno de ellos. Buen trabajo del guionista Dan Fogelman, quien curiosamente acredita en su haber algunas excelentes historias para niños, como son Cars; Bolt, un perro fuera de serie y Enredados. Buena performance también del director John Turteltaub, conocido por Mientras dormías, Fenómeno o El aprendiz de brujas, entre otras.
Un romance familiar Un filme que aborda las diversas maneras de entender las relaciones afectivas en el seno de una familia de escritores. Hay algunas pistas prometedoras antes de ver esta película. Quizá la más fácil de reconocer es que los dos actores más conocidos de Un lugar para el amor, Greg Kinnear y Jennifer Connelly, por lo general suelen involucrarse con buenos filmes, tanto si son superproducciones como si se trata de emprendimientos autónomos. Un lugar para el amor es un buen trabajo, lleno de buenas intenciones realizadas y con un mensaje reparador. Es un poco extraña la historia, pero la distancia se zanja gracias a los sentimientos. En una casa junto al mar, durante un receso invernal, padre, hijo e hija intentan pasar el tiempo libre en paz. Están sobreviviendo a un divorcio que hace tres años alteró la familia. Los tres escriben, el más veterano es un autor reconocido. La hija adolescente acaba de conseguir su primer contrato con un editor, y el varón viene detrás. Esa chica está enojada con la madre porque los abandonó y no habla con ella desde hace un año. El muchacho es contemporizador. El adulto está deprimido y hace rato que no toca una máquina de escribir. Además, el chico está empezando a transitar el primer gran amor de su vida. Y la piba conoce a alguien que la ayuda a salir del desencanto, de ese "amor estancado" (Stuck in love) del que habla el título original. El relato corre como una fibra óptica por tres historias románticas paralelas, de adultos unas y de colegiales otras, apoyándose en puntos clásicos del género pero también tomando vuelo propio. Hay mucha música en el ambiente, situaciones divertidas y para pensar. La realización es amena, aireada, y los sentimientos que cruzan los semblantes de Connelly y Kinnear, quien sabe perfectamente cómo hacer que un personaje sea entrañable, le dan pinceladas de calidad al conjunto. Quizás coquetea un poco con una intención de ser profunda, pero es una película que transmite cosas, y que deja algunas más después de salir de la sala. La atmósfera literaria no es pesada. Incluso para aquellos a los que no les interese el tema podrán acceder a esta película, que no se vuelve demasiado para entendidos. Aunque si hay algunos guiños, que en un minuto le agregan una pincelada extra a quien los capta: la voz del auténtico Stephen King en el teléfono, teniendo una pequeña charla con uno de los personajes, es una caricia para sus seguidores en todo el mundo. Vale la pena ver Un lugar para el amor. Como película no es redonda, ni cuadrada, sólo tiene su propia forma.
El verdadero Thor Sí, el verdadero Thor. Ni el dios del trueno de la mitología nórdica, ni el superhéroe de la cultura pop norteamericana. Uno de carne y hueso, que coronó una de las epopeyas más importantes de la historia moderna de la humanidad. El "arqueólogo experimental" Thor Heyerdahl, en 1947, para probar su teoría de que los Incas habían descubierto la Polinesia (con todas las derivaciones científicas concomitantes), desafió a los intelectuales y rompió la barrera de lo que para esa época era una locura. Surcó el Océano Pacífico por más de ocho mil kilómetros, junto a otros cinco hombres, sobre una balsa de troncos y cañas como las que debían haber construido los nativos sudamericanos en la era precolombina. Kon Tiki es una muy buena película, coproducida por varios países europeos, y contada como una entretenida aventura, no exenta de emociones fuertes y hasta de enseñanzas. El filme comienza mostrando el temple de Heyerdahl, que decidió vivir junto a su esposa en una choza, durante 10 años, en Polinesia, para reforzar sus suposiciones. Luego, narra cómo es su búsqueda de dinero para echarse a la mar, y las incontables experiencias del viaje. Flotan sutilmente reminiscencias de los viajes de Simbad y las expediciones de Charles Darwin. El mismo Thor Heyerdahl escribió un libro sobre sus experiencias en este viaje, al que llamó como la balsa de su periplo: Kon Tiki. El libro fue traducido a varios idiomas y vendió 50 millones de ejemplares. En 1950, además, dirigió un documental sobre el viaje que ganó un Oscar, premio al que también estuvo nominada esta película (como Mejor Película en Lengua Extranjera) que merece ser tenida en cuenta.
Ojo con el cine argentino. Rodeado de prejuicios, y de juicios también, no favorables, a veces justificados. La guayaba es cine nacional del bueno. Se trata de una película dura, muy dura de a ratos, pero muy bien realizada. El que mejor logre separar las emociones de lo que vea, la pasará mejor. La realidad de todos los días. Marita Verón. Tantos niños y jóvenes como ella que desaparecen y viajan al submundo debajo de nuestra sociedad. Prostitución forzada. En esta ficción la víctima se llama Florencia y la diferencia es que en vez de imaginar (o no querer hacerlo) lo que les ocurre a esas pobres personas, podemos verlo y sentirlo casi como si fuera verdad. El mérito en esto último tiene explicación en un grupo de excelentes profesionales, encabezado por el realizador y guionista Maximiliano González. Todos ayudan a contar con un realismo espeluznante el calvario de la chica. Su sometimiento, su encierro, su deterioro físico causado por la violencia psicológica y el suministro de drogas, su miedo, y el sueño recurrente de poder escapar, están mostrados desde una intimidante proximidad física. Como si un ángel observara las escenas sin permiso para actuar. Pero además la película, pese a contar una historia que de la que ya todos conocemos un poco, no es previsible. Suceden cosas que se lo impiden y que generan suspenso. Situaciones, o la aparición de personajes, como el empresario de la soja. Técnica y artísticamente también es un filme logrado: los recortes de los primeros planos de los personajes, la fotografía y la luz en las escenas donde las jóvenes prostituidas se bañan una y otra vez mientras se cuentan sus secretos, la música el sonido ¿Para qué sirven estas películas? ¿Salir del drama de la vida cotidiana para entrar al drama de un filme? De lo que no hay duda es de que las historias hacen una invisible y periódica tarea de reparación de nuestras almas. Sólo el cine argentino puede reflejar temas que, aunque suenen universales, los comprenden mejor que nadie los que viven en nuestra tierra, y tienen nuestras costumbres.
El sonido del trueno Bien por la nueva Thor. La segunda película de esta saga iniciada en 2011 repite viejos aciertos y agrega nuevos, para darle continuidad a una historia que le cayó muy bien al público de inmediato. En Thor. Un mundo oscuro, la científica Jane Foster (Natalie Portman) y su equipo están investigando posibles contactos con mundos alienígenas, mientras en el espacio exterior se cierne una amenaza contra todo el universo. Hace dos años que Foster no ve a Thor (Chris Hemsworth), de quien se enamoró y quien le prometió regresar, cuando se topa con él en una fábrica. Él necesita detener a los elfos negros, y ella, sin saberlo, ha recibido en su sangre una sustancia necesaria para terminar de armar al amo del mal, por lo cual ha pasado a ser objeto de codicia del ejército enemigo. La segunda entrega de Thor es una película consistente por varios lados. Tal vez lo más novedoso, sorprendente, y atractivo, es su estilo visual. Los diseños de ciudades, vestuario, extraterrestres, naves y armas son bastante originales. Aunque lo más exquisito está en muchas representaciones más "volátiles", como los paisajes y los ambientes donde acontecen las acciones. Hablando de acciones, las hay en buena cantidad: en el aire, cuerpo a cuerpo. No ocupan la totalidad del metraje, no empalagan ni aturden, aunque alguien podría pedir un poco más. En cambio, está mucho mejor la transición. Las secuencias donde se construye la trama, con diálogos, intrigas y movimientos de escenarios, logran también ser interesantes, y hacen bastante llevadero al conjunto. Thor es el dios del trueno de la mitología nórdica y germánica, que domina el clima, las cosechas, la justicia, los viajes y las batalles, entre otras áreas. Su principal instrumento es el martillo, con el que puede hacer blanco sin fallas y que se empequeñece hasta caber en un bolsillo. El cristianismo persiguió a sus creyentes e hizo que esa deidad fuera vista como lo contrario, un demonio. La empresa de entretenimiento norteamericana Marvel tomó a la figura y la convirtió en un personaje de sus historietas. Para algunos será un mero acto comercial. Para otros, el triste destino para la religión que sucumbió a otra fe hegemónica. En este capítulo, cuyo título es premonitorio, las cosas se ponen gris oscuro para los paladines, y cuando eso sucede, es porque hay nueva secuela en puerta.
La furia animada "Dragon Ball Z: la batalla de los dioses" transcurre en un ambiente mitológico pero guarda toques de modernidad, que garantizan el entretenimiento. Es una de esas películas que los entendidos disfrutan más que nadie, pero que también puede ser vista por otro público infantil o por adolescentes, e incluso por adultos, que sean o hubieran sido seguidores de la exitosa serie original. Y cuando se dice serie, en este caso, se debe pensar tanto en los manga (historietas japonesas) donde nacieron estos personajes, como en las versiones para televisión y posteriores largometrajes para cine realizados a partir de su éxito. Sólo en papel, se vendieron más de 300 millones de copias de este fenómeno mundial nacido a mediados de los 80. Sin embargo, hacía más de 17 años, desde 1996, que no se estrenaba un filme sobre estos personajes, pese a que existen 16 largometrajes anteriores en sus dos etapas: Dragon Ball y Dragon Ball Z. Este Dragon Ball Z: la batalla de los dioses tiene como cualidad lo magistral del dibujo al estilo tradicional y la riqueza de personajes exóticos, dotados de un movimiento magníficamente ilustrado en un estilo bien fotográfico. Además de estas representaciones, las mejores escenas del filme son sin dudas las de los combates, generalmente entre los dos personajes más fuertes del relato, el dios más poderoso de todos, el malvado Bills, y aquel que según la profecía podría ser el único capaz de derrotarlo, Son Goku, a la sazón el héroe de la saga. Todo transcurre en un ambiente entre mitológico y fantástico, que hunde sus raíces en el Japón antiguo pero que se eleva más allá del planeta, hacia los confines de éste y varios otros universos. La historia entretiene y en ella, se anunció, ha metido la pluma por primera vez -en el cine- el creador total de este mundo imaginado, Akira Toriyama, quien prometió incluir toques de modernidad sin perder el espíritu original. Y cumplió con su palabra.
Roy y Nick se conocen después de la muerte de Nick. Así es. Tras extinguirse, Nick descubre que hay vida después del fin, y que no perderá su trabajo. Antes era policía. Ahora lo sigue siendo, pero debe cazar a ciertos villanos del más allá que quieren invadir la ciudad de Boston primero, y luego el globo completo. Policías del más allá es demasiado parecida a Hombres de negro. Tan parecida, que alguno hasta puede sentir que lo engañaron con la propuesta de ver un “estreno”. A saber: hay dos agentes de la ley, uno veterano (Jeff Bridges) y otro novato (Ryan Reynolds). Los dos se llevan a los tumbos, y tiene diálogos y experiencias graciosas. Los dos deben combatir a seres de otro mundo. En MIB eran extraterrestres. En Policías del más allá, personas que murieron y quieren volver a la Tierra para tomarse revancha. Ambos se reportan a un cuartel general, que es una especie de enorme hangar oficial subterráneo lleno de seres extraños. Más aún. La caracterización de los muertos vivos es casi la misma que la del alien encarnado por Vincent D’Onofrio, el que llega para destruir a los humanos, que parece una especie de Frankenstein inflado y más deforme. Porque no es lo mismo hacer una película del mismo género que hacer una especie de remake no declarada. Sería como ir a la avant premiere de una película sobre un grupo de científicos y dos niños que viajan a una isla para estudiar a unos dinosaurios resucitados con ADN, a los que quieren encerrar en un parque de diversiones. Estaríamos viendo casi un calco de Parque Jurásico, ¿no? Pero, veamos lo bueno: la acción, si bien no es tan abundante, es buena. La última parte de la historia es bastante electrizante. Una batalla callejera en una ciudad asediada por varios tornados, con persecuciones y logradas escenas de chatarrería coreográfica. Inmediatamente, un duelo de varios protagonistas en la azotea de un edificio, con muchos efectos especiales y dosis de dramatismo. Jeff Bridges por supuesto está de este lado de la línea en Policías del más allá, pese a que el doblaje nos priva de su particular entonación. Y también funcionan algunos de los gags. No todos, pero los suficientes como para llegar hasta el final.
El joven semidios Percy Jackson avanza en esta segunda producción en una aventura monstruosa, alimentada a puro efectos especiales. La acción y la fantasía dominan a esta producción de Fox Pictures que no dejará indiferente a su público, trátese de niños, jóvenes o adultos. Los primeros minutos de adrenalina pura llegan a poco de iniciada la proyección. Un toro robótico manejado por el mismo diablo, irrumpe en una aldea sembrando la tragedia; es capaz de arrojar fuego tanto como de cercenar a los humanos mediante el empleo de sus cuchillas giratorias y sus cuernos. Sólo los nacientes súper poderes pero, sobre todo, la inteligencia de algunos de los chicos y chicas afectados, les dará alguna posibilidad de escapar a la agresión. Percy Jakcson y el mar de los monstruos es la segunda parte de una saga literaria que debutó en el cine en 2010, con Percy Jackson y el ladrón del rayo. Las novelas originales llegan firmadas por Rick Riordan, un escritor norteamericano de 49 años que encontró la manera de mezclar los mitos griegos con los efectos especiales y capturó la atención de sus lectores. Llegó a vender más de ocho millones de libros sólo en Estados Unidos; previo a ello fue varios años profesor de mitología griega para niños con dificultades de aprendizaje. Esta nueva entrega gira en torno a la posibilidad de que el protagonista y sus amigos, todos ellos semidioses hijos de los dioses del Olimpo griego, puedan recuperar un vellocino (manto sagrado) de oro y reparar las defensas del pueblo donde viven a salvo de los males que azotan al mundo. De un comienzo explicativo, la historia se precipita a una serie de aventuras y desventuras con buen ritmo y algunos muy buenos atractivos, como ser el de las criaturas imaginadas por los autores, o los efectos visuales de todo tipo con que experimentaron los cineastas. Una deliciosa secuencia aparece antes de la mitad de la película y es el uso de un vitraux que cobra movimiento propio, para explicar una vieja historia. Bello trabajo de animación, reproduciendo las texturas y diferentes colores de los vitrales. Hubo cambio de director. Afuera Chris Columbus, autor de Harry Potter y la piedra filosofal y Harry Potter y la cámara secreta, y adentro el joven talento de Thor Freudentahl. Pero a pesar del cambio, quedaron huellas de aquella magia en la atmósfera.
Alas para volar bien lejos "Aviones", la nueva película de Disney, expone una historia de superación detrás de personajes entrañables. Y con una magnífica realización. La historia del pequeño que se hace grande en un contexto de esfuerzo y superación de obstáculos es probablemente universal. A ese concepto en Hollywood (y no solo allí) lo tienen claro, y lo desenvainan como un as de espadas cada vez que surge la necesidad. Sucede que es una fuente inagotable, ya que la mayoría de las personas siguen una trayectoria de crecimiento, en múltiples aspectos, que dura toda la vida, y en cualquiera de esas fases podría identificarse con relatos como el de Aviones. Dusty, el protagonista, es un planeador fumigador que sueña con participar en un rally aéreo a lo ancho del mundo, compitiendo con máquinas mucho más avanzadas que él. Y en ese afán estará apoyado por varios amigos que lo siguen vía radiofónica desde su pueblo originario. Esos compañeros son: una mulita de carga, un camión abastecedor de combustible y un glorioso avión de guerra retirado, que recapacita y se convierte en su entrenador. Como entretenimiento, el show es de primera calidad. Los patrones de dibujo son los mismos de Cars, otra de las exitosas películas de Disney, y la agilidad de las acciones, el aire fresco en las ideas creativas, la aerodinamia y el humor también mantienen el patrón de excelencia. En el plantel de naves aéreas, además, hay varios modelos copiados de la realidad y de muchas épocas, lo cual será de un sabor especial para los entendidos en aviación. Pero para los que no, esto también es gratificador, pues los diseños son estéticamente fabulosos y los colores también. Una escena para prepararse y gozar: la de la escala sobre India, donde Rusty y una amiga llamada Ishani vuelan hacia el Taj Mahal, al son de la canción Tere bina, interpretada por A. R. Rahman (se consigue en YouTube). Atención: muchas críticas internacionales de esta película no le fueron favorables. Si usted es de prestar atención a estos informes, no se case con el primero. Junto a esas opiniones, asomó también la voz de un abuelo, defendiéndola, argumentando que los niños deberían ser los críticos de las películas de infantiles (Dios no lo permita, empezar tan pequeños...). En cualquier caso, el boca a boca siempre funciona. Con interlocutores confiables.