Leigh Whannell fue el guionista estrella que llevó a la sagas "Saw" e "Insidious" a ser de las más taquilleras del género en los últimos años, siempre trabajando codo a codo con su amigo, el talentoso James Wan. Era sabido que este último ya había decidido probar en el mundo de la acción con "Fast & Furious" así que la cuestión era definir a su reemplazante para continuar la franquicia. Fue así que el equipo de producción apoyó la nominación de Whannell para debutar como director en esta tercera entrega en la que, como en las anteriores, también tiene un rol secundario delante de las cámaras. "Insidious", ya saben, es una serie que arrancó original en su estilo de combinar terror de la vieja escuela con algunos elementos del J-Horror más bien sutiles, pero que, a la luz de los eventos que tendremos en este capítulo parece estar quedandose sin ideas frescas para sostener el interés de la audiencia. Aquí, los hechos que se describn nos ubican temporalmente antes de los eventos de las primeras dos con la familia Lambert y se centran en una historia que se produce unos años antes, cuando Elise Rainier (Lin Shaye) decide dejar de leer las cartas y se recluye en su casa, para duelar la pérdida de su esposo y evitar el contacto con el mundo espiritual. Ya saben, Elise es una poderosa medium capaz de adentrarse en el desafío de ayudar a aquellas personas que necesitan combatir a presencias demoníacas, provenientes de un plano oscuro y tramposo. "Insidious 3" comienza con una adolescente, Quinn (Stefanie Scott), quien la consulta en su casa, porque siente que su madre fallecida, intenta comunicarse con ella. Así es que nuestra psíquica, si bien se rehusa al principio a ayudar a la joven a dicha tarea, lo cierto es que, con el correr de los eventos, comenzará a replantearse la naturaleza de los problemas que van emergiendo hasta que tomará la decisión de aceptar la oferta del padre de Quinn, Sean (Dermot Mulroney) para visitar su hogar y descubrir qué espíritu habita en ese espacio y porqué acosa a la chica con tanta persistencia. Y por supuesto, contará con ayuda para enfrentarse a dicha tarea, un dúo de jóvenes especializados en el registro y combate de los fantasmas del que ya conocen bastante, si vieron las anteriores entregas de la saga. No hay mucho por agregar, porque esta vez la historia es bastante modesta y simplona. No apela a grandes intrigas ni tampoco es demasiado interesante. Los rubros técnicos son lo esperable en producciones de este tipo (ni muy muy ni tan tan) y las actuaciones son discretísimas, con muchos secundarios jugando al grotesco y quitandole fuerza y tensión a la trama que presenta. Dentro de los aspectos en que esta "Insidious" falla, el más preocupante no es la falta de buenas (u originales) ideas, sino del tedio que se genera a lo largo del relato, sólo interrumpido por alguna escena donde el efectismo del director logra generar algo de miedo por breve lapso. No hay aqui mucho para contar. Creo que esperaba más de esta franquicia aunque entiendo que sufre el mal de muchas: partir de una buena idea y no lograr poder transformar su potencial en acto. Aquí hay intenciones y algo de clima. Nada más. Lejos del brillo de la primera y también por debajo de la eficacia de la secunda. Solo para fans extremos de la saga.
Me costó, desde lo emocional, "Los adioses". No desde un enfoque cinematográfico, desde ya. Posee una carga de vida tan fuerte, compleja y corpórea que estremece. A muchos de nosotros nos ha tocado de cerca perder a un ser querido aquejado por una enfermedad terminal y sabemos todo lo que ello conlleva. "Los adioses" ofrece esa carga de energía ambivalente, (Eros versus Tantatos) en un marco donde se muestra una estrategia de abordaje de la etapa final de la vida de quienes se despiden físicamente de este mundo. Hay un espacio increíble (realmente desde este país subdesarrollado que somos, es una aspiración tener lugares así), donde los enfermos en su etapa final, van a transitar sus últimos momentos (habitualmente el promedio es de tres semanas allí) : la casa Michel -Sarrazin en Quebec (Canadá), donde el acceso es gratuito y financiado por el Estado y aportantes privados. Allí, se les da a quienes llegan a la maison, un tratamiento que maravilla de sólo pensarlo. Se cuida a los enfermos con tanto amor, que todo lo que pueda hacer para que su estancia sea placentera, se hace. Todo. Desde salir al aire libre a disfrutar del descanso, a recibir servicios de peluquería, a pasar por baños de inmersión, fumar, comer algo delicioso... Se busca que esos instantes sean únicos, plenos y que devuelvan la dignidad que la crueldad de sus afecciones les ha quitado, en muchos casos. Caroline Laganiere es una cineasta interesada en la muerte, y la toma con respeto pero a la vez, elige contrastar con impresiones potentes, su apego por la vida. Junto con la también directora, Franca González ("Al fin del mundo), esta vez en rol de coproductora y responsable de la fotografía, se adentran en las emociones que se dan en este hogar, justo momentos antes de la partida material. No hay un relato que invite al desasosiego, a lo triste. No. Hay un compromiso de los cuidadores y médicos por dotar de calidad a ese momento crucial de la vida y el espectador asiste a ese relato, con el pecho inflado de emociones mezcladas. Las preguntas surgen solas... ¿Por qué no intentar replicar la experiencia aquí? ¿Por qué no replantearnos cómo asistir no sólo a quienes están afectados por una enfermedad terminal en sus últimos días sino acompañar a sus familias de manera efectiva y concreta? ¿Cuáles serían las estrategias que un sistema de salud podría destinar para construir este tipo de dispositivos en nuestro país? Laganiere acierta en la elección del tema y en el enfoque y si bien es un tema duro (siempre la muerte lo es) para adentrarse, lo cierto es que no somos inmunes a su problemática (¿quién no conoce a alguien que hay pasado por esta experiencia, aunque sea, a través de conocidos o terceros?) y es correcta la iniciativa no sólo del retrato, sino de los interrogantes que plantea para el campo de la atención de este tipo de pacientes. El debate se instala y estamos listos para él: ¿o acaso no queremos lo mejor para nuestros seres queridos siempre, incluso en sus horas más difíciles?
Digamos que los fans de la saga original (que recaudó más de 2 mil millones de dólares en sus tres ediciones) no tenían dudas de que la factoría de Steven Spielberg iba a estar a la altura de las circunstancias. Quizás los críticos sí. No creo que la trilogía original haya sido equilibrada pero sí hay que reconocerle su impacto en la audiencia y la originalidad de la idea. Hoy, se imponía una versión potente, más grande, ruidosa (en términos de impacto) y moderna. Así surgió la propuesta de Brad Bird de invitar a una joven promesa, Colin Trevorrow (quien había debutado hacía poco con "Safety Not Guaranteed") a charlar con el productor Frank Marshall sobre la posibilidad de unirse al equipo y animarse a desarrollar el regreso de los dinos a la pantalla grande. Como será la confianza que tenía el director elegido, que casi no hubieron screenings de prueba para esta "Jurassic World". El material para el guión es bueno (es innegable) y no se trata de un reboot esquemático o previsible. Nada menos que cuatro escritores se ocuparon del guión y lo hicieron de forma simple pero potente. Todos los elementos que los seguidores de la trilogía original esperan están, y hay algunas sorpresas para quienes experimentan por primera vez este recorrido a uno de los parques temáticos más famosos de la historia del cine... Islar Nublar vuelve a estar en el centro de la escena en "Jurassic World". Veintidos años luego de los eventos que llevaron al emprendimiento al fracaso, conocemos una atracción nueva, a la altura de los tiempos que corren. Pasaron 10 años ya y aquellos que financian el complejo, saben que necesitan impactar en los visitantes y conseguir sponsors, así que apelan a la tecnología de desarrollo para crear un dinosaurio nuevo, feroz y fuera de lo común. Es interesante el planteo que propone este regreso. A la curiosidad de la cuestión de la creación de dinosaurios con el adn modificado (a diferencia de la original saga, donde no se alteraba el mismo) se le agrega todo el componente marketinero del presente, desde la aparición de marcas en el parque (súper visibles esta vez) hasta la discusión sobre el auténtico sentido del lugar de la ciencia (reactualizando la pregunta de hasta dónde llegar en el campo de la creación en laboratorio). En este lugar, el mundo del pasado cobra vida, y hay una historia que trae a un adiestrador de raptors (sí, curiosa profesión), Owen (Chris Pratt) quien pasa sus días tratando de perfeccionar su dominio de estos reptiles. El parque estalla de gente y es dirigido por Claire (Bryce Dallas Howard, la hija del gran Ron!) quien es una auténtica workaholic. Su obsesión por los detalles la lleva a estar pendiente de su actividad como regente del parque y todo se ve subordinado a esta tarea. Los sobrinos de Claire llegan al lugar de visita y ella se ve en una difícil situación, quitarle tiempo a su trabajo para estar con ellos. Mientras esto sucede, algo terrible tiene lugar en el área norte de la isla: hay un sector reservado para un nuevo dino que será la atracción principal del parque en unos meses y las medidas de seguridad que lo resguardan, no parecen ser de lo mejor... Así es como Owen será recomendado por Masrani (Irrfan Khan) , el principal inversionista del parque, quien querrá que supervise cómo funciona el muro y el aislamiento del "Indomable" T-Rex. Ya podrán imaginarse que las cosas se complicarán y darán lugar a un escenario donde la destrucción estará a la orden del día. Habrá guiños para devotos de la franquicia original (mejor no anticipar!) y un ritmo adecuado para presentar la secuencia de eventos, siempre buscando lograr impacto en la audiencia. La animación es un punto fuerte de la propuesta y hay suficiente acción para justificar más de un visionado, debo decir. En el debe, parte del cast aporta poco y de manera esquemática. No hay mucha novedad en cuanto a lo que se presenta como aventura propiamente dicha aunque sí le reconocemos que es entretenida e intensa, durante la mayor parte del recorrido. Creo que esta "Jurassic World" es un producto aceptable, acorde a los tiempos que corren. Ofrece una dosis justa de acción y aventura, en un entorno atractivo y original y conserva el espíritu de la saga original, a lo largo de toda su extensión. No saldrán defraudados.
Para los que no conocen la saga “Saw”, Kevin Greutert, el director de “Jessabelle” fue editor de casi la mayor parte de aquella serie y hasta ascendió para dirigir las dos últimas entregas (sexta y séptima). Su cine está sustentado en un hábil manejo de los cambios de climas y golpes de efecto y esta realización, es una clara muestra de ese estilo. No, no crean que aquí habrá un costado sádico y visceral. Al contrario, Greutert logra fusionar ideas ya vistas en varios films del género con bastante criterio. No es este un producto tan convencional como parece. En pocas palabras, si lo tuyo es el terror, aquí hay un material interesante para abordar. La historia de “Jessabelle” es la de una mujer que arranca la cinta en un estado de gracia y felicidad increíble, pero que por un poderoso hecho del destino (un accidente) ve hecha trizas su existencia y proyecto de vida. Termina en la vieja casa sureña familiar, donde encontrará un misterioso VHS en el que su madre, le transmitirá un mensaje cruel y despiadado para alertarla de que una entidad está junto a ella para hacerle mal. Jessabelle ( Sarah Snook, en una interesante composición) entonces comenzará a percibir que algo en su vieja casona no anda bien y buscará pistas que le permitan decifrar qué sucede en realidad. El guión de Robert Ben Garant elige variar la trayectoria de lo esperable, incorporando elementos del J-Horror (obvio que “The Grudge”) y vira violentamente hacia el thriller de intriga, con una facilidad pasmosa. El espectador mira al principio con cierto escepticismo la construcción del clímax, pero no hay que ir con miedo, esas sinuosas curvas llegan a destino, aunque no sea de una manera muy lúcida, sí es directa y potente. El cine de este género no se caracteriza por ofrecer innovaciones que marquen nuevos caminos con facilidad. Tiende a repetirse y agotar fórmulas (el “found footage” está terminado y siguen rodándose películas todos los días con ese recurso), quizás por eso disfruté tanto de “Jessabelle”. Cuando no esperás mucho, el impacto de un buen producto, hecho con un ensamble ajustado, se agradece. Renueva cartelera el terror y es una buena elección esta propuesta.
La llegada a la luna siempre fue un hecho controversial. A ver, es un instante crucial en la historia de la humanidad, tanto, que recuerdo a mi padre, describiéndome la transmisión televisiva (que llegó en diferido aquí en ese momento), en detalle, una y otra vez a lo largo de mi infancia y adolescencia. Indudablemente ha marcado a generaciones enteras. En “Alunizaje” conoceremos una curiosa hipótesis de trabajo, qué sucedería si pensáramos que aquello que vimos, no fue lo que sucedió y fuimos víctimas de una compleja red de manipulación y sugestión? Podemos decir sin dudas, que desde aquella televisación la cultura global cambió. La era de las grandes transmisiones modificó la conducta de millones de habitantes a lo largo del planeta. Así que no es poca cosa aventurar que algo extraño sucedió con ese registro. O con su transmisión. He leído mucho en internet sobre si fue realmente cierto que el hombre llegó a la luna aquel 20 de julio de 1969. La verdad, no me siento sólido para afirmar una u otra cosa. Sí creo que más importante que saber si ese hecho se produjo, es que consecuencias generó y produjo el hecho de que el mundo conociera ese alunizaje, de la manera que lo conoció. Claro, también soy consciente de que el hecho de que esa emisión haya sido editada, añade cierto misterio a la cuestión de fondo… montaje televisivo o no, habría que ver que significó para los argentinos, en contexto. Y eso, “Alunizar” cumple. Este documental (bien construido, en cierta manera carismático y con un tema de poderosa actualidad: el poder de los medios y la construcción de verdades subjetivas partiendo de una exposición audiovisual común) plantea un interesante recorrido por el material de archivo sobre dicho evento mediático en nuestro país. Habrá una socióloga (Mirta Varela) y muchos testimonios (más de 20 contamos) que van construyendo un relato intenso (la verdad, con un ritmo poderoso para el género) en el que a cada paso estaremos preguntándonos, “¿esto es verdad?” seguido de “y si fuese así, ¿cuál era la intención?”, para terminar con…”¿cómo esto impactó en su tiempo?”. Algo que me gusta de “Alunizar” es la búsqueda comprometida por acercarse a una investigación con los recursos posibles. Pero con audacia. Desde la propuesta general (una clara conspiración desde mi punto de vista), hasta sus implicancias sociales y políticas. Todo, en un envase que se degusta vertiginoso y abre la discusión sobre un tópico, (convengamos), apasionante. Me corro de las discusiones sobre la validez o no de la hipótesis que parten para quedarme con el viaje al que nos invitan Pepa Astelarra y Lucas Larriera. No se si simularemos o no el fin del recorrido, pero puedo garantizarles que a la hora de llegar, el balance fue muy satisfactorio.
Muchas veces el tema de un registro documental es tan áspero, doloroso y crudo, que su visión conmueve (y afecta) a su audiencia. Creo que he visto muchas veces investigaciones donde se trata el tema de los fusilamientos perpetrados por las fuerzas parapoliciales de represión durante la dictadura militar que gobernó nuestro país desde mediados de los 70 hasta principios de los 80 y sin embargo, sigue afectandome a la hora de su visionado. Era un preadolescente en esos años pero han quedado marcados a fuego en mi historia personal. Es fuerte ser testigo de la etapa donde todos estos luctuosos eventos llegan a la luz y deben ser abordados por la sociedad para ser resueltos. Eso sucede con “Margarita no es una flor”, relato que busca poner en contexto un acto criminal con todas las letras (juzgado y con sentencia) en el cual un grupo de militares fusiló en las afueras de Margarita Belén, (Chaco), a la orilla de la ruta 11, a 22 presos políticos, todos pertenecientes a agrupaciones peronistas a fines del año 76. Treinta y seis años tuvieron que pasar hasta que los acusados fueron condenados por esa masacre. Demasiado tiempo… En esa dirección Cecilia Fiel elige traer la vida de Ema Cabral, militante de Montoneros, como figura para representar a los caídos en aquella luctuosa jornada. Avanza sobre su historia, a través del testimonio de sus seres queridos. La cuestión que desequilibra y duele es que el cuerpo de Ema nunca ha aparecido, por lo cual el relato se tiñe de impotencia y enojo… ¿Cuánto tiempo hace falta para sanar esa herida?¿Dónde hay que buscar para restaurar la memoria y duelar aquello que fue nuestro y ya no está? ¿Cómo nos sobreponemos a tanto vacío? Sobre esta y otras cuestiones, Fiel avanza en su investigación, en un tono simple y didáctico, para quienes no están familiarizados con la cuestión. Recorre el territorio, desarrolla líneas para acercar información valiosa y encuadra testimonios que grafican la complejidad del problema. Nunca es lindo un documental donde se hable de desaparecidos en Argentina. Pero son necesarios. Vitales para comprender el momento en que estamos como sociedad. Cerré mi pasaje por sala con muchas preguntas, internas, personales y pensaba que en ese recorrido, “Margarita no es una flor” se suma a aquellos films que deberían verse en todas las escuelas, instituciones barriales y centros culturales, como forma de acercarnos a una cuestión que nunca más, debe repetirse en nuestra amada Argentina.
Luego de su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata el año pasado, llega a sala una cinta nacional bastante particular, de género, elemento que nos hace pensar que ha llegado el momento para una grilla más amplia y con mayor cantidad de estilos para el espectador local. No la tienen fácil, es un terreno difícil y hacer pie será una desafío interesante. Sino, piensen en "Necrofobia", de Daniel de la Vega haciendo terror al estilo Giallo (bien gótico) esta semana (postergada muchas veces hasta conseguir salas para su exhibición en 3D) y la acción que trae "Justicia Propia", en este caso de Sergio Mastroberti, hombre del Cievyc que ya tiene su trayectoria en el medio, aunque esta sea su ópera prima. Stunt Fighter es la compañía que dirige el protagonista de este proyecto, Juan Manuel Olmedo, veterano en el arte de las coreografías cuerpo a cuerpo y con sobradas referencias positivas para su trabajo. Junto a Mastroberti pensaron en una historia directa, simple (quizás demasiado) en la que se luzca el cuerpo de dobles de riesgo de la compañía. Aquí entonces Olmedo, actor y artista marcial de primera línea, se pondrá en la piel de Diego Ponce, policía hábil en lo suyo que por una coyuntura extraña tendrá que sufrir el asesinato de su sobrina Silvina, en el día de su cumpleaños. Alertado de que detrás de su muerte se encuentra una red criminal, Diego comienza a realizar una búsqueda de la verdad, que lo llevará a enfrentarse con delincuentes en distintos parajes del Gran Buenos Aires (fue rodada íntegramente en el partido de Tres de Febrero), todos en situaciones donde la violencia será el elemento primordial, sin matices ni dobles lecturas. Realizada con muchísimo esfuerzo y hasta compromiso municipal (la intendencia de Hugo Curto la declaró de "interés cultural" y prestó apoyo para los locaciones, incluso se preestrenó en el Paramount de Caseros), es un film de difícil apreciación. El guión es esquemático al extremo, las condiciones técnicas denotan un esfuerzo notable para producir con pocos recursos, aunque su resultado final está lejos de ser vistoso. Hay algunos problemas de la mezcla de sonido y aunque se reconoce el rodaje del equipo de efectos especiales a la hora de montar escenas que impacten, ese amalgama no termina por cohesionar. Ojo, nunca olvidamos que estamos en Argentina. Sí, nos hubiese gustado una caracterización más intensa de los malos y un despliegue dramático un poco más sustancioso (después de todo el crimen con el que abre fue despiadado). Sin embargo, Mastroberti y Olmedo se la jugaron para sacar adelante una película que marcará caminos, en tanto fue autogestionada y puesta a rodar por gente de una industria que merece respeto y reconocimiento. Sabemos lo complejo que es producir en las condiciones actuales del mercado y "Justicia Propia" debe servir como ejemplo de la tenacidad para llevar las ideas a la práctica, más allá del resultado final.
Esta es una historia sobre búsquedas. De un pueblo, tratando de repatriar los restos de un integrante de su comunidad, de un cineasta, tratando de mostrar a través de una cuidadosa reconstrucción el sentido de un olvido, doloroso y cruel. Alejandro Fernández Mouján accede a una historia fuerte, en el marco de una foto extraña, de una niña de 14 años posando desnuda en el patio de una institución neuropsiquiátrica. ¿Cuál era el sentido de esa imagen? Sabemos que la antropología de fines de siglo buscaba un eslabón perdido. Creyó Robert Lehmann Nitsche que había encontrado uno, en la figura de una nativa de la tribu Aché, sobreviviente de una masacre en el territorio paraguayo donde vivía, hacia 1907. Ella había sido capturada por los blancos y sometida a esa observación fría y amarga, en el marco de una investigación antropológica hecha por equipos extranjeros... Pero a los dos meses, esa joven (que ya había sido nombrada, "Damiana" por quienes atacaron y masacraron a su pueblo) murió de tuberculosis en el mayor de los silencios. Sus restos se encuentran en dos museos (La Plata y Berlín) y ante el reclamo de su pueblo, se buscará restituirlos para un descanso necesario en su tierra, que repare el dolor de su muerte en las circunstancias en que se dieran hace más de cien años ya. Fernández Mouján hace una cuidadísima investigación del caso. Se interna en la selva guaraní y registra testimonios de ese pueblo originario, castigado y perseguido en su tiempo, y dejado de lado en la actualidad. Pasa por la capital de Buenos Aires y escucha a los antropólogos hablar, nada está fuera de lugar. Hay una mirada descriptiva precisa que recorre fotos y material etnográfico de estudio sin pausa y con un lento y claro devenir. Los relatos que se escuchan en off siempre son interesantes y permiten que el espectador integre todos los aspectos que la trama presenta: aquí se habla de discriminación, aniquilación y desidia del hombre blanco con los aché. "Damiana Kryggi" apela a un prolijo cuadro donde cada elemento aporta al entendimiento de esta lucha silenciosa de este pueblo aborigen por salir de esa "otredad" y llegar a ser respetado y considerado en su propio país. Muy interesante de principio a fin. Recomendado.
Nuevo trabajo del prestigioso Stephen Daldry, luego de la errática "Tan lejos, tan cerca". Para los que no conocen al inglés, es un tipo inteligente, dúctil y ha hecho grandes títulos desde su debut con "Billy Elliot", "The hours" y "The reader" son muestras de su talento para hablar de la adolescencia y la niñez, de los procesos donde la inocencia se hace eje visible. En esta oportunidad, nos trae "Trash", adaptación de Richard Curtis (prolífico guionista y director británico, responsable de "Love actually" y "About time") de la novela de Andy Mulligan del mismo nombre. Es imposible no relacionarlas con "Ciudad de Dios" de Fernando Meirelles (y Katia Lund) y "Slumdog millionaire" de Danny Boyle (y Loveleen Tandan), con ellas comparte un escenario de niñez, pobreza y crímen. Esas similitudes, funcionan como un condicionante para quien las ha visto. Daldry invita al espectador a vivir una historia trepidante (tal como las nombradas arriba) pero la tensión nunca está invitada a la reunión. La trama es la de una búsqueda del tesoro, representada en una billetera extraviada en circunstancias críticas por el contador Jose Angelo (Wagner Moura) que es intensamente buscada por la policía local en las favelas de Río. El objeto en cuestión llega a las manos de dos chicos que viven en ese lugar y se ganan la vida buscando desechos y reciclables en un basural: Gardo (Eduardo Luiz) y Rafael (Rickson Tevez). Ellos rápidamente entenderán que la billetera esconde un enigma en su interior que hay que decifrar porque puede significar un cambio para su vida. Ellos habitan en los morros y saben muy bien lo que es la privación extrema. Tenemos además (por supuesto) un político corrupto detrás, un policía que hace trabajos sucios y con eso basta para que la situación tome un cariz violento: hay algo valioso en esa billetera y los garotos no podrán salirse con la suya. Pronto ellos se verán obligados a pedir ayuda al Padre Juliiard (Martin Sheen) y a Olivia (Rooney Mara), personal de una ONG, para enfrentar una contienda despareja. Sin embargo, no todo parece accesible para los chicos. La película se destaca por ofrecer una gran fotografía El problema que encuentro en "Trash" es que los roles son demasiado planos y sin matices, casi no ofrecen conflicto individual y toda la estructura de la trama, es un juego del gato y el ratón que al principio atrae, pero termina cansando ante la supuesta incapacidad de los policías corruptos al perseguir y nunca alcanzar a los protagonistas...máxime siendo que los dos son realmente chicos. Daldry se vuelve conservador, convencional y no saca partido de todas las piezas que tiene en el tablero. Elige no explorar escenarios y vuelve sobre los mismos puntos una y otra vez. Ni Mara ni Sheen logran aportar desde sus papeles el interés por la historia y si bien a todos nos entusiasma el conflicto principal desde el inicio, el guión nunca se juega por plantear algo arriesgado que nos conmueva en la butaca. Está bien filmada, eso es innegable, pero sin embargo no alcanza para ser una realización emocionante. Más allá de eso, "Trash" es una alternativa a tener en cuenta si te gustaron los dos títulos que enunciamos un rato. Gira sobre las mismas cuestiones, con pretendidos (y fallidos) aires de renovación.
Segundo trabajo documental de Adriana Yurcovich, luego de "El ambulante"(junto a Eduardo de la Serna y Lucas Marcheggiano) que se estrena en el Gaumont, luego de su pasaje por el Centro Cultural de la Cooperación durante 2015. Un obra de registro particular, de un lugar y un evento, del que seguro, no han oído demasiado (como yo, antes del visionado del film), y que probablemente los atraiga, por la naturaleza de sus características. Estamos en Córdoba, en un pueblito del noroeste que según el INDEC, en 2001 tenía sólo 4245 habitantes. Allí, un grupo de personas lleva adelante ya la séptima entrega de un festival bastante particular. ¿Quién podría imaginarse que en ese lugar, músicos de todas partes del mundo, vinieran a traer su arte? Esa magia, es la que llevó a Yurcovich a proponerse desentrañar los secretos detrás del evento que año a año lleva a convertir a un alejado paraje rural, en un lugar donde los bronces se juntan con entusiasmo, para celebrar un ritual único. Y decimos que es singular, porque Isla Verde no posee estructura hotelera ni estadios importantes que facilitaran el hospedaje y el desarrollo de este encuentro. Se resuelve, con buena voluntad, logística y amor por la música, sin dudas. El documental sigue la vida del poblado y logra captar discusiones domésticas, charlas informales y curiosas sobre la organización del festival. Todo, en un marco de observación curioso y amable. Con sólo dos sedes para que las clínicas y recitales (el Club Sportivo y la escuela del barrio), digamos que sorprende el nivel de los invitados. Ronald Romm, Jon Sass, Brett Baker y André Cazalet, fueron de la partida en aquella oportunidad (la que corresponde al registro). Nombres que vinieron felices a compartir su talento con los locales, sin que nada más importe que el hecho de disfrutar de un intercambio fuera de lo común. Yurcovich no se deja llevar sólo por el registro medular de su búsqueda, sino que abre su lente para todo lo que le parece interesante. Y ahí está también la mirada hacia lo rural, que enmarca el relato y aporta muchos elementos para entender el contexto en que se da el festival de bronces. Una curiosidad que ningún melómano debería dejar pasar. Y anoten que me dieron muchas ganas de participar de la próxima edición (como público, claro).