En la isla de los perdidos... La crítica internacional le ha caído mal a "Survival of the dead". En sí, esta película funciona como una tercera parte de la esta etapa nueva de la carrera de George A Romero iniciada con "Land of the dead" (2005). Aquella excelente cinta, producida por Universal Estudios, abrigó esperanzas de ver alguna renovación en el género ya que si bien siempre se vio la alegoría entre las clases sociales y los zombies, en "Tierra de los muertos", Romero va más allá y construye una poderosa tesis sobre las relaciones de poder político y económico, dentro del contexto de una típica película clase B, admirable por donde se la mire. Seguramente si no les gusta el terror (o el gore), ustedes no la deben haber visto, pero es una cinta que invita a una reflexión cruda sobre el mundo que vivimos, (usando todos los clichés del género) pero teniendo clara su dirección y mensaje. Claro, Romero necesitaba reinventarse. Si bien el fue el creador de esta escuela y del tema sabe, lo cierto es que su espíritu inquieto lo obligan a pensarse filmando aún a su avanzada edad. El dió luz a esta corriente a fines de los 60' cuando con 114000 dólares hizo "The night of the living dead". Fue un éxito instantáneo dentro del denominado cine de bajo presupuesto y originó una revolución en su momento por dar una vuelta de tuerca a un tema que hasta ahí, había sido enfocado desde otro lugar. No es que en el medio no existían líneas que habían abordado la idea ("I eat your skin" de 1961 y "Plague of the zombies" cuatro años después hablaban de esta cuestión) sino que en ellas las oscuras criaturas eran manipuladas por un sujeto que los conducía, a diferencia de la autonomía que Romero introduciría en aquel recordado trabajo del año 68. Sus muertos vivientes actuaban por sí mismo y tenían emociones. Eso impactó mucho en la gente en su tiempo y las escenas de asedio de aquella primera historia son consideradas modelo de trabajo para varias generaciones sucesivas de cineastas. Esa "Noche de los muertos vivientes" marcó un antes y después en la vida de Romero. Pero con el correr de los años (y las décadas) introducir modificaciones a la historia central, se fue haciendo difícil. Ya nadie esperaba nada de él cuando "Land..." pateó el tablero hace seis años. Al poco tiempo rodó "Diary of the dead" (2007), buscando ganar credibilidad para sus zombies y presentando a un grupo de sobrevivientes en el sangriento holocausto canibalístico, pero viviendo su propio reality show. Hay alguien que registra por medio de una cámara todo lo que va sucediendo en esa historia y esa grabación juega con el signo de los tiempos. Hoy en día, filmar y vivir, registrar y publicar, son hábitos de la sociedad de consumo. Los números no le dieron bien pero a este cronista la dirección le pareció buena. Es cierto que el resultado fue desparejo, pero la intención de sumar elementos contemporáneos a la trama original, me parecieron honestos y potables. Y no hay dos sin tres. Ahora llega "Survival of the dead" y si bien el corazón de la propuesta parece agotado, Romero abraza nuevamente el camino del análisis sociológico a baja escala. Con un libro poco pulido y una narración rudimentaria, nuestro director sigue enfrascado en su universo zombie pero tratando de sumar elementos que le permitan instalar cuestiones que nadie se preguntó antes en los cientos de films sobre muertos vivientes que se hicieron... ¿Qué pasaría si se lograra que en vez de comer carne humana y beber sangre, los afectados por el virus pudieran alimentarse de otro modo? ¿Sería una solución a la batalla que esa sociedad tiene con una naciente subraza que amenza la integridad del género humano? "La resistencia de los muertos" nos trae una isla llamada Plum. En ella, dos familias se disputan el poder: los O'Flynn y los Muldoon. Sus líderes son patriarcas de larga data y ahora, con la candente cuestión de la guerra contra los mutantes, tienen posiciones muy encontradas. Para Patrick O'Flynn (gran actuación de Kenneth Welsh), hay que eliminar a los zombies. Matarlos. Es hombre de acción y su palabra choca con la de Seamus Muldoon (Richard Fitzpatrick), quien cree que en algún momento del futuro, habrá cura para el mal. Por ende, mantiene vivos a los infectados, los tiene encadenados y viviendo en su casa. Pero eso no es todo, Muldoon está convencido de que si logra conseguir que los enfermos coman otra cosa que no sea carne humana, la situación podría dar un vuelco. El primer enfrentamiento favorece a Muldoon y su enemigo debe abandonar la isla. Expulsado y con ánimo de venganza, O'Flynn consigue dar en su exilio con un grupo de militares que está en las cercanías buscando un lugar para establecerse. Los convence de que Plum es buen lugar para vivir y que el único escollo es Muldoon, así que habrá que terminar con él en su propio terreno, desafío que no parece fácil con sólo presentarse. Hacia allí se dirigirán entonces a disputarle el territorio al viejo rival... Lo curioso es que en "Survival..." hay zombies, pero ellos no son el centro de la historia. Para nada. Lo jugoso de la trama recae en el conflicto establecido entre las visiones enfrentadas de las dos familias. ¿Qué se hace con aquellos seres amados al ser contagiados? ¿Es humanitario balearlos en la cabeza o se puede esperar una cura? ¿Por qué no se puede respetar las decisiones individuales para a la hora de lidiar con decisiones tan fuertes? Hay en toda la narración un espíritu de correr la mirada del combate y adentrarse en cuales son las razones que impulsan esas líneas de pensamiento. Pero claro, como ya dije, esto pasa a un nivel superficial, mientras se suceden algunas escaramuzas resueltas de la manera más convencional que se recuerden. O sea, la idea está. Pasa que no tiene profundidad. Los protagonistas son hombres de acción. Todos. Excepto los personajes encarnados por Kathleen Munroe (las mellizas), la testoterona no deja aflorar mucho la dialéctica, pero se intenta. Doy fe que se intenta. Esta debe ser la película de Romero donde los zombies son secundarios desteñidos. Lo cual, la hacen por lo menos, singular. El relato es discreto, acorde con los productos de su clase y con alguna dosis de humor negro esperable que harán las delicias de la platea que pide sangre. No siento que sea un film de los mejores de este enorme director, si me parece que redondea una despareja trilogía que intenta aportar sangre nueva a un alicaído género (y si no, miren la saga de Resident Evil). Su ritmo irregular y lo pobre de sus efectos especiales fuerzan al responsable a diversificar la atención en busca de sostener la intesidad de la historia, pero lo consigue solo a medias. Lo que no puede negársele, es que el hombre a sus 71 sigue filmando. Y trata de enriquecer sus trabajos mostrando destellos de su reconocido talento. A mi me basta, pero a mis colegas no. Que se le va a hacer.
Familias disfuncionales viviendo el "sueño americano" "Lymelife" hace referencia al nombre de una enfermedad. Es transmitida por las garrapatas y su característica saliente, es que se presenta generando diferentes síndromes que hacen que su marca no se pueda determinar con exactitud. Digamos que el virus actúa como un camaleón, va mutando en distintas áreas (por ejemplo genera cansancio, daño neurológico y cardíaco) y a veces es difícil encontrar alguien que lo diagnostique acertadamente. Si bien con antibióticos puede ser tratada con éxito, lo cierto es que la idea de Derek Martini (director y guionista junto a su hermano Steven) apuntaba a comparar los síntomas difusos que las familias y sujetos de cierta comunidad manifiestan y que hacen difícil operar sobre ellos al estar tan disfrazado. Digamos que la disfuncionalidad de ciertas conductas están ocultas por un manto que las asemeja a devenires habituales, pero si no se instala el ojo crítico sobre ellas, pasan desapercibidas hasta que es demasiado tarde. Lo mismo sucede con "Lymelife". Es una gran película. Pero tiende a no ser valorada en su justa medida, por el tono y la temática que presenta. Con un presupuesto pequeño pero apadrinado por Martin Scorcese, Martini debutaba en las grandes ligas en aquel lejano 2008 (el film fue estrenado en agosto de ese año en Canadá) con un drama familiar muy interesante. Si bien no está a la altura de "American Beauty" de Sam Mendes, film ideal para comparar por su tópico, lo cierto es que para haber sido un inicio de carrera, fue auspicioso. El tema de ámbas es cómo sobrevivir al "sueño americano", cuando éste, en la práctica y por el contexto histórico, demuestra ser sólo un paradigma inexacto que nunca termina de ser abordado desde suficientes aristas hasta desarmarlo por completo, hincando el diente en su jugosa veta. El realizador, aquí intenta mostrar dos familias con serios problemas vinculares en relación con sus modos de vida y perspectiva del mundo. Por un lado tenemos a Scott (Rory Culkin en una actuación sólida y convincente), un chico de 15 años que tiene serios problemas para comunicarse. Diría mi abuela, algunos caramelos le faltan en el frasco. No es sólo que es tímido, sino que su actitud inmadura esconde ciertas dificultades que nadie parece ver a pesar de lo presente que están en la vida familiar. Su mamá, Brenda (Jil Henessey) ve que algo no anda bien y tiende a sobreprotegerlo, pero su papá, Mickey (Alec Baldwin, genial como siempre) casi no le presta atención. Está dedicado a amasar dinero, es constructor y vende terrenos en la zona de Long Island, Nueva Jersey. Estamos (dato importante) a fines de los 70. La masa laboral vive una dualidad a la hora de buscar casa: por las condiciones económicas, debe alejarse de las grandes ciudades y vivir en los suburbios para ser propietaria, pero eso no es nada sencilo: las operaciones inmobiliarias se hacían sobre lotes sin infraestructura, con lo cual el estar en el mercado impulsando la tendencia en aquel recorte histórico era garantizar una entrada importante que marcaría un ascenso social rápido y seguro. De más está decir que como familia se llevan mal. Encima tienen otro hijo, militar, Jimmy (Kieran Culkin, con Rory, hermanos en la vida real) que hace un culto a la violencia incitado por la hombría de su padre. Mickey no cree en la fidelidad marital y tiene una relación paralela con una empleada, Melisa (Cinthia Nixon) cabeza económica de los Bragg, vecinos en el barrio. Su marido, Charlie (Timothy Hutton) es quien se presenta como el emergente (el enfermo) de la trama familiar: se resiste a conseguir trabajo, anda todo el tiempo armado con un rifle de alto poder y pasa gran cantidad de horas en el sótano. Su hobby es cazar ciervos, faenarlos y guardarlos en un amplio freezer. No alcanza a ver que su universo está mal y que su aislamiento de sus seres queridos se agrava minuto a minuto. Su hija, la bella Adrianna (Emma Roberts), comienza a relacionarse con Scott, aunque no de la manera tradicional. Todos tienen muchos conflictos y demonios interiores que desplegar en este compleja trama y el no sentirse bien en el lugar donde cada uno está (satisfecho, digamos), sumado a la frustración personal que muchos de ellos deben atravesar, va generando un caldo espeso que levanta la temperatura de la sala, como si fuera una olla a punto de hervir. Hay pocas locaciones y los diálogos sostienen un andamiaje acorde a la gravedad de los conflictos que se juegan en cada familia. "Lymelife" tiene fuerza y está bien condimentada, es un suculento plato familiar para quienes lo prefieren intensos y con matices, tiene actuaciones sobresalientes y logra instalarse en la preferencia del espectador, con armas absolutamente nobles: cuenta una historia que reflexiona sobre los valores imperantes de construcción parental y relacional en un momento particular de la vida del Gran País del Norte. Lo contextual juega mucho en la trama y aunque hay alguna gaffe de peso (que Jimmy se vaya a la guerra de las "Falklands", por ejemplo, siendo él parte del ejército americano cuando el conflicto armado haya tenido lugar en 1982 es grave), lo rescatable es la sana intención de discutir dialécticamente sobre creencias y mitos de forma de ver cómo un grupo de individuos en crisis lo resuelven. En definitiva, es lo que director y equipo sienten sobre la ruptura y el fracaso del "American dream". Los tiempos han cambiado y esta cinta logra mirar para atrás con acierto. Se que está en DVD extendido en las salas de cine arte, aunque quizás la copia que trajo el Cine Monumental sea de 35 mm. No estoy seguro de que haya llegado en fílmico... Nos hubiese gustado que llegase en un formato acorde a sus valores artísticos, pero no la dejen pasar, si tienen preferencias por el género dramático, "Lymelife" es una sólida propuesta en este difícl momento para el público adulto que es vacaciones de invierno (la cartelera está poblada de películas para chicos y es difícil ver algo que escape a esa realidad), tenerla en cuenta.
El fin, justifica los medios? Ha sido muy difícil escribir esta crítica para mí. Diego Topa forma parte de muchos recuerdos familiares comunes con mi hija de cinco, hemos pasado horas viéndolo en "La casa de Disney Junior" por cable y también hemos ido a varios de sus shows. En general, me parece que Topa logra combinar sutilmente un repertorio clásico y moderno en sus presentaciones (hace canciones de Gaby, Fofó y Miliki hasta las del Sapo Pepe, mezclando ritmos y haciendo versiones megamix) y ofrece un espectáculo colorido para todas las edades. Se lo ve un artista comprometido con los chicos y por eso siempre lo acompañamos en sus proyectos hasta hoy, el día de su debut cinematográfico. Su coequiper en la televisión es Muni (Mariana Seligmann) con quien tienen buena química y hacen micros muy coloridos que se repiten hasta el cansancio en distintos horarios en la programación. Disney apoyó la distribución del film así que ese elemento me hizo pensar que habían supervisado y controlado el material que estaban apoyando... Pero no. Me parece que confiaron demasiado en el carisma del dúo y dejaron que el casi debutante Julio Midú transformara una idea simple y chiquita (eso era originalmente) mágicamente y sin colaboración literaria en una producción destinada a pelear la exigente taquilla infantil de vacaciones de invierno. Como no estaba convencido de poder sostenerla solo, fui a ver "Hermanitos..." con Luz, de manera también de agregarle a mi visión adulta del film, una percepción del impacto que podía tener en los más chicos. Creo que el resultado de verla en esas condiciones me hizo entender que a pesar de sus pobres valores y defectos, solo logrará entretener a los más pequeños de la casa. Y cuando digo pequeños, me refiero a que solamente chicos de entre 3 y 5 años pueden salir satisfechos. Al resto, les parecerá una propuesta mediocre y aburrida, mal filmada y que no vale el precio de la entrada. Ni siquiera con el 2x1 que ofrecen muchos cines. "Hermanitos..." te retrotrae al cine musical y de vacaciones de la época de los 80, tales como aquellos bizarros clásicos de Los Parchís o "Las aventuras de Tremendo", con un claro objetivo de traer al espectador a figuras de la música o de la televisión en guiones básicos y con poca producción. En aquellos tiempos se creía que bastaba esbozar una trama en dos trazos para atraer ese mismo caudal de público. Funcionaba. Es cierto. Ahora, en este nuevo siglo, tengo mis dudas. Me cuesta creer que los chicos mediatizados de este tiempo puedan sentirse cautivados por esta historia. El guión es sólo una idea forzada que no debe tener ni tres hojas, en las cuales nadie se preocupó por darle algún tipo de dirección coherente, porque de última, lo único que importaba es que Topa y Muni hicieran algunos cuadros y coreografías que hacen en la tele y listo. Con eso debería bastar para llenar la sala. El resto, bueno...Pasa. Como dice Grondona, "Todo pasa..." No amigos, esto no es así. Porque si hubiesen dedicado (y tirón de orejas para Disney) tiempo a enriquecer y ordenar el libro seguramente el resultado habria sido distinto y la reducida franja de llegada que tiene la película se habría ampliado, mucho, para llegarle a chicos más grandes (léase de 6 a 9, por ejemplo). Eso también se sentiría en la taquilla. Pero no, hicieron lo mínimo y el resultado es sorprendentemente berreta. Me cuesta entender como no lo vieron al terminar el corte final. Topa y Muni son Pato y Piru, trabajan en un orfanato en Usuahia que parece extraído de "Chiquititas". Allí, todos a la tarde ven un programa que les trae las andanzas de una banda musical llamada "La pandilla de Sol", chicos al estilo "Teenangels" que salieron de un reality y que son sus ídolos incondicionales. Viven una vida simple y se llevan muy bien entre ellos (obvio!). Hasta que los dueños del hogar, deciden venderlo, con lo que la crisis se desata. Los responsables de la fundación que sustenta el lugar no tienen fondos para comprarlo, así que deberá conseguir dinero de cualquier manera para garantizar la permanencia del lugar. En ese conflicto, habrá una caicatura de Cruela De Vil llamada Malva Dalton (Norma Pons en el PEOR papel de su carrera cinematográfica, sin dudas) que intentará comprar el lugar y terminar con el sueño de los niños. Del otro lado, los chicos serán apoyados por un millonario encarnado por Gabriel Corrado quien estará a dispuesto a ayudarlos hasta el fin. No hay mucho más por contar de la trama y pasamos a repasar los puntos flojos... Las actuaciones son pésimas. Está bien, no lo podemos pedir a Topa y Muni que sean Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli. No, lo suyo es otra cosa. Su fuerte son los musicales y las coreografías. Bueno, hay poco de eso aquí. Poco, en relación a lo que podrían hacer. Compartiendo cartel desde lo musical con los chicos de la banda de Sol, hay contadas oportunidades donde ellos bailan y cantan pero varias en las que tienen que poner el pecho a escenas para los que claramente no están preparados. Topa tiene que llorar frente a un espejo y verlo me revolvió el estómago. No pueden exponerlo a hacer algo que el hombre no sabe. Es matarlo. El grupo de chicos que los acompaña en el hogar lucen desconcertados y tienden a resolver todo, abrazándose. No hay recursos dramáticos para nada que no sea abrazarse. Muy pobre. Repetitivo y pobre. La producción parece salida realmente de los 80. Digo, porque se ve que tenían australes para pagar los costos del rodaje. Todo es cartón pintado. Todo. Desde lo gráfico que que usaron en el film (carteles, letreros, las banderas de los fans de los TeenAngels -sorry, digo, la pandilla de Sol-), hasta el sonido que editaron. Y me detengo aquí porque el audio de "Hermanitos del Fin del Mundo" es IMPERDONABLE. Si Topa y Muni lo único que saben hacer es cantar, ¿Por qué el sonido es tan malo? Me fui del cine sin entenderlo. En algunas escenas, los graves están tan mal ecualizados que las butacas ¡¡¡¡¡vibran!!!!! ¡Noooo! ¿Cómo puede ser??!! Sip. Es así. Durísimo. Hay diálogos que hay que adivinar y me cuesta creer que puedan darse en una película en este tiempo. Los que supervisaron esta versión final, ¿no se dieron cuenta que así no es siquiera un producto técnicamente aceptable para llevar a los cines? Se que Diego Topa es buena gente y espero que cuando la vea en frío, se de cuenta de que no es bueno para su carrera hacer este tipo de film. El resto, es mejor olvidarlo. Sólo se salva alguna canción aislada y nada más. Si debo reconocer que mi hija siguió la historia y no se aburrió, aunque no la ví bailar arriba de la butaca como esperaba. Se ve que la película no le contagió la magia esperada. Y tiene cinco años. Olvidarla rápido y por antecedentes, darle una nueva oportunidad a Topa, cuando alguien se digne producirlo en serio.
La despedida de una GRAN franquicia Parece mentira como ha pasado el tiempo. Desde aquel inicio lejano con "Harry Potter and the Philosophal Stone", en 2001, dirigido por Chris Colombus hasta aquí ha transcurrido mucho tiempo.... Una saga inspirada en la obra literaria para jóvenes más importante de los últimos tiempos adaptada al cine, siete libros que transformaron a una escritora aficionada en la supermillonaria que hoy es J.K.Rowling. Millones de dólares por merchandising y venta de libros y tickets. Ríos de tinta sobre las implicancias emotivas de la franquicia que aún se debaten en su octava entrega. Un universo propio a su medida que llega a su fin. Los primeros libros de Harry Potter eran simples, originales...pero no mucho más. Fueron best sellers y la autora fue haciendo un espiral de ascenso muy pronunciado en su manera de narrar que hizo que los últimos ejemplares de su trabajo haya que ir a buscarlos en carretilla a la librería. Eran casi, la Enciclopedia Británica por su peso. Bueno, eso mismo siento que sucedió con las versiones cinematográficas de su trabajo. La octología empezó con un director famoso por sus credenciales en el mundo infantil y de aventuras y de a poco fue probando cineastas hasta dar con quien tendría encargado el cierre de la historia: el británico David Yates. Desde 2007 viene dirigiendo el universo Potter y de él podemos decir que tiene lo mejor de la escuela inglesa, es metódico, sutilmente irónico y con un gran sentido estético para encuadrar la imagen. Sabe conducir actores jóvenes y lidiar con los veteranos consagrados y eso, a esta altura, no tiene precio. No se puede pagar con Mastercard. Es difícil escribir sobre gente de la que se ha dicho mucho. Creo que lo más noble que tiene Harry Potter es que, si bien es fiel representante del cine pochoclero y siempre se estrena con un apoyo publicitario que asusta, sus tres últimas cintas son buenas películas de aventuras y aunque no hayas sido seguidor de la obra literaria, son grandes exponentes del cine de aventuras. Lo cierto es que cuando uno repasa el cast que transita por estos últimos capitulos, es imposible no entender el porqué de la calidad de estos productos. Ralph Fiennes, Alan Rickman, Michael Gambon, John Hurt y Elena Bonham Carter... Son la selección inglesa. Les falta David Beckham nada más. Estos actores le dan un relieve a la cinta que claramente la hace destacar desde el aspecto compositivo y propician una atmósfera ideal para el lucimiento de los jóvenes-estrella que se volvieron millonarios gracias a la franquicia: Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint. Los tres han transitado gran parte de su vida juntos, unidos desde chicos por la productora que los eligió y cuidó para que le pusieran carnadura real a esos personajes que Rowling construyó con tanta dedicación. Ellos han crecido como actores y como su público los ha visto desde pequeños, tienen el don de poder conectar rápidamente con ellos, de manera que esa confianza que ellos tienen depositada de antemano les permite sentirse cómodos y sacar lo mejor de su interior para emocionarnos desde cada personaje que construyen. En "Harry Potter and the Deathly Hallows 2", veremos su homenaje de cierre hacia una saga que les permitió ser quienes son, están entregados a sus roles y serán disparadores en la platea de una amplia variedad de emociones a lo largo de los 130 minutos que dura este capítulo final. En esta segunda parte de la séptima entrega, Lord Voldemort (Fiennes) ha llegado a dominar el poder oscuro. Todo el universo que conocíamos se va derrumbando a su paso. El señor de las tinieblas viene por todo. Ya no hay nada que lo detenga. Las débiles fuerzas del bien resultan escasas ante el devastador nivel que ha alcanzado su magia. Sabemos que sólo Harry (Radcliffe) y sus amigos Hermoine y Ron (Watson y Grint) pueden detenerlo. Ellos necesitan conseguir la espada de Griffindor para poder destruir los Horrocruxes que protegen al Innombrable de su desaparición pero ...El ejército enemigo (con Bellatrix a la cabeza) no les hará las cosas fáciles. Para encontrar la manera de terminar con Voldemort se necesitarán sacrificios extremos y estar dispuestos a todo. Será una auténtica guerra, de principio a fin. Dentro de ese clima bélico permanente que presenta este climax de dos horas, Yates subraya con acierto las emociones en cada rostro de sus personajes. Se permite algo de humor para distender y orquesta el final confiado en sus mejores armas: la emoción ganó al público y se siente que la platea está de pie esperando la batalla final, este cierre es algo que nadie quiere perderse. Y si bien lo digital es a veces nos desborda con su despliegue incesante, aporta mucho para la espectacularidad de esta octava entrega: el mix funciona y está a la altura de las expectativas. Podría contarles mucho más de "Harry Potter and the Deathly Hallows 2" (de hecho, algo haré pero en nuestro perfil público en Facebook, visitenlo en los próximos días), pero creo que si les gusta el cine, ya saben donde está el espectáculo este fin de semana. Más de ochenta mil entradas anticipadas vendidas en una sola de las grandes cadenas hace pensar que Harry Potter se acercará al medio millón de espectadores en cuatro días. El número algo indica. Por lo pronto, puedo decirles que no defrauda y si no leyeron los libros, pueden ir desprendidos a sorprenderse en este fastuoso cierre, no saldrán defraudados.
Adiós al closet Ferzan Özpetek es un director ítalo-turco que aborda en sus films la problemática gay en relación con los lazos familiares. Cuenta historias que giran sobre el alumbramiento de la verdad y los momentos complejos que se dan al abordarla. Ya saben, estos productos hasta tienen una subcategoría propia (podría decirse) que se denomina "coming-out-of-the-closet movies". En general estas películas presentan historias inspiradas en hechos reales y tienen enfoques muy personales. Muchos de sus realizadores (la mayoría pero no todos) son también homosexuales, por lo que sus trabajos muestran facetas de la vida familiar muy autobiográficas... No es un tema menor y es una veta narrativa que tiene su público. A pesar de que hay sociedades con mayor amplitud y flexibilidad para aceptar diferentes preferencias sexuales, lo cierto es que todavía hay mucha resistencia en los adultos mayores a aceptar esto como un hecho natural de la vida de hijos y nietos. Eso pasa en varias culturas y la italiana es, por sus modismos y voltaje, ideal para graficar este tipo de historias. Mucho sentimiento familiar, mucho patriarcado y poca tolerancia a quienes se apartan de lo establecido. Más si ubicás la escena en un lugar alejado de las grandes urbes, donde todo circula de manera habitual y no genera las reacciones que si se dan en los pequeños poblados. Özpetek situa la acción en Salento, en la región de la Apulia meridional. Allí regresará Tommasso (Riccardo Scamarcio) de Roma, donde cursa estudios universitarios. Quiere ser escritor y llega con la firme idea de notificar a su familia, que su elección sexual es hacia los hombres. El sabe que con la tradicional visión de los hechos que tienen los suyos no aceptarán fácilmente su condición, pero a poco de instalarse y cuando él intenta traer el tema, su hermano Antonio (Alessandro Preziosi) se le adelantará con una confesión de idéntico calibre. Resultado, el esperado, su padre (Ennio Fantastichini) reaccionará mal y se enfermará del disgusto. Por ende, Tommasso, que venía de paso y con cero intención de permanecer en Salento, deberá sacar adelante la empresa familiar (especializada, obviamente, en pastas!) y ocupar la dirección ya que Antonio es expulsado de la fábrica y señalado el chivo emisario de ese grupo. Dentro de las órdenes a seguir a la hora de conducir el negocio, se encuentra trabajar con la bella y distante Alba (Nicole Grimaudo, que nos deja sin habla) en una clara decisión estratégica para relacionarlos sentimentalmente... Claro, la demora en regresar a Roma hará que el novio de Tommasso y sus amigos visiten su casa paterna para ver qué sucedió y porqué demora su regreso... Situación bastante peculiar que se convertirá en el punto más alto del film, el encuentro entre lo tradicional y lo moderno, por decirlo de alguna limitada manera. Lo que tenemos es una comedia liviana, coral, que busca problematizar algo doloroso y elaborarlo con cierta dosis de humor y reflexión. Arranca para alquilar balcones y va perdiendo fuerza a medida que el relato avanza. De por sí, el mayor problema de la cinta es el lavado y desconcertante protagonismo de Scamarcio. Llevando un rol central, compone un gay estereotipado, plano y sin matices. Tiene poca fuerza interior y sólo logra sostenerse en la acción por el acertado acompañamiento de los secundarios, estos sí, teniendo claro el registro de la cinta y cómo llevarlo a cabo. Tommasso luce siempre inexpresivo, transita lánguidamente por sus escenas y eso desinfla el relato considerablemente. Su familia en la ficción es divertida, intensa y esconde varios jugosos secretos familiares, por lo que ellos terminan dotando al film de algún atisbo de credibilidad. Sus amigos homosexuales son un poco caicaturescos pero también aportan frescura e ideas al conflicto central. En definitiva y aunque el director siempre fue reconocido por su gran capacidad para conducir actores, en esta oportunidad, su elección no dio en la tecla y eso afecta el nivel que alcanza "Mine vaganti". Si ya viste otros trabajos de Özpetek (como "Le fate ignoranti", para mí lejos su mejor film) ya estás familiarizado con el registro y la propuesta. Aquí hay más sonrisas contenidas, un poco más de música y un clima cálido que invita a relajarse, luego de los primeros tensos minutos. Pero está lejos de lograr una película redonda. Insisto, si el cast hubiese sido más preciso con el protagonista, quizás "Mine vaganti" sería mucho pero mucho mejor. Aprueba, pero nos deja con ganas de más.
El mundo en cuatro ruedas La verdad es que preferí dejar unos días antes de escribir sobre "Cars 2". Sabía que mis colegas no compartían la dirección que Pixar le había dado a la historia y repasando sus opiniones, me costó decidir bando. En general, veo mucho cine infantil porque tengo una hija de cinco años, así que estoy entrenado en ver historias animadas y dibujos animados (varias veces) por lo que siempre observo su reacción antes de decidir sobre los valores de un film. En este caso, me tomó un rato explicarle la subtrama de espionaje que atraviesa la secuela de Cars, de lado a lado. Siento que Pixar jugó fuerte con el público adulto para sostener la franquicia y les hizo un guiño excesivo a la hora de construir el guión: esto es James "Cars", un film de aventuras que roza el thriller por momentos (!!! sí!!) y que despega de su idea original para transformarse en otra cosa. Ni buena ni mala. Simplemente es una propuesta distinta. Tiene sofisticación visual, técnica y temática , elementos que llevados a su máxima expresión, le hacen perder el espíritu de la original. La idea del equipo de animadores de la empresa fue la de ofrecer un entretenimiento más completo argumentalmente, buscando impactar en varias capas de audiencia a la vez. Esta vez, los autos no son seres simpáticos unidimensionales que viven aislados del resto del mundo. Estos vehículos viven una vida intensa y rica, en un universo muy particular en el que se mueven al igual que los humanos. Y ya no es una característica simpática, estos autos tienen conductas complejas y transitan un mundo moderno hecho a su medida. Beben en bares, saben karate, nadan, manejan armas... En "Cars 2", todo es posible. Para empezar, hay dos historias que se complementan a lo largo del film. Por un lado, una tradicional de competencia en la que Rayo McQueen debe participar en tres carreras en distintas partes del mundo para ratificar que es el auto más veloz en el Gran Prix Mundial. Tres carreras en ciudades populares recreadas digitalmente con maestría. Hasta ahí, todo normal. La segunda, es la controversial. Una trama al estilo Bond donde una pareja de espías de cuatro ruedas deberá luchar contra un grupo que prepara un atentado para sabotear la presentación de un nuevo combustible ecológico. El héroe en esta oportunidad es la Grúa Mater, quien lleva los mejores diálogos y expresiones para convertirse en el favorito del público. Su protagonico sorprende y de a ratos opaca hasta al mejor McQueen de la primera parte. Nuestra oxidada amiga colaborará con el equipo de espionaje para resolver ese conflicto y volverse un Sherlock Holmes muy bizarro. Es divertido que los autos viejos (restos desechables de una industria que los ubica fuera del sistema) sean los malos de la cinta, el mensaje subliminal es bastante fuerte (adaptate o no sobrevivirás a los cambios) y la trama, debemos advertir, no escatima en escenas violentas al por mayor. Hay combates con armas pesadas, lucha cuerpo a cuerpo (??), tomas de tortura... Digamos que esto es Cars reloaded a mil revolutions, sin dudas. La dirección de John Lasseter es convencional desde el relato pero potente y colorida desde la imagen. Hay miles de horas de animación detrás de este producto y es justo reconocerlas, los escenarios tienen un nivel de detalle sorprendente y el film se deja ver. El problema es que a pesar del enorme esfuerzo puesto en direccionar la saga hacia otra dirección, el resultado es un poco desparejo. Hay muchos autos, demasiada acción y fotogramas poblados de imágenes que queremos descubrir, por lo que el producto final tiene cierto nivel de caos que desorganiza la aprehensión de la historia. Pasan muchas cosas todo el tiempo a mucha velocidad y cuando aún estamos entendiendo la trama, el final llega. Es saludable que Pixar haya buscado hacer algo distinto con una película en la que invirtió mucho dinero. Pero eso no garantiza resultados. En este caso en particular, haber salido de Radiador Springs y ganar el mundo fue un desafío demasiado ambicioso para los productores aunque estamos seguros que la tercera parte tendrá el equilibrio que a esta le faltó. Aprobada solo si son adultos. Si van con niños menores de siete, es probable que la historia los agote y comiencen una guerra de pochoclo sobre la segunda parte de la película, llevar cascos!
Cameron Díaz llega a tu aula favorita Jake Kasdan es hijo de Lawrence, famoso director que en los 80 supo deleitarnos con "I love you to death" y la maravillosa "The accidental tourist", entre poco más de una decena de films que realizó, amén de importantes trabajos como guionista. Su hijo va empezando un camino interesante en la industria, a juzgar por dos productos que llamaron la atención de los zares del negocio: "Orange country" (donde mi ídolo Jack Black se luce) y "Zero effect" (con protagónicos de Bill Pullman y Ben Stiller). En estos dos largos, Kasdan hijo empieza a delinearse como un sujeto empapado en esta suerte de nuevo enfoque que los americanos dan a sus comedias adultas pero agregando un sello personal que lo destaca como realizador. Construye sus universos con pocos personajes bien delineados y busca hacerse de un camino lejos del cine que proponía su padre... Esta "Bad teacher" es un típico exponente de la Nueva Comedia Americana y entendida como tal, es un producto regular, aunque no exento de aristas interesantes y divertidas. Y aunque algún colega se enoje porque está sobreentendido para los cinéfilos hablar de la NCA, es bueno recordar su definición para los iniciados en el género. Nace a fines de los 90 ligada al género televisivo (del que toma algunos elementos de la sitcom) y explora (en mi opinión, discutible, por supuesto), el paso de la adolescencia a la adultez en gente que va de los 18 a los 40 años. Reflexiona con humor sobre situaciones que otras generaciones resolvían rápidamente (irse a vivir solo, estudiar en la Universidad, sostener una pareja, casarse, tener hijos, progresar en el trabajo) y que ahora, por una cuestión de este mundo posmoderno, llevan años abordar y naturalizarlas. Sus guiones son estructurados de manera que se permiten lo escatológico y la trasgresión contenida, en un rango que va desde fuerte (con los alicaídos hermanos Connelly y Todd Phillips en un extremo) hasta una veta más cool y relajada (piensen en Ben Stiller, Jude Aptow o Will Ferrer). Tienen una visión más contemporánea y descontraturada de la clásica comedia histórica del gran país del Norte, prefieren buscar la risa desde la mirada irónica del mundo que nos rodea y no presentan a sus personajes como íconos a seguir, sino como sujetos simples a los que le pasan cosas comunes al resto. Rompe con la distancia del megacomediante estrella y su público y elige un modo amable que le permite ganar adictos en todo el mundo. Como todos los géneros, tiene productos buenos, regulares y malos, pero es muy taquillera y es bueno poder llevarse bien con ella (hay films que son disfrutable más de una vez), por lo que hay que respetarla y reconocerle sus aciertos. Pero volviendo a nuestro tema, "Bad teacher" es el film que nos convoca esta vez. Comedia poco sutil, escatológica y políticamente incorrecta que llega a nuestra cartelera, a escasas semanas de su lanzamiento en USA. Indudablemente, Cameron Díaz sigue siendo una actriz taquillera y en esta oportunidad, encuentra el vehículo perfecto para lucirse como comediante ya que prácticamente el enfoque del libro que Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky - de "Year One"- la ubica como ariete de lanza para depositar la suerte del film en sus hombros.La historia presenta a una profesora de primaria que llega a sus treinta y que muestra un profundo desprecio por la profesión. Superficial, coqueta y poco amistosa, Elizabeth (Díaz) cierra su primer año en la escuela despreocupada: va a casarse con un millonario y la vida le sonríe. Pero algo sale mal... (y...gastar 16000 dólares en tarjetas en un mes parece mucho) y su desenfadado modo de vida, lleva a su novio a terminar la relación. Destruída por el rechazo y con serios problemas económicos, esta docente no tendrá otra alternativa que volver a su lugar de trabajo y ver qué hace para conseguir un novio rico rápidamente. Ella tiene claro que su único objetivo en la vida es casarse con alguien que tenga mucho dinero asi que cuando el potentado Scott Delacorte (Justin Timberlake) llega como profesor suplente, toda su energía estará dirigida hacia él. Claro, tendrá rival, su colega Amy (una brillante Lucy Punch) quien también estará interesada en el nuevo y no se lleva muy bien con Elizabeth. En el medio, claro, está la tarea docente. Pequeño detalle. Lo cierto es que Cameron Díaz es una veterana comediante y sabe lo que tiene que hacer. Le pone el cuerpo a una mujer despreciable y su cinismo y brutal honestidad hará las delicias del público en varias escenas que no tienen desperdicio. La vida escolar está recreada con bastante crudeza y si bien es cierto que nos cuesta pensar en una catedrática de este tipo, lo cierto es que el guión pinta bastante bien los distintos estereotipos que podemos encontrar dentro de la fauna docente. Todos sabemos que la profesión es difícil y los años de desgaste se van sientiendo así que estos secundarios aportan su granito de arena a reecontrarnos con perfiles que conocemos bien y que son peligrosamente familiares a nuestra historia común (quién no tuvo docentes así?). El problema de la trama es que no termina de delinear la emocionalidad de Elizabeth de manera equilibrada. Conocemos sus rasgos psicopáticos y su sangre fría, por lo que cuando la historia avanza, no logramos entender los cambios que en ella se producen, casi mágicamente. Ese es el mayor defecto de "Bad teacher". Tanto intenta convencernos de lo mala que es esa profesora que cuando ella da un vuelco (y es inherente a cualquier típica comedia) nadie lo cree. Y no es responsabilidad de Cameron Díaz. Se pasa la primera hora convenciendonos de quien es y porqué hace lo que hace. Cuando el film busca un cierre que impacte, desluce todo su trabajo previo y equivoca el camino dado que la película fue construyendo en una dirección y termina en el lado contrario. Algo no salió como lo esperado. Como docente, debo reconocer que me reí mucho. Los diálogos que se dan en sala de maestros y entre colegas son bastante creíbles y el enfoque general de la institución también está logrado (eso debería asustarnos!!), por lo que si su profesión es la de enseñar casi que no deberían perdérsela. Es casi terapeútica. El resto del público la encontrará liviana y escatológica, simpática y potable, supongo. No es, sin dudas, de lo mejor de Cameron Díaz, pero es aceptable. No se olviden de llevar su manzanita.
Fe y dogma desde el campo de batalla "Des hommes et des Dieux" llega a nuestras salas precedida de un gran recorrido en festivales europeos en los cuales brilló con fuerza. Obtuvo el Gran Premio del Jurado en Cannes, estuvo nominada a los BAFTA (premios que respeto mucho, de la industria británica) en su año de estreno y en febrero de este año, ganó el Cesar de su país, con lo cual era un título que teníamos ganas de ver por estos lares. Reconozco que es el primer largo que veo de Xavier Beauvois, aunque por comentarios de colegas, se que no me debo perder "Le petit lieutenant" (con mi actriz favorita, Natalie Baye, a quien admiro enormemente) para analizar a este cineasta con más perspectiva. En esta oportunidad, la historia es bastante controversial, un grupo de monjes franceses que tienen un monasterio católico en Argelia (norte de Africa) en la década del 90. Están bien integrados a la comunidad, se sienten parte y comprometidos con ella, pero a poco de comenzar la cinta advertimos cual será la arista filosa del conflicto: terroristas musulmanes comienzan a azotar la zona y se teme por la seguridad de los hombres de fe. Un grupo de trabajadores croatas son asesinados brutalmente y marcan la proximidad del peligro, las fuerzas de seguridad del lugar intentan hacer razonar a los religiosos para que abandonen el lugar. Si bien al principio ofrecen seguridad, lo cierto es que visto y considerando el estado de la situación, sabemos que eso no se va a prolongar en el tiempo. Dentro del recinto, los monjes intercambian ideas sobre cómo enfrentar lo que acecha. Algunos están intranquilos, otros, perturbados. Pero lo cierto es que siguen realizando sus labores diarias y no alteran su rutina a pesar de las severas advertencias de un posible atentado en su contra. De más está decir que son el blanco perfecto, profesan una religión opuesta a la de los terroristas y encima tienen un médico en sus filas, con lo que se vuelven apetecibles en el momento en que los combates arrecian. Como espectadores, lo que al principio es una observación distante se va transformando con el correr de los minutos en una genuina empatía con la lucha de estos hombres. Nos sentimos dentro de esa comunidad (el ritmo pausado y la contemplación de las tareas simples nos lo hacen sentir) y Beauvois dibuja con gran solvencia la entrega de fe de estos hombres. Elige largos silencios para subrayar la armonía que se emana de la convicción y nos ubica dentro del corazón de esta pequeño grupo de creyentes. Seremos testigos de los claros y profundos debates acerca de la misión que ellos intentan sostener y acordaremos con la honestidad espiritual que ellos pregonan a la hora de tomar decisiones. Es claro el mensaje y sentido del director, en estos tiempos turbulentos, donde los valores parecen haberse perdido (irremediablemente), hay sujetos que consagran su vida a Dios y a sus semejantes. Y esto que está presente a lo largo de los tiempos, parece tan extraño hoy en día... En cada fotograma, hay trazos de humanidad pura, que se traslucen en gestos de dolor, pena o incertidumbre. La violencia que el hombre utiliza para expresar sus ideas cada vez acosa más el objetivo de estos religiosos y sobre el cierre, un potente pero previsible cuadro termina por cerrar la tesis del director, nadie es peor enemigo del hombre que el hombre mismo. "Des hommes..." es un film elegido por muchos religiosos (de diversos credos) para mostrar el poder de la convicción humana cuando está alineada con Dios. Este es sin dudas, un film que transita esos luminosos caminos y da material para la discusión. En términos estrictamente cinematográficos es bastante lento, austero y metódico, a tono con los personajes que lo habitan. No es una de esas películas que nuestro público elige aunque sus valores son interesantes y su propuesta está bien contada y mejor actuada. Lambert Wilson (Christian, el líder de la comunidad) y Luc, el doctor (Michael Lonsdale - a quien recuerdo por su rol del inquisidor general en "Los fantasmas de Goya" de Milos Forman-) se llevan merecidas palmas por su gran trabajo. El resto del cast acompaña con solvencia y recato (la trama así lo requiere) y el equipo técnico establece un encuadre con pocos elementos (ideal para una obra de teatro) que cumple perfecto como ambientación del episodio. En Francia fue vista por más de 3 millones de espectadores y aunque la cifra sea sólo un número de referencia, lo cierto es que sorprende saber que una historia de este tipo han tenido tanta audiencia en Europa. Se ve difícil que tenga éxito por su temática en nuestro país, máxime en la época en que se estrena. Por lo pronto, si pueden dejar de lado el cine comercial puro y las demandas de los niños que empujan para otros títulos en cartel (a días de las vacaciones de invierno en Capital Federal), es una excelente opción si el género dramático es lo de ustedes. A mi me gustó mucho, aunque reconozco que no es un film de los que uno elige al primer vistazo en cartelera... Denle una oportunidad, si les gustan las buenas historias.
Los juguetes de Michael Bay abruman pero ya no entretienen Cuando hablamos de una saga que llega a su tercera entrega, ya sabemos que a la industria el film le cerró. La idea puede estar buena o no , pero fundamentalmente los números dan y entonces, seguimos produciendo porque la rueda gira y la recaudación tienta. "Transformers", la primera, fue realmente original porque salir del universo de Hasbro para crear estos autos-máquinas de guerra y darles vida en algún relato que se pueda digerir, fue un hallazgo. Yo no soy fan de estos vehículos pero si reconozco que el ángel de Shia LeBouf, la sensualidad de Megan Fox y las escenas de metálica y furiosa acción llamaban la atención. Cuando ví la segunda, me costó no verla como un producto forzado, hecho exclusivamente para recaudar y al salir de la tercera, me terminé de convencer que esto no da para más y a no ser que sean espectadores muy livianos (de esos que no van mucho al cine pero abarrotan los complejos en vacaciones de invierno solamente, por ejemplo), les costará irse satisfechos del cine. "Transformers 3" tira por la borda el trabajo bien hecho en la primera parte y profundiza la falta de ideas de la segunda, llevando a tener que generar una escena final de 50 minutos, copiada de otra película. Advertencia: ustedes saben que yo siempre cuento demasiado del argumento de una película aunque nunca el final. Aquí, habrá alusiones al cierre de la película por lo cual, si quieren verla sí o sí, debo advertirles que dejen de leer. Es lo que dicen en la jerga, una post-crítica. Nunca me gustó separarlas (pre-críticas es cuando no contiene mucho que revele el argumento), porque mi estilo para escribir fluctúa según mi ánimo pero no puedo evitar hacer referencia a todo lo que destruye Michael Bay para que el film evite hundirse en las frías aguas del río que atraviesa Chicago (el que desemboca en el lago Michigan) luego de abrumadores 157 minutos... Veamos, ideas había pocas. Así como la última X-Men se apoya en un contexto histórico específico para su desarrollo (la crisis de los misiles con Cuba durante la presidencia de Kennedy, recuerdan?), Bay toma la llegada del hombre a la luna en 1969 como punto de partida para la construcción de una historia tan farragosa y absurda que ya, de movida, le daba poco margen para maniobrar. Cuando los primeros astronautas americanos pisan la luna tienen un período en que pierden comunicación con la Tierra, por encontrarse en el otro lado del satélite. Ahí es donde inserta el génesis de la trama: el líder de los Autobots yace muerto dentro de una nave que tiene importante tecnología alienígena que podría servir para la humanidad. En ese momento, la NASA guarda el secreto y suspende los viajes hacia la luna para proteger esa información. Sentinel Prime era el sabio y regente del mundo destruído de los autobots, por lo que cuando sus semejantes se dan cuenta de su paradero, irán junto con Inteligencia Militar a la luna a traerlo de vuelta. Claro, el tema es que en esa nave hay celdas de poder (como cristales) que abren portales dimensionales de cuidado. Ellos podrían usarse para teletransportar cualquier cosa. Cualquier cosa. Incluso un planeta entero. Mientras los militares se entretienen con este problema, Sam Witwichty (LeBouf) está desempleado. Sí, tiene una medalla que le dio Obama, pero... Ya saben. Conseguir trabajo en este mundo posmoderno es difícil. Mirá sino él, salvó dos veces a la tierra de la destrucción y termina en una compañía siendo maltratado por un empleador (extraña participación de John Malcovich en un rol que no entiendo aún) quien lo ubica como mensajero. Si, Sam reparte el correo. Pero no todas son malas... Bueno, para el espectador sí. Megan Fox rechazó subirse de vuelta a la saga y es reemplazada por una bonita pero inexpresiva Rosie Huntington-Whiteley, como la nueva novia del chico bueno. Su personaje es Carly, una empleada curvilínea que atrae todas las miradas por su belleza y juventud pero que no aporta NADA al film, (con lo que este necesita!). Sam no participa del trabajo militar con los Autobots y cuando hay un atentado en su empresa, empieza a atar cabos y decide buscar al equipo especial que opera con ellos para avisarle. Aparecerá en escena Mearing (Frances McDormand, quien no entiendo tampoco que hace aquí), responsable final del cuadro de inteligencia que esquivará que él participe. En esa vuelta, los Decepticons vuelven y vienen por todo. Hasta la hora y media, el film navega en secuencias intrascendentes y pobres aunque con un gran despliegue de animación visual. Pero cuando los extraterrestres malos toman la ciudad de Chicago y se atricheran en ella, la película se va al tacho. Bay parece que vió "Battle LA" y le gustó y dijo, "por qué no seguir su final?". "Total, al público le gustan las escenas de acción". Ahí perdimos los que teníamos alguna esperanza de que la cinta se reestructurara en el cierre. Casi una hora transcurre para salir de esa escena agotadora donde sólo miraba la puerta todo el tiempo. Un exceso de efectos, acumulados y torpes, entierran cualquier tipo de rescate de esta tercera parte. LeBouf, debo reconocer, hace de todo por el film, lo vive en carne propia, pero su despliegue corporal no alcanza para sostener todo el metraje. No es un actor de raza y se le nota. Encima, le toca estar solo (actoralmente) ya que nadie sintoniza su frecuencia. Desde lo técnico, quizás "Transformers 3" sea potable, pero no deja de ser un producto mediocre. Un guión chato emparchado con guiños a otros productos también malos. No se me ocurre casi nada bueno para decir. Será, sencillamente, porque este film no lo tiene.
Vuelve la magia Mientras promediaba la proyección de "Midnight in Paris", hacía un mapa mental de los últimos trabajos de Woody en estos diez años. Todos, excepto "Match point", muy flojos. A ver, alguno de ellos superior a la media, pero del genio que hizo "Manhattan" uno siempre espera producciones de alto vuelo. Ya con "Whatever works", perdí las esperanzas de ver alguna idea nueva y estaba convencido de que ya no había nada más que ver de él. Duro no? Si, pero llegó Cannes (este año, hace unos meses), las noticias alentadoras de que Allen había frotado la lámpara y... Bueno, fui a confirmar si el milagro se había producido. Y así fue. Woody Allen rodó uno de sus mejores trabajos de los últimos tiempos. Si bien siento que "Midnight in Paris" se nutre del espíritu y varias de las concepciones ya mostradas en "The purple rose of Cairo" (innegable influencia para la construcción de este universo paralelo), lo cierto es que construye una fábula en tono fantástico que sorprende por su sencillez y contundencia. Sabemos que este prolífico cineasta (47 títulos) hace rato que filma lo que tiene ganas, de hecho, la secuencia de apertura con esos largos minutos de postales parisinas sin diálogo a otro quizás no se la perdonaríamos y en él la subrayamos como "un homenaje a la Ciudad Luz". Allen está enamorado de Paris (no tanto así de Londres y Barcelona, a las cuales deja bien paradas cuando filmó en ellas en este último tiempo pero a las que no le dedica una apertura tan fotográfica) y todos los personajes ilustres que desfilan en esta película, (anclados en aquellos luminosos años 20' y que han recorrido las angostas calles de París), han sido influencia vital para su prodigiosa manera de narrar. Aquí, todos ellos tendrán su espacio y lo llenarán con textos que definen rasgos únicos de sus personalidades, de manera que desde la butaca, por momentos, uno no puede evitar emocionarse ante semejante muestrario de talento. Cada escena donde escritores, pintores, cantantes y musas se relacionan con el protagonista, Gil (Owen Wilson), se vive desde la platea con asombro y goce: nuevamente, como hace tanto tiempo, Woody toca nuestra fibra íntima, se mete debajo de nuestra piel y nos regala un cuento maravilloso que reflexiona sobre la superficialidad del mundo actual, de las clases acomodadas y su pérdida de lo importante y rinde homenaje a una época en la que todos quisiéramos vivir. Wilson es Gil, un guionista californiano que está de vacaciones en París con su novia, Inez (Rachel McAdams). Ellos están de visita en la ciudad acompañando a los padres de la mujer, quienes vinieron para una fusión empresarial. En el momento en que conocemos los primeros esbozos que pintan a Gil, sabemos que el director eligió construir un ser querible, plástico, impresionable y cálido para llevar adelante la historia: este escritor está en crisis. Tiene una novela de 400 páginas que parece no interesarle a nadie y quiere dejar los guiones livianos que sólo lo ayudan a facturar para volverse un literato serio. De más está decir que no puedo no ver a Woody aquí!!! Si en todas sus películas el protagonista tiene muchos de sus rasgos personales, no pude evitar relacionar esto mismo con la etapa actual de su carrera..., ¿No serán todas los guiones de los últimos años basura hecha para ganar dinero? (perdón cinéfilos, no pude evitar decirlo!) Pero volvamos a Gil, en esa necesidad de redireccionar su carrera, no encontrará eco en su medio. A nadie le interesa que él deje de hacer lo que hace, aunque sea mediocre. Inez lo menosprecia y trata de encasillarlo y limitarlo todo el tiempo, hábilmente poniendo en palabras lo que el realizador siente, la sociedad quiere que hagas dinero y te vuelvas exitoso y no que intentes ser quien realmente sos, respetando tus condiciones y aspiraciones profesionales. Planteado así, una noche que el personaje principal no quiere participar de otra velada con su aburrida novia, se perderá, alcoholizado, por las calles de París para terminar en una plaza, donde un auto misterioso se detendrá y cambiará su vida. Ese auto es un vehículo hacia los años 20'. Aquella increíble época donde en esa ciudad habitaban talentos como Cole Porter, Josephine Baker, Gertrude Stein,Scott y Zelda Fitzgerald, Pablo Picasso, Ernest Hemingway y otros se abrirá a los pies de Gil. Atravesando una barrera temporal que exactamente se presenta de la misma manera cada día (a la medianoche y con un auto como puerta de entrada), este universo modificará la vida de nuestro frustrado escritor para siempre. Owen, de quien nunca espero nada bueno (debo reconocer), sorprende al público poniendose en la piel de Allen (recordemos este rasgo, es imposible despegar al director del protagonista cuando este último siempre es su alter ego en sus films) pero dotandolo de una llegada mayor. El es el puente de muchas ideas que encuentran una vida facilitadora hacia la audiencia. Su empatía se enriquece con las líneas que trae y ese aire de niño sorprendido que vive fascinado por lo que le toca vivir, nos gana desde la primera noche en que se sube al auto para modificar su destino para siempre. El resto del elenco cumple, pero no me imagino "Midnight in Paris" sin Owen. Lejos, el mejor trabajo de su carrera. No quiero describir las situaciones que él vivirá junto a semejante grupo, ya que Gil transitará la noche parisina con sus nuevos y talentosos amigos y debo decirles que los divertidos episodios que se darán, si bien muchos son previsibles, son absolutamente encantadores. Claro, la realidad de estar en contacto con gente talentosa que modificó la historia, hará que la readaptación a la vida corriente, burguesa y vulgar del día, empiece a ser detestada y con razón. Como le pasa a Allen, o a vos o a mí, nadie quisiera volver a la vida ordinaria cuando está compartiendo momentos tan intensos con seres que han marcado época por su legado literario o artístico. El relato es bastante lineal pero en él, el guión transita lo ya conocido (todas las neurosis de Allen junto a sus preconceptos sobre el mundo), aunque genera ese guiño cómplice que tenía "The purple rose..." en el que abrazamos la fantasía y la hacemos propia, sin dejarla ir. En definitiva, esto es cine y se trata de ensoñación, así que no sólo está permitido, sino que debe ser así. No puedo seguir contando más porque tienen que verla. Si les gusta Woody, si no... Es una fábula urbana simple pero entretenida y original. No es de los puntos más altos de su carrera, pero es un saludable retorno a la buenos trabajos de este particular cineasta neoyorkino. Absolutamente recomendable.