En el análisis de una obra pictórica hecha película, y las múltiples interpretaciones que de la misma se podrían y pueden desprender, hay una búsqueda de otra raíz, una que busca lograr comprender la multiplicidad de visiones detrás de un signo. El documental como soporte para transitar la relación entre el ojo, el cerebro y las significaciones, una tesis visual que invade los sentidos (apoyándose hábilmente en la música) y que totaliza su propuesta para hablar de uno de los artistas más importantes de la historia del arte y un cuadro potenciador de sentidos por donde se lo mire.
Película de fórmula, pero no por eso menos efectiva, la adaptación del best seller de Frederik Backman por parte del realizador Hannes Holm nos lleva a empatizar, aún en sus fallas y negatividad con el hombre que da título al film. Claro que está todo puesto a disposición del protagonista para que consiga aquello que se propone, pero aún sabiendo esto, la risa, el humor simple y honesto, terminan por configurar un todo que funciona se lo mire por donde se lo mire.
Las películas que bucean en el universo actoral han forjado un tipo de cine que se asemeja más al documental que a la ficción. En esta oportunidad la propuesta de Fabián Fattore (“Malón”) no escapa a esa regla. En blanco y negro, con la cámara bien cerca de la protagonista, no hay posibilidad de escapar de esta mujer que además trata de construir vínculos en medio del trabajo. Tal vez la opacidad de la intérprete elegida, o tal vez la excesiva exposición de la misma terminan por resentir una propuesta que al poco tiempo de iniciada ya revela su intencionalidad.
Toublanc de Iván Fund es un hipnótico y enigmático relato de pesquisa y construcción, entre tres historias inspiradas en la vida y obra de Juan José Saer, que juega con el policial y el thriller. Con logrados climas, diálogos austeros y buenas interpretaciones, en la misteriosa aparición de un cuerpo y sus posibles implicaciones aquí y del otro lado del mundo, Fund se permite jugar con el soporte, con las pasiones de sus protagonistas, y, principalmente, con el espectador. Atrapante.
El futuro perfecto” (2016), de Nele Wohlatz, es una película que permite conocer personajes para luego construir una mirada lúcida y fehaciente sobre el multiculturalismo que converge en las capitales. Aquí a partir de Zhang Xiaobin, una joven china que deambula en una ciudad, en este caso Buenos Aires pero que bien podría ser cualquier cosmópolis del mundo, en busca de ser comprendida por los otros, se trazan ideas sobre la convivencia y la comprensión. En el tratar de encontrar aceptación, amor, afecto, Xiaobin termina por encontrarse a sí misma en una historia que ya no le pertenece y que quiebra su pasado, un pasado lejano no sólo por distancia, sino porque ya no es la misma. “El futuro perfecto” desarrolla con habilidad planteos sobre la vida en las grandes ciudades y en espacios en dónde las individualidades se pierden y todo se homogeniza. Es una película urbana, por el recorrido que hace en ella sobre sus personajes, pero también íntima por lo que se cuenta. Por eso el futuro perfecto, no es sólo un tiempo verbal, y mucho menos una posibilidad aún inasible, es una metáfora de aquello que aún no se tiene y que puede venir para cambiar un estadio o momento particular. La película no sólo toma el idioma cómo lugar de reparo entre los individuos, sino también como la posibilidad de construcción de los mismos desde aquello que se enuncia o aquello que se deja de decir. La principal virtud, y a la vez capacidad de la realizadora alemana consiste en jugar todo el tiempo con el límite entre ficción y documental, y también con los tiempos que envuelven el relato. Y en ese juego y en ese desandar los caminos de la joven protagonista se comienza a trazar una historia sobre la palabra como fundadora de sentido y como posibilidad. Hay un juego que evidencia la construcción de algunas escenas, pero así y todo, se pierde en esa misma construcción y en las eternas escenas de clases de las niñas orientales que intentan aprender un lenguaje que, en realidad, desde otro lugar ellas también lo hablan. La traducción no sólo implica el original y una nueva obra, en “El futuro perfecto” la traducción posibilita la creación de un nuevo sentido a partir de un estado anterior del que aún no sabemos o queremos saber nada. Lo anecdótico comienza a generalizarse y lo general termina por particularizarse, este doble mecanismo está presente todo el relato, y más aún cuando Xiaobin comienza a presentarse con sus verdades y con las intenciones de tomar partido sobre su futuro. Justamente es ahí en donde la existencia de una película como “El futuro perfecto” permite bucear la vida desde las pequeñas cosas y rutinas de un grupo para hablarnos de algo más, algo que trasciende su propuesta. Xiaobin es sólo una parte de los cientos de miles de inmigrantes que circulan por las ciudades y en esa circulación yenes errabundeo y búsqueda de sentido no hay más que la vida misma exponiéndose ante los ojos de los demás. Grata sorpresa de la cartelera.
El cine ecológico viene pisando fuerte. Cada vez es más la oferta de realizaciones que analizan con profundidad temas que acechan y amenazan al hombre hasta tanto que no comience a mirar las cosas con una orientación menos personalista y egoísta. El realizador Pablo Leónidas Nisenson dice presente en la sección Ventana Documental del 31 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata con La mirada del colibrí (2016) con una propuesta que intenta acercarse a una problemática urgente, como la del avance de aguas a partir del inescrupuloso trabajo que realizan empresas constructoras de barrios privados y edificios en zonas en las que se debería proteger la flora y fauna. La primera escena, apocalíptica, muestra escenas filmadas con drones sobrevolando hectáreas anegadas por el agua, que en la decisión de teñirlas de negro, también se expresa la posición que el director tendrá sobre el tema con el que trabaja. La idea que plantea es necesaria, no sólo porque necesita rápidas respuestas, sino que, además, requiere alguna decisión política que ponga freno a los daños generados. Francisco se dedica hace más de 30 años a investigar, por su cuenta, y a su manera, el avance edilicio en detrimento del verde de la zona. En su búnker, llamado “El Campito”, en Pilar, pasa horas y horas de sus días realizando llamadas, redactando demandas, dialogando con biólogos y especialistas con los que intenta poder compatibilizar para llegar a acuerdos que permitan soluciones rápidas. Pero mientras dedica sus días a esto, y frente al inevitable poderío de las empresas constructoras, que con su afán de seguir enriqueciéndose avanzan sobre esteros y humedales, Francisco propone una mirada, necesaria, sobre un cambio en el modelo productivo y cómo el hombre debe ser visto ya no como centro de la Tierra sino como una opción más dentro de ella. Exitoso, hombre de familia, en determinado momento de su vida Francisco debió parar todo para poder comprender claramente que era aquello que le impedía conectarse con su entorno y los suyos y Nisenson lo acompaña, en su casa, durante sus largas caminatas con su familia y en las salidas para acercarse a los juzgados en los que presenta las denuncias y cómo su vida cambió radicalmente. La cámara en mano, la cámara fija, las “autoentrevistas”, el archivo de exposiciones en universidades, todo lleva a configurar, rápidamente, una imagen sobre el personaje objeto del documental. El director escoge, además, mostrar su relación con Francisco, desde su tarea previa de investigación, con el equipo, comprendiendo o asimilando el bagaje informativo y la verborragia que maneja para expresar sus ideas. Allí, en esa decisión, el personaje por momentos se desdibuja, porque al cobrar protagonismo el equipo y Niseson, se borra la dirección clara y precisa que se había tomado con la exposición de Francisco y sus intereses. En esa escisión, entre el discurso ecológico y la muestra del dispositivo y soporte, el extrañamiento que se configura en la pantalla no termina por superar la inexplicable necesidad del director de ponerse por encima de su objeto.
Remake francesa de “No se aceptan devoluciones”, aquella película que se convirtió rápidamente un fenómeno en los Estados Unidos y que le permitió a su protagonista, Eugenio Derbez, ingresar por la puerta grande a Hollywood. Acá Derbez es reemplazado por Omar Sy (Intocables), una actor que por su versatilidad se puede poner en papeles disimiles entre sí pero con gran repercusión en la taquilla. Hay algunos pequeños cambios en el guion que la favorecen, pero principalmente hay una clara inclinación por el drama que termina por inclinar la balanza y configurar un relato atractivo visualmente y con identidad.
La huida española Tomando como punto de partida la vida de un grupo de pequeños perros caídos en desgracia Ozzy: Rápido y peludo (Ozzy, 2017), película de animación española dirigida por Alberto Rodríguez y Nacho La casa, cuenta cómo de un día para el otro el perro que da nombre a la propuesta, ve su vida transformada en una pesadilla. Amado por su familia, malcriado por la niña de la casa, Ozzy es dejado en custodia en un supuesto “hotel cinco estrellas para perros” mientras sus dueños viajan a Japón a una feria internacional de cómic. Lo que no sabían es que detrás de ese hotel se esconde una siniestra organización en la que la explotación de los canes, son cosa de todos los días. Así, la película pasa de una tierna historia de amistad entre un perro y su niña, a un pseudo drama carcelario en el que Ozzy debe intentar regresar a toda costa al hogar en el cual supo ser feliz. La película española de animación, que en su versión original contó con la voz de Dani Rovira, una de las estrellas más ascendentes de la renovación del firmamento español, trabaja sobre el refuerzo de estereotipos para construir su fábula y moraleja. El perro sí o sí debe acercarse a sus padres en esa cárcel para poder de alguna manera regresar sano y salvo a su casa, y en el camino no sólo deberá sortear a los humanos que esconden el siniestro plan detrás de la fachada del hotel, sino también a una serie de perros que adscriben al plan. Si bien la animación no destaca por su virtuosismo ni realismo, es en la generación de los vínculos entre los personajes en donde Ozzy: Rápido y peludo puede hacerle frente a los competidores de industrias mucho más establecidas y productivas. Los recientes casos de éxito como Planet 51 (2009) o la saga iniciada con Tadeo el explorador perdido (2012), posicionan al cine animado español como uno de los más activos y originales de los últimos tiempos. La película se inclina por el target adulto en la multiplicidad de referencias a la cultura popular que despliega. De hecho uno de los canes villanos se hace llamar Vito, coincidiendo en su temperamento con el padrino Corleone, y también en la manera que dirige a sus secuaces dentro del penal en el que todos están encerrados. Además, trabaja con tópicos presentes en el género “películas de cárcel”, para escapar de lugares tradicionales de la animación y potenciar los arquetipos al momento de definir, con trazo grueso, a muchos de los personajes secundarios. Ozzy: Rápido y peludo tal vez no sea el producto ideal para los más pequeños, pero en la traducción a dibujo del género “carcelario” hay un intento por salir del lugar común y pensar la animación con otra propuesta, más adulta y menos infantil.
De Eslovaquia llega esta dura reflexión sobre el poder y la política y de cómo en medio de una transformación algunos optan por ejercer el autoritarismo y sacar rédito del mismo. Una narración espasmódica que va construyéndose a partir de flashbacks y un logrado trabajo actoral por parte de sus protagonistas, hacen de “La Maestra” junto con “La Cordillera”, las dos más acabadas miradas sobre el poder de los últimos tiempos.
Interesante opera prima que bucea en la relación entre un anarquista y dos jóvenes en busca de una figura paterna. Fernanda Ramondo logra, a través de una bella fotografía y una pequeña pero contundente historia, transmitir emociones en cada escena. La cuidada reconstrucción de época y la elección de la road movie como género para enmarcar el relato, potencian las ideas que se desprenden de una propuesta honesta y simple que llega, además, con otro protagónico antológico de Leonardo Sbaraglia.