Bienvenida la posibilidad de ver a un actor como Samuel Jackson en un rol en el que se lo ve disfrutar todo el tiempo. Secundado por Ryan Reynolds, la comedia de Patrick Hughes desanda los caminos de la buddy movie más visceral, potenciada por un humor digno de las últimas películas de Apatow. En el derrotero de ese testigo protegido (Jackson) que debe llegar a buen destino para dar su testimonio, “Duro de Cuidar” se posiciona como un film que revisita el género para construir su propia visión sobre este tipo de films, jugándole en contra su excesiva duración. Atentos a la participación de Salma Hayek, que se ríe de sí misma y sus participaciones en películas como “Del crepúsculo al amanecer”.
Natalia Garagiola debuta en la dirección con una película que resume lo mejor del cine de “resiliencia”, propuestas en las que la superación de una pérdida se hace en medio de la naturaleza. Acá Nahuel (Lautaro Bettoni) es quien atraviesa la muerte de su madre a la par del reencuentro con su padre (Germán Palacios), y en ese encontrarse solo ante el mundo, la rebeldía supera a la desolación. Las idas y venidas en el vínculo, los constantes enfrentamientos, el dolor que cada escena transmite sólo es superado por las actuaciones de Bettoni y Palacios, en un duelo único. Boy Olmi regala una interpretación sublime en cada participación que tiene.
Película que refleja a Lerman de cuerpo entero, propuesta claustrofóbica, arriesgada, que va tras los pasos de una doctora que en su afán de ser madre a toda costa se encuentra con una realidad inesperada, y en esa búsqueda, al aparecer obstáculos se transforma en alguien totalmente opuesta a ella. Rodada en exteriores, planos cercanos a los personajes, Barbara Lennie deslumbra con una actuación impecable, secundada por Daniel Aráoz y Claudio Tolcachir, en una propuesta dolorosa, necesaria y profunda.
Divertida película con estructura clásica que si bien atrasa algunos años en cuanto al rol de la mujer y su empoderamiento, permite conocer más de las costumbres israelíes alrededor del matrimonio. En el derrotero de una joven que desea a toda costa llegar al altar (cualquier parecido con “El Casamiento de Muriel” es coincidencia) y en el afán de progresar sin mirar atrás, la ópera prima se presenta como un entretenimiento noble y potente.
Al final hay recompensa Algo tan simple como transmitir un mensaje “normalizador” a través de una película es lo que Locos por las nueces 2 (The Nut Job 2, 2017) hace, y no por aleccionadora, deja de ser entretenida. Retomando los sucesos que dieron por concluida la primera parte de la saga, Surly y amigos vuelven en esta oportunidad con la misión de seguir alimentándose con el menor esfuerzo, hartándose de todo aquello que encuentran en esa tienda de frutos secos, el paraíso para todos los animales, pero mientras la fiesta se sucede nada los haría suponer que en breve deberían retomar sus viejos hábitos, porque mientras ellos desmantelan el negocio, el parque en el que vivieron se ve amenazado por un oscuro proyecto comercial en el que el verde dejará de existir para dar paso a juegos mecánicos y montañas rusas. El contraste entre fiesta y pesadilla, y la lucha por recuperar su viejo hogar, terminará por configurar un relato que tiene mucho de fábula, con su moraleja final incluida. El director, Cal Brunker, apela a una estructura clásica de relato para interpelar a los espectadores. Hay números musicales, acción, referencias constantes a la cultura popular, desarrollo de líneas argumentales que bucean en las particularidades de los personajes y también algunas torpezas hasta llegar al final. Su animación lograda, que refuerza los gags y punchlines con los que los personajes van transformando sus puntos de vista y características, no alcanza para que los protagonistas tengan preponderancia frente a la narración. Allí está el principal inconveniente de la película, además de la moraleja explícita que propone, porque cuando una película trabaja más a los personajes secundarios, y descansa en ellos todas las funciones, algo no funciona globalmente. Su clara función adoctrinadora recae en el personaje de Andie, un poco la voz de la conciencia del grupo y la encargada de moralizar al resto, exigiéndoles que recuperen su espíritu emprendedor en contra del pantagruélico estado en el que se encuentran actualmente.Para Locos por las nueces 2 no se puede ser goloso, avaro y encima no ver cómo algo constitutivo, el impulso del trabajo, debe ser respetado y llevado hasta las últimas consecuencias. En esa inflexión, en ese subrayado, es en dónde la película termina perdiendo su frescura, y por más que incorpore tramas paralelas como el enamoramiento de Preciosa, o la participación de un pequeño roedor maestro de las artes marciales, no proponer algo nuevo y cae en lugares comunes.
“Tango en París. Recuerdos de Astor Piazzolla” (2017) es el sentido homenaje que el realizador Rodrigo Vila (“Cantora”, “Mercedes Sosa…”, etc. propone a 25 años de la muerte del renovador de la música rioplatense. Sí bien la película parte de una historia de amistad particular entre Piazzolla y el representante exiliado de músicos, José Pons y su mujer Jacqueline, el relato termina por convertirse en el claro testimonio de una etapa oscura de nuestro país al inevitablemente hablar del autoexilio. Rodrigo Vila es uno de los realizadores que mejor ha comprendido, y de una manera acabada, el rol de la cultura popular en la idiosincrasia de los argentinos como determinante de estereotipos y tipos. Aún dejando de lado los estereotipos, lo importante, es que en sus trabajos es la pasión y el respeto por aquello que está siendo analizado por él como clave y meta, como impulsora del relato y como análisis de la misma. Si en sus últimas dos películas trabajó con los mitos de Mercedes Sosa y Boca Juniors en este punto Piazzolla permite unificar su pasión por las figuras populares y su deleite al trabajar con una figura que en su momento fue vapuleada y criticada por la misma prensa que hoy en día lo extraña y lo pone en un pedestal. El archivo de imágenes en Super 8, fotografías y entrevistas a viva voz permiten transitar de manera dinámica las posibilidades que la figura de Piazzolla y también la de Pons constituyen en sí mismas. Los encuentros y las charlas las celebraciones y la distancia, el tiempo como fundador de sentido y eliminador de cualquier reticencia, son sólo algunas cuestiones que una película como ““Tango en París. Recuerdos de Astor Piazzolla” dispara. Manejar hábilmente el relato dosificando números musicales e imágenes del archivo personal de la familia Pons, para avanzar en la descripción minuciosa de Piazzolla y su vida particular en ese momento histórico. La vida entre Buenos Aires y París, Paris como lugar ideal para estar, mientras que Buenos Aires será el lugar qué rechazara su figura y Europa presentada como la posibilidad de avanzar y sentir. A pesar de algunos lugares comunes y sobrecarga de archivo, Vila profundiza su faceta documental de una manera hábil e ingeniosa proponiendo un viaje al pasado para repensar este mito del tango y su influencia actual. 25 años no es nada, y mucho menos para un hombre que supo hacer de su pasión un oficio, y dentro de ese oficio, su continua búsqueda, un camino que el director también está propuesto a hacer, y, lógicamente, también el espectador. “Tango en París. Recuerdos de Astor Piazzolla” es una película para los fanáticos, para los que alguna vez se emocionaron con la música de Piazzolla, y, principalmente, es una película para analizar, de manera tangencial, qué hacemos con nuestros mitos fundantes luego de su muerte.
Tomar un hecho histórico real para construir una historia que no sólo entretenga sino que permita desandar el pasado desde otro lugar, no sin compromiso, pero con una verdad sobre las relaciones que trasciende sus licencias. “QTH” es un diabólico juego que reposa su potencia en el devenir de dos jóvenes soldados y sus jefes y las luchas internas por mantener el poder en medio de la nada. La comunicación, la información, el silencio, todo juega a favor de este relato que sin pretensiones brinda una mirada lúcida sobre una infame etapa y guerra.
Inscripta en esa línea delgada entre el documental y la ficción, la realizadora Clarisa Navas habla de un grupo de mujeres luchando por su espacio mientras se las quiere utilizar políticamente para unas elecciones. La pelota de fútbol como elemento que trasciende lo lúdico y se configura como espacio de lucha de poder simbólico. Algunas secuencias, armadas, posibilitan la conexión con estas mujeres, pero en el artificio que se vislumbra en su totalidad, la propuesta pierde verosímil.
La transposición es una operación que permite, o bien crear una obra nueva a partir de un original, o bien copiar a rajatabla un texto para intentar traducirlo en imágenes. El caso de la adaptación que Alejandro Maci y Esther Feldman han hecho del libro de Bioy Casares y Silvina Ocampo se ubica en el primer apartado, dotándola, además, de una estructura mucho más efectistas que las páginas del célebre libro proponía. En el arrebato emocional de un médico homeópata que busca escaparse de una historia amorosa complicada, el inevitable y desenfrenado impulso regresa de una manera casi inesperada. En un lujoso hotel de Ostende esa pasíon que se quería olvidar golpea una vez más. Maci propone un juego de preguntas sin respuestas para un thriller con elementos de film noir que genera encierro y agobio, pero que además impulsa hacia el final una sorpresa para resolver la pesquisa que proponía inicialmente.
Lorraine resume todas las fantasías acerca del espionaje y la acción en un personaje que terminará por revelar a Charlize Theron como la figura de género que ya supo presentar con su participación en Mad Max: Fury Road. El inverosímil y la delgada línea que se transita en este tipo de películas es bienvenida en esta oportunidad gracias no sólo al talento de la actriz, sino a una puesta eficiente, efectista, sí, pero ávida de cine que termina por consolidar la misma propuesta.