La historia de este documental empezó en una plaza de Tilcara (Jujuy), cuando su director, Juan Pablo Ruiz, escuchó casualmente la preciosa música del altiplano que Micaela Charque producía con una quena y decidió comprarle un CD. Un tiempo después, le terminó pidiendo un tema para musicalizar un cortometraje que estaba produciendo y empezó a tejer con ella una relación amistosa que finalmente desembocó en este poético documental inspirado en una serie de sueños recurrentes de Micaela relacionados básicamente con sus lazos familiares y la experiencia del desarraigo. Luego de años de ausencia, la joven regresa a su hogar natal, en una zona inhóspita a la que se llega después de un arduo periplo de dos días por la montaña, para reencontrarse con su abuela, Felipa Zerpa, una anciana ermitaña de origen colla, muy curtida por la vida en ese entorno silvestre y desplazada de su finca por los poderosos ingenios azucareros de la provincia de Salta. Llega acompañada por su madre, Cornelia Yurquina -hija de Felipa-, y entra en contacto de nuevo con los rituales y las tradiciones propias de su cultura. También con la particular cosmovisión personal de esa mujer que ya es parte del paisaje. Una reunión vital y emotiva precedida por un largo viaje que Ruiz registra de muy cerca, con calidez, rigor y un tono sereno y cuidadoso, pero sin renunciar a la emoción.
Los vestigios de un pueblo originario del norte argentino… La última sobreviviente de un paraje inhóspito del norte de Salta. La ópera prima de Juan Pablo Ruiz aborda la opresión sufrida por una comunidad con la llegada del ingenio (la recolección de caña) a la región de Cerro Quemado, siendo violentada y extorsionada. Muchos murieron y otros decidieron marcharse. Micaela y su madre Yurquina emprenden un viaje en busca de su abuela Felipa, última moradora Coya del olvidado, duro, pero extraordinario paisaje andino de Cerro Quemado. Un documental que ilustra la supervivencia de la ultima habitante coya, que relata el forzado éxodo que sufrió una de las tantas comunidades indígenas en nuestro país, en este caso, una de las familias coyas obligadas a dejar sus tierras en «Finca Santiago» tras la aparición de nuevos «propietarios» quienes los forzaban a pagar un alquiler o trabajar a destajo en el Ingenio San Martin del Tabacal. Con un ritmo pausado, pero no lento, con una bella fotografía de los paisajes como protagonistas hacen ver lo que hubo, su grandeza y su pérdida. El trayecto se convertirá no solo en el retrato poético de un mundo a punto de desaparecer, sino también en el encuentro íntimo, espiritual, de tres mujeres de generaciones distintas unidas por un pasado indígena. Tres generaciones de mujeres coyas a través de un viaje de conexión con las raíces, con el ser, el vínculo con la naturaleza y la magia que nos otorga mostrándonos nuestra propia esencia. Una narrativa más visual y sensorial sin pretensiones, que intenta plasmar mediante emociones tan naturales como los propios escenarios donde nos presentan este relato de huellas y ruinas de una cultura indígena. Pero en este intento de estampar cierta carga emocional del encuentro de dichas mujeres, creando una expectativa ante su unión, queda a medio hacer, sin llegar al punto de acercamiento emocional que se pretende delinear. En síntesis, «Cerro Quemado» es un interesante documental que queda a medias tintas mostrando la vicisitud del tiempo, las grietas que han quedado en sus vidas, intentando contar, mediante la pesadumbre, la historia sobre una comunidad oprimida y olvidada.
Desde lejos, el carnaval "Documental simple y contundente, sin disfraces. La naturaleza y el silencio se equilibran y nos llaman. Allí en ese cerro, depende de nosotros y de nuestra percepción, reencontrarnos con nuestra existencia y sensibilidad. Es la invitación de esta recomendable película" Cerro Quemado (Argentina, 2019) Micaela y su madre Yurquina emprenden un viaje en busca de su abuela Felipa, última moradora Coya del olvidado, duro pero extraordinario paisaje andino de Cerro Quemado. El trayecto se convertirá no solo en el retrato poético de un mundo a punto de desaparecer, sino también en el encuentro íntimo, espiritual, de tres mujeres de generaciones distintas unidas por un mismo linaje ancestral. El Director y Guionista Juan Pablo Ruiz tiene bien claro lo que quiere contar, en su sencilla propuesta, un excelente trabajo de sonido, montaje y dirección. La acústica de los lugares, nos hacen comprender de manera óptima, el mensaje, dado que trabaja mucho mejor al motivar la percepción del espectador. Logra esto, porque utilizó el silencio, atinada elección para su propósito, obligando al espectador, a percibir lo que no se muestra y a utilizar todos nuestro sentidos. Las locaciones, además del grandilocuente cerro, y la historia de los personajes confluyen en armonía. Por otra parte, un recurso muy atractivo sensorialmente, es el movimiento de la cámara en mano y cámara fija, logrando desde lo perceptivo, y de manera convincente, introducir al publico al relato, contribuyendo a la credibilidad y verosimilitud del mismo. Los planos más utilizados connotan este juego de percepción y seducción, donde ponderan: planos detalles PD, planos generales PG, planos medios PM, primerísimos primeros planos PPP y primeros planos PP. Porque la información, se encuentra en todos los espacios, no en los escasos diálogos, sino en todo que se elige dejar afuera y en el silencio. Lo más importante se da a entender a través de los sonidos, nuestro oído tiene la habilidad de diferenciar los estímulos a medida que transcurren los hechos, la sensación de tiempo y su evolución. En cuanto al guion, su estructura y duración conforman una sólida frecuencia, la narración de los temas planteados, incluyendo al espectador y buscando cierta interpretación y complicidad. La música es un recurso muy importante también, y se luce más aún, en el silencio del cerro. La música original es de Micaela Chauque, una de las protagonistas. "Respeto y silencio. Una propuesta para hacer un análisis introspectivo, repensar con respecto a lo que nos rodea y valorarlo. Si abandonamos el odio, es posible fluir como el agua, el aire, el cielo y el fuego. Eso que siempre estuvo, está y estará allí, como expresión de lo no contaminado. Y recordar que nunca es tarde para regresar a nuestras raíces." Clasificación: 8/10 Ficha Técnica Cerro Quemado (Argentina, 2019) 63 min. Documental
Decía Eduardo Galeano que “nada hay en verdad más revolucionario que dar la palabra al colonizado, al explotado, para que nos muestre su realidad tal cual es, con todas las grandezas y miserias de su humanidad, sin deformaciones interesadas en ilustrar otros postulados”. Orientado al cine documental de corte etnográfico el estreno de Cerro Quemado de Juan Pablo Ruíz (co director junto Martín Masetti de La palabra empeñada, 2008) funciona como herramienta para reivindicar la identidad y los derechos de los pueblos originarios, y también como expresión del etnocidio y explotación territorial, laboral y cultural que padecieron. La película retrata con minuciosa observación a tres generaciones de mujeres collas que se reúnen en los altos del Cerro Quemado para compartir y preservar tradiciones ancestrales, su legado familiar y profundizar los vínculos que las unen. Desde el inicio, la cámara acompaña a Micaela Chauque, destacada folklorista y música, que decide viajar junto a su madre, Cornelia Yurquina, a visitar a su abuela Felipa Zerpa, última representante de la comunidad familiar. La anciana vive sola en medio de la inmensidad del cerro junto a sus animales, y será el foco de transmisión de la sabiduría de su pueblo como de la violencia a la que fueron sometidos con la llegada del ingenio azucarero a la región. Su voz, mezclando el idioma quechua y el español, constituirá el eje del relato. El documental de Ruíz recuerda a ciertas características narrativas del cine de Jorge Prelorán (para muchos el Jean Rouch argentino), en relación al método que aplicaba en sus películas etnobiográficas: la elección de un personaje o familia reducida en su entorno natural, su acercamiento en busca de la confianza e intimidad que permita al entrevistado la fluidez para hablar, como el documentar la vida cotidiana con algunos hechos ocasionales sin interferir. Prelorán en su carácter de observador participante trataba de invisibilizar su figura como en la reconocida Cochengo Miranda (1975). En Cerro Quemado el acercamiento a las protagonistas explora la cotidianeidad, su relación con la naturaleza y los lazos afectivos que reafirman su identidad como pueblo. El uso de primerísimos primeros planos, encuadres estilizados y una fotografía que exalta la belleza del paisaje que las rodea o el contraste de la luz sobre sus rostros, le imprimen un tono poético que se conjuga con la música autóctona y el testimonio de la opresión que sufrieron con la presencia del hombre blanco en la región norteña. En palabras del director, “…considero justo y necesario intentar rescatar, a partir del cine, parte de la cultura coya de los pueblos originarios del norte argentino. Una civilización rica en conocimientos y dueña de una propia cosmovisión, que inexorablemente marcha hacia su expiración.” En su paso por destacados festivales y muestras nacionales e internacionales, Cerro Quemado logra con pocos elementos y a pesar de ser una película pequeña, acercarnos a la problemática de los pueblos originarios de Latinoamérica; a través de una mirada sensible y respetuosa, que se aleja de un cine utilizado como mero proveedor de imágenes figurativas y exóticas de los aborígenes, para apelar a la percepción de una realidad matizada por el racismo y los estereotipos de la cultura dominante. Ruiz elige contar una historia en la que simboliza una despedida entre las tres mujeres, a quienes otorga la voz y el espacio al que pocas veces pudieron acceder. El poder de la palabra al que hacía referencia Galeano, nos acerca a un pasado de sometimiento y esclavitud en manos del poder colonizador que actúa con la impunidad y el salvajismo al que ellos mismos temen y condenan. CERRO QUEMADO Cerro Quemado. Argentina, 2019. Dirección y guion: Juan Pablo Ruiz. Intérpretes: Micaela Chauque, Cornelia Yurquina, Felipa Zerpa. Fotografia y cámara: Gustavo Schiaffino. Montaje: Juan Pablo Ruiz y Alejandro Nantón. Sonido: Omar Mustafá. Música: Micaela Chauque. Duración: 63 minutos
UN DOCUMENTAL MÁS El documental de Juan Pablo Ruiz sigue a tres generaciones de mujeres coya. Felipa Zerpa, la nieta, se comunica con su madre, Cornelia Yurquina, para comentarle un sueño que tuvo y que involucra a su abuela. Y así parten hacia ese recóndito lugar y al encuentro de la anciana, Micaela Chauque, primer eslabón de un árbol genealógico que de nieta a abuela va profundizando su contacto con el entorno en el imponente noroeste argentino. Documental de observación, Cerro Quemado le da protagonismo a los rituales de estas mujeres como una forma de mantener viva una tradición. Detalle fundamental de una película que terminará denunciando la violencia con que irrumpieron en el lugar empresas vinculadas con la producción de azúcar, corriendo a todos los habitantes y apropiándose de la región. Si bien el seguimiento de esos rituales -manufacturas, elaboraciones caseras, tareas agrarias- requiere de una cámara atenta a los detalles, Ruiz propone desde la puesta en escena un acercamiento extremo a los rostros de sus protagonistas por medio del primer plano. Puede ser un recurso un poco agotador, pero también es coherente con la intención de darle visibilidad a una experiencia humana inusitada. Ampliar el plano, minimizar la presencia de esas mujeres dentro del encuadre, podría llevar no solo a la relativización de lo que se observa sino, además, a una apuesta por un paisajismo que funcione como un abismo de banalidad; ese mal de muchos documentales, por otra parte. Cerro Quemado tiene una fotografía imponente y un aspecto visual destacado, que en algunos momentos se acerca a una idea de poesía audiovisual algo festivalera, pero que encuentra sus límites y se aleja del preciosismo fatuo. Sin embargo la película de Ruiz tienen sus problemas: la decisión de sustraer tanta información y depositar todo el peso en las imágenes, en la observación y en el plano cerrado que invisibiliza el contexto, obliga a que esa denuncia de la que hablábamos en el primer párrafo tenga que ser puesta en texto antes de los créditos finales. La película no encuentra del todo una idea formal o narrativa que exponga esa tragedia social a la que se enfrentan los personajes. En definitiva, y más allá de algunas imágenes realmente bellas, termina siendo un documental de observación más.
“Cerro Quemado” de Juan Pablo Ruiz. Crítica. Un largo camino a casa Marcelo Cafferata Hace 7 días 0 54 Para seguir completando la cartelera de Cine.ar/play esta semana se estrena “CERRO QUEMADO” el documental de Juan Pablo Ruiz Micaela se despierta algo movilizada. Tuvo un sueño con su abuela Felipa y llama inmediatamente a su madre para proponerle emprender un viaje hacia su reencuentro. Hace ya un tiempo que no se ven y siente esa pulsión y una cierta urgencia en ir hacia Cerro Quemado, a la casa de su abuela que es, a su vez, su casa natal. Su madre, Cornelia, revive en su relato esa idea de que su abuela ha sido un personaje más que importante en la vida de Micaela, porque ha sido justamente quien la ha recibido en el instante de su nacimiento. Recuerda vívidamente ese momento, lo describe con lujo de detalles, lo rememora y lo comparten juntas. Ese reencuentro familiar será el eje rector de este viaje que tiene varios recorridos que se multiplican y reverberan entre sí. Uno geográfico, que se percibe más claramente, cuando atraviesan las Altas Cumbres salteñas para llegar a encontrarse con Felipa. Un trayecto en donde nos ensoñaremos con una fotografía deslumbrante en un paisaje único, gracias al excelente trabajo de Gustavo Schiaffino, fundamental en el resultado final del documental. Pero hay otros viajes, mucho más profundos que son los más interesantes de explorar y son aquellos que justamente Juan Pablo Ruiz invita a que el espectador recorra a medida que avanza la narración que si bien es documental, presenta un esquema simple pero profundo, que bien podría contarse en cualquier ficción. Inteligentemente, Ruiz trata de borrar toda señal de la presencia de la cámara para seguirlas en su ritmo, en su respiración, en sus tiempos tanto a Micaela como a Cornelia y desde lo observacional y el detalle, poder relatar los vínculos, las costumbres, las pausas y describir perfectamente a sus personajes. Ruiz abreva en lo poético para que este viaje sea un encuentro con sus orígenes. Y no sólo para Micaela significará volver al lugar de su nacimiento, a ese útero que la cobija, como una nueva forma de volver a parirse, sino que a la vez servirá de espejo para vincularse con la cultura coya y reivindicar a los pueblos originarios y a su cultura. El rescate que realiza Micaela también como artista folclórica a través de su música y de su arte, permite acercarnos a toda la cultura de sus ancestros, de sus antecesores, esa cultura que se encuentra en extinción y que de esta manera vuelve a visibilizarse Por otra parte este viaje tiene una intención de despedida, aunque no lo ponga en palabras o lo narre explícitamente, hay una sensación tácita de alerta para no posponer ese encuentro, lo que se evidencia en esa necesidad imperiosa de Micaela de emprender el viaje. Felipa ya es muy mayor y ese sueño oficia de llamado, de premonición, para producir un encuentro antes de un posible final.
Micaela y su madre Yurquina emprenden un viaje en busca de su abuela Felipa, última moradora Coya del olvidado, duro pero extraordinario paisaje andino de Cerro Quemado. El trayecto se convertirá no solo en el retrato poético de un mundo a punto de desaparecer, sino también en el encuentro íntimo, espiritual, de tres mujeres de generaciones distintas unidas por un mismo linaje ancestral. Cerro Quemado es uno de esos documentales que nos hace preguntarnos acerca de los recursos del género. Algunas de las imágenes de los paisajes son impresionantes. Allí, el film habla sin usar palabras. Deja en claro la relación entre los personajes y su entorno. Sin embargo, cuando se acerca a las personas no logra cautivar, interesar, generar empatía. Ahí es donde cabe preguntarse si los recursos del cine no podrían utilizarse para que ese mundo olvidado, al borde de la extinción, se vuelva cinematográficamente interesante. El cine y la vida que retrata no son iguales, asumir esa diferencia y aprovecharla permitiría que más espectadores se acerquen y entiendan lo que quiso mostrarnos el realizador en Cerro Quemado.