Close es un típico film que, muy a menudo, suele ser exhibido en la Competición Oficial del Festival de Cannes, en las etapas finales del mismo. A esta altura del certamen la película corría el serio riesgo de pasar desapercibida, entre tantos títulos ya presentados. Pero afortunadamente su realizador, el belga Lukas Dhont, tenía un significativo crédito anterior, al haber ganado la Cámara de Oro en 2018, a la mejor opera prima. La sorpresa que Close depara es mayúscula al contar con dos muy jóvenes y talentosos actores, Eden Dambrine (Léo) y Gustav De Waade (Rémi), sin ninguna experiencia previa en el largometraje. Ellos interpretan a un par de adolescentes a los que une una fuerte amistad, en una relación ambigua, que provoca la burla, sobre todo, de algunas compañeras de clase. Un hecho trágico sacudirá a las familias de ambos y particularmente a Léo, quien sentirá culpabilidad por el hecho acontecido. Lo llevará a acercarse a Sophie (Emilie Duquenne), madre de Rémi, protagonizando una escena hacia el final, de gran sutileza, característica que se extiende a lo largo de toda la obra. La conferencia de prensa, inmediatamente posterior a la proyección, mostró curiosamente una escasa presencia de miembros de la prensa. Permitió a este cronista formular un par de preguntas, la primera de las cuales se refería al rol que tuvieron las consagradas actrices, la ya mencionada Emilie Duquenne y Léa Drucker, para apuntalar las actuaciones de los jóvenes intérpretes centrales. Señalaron que Dhont les pidió no ceñirse totalmente al guion, privilegiando hacerlo con gran libertad e improvisación. El otro tema que motivó la interpelación fue el uso alternativo de las lenguas francesa (valón) y flamenca (similar al hablado en Holanda), señalando el realizador su interés en enfatizar la convivencia de ambos idiomas. Aclaró que los dos actores (sus apellidos lo denuncian) son de distinta procedencia lingüística, pero ambos bilingües. Entre los miembros del panel se encontraba otro joven de idéntico apellido (Dhont) y notable parecido físico (quizás mellizo), hermano del director y con el cual coprodujo las dos películas de Lukas. El moderador del debate comparó (algo exageradamente) a esta asociación con la de los hermanos Almodóvar. Al finalizar una conferencia de prensa, como se señalara poco concurrida, había larguísimas “colas” para la siguiente del film Broker de Hirokazu Kore-Eda. La mayoría eran periodistas del Lejano Oriente, donde no siempre resulta fácil distinguir entre los de Japón (de donde es oriundo el director) y los de Corea del Sur, país en que se sitúa la trama del film. Seguramente muchos de los críticos quedaron afuera, ante la limitada capacidad de la sala de prensa.
La nueva y potente propuesta de Lukas Dhont (Girl), indaga en la construcción de las masculinidades en la sociedad a partir de una entrañable amistad entre dos niños que se ve afectada por la mirada del afuera. Leo y Remi son dos grandes amigos. Pasan sus días entre batallas imaginarias, cenas y almuerzos con familiares, noches de pijamada. Dibujos, música. Es la previa al inicio del primera año del secundario. Tienen todo el tiempo del mundo para seguir cultivando esa amistad que los impulsa a ser felices. Pero el idilio durará lo que justamente ese período de paréntesis escolar les impuso, y aquello que estimulaba sus días comienza, al menos para uno de ellos, a ser un incordio. ¿Cómo determina la sociedad el tipo de amistad que debemos tener? ¿Qué tiene de malo que dos jóvenes se hablen mirándose a los ojos, se sonrían y la distancia entre ellos sea casi nula? Close, de Dhont, nos dispara, de manera certera, cuestionamientos y reflexiones en cada escena, sobre la identidad sexual, el bullying, la sociedad patriarcal presionando, con pocos diálogos, una puesta cuasi documental por momentos y una mirada de un preciosismo único para construir sus personajes, Close, nos ofrece uno de los relatos más desgarradores de los últimos tiempos, pero al mismo tiempo los más lúcidos. Eden Dambrine y Gustav De Waele, Leo y Remi, respectivamente, brillan como estos dos amigos que frente a la tormenta exterior desde su intimidad desnudan sus almas en cada interacción. Galardonada en el último Festival de Cannes, obteniendo el Gran Premio del Jurado, a mí entender, Dambrine y De Waele deberían haberse llevado también una mención por su extraordinario trabajo.
Close transcurre en la Bélgica rural, donde dos niños de trece años, Léo y Rémi, son los mejores amigos. Comparten una amistad muy cercana llena de afecto y durante el verano donde dicha amistad crece, comparten la cama a la hora de dormir. Los padres de Rémi quieren a Léo como si fuera un segundo hijo. Léo y Rémi son felices compartiendo esa vida en el campo, andando en bicicleta y disfrutando de cada momento. Pero cuando empiezan las clases la cercana amistad entre ambos es observada por sus compañeros. Unas amigas les pregunten si son pareja y Léo lo niega de forma rotunda mientras Rémi no dice nada. Será el lento pero definitivo camino que los irá separando. Close (Bélgica, 2022) ha sido nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa y ha obtenido varios premios internacionales incluyendo el Festival de Cannes. Su director y guionista, Lukas Dhont, Dhont se inspiró en el libro de la psicóloga Niobe Way, Deep Secrets: Boys Friendships and the Crisis of Connection, que describe su estudio sobre la intimidad entre los adolescentes. Dhont nombró la película después de una “amistad cercana”, un término que aparece de forma frecuente en el libro. Close no es una película sobre la sexualidad, sino sobre el afecto entre los niños entrando en la adolescencia. Lo difícil que es conseguir una amistad cercana y afectuosa, entre dos futuros hombres, dentro de una sociedad que miran con cierta recelo ese tipo de conductas. Lukas Dhont tiene la habilidad para describir dicha amistad de forma precisa, indubitable, rodeada por la libertad de esa vida conectada con el hedonismo de un verano en el campo. Con la misma eficacia capta el condicionamiento que produce en las personas el entorno en el cual se mueven los protagonistas. Una amistad de verano, erosionada por la mirada de los otros, un amor genuino al que se le empieza a poner una carga extra. Pero entonces, cuando Close da su giro, la emoción acumulada de todo lo que sabemos de Léo y Rémi desemboca en una tristeza enorme. Basta una pequeña distancia para que las personas se vuelvan un misterio y sus acciones sacudan hasta lo más profundo las certezas y el mundo de quienes los rodean. La emoción de Close está construida con puro lenguaje cinematográfico, a punto tal que lo que divide a la película en dos partes no es mencionado, solo se arma con imágenes y diálogos que evitan insistir sobre eso. Es de verdad movilizador el uso de las herramientas del cine que el director aprovecha para mostrar sentimientos profundos y complejos. Close es también una película sobre la ausencia, sobre lo que está presente a cada momento a través del mencionado lenguaje, sin tener que aparecer en cámara. Narrar lo que no está es uno de los ejercicios más difíciles pero más bellos del cine. La melancolía que produce es muy particular y se necesita talento para hacerlo sin que sea una mera acumulación de golpes bajos. Close cuenta con imágenes y con un tono perfecto la importancia de los afectos y el peso que puede llegar a tener la ausencia de los mismos.
El film de Lukas Dhont nos habla del significado de crecer en una sociedad en la que hoy, si bien hemos avanzado mucho en términos de aceptación a la diversidad y en una apertura sexual más allá de la heteronormatividad, aún hoy puede resultar muy complejo reconocer lo que somos o lo que queremos ser y qué es lo que veraderamente deseamos. Es, en este punto, que el film pone el acento en la mirada de le otre, del que dirán y de cuánto nos afecta y nos reprime. Con mucho cuidado y tacto y sin caer en clichés, el film nos permite profundizar en la complicidad de dos niños que se están descubriendo a sí mismos y a su sexualidad de una manera muy sensible y sútil. Al respecto, quizá lo más interesante que se plantea desde el guion, es que más allá de que empaticemos o no con lo que les pasa y lo que sienten los personajes, deja que el espectador y la espectadora saque sus propias conclusiones respecto de su intimidad y de cómo a cada uno les afecta esa mirada de le otre.
El director y co-guionista (junto a Angelo Tijssens) Lukas Dhont (Ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2022), indaga en la poderosa y sincera amistad de Léo (Eden Dambrine) y Remi (Gustav De Waele) dos niños, casi adolescentes muy unidos, casi hermanos, que cuando comienzan el colegio secundario son objeto de bullying por parte de sus compañeros por esa amistad que vista desde afuera, genera algo inapropiado. Antes de que todo esto suceda, ambos juegan, andan en bicicleta, Remi toca el clarinete y Léo observa con admiración, alternando estas actividades con su trabajo en la granja de flores de su familia. Duermen juntos, en la casa de uno o del otro, sus padres se reúnen y comparten comidas, pero todo lo que vemos como una demostración del amor más puro, es vista por los demás como una falta de masculinidad. Cuando los demás chicos les preguntan si "están juntos", Léo comienza a alejarse, intenta interactuar con otro compañero, Baptiste (León Bataille) y comienza a jugar al hóckey sobre hielo con otro grupo, provocando en Remi un dolor que se convierte en tragedia. Contar más del desarrollo de la historia sería spoiler, pero sí debo destacar los hermosos exteriores que llevan el sello del director de fotografía Frank van den Eeden y las excelentes actuaciones de los jóvenes (sobre todo Dambrine) que llevan el mayor peso de la historia y que ojalá nos brinden más de su arte de acá en adelante. El guion, nos pone en jaque invitándonos a pensar y re-pensar el por qué de los prejuicios, por qué no se puede dejar de encasillar o restringir la libertad del otro. El resto del elenco es igual de talentoso, sobre todo ambas madres, la de Léo, Nathalie (Léa Drucker) y especialmente Sophie (increíble Émilie Dequenne como la madre de Remi) quien, con gestos, palabras y miradas brinda una descollante actuación. Completan el cast como el padre de Léo, Marc Weiss, Charlie (Igor van Dessel) como el hermano mayor y Kevin Janssens como el padre de Remi. Sensible, bella, dramática, poética y cruda, con actuaciones deslumbrantes. Todo eso es "Close"
El joven director belga fue la gran revelación del Festival de Cannes 2018 con Girl, película que ganó la Cámara de Oro, la Queer Palm, el premio FIPRESCI de la crítica internacional y el galardón de actuación en la sección Un Certain Regard para Victor Polster. Este segundo largometraje tuvos su estreno mundial también en Cannes, donde obtuvo el año pasado el Gran Premio del Jurado (segundo en importancia). Y, aunque no llegue al nivel de audacia de su ópera prima, Close lo consolida como un cineasta de inusitada sensibilidad e inmenso talento. -El film se estrena primero en 13 salas de Argentina y en abril llegará al servicio de streaming MUBI. Leo y Remi (Eden Dambrine y Gustav De Waele, ambos debutantes absolutos) son a sus 13 años mejores amigos en el contexto del primer año del colegio secundario. La relación es tan íntima, tan cercana, tan intensa, que muchos se burlan, los acusan de gays y les hacen bullying. Se quedan a dormir en la casa del otro, comparten largos paseos en bicicleta por idílicos parajes y se acompañan en la vida cotidiana. Hasta que, de manera casi inevitable y natural, se van generando diferencias, desconexiones, celos, envidias, decepciones, búsquedas individuales (Leo, por ejemplo, incursiona en el hockey sobre hielo). No conviene anticipar nada más porque Close es de esas películas a las que un inoportuno spoiler puede limitarle buena parte del disfrute (y la complejidad) de la experiencia que propone. Más allá de algunas decisiones de guion bastante drásticas (que ya aparecían también en Girl), Dhont expone una capacidad de observación, una sutileza, una delicadeza, una ductilidad para manejar múltiples aristas y matices que lo convierten en un cineasta singular. Aquí, en deteminado momento el conflicto pasa por las contradicciones generacionales, las diferentes formas en que adultos y adolescentes procesan situaciones extremas y dolorosas. Sencilla en apariencia, noble en su propuesta, profunda en la indagación de la psicología de sus personajes, Close -que tiene algunos puntos de contacto con Un monde / Playground, de la también belga Laura Wandel, vista en Cannes 2021 -se acerca a los prejuicios homofóbicos desde el desprejuicio, a los condicionamientos sociales y las imposiciones heteronormativas desde una apuesta liberadora. Un muy buen segundo trabajo para este director que recién tiene 31 años.
En una región rural de Bélgica, Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele) comparten las tardes de juegos. En una vieja construcción abandonada esperan en la oscuridad la llegada de un ejército invisible, tan imaginario como el que escribiera Dino Buzzati para el teniente Drogo en El desierto de los tártaros. En esos días todavía soleados corren por el campo lleno de flores, se ríen a carcajadas, imaginan un futuro de camaradería. Para Léo, las visitas a la casa de Rémi son el remanso de una familia sustituta, mientras la suya se dedica a las labores de recolección de flores o a la preparación de las plantas para la próxima temporada. Lukas Dhont delinea esos momentos iniciales como un edén permitido, armonía y calidez, amistad y compañerismo en este film nominado al Oscar como mejor película internacional, rival de Argentina, 1985. Pero las vacaciones terminan y llega el tiempo escolar: Léo y Rémi comienzan el colegio secundario. La implacable mirada exterior llega con la curiosa y algo impertinente intervención de un grupo de chicas que sugieren que los abrazos y la intimidad de los varones son el signo de algo más, una sexualidad que debe ser nombrada y etiquetada. “¿Son novios?” es la frase que sintetiza esa inquisición. Luego vendrán las cargadas, las miradas burlonas, el intento de Léo de sortear el inminente estigma con la normalización. El mundo social instala una progresiva distancia entre los amigos, necesaria para Leó y devastadora para Rémi. Si lo que los unía era una hermandad fortalecida por el tiempo compartido en el preámbulo de la adolescencia o un deseo sexual todavía inexplorado, no lo sabemos. Ambas posibilidades son válidas: Dhont cree en la potencia del cine justamente por su condición polisémica. Lo que sí explora con su cámara es el poder revelador de la mirada de Léo, a quien elige como punto de vista y quien ofrece todos los misterios de esa etapa de la vida, desde el intento de ser parte de una comunidad, responder a los mandatos de la masculinidad como el sortear el maltrato y la maledicencia. A veces se roza con la crueldad para preservarse, a veces la culpa es una mochila demasiado pesada para cargar toda la vida. La historia propone giros decisivos, intentos de reconciliaciones, un mundo que ostenta su belleza y también su rostro impiadoso. Más allá de lo deslumbrante de las actuaciones o el tono justo para un tema a menudo proclive a los excesos, el mérito de Dhont consiste en otorgar una mirada honesta y comprometida para aquellas situaciones que siempre merecen la denuncia social o la misantropía. Sin discursos aleccionadores ni itinerarios programáticos, el cine del belga — quien ya había asomado con una poética poderosa y nada acomodaticia en Girl (2018)- recorre desde lo profundo la mirada hacia el afuera de sus personajes, el intento de sobrevivir sin traicionarse, de desafiar la injusticia, de ser la mejor versión de sí mismos. La puesta en escena de Close elige una cercanía dolorosa, un uso notable de los primeros planos, un tratamiento inteligente de la elipsis que le evita al relato todo gesto declarativo. Y lo de Eden Dambrine es de otro planeta, una expresión única para aquellas emociones que no requieren palabras.
Triste: así es Close, una película que impacta y conmueve como pocas, que es candidata al Oscar a la mejor película internacional, donde compite con Argentina, 1985, de Santiago Mitre, y que cuenta una amistad o una relación como pocas. El cineasta belga Lukas Dhont ya había avivado el fuego, incitado y despertado el interés con Girl, su opera prima. Era la historia de una joven transgénero, que deseaba ingresar a una escuela de ballet. Dhont lo dijo en la entrevista con Clarín: si Girl trataba sobre la femineidad, Close habla de la masculinidad. Y de la virilidad, que no son exactamente lo mismo. Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele) son dos chicos de 13 años. Amigos desde siempre, inseparables, comparten salidas, travesuras, la escuela. Viven en la campiña, y Léo suele quedarse a dormir en la casa de Rémi. Se lleva bárbaro con la madre de su amigo -los papeles de las madres son interpretados por Émilie Dequenne, de Rosetta, que es Sophie, y Léa Drucke, Nathalie-. Sus juegos son inocentes, pero Léo mira de un amanera diferente a Rémi. Son las compañeras de la escuela las que les preguntan si son pareja. Léo lo niega, de manera rotunda, pero es a partir de que otros varones comiencen a hacer comentarios maliciosos que Léo, completamente desorientado, decide separarse de Rémi. Heridas siendo tan chicos No, no es como en Los espíritus de la isla, pero la disolución de una amistad puede ser igual de cruel. Más cuando se tiene 13 años, hay un bagaje adulto que no se tiene y el mundo puede parecer que se desmorona. No se sabe cómo curar las heridas. Porque tampoco se sabe cómo expresar lo que se siente. Rémi no entiende qué sucedió, y no sabe cómo expresárselo a su (ex)amigo. Todo eso sucede en Close. Y así como Rémi toca el oboe, Léo se anotará a jugar hockey sobre hielo. El cambio es notorio. Uno busca placer en el arte, el otro en el deporte, a veces brutal. La amistad, intensa, ya no existe. Uno le hizo un vacío al otro, y un hecho inesperado le cambiará la vida a Léo, en un giro de 360 grados. Por supuesto que no es lo mismo contar la historia de una relación de amistad, teñida de lo que fuera, con protagonistas que están en la pubertad que si lo estuvieran ya siendo jóvenes o adultos. Dhont les dio el guion a sus dos protagonistas para que lo leyeran una sola vez, y no sintieran que tenían que copiar lo que leyeron en el papel. Había que crear esa relación. Pero otro de los aportes del cineasta belga a la discusión sobre la masculinidad pasa por el sentido de la virilidad. Pero nada de todo esto es dicho con palabras altisonantes, sino que Dhont busca en las manifestaciones, en las exteriorizaciones, las miradas de los protagonistas brindar esa expresión. Hay una cuidada manera de narrar y una utilización de la paleta de colores en Close que (re)descubre significaos, de la pureza del blanco a saltar a otros colores, los travellings en los campos de flores. Close es una experiencia artística contada con simpleza, con humildad, con talento y con mucho, pero mucho contenido y pasión.
Muchas películas tratan sobre el despertar sexual en la adolescencia, pero muy pocas hablan de la fuerte censura social que recae sobre los jóvenes y los obliga a reprimir cualquier actitud de ternura y sensibilidad. Este proceso de deshumanización es retratado con gran habilidad en Close (2022). Léo (interpretado por Eden Dambrine) y Rémi (interpretado por Gustav De Waele) son dos inseparables amigos de 13 años que pasan sus días jugando en el campo de sus padres y compartiendo todas las actividades que realizan. Sin embargo, al comenzar el colegio, sus compañeros los tildan de homosexuales por ser muy cariñosos el uno con el otro. Leo, sorprendido por la acusación y con intenciones de ser aceptado por el grupo escolar, se distancia de su amigo. La censura social se convierte en autocensura para Leo, quien toma distancia de su mejor y único amigo, Rémi. Sin embargo, Rémi no tiene la misma fortaleza y reacciona de la peor forma posible. Ante esta situación, Leo es invadido por la culpa y obligado a crecer de golpe. Este golpe emocional terrible es difícil de procesar mientras continúa con su vida diaria de manera errática. De esta manera, el entrenamiento de hockey sobre hielo de Leo cumple una función narrativa y expresiva. Detrás de la vestimenta y los acrílicos que lo separan del público observador, Leo es fuerte, seguro de sí mismo y autosuficiente. Frío como el clima en el estadio, recibe los golpes del juego y soporta la presión del entrenador y sus compañeros. El trabajo en el campo y la relación con su hermano mayor funcionan de manera similar: son la aceptación del fin de la felicidad. El film de Lukas Dhont sigue la forma audiovisual de los hermanos Dardenne, con una cámara en mano muy cerca de los personajes, observándolos y destacando detalles de sus gestos y miradas, que dicen mucho más que las palabras. Sin juzgar nunca a los personajes, entendemos sus emociones a flor de piel por sus actitudes humanas. El golpe bajo queda fuera de campo y la sensibilidad está en primer plano. Es importante destacar que se trata de una producción belga. Los problemas y la manera de resolverlos siguen protocolos específicos que el film reproduce. Lo vemos en la escuela cuando activan mecanismos de "contención" para los estudiantes que, lejos de ayudar, profundizan el dolor de Léo. Con estas cualidades, Close arma un relato de pequeñas situaciones que tiene la capacidad de lograr grandes emociones.
El problema principal de este filme se cierne sobre el tema que trata, tema que se diversifica en cada momento de la vida, las perdidas y los duelos. La perdida de la inocencia, la perdida del cuerpo infantil, la perdida de los padres como nido protector, el duelo en cada una de esas etapas y sigue. Sin embargo algo hay del orden de la instalación de la verosimilitud para poder desarrollar el relato que entorpece al mismo. Léo (Eden Drambine) y Rémi (Gustav De Waele), ambos de 13
Se miran, juegan, se fascinan; se tocan, se presienten y conversan; se escuchan, se gozan, se dominan: Rémi (Gustav De Waele) y Léo (Eden Dambrine) tienen 13 años años y muchas ganas del otro. Dos amigos inseparables viviendo la alegría de esa amistad con una rara libertad física y emocional. Close, del director belga Lukas Dhont, presenta un edén hecho de verano, encuentros, miradas e inocencia, para luego convertirlo en un purgatorio privado cuando la sociedad comienza a pensar por ellos y les pone delante un espejo normativo en el cual reflejarse.
"Close", los prejuicios que no ceden Con empatía y sensibilidad, el realizador belga retrata el tránsito de dos chicos a la adultez, enredados en la mirada social sobre las relaciones masculinas. Como un río de apariencia calma en su superficie, pero que se revela correntoso al sumergirse en sus aguas, Close, segundo largometraje del cineasta belga Lukas Dhont, propone un drama de emociones desbordadas bajo un registro formal de apariencia tan poética como distante. Podría pensarse que tales dualidades son fruto de una contradicción y que de forma inevitable debería trasladarse a la pantalla, produciendo rispideces en la narrativa o choques burdos entre ambas líneas. Lejos de eso, la película genera una tensión dramática sutil pero poderosa, que si bien nace de la propia acción, en realidad tiene su verdadero campo de batalla en el interior de cada espectador. Candidata al Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional, donde compite con Argentina, 1985, de Santiago Mitre, Close arranca como el retrato de la amistad entre Léo y Remi, dos chicos que atraviesan el último verano de su infancia. Como en la vida misma, esa entrada a la pubertad también implica que dentro de ellos comenzará a tener lugar un combate feroz, en el que una adultez incipiente se irá abriendo paso a través de la niñez en extinción. Y Dhont se revela como un guía de tormenta no solo hábil, sino también empático y sensible, capaz de acompañar a los protagonistas en ese proceso sin que su presencia se vuelva obvia o invasiva. El director hace un retrato idílico de ese último verano, en el que Léo y Remi se comportan como si no hubiera límites entre ellos, como si no concibieran la vida sin la mutua presencia. Así consigue que a partir de un registro preciso y simple (pero no inocente), las miradas, los juegos que siempre involucran el contacto físico o las noches durmiendo abrazados en un mismo colchón siembren una duda. ¿Hay algo más que amistad en esas muestras infantiles de ternura y deslumbramiento que se prodigan los chicos? Enseguida, con inteligencia y elegancia, el director hace que esos mismos prejuicios aparezcan expresados de forma literal en la pantalla, poniendo al espectador frente a un espejo incómodo. Lejos de detenerse, el director permite que el diablo del mundo adulto meta aún más su cola, porque los chicos se apropiarán de esos prejuicios, generando un desgarro que será leve al principio, pero que de a poco abrirá una brecha entre ellos. Con los sentimientos a flor de piel, sin terminar de entender por qué las reglas cambiaron y cómo funcionan las nuevas, Léo y Remi harán lo que puedan. Y Dhont se mantendrá ahí, bien cerca, mostrando sin revelar, acompañando sin estorbar con bandas sonoras de malas intenciones ni con alegorías moralistas. Simplemente dejará que su cámara se convierta en un canal abierto, para que cada uno pueda conectar con una historia difícil de atravesar sin lágrimas. Más allá de lo estrictamente argumental, Close aborda el tema de la ternura masculina como si se tratara de una tesis. En un mundo donde todo lo relacionado con lo masculino se ha vuelto una prueba irrefutable e innata de culpabilidad, versión actualizada del pecado original, la mirada que ofrece Dhont no puede resultar más oportuna. En esta fábula, la pérdida de la inocencia muestra su peor cara justamente en esa prohibición que el deber ser de la sociedad le impone a los niños al volverse hombres. Ya no hay lugar para abrazos entre chicos ni para que los sentimientos aparezcan en público. “Los hombres no lloran”, ese parece seguir siendo el mandato. Es la mirada de los otros la que instala en Léo y en Remi la idea de que hay algo en ellos, en el cariño que se tienen, que está fuera de lugar y que debe ser reacomodado para no incomodar. Y todo eso evitando las afirmaciones enfáticas y los discursos altisonantes, con solo poner en escena el inesperado gesto revolucionario de una serie de hombres capaces de abrazarse, sin que eso se convierta de inmediato en un acto sospechoso.
Es una película entrañable sobre el mundo preadolescente, pero no de las típicas clasificadas como “de crecimiento”, porque es una historia sobre la traición y la vergüenza, la negación y el amor, la responsabilidad y la culpa, el duelo y la resiliencia. Es un año en la vida de los amigos que ahora tienen 13 años pero como vecinos y cercanos desde la infancia, han estado juntos siempre. Esa complicidad e intimidad, reflejada en juegos constantes, en un paisaje rural encantador, con el paso de las estaciones, es cuestionada por sus nuevos compañeros de secundaria, que les preguntan si tienen una relación gay. Una pregunta formulada con una supuesta corrección, que provoca en uno de los chicos (el protagonista Eden Dambrine) una cierta alarma, una advertencia de problemas para el futuro, de inconveniencia y de recuerdos o percepciones de los sentimientos de su mejor amigo (Gustav De Waele) y sus propias sensaciones. La mirada ajena cuestionadora y la conciencia del peligro de la exclusión. Por eso decide dejar de lado a su compañero de siempre, integrarse al grupo, participar de un deporte que no le conviene y buscarse otro amigo. Una decisión que traerá consecuencias oscuras. El realizador (también creador de la entrañable “Girl” sobre una chica gay que sueña con el baile clásico) y coguionista Lukas Dhont, (escribió junto a Angelo Tijssens) es casi un especialista en captar cada gesto y sutileza de gente muy joven, o casi sin experiencia actoral, y hace de la sutileza y de la profundidad de sentimientos su sello. Por eso este trabajo resulta tan conmovedor y verdadero. Imperdible.
La lenta separación y el duelo Viendo detenidamente Close (2022), la segunda película del cineasta belga Lukas Dhont, se hace evidente que el susodicho se tomó muy a pecho las críticas que sufrió desde distintos sectores sociales en ocasión de su ópera prima, Girl (2018), faena acerca de un travesti de quince años, Lara Verhaeghen (Victor Polster), que iniciaba un proceso de cambio de sexo y en simultáneo sufría una seguidilla de depresión y masoquismo a pesar de contar con un entorno cercano muy comprensivo, su hermano menor Milo (Olivar Bodart) y sobre todo su padre Mathias (Arieh Worthalter), planteo narrativo que derivaba en un desenlace amargo de mutilación peneana que recordaba al mismo exacto gesto de hartazgo de Gérard (Gérard Depardieu) en el final de La Última Mujer (La Dernière Femme, 1976), clásico de Marco Ferreri, aunque invirtiendo el asunto en términos ideológicos, en los 70 por cansancio ante el gremio sofocante femenino y en el Siglo XXI debido a la identificación llevada al extremo para con las mujeres por parte de nuestro protagonista. Si bien Dhont y su fuente directa de inspiración, una amiga bailarina y travesti llamada Nora Monsecour, aclararon en numerosas entrevistas que el film era un retrato de un caso puntual y exacerbado de disforia de género que tenía que ver con las exigencias ultra físicas del ecosistema donde se movía Verhaeghen, el siempre doloroso ballet, y con esa misma tendencia preexistente a hacerse daño de muchos travestis, lo que por cierto suele empezar con la genitalidad y el llamado “tucking” o técnica de ocultación del bulto del pene y los testículos en la entrepierna, las críticas llovieron desde las faunas trans y queer por lo leído -desde un reduccionismo y una paranoia típicas del nuevo milenio- como una demonización solapada de la terapia de reemplazo de hormonas, los bloqueadores de pubertad y la misma homosexualidad como metáfora ya no de una martirización comunal importante sino de una agonía psicológica escalonada, propia de la identidad masoquista del sujeto en metamorfosis o ajuste corporal. Semejante panorama debe haber marcado a Dhont y su coguionista reincidente, Angelo Tijssens, porque Close evita tanto el enfoque exasperado de Girl como las ambigüedades artys de la Céline Sciamma de Tomboy (2011), esta última una paradigmática lesbiana, algo aburrida y monotemática, que se maneja con criterios de feminismo baladí autovictimizante de estratos privilegiados y sin demasiada conciencia social: el segundo largometraje de Dhont es mucho más “amigable” y melodramático clásico en el sentido de que retoma la temática homosexual aunque en esta oportunidad tamizada por los coqueteos sensuales de la pubertad, el devenir amistoso con personas del mismo sexo y en especial el fatalismo característico de la edad, derivando en un relato de aprendizaje/ bildungsroman/ coming-of-age bien tradicional que no va más allá de lo previsible pero a fin de cuentas cumple con su cometido. Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele) son dos adolescentes de 13 años que viven en un pueblo rural de Bélgica, el primero proveniente de un clan propietario de una granja de flores y el segundo con padres de la burguesía profesional y amante del oboe, niños que bordean la condición de gay porque duermen juntos, pasan mucho tiempo en contacto físico estrecho y gozan de una intimidad muy marcada en general. Cuando comienzan el colegio secundario llegan las primeras burlas homofóbicas, tanto de niñas como de niños, y la vergüenza del caso motiva a Léo a alejarse paulatinamente de Rémi al punto de que dejan de compartir habitación, frecuentan grupos de amigos distintos y el personaje de Dambrine se suma a un equipo infantil local de hockey sobre hielo, esquema que desencadena la depresión de Rémi, peleas varias en la intimidad -y frente a docentes y otros estudiantes- y finalmente el suicidio del mocoso despechado. Léo se encierra en sí mismo y de a poco descubre las farsas de la sociedad adulta, como las sesiones de terapia escolar que fetichizan al lenguaje como una panacea para todos los problemas del planeta. Dhont cuenta con la inteligencia suficiente para en la primera mitad de la historia, la más interesante que explora la lenta separación de esta pareja de amigos/ cuasi amantes, no caer en latiguillos hollywoodenses lelos o en ese preciosismo festivalero nauseabundo que tanto mal le hace al ritmo narrativo en general, optando en cambio por un enfoque naturalista muy cercano al cine de Jean-Pierre y Luc Dardenne aunque un poco menos neorrealista que el promedio habitual de los hermanos. A pesar de que el film al compararlo con Girl parece bastante más contenido y menos pesadillesco, lo cierto es que acarrea un trauma más genérico -la desunión luego de un período de amor idílico por fuera de los cánones de la sociedad, léase aquel verano de los minutos iniciales del metraje- que habilita una debacle semejante a la automutilación del primer opus, en esta ocasión el suicidio de un Rémi que hace las veces del eslabón más débil o dependiente de la pareja porque es el que romantiza demasiado el vínculo -como las féminas, precisamente- mientras que Léo, por su parte, se muestra mucho más preocupado por la mirada social y claudica conceptualmente ante la homofobia, de allí que adopte una actitud masculina clásica defendiendo su autonomía frente a lo considerado ajeno o intrusivo, el afecto hiperbólico de la contraparte, e incluso pretendiendo reemplazar a Rémi con otro macho, Baptiste (Léon Bataille), joven también de trece años pero menos afeminado que el anterior. Toda esta primera etapa del relato funciona como un muy buen estudio sobre primero las dificultades de la masculinidad para ventilar sus sentimientos, siempre prefiriendo callarlos por miedo a rebajarse al nivel de ese ridículo femenino que cae en el extremo opuesto de la exaltación banal del capricho a ojos de todo el mundo, y segundo las distintas acepciones de la crueldad en la preadolescencia o el derrotero educativo en general, aquí representado por preguntas metiches o burlonas de las compañeras y por violencia verbal sin maquillaje por parte de los compañeros varones. El principal problema de Close es la larga hora final, esa posterior al fallecimiento de Rémi, donde la faena muta en una parábola algo mucho redundante sobre el duelo a medida que Léo pierde la inocencia y comienza a culpabilizarse de lo sucedido, por ello se muestra más apegado a su hermano mayor, Charlie (Igor van Dessel), magnifica la participación en la granja de sus progenitores, Yves (Marc Weiss) y Nathalie (Léa Drucker), y recupera algo del masoquismo de la Lara de Girl a través de su obsesión silente con acercarse a la madre de Rémi y contarle lo de la pelea progresiva como desencadenante del suicidio, en este sentido los padres del niño finado adoptan actitudes opuestas ante el hecho, Peter (Kevin Janssens) llora al mocoso sin cesar y Sophie (Émilie Dequenne), una enfermera en una sala de maternidad, ofrece un semblante más impasible que enmascara con sonrisas y una “buena voluntad” en público que desde ya no se condice con la angustia intrínseca, la del ámbito privado. El director y guionista belga extiende por demás la fascinación mortuoria de esta fase de la película cual oda indie de los años 90 a la resiliencia pueril y el perdón externo e interno, en gran medida borrando con el codo lo que escribió con la mano porque el tópico candente de las identidades en ebullición se transforma en el pesar prototípico del melodrama e incluso la sombra de una posible venganza, algo muy presente en el mínimo suspenso detrás del desenlace cuando Léo finalmente le comunica el temita del despecho a Sophie y ésta primero lo expulsa del auto de turno y luego lo busca en medio de un bosque, lo que lamentablemente deriva en una resolución ñoña y forzada de “abrazo mágico” entre ambos como si una madre bajo estas duras circunstancias pudiese perdonar al purrete o no culparlo por el triste destino de su vástago, el cual sucumbió ante el derrotismo desde una desproporción propia de su edad. El desempeño de Dambrine es sublime, un niño rubio muy expresivo que siempre aporta el gesto y/ o la disposición justa para cada secuencia…
Nominada como Mejor Película Extranjera en los próximos Oscars, la nueva película de Lukas Dhont (Girl) es un retrato sobre la amistad masculina en la pubertad y puesta a prueba en el comienzo de la secundaria. Un drama hermoso y desgarrador. En la película belga Close, Léo y Rémi son dos amigos de toda la vida, de esos inseparables, porque en edad temprana muchas veces es necesario encontrar a una sola persona en la cual depositar toda la confianza y apoyo. Sus familias también son cercanas porque ambos pasan casi todo el tiempo juntos, si no es en la casa de uno, en la de del otro. El tiempo los ve crecer y pronto los dos compañeros de juego y más empiezan el primer día de la secundaria. La secundaria, la adolescencia, son como ritos de pasaje. No son escenarios, épocas, fáciles de transitar. Vienen cargadas de demasiadas cosas: demasiadas emociones, demasiadas hormonas, demasiadas miradas. Y de pronto Léo nota que el acercamiento que tiene a Rémi, que antes le parecía tan natural, ahora lo pone frente a los ojos de los demás de una manera que lo incomoda. ¿Cómo la mirada del afuera puede cambiar tanto la propia percepción? Porque que dos amigos sean cariñosos, mantengan sus rostros y sus cuerpos cerca para hablarse o mirarse siempre es visto de un modo distinto a que sean dos amigas las que lo hagan. A esos prejuicios son los que Léo no quiere, o quizás no está preparado para enfrentarse. El director Dhont ya había demostrado mucha sensibilidad a la hora de retratar en su película anterior la difícil transición de una joven trans, escrita también junto a Angelo Tijssens, pero aquí apuesta a un tono más naturalista aún. Mucho ayuda la presencia de dos actores jóvenes que le ponen el cuerpo a sus personajes y dicen un montón con cada gesto, cada mirada con ojos brillosos o simplemente con las lágrimas que no pueden evitar derramar. Sin poder contar mucho sobre la trama, el triángulo lo termina de conformar la madre de uno de los chicos. Ya la película nos presenta la imagen de los dos junto a ella tirados sobre el pasto: es un momento de complicidad que casi todos conocimos en nuestra vida, cuando pasamos tanto tiempo en la casa de nuestro mejor amigo o amiga y esa familia parece ser también nuestra. Todo se percibe muy natural y cotidiano. Un amigo es un hermano que elegimos para la vida. Pero el crecimiento es doloroso y nunca es igual para todos. Y los dos amigos empiezan a distanciarse y entonces sucede algo más que no lo esperamos y al mismo tiempo lo entendemos por completo. Dhont es muy inteligente en narrar estos lazos, esta pulsión innata por sentirnos aceptados, ese miedo a ser diferente al resto, pero también el dolor por perder aquello que creíamos asegurado en nuestra vida. En la adolescencia, esa edad que lo potencia todo, uno suele creer que esos roles nos van a definir de por vida, es con el tiempo que nos vamos dando cuenta de que no era más que un proceso que nos formaría pero no de ese modo definitivo. Quizás nunca dejamos de crecer y de conocernos. Más allá de sus momentos dramáticos, la película le escapa al golpe bajo y consigue conmover a través de gestos mínimos. La cámara siempre prefiere enfocarse en sus actores y por eso es muy importante que el elenco funcione y aquí lo hace a la perfección, en especial los jóvenes Eden Dambrine y Gustav De Waele que entregan interpretaciones sinceras y emotivas, capaces de contagiar ya sea una sonrisa o una lágrima. Es que además estamos ante una historia donde las palabras que no se dicen tiene mucho peso. Dambrine, en la piel de quien empieza a sentirse confundido y enojado, es quien más le pone el cuerpo, que incluso lo utiliza para expresarse cuando las palabras no salen. Close es un drama hermoso y demoledor cargado de emociones. Una película que consigue conmover de manera profunda desde un lugar auténtico, sin necesidad de forzar nada. Con un comienzo de campos de flores y sol, pronto la lluvia y los cielos nublados se van apoderando de una historia en la que quizás su dos protagonistas inseparables ya no puedan continuar el mismo camino de la mano y encuentren cada uno el suyo bifurcados. Transitar las estaciones de la vida, a lo mejor de eso se trate todo.
El punto de partida de Lukas Dhont (Girl) es una desgracia inesperada en la vida de dos adolescentes que han sido amigos a lo largo de toda la vida. Han compartido todo: los juegos, la familia, las inquietudes vocacionales, las casas, los cuartos, la cama. Son casi hermanos, como dice Léo en algún momento, una afirmación que inaugura una nueva etapa en la relación, porque así necesita explicárselo a los compañeros de la escuela secundaria. Para aquellos, más que hermanos parecen novios.
Tras su celebrado debut con la poderosa “Girl”, el director Lukas Dhont, nuevamente reunido junto al guionista Angelo Tijssens, concibe el drama “Close”, uno de los films más premiados de la presente temporada. Fue nominada a mejor película internacional para los Premios Oscar, obtuvo en el Festival de Cannes el Gran Premio del Jurado (ex aequo), fue nominada a mejor película de habla no inglesa para los Globos de Oro y obtuvo la misma candidatura para los Premios César. “Close” examina traumas que derivan de ciertos tabús latentes en una porción social propensa a estigmatizar y encasillar modos de vincularse bajo roles sexuales que se asignan señalando con el dedo. El frágil lenguaje de los cuerpos se dispone a relatarnos un luminoso cuento de amistad en una infancia que trasciende hacia las orillas de la pubertad. Para quienes crecer implica desconectarse de ciertas sensaciones para conformar y no incomodar, la brutalidad es un elemento que corrompe toda la ternura, instalando el miedo a no encajar con lo esperado. El exterior, que no cede en prejuiciar, se convierte en un ser hostil y de mil rostros, incapaz de comprender una forma sana de dar amor. Entonces, lo íntimo estará cerrado. “Closed”. Nos sentimos cómplices de una búsqueda interior resquebrajada, a medida que el film hace hincapié en la extrema sensibilidad con la que deben tratarse ciertos asuntos. Aquello que pueda acomplejar o cohibir a un niño durante su formación emocional y no poseer retorno merece suma atención. La estupenda gestualidad de la dupla de jóvenes actores prima por sobre los diálogos. “Close” indaga en el dolor, el amor, la libertad y el remordimiento. Técnicamente inobjetable, hace un inteligente uso del travelling y conserva dentro del cuadro la esencia de unos personajes que marcan con sobriedad el tono dramático de cada secuencia.