Gina acaba de perder su trabajo y con un matrimonio que viene sufriendo una falta de pasión desde hace algunos años. Ella comienza a notar un mercado no cubierto y se le ocurre convertir a un equipo de trabajadores de mudanza en limpiadores de casas que también les ofrecen favores sexuales a sus clientas. “Cómo complacer a una mujer” es un largometraje australiano dirigido por Renée Webster estrenando el pasado 19 de mayo de 2022. Llega a los cines argentinos por primera vez el 2 de marzo de 2023. Estamos ante una película cómica que sigue la vida de una mujer iniciando un negocio que cree que va a solucionar el problema de muchas mujeres. Me gusta la manera en la que está desarrollada la historia, aunque por supuesto esta no es muy profunda. Un aspecto que me gustó es el hecho a que no se les resta la importancia a las regulaciones en el campo del trabajo sexual. Si bien es un largometraje cómico y disparatado habla del tema con cierta seriedad. De todas maneras, las risas no van a faltar y hay momentos realmente divertidos. Es un film perfecto para ver cuando quieran liberarse de las preocupaciones cotidianas ya que es muy fácil de seguir y divertido.
Gina (Sally Phillips), una mujer de unos 50 años recibe en su hogar, en donde convive con su marido en un matrimonio algo frío y aburrido, un regalo por parte de sus amigas. Es el día de su cumpleaños y un stripper (Alexander England) le aparece por sorpresa. Gina, lejos de observarlo bailar mientras el joven se saca la ropa, lo interrumpe y le pide que limpie su casa. Un arranque gracioso y prometedor para la comedia de enredos que garantiza la sinopsis, donde un grupo de amigas harán de las suyas para gozar sin prejuicios, pidiendo lo que quieren y desean a los hombres. Sin embargo, esta historia corre algunos riesgos de los que lamentablemente no consigue salir airosa.
Una vuelta de tuerca a las historias de empoderamiento femenino en donde el despido de una mujer es el comienzo de una aventura en la que se tomará en serio el placer de un grupo de amigas a partir de un emprendimiento muy particular. Divertida y con un elenco que se pone a disposición de la comedia y el enredo.
Sin timing para el humor. Cómo complacer a una mujer es una comedia australiana con la que debuta en la dirección la también guionista Renée Webster, y está protagonizada por Sally Phillips. La acompañan Alexander England, Caroline Brazier, Tasma Walton y Eric Thomson, entre otros. La historia se centra en Gina, una mujer que luego de ser despedida de su trabajo toma la decisión de crear una empresa donde un grupo de hombres limpian casas y ofrecen servicios sexuales. Para lo que se asocia con un grupo de trabajadores de mudanza desocupados, que la llevan a replantearse tanto su sexualidad como sus objetivos en esta etapa de su vida. Si bien parte de una idea con potencial para la comedia de enredos, su directora lo desaprovecha debido a la falta de timing para los gags. Ya que recurre a la explicación de estos en lugar de mostrarlos con las situaciones absurdas que se generan gracias a la estereotipación de sus personajes. Así como también el nudismo es el mínimo y necesario en comparación a todo lo que se habla de sexo en los ciento siete minutos de duración. Un párrafo aparte merece su protagonista, Sally Phillips, quien parece ser la persona indicada para este papel, porque al igual que Emma Thompson en Buena suerte, Leo Grande tiene el carisma suficiente para volver verosímil su personaje, lo que genera una empatía inmediata con los espectadores. Así como también lo es su evolución, encontrando una terapia en esta actividad bizarra, tal como ocurría con los personajes de Nadando por un sueño. Por eso ella no es el problema, sino que lo son los personajes secundarios, cuya función es rematar el gag, quienes no la acompañan. En conclusión, Cómo complacer a una mujer es una comedia de enredos que no funciona, desaprovechando su potencial con explicaciones anti climáticas. Por lo que no logran provocar risas ni erotismo en un público al que el aburrimiento le termina generando desinterés.
La ópera prima de la cineasta australiana Renée Webster tiene algunos puntos de contacto con Buena suerte, Leo Grande, especialmente cuando centraliza su premisa en el personaje de Gina (la británica Sally Phillips, una presencia carismática que saca el film a flote en reiteradas ocasiones), una mujer de presente deslucido, con un matrimonio sin vida y un trabajo monótono para el que está sobrecalificada. Como consecuencia del hartazgo y la falta de estímulos para levantarse todas las mañanas, Gina traza un plan que no la satisfaga solo a ella sino a sus mejores amigas, quienes también padecen problemáticas similares, como el no poder manifestarles sus deseos a sus respectivas parejas. Por una casualidad, la mujer conoce a un equipo de hombres que realizan mudanzas y decide invertir en su negocio, pero con un giro: que los integrantes, además de limpiar, se conviertan en trabajadores sexuales en la denominada “empresa de bienestar”. Si bien el punto de partida de Cómo complacer a una mujer es interesante ya que permitía la exploración de otros tópicos (el rol de sexo en la vida cotidiana, la falta de comunicación en las relaciones, el valor de la empatía en las amistades femeninas), al ampliar el foco y esbozar un relato coral, varias subtramas se desarrollan con esa monotonía a la que la película misma aspira a desafiar. Los descubrimientos de Gina por fuera de ese vínculo en el que está atrapada (aquí se alude a la violencia económica de manera superflua) le aportan cierta osadía a un largometraje que busca ahondar en lo tabú de la vida adulta sin tomar demasiados riesgos. Sin embargo, eso no es suficiente para que la comedia cobre vuelo.
En la linea de “Lo Que Ellas Quieren” (2000), pero con una vuelta de tuerca mas sexualizada, en este punto se acerca a “Magic Mike” (2012) o a la sobre valorada (Buena Suerte Leo Grande), sin embargo a poco de comenzar empieza a perder eficacia. Esto podría estar dado en el poco desarrollo de los personajes masculinos, todos ridiculizados, o en la estigmatización de los deseos de las mujeres, sobre todo le mediana edad en adelante. Gina (Sally Phillips) es una mujer casada, la hija del matrimonio se fue a vivir a Londres, en el espacio vacío esta pareja nunca se encuentra, como si no hubiera nada que los mantenga juntos. Acá ni cenizas quedaron. Para el día de su cumpleaños, sus
Es el primer largometraje de la directora y guionista Rennée Webster que construye una agradable comedia sobre la sexualidad en general y la femenina en particular con algunos altibajos pero mucha ternura y sentido del humor. Imaginen a una señora de cincuenta años cuyas amigas le regalan un rubio stripper para la ocasión, y que ella entre admirada e incómoda decide hacerlo limpiar su casa, mientras advierte las curvas gimnásticas del muchacho. Despedida de su trabajo y ante la indiferencia de su marido, con el que mantiene cero contacto sexual, les propone a una empresa de mudanzas,(donde trabaja el hombre que le mandaron, y que está en quiebra, reconvertirse y brindar servicios de limpieza y de placer. Claro que los pedidos son personalizados y el éxito en el entorno femenino no solo empodera a las mujeres y a la protagonista en especial, sino que delata con cuanta frustración sexual, cuanto secreto y sufrimiento inútil pueden vivir muchos en este mundo actual. Un encantador elenco encabezado por la talentosa Sally Phillips.
La tesis es original pero absolutamente verosímil. El placer puede provenir de infinitas fuentes. Podemos buscarlo, explorarlo, conocerlo, encontrarlo en los lugares más recónditos e inesperados. Sin embargo, para una persona agobiada por las tareas de cuidado, ¿puede ser el sexo una actividad más satisfactoria que la –momentánea- renuncia a las obligaciones? ¿Cuánto deseo puede sentir alguien que pasa sus días realizando tareas domésticas? Gina es una mujer casada, con un matrimonio desgastado y una hija en el extranjero, y en su trabajo no la valoran. Cuando sus amigas le regalan un stripper para su cumpleaños, su primera reacción es escandalizarse. Pero luego de pensarlo durante un momento, manifiesta al muchacho cuál es su deseo: que, en las dos horas que dura su turno, le limpie la casa. Este evento, y algunos otros, irán desencadenando una serie de decisiones por parte de la protagonista, que culminarán en la empresa de un nuevo –y revolucionario- negocio. Cómo complacer a una mujer (Howtoplease a woman, 2022) es la primera película de Renée Webster, directora australiana de trayectoria en televisión. Con un tono fresco y natural, el filme presenta varios personajes entrañables, e incluso nos regala al menos una escena que no podremos olvidar, protagonizada por un vibrador a control remoto. Webster ofrece una película feminista, divertida y amable, en la que se tratan varios temas actuales sin caer en tediosos aleccionamientos. La película surge en un contexto en el que el posicionamiento femenino en cuanto al placer encuentra, progresivamente, reflejo en la pantalla grande. En ¿Qué voy a hacer con mi marido? (Hope springs, 2012), el personaje de Meryl Streep toma las riendas de su matrimonio cuando, renuente a seguir sobrellevando la distancia de su marido (Tommy Lee Jones) lo lleva a sesiones de terapia de pareja. En la más reciente Buena suerte, Leo Grande (Goodluck to you, Leo Grande, 2022), Nancy (Emma Thompson)contrata a un trabajador sexual para cumplir con sus postergadas fantasías. Ambas películas versan sobre las formas que adquiere el deseo en las vidas de mujeres que, tras una vida entera cuidando y criando, vuelven a poner el foco en ellas mismas. Buena suerte, Leo Grande, a la vez, aborda la discusión acerca del trabajo sexual, que en Cómo complacer a una mujer también es tratada pero brevemente y en coincidencia con el tono de la película. Cómo complacer a una mujer abre el juego a múltiples posibilidades que suelen quedar fuera de debate en el cine que aborda estas temáticas, y su estructura permite retratar las mismas sin levedad pero sin parsimonia. Al fin y al cabo, el deseo cambia de forma de mujer en mujer, de situación en situación, y encuentra diversas satisfacciones en uno u otro momento de la vida: no todas las mujeres buscan placer en el sexo, algunas simplemente quieren que un hombre les limpie la casa.
El pasado jueves 2 de marzo llegó a las salas nacionales un film ganador de varios premios internacionales. Se trata de “Cómo complacer a una mujer”, una producción con guión y dirección de la australiana Renée Webster. La directora, desde el humor y la ironía, enseña a hombres y mujeres cómo pueden perfeccionar la comunicación entre sí. Otro de los ejes del film es la sexualidad femenina en la madurez, lo cual genera un espacio de reflexión y debate. Además, plantea que quizá es preferible estar del mismo lado en el deseo de pasarlo mejor, dentro y fuera de la cama.
LA DIFERENCIA ENTRE AMBICIÓN Y CAPACIDAD Un poco de la nada, nos cae el lanzamiento de esta comedia australiana diseñada para un público indudablemente adulto, pero que no llega a exhibir la madurez suficiente como para distinguirse en el panorama de estrenos actual. Cómo complacer a una mujer no se diferencia demasiado de la gran mayoría de comedias de los últimos tiempos, tanto en los cines como en las plataformas. Y ese automatismo que exhibe abarca tanto lo formal como lo narrativo y lo temático. El film escrito y dirigido por Renée Webster se centra en Gina (Sally Phillips), una mujer que es como un manual de frustraciones: acaba de perder un trabajo que ya de por sí era bastante mediocre; en su matrimonio la pasión está totalmente ausente; y su horizonte profesional y personal es complemente gris. Su pequeño grupo de amigas es su único sostén e incluso con ellas le cuesta ser complemente abierta y honesta. Pero eso cambia cuando, por una serie de circunstancias, termina tomando el mando de una empresa de mudanzas en crisis, a la que reconvierte para que los hombres que la integran se conviertan en limpiadores de casas que también ofrecen favores sexuales a sus clientas. A partir de ahí, la vida de Gina dará vuelco, ya que esto la pondrá en contacto con otras personas y vivencias, además de obligarla a repensar sus propias circunstancias. Hay en el recorrido del tono de la película una evolución parecida a la de su protagonista: el primer tercio es entre tímido y vacilante, como si la puesta en escena estuviera tratando de dilucidar qué decir y cómo decirlo. Recién cuando queda planteado el conflicto -con sus subtramas, enredos y malentendidos- de forma más decidida, es que Cómo complacer a una mujer avanza con mayor fluidez y encuentra sus mejores momentos. Eso no solo abarca lo que les pasa a los protagonistas -porque Gina en cierto modo es el eje de un pequeño mundo donde conviven diferentes personajes-, sino también los pasajes de comedia. Hay, por ejemplo, una secuencia que utiliza un vibrador y una bicicleta que, aunque algo obvia, no deja de ser bastante simpática y efectiva. Claro que, si bien hay un tramo considerable del metraje donde la película parece tener en claro que su objetivo es jugar con algo de picardía con los lugares comunes que atraviesan buena parte del discurso alrededor de la sexualidad, al momento de llegar a las resoluciones, se pone un tanto ambiciosa. Por eso en los minutos finales, Cómo complacer a una mujer se la quiere dar de disruptiva y busca decir cosas “importantes” sobre la feminidad, los silencios alrededor de la satisfacción sexual de la mujer y la mirada machista. Y ahí falla por completo, porque todo lo que tiene para decir es entre obvio y esquemático, además de facilista, encima sin hacerse cargo de que su premisa no es precisamente realista u original. De ahí que, si Cómo complacer a una mujer amagaba con ser una comedia discreta pero aceptable, finalmente termina siendo simplemente fallida. A veces, solo se trata de narrar un cuentito, no de hacer bajadas de línea ideológicas.
Cuando Gina Henderson (Sally Phillips) es despedida de su trabajo de oficina, se hace cargo de las operaciones de una empresa de mudanzas para tratar de cambiar su suerte. Con la ayuda y el aliento de sus amigas en el club de natación, Gina le pide a los hombres de la empresa que brinden servicios de limpieza y algo más a las mujeres de su ciudad. A medida que el negocio tiene éxito, Gina reevalúa su propia vida amorosa y sexual, mientras que genera un éxito que hace feliz a todas las mujeres de la comunidad. Esta comedia australiana tiene poco para ofrecer más allá de una mirada femenina de la sexualidad y la divertida idea de que un hombre limpiando puede ser incluso más erótico que uno teniendo sexo. No hay mucha profundidad ni demasiado humor, es simplemente lo que se ve a primera vista. Una comedia de una ligereza que la vuelve simpática y olvidable a la vez.