Un poco de amor casual Comedia de estilo pop es lo que propone Luis Fontal con Congreso (2013), película ultraindependiente filmada casi en su totalidad en un departamento del barrio homónimo e interpretada por seis personajes que no buscan otra cosa más que un poco de sexo. La historia es simple. Tres amigos invitan a tres chicas a cenar al departamento de uno de ellos en el barrio de Congreso. Solo una pareja se conoce, mientras que para los otros la cita será sorpresa. Las impresiones primerizas se aplacarán a medida que la noche pase, aunque aparecerán nuevas sensaciones que irán tiñendo el ambiente de una sutil ambigüedad donde cualquier palabra podrá ser tomada como una declaración de amor o la guerra misma. Congreso sigue la línea impuesta por comedias románticas como Vóley (Martín Piroyansky, 2014), Días de vinilo (Gabriel Nesci, 2012) o 20.000 Besos (Sebastián de Caro, 2013) pero con personajes más cercanos al común de los treintañeros. Si ambas películas emulaban el mundo cool de Palermo Hollywood y su fauna humana, en Congreso el escenario es otro y por lo tanto su geografía también. La identificación que propone la película con sus personajes es mucho más amplia y no tan criptica como sucedía en las anteriores, donde solo un sector de la población podía sentirse representado dentro de la historia. Con un elenco de actores encabezado por Ezequiel Tronconi, Matías Dinardo, Flor Benitez, Agustina Quinci, Sabrina Macchi y Maximiliano Zago, Congreso apela a una estructura rápida al estilo de la comedia americana actual que poco a poco se va metiendo en el cine argentino. El resultado una divertida pero también profunda historia sobre el amor, las relaciones humanas y otras banalidades, con una banda sonora para coleccionar.
Una comedia amable de tres jóvenes que conviven en un departamento en el barrio del título. Complicidades, traiciones y amores.
Fresca comedia generacional Tres veinteañeros que viven juntos organizan con tres invitadas una reunión que dará lugar a diálogos íntimos y algún contacto físico. El guión le escapa a la comedia romántica y construye climas con leves crescendos, rematados por gags de mayor o menor intensidad. El plano secuencia que levanta el telón de Congreso, ópera prima de Luis Fontal, estrenada en el Festival de Mar del Plata hace casi dos años, describe someramente ambientes, habitantes y visitantes ocasionales de un departamento de ese barrio porteño (el piso está ubicado, para ser precisos, enfrente de su edificio más emblemático). La cámara encuadra piernas y glúteos de la última conquista de Nicolás (Ezequiel Tronconi), músico de rock decididamente egocéntrico y uno de los dueños de casa, para acompañar luego por pasillos y cuartos a su primo y conviviente, Gonzalo, un actor de teatro –aunque suene definitivamente a oxímoron– algo introvertido. Un amigo trajina en otra de las habitaciones terminando un mural y, más importante aún, otro joven comparte los detalles de una separación amorosa, de esas que duelen y no se olvidan fácilmente. Pero esa noche hay fiesta y los tres amigotes (todos ellos menos el muralista) no tardan en dejar de lado sus quehaceres personales para preparar el ambiente, y comprar bebida y comida antes de la caída del sol. Y de la llegada de tres invitadas: otra “novia” de Nicolás y dos amigas –la cantante, la estudiante de cine, la kinesióloga– interpretadas por Agustina Quinci, Sabrina Macchi y Florencia Benítez.Con guión del propio Fontal y de Tronconi, Congreso es, en el fondo, una comedia generacional que permite cierta identificación en aquellos que andan terminando su veintena o comenzando la tercera década de existencia, y sus pilares descansan, en mayor o menor medida, en la explotación de estereotipos más o menos reconocibles. Que no es lo mismo que afirmar que se trata de una comedia estereotipada, al menos en los momentos de mayor puntería en la observación de caracteres, el roce y choque entre ellos, y el consiguiente nacimiento de situaciones dramáticas. Que, en muchos casos, es casi equivalente a decir humorísticas. Si la reunión comienza con una cena “mexicana” alrededor de la mesa del living y continúa con algún baile improvisado, la no tan previsible división en dúos llegará avanzada la madrugada, situación que dará lugar (ahora sí, previsiblemente) al diálogo íntimo, alguna confesión de parte y la posibilidad de un contacto físico, efímero o duradero.Fontal y Tronconi le escapan a cualquier arista que los acerque a las peripecias de la comedia romántica refugiándose, en cambio, en la construcción de climas con leves crescendos, rematados por gags de mayor o menor intensidad. La falta de ambiciones y un tono por momentos trivial son elementos que le brindan al film frescura y, paradójicamente, lustre, aunque la energía del relato tienda a extinguirse en más de una ocasión. Película autoconscientemente pequeña y superindependiente, en los últimos minutos Congreso vira hacia una exposición catártica de conflictos hasta ese momento latentes, con un desenlace que acerca al film a una suerte de versión aporteñada del bromance. Termina la noche y los chicos están bien.
Tres amigos organizan una cena a la que invitan a la novia de uno de ellos y a sus dos amigas. El evento tiene lugar en el piso que comparten los muchachos, cada uno con un perfil distinto: Nicolás (Ezequiel Tronconi), rockero tan ascendente como el entusiasmo de sus hormonas; Germán (Maximiliano Zago), arquitecto que viene de pelearse con su pareja, y Gonzalo (Matías Dinardo), actor que se la pasa repasando una inminente puesta de la obra La Vida es Sueño, de Calderón de la Barca. Será una cena con temática mexicana, en la que no faltarán las risas, los juegos, el sexo apenas contenido… y otras cosas no tan agradables, que pondrán a pruebas a los seis jóvenes. Ambientada en un solo día y usando mayormente una sola locación, Congreso retrata la vida de veinteañeros que conviven en uno de los barrios más emblemáticos de la Capital Federal. Allí están sus logros y sus sueños y sus conquistas y sus momentos de diversión, como también los inconvenientes reales con los que deben lidiar; lo bueno y lo no tan bueno de la independencia, y la relación entre lo que uno proyecta (o anhela lograr) y lo que es la vida diaria, donde los golpes están a la vuelta de la esquina. La película bien podría complementarse con Voley, de Martín Piroyansky. En los dos casos, la acción sucede en mi mismo lugar, son seis personajes de veintipico (el personaje de Piroyansky y el de Tronconi tienen características similares, empezando por el nombre: Nicolás), hay desparpajo y escenas de alcoba, sin abandonar las verdaderas temáticas de fondo… No obstante, el tono de cada una es diferente: Voley transita un camino similar al de la Nueva Comedia Americana -en especial, Greg Mottola, responsable de Supercool– y la ópera prima de Luis Fontal elije un tono más calmo y menos anclado en otros estilos de películas (tal vez los hermanos Duplass y el cine mumblecore en general puedan ser las referencias más cercanas). De todas maneras, ambos largometrajes dialogan juntos y logran mostrar las capas más íntimas de un ambiente de fiesta. Además del mencionado elenco masculino, también se destacan las tres “invitadas”, que son interpretadas por Agustina Quinci, Florencia Benítez y Sabrina Macchi. Al igual que los dueños de casa, los personajes femeninos también tienen perfiles muy diferentes entre sí y sus propias complejidades. Congreso es generacional, le habla directamente a quienes tienen la edad de los protagonistas, y puede ser disfrutada por un público más amplio y gustoso de sentarse un rato junto a esos jóvenes descubriendo que, como diría Calderón de la Barca, la vida es un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción.
Argentine director Luis Fontal’s Congreso is, first and foremost, a half-cooked film. It hinges on a very simple premise: three male friends invite women friends to the apartment they share in the BA neighbourhood of Congreso to a small party meant to turn into a night to remember. Which it does, but for the wrong reasons. Nicolás (Ezequiel Tronconi), his cousin Gonzalo (Matías Dinardo), and Germán (Maximiliano Zago), a friend of Nicolás’ who has just split up with his girlfriend, decorate the flat in Mexican style to welcome three beauties who just want to have fun. But they forget to play it fair, as agreed and expected. By the time the party is over, things have certainly changed, and not for the better. What basically makes Congreso a half-cooked film is mostly its underwritten script, let alone the thin female characters. Whereas it’s perfectly fine to rely on types rather than fleshed out characters — many successful dramatic comedies go for it — it’s equally true that types have to be somewhat singular in a few respects. Otherwise, they just won’t stand out from the crowd. And in Congreso they don’t. On the other hand, what transpires in this meant-to-be steamy night is also as generic as it gets — a friend hooks up with the girl his friend likes, inhibited personalities become extroverted, initial rejection turns into attraction — so no matter how much fun the characters are supposed to be having, it doesn’t come across as authentic but rather rehearsed for the camera. Even though a couple of the performances — particularly those of Ezequiel Tronconi and Matías Dinardo — feel believable enough. It all pretty much boils down to the fact that even safe and sound formula calls for a degree of innovation and surprise in order to avoid delivering a feature that may have some assets — an affable sense of humour, for instance. Yet it ultimately fails to get right the meaty parts as you’d expect. Undoubtedly made with the best intentions, Congreso is in need of more heavy work, and some polishing as well. Limited release Thursday, Friday and Sunday at 8pm. Saturday at 10pm. At Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551). Production notes Congreso (Argentina, 2014). Directed by Luis Fontal. Written by Luis Fontal and Ezequiel Tronconi. With Ezequiel Tronconi, Matías Dinardo, Sabrina Macchi, Maximiliano Zago, Florencia Benítez, Agustina Quinci. Cinematography: Camilo Marzano. Editing: Lourdes Miere. Running time: 85 minutes.
La gran noche Congreso, opera prima de Luis Fontal, antes que nada es una comedia generacional. La palabra, lejos de condicionarla o al menos encasillarla en un grupo de películas argentinas como 20.000 Besos (2013) o Días de vinilo (2012), le cae perfecto para encontrar un público amplio capaz de identificarse con el derrotero de estos seis personajes, todos de treinta años para arriba, dividido en tres masculinos y su par femenino. Los hombres se preparan para una noche de fiesta con el pretexto de una cena mexicana en la que están invitadas tres amigas, dispuestas a esa cita a ciegas para pasarla bien. El anfitrión Nicolás (Ezequiel Tronconi, también guionista) se encuentra con su novia, son los únicos personajes que ya tienen una relación de antemano. El resto está en igualdad de condiciones, es decir, con las máscaras y roles a cuestas bajo la impunidad del desconocimiento ajeno. El mecanismo de máscaras también funciona, en términos narrativos, para marcar diferencias entre los personajes. Por el lado de las chicas, Agustina Quinci, Florencia Benítez y Sabrina Macchi, hay una que se dedica a la kinesiología, otra que estudia cine y la tercera que hace del papel de novia. Para los hombres quedan los roles de arquitecto separado, Germán (Maximiliano Zago) y actor vocacional, Gonzalo (Matías Dinardo) y del ya mencionado anfitrión, cantante de rock. Sin embargo, los maquillajes y las máscaras comienzan a descascararse una vez superada la inercia de las presentaciones y con el paso de las horas, el alcohol y sustancias varias para participar de esos juegos peligrosos, donde quedan expuestas las miserias y secretos de cada participante. En realidad eso es la superficie de Congreso (2013), porque en el apartado más profundo, generado a partir de muy buenos climas, entran a tallar otro tipo de conflictos, pero también afloran emociones y sueños incumplidos. Para esos climas es insustituible el buen material sonoro, integrado por una serie de temas musicales entre los que se cuelan Kevin Johansen, referencias directas a Soda Stereo (el hallazgo del vinilo de Signos), pero también con un puñado de temas propios muy acordes a cada escena. La amistad a los treinta podría ser un título tentativo de esta película ultra independiente, donde el barrio de Congreso, que da origen al título, opera no tanto desde lo geográfico sino desde ese espacio cinematográfico, en el que confluyen la nostalgia, la madurez y la melancolía por el tiempo que no volverá.
Se estrena en el Centro Cultural San Martin (Sarmiento 1551) el film argentino Congreso de Luis Fontal. Situada en un departamento del barrio que da nombre a la película, el film junta a un grupo de amigos junto a un grupo de amigas, a una noche de alcohol, diversión y, esperemos, sexo. La película dirigida por Luis Fontal tiene sus buenos momentos y líneas de diálogos interesantes, e intenta ser una especie de retrato generacional, apuntado a aquel momento de la vida en el que uno quiere seguir sintiéndose pendejo y le escapa a las responsabilidades que terminarían de convertirlo en adulto, como si fuera una versión local y masculina de la serie Girls. Uno de los problemas principales que tiene, es lo poco arriesgada que es, ya que no puede evitar caer en clichés como los que se encuentran en su galería de personajes: la cineasta snob, el rockero que sólo piensa en levantarse minas, el estudiante de teatro que es tímido con las mujeres. Jueves, viernes y domingos a las 20hs. Sábados a las 22hs.
Congreso es un film pequeño, sin demasiadas pretensiones salvo contar una historia. Una noche, tres posibles parejas y como las interacciones entre ellos disparan historias del pasado y perturbaciones del presente. La película va creciendo en interés a medida que la noche avanza, gracias en parte a lo bien definidos que están los personajes. No es fácil construir un contexto convincente de una situación tan convencional como una fiesta en un departamento. El director lo logra y en ese proceso logra mostrar una “voz” propia, con un lenguaje que no resulta forzado. La banda de sonido le pone el marco ideal a la trama tiñendo al film de esa bien argentina melancolía indie de clase media.
Congreso no es una comedia de gags, ni de romances trillados que buscan imitar modelos de películas adolescentes extranjeras. Es una película que funciona a partir de la construcción de situaciones y conflictos reales, nunca extremos ni trágicos y allí es donde consigue un reflejo y una identificación directa y emocional con el espectador. Todo es sutil, nada se exagera, y de esa manera todo se vuelve real. Para ello es trascendental el rol de cada uno de los intérpretes en esta realización, Tronconi, Zago y Dinardo construyen un trio de amigos increíbles, en la vida real son amigos, y es cierto que muchas relaciones que se ven en la película son reales, pero cada uno de ellos, con gran experiencia en teatro (como actores pero también directores) manejan un registro natural y fresco que le da realismo y credibilidad a la trama y a los diálogos. Lo mismo sucede con la triada femenina Agustina Quinci, la dura rockera, Flor Benitez la dulce y delicada kinesióloga y la rebelde y sensual Sabrina Macchi. Seis personajes en una sola locación, autogestionada, sin ayudas en presupuesto, la tesis universitaria de su director y un trabajo en los aspectos técnicos tan correcto y profesional que nada tiene que envidiarle a otras producciones de mayor presupuesto. Congreso es un claro ejemplo de cine independiente nacional y debe ser tomada como una gran motivación para todos los que aspiran a dedicarse al cine y contar historias (sin olvidarse del público) y no tienen cientos de miles de pesos.
Mientras somos jóvenes Ultraindie y pequeñísima, Congreso abre con una recorrida por los distintos ambientes de un departamento antiguo ubicado frente al Palacio Legislativo. La escena sirve de presentación para los tres amigos que conviven bajo el mismo techo: un rocker ególatra, chamuyero y exitoso con las mujeres; un actor algo tímido e introvertido pero sensible; y un flamante soltero aún sumido en el duelo por la relación terminada. Durante su primera parte, el film -estrenado en una de las secciones paralelas del Festival de Mar del Plata 2013- se dedicará a mostrar la dinámica grupal y ciertos usos y costumbres de los veinteañeros actuales, todo en vísperas de una fiesta que se realizará esa noche, convirtiéndose así en una comedia eminentemente generacional en la línea de 20.000 besos, Abril en Nueva York y Voley, cuyo correcto funcionamiento dependerá de la capacidad de cada espectador para empatizar con alguno de los tres protagonistas. La fiesta es una cena con otras tres amigas. Pasados los juegos etílicos y charlas de rigor, llegará la hora de la división en parejas. A partir de aquí el guión de Tronconi y el propio Luis Fontal apuesta menos a la observación que a la exposición de las debilidades de cada un@ de l@s chic@s mediante algunos diálogos demasiado previsibles pero sinceros en tono confesional, quitándole al film parte de su frescura y agudeza observacional.
Amigos, alcohol, chicas Comedia agridulce de jóvenes. Tres amigos conviven en un departamento frente al Congreso: uno es músico y seductor-ganador, otro es tímido y actor, otro sufre por amor. A la noche hacen una reunión con tres chicas, una especie de cena festiva con pretendida "temática mexicana". Las chicas son atractivas, sus personalidades, diversas -como de reparto de características programático-; dos de los chicos ostentan algunos cortocircuitos, hay rencillas -no conflictos- que crecen. Congreso es algo así como un intento de mumblecore porteño pero sin derivas bien logradas en la conversación, y con algunos desajustes interpretativos -falta de naturalidad, fallas en el tono- sobre todo al principio, como si a los actores les costase proferir diálogos demasiado armados para establecer quién es cada uno. Con el correr de los minutos, con el correr del alcohol a la noche y ya con menor necesidad informativa la propuesta empieza a fluir, aunque algún ralenti explique de más. El segmento final abandona la posibilidad de comedia romántica múltiple y elige la amistad masculina como eje, con un sostén argumental apoyado en poco más que una suma de situaciones banales que no terminan de armar una trama, de ofrecer una cohesión significativa.