Cristiada es una película que te deja con muchas ganas de saber más sobre este hecho tan penoso. Es una pena que no se haya realizado con el 100% de actores mexicanos y en idioma español, ya que ver un acontecimiento latinoamericano hablado en inglés y con actores de otros países le resta mucha credibilidad. El guión está escrito de tal manera que da la sensación...
Irregularidad Épica "Cristiada" es una mega producción mexicana con más buenas intenciones que aciertos. El director debutante Dean Wright da vida a los acontecimientos sucedidos en México entre 1926 y 1929, en los cuales se enfrentaron el gobierno del momento contra los católicos más fervientes de la época en una batalla larga y sangrienta. El gobierno se sentía amenazado por el creciente poder de la Iglesia, y para no perder su hegemonía comenzó a perseguir, expulsar y matar cristianos. A priori es una historia difícil de recrear, demasiado épica y delicada como para andar cometiendo errores y salir impune de la situación. Cuando la película es tan heroica, los errores se pagan caros.Lamentablemente, creo que al director Wright le quedó grande el proyecto y se vio superado por sus propias ambiciones. El film tiene algunos momentos buenos como los primeros 20 minutos en los que actúa el gran Peter O'Toole y algún que otro despliegue de calidad del ya casi desaparecido Andy García. Lo demás se torna largo y por momentos muy forzado. 145 minutos es mucho aún para las producciones más emocionantes y dinámicas del mundo del cine, y a "Cristiada" le sobraron fácilmente unos 50 minutos. Hay escenas y personajes que son irrelevantes para la historia, un caso concreto, es la participación de Eva Longoria (Tulita) cuyo rol resultó totalmente intrascendente. Creo que suma algunos puntos a favor por el lado de las emociones, lo fuerte de ver en pantalla la convicción de personas que dieron su vida por la Fe, resulta atractivo, reconfortante y por momentos levanta el film, pero al realizar un análisis más global, me doy cuenta de que el producto total no logra involucrar al espectador y se torna muy irregular en la transmisión de sensaciones, que terminan siendo en su mayoría, aburridas. Como dije al principio, tiene buenas intenciones pero no supo encontrar la senda hacia la calidad y se quedó corta.
Nada de poner la otra mejilla Basada en el conflicto sucedido en 1917 en México entre el por entonces presidente Calles y la Iglesia católica, Cristiada (Greater Glory: The True Story of Cristiada, 2012) es una esquemática súper producción mexicana con cuanta estrella latina deambula por Hollywood, con el fin de recrear el suceso histórico. En 1917 el presidente mexicano (Rubén Blades) pretende quitarle la autonomía a la Iglesia católica. El conflicto se agrava con la persecución y asesinato de curas y obispos. Grupos armados autodenominados cristeros, le hacen frente al ejército promoviendo la Guerra Civil de la década del ‘20. Los cristeros recurren a la ayuda del general retirado Enrique Gorostieta Velarde (Andy Garcia) para que conduzca a los rebeldes y tras el grito de “Viva Cristo Rey” desarrollen una cruenta lucha armada. Cuando cinematografías no acostumbradas a las súper producciones de época realizan una película de tal magnitud, el resultado es un film de narración clásica, correcto técnicamente y sin lugar para la ambigüedad. Esto mismo sucede con Cristiada, la película más cara del cine mexicano, que se limita a representar el conflicto desde el punto de vista religioso (la película abre con mensajes proféticos sobre el cielo), sin ningún tipo de traspié formal o profundidad autoral. Sin embargo, Cristiada vale en cuanto al conflicto histórico que representa. La Iglesia católica siempre estuvo presente en los gobiernos latinoamericanos (para bien y para mal) y poco se sabe al respecto en la historia oficial. Por más parcial que sea la película, al hacer paralelos entre libertad y libertad de culto, importa por su representación de un conflicto vedado. Habría que preguntarse los motivos por los cuales la religión tiende a realizar películas que enarbolen sus causas. Secretos de pasión (There Be Dragons, 2011), que iba a estrenarse el año pasado, era afín al Opus Dei y ni hablar de la camada de películas con tendencia evangelista que cada tanto lanza la cadena Cinemark en Argentina. Volviendo a Cristiada, es una película que se sostiene sólo por el retrato histórico que narra, ya que el desarrollo dramático de sus personajes, la estética (desde la iluminación hasta los decorados) es tan falta de matices que termina por carecer de atractivo.
Grandes tragedias han sacudido a México durante el siglo XX, la mía fue ir a ver esta peli. Contexto Entre los años 1926 y 1929 el presidente mexicano, Elías Calles, llevó adelante con fuerza lo que la constitución del ’17 promulgaba que era la “nulidad jurídica de las iglesias, prohibición la participación del clero en política, privación a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos”. Amigos ateos y agnósticos antes de saludar todos estos puntos -excepto el último- sepa que en esos años se sucedieron matanzas terribles en el país a raíz de estas leyes. La respuesta a estas leyes fue la de una resistencia férrea de norte a sur de aquellos quienes defendían su derecho a la libertad de credo. Primero se dio en forma pacífica para luego pasar a la clandestinidad al declarar una guerra armada contra Calles. Estos hombres y mujeres que lucharon por su libertad se los conoció como Cristeros. -Convengamos en que no fue una medida muy inteligente la de Calles. Es como si quisieran imponer el socialismo en USA… o Argentina- La película toma como base este contexto para contar la historia de una lucha por la libertad, en este caso de credo. Hasta ahí es atractiva la propuesta siendo que el protagonista -¿Hay protagonista?- es un ateo militar quien decide luchar por los Cristeros. Le film -long story short- Las primeras escenas describen la situación con Calles (un mexicano haciendo de mexicano que habla en inglés mexicano frente a sus políticos mexicanos -wtf!), y los religiosos cristianos dando vueltas para ver cómo le hacen para contrarrestar esta situación. Existen tres personajes centrales, quienes llevan adelante la acción, estos son: el General Gorostieta, Andy García, José, un niño que se reforma y decide luchar por los cristeros al ver como matan a su cura favorito, protagonizado por Peter O’Toole, y Calles, el presidente malo que mata gente porque creen en un hombre invisible que está en el cielo. Estalla el quilombo y Andy García se une a los Cristeros para organizarlos y derrocar a Calles, a quien conoce de la Revolución Zapatista. Estados Unidos interviene en el diome porque tiene intereses en los yacimientos de petróleo, y bueno, necesitan que sus vecinos del sur se comporten para seguir explotando. Así es que manda a un emisario para que haga entrar en razón a Calles para que cese la matanza. Se encuentran Calles y el Sr. Emisario y este le dice algo así como: “Mirá, Streets, nosotros quisimos parar el consumo de alcohol y nos fue para el traste, así que dejate de jorobar y pará esto, amigate con el Vatican y listo”. Pero Calles no quiere entrar en razón y le termina comprando aviones para ganar la guerra. La revolución Cristera avanza y a Streets se le agotan las ideas, no sabe que hacer. Se encuentra con Gorostieta y le dice: “¿Dale que paremos esto?. Te doy este papelito en el que hacemos las pases y nada de esto pasó, copate, por los viejos tiempos con Emiliano“. Gorostieta, que quiere seguir jugando a la guerra, le dice que no y avanza con su súper ejército de cruzados mexicanos. Lo curioso es que Gorostieta no sabe que Asuntos internos le tendía una trampa y… Perdón, entonces después pasa algo así como que al pibe, José, lo raptan los del otro bando y le dicen que si renuncia a Cristo Rey lo dejan ir, el pibe se niega, que sí, que no, el chafirete, long story short, lo matan. Andy García se quiere matar porque era como un hijo para él y después lo terminan matando a él en un episodio confuso: El tipo sale al descampado y le dispara a dos flacos que están a varios metros, fundido a blanco. Mi cara luego fue esto. Algo pasa en el medio y resulta que la libertad de credo retorna a Villa México. No describe con acierto los sexos, los dos sexos, el éxodo, de dicho pueblo La peli dura algo así como dos horitas veinte. Lo cual está genial si se trata de DKR, ponele, para no ponernos exquisitos. Pero, y cómo me pasó el pero por encima, Cristiada no tiene una línea clara de la que te puedas agarrar. De repente pasa tal cosa y de repente tal otra y así estamos. Personajes que aparecen dos tres veces en la peli a los que se les busca dar una preponderancia mayor pero por peso propio no tienen. El guión y el montaje hacen que se te fría el cerebro intentando atar cabos inútiles que en nada hacen a la película. Conclusión Por supuesto que podría enumerar las cosas que no me gustaron pero sería contarles dos horas y veinte de peli. No me parece que sea buena ¡Ni cerca! Es innecesariamente larga y termina yéndose por las ramas. Si hubiese pagado para ir a verla me hubiera sentido estafado. No me gusta bardear las pelis, la verdad es que cuesta mucho trabajo lograr terminarlas pero esto me pareció pésimo.
Exceso de solemnidad y maniqueísmo histórico El film (inspirado en el riguroso estudio La Cristiada de Jean Meyer) pretende hacer una reconstrucción de los principales episodios de conflicto entre el Estado Revolucionario de 1917 y la Iglesia Católica. Dicho conflicto se recrudece en el momento en que el presidente Calles expulsa a los sacerdotes extranjeros de las parroquias mexicanas, imponiendo un régimen violentamente anticlerical. Como forma de reacción la Iglesia reacciona suspendiendo todos los servicios religiosos, lo que da inicio a las principales revueltas de creyentes fanáticos que se hacen llamar soldados de Cristo Rey, y que luego serán rebautizados por el gobierno como “cristeros”. El film tiene dos grandes falencias que -a mi juicio- llevan al fracaso el loable intento de recrear los episodios posteriores a la revolución mexicana de 1917. El primero es que peca en exceso de una solemnidad grandilocuente que se torna insoportable luego de los primeros veinte minutos. El relato, en este sentido, carece de matices narrativos; todas las imágenes todo el tiempo pretenden ser grandiosamente épicas, conmovedoras. Hay una escena en el film en la que el general Gorostieta arenga a la tropa para envalentonarla antes de la partida; la retórica del film parece ser una prolongación caricaturizada de esa escena. Hay, en efecto, grandes despliegues escénicos, y escenas de gran impacto emocional, pero cuando todas las escenas pretenden ser igualmente impactantes (cada frase pretende ser notable, cada imagen un recuerdo imborrable), entonces el impacto final del relato se debilita. La segunda falencia es la estructura maniqueísta del universo diegético: por un lado los cristeros, todos buenos, honestos, puros de corazón y de gran lealtad (algunos más propensos a la violencia que otros); por el otro lado, el horror, la estupidez, la barbarie genocida y dictatorial del presidente y su séquito de asesinos, torturadores y violadores. El nivel de diferenciación es tan absoluto que el relato, más que una reconstrucción histórica u objetiva, deviene en un panfleto mediocre e inverosímil. Un buen ejemplo de esto es el tratamiento de los personajes: Gorostieta se nos presenta como un hombre de honor, lealtad, pero que manifiesta ciertas ambigüedades respecto de su participación en la gesta por no compartir completamente ciertos ideales cristianos que considera obsoletos (es un hombre racionalista hijo de la modernidad). Incluso el sacerdote guerrillero tiene sus momentos de ambigüedad en donde debe armonizar su deseo de venganza por las atrocidades que Calles está cometiendo contra los pobladores indefensos y su condición de hombre de Dios. Sin embarbo, esta humanización positiva de los personajes no ha contado con un tratamiento simétrico para los personajes del presidente o de sus soldados. El presidente, como los soldados que le acompañan, son presentados unilateralmente y caracterizados por su inhumanidad, su barbarie, arbitrariedad y estupidez. Lo notable de todo ello es que si se revisa la historia de estos episodios (contada por el propio Meyer) nos encontramos no sólo con que Calles fue un hombre profundamente contradictorio, polifacético que fue profundamente afectado por los ideales de la modernidad europea (Racionalismo, Laicicismo, Nacionalismo). Por otro lado, el desconocimiento absoluto del rol al menos problemático que el Clero Católico ha desempeñado casi siempre en los contextos revolucionarios de los pueblos americanos (baste recordar el papel que asumió en nuestra dictadura en la Argentina) torna tan inverosímil la imagen de los actores, que éstos terminan quedando reducidos a una especie de estampita.
Durante la segunda mitad de la década del ’20 en el Siglo XX (1926-1929) se desarrolló en México, un hecho histórico que hoy día es casi desconocido – o poco recordado – por los ciudadanos de ese país; ni hablar del resto del mundo. La llamada Guerra Cristiada o Cristera fue un levantamiento de laicos y religiosos frente a un gobierno presuntamente ateo que decidió aplicar lo dispuesto por la Constitución de 1917 de ese país, negándole prácticamente toda participación civil a la Iglesia Católica; restricción de bienes de propiedad privada y de la Nación, prohibición en la participación política, y límites en cuanto a la promulgación del culto. Debido a esto, un ejército civil – Fuerzas Cristeras – entabló varias batallas contra el gobierno y las Fuerzas militares. Un hecho salvaje, triste, al fin y al cabo de liberación, del cual quedan escasos registros. "Cristiada", o "For Greater Glory" según su título original inglés, es una superproducción que intenta recordar aquellos hechos; y lo hace de la manera esperada contando los elementos con los que se jugaba. A ver, estamos frente a una producción estadounidense (por más que la publicidad la venda como “la más grande superproducción mexicana”, los únicos capitales que tiene del país de Chespirito provienen de capitales radicados en EE.UU., o sea...), dispuesta a gastar dinero en hacer que todo parezca enorme, con varias estrellas latinas e internacionales en el elenco, y la idea de rescatar un hecho histórico del olvido a través de un retrato fiel. Con todas esas ideas lo que salió es un resultado desparejo. Es sabido que el cine y la historia (como “hechos históricos trascendentales” digamos) no suelen llevarse bien de la mano. Nunca es aconsejable mirar una película para tener un conocimiento acabado de cómo fueron los sucesos reales, sobre todo cuanto más nos alejemos en el tiempo. En pos de un relato que fluya, del interés del espectador, o lo que sea, las libertades creativas suelen hacer su juego. Sería materia de discusión subjetiva dirimir si esto está bien o mal, si ese elemento hace a un film mejor o peor; por eso, pasémoslo por alto. El argumento, real, fiel, o no, se sigue con cierto interés y entretenimiento. Los problemas vienen por otro lado, "Cristíada" trata sobre la idea que los EE.UU. (o los ciudadanos estadounidenses con ascendencia latina) tienen sobre América Latina, y sobre un hecho que en definitiva les es ajeno; eso implica algunas concepciones que son, cuanto menos, discutibles. El elenco tampoco ayuda demasiado, Andy García en la piel de Enrique Velarde, Oscar Isaac, Catarina Sandino Moreno, Eva Longoria, y Rubén Blades son parte de un elenco ensamblado que hace lo que puede con algunos diálogos que no cierran; y parecieran hablar de algo sobre lo que no entienden demasiado. Todos suenan tratando de sonar convincentes, pero la decisión de haber armado este tipo de cast lleva a que no suenen ajustados ni confiables. Dean Wright es un hombre del departamento de FX’s que aquí debuta como director. Su trabajo es correcto, la idea era que el film luzca gigantesco, y realmente entretiene, su extensa duración pasa rápido, y los millones están donde deben estar. "Cristíada" es lo que se suponía, si lo que se quiere es ver un divertimento con trajes de época y latinos gritando frases importantes, tal vez salgan convencidos de la sala. Es la producción de un país que mirando al sur, que considera dos clases de ciudadanos, los estadounidenses de raza, y todo el resto, como una masa uniforme, lo cual, para un relato cinematográfico serio, complica.
La Lucha por la libertad de Credo De la mano del realizador Dean Wright llega a la pantalla grande una historia escasamente conocida, la Guerra Cristera de la década del '20, donde una revolución popular conmocionó a la América del Norte del siglo XX y llegó a puertas del Vaticano. El cineasta, quien acredita efectos visuales en en éxitos como Titanic, la trilogía de El señor de los Anillos y Las Crónicas de Narnia, aborda un relato con un comienzo explicativo que transporta al espectador hasta México de los años ´20, donde el país estaba bajo el mando del Presidente Plutarco Elías Calles (interpretado por Rubén Blades) y es él quien encabeza una rebelión y persecución del gobierno mexicano hacia la Iglesia Católica. La cinta está basada en hechos reales de la Guerra Cristera (1926-1929), donde el pueblo mexicano debió tomar armas en mano para hacer frente a este atropello de libertad de credo. Para ello tuvieron que convencer a Enrique Gorostieta Velarde (el siempre correcto Andy Garcia), un veterano de guerra, que más allá de su creencia, es persuadido a liderar a los rebeldes. Sumamente literaria y documentada, la película corre por los terrenos de la acción, el drama y la necesidad que tiene el hombre de buscar su propio mundo. Todo está respaldado por un reparto de lujo que completa la irreconocible Eva Longoria, en el papel de la esposa de Enrique Gorostieta (Garcia), el gran Peter O’Toole y Oscar Isaac y Catalina Sandino Moreno, entre otros. Cristiada es un relato jamás contado, que deja sangre, enseñanza y mártires en su camino
El proyecto es ambicioso: la producción más costosa que se haya encarado hasta hoy en México. Lo requería la recreación de un episodio importante de la historia de su país: la rebelión de los cristeros, un conflicto armado que se prolongó de 1926 a 1929, entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y las milicias de laicos, presbíteros y religiosos que lucharon contra la aplicación de leyes y políticas públicas que restringían la autonomía de la Iglesia Católica. Coincidentemente el mismo ejército rebelde a cuya etapa final consagró otro cineasta, el mexicano Matías Meyer, una suerte de western minimalista y espiritual, Los últimos cristeros, que se exhibió hace unos meses en un ciclo de cine latinoamericano en el San Martín. El director debutante Dean Wright, experto en efectos visuales, hizo lo que pudo con un guión, del norteamericano Michael Love, que ni expone la cuestión histórica en profundidad (no hay antecedente alguno acerca de los orígenes de la hostilidad entre los revolucionarios mexicanos y la Iglesia Católica) ni encuentra el modo de integrar los abundantes subhistorias (en algunos casos, apenas viñetas) en el cuadro general que quiere cobrar aliento épico sin conseguirlo. Lo poco que se sabe del conflicto tampoco se expresa en términos dramáticos sino en diálogos explicativos, por lo general dichos en el clásico tono solemne de las reconstrucciones históricas, y lo mismo sucede con los personajes. El relato abarca desde la promulgación de la ley anticatólica del presidente Calles, hasta el acuerdo entre México y Roma, propiciado por los Estados Unidos. Precisamente es esa demorada escena que determina el fin del conflicto la que aporta algún interés político a un relato que se ha estirado demasiado en episodios melodramáticos. El protagonista es el general Gorostieta (Andy García), convencido por los cristeros a abandonar su retiro y que a pesar de su ateísmo acepta luchar a favor de la causa porque su mujer es una católica ferviente, porque detesta la injusticia y también porque añora volver a la acción: no en vano repite innumerables veces la línea "Soy veterano de dos guerras". El enfoque es maniqueo. Los cristeros son justos, valientes y sensibles; las fuerzas del gobierno, pura crueldad. Para subrayarlo ahí están algunos personajes como el chico que deviene mártir, el sacrificio del sacerdote animado por Peter O'Toole y otros abundantes ejemplos de esa manipulación emotiva más propia de los culebrones que de un fresco histórico que pretende cobrar grandeza épica. Wright se desempeña mejor cuando aborda las escenas de batalla que cuando debe vérselas con historias "humanas" que no ahorran lugares comunes y convencionalismos y que quieren extraer potencia emotiva de la enfática música de James Horner. Poco puede decirse de los actores -algunos de ellos de probado talento- cuando deben pronunciar diálogos tan poco creíbles y hacerlo para colmo soportando el sudor que asoma bajo las gruesas capas de maquillaje. Hay sí una hábil explotación del paisaje y un correcto trabajo del fotógrafo Eduardo Martínez Solares.
A Dios rezando y con los rifles disparando Gracias a Cristiada, los no iniciados en la historia de México nos enteramos de que, entre 1926 y 1929, en ese país hubo una guerra civil conocida como Guerra Cristera, que enfrentó al gobierno de Plutarco Elías Calles con el grupo de los denominados Cristeros. El motivo: Calles, un presidente elegido democráticamente, intentó limitar el accionar de la Iglesia católica mediante la reglamentación de un artículo de la constitución mexicana de 1917. Grupos católicos se alzaron en armas contra las nuevas disposiciones: el resultado fue un enfrentamiento que duró tres años y causó 90 mil muertes. Un punto de partida interesante. El problema es que la película toma partido abiertamente por los Cristeros, desdeña todos los matices y complejidades que el asunto podría -y debería- haber tenido y, así, se convierte en un panfleto. Los personajes carecen de profundidad: los buenos son buenísimos y los malos, malísimos. Es difícil que algún actor se luzca cuando debe repetir diálogos que están entre el heroísmo y el ridículo. Aquí fracasan todos, empezando por Andy García, Rubén Blades, Peter O’Toole, Eva Longoria y Catalina Sandino Moreno, las figuras de un elenco integrado en su mayoría por mexicanos. Este es otro inconveniente: a pesar de que casi todo es mexicano (la historia, la producción, las locaciones y, lo dicho, parte del elenco), la película está hablada en inglés por motivos evidentemente comerciales. Una típica convención de Hollywood que siempre molesta, y en este caso más que nunca: durante dos horas y veinte hay que soportar un inglés con acento mexicano que vuelve todo muy poco creíble. Que de vez en cuando aparezcan frases en castellano (como “¡Viva Cristo Rey!”) sólo empeora el panorama. En su opera prima, Dean Wright -productor de efectos especiales en Titanic y El señor de los anillos, entre otras- hizo un drama épico al estilo de superproducciones hollywoodenses como Lo que el viento se llevó. Y, hay que decirlo, los escenarios naturales están muy bien filmados. Pero los paisajes se ven arruinados por una banda de sonido que todo el tiempo trata de emocionarnos, subrayando cuán dramático y glorioso es todo, y lo único que consigue es terminar de empujarnos hacia el ateísmo.
Una telenovela grandilocuente en la pantalla El sitio web de Cristiada ofrece una sinopsis pródiga en términos como libertad, épica, vida y epopeya. Tampoco duda en definir al film como “la historia de México que te quisieron ocultar”. Podría suponerse, entonces, que la falta de ambición no es una de las características de la ópera prima del hasta ahora supervisor de efectos especiales Dean Wright (Las crónicas de Narnia, El Señor de los Anillos, Titanic). La presunción se valida con creces ya frente a la sábana blanca en la sala oscura, cuando el tipo ponga toda la carne al asador en el trabajo de arte y recreación de los años ’20 a través de una puesta en escena tan vistosa como ostentosa, retratada con devoción maternal mediante innumerables planos generales. El problema es que el núcleo de esa parafernalia es un telenovelón de casi dos horas y media ideológicamente maniqueo, políticamente retrógrado e históricamente inexacto. Los intertítulos iniciales sitúan el relato en espacio y tiempo: México, mediados de la década del ’20. Al gobierno de Plutarco Elías Calles no le caía demasiado simpática la Iglesia, por lo que adosó un artículo a la Constitución de 1917 que, entre otras cosas, limitaba la participación eclesiástica en la vida pública. La decisión movilizó a un grupo de hombres y mujeres que la película representa a puro brochazo. Allí están, entre otros, el nene quilombero que pega buena onda con un cura (Peter O’Toole), el campesino aguerrido de armas tomar, un abogado “culto” y un ex militar al que nada parece importarle demasiado, pero que sin embargo acepta la propuesta de ponerse al mando de un grupo de milicianos dispuestos a pelear por su libertad de culto. Siempre y cuando le paguen, claro. Si lo anterior configura un planteo al menos llamativo, sobre todo desde éste, un país en donde la espada y la cruz fueron aliados históricos, el desarrollo aplaca toda ambigüedad en pos de un maniqueísmo ascendente en el que los curas y católicos son cada minuto más buenos y los militares más malos. No contento con la profusión de mártires, Wright se empecina en hacer de la estilización una norma. Así, las situaciones adquieren una tónica simplista y machacona –la música incidental omnisciente, por ejemplo– propia de los mejores culebrones, con lágrimas a borbotones, diálogos altisonantes e impostados y una tendencia a la sobreactuación en todo el elenco. ¿Se dijo elenco? Cristiada es una aglomeración de cuanto actor/actriz con raíces latinas anda suelt@ por el norte del río Bravo: Andy García, Rubén Blades, Catalina Sandino Moreno, Oscar Isaac, Néstor Carbonell y siguen las firmas. Ellos no sólo alternan español e inglés sin explicación alguna, sino que incluso llegan a “autotraducirse” en el mismo parlamento, configurando un aquelarre lingüístico. Síntoma de una “true story” que de verdadera tiene poco y nada.
Guerra entre Iglesia y gobierno Hay películas tan carentes de estilo, tan vacías de corazón y autenticidad, que parecen despertar en el espectador la sospecha de un panfleto por encargo. Alguien busca bajar línea de forma clara y sin matices sobre un tema, y arma un proyecto donde los que filman dicho film no terminan de tener la convicción sobre el tema que tratan. El resultado es algo como lo que se ve en Cristiada. Claro que esto es una sospecha, lo que se ve en la pantalla es tan sólo un film simplista, aburrido y sin gracia. Producción mexicana hablada en inglés (algo insólito, por cierto) con elenco internacional que narra el enfrentamiento entre el gobierno mexicano y la Iglesia Católica. Entre 1926 y 1929, bajo el gobierno del presidente Calles, las leyes que intentaban restringir los poderes de la Iglesia en la sociedad mexicana fueron trocando en una persecución que terminó en guerra. La película narra todos estos hechos con una clara, inequívoca y sin matices mirada a favor de la Iglesia. Tanto los miembros de la Iglesia, como quienes serán sus aliados, son los héroes de esta película. Independientemente de la simplificación del conflicto que Cristiada hace –y que muchos films suelen hacer frente a grandes temas históricos– lo que principalmente falla es la película como tal. Solemne, rutinaria, sin grandes momentos, el largometraje muestra que aun con un gran presupuesto y un gran elenco, las cosas pueden simplemente salir mal. La mirada unilateral de todo, tan sólo profundiza aun más la falta de interés de la historia. Y el tema más complejo e interesante, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, queda completamente de lado debido a esto. Ni como entretenimiento ni como relato político Cristiada funciona.
Cristianos, tiros y tequila "Cristiada" narra la historia de los cristeros mexicanos, quienes mantuvieron un conflicto armado entre 1926 y 1929 con el gobierno de Plutarco Elías Calles, cuando este intento implementar leyes que restringían la autonomía de la iglesia y la libertad de culto. Algunos católicos comenzaron manifestándose en contra de las leyes en forma pacífica, pero al ser reprimidos y perseguidos comienzan a organizarse hasta llegar a las armas. Estos grupos estaban bastante aislados entre sí, por lo que deciden buscar a un líder que los organice. Para esto deciden contactar a un militar con experiencia, y eligen a Enrique Gorostieta (Andy Garcia), un ex general de la revolución mexicana, ateo, que pasa sus días postrevolución como un empresario, casado y con dos hijas. Si bien Gorostieta no coincide con la causa, logran convencerlo monetariamente, y se pone al frente de este ejército de cruzados mexicanos. En el ejército hay varios personajes, el padre Vega (Santiago Cabrera), Victoriano "El Catorce" Ramirez (Oscar Isaac), que durante la película se dedican a explicar su fe y su pasión por cristo rey, y que de alguna manera exponen esta controversia de andar a los tiros por el amor de dios. Pero quien capta la atención del escéptico general, es José (Mauricio Kuri) un niño que se unió a los cristeros luego de ver como matan al cura de su pueblo, y cuya fe en dios conmueve al agnóstico y pragmático general, quien pasa de ser una mercenario, a un ferviente defensor de la causa. Mientras la película intenta convencernos de que esta lucha es solo una cuestión de fe -a través de batallas épicas al calor del desierto mexicano, balazos varios, melodrama, y algún que otro golpe bajo-, otro personaje más entra en escena, el embajador de Estados Unidos, Dwight Morrow (Bruce Greenwood) a quienes casualmente por esos años, se les vencía la concesión para explotar el petróleo mexicano. Ante la conflictiva situación, el embajador intenta conciliar con Calles (Ruben Blades) pero finalmente y fiel a su origen, termina sacando beneficio de tanto revuelo. Esta súper producción mexicana cuenta la historia desde un solo lado, el de los cristeros, a quienes muestra como cruzados que representan la fe y la bondad de este mundo, y del otro a un estado despiadado que no respeta a los creyentes. Por esto, la narración termina siendo simplista y no profundiza en la situación social y política de México, como para realmente entender todas las causas que desencadenaron el conflicto, mas allá de las causas religiosas. Narrativamente es difícil de seguir, hay muchos personajes, algunos irrelevantes, y situaciones aisladas que no están bien conectadas, por lo que cuesta concentrarse en la historia. Visualmente la producción es impecable, tanto la fotografía como la recreación de época son excelentes, pero hay otros muchos detalles que hacen ruido. Por empezar es molesto ver una producción mexicana hablada en inglés, ya que el elenco cuenta con varias figuras latinas que trabajan en EE.UU., muchos de ellos ni siquiera hablan bien español, por lo que durante la película hablan en un ingles “mexicanizado” que resulta bastante molesto o incluso pronuncian alguna que otra frase en un español casi inentendible. La música es realmente melodramática, y le da a algunas escenas un tinte de cursilería. Las actuaciones más destacadas son las de Bruce Greenwood, Oscar Isaac y Andy Garcia, quien logra darle un matiz más interesante a su personaje con esa transformación de general pragmático, a hombre de fe que termina comprometido con la causa. Es una producción visualmente muy fuerte, muy detallista, pero cuenta de un modo bastante parcial y simple un conflicto que aparenta ser mucho más interesante y complejo de lo que podemos ver en esta película.
Siempre, la fe todo lo puede Emocionante es la breve actuación de Peter O"Toole, como el sacerdote Christopher y el de Catalina Sandino Moreno, como la heroína de la resistencia. El director Dean Wright, que se encargó de los efectos especiales de "Titanic" y "El señor de los anillos", se animó a concretar un "fresco" épico y romántico, sobre la llamada "Cristiada", la guerra que se desató en 1926 en México, por parte de los católicos, cuando el gobierno del recién electo presidente Plutarco Calles (Rubén Blades), de ideología bolchevique, quiso castigar con cinco años de prisión, a cualquier sacerdote que criticara al gobierno, o se atreviera a vestir ropas clericales, en público, incluso a dar misa. EJERCITO CIVIL Frente a estas medidas los católicos se organizaron y formaron, junto con una parte de los campesinos, un ejército de civiles, que después de un encarnizado conflicto, en el que tuvo que intervenir el gobierno de Estados Unidos, logró derrotar a los federales, comandados por Plutarco Calles. El filme de Wright sigue con grandes aciertos el despertar de la conciencia colectiva del pueblo, ante el opresor, al que no le tembló el pulso para fusilar frente a un paredón de la iglesia al padre Christopher (Peter O"Toole), o entrar con sus caballos a una basílica, matar a la mayoría de los fieles y quemar imágenes. HECHO HISTORICO "Cristiada" redescubre un hecho histórico no demasiado conocido y sigue los pasos de interesantes personajes, como los de la familia del ex general Enrique Gorostieta (Andy García), su mujer Tulita (Eva Longoria) y sus hijas, las pequeñas Sandra (María Fernanda Urdapilleta) y Luz María (Martha Cecilia Flores). O de Adriana (Catalina Sandino Moreno), la militante católica, que se encargaba de atar una faja con municiones a la cintura de las mujeres, para que se las acercarán clandestinamente a los hombres del ejército de la resistencia. La película que tiene un cuidado diseño de producción, recuerda a filmes mexicanos, como "Viva Zapata", a la vez que tiene logradas resoluciones de cámara en lo que refiere a los enfrentamentos entre los bandos. El director Dean Wright tampoco se olvida de reflotar en algunas escenas, el melodrama latinoamericano, a través de la figura de Gorostieta, a cargo de un sólido Andy García y de un personaje como Tulita. Emocionante es la breve actuación de Peter O"Toole, como el sacerdote Christopher y el de Catalina Sandino Moreno, como la heroína de la resistencia.
La trastienda de una guerra olvidada Es impresionante la cantidad de mártires mexicanos que ha consagrado la Iglesia Católica. Hace poco santificó a una monja enfermera que atendía por igual a perseguidores y perseguidos, cuando proteger a estos últimos se pagaba con tortura y muerte. Lo curioso es que no fueron muertos por los indios durante la Conquista, sino por los propios mexicanos hace menos de un siglo, durante la llamada Guerra Cristera, cuando el gobierno progresista pretendió acabar con el clero impidiendo hasta las misas, lo que provocó un espantoso enfrentamiento entre revolucionarios y opositores. Curiosamente, muy pocas veces el cine mexicano mencionó esta guerra, y cuando lo hizo fue generalmente con un tono anticlerical. Pero ahora, al contrario, vemos una superproducción enteramente mexicana cuyos héroes son los del ejército cristero. Y para mayor gloria de su causa y mejor suceso de boletería en su zona de influencia tiene al frente un gran elenco de estrellas hispano-hollywoodenses como Andy García y Eva Longoria, conducidas por Dean Wright, especialista en efectos especiales, sobre guión de Michael Love. Así vemos variedad de tiroteos, cabalgatas, martirios y figuras históricas como el general Enrique Gorostieta, que recobró la fe durante la campaña, los mártires Anacleto González Flores y José Sánchez del Rio, torturado y muerto a los 13 años, el padre Reyes Vega, uno de los cinco curas que tomaron las armas en esa guerra, Victoriano Ramírez, alias El 14 por los soldados que enfrentó él solo, etcétera. Y aparece también, cartel francés, el embajador norteamericano Dwight Morrow. Puede que en todo ese fárrago no se aprecie mucho el sentido espiritual ni el sentido político de tanta masacre, pero el sentido comercial queda clarito. La venta de armas, la protección de concesiones petroleras, y la intermediación posterior para terminar la guerra fueron misiones que Morrow cumplió admirablemente, y el film lo expone con dos buenos actores: Bruce Greenwood como el embajador y Rubén Blades como el presidente Plutarco Calles. Para interesados, cabe citar tres títulos: "El fugitivo", de John Ford, con Henry Fonda como un cura huyendo de la policía (basado en "El poder y la gloria", de Graham Greene), "Miércoles de ceniza", de Roberto Gavaldón, con María Felix que pierde la fe al ser mancillada por un cura lascivo pero la recupera al conocer un digno sacerdote clandestino (Arturo de Córdova) y "Los últimos cristeros", de Matías Meyer, sobre una novela de Antonio Estrada que imagina cómo habrán sido los últimos días de su propio padre.
Es interesante ver como Cristiada suma más méritos artísticos que históricos al querer representar con firmeza el perenne conflicto que se da entre la religión y un estado laico cuando tanto el uno como el otro rayan el fanatismo y la intolerancia. El proyecto mexicano más caro que se ha rodado hasta el momento -110 millones en presupuesto- tiene un solvente elenco y detalles de producción impresionantes, pero flaquea demasiado a la hora de contar su versión de los hechos, haciéndolo de una manera más que ofensiva y aleccionadora. Normalmente un film con ribetes históricos suele decantarse por un lado subjetivo del relato y eso está bien, se le permite no ser objetivo o que favorezca a uno u otro en la discordia, pero el tema en Cristiada es que la polarización es tan evidente que asusta. El tratamiento del tema está manejado con un absoluto sentimentalismo barato, cursi, demasiado manipulador y pretencioso, con un concepto del Bien y el Mal desesperante, donde los cristianos son los buenos, justos y santos, mientras el gobierno opresor resulta irracional, frío y malvado. A pesar de sus desniveles, esta producción histórica con tintes de western cuenta con un buen elenco con nombres de peso, como el protagonista que interpreta Andy García, acompañado de Eva Longoria, Catalina Sandino-Moreno y hasta el cantante devenido en actor Ruben Blades. Puede picar el hecho de que se haga una película de habla inglesa basándose en una historia en territorio mexicano, pero ese es el menor de los males del director Dean Wright. Este debuta como realizador después de haberse hecho un nombre como diseñador de efectos especiales en grandes tanques, pero debería haberse quedado en ese territorio. Una buena fotografía, lograda ambientación y vestuario no hacen al film, y el guión de Michael Love es un lastre para todos los buenos aspectos que propone. Cristiada aburre, se hace larga, reiterativa y además peca de ser poco informativa. Los sabedores de historia le reprocharán sus faltas, y los que buscan buen cine atacarán sus otras carencias, que tiene muchas.
Desearás ver morir a “Cristo Rey” Podemos observar Cristiada como un elemento más de esta vorágine religiosa que estamos viviendo. Hasta hace poco no se hablaba de otra cosa más que del Papa Francisco. Es habitual que la elección de un Papa movilice a toda una sociedad, pero lo que ha impactado es el cambio rotundo de la visión sobre la Iglesia. Pasamos de tener una cúpula de curas “pedófilos” a una “honesta y humilde” institución. Este planteo, de alguna forma, también es parte del film. Se propone, a mi entender, mostrar qué es la fe y cómo se relacionan los fieles con ella. Es más, los adelantos dicen “la historia que te quisieron ocultar”. En definitiva, es parte de esta nueva posición en la que se presenta a la Iglesia con una nueva visión -sepan disculpar los creyentes, pero a mí parecer esto es un lavado de cara después de tantos desastres cometidos y abalados por la institución-. Pero, digamos que lo de Francisco salió mejor que esta película. Cristiada es algo así como un domingo de misa, algo excelente para los cristianos y aburridísimo para los que no forman parte de esa creencia. Más allá de la buena fotografía y la correcta puesta en escena, Cristiada es una película que resulta larguísima. De por sí la duración es mucha, pero la forma de trabajar la rebelión cristiana en México hace que parezca eterna. Se podría haber dicho lo mismo en mucho menos tiempo. Pero allí no recae su principal problema. La idealización extrema que se plantea de la Iglesia es el gran defecto en el que incurre. La exageración con la que se venera a “Cristo Rey” es muy poco creíble. Al igual, resulta poco verosímil, dentro de su pretensión de historicidad, la extrema caracterización de los “malos” y los “buenos”. Otro de los puntos en contra que se lleva es su grado de morbosidad. Se expone a un niño a escenas de torturas horribles. Muestran además imágenes demasiado exageradas e innecesarias como una cruz dibujada en la arena y rellena de la sangre del herido. Se intenta revelar el grado de compromiso cristiano con su religión, pero se lleva a límites que rozan con el decoro. Asimismo, deben resaltarse los diálogos, donde se encuentra lo más sectario de la película: aunque los conceptos no resulten en ningún momento difíciles de entender -son más bien muy básicos- son direccionados a un público en particular, sin plantearse como un film para todo público. Se intenta llegar a los fieles y reafirmar un sentimiento que ya poseen de antemano, por lo que las líneas recitadas por los personajes resultan en extremo pesadas. Cristiada se construye, como hemos dicho antes, de una forma muy correcta e incluso tiene escenas atractivas visualmente. Pero la intención absoluta parece haber sido funcionar como publicidad para la institución eclesiástica, con lo que a los pocos minutos de haber comenzado ya empieza a ser un relato de lo más aburrido. Y si tenemos que escuchar más de cincuenta veces la frase “viva Cristo Rey”, el sentimiento se refuerza.
Reseña histórica de estilo clásico y lineal, Cristiada narra un cruento enfrentamiento teológico, una suerte de “Guerra Santa” en pleno siglo XX. El film del debutante Dean Wright sorprende fundamentalmente al poner en imágenes hechos muy poco conocidos y difundidos, con una buena reconstrucción de época y sólidos rubros técnicos. Acontecimientos que tuvieron lugar en México entre 1926 y 1929, cuando el gobierno atentó contra el culto católico que se llevaba a cabo en las iglesias del país. Las fuertes restricciones al catolicismo recrudecieron dramáticamente cuando asumió el gobierno del presidente Calles, que prohibió sus actividades y persiguió y asesinó a curas, obispos y fieles. Grupos de resistencia armados, autodenominados cristeros, le hicieron frente al ejército promoviendo una sangrienta Guerra Civil. La indoblegable convicción y heroísmo de personas que dieron la vida por su fe, es lo más relevante y conmovedor del film, más allá de lo controvertido de sus postulados. Es una pena que esta ambiciosa producción mayormente mexicana, esté hablada en un inglés mal pronunciado, desaprovechando un elenco que se podía haber expresado muy bien en su idioma, como Andy García, Catalina Sandino Moreno y Rubén Blades, entre otros. El buen arranque del film, cuya duración global está un tanto excedida, incluye la participación del legendario Peter O'Toole.
La Guerra Cristera, en México, (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada) fue un conflicto armado entre el gobierno de Plutarco Elías Calles (famoso por su anticlericalismo) y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos, que resistían la aplicación de una legislación y políticas públicas orientadas a restringir la participación de la Iglesia Católica sobre los bienes de la Nación. Se inició1926 y finalizó en 1929. Algunas estimaciones ubican en miles el número de personas muertas, entre civiles, fuerzas cristeras y Ejército Mexicano, durante los tres años que duró la guerra, La Constitución mexicana de 1917 estableció una política que negaba personería jurídica a las iglesias, les privaba derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos, prohibía la participación del clero en política, quitaba el derecho de registro de nacimientos y fallecimientos, y sobre todo el poder que ejercían sobre la educación. El presidente Plutarco Elías Calles y José Fernando Rodríguez Rojas, general revolucionario, promovieron la reglamentación del artículo 130 de la Constitución que suprimía la participación de las iglesias, en general, de la vida pública, y el fue causante del inicio la guerra. La Guerra Cristera fue muy tortuosa. Porque en ella se unieron a los católicos, grupos villistas y zapatistas, desarticulados luego de la revolución mexicana, y población civil, que intentaban derrocar al presidente Calles. Finalmente, a diferencia de muchos grupos armados en el transcurso de la revolución y con anterioridad, durante el siglo XIX, el mercado estadounidense estuvo- al menos formalmente- cerrado para este grupo, por lo que no pudieron adquirir armas o municiones y debían depender del armamento de descarte (en parte excedente de la Revolución de 1910-1920) y con escasa munición. Las revoluciones en México estuvieron desde el inicio de su independencia alternadas entre cortos o largos períodos de paz, en los que se afianzaba el poder de la iglesia. México posee un increíble material fílmico sobre sus revoluciones, en documentales como ficción, realizada tanto por directores mexicanos como extranjeros: “La revolución mexicana- 1910-1920”, documental que recopila en cine silente todas las acciones de guerra del ejército y revolucionarios, “¡Qué Viva México!” de Serguéi Eisenstein (1932), “Viva Zapata” de Elía Kazán (1952), “Reed, México insurgente” de Paul Leduc (1973), “Campanas rojas, México en llamas” de Sergei Bondarchuk (1982), entre otras. El filme “Cristiada”, ópera prima de Dean Wright (creador de algunos efectos especiales de “The Lord of the Rings y Narnia”), con guión de Michael Love, basada en textos del historiador Jean Meyer, toma esos acontecimiento para ofrecer al espectador una versión “ligth” de la historia. El bisoño realizador intentó, según sostiene en el sitio de internet de la película, contar “la historia de México que te quisieron ocultar”. Tal aseveración no es cierta ya que después de 83 años de aquellos sucesos en México la contaron de variadas formas en ensayos, novelas, filmes como: “Sucedió en Jalisco (Los cristeros)” de MrAngelo (1947), “Los últimos cristeros”, de Matías Meyer (2012) y decenas de documentales sobre el tema. La producción de “Cristiada” tuvo un costo de alrededor de 11 millones de dólares superando el presupuesto de “Arráncame la vida” de Roberto Sneider (2008), que había alcanzado los 7 millones, convirtiéndose en la película mexicana más cara de los últimos tiempos. La inversión por otra parte se ajusta a los parámetros del cine americano de bajo presupuesto, lo que permite suponer que la intención de los productores fue abarcar el mercado latino y también, por qué no, uno más amplio al incluir un reparto internacional. La historia comienza en 1927, cuando el presidente Plutarco Elías Calles promulga una serie de medidas para limitar, y luego prohibir, las prácticas públicas religiosas. En consecuencia, algunos grupos religiosos deciden tomar las armas, y al grito de ¡Viva Cristo rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! ¡Viva México!, inician una guerra contra el ejército nacional. Dean Wright sigue personajes que apoyaron el movimiento desde la ciudad o pelearon en el campo de batalla. En particular perpetúa las vicisitudes de algunos de ellos: padre Christopher (Peter O'Toole), colgado en la plaza; Victoriano Ramírez “El Catorce” (Oscar Isaac), al que lo presenta como una máquina de muerte, algo así como un Rambo de principios de siglo XX; general Enrique Gorostieta Velarde (Andy García), ex colaborador de Victoriano Huerta (que una gran mayoría de mexicanos detesta) que había sido contratado por “Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa”, para organizar a los alzados; su mujer Tulita Gorostieta (Eva Longoria) se la muestra en forma anodina sometida tanto a su marido como a la religión; José (Mauricio Kuri), un preadolescente cuyo fervor alcanzó para beatificarlo. Pero también se asiste a los momentos de decisión del Presidente Calles (Rubén Blades, con más acento panameño que mexicano), y a sus encuentros y desencuentros con el embajador de los Estados Unidos en México, Dwight Morrow (Bruce Greenwood), enviado desde Washington a proteger los intereses americanos en el ámbito petrolero, bajo la apariencia de intermediación en la paz. “Cristiada” a medio camino de la verdad fue pensada y concebida como un proyecto que reproduce los patrones del cine de época al estilo Hollywood (como “The robe” – El manto sagrado (Henry Koster-1953), o “Ben Hur” (William Wyler - 1959), conformada con un reparto multinacional y hablada en inglés, con algunos toques de español. Su textura fílmica fue patinada de luminosidad para resaltar a los heroicos cristeros que se vieron violentados en su fe y creencias por un presidente que de la noche a la mañana se le ocurrió borrar a la Iglesia Católica del mapa mexicano, deportar a los sacerdotes extranjeros y asesinar a los curas que no obedecieran sus órdenes; pero dejando de lado las propias acciones de los cristeros que mataban a maestros y llegaron a quemar vivos a algunos en las plazas públicas. Así, cuando los cristeros (en el filme) queman un tren (apenas un fueguito) y provocan la muerte de civiles, de las víctimas sólo se escuchan algunos lamentos. Pero cuando los militares martirizan a José, se ve una secuencia de casi primerísimos primeros planos y en detalle sobre su tortura. Este mecanismo le da al filme un toque de irrealidad, dado que no es posible creer a personajes que se asemejan a figuritas de una historieta de “Billiken”. Por eso suena extraño o a cine fantástico ver a los rancheros de Michoacán o Jalisco mantener una gestualidad no propia al hablar un idioma que no les pertenece. Otro tanto sucede con la geografía que recuerda a los western de los años ‘40 o ‘50, a los que se prestaron los bellos escenarios naturales de los estados de Durango y San Luis Potosí: Matehuala, Real de Catorce, Santa María del Río, Villa de Reye. También fueron ignorados el contexto y las circunstancias que llevaron al presidente Plutarco Elías Calles a emprender semejante acción bélica y su personaje fue reducido al de un hombre enceguecido por el odio, dominado por una mente maquiavélica que fanáticamente creía que cerrar iglesias era su mayor emprendimiento presidencial. Según el guión de Michael Love, la respuesta de la población no sólo fue inmediato sino generalizado, cuando se sabe, y el propio Meyer lo dice, se trató de un movimiento de resistencia localizado y no uniforme. En esa revuelta que la cinta de Wright colma intencionalmente de mártires, e instala a un personaje fundamental no solamente en la Guerra Cristera sino en de la Revolución Mexicana: el general Enrique Gorostieta Velarde (agnóstico), y a éste le adjudica ideales de libertad que lo acercan a los cristeros y lo despoja de ambiciones políticas. Nada más lejos de la verdad ya que Gorostieta estaba obsesionado por derrocar a Calles y construir su grupo de poder y llegado el momento gobernar México (única causa real, además del dinero que cobraría, por la que aceptó convertirse en el general de la revuelta). Tampoco se muestra el hambre y la desesperación que llevó a cientos de personas a pelear con los cristeros para poder comer después de cada batalla; ni la condena y el abandono a su suerte de los sacerdotes por el Vaticano, en ese momento presidido por el Papa Pío XI; ni tampoco la creación de otro movimiento católico enfrentado al cristero y al Vaticano, que era el de los campesinos y maestros. Es evidente que el maniqueísmo fue el artilugio utilizado, por Dean Wright, para presentar una realización en la que se omiten verdades históricas y se presentan a mártires y villanos en un espectáculo estereotipado y cargado de lugares comunes, acompañados por la cuasi omnipresente música de James Horner (“Titanic”-1997- y “Avatar” – 2009-), entre otras), y del abuso de la cámara en mano. El final además de melodramático es reiterativo y sensiblero en el que prácticamente se agradece a los cristeros por garantizar las libertades de las que hoy goza México y le permite ocupar el lugar que tiene en el concierto de naciones, ignorando movimientos, armados, religiosos, y otros que no lo fueron, pero que aportaron su sangre a la apertura y grandeza de dicho país.
Una película destinada a ensalzar a los “Cristeros”, una guerrilla organizada para defender a la Iglesia católica, en contra del gobierno anticlerical del fin de la revolución mexicana. Una mirada sesgada de la historia donde un bando es heroico y el otro, la suma de todos los males. Con ansias de superproducción, despliegues y un Andy García convertido en un militar ávido de gloria.