El documental de Alejandra Martín sigue a cuatro mujeres que comparten a través de Internet el extraño culto a Ana y Mía, suerte de princesas o diosas que representan la anorexia y la bulimia. En la película se ve cómo logran articular estas vidas secretas y las públicas, en la que Rocío procura lucirse en alguna comedia musical mientras cría sola a su pequeña hija; Fiorella es una adolescente rebelde que vive entre rejas en su limitado espacio de cigarrillos y televisión; Carrie siempre se sintió rara y distinta, y Fabiana, reina provincial de la belleza, trata de ser modelo mientras pinta. Documental sin duda atractivo y atípico, el film logra el propósito que impuso su directora al orquestar estas historias paralelas: sus protagonistas apuestan a la sinceridad y al dolor, y sin duda logran establecer una conexión con el público al que le brindan sin melodramatismo sus dolores y sus necesidades. La directora supo, además, rodearse de un impecable equipo técnico que apoya estas confesiones que son, en definitiva, las voces más íntimas de esas mujeres que se atreven a confesar sus debilidades y sus miedos.
Un documental de Alejandra Martin que se mete en la intimidad de los blogs que reúnen a mujeres solas afectadas por la soledad pero también por la bulimia y la anorexia. Un terreno difícil, angustiante, tapado.
Angustia y virtualidad Diario de Ana y Mía (2012) es un documental que se cuela en la intimidad de cuatro mujeres argentinas y que con sutileza muestra el dolor que cada una acarrea por su deseo insatisfecho de perfección. Diario de Ana y Mía acerca sutilmente a los espectadores a la vida íntima de Carrie, Fabiana, Fiorella y Rocío. Con un relato pausado y una narración clara, sin morbo ni golpes bajos, el documental pone en pantalla la doble vida de estas cuatros mujeres. Por un lado, en la cotidianidad aparece su deseo de ser perfectas, su conflicto con la propia imagen y un dolor inconfesable atravesando todas sus experiencias; y por el otro, en la vida virtual, se extiende el espacio liberador donde pueden compartir sin tabúes sus secretos y angustias. Así, pendulando entre uno y otro, el documental problematiza y ejemplifica una faceta más del fenómeno de la sociedad en red que impera, desde la irrupción de Internet, en todas las relaciones humanas. En el primer documental de Alejandra Martín la vida de las protagonistas sucede sin sobresaltos aparentes. Aunque enfermas y angustiadas, nunca se escandalizan ni sufren exabruptos. Con sugestión y buen tono, Diario de Ana y Mía introduce de a poco a los espectadores en ese mundo extraño naturalizado por las protagonistas. Y si bien por momentos provoca escozor, es más lo sugerido que lo mostrado. Con tono monocorde y sin llegar a un clímax, el documental se mantiene expectante a lo largo de todo su desarrollo. Con la música intrigante de Pablo Trilnik, sobre la que se monta parte del suspenso de la trama, el documental asume algunos riesgos. Como los inolvidables planos de la boca de Fiorella comiendo ravioles o aquellos donde Carrie se esfuerza haciendo ejercicios físicos. Además, cuenta con una secuencia -moralmente necesaria- en donde se encarga de hacer evidente cómo la publicidad y los medios de comunicación reproducen y alimentan ese imposible deseo de la perfección.
Dos princesas que no son de Disney Desde sus 20 años Alejandra Martín, egresada de la Enerc, trabaja como directora de fotografía en videoclips, comerciales y películas que a veces la sumergen en mundos irreales, como los que volcó en "El vestido" y el corto "La leyenda del ceibo". Quizá navegando entre tantas imágenes que hay por internet será que empezaron a inquietarle ciertas siluetas, y ciertos epígrafes junto a diversos textos contradictorios y confesionales. Había entrado en los diarios de Ana y Mía, Aneami, Princess Ana y tantos otros blogs llenos de paisajes de cuento, mariposas, rebordes rosados, frases inocentes y consignas peligrosas. Enfrentándolas, también hay por lo menos una página, "Unidos contra las princesas de Ana y Mia". Se impone la aclaración, para quien recién se desayuna. Esos nombres aluden a dos males de nuestro tiempo: Ana, por anorexia, y Mia, por bulimia. En diversos blogs con esos nombres claves, muchas adolescentes vuelcan sus obsesiones, publican sus logros, se dan aliento, cuentan, como si fuera un tema aparte, algunos problemitas con sus padres, médicos y psicólogos. Se sienten princesas de un reino escuálido y hermoso. Alejandra Martín logra entrar en la vida real de cuatro chicas de esas chicas (dos de las cuales ya son más que adolescentes). No intriga, no las instiga, solo quiere conocerlas. No oímos su voz, ni tampoco interrumpe ningún especialista dando explicaciones. Solo escuchamos a las jovencitas, casi todas de voz quejosa y bastante tiempo libre, cuanto mucho oímos a la madre de una llevándola al consultorio, y al profesor de dibujo y pintura de otra, para colmo un gordo bastante exigente y parco para los elogios. El mundo real suele ser duro con ellas. Y ellas son aún más duras con sus propios cuerpos. En resumen, un acercamiento interesante, especial para comprender mentalidades, más que para discutir informaciones. Productora, Primaveral Cine, la de "AU3 Autopista Central", señalable registro de opiniones contrapuestas, y "Planetario", que es muy tierno.
Cuando ser princesa es doloroso ¿Quiénes son Ana y Mía? Recién al promediar la película se confirman las sospechas, así que si alguien prefiere la sorpresa de enterarse frente a la pantalla del cine, mejor que deje de leer estas líneas. El documental retrata la vida cotidiana de cuatro mujeres que, en principio, tienen un punto en común: la frecuentación de páginas de Internet y chats en los que se menciona insistentemente a Ana y a Mía y se dan consejos para llegar a convertirse en “princesas”. De a poco, vamos entendiendo que Ana es un eufemismo para la anorexia y las anoréxicas, y Mía, para la bulimia y las bulímicas. Uno de los puntos fuertes de Diario de Ana y Mía es que los casos que muestra son variados a nivel etario y social: hay dos adolescentes y dos adultas, de clase media baja y media alta. Todas son conscientes de su enfermedad y tratan de sobrellevarla lo mejor posible mientras intentan seguir adelante con sus actividades cotidianas. Ellas son las únicas que hablan: no hay relato en off ni palabras de especialistas. El objetivo, logrado, es darles voz a enfermas que en general sufren en silencio, por vergüenza y ocultamiento o por lo difícil que suele resultar detectar los trastornos alimenticios. Su único canal de desahogo, cuentan, son los mencionados sitios de Internet, que suelen hacer apología de la delgadez y las dietas extremas. Páginas que sugieren que, para reconocerse entre sí en la calle, las seguidoras usen una pulsera roja o morada según sean Ana o Mía. Un submundo desconocido, que el documental revela mostrando capturas de las páginas y de los díálogos virtuales, pero sin profundizar. La película nos deja con curiosidad y ganas de saber más acerca de esos sitios y sus creadoras, sobre todo cuando, después de una hora de película, el retrato de las cuatro protagonistas se vuelve un tanto repetitivo.
Diario de Ana y Mía es un particular título que no se refiere a un par de mujeres que se llamen así, sino a la condensación de dos inquietantes palabras: anorexia y bulimia. El film debut de la directora de fotografía Alejandra Martín (El Vestido de Paula De Luque) aborda aquí un universo casi desconocido: el de las mujeres que padecen estos síndromes y la manera en la que tratan de salir de ellos o por el contrario, entregarse sin reparos a sus peores síntomas. Para acercarse con mayor certeza e ingenio a esta problemática, la realizadora investiga en imágenes y testimonios a un puñado de chicas que forman parte de una comunidad bloguera. Un oscuro rincón de la Web que precisamente se denomina Ana y Mía, y que engloba a miles de mujeres, autodenominadas paradójicamente “princesas”, y que atraviesan, en distintas etapas y gravedades, su condición de “Anas” o de “Mías”. Un sitio de Internet o suerte de reducto místico en el que sus adeptas no sólo confiesan debilidades, miserias y padecimientos, sino que llegan a establecer “mandamientos” cuasi religiosos acerca de su devoción a reglas que atentan contra su salud y su propia vida. Confesiones de chicas casi anónimas que a su vez deslizan un velado o directo cuestionamiento a una sociedad de consumo cuyos patrones de moda, alimentos, bebidas o accesorios tienden a exacerbar una utópica y muchas veces falsa imagen femenina. Un creativo, revelador y muy bien rodado y editado trabajo fílmico, acompañado por un sensorial aporte musical de Pablo Trilnik.
Este documental de factura clásica, con la primera parte dedicada a la presentación de los personajes, a mi gusto un poco extensa y algo confusa, sobre todo en tanto y en cuanto no termina por definir el tema que desea exponer, lo que ocurre en la segunda parte, tampoco muy clara, por un lado una cuestión de salud vigente, la anorexia y la bulimia, en sus diferentes vertientes, enfermedades que hacen estragos sobre todo en los jóvenes en casi todo el mundo. Definición: Como síntoma: falta de apetito que puede ocurrir en estados febriles, enfermedades generales y digestivas o simplemente en situaciones transitorias de la vida cotidiana; Anorexia nerviosa o psicológica: es una enfermedad específica caracterizada por una pérdida autoinducida de peso acompañada por una distorsión de la imagen corporal; Anorexia sexual o anafrodisia; pérdida del «apetito» para la interacción romántico-sexual. Se diferencia de la Bulimia en principio por que en esta hay ingesta de alimentos de manera compulsiva, los llamados atracones, y posterior vomito. El otro punto de vista que plantea la realización es el muy fácil acceso, vía Internet, a la información en la actualidad, situación que en la clínica medico / psicológica se lucha a diario para contrarrestar los efectos nocivos de esta situación, pero muchas veces la información recabada no es genuina ni valedera. Esta podría ser la otra posibilidad de lectura del texto, más como excusa que como justificación del mismo, ya que lo primero que implica es la identificación directa con la experiencia de una con las otras. Cuatro mujeres solitarias comparten sus secretos en internet. Las une su propia visión de querer ser otro tipo de princesas a las establecidas. En esta selección de personajes a radiografiar se encuentra lo mejor del filme, de diversidad directa por grupo social, educativo, de necesidad o etario. Rocío quiere lucirse en una comedia musical mientras cría sola a su hija. Fiorella es una adolescente rebelde que vive en su limitado mundo de cigarrillos y TV. Carrie disfruta del dolor viendo sus huesos en el espejo. Fabiana, reina de belleza en su provincia, intenta ser modelo mientras plasma en pinturas sus oscuros deseos. Todas quieren ser perfectas princesas, pero el mundo real es otra cosa. De a ratos intentan ser "normales", pero no comer siempre representa un gran problema. Un tema importante que no puede, ni debe, cercarse en cuatro ejemplos, pues no es posible desarrollarlo y exponerlo de manera veraz, al mismo tiempo que cada persona es diferente aunque algunas manifestaciones sintomáticas se repitan. Es en esta repetición donde hace núcleo el tratamiento fílmico, por momentos incita al desagrado, aunque insinúa más que lo muestra, trabajada con un acento monótono y sin llegar a una situación de clímax, que intenta llegar con ayuda de la banda de sonido, pero no logra el cometido a pesar de durar poco más de una hora, termina por aburrir un poco. Todo esta sesgado en un periodo de tiempo limitado de estas personas, no hay ni se vislumbra como intención la derivación en soluciones posibles de la enfermedad, el filme cierra con esa excusa. Importante el tema, buen intento, pero no alcanza.
Y que va a hacer de mi camino o mi destino? (….) Lo peor y más triste es que no tengo respuesta. Y ni una triste palabra ajena que logre levantar este ánimo pobre…” Así arranca el documental de Alejandra Martín, “Diario de Ana y Mía”, sobre los lazos en el mundo virtual de adolescentes que sufren de bulimia y anorexia. No es un cinta fácil, les anticipo. Si lo que esperan ver es un enfoque tradicional, o clínico de cómo estas enfermedades afectan la vida de nuestras jóvenes, esta no será su película. Aquí, Martín hace un seguimiento profundo e íntimo, de la vida de 4 mujeres, que representan, de alguna manera, una pequeña muestra de un universo complejo donde no hablamos sólo de comida, delgadez o imagen corporal… hablamos de vida, muerte, adaptación, lucha y tal vez, resignación. Con todas las letras, símbolos, íconos y caracteres en pantalla… Ah, ya deben saber que “Ana”, es una persona con anorexia y “Mía”, con bulimia, denominaciones que las chicas utilizan en la red para contar quienes son y que las atraviesa. El hecho de ser princesa alude a este ideal de belleza que buscan como manera de ser aceptada en este mundo donde no sienten pertenecer… Circula en este registro, abundante material para bucear en las motivaciones de estas mujeres, en cómo se ven a sí mismas, en su sensación de soledad constante, la percepción de dolor y angustia infinita que sienten. Estremece oírlas. Por su edad. Porque las sabemos en riesgo. Y porque los parámetros de belleza que están instalados en nuestro mundo posmoderno no les dará tregua. El mundo no se detendrá a mirarlas, si ellas no logran establecer defensa contra él. De alguna manera, ellas lo saben. Por eso utlizan internet, sea un blog o las redes, para abrirse y compartir esto que las agobia. Rocío, Fiorella, Carrie y Fabiana pueden ser tus compañeras de curso, las hijas de tu vecina o tus propias hijas. Cada una de ellas relata su camino y su combate personal para sostenerse en pie en esta vida. Sus historias son fuertes (pérdidas físicas, desconcierto, tristeza, alienación, incomunicación, aislamiento) y Martín elige presentar rostros, muchas imágenes de blogs y fotologs y fragmentos de entrevistas simples y movilizantes. Su efectividad para la transmisión es notable. Sobre todo, porque se apropia del lenguaje de este grupo y puede retransmitirlo de manera clara, atendiendo a un espectador corriente y casual. Promediando el documental, me dí cuenta que poco sabemos de ellas y su mundo, vivimos en una sociedad tan veloz y violenta que aquello que es sutil, nunca parece tener entidad. Se lo devora el fondo. Y hay mucho aquí para preocuparse. Demasiado diría. Alejandra Martín, directora de fotografía, egresada del ENERC, docente y realizadora (y con una carrera que incluye trabajos con Paula de Luque y Tatiana Mereñuk), se luce en el recorte y montaje del material. Logra producir un doc que atrapa, desde el primer momento y al que hay que prestarle mucha atención. No es un tópico que se esté abordando en este año, así que bienvenida su llegada a sala.
Buscando a una princesa Diario de Ana y Mía es un documental que recoge el testimonio de cuatro mujeres que padecen trastornos alimenticios. El film busca construir un discurso que dé cuenta del papel que ha asumido Internet, como espacio de reunión y lugar de culto, entre las chicas que sufren estas enfermedades. Se denuncia la total libertad con la que se predica en la web la adoración del cuerpo enfermo y cómo se fomenta la entrega en cuerpo y alma, a alguna (o a las dos) de las princesas: Ana (anorexia) o Mía (bulimia). A lo largo del film se nos muestra qué implica ser una princesa -que al parecer tiene más que ver con aceptar (y disfrutar) las condiciones de sufrimiento necesario para conseguir la perfección (haciendo honor a la famosa frase “para ser linda hay que sufrir”), que con alcanzar la meta de ser linda (lo que para ellas sería alcanzar un cuerpo de 35 kilos y perder toda la masa muscular posible)- desde las distintas imágenes de los chats y los blogs que pululan en la web, así como de primera mano, mediante el testimonio de Rocío, Fiorella, Carrie y Fabiana. Ellas cuentan sus experiencias y reflexiones sobre la enfermedad que les aqueja y también las razones por las cuales se han acercado a esos lugares cibernéticos. Sus testimonios crean una dinámica que muestra las coincidencias que existen entre cuatro sujetos (que acá se constituyen en muestra) que forman parte de grupos sociales y ubicaciones geográficas totalmente diferentes. Se plantea así, un padecimiento que puede afectar a cualquier tipo de mujer. Resulta interesante la intencionalidad de reconstruir el espacio de cada uno de estas chicas, con sus respectivas diferencias y con todas las contradicciones que implica atravesar un tormento de este tipo. Pero, a medida que avanza el film, la temática sobre los diarios virtuales empieza a perder su incidencia en la estructura general de la obra y las imágenes extraídas de estos blogs y chats, pasan a ser meros separadores de un bloque al otro, dejando en evidencia la linealidad de la exposición que empieza a delatarse como repetitiva. Se está entonces ante un documental muy interesante (tanto por la temática como por el punto de vista que busca crear un testimonio coral), aunque la cotidianidad retratada se nota forzada en muchos momentos, como si hubiese un catálogo de acciones a mostrar. Se aprecia la intención de construir un universo cerrado, fragmentado y contradictorio, que si bien refleja el mundo interior de estas mujeres (y al que como espectadores obviamente no podemos acceder del todo), a la larga termina por convertir la propuesta en un planteo laxo y en un extremo poco comprometido. La elección de que sean los sujetos quienes elijan qué quieren contar, sin que haya ningún tipo de cuestionamiento (aún cuando ellas mismas ya han confesado que recurren a esos espacios virtuales porque es el único lugar donde pueden ser honestas, pues sólo las princesas puede entenderte y aceptarte), ni por parte de la directora ni de otros sujetos que presenten otro tipo de perspectiva; más la fragmentación de las imágenes que muestran lo que se comenta en los chats (a la que tampoco podemos acceder en su totalidad), tienden a simplificar la búsqueda original, que era la de mostrar la incidencia de estos sitios virtuales en el desarrollo de estas enfermedades. Se construye y se muestra un mundo, pero no se lo termina de problematizar, ni formal ni estéticamente.