José Luis López Linares dirige este documental en que treinta personalidades comparten su pasión por “El jardín de la delicias” la obra maestra de Hieronymus Bosch, conocido como El Bosco, atesorada en el Museo del Prado. El punto de partida del director fue la investigación realizada por historiador holandés Reindert Falkenburg, en torno a los misterios que rodean al pintor. Y que asegura que la obra fue planteada como tema de conversación para los nobles de la época. Y eso es lo que posee este trabajo: una conversación de treinta personalidades de distintas disciplinas igualmente fascinados por este jardín de los sueños. Con una banda sonora que incluye a Bach, Elvis Costelo y Lana del Rey. Con momentos espontáneos impagables y sorpresas, más inteligentes y curiosas observaciones de escritores, filósofos, músicos, científicos, artistas. Un verdadero deleite.
Contemplar la obra El documental español El Bosco, el jardín de los sueños (2016), fue realizado por el Museo del Prado, lugar donde se encuentra la obra de El Bosco “El jardín de las delicias”, por motivo del quinto centenario de la muerte del artista Jheronimus van Aken (Bolduque, Países Bajos. 1450-1516) conocido como Jheronimus Bosch o Hieronymus Bosch, en España, el Bosco. Este trabajo dirigido por José Luis López Linares es un interesante recorrido por la polisemia que construye una obra semejante y, si bien cuenta con momentos televisivos, no está en sus intenciones destacarse en sí mismo sino en ser una especie de Spin-Off de la pintura analizada. El Bosco, el jardín de los sueños abre en el mismo Museo del Prado, con los visitantes contemplando el tríptico (formato muy común en la pintura flamenca de los siglos XV y XVI) "El jardín de las delicias". En esa expectación se citan las múltiples hipótesis de lectura que los especialistas, desde historiadores de arte hasta artistas, esbozan a cámara. De esta forma el relato hace un recorrido del todo a la parte, de una mirada macro de la obra hasta la apreciación individual de cada espectador sobre el cuadro. También tenemos el recorrido histórico informativo: ¿quién era su autor? ¿Por qué su figura, al igual que su obra, está cargada de misterio? ¿Cuál era la cosmovisión de la época? Datos que ayudan a dar una mirada específica sobre el cuadro. Pero la obra sugiere otras cuestiones y, lejos de cerrar interpretaciones, abre varias más: ¿Con qué materiales/técnicas de pintura está hecho? ¿Cuál era el canon de representación de entonces? La mirada religiosa, La Biblia, y el libro de la naturaleza como referentes, la mirada crítica a la vida cortesana, la composición sinfónica de los elementos del cuadro, la arquitectura futurista, etc. No faltarán las relaciones con la revolución sexual de los años sesenta y setenta en la alusión a los placeres y pecados de una sociedad (el sentido didáctico dirán), para finalizar con lo auténtico del cuadro, aquello que lo vuelve único, y que varios analistas coinciden en su capacidad de interpelar al espectador: “Te mira a vos mismo”, concluyen casi al unísono. Así cierra el verdadero valor de este trabajo, el de reflexionar sobre la relación entre obra de arte (cualquiera sea) y el público, ávido de ser movilizado a otro universo donde soñar es posible.
Este documental español, realizado en 2016 a 500 años de la muerte de El bosco, es de una indudable belleza. Es cierto que no sale de la estructura clásica de declaraciones a cámara que trazan un discurso, pero también sucede que José Luis López-Linares (director y responsable de la fotografía) convocó personalidades de diversas disciplinas (entre las cuales están el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk y la soprano Renee Fleming) para que se refieran a esa obra emblemática. Además de los historiadores del arte, el espectador se encontrará con otras visiones que son de indudable riqueza. A eso se le suman una excelente fotografía para apreciar el cuadro (tríptico) y una deliciosa selección musical. De lo mejor de la semana.
En el análisis de una obra pictórica hecha película, y las múltiples interpretaciones que de la misma se podrían y pueden desprender, hay una búsqueda de otra raíz, una que busca lograr comprender la multiplicidad de visiones detrás de un signo. El documental como soporte para transitar la relación entre el ojo, el cerebro y las significaciones, una tesis visual que invade los sentidos (apoyándose hábilmente en la música) y que totaliza su propuesta para hablar de uno de los artistas más importantes de la historia del arte y un cuadro potenciador de sentidos por donde se lo mire.
Con motivo de conmemorarse el quinto centenario de la muerte de El Bosco, el Museo del Prado y el cineasta José Luis López Linares presentan el documental El Bosco, el jardín de los sueños en donde analizan los diversos símbolos de su cuadro más emblemático El jardín de las delicias. A los quinientos años de su muerte, poco se sabe sobre el pintor holandés Hieronymus van Aeken, mundialmente conocido como El Bosco. La falta de información sobre su vida junto con la mística de sus pinturas lo convirtieron en un enigma. La cantidad de interrogantes lo hacen aún más legendario: no se sabe a ciencia cierta el año de su nacimiento, ni qué hizo en los primeros años de su vida y tampoco cuántos cuadros llegó a pintar. El Bosco no fechó ninguna de sus obras, pocas llevan su firma, es la singularidad de su estilo su emblema y lo que permite diferenciarlo del resto de los artistas. Su principal coleccionista fue Felipe II de España, quien reunió varios de sus cuadros en El Escorial. La obsesión del monarca por el artista se vio reflejada en su lecho de muerte cuando a los 71 años y luego de agonizar 53 días falleció frente su cuadro favorito El jardín de las delicias. Es ésta, quizá, la obra más importante de El Bosco y debido a su gran contenido simbólico es considerada una de las pinturas más intrigantes y misteriosas de la toda la historia del arte. Actualmente forma parte de los fondos de exposición del Museo del Prado en Madrid y se estima que diariamente alrededor de cuatro mil personas detienen su mirada y son atraídos por la magnitud de sus imágenes. En este cuadro El Bosco refleja su visión sobre el dolor, la muerte y la condenación eterna a causa del pecado. El tríptico cerrado representa un globo terráqueo con la tierra dentro de una esfera transparente y alude al tercer día de la creación. En la esquina superior izquierda aparece una pequeña imagen de Dios con una frase inscrita en latín, extraída del salmo 33 que significa: “Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado”. Al abrirse, en el panel izquierdo se observa una imagen del paraíso donde se representa el último día de la creación, con la unión entre Eva y Adán. En el panel central se refleja un jardín desatado por la locura de la lujuria y la tabla final representa a la condena en el infierno, con un escenario cruel en el que el ser humano es juzgado por sus pecados. La estructura de la obra es simbolizar el principio y el fin de la humanidad. No es sólo lo temático y lo fantasmal lo que se destaca, es sobre todo lo avanzado para su época, el atrevimiento con las formas y la audacia de la composición de las imágenes. El documental de López Linares intenta reflejar todo este simbolismo a través de las diversas interpretaciones de artistas, escritores, filósofos, músicos y científicos. Su principal narrador es el profesor Reindert Falkenburg quien utilizó el tríptico como punto de partida en su tesis para plantear que, desde su primer exposición en la corte de los Nassau, El jardín de las delicias fue motivo de charla y análisis. A partir de esta premisa, surge la idea de conversar sobre los significados personales, históricos y artísticos del cuadro. Y al mismo tiempo explica la postura psicoanalítica, en donde el cuadro actúa como una representación del sueño humano que rompe con los límites impuestos por la sociedad y la moral.
Didáctico y cuidado documental sobre la obra máxima del pintor flamenco. El Bosco - El jardín de los sueños (España-Francia/2016). Dirección y fotografía: José Luis López-Linares. Guión: Cristina Otero. Edición: Pablo Blanco Guzmán. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 85 minutos. Apta para todo público. Salas: 9 (Arte Multiplex Belgrano, MALBA, Village Recoleta, Cinemark Palermo, BAMA Cine Arte, Showcase Norte, Showcase Córdoba, Cines del Centro de Rosario y América Santa Fe). Con motivo de haberse cumplido en 2016 los 500 años de la muerte de El Bosco (1450-1516) -se celebró además con varias muestras sobre su obra- el Museo del Prado y el documentalista español José Luis López-Linares se asociaron para esta película que no sólo trata de desentrañar la misteriosa existencia del pintor flamenco sino también en ahondar sobre los múltiples detalles y matices de su obra maestra: El jardín de los sueños. Se trata de uno los cuadros más admirados del mundo (unas 4.000 personas por días se detienen frente a él), pero también uno de los más enigmáticos y complejos. Cuando está cerrado, la pintura muestra un globo terráqueo dentro de una esfera transparente. Al abrirlo, el tríptico presenta un verdadero jardín de imágenes oníricas: el Paraíso, con Adán y Eva, a la izquierda; la lujuria y los placeres de la carne, en el centro; y el infierno, a la derecha. El director de Asaltar los cielos, A propósito de Buñuel y El pollo, el pez y el cangrejo real propone una suerte de diálogo coral entre críticos, pintores, escritores, filósofos, músicos y científicos que analizan los alcances, representaciones e interpretaciones de la obra. El resultado es un documental valioso, pero al mismo tiempo bastante convencional (estructura de cabezas parlantes y algo de investigación histórica) y con espíritu didáctico. Para amantes de las artes plásticas.
El arte de expandir los sentidos "Cuantas más interpretaciones tiene la máquina, más marcha", señaló Umberto Eco sobre El jardín de las delicias. El intelectual italiano fallecido en 2016 era uno de los elegidos por el español José Luis López Linares para desarrollar la larga charla sobre el famoso tríptico que pintó El Bosco en el siglo XVI, columna vertebral de este fascinante documental. Eco no pudo estar, pero sí participaron Orhan Pamuk, Salman Rushdie, Laura Restrepo y Michel Onfray, entre otros. La idea de entender esta compleja obra pictórica que es parte del patrimonio del Museo del Prado madrileño como una pieza de conversación permanente, tal como se supone que lo era en la corte de los Nassau -en cuyo palacio de Bruselas la vio por primera vez Antonio de Beatis, biógrafo del pintor-, es del historiador del arte holandés Reindert Falkenburg. Y López Linares supo cómo trasplantarla al cine con fluidez e inteligencia. Las reacciones e interpretaciones que dispara la pintura dejan entrever su poder de sugestión. Una de las más conmovedoras es la de la catalana Silvia Pérez Cruz, que en un momento abandona la reflexión intelectual para entregarse al canto. Como cualquier obra de arte de excelencia, El jardín de las delicias, lejos de clausurar sentido, lo expande en múltiples direcciones. Tanto como para que López Linares incluya en la banda sonora a Bach, Elvis Costello y Lana del Rey, y hasta se permita un inesperado paralelismo con el festival de Woodstock.
El misterio de El Bosco Vale por la variedad de miradas y de análisis sobre El jardín de las delicias que ofrece. Si uno dice El Bosco piensa de inmediato en El jardín de las delicias y en el Museo del Prado. Este documental refleja lo que distintas personalidades ven, entienden y explican que hay en el tríptico del artista, nacido en 1450 y que falleció en 1516. Desde el símbolo sexual del unicornio a cierta intención moralizante del autor, el pensamiento medieval y la polisemia o multiplicidad de significados atraviesan toda la realización de José Luis López Linares. “Es un paisaje onírico, verdadera simulación del mundo real que son los sueños”, o “La mayoría de la gente se ve a sí misma en la pintura”, y su explicación, aquello de que es un reflejo de nosotros ante la pintura, y que si vemos en su interior, comenzamos a soñar, y de ahí a que El Bosco ha sido capaz de encender la imaginación del espectador e incitar su interpretación. Porque la pintura, es el consenso, quiere ser entendida, pero no completamente. El pintor desea que permanezcamos en el misterio. Sin un hilo que seguir, entonces, ni tampoco un narrador que nos guíe, el director entrevistó a una treintena de personalidades de la cultura y de las ciencias (Cees Noteboom, Laura Restrepo, Orhan Pamuk, Miquel Barceló, Michel Onfray, José Manuel Ballester, William Christie) para que den su testimonio. Está Salman Rushdie, hay directores de orquesta, filósofos. Y los pensamientos son de lo más variados por lo que cada uno entiende de la obra, sus significados y significantes. Si uno, por ejemplo, cuenta la cantidad de conejos que aparecen en la obra, la cantante Silvia Pérez Cuz decide… ponerse a cantar desbordando de la emoción. Habrá análisis, habrá contemplación. La música del filme podrá ser de Bach o de Elvis Costello, la que importa es la que impulsa el ritmo interno del espectador.
No hay nada como El Jardín de las Delicias en la historia del arte. La obra maestra del Bosco está en el Museo del Prado, de Madrid. Y ahora gracias a este film, frente a nuestros ojos durante la maravillosa hora y media en la que, en compañía de grandes comentaristas de distinto palo y origen, nos perdemos por los vericuetos del tríptico, en el que nos vemos a nosotros mismos y que sigue siendo un misterio.
Cómo contagiar la emoción de un cuadro. Realizado a pedido del Museo del Prado por las celebraciones del quinto centenario de la muerte de Hieronymus Bosch, el film consigue ser didáctico, sin abrumar con análisis eruditos. “El autor no quiere que resuelvas el misterio. Quiere que permanezcas en él”, afirma una voz que parece ser la del escritor Salman Rushdie cerca del final de El Bosco - El jardín de los sueños, largometraje que vuelve a demostrar los límites, pero también las posibilidades del documental de “cabezas parlantes” cuando lo que prima es la yuxtaposición y diálogo entre las ideas y no la mera acumulación de las mismas. Dirigido por el muy experimentado camarógrafo y documentalista José Luis López–Linares (en el primero de esos terrenos su extensa filmografía incluye El sol del membrillo, la obra maestra de Víctor Erice; en el segundo títulos como A propósito de Buñuel y Extranjeros de sí mismos), El Bosco surge como un encargo del Museo del Prado y sus sponsors a propósito de una exposición especial que tuvo lugar el año pasado, en ocasión de las celebraciones del quinto centenario de la muerte del célebre artista. Data de muerte que, como tantas otras circunstancias de su vida (la propia película se encarga rápidamente de aclararlo), permanece abierta a discusión entre los historiadores del arte y los expertos en la obra de Hieronymus Bosch. Tal vez para evitar, precisamente, la acumulación de mojones y detalles cronológicos, la película se concentra no tanto en la vida del artista holandés –uno de los más notables representantes de la pintura flamenca primitiva– sino exclusivamente en una de sus creaciones. La más reconocida y famosa, incluso a nivel popular, cuyo origen, sentido, interpretaciones y cambios de ubicación y dueño proveen al documental de muchas de sus líneas de discusión más interesantes: el tríptico conocido actualmente como “El jardín de las delicias”, un encargo de Enrique III de Nassau terminado por el artista en algún momento entre 1485 y 1515. ¿Se trata de una obra de juventud o de madurez? Los especialistas tampoco logran ponerse de acuerdo al respecto. Didáctico en el mejor sentido de la palabra, el film alterna comentarios e impresiones de una treintena de invitados –escritores, pintores, músicos, escritores, filósofos, historiadores, restauradores– mientras la cámara recorre exhaustivamente cada uno de los tres paneles, desde lo general a lo particular y viceversa. Destacando, en el proceso, la doble y paradójica condición de obra religiosa blasfema y la enorme imaginación visual de un artista que, según afirma el historietista barcelonés Max, “dibujaba como pintor y pintaba como dibujante”. Partiendo de una imposibilidad, la de reflejar el proceso creativo del artista (algunos de los mejores documentales sobre pintura abordan precisamente ese tema, desde El misterio Picasso, de Henri-Georges Clouzot, a la ya nombrada El sol del membrillo), López-Linares y su guionista Cristina Otero se las arreglan bastante bien a la hora de comunicar algún vislumbre de las ideas y sensaciones que pudieron haber recorrido el cuerpo y el espíritu de El Bosco, apoyados en la posibilidad tecnológica de recorrer el fondo del lienzo con rayos infrarrojos y ultravioletas para determinar los cambios producidos en el tiempo, desde los primeros trazos del borrador hasta los últimos detalles. Asimismo, las imágenes de algunos elementos de la pintura unidas a las reflexiones de los entrevistados logran dar una idea bastante acertada de la cosmovisión en la época de su creación. Huelga decir que el film no está dirigido necesariamente a entendidos sino, muy por el contrario, a un público general. En ese sentido, El jardín de los sueños –sutil juego de palabras que le otorga preeminencia al carácter onírico de los “placeres”– logra contagiar una parte de la emoción que un cuadro de grandes dimensiones sólo es capaz de transmitir en su totalidad en vivo y en directo.
A 500 años de la muerte de El Bosco, José Luis López Linares (con el apoyo de el Museo del Prado e incontables auspicios de fundaciones y empresas) realiza un documental cuyo mayor mérito no es intentar comprender la obra del genio (que se sabe inabordable), sino deleitarse ante la fascinación que la misma provoca en el público. El documental se concentra en una sola obra, acaso la más emblemática del célebre artista: “El Jardín de las Delicias”, pero no se trata en el fondo tanto sobre la obra sino las múltiples interpretaciones que la misma ha disparado a lo largo del tiempo. Pero cualquier intento de “explicar” la pintura es, en última instancia, fútil: todas las interpretaciones son válidas, porque en el fondo hablan más del ojo del espectador que de la mano del artista. Poco es lo que se sabe de la vida de El Bosco, así como de su majestuosa técnica, que viniendo de un linaje de artistas pictóricos, se supone fue incluso todo un “secreto de familia”. Lo que se sabe es que la atención al detalle que le otorgaba vida a sus obras es tal, que al día de hoy la misma resulta tan atrapante y enigmática como cuando fue concebida. Hay tanto capturado en este increíble tríptico que resulta imposible no reconocerse en al menos alguna de las situaciones o personajes, puesto que, plagado de colores brillantes, este gran paisaje (separado en tres tablas: paraíso, Tierra e infierno) combina vida, muerte, tragedia, comedia y pecado. Lo más cercano, desde otro rincón del arte como lo es la literatura, podría apenas ser “La Divina Comedia” de Dante. Consciente de que la humanidad entera (concebida siempre con una fuerte presencia temática de lo religioso, que atravesaba por completo la época) puede ser reflejada en la obra de El Bosco, José Luis López Linares expone su admiración por el tríptico a través de un diálogo con artistas pictóricos, historiadores del arte, escritores, filósofos, dibujantes, historietistas, músicos y científicos del mundo entero. Y es que, “El Jardín de los Sueños” nos comprende a todos, pese a que nosotros nunca llegamos del todo a comprender al mismo. De ahí ese eterno asombro que hoy, quinientos años después, sigue despertando esta pintura, siendo uno de los principales puntos de atracción del Museo del Prado. El documental de Linares, más que un homenaje, es una auténtica celebración del poder movilizador del arte.
Crítica emitida en "Cartelera 1030", Radio Del Plata (AM 1030) SÁBADO de 20-21hs.
Logra hacer que la famosa pintura de El Bosco vuelva a ser sujeto de debate y análisis de sus imágenes, sentidos y simbologías como en los tiempos de antaño. En 2016 se cumplieron 500 años de la muerte del legendario artista flamenco Hieronymus Bosch, Jheronimus van Aken o también conocido como El Bosco en España. Su figura, tan fascinante como esquiva, despierta la curiosidad de la comunidad artística y su obra es un gran interrogante, con pocas pinturas que le pueden ser atribuidas sin un atisbo de duda. Aún así su obra maestra, El Jardín de las Delicias (De tuin der lusten), ha logrado convertirse en una de las pinturas más misteriosas y renombradas de la historia del arte. Cada día unas 4000 personas se detienen para admirar la obra exhibida en el Museo del Prado. El tríptico cerrado muestra una imagen de la creación del mundo, pero al abrirse revela tres paneles distintos: El Jardín del Edén (izquierda) con Adán, Eva y Dios compartiendo el paraíso terrenal; El Jardín de las Delicias (centro), que muestra a la humanidad sucumbiendo a los placeres del pecado que serán su perdición, y finalmente El Infierno (derecha), sombrío y oscuro destino del hombre. El documentalista español José Luis López Linares reúne a más de 30 personalidades (sociólogos, filósofos, pintores, músicos, artistas plásticos, científicos, críticos de arte) que analizan, interpretan y dialogan sobre la obra, sus detalles, simbolismos y sentidos. El Jardín de las Delicias vuelve a ser tópico de debate y conversación como el historiador del arte holandés Reindert Falkenburg sostiene que lo era en tiempos de la corte de los Nassau. El Bosco: El Jardín de los Sueños no busca cerrar la conversación buscando una respuesta a la sugestiva obra, sino que pretende abarcar múltiples interpretaciones sobre ella y jugar con la búsqueda del sentido a cada detalle y fragmento de la pintura. El ejercicio polisemico es tan irresistible que el espectador no puede evitar hacerse preguntas y formar parte de la conversación como si fuera uno más de los invitados por Linares para analizar el tríptico. La pintura sirve también como punto de partida para rastrear las raíces del misterioso artista, su obra, sus revolucionarias técnicas artísticas, la hermandad a la que pertenecía y la influencia que su producción tuvo en el arte actual.
Una realización sobre la belleza de lo extraño Bajo la dirección de José Luis López Linares, con guión de Cristina Otero, e idea del neerlandés Reindert Falkenburg basada en su libro “The Land of Unlikenes”, el documental “El Bosco: El jardín de los sueños”, galardonado con tres premios Goya y nominado a los Emmy, se centra en el cuadro más trascendental del pintor, y uno de los más icónicos: “El jardín de las delicias”. En su primera secuencia abre con un pensamiento de Andrei Tarkovsky: “Cuando una obra nos conmueve escuchamos en nuestro interior la misma llamada de la verdad que impulso al artista crearla”, anticipa lo bello que puede llegar a ser la cinta. Para su realización, ha contado con la participación de 30 personalidades del mundo de la cultura y de la ciencia: Reindert Falkenburg, Cees Noteboom, Laura Restrepo, Orhan Pamuk, Miquel Barceló, Michel Onfray, Salman Rushdie, Nélida Piñón, José Manuel Ballester, Sílvia Pérez Cruz, Cai Guo Quiang, Ludovico Einaudi, William Christie, entre otros. El rodaje se hizo con el Museo del Prado cerrado. Esas imágenes se mezclan con secuencias de un carnaval que rememora las imágenes del cuadro en algún lugar de los Países Bajos, acompañadas por una banda sonora muy ecléctica. En ella se incluyen piezas de Bach, Elvis Costello, que pone sonidos a los tapices de Cluny, Lana del Rey con Gods and Monsters, Ludovico Einaudi cuya música ambiental, para meditar y a menudo introspectiva, da el tono justo al filme, junto con Olafur Arnalds de Max Ritcher, y el turbador Váter Unser de Arvo Part. Sólo faltó a la cita Umberto Eco, que tuvo que acudir a un encuentro con la eternidad. En este filme el espectador podrá participar de una extensa reflexión entre artistas, escritores, filósofos, músicos y científicos, sobre los significados históricos y artísticos del cuadro, trayendo a la actualidad un diálogo entre autor y espectador que fue iniciado hace 500 años en la corte de los duques de Nassau (Bruselas), cuando se supone que fue encargada la pintura a El Bosco. Se tienen muy pocos datos sobre la identidad y la biografía de El Bosco, lo único cierto es la fecha de su muerte en 1516, lo que contribuye a alimentar el enigma del significado que se esconde en sus obras. Y como se dice en algún momento del filme: "Al final de la novela, el escritor desvela el misterio. En este caso, el autor no quiere que resuelvas el misterio, quiere que permanezcas en él". Según Linares «El Bosco ha sido designado como un miembro de una secta esotérica, un cripto-cátaro, un alquimista, otros lo ven tan culto que incorporó mensajes complejos en forma de juegos de palabras visuales basadas en textos bíblicos o en el folclore. Estas interpretaciones a menudo sólo reflejan la mentalidad del espectador», La película parte de la contemplación del tríptico y de las especulaciones que genera. No posee hilo conductor, ni tampoco narrador. Es el encuentro de hombres pertenecientes a una cultura moderna con un artista plástico que proviene del siglo XVI. Todos admiran esa obra de arte que a diario contemplan alrededor de 5.000 personas. Las miradas son variadas y de acuerdo a su profesión, por ejemplo Michel Onfray supone que el cuadro es una invitación a pensar lo impensable. La cantante Sílvia Pérez Cruz, protagoniza uno de los momentos en que la emoción emerge como salida del cuadro, en el momento en que comienza a balbucear unas palabras entrecortadas, y luego arranca a cantar a plena voz, sobre un esquema musical que figura en el cuadro. Jheronimus van Aken, familiarmente Joen, conocido como Jheronimus Bosch, y en España el Bosco, nacido en Hertogenboch, comúnmente llamada Den Bosch, Holanda: de donde tomó el nombre, perteneciente a la hermandad de Santa María, concibió su obra artística con una mirada que oscila entre lo religioso y lo terrenal, entre lo sublime y lo diabólico. Los trípticos hablan del hombre que ha perdido su rumbo para llegar al cielo porque los places lo distraen de su objetivo. Ya en El carro de heno (1516), en La nave de los locos (1500), el Tríptico del Juicio a Viena (1482), o Mesa de los pecados, muestra un esbozo de ese mundo onírico, culpable, prostituido, vicioso, degradado, y que estallará en su máxima expresión en “El jardín de las delicias”. Pilar Silva, jefa del Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado, comenta en la entrevista que concedió al periódico ABC: “En el segmento de Adán, Eva... y la lechuza, El Bosco no escoge el pasaje en el que Dios crea a Eva de la costilla de Adán, ni siquiera cuando ella muerde la manzana del pecado. Inmortaliza el momento en el que Dios presenta a la pareja y bendice la unión: coge la mano de Eva, mientras los pies estirados de Adán rozan el manto del creador. Adán, que acaba de despertarse, mira embelesado a la seductora Eva, arrodillada y que baja la mirada. A la izquierda de la escena, un drago canario. «Nunca vio El Bosco uno directamente, sino a través de algún grabado», dice Pilar Silva. Representa el árbol de la vida. Pero, justo encima de la escena, asomado en un hueco de la fuente de los cuatro ríos, vemos una lechuza, que se repite en varias zonas del tríptico. Encarna la maldad y el pecado. Junto a Adán, El Bosco pinta animales (un elefante, aves) que representan la fuerza, la inteligencia... Junto a Eva, una jirafa, un cisne, un conejo..., símbolos de pureza, soberbia y fecundidad. En El Paraíso amenazado: Pilar Silva nos llama la atención sobre una roca antropomorfa, en la que advertimos el perfil del diablo. Fue utilizada por Dalí en obras como «El gran masturbador». Sobre la roca, una palmera, que simboliza el árbol de la ciencia, del bien y del mal, pero la serpiente tentadora baja por su tronco y por la roca reptan alimañas. El Bosco nos advierte con todo ello de que, pese a estar en el Paraíso, el pecado ya está acechando. Es una premonición de lo que se avecina. El Infierno musical: La tabla del Infierno, también se conoce como «El Infierno musical», debido a los numerosos instrumentos musicales que aparecen en él: un arpa, un laúd, un tambor, una gaita... Pero en este caso se tornan objetos de tortura, donde se crucifican a los pecadores. La escena está presidida por una gigantesca figura antropomórfica: el hombre-árbol, «el gran engañador, el diablo», que mira al espectador y algunos asocian a un autorretrato del Bosco. Su cuerpo destrozado deja al descubierto una taberna. Eran numerosas las ventas y burdeles que había en torno a la plaza donde vivía el artista en Hertogenbosch. El hombre-árbol sostiene sus heridas piernas sobre unas barcas. Y es que en el Infierno el agua se torna hielo resquebradizo. «Desde los textos medievales, dice Pilar Silva, el hielo es el castigo de los envidiosos». A la izquierda de la escena, dos orejas atravesadas por un cuchillo con un claro significado sexual. El cuchillo tiene la letra «M», marca de un platero de la época. A la derecha, unos perros devoran a un hombre con armadura, que sostiene un cáliz en la mano. Es el castigo de los sacrílegos. No sólo los pecados capitales están representados en «El jardín de las delicias». En la época se perseguía y se castigaba la bebida, los juegos de azar, la prostitución... En esta escena aparece un hombre clavado a la mesa donde ha estado jugando y una mano atravesada por un puñal con un dado en sus dedos. Al lado, naipes y el tablero de una especie de backgamon. De nuevo, la inversión de papeles. Aquí vemos un conejo que lleva clavado sobre un palo a una persona que acaba de caza En el cuadro aparece una crítica a los franciscanos: Llama la atención ésta imagen, en la que El Bosco pinta un cerdo, con el tocado de una monja clarisa (forma parte de la orden franciscana), que trata de convencer a un hombre, con unos documentos sobre sus piernas, para que los firme. A un lado, el tintero; al otro, una figura porta los sellos. «Es una crítica a los que hacen malos usos: jueces, notarios... – dice Pilar Silva –. Pero también a cómo manejaban el dinero las órdenes mendicantes. Critica a los franciscanos, nunca a los dominicos».. El Bosco, sostiene Pilar Silva “es una paradoja que critica la locura y la estulticia de la plebe, pero emplea los motivos que provienen de ella; que ataca la conducta contraria a la moral católica, pero es uno de los mayores outsider de la historia; defiende la sabiduría y la vida ordenada y rechaza la locura pecaminosa, pese a lo cual cultiva las invenciones más descabelladas; abomina de las miserias terrenales y al tiempo expone un código ético profano. Esta tensión irresoluble en la obra del Bosco ha hecho del pintor una fuente inagotable de interpretaciones, cuyo misterio le coloca en lo más alto de la popularidad”, En este maravilloso y fascinante documental el espectador se encontrará con una obra onírica, llena de sugerencias, insinuaciones y miradas que interrogan o con picardía seducen para que el individuo intervenga en su juego. La carga erótica del cuadro muestra que los instintos más recónditos y extravagantes cobran vida de modo insólito, libre y amoral: animales bizarros, hombres-pájaros, pavos reales increíbles, jirafas de múltiples orejas, soldados con armaduras devorados por lobos verdes, una pareja dentro de un mejillón, elefantes, hongos gigantes, etc. El Bosco, en cierta forma parece haberse sumergido en los sueños para realizar su pintura, debido a su manera alucinatoria de pintar, donde deja a los deseos y temores en libertad para que puedan flotar sin orden establecido, ingrávidos, movidos o regidos sólo por el principio del placer. Las figuras como los animales, las plantas, los instrumentos, los objetos, las pequeñas cosas, como una rama que sale del ano o los puntos sobre diminutos pájaros que esperan el momento de iniciar su vuelo, dan una característica particular al conjunto, pero también alguno de ellos (cabras, leones, lobos, bebiendo alrededor de un lago, son como una metáfora del fin del mundo de acuerdo al artista Cai Guo Quiang. En el documental se dice que El ardín de las delicias es una pintura “precartesiana”, es decir anterior a una racionalidad establecida como fórmula del pensamiento humano. Es decir que la forma caótica del sueño compuesta por la condensación, primariedad, desplazamiento, dramatización y el contenido latente, es la que rige la estructura del tríptico y le permite al espectador dar rienda suelta a su imaginación para interpretarlo. Cada uno ve lo que quiere de acuerdo a los diferentes estímulos visuales, culturas, etnias, modos de vida, profesiones, traumas, anhelos, temores, por eso cuando el tríptico se cierra en su parte exterior se ve un globo terráqueo dentro de una esfera transparente. Al abrirlo aparece por arte de magia un increíble jardín de imágenes sobrecogedoras, sobre el paraíso con Eva y Adán, los placeres de la carne, la lujuria (temas propios de la edad Media), el infierno a la derecha, porque de él no es posible retornar. Es un cuadro que escudriña al espectador, que actúa a modo de espejo y que lo lleva a perderse entre sus figuras. Según Willam Chistie “es un cuadro que invita a entrar y participar”. R. Falkenbug dirá es una cuadro “, en que la gente se ve a sí misma. Si nos damos cuenta de que el cuadro es un reflejo de nosotros ante la pintura en cuanto miramos en su interior comenzamos a soñar. Es una imagen en espejo de nosotros”. Según Cees Nooteboom (escritor y ensayista neerlandés) “Este cuadro ha estado ahí expuesto dese hace mucho tiempo, emanando su fuerza, su alma… Antes de la Revolución Francesa, después de la Revolución Francesa, antes y después del marxismo, y antes y después de Auschwitz (…) Lo que significa que el cuadro, ha permanecido siempre igual. El mismo objeto material hecho de madera y pintura (,,,) Pero los ojos pertenecen a cabezas cuyas mentes han cambiado por completo”. La mirada del siglo XXI por cierto es diferente, ya la culpa y el castigo han perdido valor, sin embargo esos eternos pecados de la soberbia, la lujuria, del poder abusivo de gobernantes y jueces, de la mentira y la falsedad, la avaricia y la envidia, el robo, el secuestro, el asesinato, el incesto, la violación, mantuvieron su vigencia a lo largo de siglos. El Bosco podía enjuiciar a través de su arte, pero hoy numerosos artistas ya no poseen esa intención de denuncia del medioevo o el renacimiento, sino más bien producen artículos que reflejan su frívola vanidad personal
ARQUEOLOGÍA DE LA IMAGEN “Cuando una obra maestra nos conmueve escuchamos en nuestro interior la misma llamada a la verdad que impulsó al artista a crearla”. Estas palabras del cineasta ruso Andrei Tarkovsky impresas en la pantalla, dan apertura al documental de José Luis López Linares, un reconocido documentalista español (Sorolla, la emoción al natural , Últimos testigos, El pollo, el pez y el cangrejo real, A propósito de Buñuel, Asaltar los cielos, etc) que en este caso aborda a uno de los más paradigmáticos, misteriosos y controversiales artistas plásticos flamencos: Jeroen Van Acker , quien se apodó el mismo Hieronymus Bosch y al que todos conocemos como “El Bosco”. Decenas de rostros observan “algo” fuera de campo, son espectadores de una imagen que nos es negada en los primeros minutos del filme. Esa imagen que será el epicentro del relato, de la que se abrirán como un abanico decenas de sensaciones, análisis, teorías y disquisiciones que nos permitirán acercarnos al universo de El Bosco. Esa imagen que es negada al inicio y será la reina del documental después, se hace materia en su famoso tríptico hoy llamado “El jardín de las delicias” que se encuentra expuesto hace décadas en el Museo de El Prado. “¿De dónde salió esta fantasía dionisíaca?”, “Y estalla el caos, el inicio de todas las cosas”, “Verlo abrirse es un acto teatral”, éstos son algunos de los primeros pensamientos que hacen palabra los espectadores del enigmático cuadro. Más de 30 personajes diferentes se detendrán a observar esta obra y desde sus distintos puntos de vista, José Luis López Linares intentará contestar estas dos preguntas claves: ¿Quién era El Bosco? ¿Qué significa lo que ha representado en esta obra? Hay tantos ojos como profesiones que entregan su mirada y comparten sus impresiones: artistas plásticos, cantantes, músicos, historiadores, un filósofo, escritores, un dramaturgo, una restauradora, el director del museo y otras figuras más, a través de las cuales escudriñamos una y otra vez la tela inmensa y mágica que se despliega ante nosotros: espectadores de los espectadores. ¿Quién era El Bosco?, ¿Qué significa lo que ha representado en esta obra? Responder estas preguntas con certeza absoluta es casi un imposible. Este tríptico es un cuadro del año 1500 -aunque nunca se pueden dar fechas exactas, pues los cuadros jamás eran fechados por el artista– que presenta en la estructura de sus tres tablas: el génesis (a la izquierda), el mundo terrenal (al centro) y el infierno (a la izquierda). Pero quienes hayan observado un instante esta obra, sabrán que en esas imágenes se esconden tantos símbolos arcanos, algunos más accesible y otros aún no revelados, que hacen de Hieronymus Bosch un artista de vanguardia. Un hombre enormemente religioso que fue capaz de pintar los pecados más tabúes de manera perturbadora retratando en “El Jardín de las delicias” la lujuria como algo bello y atroz al mismo tiempo, donde un pájaro es más grande que un humano, donde el deseo es un desborde sin límites y pasa como una fruta roja de boca en boca hasta llevarte al infierno. Sus objetos y personajes, sus escenarios y colores parecen oníricos, pero este sueño de liberación termina siendo la peor pesadilla. Impregnado de objetos cargados de simbología: el búho, el pez, el conejo, la frutilla, el pájaro y otros, cada uno contiene un pequeño secreto detrás de su apariencia. Es grotesco y paródico, pareciera reírse de aquello mismo que representa, pero a su vez es moralizante, como si quisiera advertirnos del final que nos espera si nos entregamos a la engañosa seducción del pecado. Un surrealista antes de que existiera el surrealismo, un dibujante supremo de imaginación infinita, provocador, inquietante que narra cuando dibuja como quien escribe un libro sobre una tela, mientras que a la vez se impone un pintor excelso que crea mundos increíbles de colores imposibles. De El Bosco podríamos hablar tanto que agotaríamos las hojas, tal vez no se hayan creado las palabras para describir son exactitud su obra, por eso el documental busca la diversidad de miradas, y desde la perspectiva del “ojo de nuestra época” busca adentrarnos una vez más en estas preguntas, atravesando con la lente de la cámara la pluralidad de las percepciones. Volver a ver, es volver a reflexionar sobre una obra que habla del universo y su origen, del universo y el hombre, del mal, del bien, de la vida y de la muerte. “El jardín de las delicias” es el protagonista de esta historia, y su análisis reivindica su atemporalidad. El tiempo no lo envejece, sino que lo resignifica como lo hace una vez más este atractivo relato documental a través de la mirada de los otros y de nosotros. Por Victoria Leven @victorialeven
aravillas. Maravillas humanas. Maravillas animales. Animales fantasmagóricos. Nunca sabes si existen de verdad o solo existen en la imaginación. - Publicidad - A esto apunta el documental El Bosco, el jardín de los sueños, a escaparnos de nuestra realidad cotidiana para sumergirnos en un paisaje onírico que fue creado hace más de 500 años. El título del cuadro en cuestión es El jardín de las Delicias y parece ser una gran metáfora en sí misma. Su autor es Hieronymus Bosch, pintor holandés conocido como El Bosco. No se sabe la fecha exacta de su nacimiento, de qué murió y en qué año. No se sabe a ciencia cierta cuándo fue realizada esta obra, si en su etapa joven o adulta, no se tiene un registro detallado de sus pinturas por lo que es difícil discernir cuáles son suyas y cuáles fueron realizadas por sus imitadores ya que El Bosco no acostumbraba a firmar sus obras. Recordemos que la Edad Media fue una época de autores que se copiaban en cadena sin citarse y no existían los derechos de autor en ninguna disciplina artística. Y por si fuera poco existen enormes lagunas en la documentación de su vida que lo vuelven aún más misterioso. El semblante de este artista enigmático solo aparece en un grabado hecho por Cornelis Cort, colaborador de Tiziano, en donde, debajo del retrato y a modo de pie de página, escribe: ¿Qué ven, Hieronimuus Bosch, tus ojos atónitos? ¿Por qué esa palidez en el rostro? ¿Acaso has visto aparecer ante ti los fantasmas de Lemuria o los espectros voladores de Érebo? Se diría que para ti se han abierto las puertas del avaro Plutón y las moradas del Tártaro, viendo como tu diestra mano ha podido pintar tan bien todos los secretos del Averno. Algo de eso hay en las pinturas de este artista holandés: una especie de revelación a un universo de bestias y humanos que deambulan en paisajes tan extraños que parecen de otro planeta. De hecho lo han acusado de pertenecer a una secta esotérica, de cripto-cátaro y de alquimista. Más cercano al surrealismo que al realismo típico de la época, la originalidad de El Bosco no estriba en que haya imaginado seres monstruosos —había infinidad de ellos en los marginalia, arte utilizado por los iluminadores en los manuscritos medievales— sino en haberlo llevado como figuras centrales en obras de grandes dimensiones para ser exhibidas al gran público. El Bosco, el Jardín de los sueños es un proyecto audiovisual dirigido por José Luis López Linares y patrocinado por el Museo del Prado y la Televisión Española. A través de los testimonios de escritores de la talla de Cees Noteboom, Laura Restrepo, Michael Onfray, Orhan Pamuk y Salman Rushdie; de filósofos como Michael Onfray, cantantes, directores de orquesta, historiadores del arte, una soprano, un dramaturgo, un dibujante de cómics y hasta una neurocientífica, estos artistas, científicos y pensadores tratan de descifrar desde sus diferentes disciplinas la enorme polisemia de este tríptico. Un tríptico que en su época solo podía ser visto cerrado ya que se abría en momentos especiales. De esta manera podía vislumbrarse un mundo plano —según las creencias de la época— incoloro y sin vida. La fuerza y la policromía de los matices, los arrebatos sensuales de sus figuras blancas y el destino al que esa misma libertad de acción y pensamiento aguardaría en el más allá, era posible verlo en contadas ocasiones. En los tiempos actuales el cuadro es exhibido abierto y en todo su esplendor. De esta manera podemos ver que en la primera tabla del tríptico aparece un Adán y Eva libres del pecado original; en la parte central se despliega el jardín propiamente dicho —en donde transcurre el desenfreno de todas las criaturas humanas— y un paisaje terrible y oscuro aparece como epílogo en la última tabla, llamada también Infierno Musical —la música profana estaba considerada una guía hacia el pecado— que cierra, de esta manera, el recorrido visual. Y este es el recorrido que José Luis López Linares nos propone hacer. El film comienza con los rostros asombrados de los espectadores. Luego, a partir de las figuras que vamos viendo en detalle, se desatan una serie de interrogantes que solo pueden ser respondidos de manera difusa y aproximada. Nada en la obra de El Bosco, que el film disecciona como una suerte de autopsia artística, está sujeto a una interpretación absoluta. Todo en él es una enorme alegoría. En su libro de ensayos Arte y Belleza en la Estética Medieval (1987), Umberto Eco dice: El cristianismo primitivo había educado en la traducción simbólica los principios de la fe; lo había hecho por motivos de prudencia, ocultando, por ejemplo, la figura del Salvador bajo el aspecto del pez para eludir, a través de la criptografía, los riesgos de la persecución. A partir de entonces, ya con la simbología cristalizada en el imaginario colectivo medieval, el mundo en su conjunto se transforma en un símbolo a descifrar. El jardín de las Delicias es precisamente eso, un gran tapiz pictórico y simbólico, exuberante de seres y animales que parecen salidos del sueño más febril y en donde todo está sujeto a la resignificación. En donde el unicornio, animal fantástico y adoptado como símbolo de pureza, se vuelve más real que el tigre o la jirafa. El hombre árbol, el árbol de la vida, los cientos de animales —algunos realmente monstruosos—, las grotescas poses de las personas, un cuchillo saliendo de un par de orejas, parejas encerradas en burbujas, un hombre pez devorando humanos, infinidad de frutas exuberantes —se le ha llamado también El Cuadro de las Fresas—, elementos de tortura, fuentes de agua cristalina, edificios en llamas, pueden simbolizar conceptos tan vastos que, paradójicamente, puede, a su vez, no representar nada. Podría ser el simple delirio de un pintor con un exacerbado sentido del humor. Hay una secuencia en el documental en donde el director realiza una interesante analogía entre los grupos aglutinados del cuadro con las concentraciones populosas de los conciertos de Woodstock, tanto unos como otros parecen estar en estado de éxtasis. Es uno de los momentos en que la cámara se desplaza fuera del cuadro para centrarse en otros ámbitos. Lecturas hay infinitas. Tantas como las 40.000 personas que pasan a diario por la sala del Museo del Prado en donde es exhibida. Mención aparte merece la elección de la banda sonora. Si bien no podía estar ausente la música clásica como los temas Primavera y Verano de Vivaldi bajo la dirección del increíble Max Ritcher, es un hallazgo encontrar Il Sogno: Oberon and Titania orquestado por la London Symphony Orchestra y Elvis Costello y un tema netamente pop como lo es God and Monsters en donde Elizabeth Woolridge Grant, más conocida como Lana del Rey canta muy acertadamente: En una tierra de dioses y monstruos yo era un ángel, viviendo en el jardín de la maldad, herida, asustada, sin hacer nada de lo que necesitaba, brillante como un faro ardiente. Narrado en off por el profesor Reindert Falkenburg, que hace las veces de hilo conductor de la película, la propuesta del documental es seguir promoviendo lo que se supone fue su misión didáctica original: promover la conversación (conversatio) de los presentes en torno al cuadro. Si bien el público ha cambiado en su manera de interpretar el mundo en estos últimos cinco siglos, el mismo Falkenburg sentencia una idea que perdura hasta nuestros días: el Bosco ha sido capaz de crear una máquina que enciende la imaginación del espectador e incita a la interpretación sin siquiera darnos una pista. En definitiva, El jardín de las Delicias como cuadro y El Bosco, el Jardín de los Sueños como película, son ventanas en donde solo se encuentran interrogantes. Las respuestas son tantas como tantos ojos pueden verla. Esta película es un buen acercamiento para seguir maravillándonos con una obra inclasificable que el paso del tiempo, no solo no la clarifica, sino que la vuelve cada vez más inexplicable. En BAMA Cine Dirección: Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1145, Buenos Aires