"L'uomo che verrà" es otro de los incontables films que ofrecen una mirada a uno de los tantos acontecimientos atroces ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y el dominio de los nazis. En este caso, la historia se centra en la masacre de Marzabotto, donde soldados nazis ejecutaron a 770 personas (entre ellos, mujeres, ancianos y niños) de una pequeña comunidad ubicada cerca de Bologna, en Septiembre de 1944. A través de los ojos de una niña de 8 años, se describe cómo sobrevivía esta comunidad rural atemorizada por la inminente invasión nazi. Durante la primera mitad, el relato se dedica a detallar la forma de vida y las costumbres de este grupo de personas, mientras que la segunda parte se enfoca en el trágico hecho que terminó con la vida de cientos de hombres y mujeres. "L'uomo che verrà" es un film duro y depresivo que fue elegido como Mejor Película en los Premios David di Donatello 2010, superando a "Vincere", "Baaría", "La Prima Cosa Bella" y "Mine Vaganti". Luego de haber visto todas las candidatas, considero que "Vincere" es un trabajo muy superior a "L'uomo che verrà", el cual creo fue premiado principalmente por abordar un terrible acontecimiento en la historia de Italia.
La guerra muda El hombre que vendrá (L’uomo che verrà, 2009) puede ser muchas personas. Ambientada en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, puede que refiera al hombre como una colectividad, y que el hombre que vendrá hable por un pueblo y no un individuo. Puede que refiera a una entidad mesiánica. En principio, refiere a la embarazada Lena, que espera un niño destinado a nacer en la velada de la masacre de Marzabotto, en Bolonia. La masacre de Marzabotto ocurrió durante los primeros días de octubre de 1944 en la Bolonia rural, cerca de Marzabotto y otros pueblos aledaños. La historia siempre ofrece varias explicaciones para sus atrocidades; la película de Giorgio Diritti la toma como una represalia nazi contra la actividad partisana de la zona. Esos días vieron la masacre sistemática de cientos de hombres, mujeres, niños y ancianos desentendidos de la guerra, apoyando apenas marginalmente a los insurrectos. El film se ancla en la mirada de Martina, una niña de 8, y su amplia familia/comunidad de granjeros, que se encuentran en la línea de fuego entre la avanzada de la SS y la guerrilla partisana guarecida en los bosques boloñeses. Martina ha enmudecido desde la muerte de su hermanito en sus propios brazos, y presuntamente hablará con el nacimiento del próximo. Este voto de silencio carga de significado su mirada, un testigo silente a los sucesos que culminan en un acto de violencia a la par del acontecido en Sant’Anna di Stazzema. La película ha sido ganadora de varios premios Di Donatello en su Italia natal, entre los que cuenta el premio a Mejor Sonido, acaso un reconocimiento a su representación completamente sonora e incorpórea de la guerra. El horror de la masacre cae en cuartos de final, pero por lo demás, la tosca y silente vida campesina domina la película, moldeada al estilo neorrealista de Roberto Rossellini, que allá en los ‘40s cambiara el paradigma de representación cinematográfica con sus películas de posguerra. Se trata de un film que condensa el tiempo que transcurre y las varias miradas que lo cruzan, y en lo que acción refiere, se limita a sugerirla o mostrarla con impresión, de reloj y poco estética. Acaso el mayor mérito de Diritti sea el de iluminar este oscuro episodio histórico y convidarlo al mundo. Tiene la dignidad de no embelesarlo cual melodrama y presentarlo como la temática densa y sombría sobre la que trata, sin dejar de recordarnos, al final, con poco y nada de esperanza, que algún día vendrá un hombre.
Ojos bien abiertos Fuerte drama, en un pueblo italiano ocupado por nazis. La Historia -así, con mayúscula- contada desde los ojos inocentes de una niña, o el clásico pinta tu aldea y pintarás el mundo: cualquiera de las frases sirven para explicar qué es lo que el habitualmente documentalista Fiorgio Diretti ha hecho en El hombre que vendrá , un fuerte drama que transcurre en un pequeño pueblo de provincias italiano ante la irrupción de los nazis a finales de la Segunda Guerra Mundial. Aunque la película, nominada a un David Di Donatello, llega en formato DVD, hay imágenes que son ciertamente bellas al comienzo de la proyección. la aclaración es más que válida, ya que lo que se ve cercano al final dista -y mucho- como para poder utilizar la palabra belleza nuevamente. Martina (la niña Greta Zuccheri Montanari) vive con sus padres, su abuela, sus tías y familia en una enorme casona en el campo. Corre el año 1943, son campesinos y la irrupción de las fuerzas alemanas desestabilizará la supervivencia familiar. Los partisanos están allí, pero llegado el momento de la barbarie, nadie estará a salvo, lleve o no un arma para defenderse. El director estructuró el filme en dos partes bien definidas: la primera, en la que plantea cómo viven Martina -que no habla- y los suyos, determina las relaciones y se centra más que nada en la niña, cuyo mutismo tendrá su explicación bien avanzado el relato; y la segunda, ya con los soldados arrasando sin mirar a quién. Tanto en una como en otra, Diretti decide que la cámara observe, como si no tomara posición, algo ciertamente discutible, porque mostrar cómo los casquillos de las balas bailotean en el aire sin encuadrar los asesinatos a sangre fría en sí, es tomar un punto de vista. El hombre que vendrá , título también sugerente, conmueve y hace entrecerrar los ojos. Ante lo que parece incomprensible -como la maldad humana- a la razón siempre le cuesta distinguir, y Diretti -insistimos- parece sólo exponer una locura, a través de la mirada de una infante. Las actuaciones de Maya Sansa (la madre de Martina, vista en La nodriza , Buongiorno, notte , ambas de Bellocchio) y la propia niña son los puntos más altos de este filme fuerte y polémico.
La masacre de Marzabotto es uno los capítulos más terribles y oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Entre el 29 de septiembre y el 5 de octubre de 1944 las fuerzas alemanas de la SS perpetraron una terrible matanza contra la población civil del pequeño pueblo de Marzabotto, ubicado al sur de Bologna, en represalia por el apoyo que les brindaban a los partisanos de la resistencia italiana. Se estima que murieron 770 personas en su gran mayoría ancianos y niños menores de 10 años. Recién en el 2007, diez ex miembros de las SS fueron condenados a cadena perpetua por un tribunal militar italiano, que además les obligó a todo a pagar 100 millones de euros a las familias de los sobrevivientes. Pese a que hasta hace poco este hecho estuvo vigente en las noticias y se trata de una de las historias más terribles de la Segunda Guerra Mundial, El hombre que vendrá es la primera película que se refiere a este tema en el cine. Se trata de una muy buena producción italiana que recrea los acontecimientos desde los ojos inocentes de una niña. Una propuesta que recuerda por momentos a la película argentina Kamchatka, de Marcelo Piñeyo que se refería a la última dictadura militar, vista desde los ojos de un chico. La primera parte de la historia, donde el director Giorgio Diritti, parece evocar el neorrealismo italiano, es un poco lenta, pero después se pone más interesante cuando el tema de la guerra cobra más importancia y el film entra en el terreno del suspenso. Con un gran trabajo en la fotografía y la música, El hombre que vendrá se destaca entre las mejores producciones italianas que se conocieron en los últimos años y es una propuesta muy interesante para ver.
El silencio de la historia La pequeña Martina no ha sido la misma desde el día en que su hermano menor murió. El impacto de esa muerte la sumió en un profundo silencio que su familia ya ni siquiera cuestiona; la niña sencillamente está muda y este rasgo particular la pone muchas veces en posición de extrañamiento respecto de sus pares, que tienden a aislarla. Pese a su corta edad y escaso roce, Martina sigue con interés el devenir de los adultos que la rodean. Sabe que están en guerra, pero esta es una circunstancia tan arraigada a su breve memoria que casi no recuerda otra forma de vida y su único interés en lo inmediato es el nacimiento de su nuevo hermanito. Sin embargo, luego de la llegada de un regimiento de SS alemanas al pueblo de Bologna en el que vive con su familia, la niña advierte que un mar de fondo comienza a sacudir a la comunidad: los partisanos se esconden en las montañas y el peligro de una confrontación desigual comienza a sentirse en el aire. En medio de los conflictos, la vida diaria de un poblado agrícola de montaña y sus costumbres solidarias brillan a lo largo de una película que tiene para ofrecer sólo un poco más que un testimonio de aquellos días donde la tragedia acechaba sin perdonar a ancianos, mujeres y niños. El filme de Giorgio Diritti tiene, más allá de su escaso interés por profundizar en personajes individuales o su relevancia en una trama mayor, un mérito innegable: ofrecer una mirada a una tragedia largamente impune, la matanza de Marzabotto. Un hecho real, uno de los tantos actos genocidas agónicos efectuados por las SS en las postimetrías de la Segunda Guerra Mundial y que no tuvo condena en la Justicia sino hasta el año 2007, revelando que la memoria sobre este pasado atroz nunca es suficiente. Sin embargo, ¿es suficiente la intención del filme para dotarlo de calidad cinematográfica? Esto es cuestionable, ya que más allá de la fidelidad de la reproducción histórica y el interesante juego narrativo con que director y guionistas deconstruyen la comunidad de la zona de Marzabotto, una historia que debería resultar devastadora en su clímax se convierte en una crónica más de la historia infame de la Italia facista, por momentos aséptica y errante. Sí se puede destacar la actuación de la pequeña Greta Zuccheri Montanari, que por su rol de testigo silenciosa y por el peso de su personaje en la historia ocupa necesariamente un lugar preponderante. En cuanto al hombre que se alude en el título, la interpretación queda a criterio del espectador. ¿Se trata de un partisano, de un sacerdote, de un simple vecino? ¿Se trata del hermano largamente esperado por Martina? Quizá sólo sea una expresión de deseo, un símbolo de reconstrucción o renacimiento, la esperanza de la paz y de un nuevo hombre, hijo de los nuevos tiempos.
La atrocidad de los nazis, en la mirada de una niña de ocho años Para su pulcra reconstrucción de una página negra de Italia durante la Segunda Guerra Mundial -la masacre de Marzabotto, en septiembre de 1944, cuando los nazis asesinaron a casi 800 civiles de una comunidad agrícola de los Apeninos-, el boloñés Giorgio Diritti adopta el punto de vista de una chica de 8 años y decide iniciar la historia algunos meses antes del trágico episodio para que la visión se complemente con la descripción de las duras condiciones de vida de los campesinos y las vivencias personales de la protagonista, Martina, que ha perdido el habla a causa de la muerte de su hermanito y ahora espera con ansiedad al otro que está por llegar. El del título de resonancia cristiana. Por el ambiente y por su estructura coral (no tanto por su cohesión narrativa ni por su vuelo poético), esa primera parte remite a El árbol de los zuecos , de Ermanno Olmi, aunque aquí también se cuelan los ecos de la guerra, en el apoyo que el pueblo brinda a los partisanos y los enfrentamientos crecientes entre éstos y las tropas de la SS. La participación como intérpretes de habitantes de la zona y el uso del dialecto boloñés aportan autenticidad al retrato, centrado en la familia de Martina. Ella sirve de tenue enlace entre las pequeñas estampas que morosamente van detallando la dureza de las tareas del campo, las penurias que pasan los colonos y la amenaza de una guerra cada vez más cercana. Tales estampas -desarrolladas con visible esmero formal- son ilustrativas y en algunos casos muy bellas, pero no siempre logran ensamblarse narrativamente ni definir más que de forma somera a los personajes más próximos a la protagonista: sus padres, una tía que ha vivido en la ciudad y la abuela matriarcal. Los partisanos aparecen, en cambio, bastante desdibujados. El brutal desenlace, al que se arriba tras un sostenido crescendo -las incursiones de los nazis se hacen cada vez más frecuentes y violentas-, está impecablemente filmado, como casi toda la película, pero no alcanza a transmitir el verdadero horror de la matanza. Quizás el temor a cargar las tintas o su atención a la composición plástica llevó a Diritti a atenuar la intensidad de su ficción histórica en un proceso casi esterilizador, perceptible sobre todo en algunas elecciones de la banda sonora -ciertas partes corales, las imágenes mudas de la masacre-, y en la mirada distante que suele adoptar la cámara. El impacto procede de la propia historia: es un cuadro que golpea, pero se dirige más al cerebro que a la emoción. Son decisivos los aportes de Roberto Cimatti (fotografía) y de la bella y expresiva Greta Zuccheri Montanari como Martina.
Inocencia muda La protagonista de El hombre que vendrá es una niña que ha decidido dejar de hablar tras presenciar en carne propia la muerte de su hermanito recién nacido. Martina vive en una comunidad rural en Bolonia cerca de la región de Marzabotto durante la época de lo que podría denominarse la última etapa de la avanzada nazi en la segunda guerra mundial. Su familia, una madre embarazada, hermana mayor, padre, al igual que todo el pueblo, sobrevive a duras penas vendiendo alimentos a los soldados alemanes, quienes a partir del avance de los partisanos reciben la orden de aniquilar el poblado como botón de muestra de una de las tantas atrocidades cometidas por la SS en lo que históricamente se conoció como La masacre de Marzabotto, donde 770 civiles fueron asesinados despiadadamente, incluidos niños, mujeres y ancianos. Así las cosas, se puede afirmar que el otro protagonista del film de Giorgio Diritti –sobrevalorado en los premios David di Donatello- es ni más ni menos que la guerra como elemento conceptual de barbarización de la raza humana, donde claro está los nazis representan el aspecto más bajo del eslabón del hombre. Pero más allá de los desaciertos a nivel guión, no simplemente por caer en simplificaciones sino por no esquivar los modelos de representación convencionales de todo film sobre los flagelos de los conflictos bélicos, la idea de someter la historia al punto de vista de una niña de ocho años, silente pero muy expresiva con su rostro (gran trabajo de Greta Zuccheri Montanari) se ve malograda durante la primera mitad del metraje y recuperada en lo que resta de una trama de excesivos 115 minutos. No obstante, el realizador italiano logra momentos de hondo dramatismo apelando a la fuerza de las imágenes, despojándose de todo criterio esteticista para transmitir con una dosis realista el horror vivido por ese pueblo campesino de Italia, que a más de uno seguramente también puede dejar sin palabras o al menos en la espera de que un hombre nuevo aparezca alguna vez como sintetiza el anhelo silencioso de la protagonista.
El pasado como ejemplo de futuro En lo que la historia recuerda como “la masacre de Marzabotto”, entre el 29 de septiembre y el 5 de octubre de 1944, en represalia por el apoyo de los campesinos a la resistencia italiana, soldados del ejército alemán, a cuyo mando se encontraba el SS-Sturmbannführer Walter Reder, asesinaron sistemáticamente a 770 civiles desarmados. Entre las víctimas hubo 45 niños menores de dos años, 110 niños menores de 10 años, 95 jóvenes menores de 16 años, 142 personas mayores de 60 años, 316 mujeres y cinco sacerdotes católicos. Sobre este episodio que sigue sacudiendo la memoria de los italianos (en el 2007 se llevó a cabo un juicio in absentia contra 17 presuntos ex miembros de las SS), el director boloñés Giorgio Diritti realizó El hombre que vendrá, una sobria reconstrucción del hecho filmada en los escenarios reales: Marzabotto y en las localidades cercanas de Grizzana Morandi y Monzuno, todas de la provincia de Bolonia. El dato tiene su relevancia porque el film de Diritti, sin pretender en ningún caso acercarse al documental, se esmera por conseguir una autenticidad de registro, no sólo en sus locaciones, sino también en el dialecto boloñés que hablan sus actores. El punto de vista elegido es el de Martina, una niña de ocho años, única hija de un matrimonio pobre de campesinos de la zona. Martina no es técnicamente muda, pero dejó de hablar cuando su pequeño hermano murió después de apenas unos pocos días de vida. No será ese el único trauma de su vida. Desde su silencioso lugar de espectadora de todo lo que sucede en su finca y en las de sus vecinos, Martina presencia la rutina cotidiana de su familia, los trabajos y los días, pero también el despertar del amor en sus primas y la partida de los muchachos jóvenes hacia el bosque, donde van a reunirse con al ejército de las sombras de los partisanos. La muerte vuelve a rondar alrededor de Martina, pero no ya una muerte natural, como la de su hermano, víctima de la pobreza y la falta de asistencia médica, sino la muerte por las armas, que cada vez comienza a cobrar más víctimas en la región, hasta llegar a la brutal represalia nazi. Hay nobleza en el film de Diritti, que parece tener como ejemplo el cine de los hermanos Taviani, particularmente La noche de San Lorenzo (1982), donde se recreaban episodios similares de la misma época. Sin embargo, Diritti no alcanza el lirismo de los Taviani y su película no siempre consigue escapar de ciertos tópicos y convencionalismos que parecen consustanciales a su tema. Una sensación de déja vù planea fuerte a lo largo de El hombre que vendrá, pero no alcanza a impedir el reconocimiento a una película cuyo mayor mérito quizá resida, paradójicamente, en su anacronismo. En un momento en el que la sociedad italiana parece asistir insensible a la corrosión de todos sus valores, devaluados desde el vértice de la pirámide por la figura de Berlusconi, ya desde su título L’uomo che verrá apuesta al futuro, recuerda que es posible sobrevivir a las circunstancias más difíciles y volver a reconstruir el orden del mundo.
Sobrevivir al horror Giorgio Diritti tiene una particular predilección por contar historias que han transcurrido en pueblos de su país. Así, en Il vento fa il suo giro, 2005, una familia francesa dedicada al pastoreo emigra a Chersogno, para crear una industria de quesos, o Piazzati, 2009, donde reconstruye la historia de una feria desarrollada en la plaza del valle de l'Ubaye en Francia, en la cual niños provenientes de los valles de Stura y Maira del Piemonte, eran “alquilados” (hasta la segunda guerra mundial) para el pastoreo y el servicio doméstico. Podría decirse que a Giorgio Diritti le interesa dar a conocer algunas páginas oscuras de la historia de su país, a veces desde un costado más documental, pero siempre con un intenso trabajo de campo. El hombre que vendrá es un ambicioso trabajo sobre la masacre de Monte Sole, cuya historia está contada desde la mirada de Martina, una niña de 8 años que no habla, desde que un hermano muy pequeño muere en sus brazos. El film apela a la memoria mostrando los “matices” de la historia, posiblemente, con la idea de evitar, que 60 años después, no se repitan estas tragedias. Hay un cuidadoso trabajo con documentos y sobrevivientes, con gente que aspiraba a tener una vida normal y de pronto se vio sumergida en algo que le costaba mucho entender. Y que tan bien lo explica Martina, cuando describe con desconcierto e inocencia, al entorno de la violencia: donde aliados, alemanes, partisanos, brigadas guerrilleras del comandante Lupo y fieles a Stalin, finalmente hacen lo mismo: luchar por lo que creen es la verdad y luego matar para lograr sus fines. En este sentido Marzabotto ha sido objeto de muchas polémicas respecto a quienes fueron realmente los que perpetraron la matanza, y en qué medida, si los nazis, si la brigada partisana Stella Rosa al mando del comandante Lupo o si los miembros del partido fascista republicano. Este es también el objetivo de este film, mostrar al entramado que está detrás de toda guerra, que no está hecha precisamente de buenos y malos, sin olvidar de hecho los grados de la perversidad y sobre todo el anonadamiento de aquellos que son tomados por sorpresa y sobre todo los niños, las mujeres y los ancianos. Los que están lejos de medir e impedir la tragedia. En la excelente reconstrucción histórica se destaca la fotografía, la dirección de arte, sumada al acierto de rodar con el dialecto de Bolonia, lo que da como resultado, una mezcla, que contribuye a enriquecer la búsqueda del realismo y a profundizar todo aquello, que dé cuenta de las emociones. Porque a eso apela Diritti. Y el cine y este en particular narra, y muy bien, con la mirada, con los gestos, con esos rostros cargados de creencias, de marcas, de dolores y también de amores. Y a esto se suma la música como elemento dramático, cuya banda sonora (de Marco Biscarini) está armada en base a la mezcla de la tradición de la música italiana, que posee por naturaleza esos elementos basados en la ópera, y aquellos pertenecientes a las canciones tradicionales del lugar, como la canción de cuna. La macacre de Marzabotto se produce en las noches del 28 y 29 de septiembre de 1944, en una redada sin precedentes llevada a cabo por la SS, casi a la misma hora en que nace el segundo hermano de Martina. Ella ahora deberá enfrentarse al miedo, a ver morir a sus seres queridos y a todo un pueblo. Y a pesar de su mudez y de todo el horror que la rodea, deberá enfrentarse al desafío de salvar a este hombre que vendrá. Un crudo relato sobre la realidad, con unas merecidas licencias poéticas, para no dejar de verse y escucharse.
Por quién doblan las campanas Este film italiano ganador del David de Donatello en Italia, superando entre otras a "Vincere" (2009), es un fiel reflejo del cine como memoria. Posiblemente la mayor parte de los espectadores del mundo, fuera de Italia, sepan de la masacre de Marzzabotto, ocurrida durante la segunda guerra mundial, entre fines de septiembre y principios de octubre de 1944. Tampoco serán muchos los que recuerden que recién en el año 2007 se llevo a juicio en Italia a los presuntos nazis participes de la matanza. Cabe recordar que el hijo de uno de los pocos sobrevivientes al hecho, quien estuvo presente durante el juicio, ahora recorre el mundo con una obra de teatro unipersonal, cuyo titulo es precisamente "Marzabotto", la que ocupó la cartelera porteña, en el Teatro Nacional Cervantes, en octubre del 2009. La obra de teatro tiene una clara subdivisión, por un lado, un niño recuerda los hechos, por otro, ese niño ya adulto es el testigo principal de la fiscalía. Esta introducción es necesaria, ya que el filme del realizador Giorgio Diritti está contado desde le punto de vista de Martina (Gretta Sucheri Montanari), una niña de tan solo 8 años, que conlleva una mudez histérica tras la muerte de su pequeño hermanito al nacer. La primera mitad del filme es una simple, grata y calida descripción de la vida en la campiña italiana, como fuera de la locura del mundo en ese momento, Los ojos de Martina nos va describiendo la rutina diaria de los adultos, la vida de las mujeres, el despertar amoroso de sus primas mayores. Esta paz se ve interrumpida con la llegada del ejército alemán de ocupación. Los rostros de sus mayores se transforman, el miedo se hace presente, al igual que aquellos que pertenecían a los partizanos y le hacían frente al ejército invasor. Estos ayudados por sus coterráneos. Luego, descubierto por los nazis el apoyo del pueblo para con los de la resistencia, la represalia no se hizo esperar. Dio lugar a un asesinato en masa, donde murieron 770 civiles entre niños, viejos, mujeres, jóvenes y clérigos, quienes no tuvieron ni tiempo de avisar a los poblados cercanos haciendo doblar las campanas. Lo interesante como lectura es que parte desde el titulo, "El hombre que vendrá", presentando en lo narrativo un punto de inflexión: Martina presencia el nuevo parto de su madre en el cual da a luz a otro varón, y ella será quien tendrá que hacerse cargo del cuidado de quien termine siendo uno de los pocos sobrevivientes. Pero también se puede leer desde lo actual, ya que aparte de los logros técnicos cuenta con una maravillosa reconstrucción de época, un gran diseño de producción, muy buena dirección de arte, destacada fotografía y las excelentes actuaciones de un elenco sin fisuras. La realización hace hincapié en los valores morales y éticos en un momento en que parecían palabras en desuso. Algo similar esta ocurriendo en el mundo entero, donde es más importante la imagen que el discurso, la fama que vende antes que el trabajo y lo correcto.
UNA CIERTA MIRADA Un tema mayor, una película menor, aunque válida en última instancia debido a su tema y el intento de retratar una matanza con sobriedad y humanidad. El lenguaje cinematográfico casi siempre incita a la experiencia. Un primerísimo plano de un ojo, una cámara inquieta que corre junto a sus personajes, un zoom repentino sobre un objeto llevan al espectador más o menos consciente a mirar el mundo, los sujetos y los objetos de un modo específico. En El hombre que vendrá la elección predominante de registro es la panorámica, y suele corresponder, además, a la mirada de su protagonista excluyente, Martina, una niña de 8 años que ha enmudecido tras la muerte temprana de su hermano. Que su presencia omnipresente esté privada de la palabra intensifica la mirada. Su discurso es su perspectiva. Martina ve y piensa el despertar sexual de sus hermanas, el amor de sus padres, los ritos y las costumbres religiosas de sus coetáneos, la indignación de algunos campesinos ante la crueldad sistemática de los nazis. Es septiembre de 1944, y después del 29, por unos 7 días, en Marzabotto habrá una masacre: 770 civiles serán asesinados. Un plano secuencia abre y cierra el filme en un mismo escenario: la casa familiar. La diferencia radica en que en la primera secuencia habitan los vivos mientras que en la segunda sólo quedan fantasmas. La masacre de Marzabotto no tuvo límites. Fusilar a niños de 2 a 10 años, mujeres y ancianos fue casi un trámite y un juego, todo por simpatizar directa o indirectamente con la resistencia italiana; la impiedad nazi orquestada por el SS Walter Reder, perversa y eficiente, llevada a cabo sin ningún indicio de culpa, excede la vileza y abyección de ese régimen, aunque sí es el paradigma perfecto del fascismo como perversión. Giorgio Diritti, que ha hecho un par de documentales, suele privilegiar el registro paulatino de la matanza con un criterio distante, casi documental, que se conjuga dialécticamente con la mirada de la niña. Quizás por ello haya elegido rodar en Marzabotto, y por la misma razón, tal vez, haya puesto cuidado en la musicalidad del lenguaje oral de sus personajes, que remite al que se habla en Bolonia. Un elegante plano subjetivo de unos paracaidistas es uno de los aciertos visuales, no siempre bien acompañado por las decisiones musicales que subrayan inútilmente lo que es evidente y conmovedor. El hombre que vendrá consolida su humanismo en un solo y justificado recurso: ver a través de una niña las grietas de un orden simbólico.