Rodrigo Demirjian registra el proceso de transición entre la vida y la muerte reflexionando sobre vínculos y “legados”. Tras su paso por BAFICI llega a los cines con su mirada severa sobre la paternidad y la herencia.
Luego de 15 años de no volver a la Argentina, Rodrigo llega de Madrid para el funeral de su padre, Jorge Demirjian, un renombrado pintor. No solo deberá transitar el duelo junto a su familia, sino también gestionar las más de 2.000 obras que ha dejado en un viejo taller. «El Legado» es un documental realizado por el propio protagonista como una especie de catarsis o una manera más amena de poder afrontar esta situación tan difícil. A través de conversaciones con su hermana, su madre y otros involucrados repasan un poco lo que fue la vida personal y profesional de Jorge a medida que van poniendo el taller en orden y recuperando algunas de sus obras. Es así como nos enteramos de sus intereses, de su enfermedad y su amor por el arte en cada una de sus formas que también le fue inculcando a sus hijos. Además, esto se mezcla con audios de llamadas telefónicas antiguas entre el director y su padre con conversaciones de todo tipo. Las mismas están acompañadas por una pantalla en blanco o imágenes en blanco y negro a modo de ilustración, para concentrarse únicamente en la voz de los protagonistas y sus diálogos. Durante la hora y media del documental no solo tenemos un acercamiento a la vida de Jorge Demirjian, sino que también se ahonda sobre la paternidad; es algo que le interesa y lo interpela al director. Reflexiona sobre su vínculo con su padre como también acerca de su propio deseo o no de tener hijos y desempeñarse en un nuevo rol. Existen algunos momentos conmovedores, sobre todo en los que participa la madre del director, donde se nota el dolor, la nostalgia del pasado y el deseo de escapar de una situación dura. Pero también hay instantes para el humor y el repaso de anécdotas graciosas o divertidas, haciendo que el documental sea bastante ameno y llevadero. En síntesis, «El Legado» es de esas historias particulares que sirven a modo de reflexión sobre temas universales como la paternidad y los vínculos familiares. Una obra que muestra cómo el cine y el arte en general pueden ser un catalizador y una manera de transitar momentos de duelo.
En "El legado" (2023), el director Rodrigo Demirjian se propone explorar la complejidad de la relación entre un artista y su legado en el contexto del duelo y la pérdida. La película ofrece una conmovedora visión de un hombre que ha perdido a su padre y está tratando de entender su propia relación con él, y cómo afecta su futuro como padre. La historia se enfoca en la difícil tarea de desarmar el taller de su difunto padre, el pintor neofigurativo argentino Jorge Demirjian, y lidiar con las más de dos mil obras que dejó, así como los recuerdos. A lo largo del documental, se pueden apreciar las emociones a flor de piel de Rodrigo mientras intenta lidiar con la pérdida de su padre, la reconciliación con su figura paterna y el proceso de gestionar más de dos mil obras que dejó su padre. En este cometido, Demirjian se enfrenta directamente con el vínculo que lo unía a su padre, el cual se expresa a través de un diálogo complejo, en el que se mezclan cuestiones existenciales, estéticas y emocionales, que ponen de manifiesto la complejidad de la relación paternofilial. Este retrato que refleja la complejidad de la condición humana se convierte en objeto de reflexión para Demirjian hijo, quien indaga en las implicaciones emocionales que conlleva la herencia del legado artístico de su padre y la perspectiva de convertirse en progenitor. En lo que respecta a su estética, El legado es una película que ha sido cuidadosamente dirigida y construida con gran habilidad. El ritmo del documental está bien pensado y crea una atmósfera emotiva y reflexiva. La combinación de entrevistas, imágenes de archivo y escenas íntimas de la vida de Rodrigo proporciona una comprensión profunda y enriquecedora de su relación con su padre. Además, también ofrece una visión interesante sobre el mundo del arte y la relación de un artista con su obra. El legado es un retrato vívido y evocador de la intrincada intersección entre la creatividad, la figura paterna y la construcción de la identidad personal, en el contexto de una experiencia de pérdida y transmisión artística.
Rodrigo Demirjian contempla en El legado (2023) a sus padres artistas como creaciones de las vidas que ellos han dejado atrás. Mirar su película plantea, desde ritmos irregulares, la comprensión de sus primeros ejemplos vitales. el nacionalismo es una especie de infantilismo … cuando vos ves el quilombo del mundo Tal “arritmia” está sostenida en la coproducción argentina-española ensayando dos elementos: voz y tono. Ellos estarán fundados entendiendo obra como estructura en proceso de ajuste o arreglo. Este préstamo de la acepción ingeniera aplica para nosotros espectadores ya que cada visionado y recuerdo audiovisual es una reconstrucción constante basada en lo real de la imagen. En los primeros cuatro minutos Demirjian ha establecido las voces de sus orígenes. Primero escuchamos a mamá. Ella, con un vestido que asemeja patrones viperinos en blanco y negro, despotrica de la exposición museística mientras busca la obra de su esposo. “[Tu papá] está en depósito” es justamente la metonimia dicha por Evangelina que le da pie al montaje para iniciar la primera de más de siete grabaciones de voz donde papá e hijo hablarán mientras en la imagen se suceden garabatos, también blancos y negros. Esas conversaciones indicarán que herencia, siempre, es choque. Y cada vez que tales garabatos y fundidos se conviertan en algo figurativo, entendemos que heredar podrá ser transformación de lo vivido en algo muy diferente de lo que se tuvo al principio. Mientras, la ternura y la dureza en las reflexiones paternas conmueven. Así, esas voces se superponen, varias veces ni se escuchan a sí mismas. De estas maneras, el realizador mantiene clara la base de sus propuestas. Los vaivenes de la voz son el rasgo humano más difícilmente asible en el análisis de cualquier legado. Esta marca aquí la diferencia clave con respecto al cortometraje The Painter’s Son. Este título podría aludir a Rodrigo y la reflexión sobre la identidad familiar pero con la voz ausente allí, la película recién estrenada da un paso por delante. … sabes qué es la patria, que es una palabra fuerte, ¿no?: La infancia… ojo, que esa frase no es mía, es de Rilke Entre voces, entrevistas a familiares y la vida íntima de los Demirjian; la película ensaya la pérdida como una forma de herencia. Otro ejemplo de esto son las conversaciones entre el realizador y Florencia, su hermana, quien llevó por años las exposiciones de su viejo. Ella habla desde su experiencia como hija que nunca entendía los mandatos o gustos paternos. La primera escena con Florencia, la hermana, precisa, en un plano medio y con mayor nitidez en la imagen, cómo la figura paterna les hereda errores y diferencias a sus hijos: ella habla de cómo no se sentía reflejada por los gustos elitistas de su viejo. En un momento lo cita diciendo “que bueno que me enseñes a leer La náusea de Prou…”. Al incluir esto en el montaje, la posible ignorancia queda desestimada para dar paso a la complicidad entre hermanos. A fin de cuentas, después descubrimos que ella, en una suerte de venganza poética nunca enunciada así, se ha encargado con claridad y durante años de la obra artística de su padre. Decisiones técnicas como estas muestran mejor que toda palabra el dilema que representa, para un hijo, la figura paterna. Es ejemplar también el rigor en el uso de la cámara fija en escenas dentro del taller que está siendo remodelado, en contraste con la cámara en mano cuando habla con los entrevistados paternos. El realizador “construye”, esboza, un papá donde la ambigüedad es inseparable de las tentativas y las torpezas. Él mismo indaga su propia duda hacia la “paternidad fisiológica” al final, después de conversar con su hermana sobre si quiere donar esperma para su pareja. Muy dubitativo de cuál será su rol para la criatura, el cierre burdo en la clínica para extraer semen mientras ve porno intencionalmente le resta seriedad a la relación paterna que se pueda creer como tal. … no es lo mismo perseverar que persistir, o como se diga Finalmente, ¿podría decirse que arte es, más que crear o conocer, lo que hacemos con la fisiología y la convivencia familiares? Dejemos el asunto abierto porque, si bien Rodrigo plantea estos vínculos como recíprocos entre dos o más (personajes, elementos…), tampoco él pretenderá total rigor.
La primera pregunta que aparece una vez finalizada la proyección es: ¿Por que debe interesarle al resto de la humanidad la relación de un hijo con su padre, ya fallecido? Un pintor sin casi ascendencia o conocimiento a nivel popular, no era Quinquela Martin ni Lino Spilinbergo, ni Xul Solar. De hecho durante el filme se establece que no vendió demasiadas pinturas en vida. Bueno lo mismo le sucedió a Vincent Van Gogh, a Camille Pissarro entre otros, que fueron reconocidos en vida pero no vendían, historias personales aparte. Mas que El Legado, podría llamarse
El artista argentino Rodrigo Dermirjian encuentra el camino de la materia del adiós, del recuerdo que flota entre el humor y la lágrima, del balance y lo que queda del trabajo de toda una vida. Nada menos que la su padre el pintor Jorge Dermirjian que muere inesperadamente. Rodrigo es el encargado, ayudado por familiares y amigos, con los testimonios de ellos y algunos expertos, de pasar revista a esa herencia de matriz artística y vital que es el legado que recibe de su padre. Entre cuadros y dibujos, hay mas de dos mil obras de destino incierto. En este trabajo documental matizados por las charlas que mantuvieron, triviales y profundas al mismo tiempo, en climas de trabajo que pasan de la melancolía al humor, a situaciones tragicómicos, se reconstruyen las hilachas de una vida, las constancias de vivencias, los rastros de deseos, propuestas, ocupaciones , motores que estuvieron el marcha y hoy son una evocación. Un muy interesante trabajo.
El multifacético artista Rodrigo Demirjian tuvo que viajar a Buenos Aires desde Madrid, donde vive hace casi dos décadas, por un motivo por el que a nadie querría hacerlo: la muerte de su padre, el pintor neofigurativo Jorge Demirjian. Si bien su relación no era fluida, la visita es un disparador de recuerdos y reflexiones sobre aquella figura para él ambigua. Una relación que Demirjian intenta reconstruir viendo qué hacer con un inmenso legado integrado por unas 2.000 obras que descansan en el taller. El legado muestra a ese hijo reencontrándose con cuadros y dibujos y, con ellos, con la ahora fantasmal presencia de un padre con quien tenía más diferencias que puntos en común. A medida que va adentrándose en su obra, afloran recuerdos, anécdotas y sensaciones contradictorias ante la materialización del pasado. Vista en una de las secciones paralelas del último BAFICI, este documental íntimo y personal combina entrevistas, imágenes de archivo y escenas de la vida del realizador, como si a través de ellas quisiera comprender los mecanismos emotivos de Jorge. Con un tono amable y liviano a pesar de lo doloroso de su premisa, la película se erige como una inteligente reflexión acerca de las relaciones filiales, así como también de la que se conforma entre un artista y su obra. Un artista que, quizás, de esta forma pueda entregar las respuestas que no pudo en vida.
“¿Vos pensás, cuando hacés, en la posteridad?”, le pregunta por teléfono Jorge Demirjian a su hijo, Rodrigo, trazando paralelismos entre sus obras pictóricas y la carrera del cineasta. Para Jorge, el crear con la inmortalidad como meta no era prioritario y, aún así, plantea el interrogante, deja la puerta abierta, como si en el fondo hubiese meditado sobre ello en más de una ocasión. Podríamos decir que esa consulta espontánea sintetiza la complejidad de ese hombre, pero si El legado deja algo en evidencia es que Jorge no era una figura sencilla de aprehender y mucho menos de traspolar a un documental dirigido por el propio Rodrigo, estrenado este año en el Bafici. Sin embargo, el realizador se sobrepone a los obstáculos -entre ellos, encontrarle el tono a su trabajo- y entrega una producción que es emotiva sin ponerse solemne y humorística sin restarle impacto a la muerte de Jorge. El puntapié es la llegada de Rodrigo a Buenos Aires, tras quince años de no pisar la ciudad, con motivo del fallecimiento de su padre. El director viaja desde Madrid y se reencuentra no solo con su familia sino también con uno de los tantos legados que dejó su progenitor, más de dos mil obras que se encuentran en un taller. Así, entre viejas conversaciones en las que se escuchan las diatribas intelectuales de Jorge (a las que su hija hace alusión en el documental), el sentido recorrido por su atelier y los testimonios brindados sin impostaciones, Rodrigo redescubre a Jorge y, en ese arduo proceso, se cuestiona su propio deseo de ser padre, una de las aristas más interesantes de un trabajo auténtico y conmovedor.
Tras su paso por el Bafici, llega a salas El legado, documental en el que Rodrigo Demirjian navega entre recuerdos y las obras que dejó su padre, el artista Jorge Demirijian, para así tratar de entender su rol de hijo y un potencial rol de padre. En primera persona, Rodrigo documenta de manera intimista el proceso de regresar al país del que se fue, al que solo volvía cada varios años (lapsos enormes de tiempo que pasaba sin ver a su padre), ni más ni menos que para hacerse cargo junto a su hermana de las cosas que dejó su padre. Cientos de obras en lienzos, miles de dibujos, cuadernos de bocetos y notas personales, grabaciones. A Rodrigo le quedan un montón de cosas con las que no sabe qué hacer, cómo ordenar y catalogar. Con algunas se puede hacer una exposición o donar a un lugar que lo preserve pero de otras es difícil de calcular su valor. Hay mucho de ejercicio catártico en este documental. Es como una especie de diario íntimo audiovisual, por eso Rodrigo no sólo registra qué van haciendo con todo ese legado que les quedó, sino que interroga a personas que estuvieron cerca de su padre cómo era su relación con sus propios padres, o experimenta él mismo con el arte pero utilizando una cámara. Los puntos más altos se encuentran en pequeños detalles, algunos desde la voz del artista desde una grabación telefónico y otros desde un cuaderno de notas donde, por ejemplo, anota «La muerte debe encontrarlo a uno realizado, con la mayor cantidad y lo mejor de su creatividad para que sea una muerte plena y merecida». Es que es evidente que en los últimos años Jorge no estuvo ajeno al tema pero también resalta que para él lo importante no es lo que queda de todo lo que se hizo, sino el haberlo hecho, la producción. «Me importa un carajo que se acuerden de mí». «Hace como tres meses que no pinto y eso me pone mal». Sin embargo sus hijos sienten que algo hay que hacer con toda esa obra, que no puede haber sido en vano. Todo este ir y venir entre cosas y recuerdos le sirven a Rodrigo para plantearse su posible paternidad. ¿Quiere ser padre? ¿Está preparado para ser padre? ¿Qué implica ser un padre? Ideas que van apareciendo de a poco durante toda la película y cobra fuerza con ese final. En resumen, El legado es un documental introspectivo que por momentos nos hace sentir que no es para nosotros, que nos estamos inmiscuyendo demasiado en la vida de alguien. Consigue ser emotivo, tiene unas pizcas de humor que no se terminan de explotar, y retrata el duelo de una manera auténtica y reflexiva. No hay muchas más pretensiones que esa.