Esta película muestra el otro lado de la guerra, el trabajo de los oficiales encargados de notificar a las familias sobre la muerte de los soldados. Sin duda, uno de los peores trabajos que existen. Dos soldados se encargan de informar a cada una de las familias siguiendo una regla clara: no fraternizar ni mantener ningún contacto físico con los familiares. El primer film del director Oren Moverman, nominado para los Spirit Awards como Mejor Guión y Mejor Primer Película, explora un tema duro pero sin melodrama. Hay 6 notificaciones a lo largo de la historia, con distintas reacciones por parte de los familiares. Estos oficiales manejan la situación con frialdad, evitando involucrarse sentimentalmente en el momento. Pero la historia pasa por la relación entre estos dos oficiales, quienes empiezan a conocerse, y también la relación entre uno de ellos y una mujer a la que informan la muerte de su marido. Ben Foster y Woody Harrelson (nominado al Globo de Oro como mejor actor secundario) logran excelentes actuaciones. Foster, como el Oficial que se ve afectado por su nuevo trabajo, y Harrelson, como el Oficial con experiencia, ex-alcohólico, frío e insensible. Estas interpretaciones son el gancho de la película.
Las actuaciones impecables de Ben Foster y Woody Harrelson hacen que la historia sea creíble en todo momento al igual que el desarrollo de los personajes. El relato da una mirada distinta a la acostumbrada en los filmes bélicos sobre...
DESLUCIDO ALEGATO SOBRE LAS HERIDAS DE LA GUERRA "The Messenger" pretende plasmar las huellas (físicas y emocionales) que la guerra entre EEUU e Irak deja en los soldados que van al frente. En este caso, el joven Sargento Will Montgomery (Ben Foster) regresa de su servicio en Irak donde ha tenido que estar en los hospitales del ejército por largos períodos de tiempo, a la espera de curar las heridas causadas por las distintas acciones bélicas. De vuelta en casa, le asignan un nuevo trabajo, que claramente aborrece: formar parte de la Oficina de Notificación de Bajas, para comunicar a las familias las pérdidas de sus hijos en el frente de batalla. Es por ello que quedará bajo las órdenes del veterano Capitán Tony Stone(Woody Harrelson), y juntos llevarán a cabo la difícil tarea. Obviamente, los caracteres de la pareja son dispares: el joven se permite ser más emotivo y sensible al momento de enfrentarse a los familiares de las víctimas, mientras el otro se muestra más profesional e imperturbable, “como debe ser”, según él. De esta manera, gran parte del planteo y desarrollo de este filme es describir cómo se lo toman los padres, las novias o mujeres de los difuntos, sucediéndose una tras otra cada secuencia en la que los soldados van a dar la noticia a cada hogar. Por lo tanto, el filme se plantea como repetitivo, y hasta algo morboso, por el hecho de acumular escenas muy dramáticas para ver cómo reaccionan los familiares cuando se enteran de las bajas. La ausencia de una historia concreta por contar, y la presencia de largos diálogos pretenciosamente interesantes y reflexivos, terminan por dejar una película que transcurre vanamente, monocorde, sin demasiado interés para el espectador (salvo para el público norteamericano en el que, seguramante, este filme cala muy hondo) . A medida que los mensajeros se conozcan mejor irán exteriorizando sus más íntimos sentimientos, y afrontarán el día a día recurriendo al alcohol o buscando un amor imposible, y acercándose cada vez más, viendo que no son tan distintos como parece, pero a esta altura el filme ya perdió el interés que podría haber generado. Sí son de destacar las buenas interpretaciones, tanto de Harrelson (nominado al Oscar como Actor de Reparto) como de Foster, más el buen oficio de Steve Buscemi y Samantha Morton, pero nada más… lamentablemente.
Comprometida y genuinamente conmovedora, El mensajero habla de las secuelas irreparables de la guerra desde un punto de vista poco habitual, además de hondo y descarnado. Indagación que aborda al personal asignado al Servicio de Notificaciones de Víctimas de Guerra en Estados Unidos, aquellos soldados y oficiales encargados de comunicar a los familiares acerca de la muerte de un combatiente. Víctimas de conflictos en los que se embarca ese país con el aval de gobiernos belicistas y capitalistas como el de George W. Bush. Dos integrantes del ejército enfrentan la ardua tarea de transmitir malas nuevas, mientras bromean y discuten en el camino y buscan luego alivio y alguna compensación adictiva en sus respectivas casas. Pero uno de ellos empieza a sentirse atraído por una reciente viuda a la que contacta, ante lo cual el desapego y la distancia ordenada por sus superiores se desvirtúa y se acrecienta el conflicto con su compañero. El guionista Oren Moverman (I’m not there) debuta aquí como director y logra imbuir a una trama sencilla con pocas alternativas de una notable intensidad dramática. Los ajustados diálogos y las compenetradas interpretaciones aportan otros elementos significativos de una obra fuerte que a veces corta el aliento. Woody Harrelson y Ben Foster asumen sus roles poniendo en juego una emocionalidad constante y redondean dramáticamente un film que hay que ver.
Cara de piedra De cómo reaccionar ante dos soldados encargados de anunciar la muerte en combate de un familiar. Sin disparar un solo tiro en todo su metraje, El mensajero golpea duro y consigue covertirse en una de las películas más descarnadas sobre la Guerra en Irak. Niña mimada de los festivales desde el Oso de Plata al mejor guión en la última Berlinale, nominada a dos Oscars y ganadora de ocho premios durante la temporada 2009/10, El mensajeroes otro exponente de esa inmolación comercial que son las películas sobre el actual conflicto bélico en Irak. Revisionismo crítico en tiempo real, la primera ola se inició algunos años atrás con la excelente y olvidada La Conspiración(In the valley of Elah) y con el desquicio de Redacted, mientras Kathryn Bigelow abrió la segunda camada con su Vivir al límite, seguida bien de cerca por Paul Greengrass con la aquí directo a DVD Ciudad de las tormentas y un poco más atrás por El mensajero. Tanto aquellas dos como estas tres tienen en común una narración centrada no tanto en el núcleo del conflicto armado como en sus márgenes -la locura, la desilusión, la miseria humana maximizada-, y funcionan también como anverso y reverso del sentido colateral de la guerra: el soldado de Matt Damon chocándose de frente contra la pantomima diplomática con forma de armas inexistentes, Tommy Lee Jones y su Hank cayendo a cuenta del patriotismo impostado que pregonan los gobernantes, la alineación de Jeremy Renner ante la inminencia de la muerte o la deshumanización absoluta de la cuadrilla de Brian De Palma son apenas eslabones de una larga cadena de irregularidades y negligencias, cuyo punto final está en las miles de muertes que aumentan a pasos agigantados desde marzo de 2003. Es justamente esa etapa la que aborda la ópera prima coescrita y dirigida por Oren Moverman. Veterano de combate del ejército israelíy uno de los guionistas de la biografía de Bob Dylan I’m not there, Moverman cuenta la historia del Sargento Will Montgomery (Ben Foster), flamante incorporación a la unidad de mensajeros de las Fuerzas Armadas norteamericanas, cuya tarea es tanto o más dolorosa que la lucha armada. O quizás peor, porque si en aquella priman los tiros, la adrenalina, la latencia de la muerte corporizada en los susurros de las balas; aquí la acción se limita al anuncio de la pérdida de un hijo o un marido a los padres y esposas: puro sedimento para el alma, un largo encadenado de sin sabores que deben pasar por dentro ante la imposibilidad reglamentaria de un abrazo de consuelo. El Capitán Tony Stone, superior inmediato y compañero de viajes del novato, tiene aceitado el mecanismo y procede no con desdén ni desidia, pero sí con la pulcritud monocorde del oficio, como un parlante autómata que soporta estoico los escupitajos e insultos. “Estacionamos el auto lejos para evitarles la tortura de ver a dos oficiales bajando”, le explica al discípulo un enorme Woody Harrelson. Resulta curioso verlo así, quieto, calmo, acorsetado en su propia fajina, a la vez tan lejos del histrionismo y desmesura gestual del Charlie Frost de 2012 y el Tallahassee de Tierra de Zombies pero tan cerca en su grado de locura. Porque Tony Stone es un león domado por la burocracia, tiene la locura apaciguada, como si el tiempo incrementará la aparente despersonalización de su trabajo. Es en esa faceta donde El mensajero adquiere peso propio. Donde imperaba la tentación de explicaciones y justificaciones, Moverman articula un tour de force emocional cuyo destino es tan concreto como dificultoso su arribo. El consuelo mutuo con una reciente viuda (Samantha Morton), la frialdad de las disculpas de quienes los reciben a escupitajos, la catarsis y la lenta pero simbiótica relación que se establece entre ambos serán apenas paliativos para una herida incurable.