La Independencia Autofinanciándose sus propias producciones, Diego Recalde es uno de los más independientes directores argentinos. Tras su notable debut con Sidra (2010) y la recientemente estrenada Habano y cigarrillos (2008) se sigue jugando por estéticas y lenguajes que se alejan de todas las convencionalidades, generando un debate sobre el cine y sus formas. El Periodista (2012) es un híbrido en su especie. Mezcla de ficción y documental maneja los códigos de un humor que rara vez puede verse en la pantalla. Inclasificable dentro de un género, como podría ser la película Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones (2012), la trama se resume como la historia de un periodista que manipula a sus entrevistados para que digan lo que él quiere y así falsear la información. Si en Sidra Recalde construyó una película mediante la utilización de la foto fija, en El Periodista lo hace a partir de un trabajo de campo documental del que participan seres anónimos que no saben que serán parte de una película. Como separadores utiliza algunos sketchs unipersonales y otros en los que interactúa (o no) con títeres. Sin duda, El Periodista hubiese sido más transgresora algunos años atrás en donde todavía los medios profesaban la “independencia”, mostrando lo que a las corporaciones les interesaba dar a conocer para sus propios lobbys empresariales. Hoy ya todos sabemos para qué lado juega cada uno y cuales son sus conveniencias, aunque no está de más volver a remarcarlo con la acidez y la desfachatez con la que lo hace Diego Recalde. Se puede acusar a El Periodista de estar más cercano a un programa de TV que a una película, de ser un poco reiterativo, de cierto oportunismo, pero en el fondo es la manifestación artística más de una persona que autofinancia sus propios proyectos, los estrena dónde y cómo puede, sin ningún tipo de concesiones más allá de las autoimpuestas. En conclusión una manifestación puramente artística. Después de ver tanta carencia de ideas (propia y ajena) subsidiada por organismos oficiales o privados, que alguien pueda hacer lo que quiere, sin pedirle plata a nadie y que el resultado sea óptimo, merece al menos una oportunidad. Y si bien Recalde puede dar mucho más, éste periodista vale la pena más allá de lo que hace por cómo lo hace.
Una idea aparentemente divertida es usada hasta el cansancio para demostrar que manipular a la opinión pública es demasiado fácil. Diego Recalde la hace, la dirige y, si en un comienzo es risueña, luego, de tan repetitiva cansa y uno se pone a pensar que por ser solidarios con ese periodista perdedor la gente le da el gusto de decir lo que piensa y lo contrario. Nada es tan fácil en la comunicación.
La cruda verdad de los medios Con lucidez y escasos y bien usados medios narrativos, Diego Recalde desnuda esa realidad del "blanco" o "negro", "amigo" o "enemigo" que hoy exhiben medios, funcionarios y gran parte de la opinión pública. Diego Recalde, humorista, guionista, actor, director, músico, es un "outsider" del cine. Recalde es un cineasta independiente, que filma a partir de los mínimos recursos de los que dispone, fotografías, una cámara, él mismo y dos o tres actores y un tema elegido. El resto es creatividad, imaginación puesta al servicio de manera simple, directa de lo que se quiere decir. En "El periodista" habla de la tan vapuleada y tan de moda, manipulación del entrevistado, por periodistas, por autoridades oficiales, o por cualquier otro, que quiere que el que aparece frente a una cámara, opine de tal manera, porque eso favorece a una determinada franja política, social, económica. De Recalde hasta el momento se conocieron "Sidra" (2002) una magnífica comedia hecha a través del sistema de fotomontaje y la comedia negra "Habano y cigarrillos" (2009), sobre ex compañeros de estudios. En cada una de ellas y en "El periodista", el creador, con humor, a veces satírico, cruel, ingenuo, cuestiona al hombre, en sus facetas, sociales, morales, políticas. LOS INTERESES En cada una de sus películas Recalde pone de manifiesto y subraya, que quién insiste para que el otro opine de determinada manera, o acepte tal hecho, es porque detrás esconde un interés particular, oculto, que le conviene por tal o cual razón. En "El periodista", puede verse a un notero en la calle, que le pide a la gente su opinión, sobre a quién va a votar en las próximas elecciones. A partir de eso y frente a la cámara encendida, hombres, mujeres, jóvenes, mayores, muchos de ellos algo distraídos, responden "no sé", "no conozco los candidatos", "Cristina", "Macri", etcétera. Ante esas respuestas el notero, les pide en voz baja, que por favor opinen de dos maneras distintas, porque él -el periodista-, quiere quedar bien con el medio en el que trabaja y complacer a sus jefes, pero como no sabe a favor de quién está el medio, es mejor contar con dos opiniones, distintas por cada entrevistado. Con lucidez y escasos y bien usados medios narrativos, Diego Recalde desnuda esa realidad del "blanco" o "negro", "amigo" o "enemigo" que hoy exhiben medios, funcionarios y gran parte de la opinión pública.
Para donde sople el viento… Tras la experimental Sidra, realizada íntegramente con foto montaje, y la comedia negra, Habano y Cigarrillos, Diego Recalde regresa a las salas porteñas con otra comedia ejecutada en forma de falso documental, que satiriza al periodismo de hoy en día en nuestro país. Teniendo en cuenta la polarización política que se vive en la actualidad pone como punto de referencia a un periodista, un corresponsal en exteriores de un noticiero, que toma opiniones en la calle de ciudadanos comunes, pero les pide diversos testimonios de un mismo punto de vista para quedar bien con la bajada de línea editorial, del medio en el que trabaja. Aprovechando el testimonio de backstage, nos enteramos que a este inescrupuloso “periodista” lo único que le interesa es ascender y quedar bien parado. Sátira acerca de lo fácil que es manipular a los entrevistados y por lo tanto, lo fácil que resulta intervenir en el verosímil del espectador, El Periodista es un relato demasiado creíble acerca la actitud de ciertos “periodistas” en la televisión contemporánea. Recalde no emite juicio ni voto político, porque su objetivo no es un medio, ni una figura en particular, sino… todos y ninguno. Se adjudica una falsa autoconciencia, generando cierta incomodidad en el espectador que debe separar hasta que punto realmente la opinión pertenece al realizador y hasta cuando al personaje. Cuestiona la ética, la moral del periodismo, la forma de utilizar música para seguir manipulando y deja entender, usando divertidas intervenciones de títeres y marionetas, que en realidad se trata de una cadena de mandos, donde aquel que no se vende ni se pone la camiseta del medio al que representa, queda fuera del sistema. Apelando a la repetición de situaciones con sutiles cambios y un in crescendo en la evolución del personaje, (un recurso que ya viene utilizando en sus anteriores obras), Recalde logra una cuidada sátira a los medios de comunicación, a la corrección política, a la hipocresía del periodista que se vende al mejor postor, que pretende quedar progre exhibiendo la denuncia social y a las corporaciones que se hacen dueñas de la verdad, según para donde corra el viento político. O sea de donde provenga el dinero. Con un grado de ironía que incluye escenas de humor completamente absurdo, Recalde construye una mirada original con un presupuesto ínfimo, pero que transmite una reflexión bastante acertada acerca del periodismo contemporáneo. Recalde es conciente del formato televisivo que utiliza y por eso pensó este film para cine. La ironía se comprende mejor cuando se ve la película. Me cuestiono, que dirán los supuestos medios independientes sobre esta película. ¿La recibirán con los brazos abiertos de la gimnasia lobbista o se jugarán por dar un testimonio auténtico, individualista del juego que la película propone? ¿Se sentirán aludidos o la mirarán como simpática curiosidad? ¿La rechazarán con vehemencia o se apiadarán de ella? Sin demasiadas pretensiones, pero con bastante ingenio, con una simpleza envidiable de discurso, El Periodista es una obra polémica, que no se casa con nadie, ni con todos ni con todas. alt
Un aporte a la crítica de los medios masivos “¿No estaría bueno que el cine se vengara y tomara los códigos de la televisión?”, plantea el protagonista de El periodista (se estrena hoy en el Lavalle Multiplex, Lavalle 780). Eso hace Diego Recalde: una película con los códigos de un programa de televisión, ya desde su duración (poco menos de una hora). Ese formato responde al contenido: en tiempos en que la credibilidad de los medios de comunicación es más relativa que nunca, El periodista hace su aporte con una reflexión irónica sobre el periodismo en general y una burla en particular a los movileros demagogos, esos que dicen frases como “la gente está harta y los políticos no hacen nada”. Así, el propio Recalde hace de un movilero que entrevista transeúntes y les pide que cambien su opinión original “por las dudas, porque no sé muy bien cuál es la línea editorial del Grupo para el que estoy trabajando”, se hace filmar al lado de indigentes para “dar progre” y graba dos copetes de contenido opuesto, según los pactos políticos de sus patrones. Lo mejor es la gracia de Recalde y algunos recursos, como mostrar, con subtítulos, los pensamientos del personaje (el director probó en sus tres películas anteriores que es un maestro en suplir con ingenio la falta de presupuesto). Y un gran hallazgo es la demostración de cómo la mayoría de los entrevistados no se oponen a ser manipulados y a declarar cualquier cosa a cámara para luego ser editados según la conveniencia del entrevistador. Las objeciones surgen cuando El periodista se engolosina con sus ideas y las subraya y repite hasta el hartazgo, con algunos chistes obvios y una bajada de línea que, en la era de Barcelona y 6-7-8 , resulta algo pueril y tardía.
Errática sátira al periodismo actual Visualmente clara, El periodista ofrece dos tipos de imagen: una reducida símil televisiva y una más grande, "de cine". La reducida en colores es para lo que entendemos como efectivamente emitido por televisión, y la reducida en blanco y negro para lo que no sale al aire de las notas que hace el periodista-movilero-protagonista, interpretado por el director Recalde (también guionista, montajista y músico). La omnipresencia de Recalde y la utilización de "la sábana de medios" remiten a Aprile de Nanni Moretti. Pero la sutileza, acidez y riqueza cinematográficas y de pensamiento del italiano están ausentes en El periodista, una sátira al periodismo argentino actual (ultracorrección política, kirchnerismo, inseguridad y derechohumanismo como temas). El periodista de este relato es un ser corrupto y estúpido que, más que hablar, parece ser hablado por los lugares más comunes del peor periodismo existente y por las peores expresiones imaginables de "la opinión pública". Los yerros de esta película no residen en que su personaje sea repugnante y que la inmensa mayoría de los entrevistados sean peores (el trazo grueso no es malo per se) sino en la tremenda cantidad de reiteraciones en una película breve, en la imposibilidad de elaborar una crítica consistente, en el subrayado de las "reflexiones cinematográficas en pantalla grande" (el títere, el muñeco "paralítico moral", el "lobby" y los lobos con piel de cordero). Recalde quiere dejar las cosas demasiado claras. Tal vez eso explique la superficialidad y la falta de filo, aunque no los errores de puntuación de los textos escritos.