Círculo cerrado Una película inconclusa que Roberto Cuervo realizó sobre el escritor argentino Haroldo Conti da origen a El retrato postergado (2009) en la que Andrés Cuervo –hijo del realizador- rearma la historia para así cerrar un círculo inconcluso. Tiempo antes de que Haroldo Conti fuera desaparecido por la última dictadura militar argentina, Roberto Cuervo había comenzado la filmación de un documental sobre su persona. Conti desaparece y Cuervo muere trágicamente meses más tarde en un accidente ferroviario. El material permanece guardado durante años hasta que Andrés Cuervo encuentra la forma para que la película imaginada por su padre vea la luz. Así nace El retrato postergado, un documental que no solo reconstruye la vida de Haroldo Conti sino que cierra una historia que parecía no tener final. El retrato postergado se articula desde dos procesos narrativos situados en el presente y el pasado. Desde el presente el realizador utiliza la primera persona, involucrándose en la historia, para narrar los hechos que dan origen al film de su autoría. En el pasado es la película inconclusa de Roberto Cuervo la que se vuelve protagonista. Así el film narra los hechos que dieron origen tanto a una como a otra de manera simultánea. Ya que una es el origen de otra y viceversa. Sin la conjugación de ambas ninguna hubiera sido posible. Andrés Cuervo ofrece un documental en el que intenta recuperarse el recuerdo en un ejercicio de pos memoria. La pos memoria es el acto de recordar de quienes no participaron en los hechos sino que recuperan recuerdos de otros, sí involucrados. En esta tarea, El retrato postergado se desalinea de otros documentales en los que hijos de militantes se asumen, a su vez, como militantes de su reivindicación. Y por otro reseña cómo se pone en búsqueda esta memoria, cómo se define el lugar vacío y cómo se llega a saber que ese es un espacio que no se puede llenar. Desde una posición distinta, con recursos que remiten al Found Footage -realización de películas a partir de material preexistente-, y una serie de elementos cinematográficos pocas veces utilizados en el documental, El retrato postergado pone fin a una historia casi 40 años que por suerte pudo tener un final.
Queríamos tanto a Haroldo Presentado hace ya un par de años en ámbitos como la Biblioteca Nacional, el Centro Cultural de la Cooperación y el que lleva el nombre del propio escritor en la ex ESMA, ahora llega al Gaumont este retrato sobre Haroldo Conti. La historia del proyecto es casi tan interesante como la del propio creador (y militante del ERP/PRT) desaparecido durante la última dictadura militar (fue secuestrado en mayo de 1976). En 1975, un joven director y foógrafo llamado Roberto Cuervo se encontraba filmando un "retrato humano" de Conti. Con la tensión propia del terrorismo de Estado y la posterior desaparición del escritor, la película quedó inconclusa y, en 1979, Cuervo falleció. Su esposa, Cristina Pannunzio, escondió las latas de 16 milímetros y los cassettes con 9 horas de entrevistas en un armario y, casi tres décadas más tarde, fue su hijo Andrés -que tenía apenas 10 meses cuando su padre murió- quien desempolvó el material y decidió completar -a su manera, claro- aquel retrato humano y tan postergado. El resultado de estos 64 minutos es, por supuesto, muy emotivo e interesante, aunque también queda la sensación de que daba para un acercamiento más profundo, ya que las distintas facetas de Conti (sus contradicciones y dudas en la tarea literaria, su mirada del mundo, su militancia, su amor por el Delta y por su Chacabuco natal quedan expuestos de una manera algo superficial). Cuervo combina imágenes (y, sobre todo, la voz) de Conti que había conseguido su padre y a eso le suma desde un contrapunto entre Marta Lynch y Eduardo Galeano opinando en pleno 1975 sobre la obra del autor de Sudeste, Alrededor de la jaula, En vida y Mascaró, el cazador americano hasta ficcionalizaciones o largas tomas de pasillos con imágenes en sepia, y animación stop-motion que el propio director aseguró están inspiradas en el trabajo del gran Jan Svankmajer. El patchwork es vistoso, sentido, delicado y atrapante en su mayor parte, pero -reitero- queda la impresión (casi la certeza) de que la fascinante, inasible, compleja y multifacética figura de Conti permitía un film todavía más sólido, potente y contundente. Será cuestión de que alguien retome la senda que los dos Cuervo (Roberto y Andrés) transitaron juntos y a la distancia con muchos más logros que carencias.
Díptico de ausencias A mediados de los años ´70, Roberto Cuervo era un joven y entusiasta fotógrafo que soñaba también ser cineasta. Roberto había conocido a Haroldo Conti, para ese entonces escritor consagrado al que admiraba, y comenzó a filmar un documental sobre su vida que se truncó primero con la desaparición del propio Conti, y luego con la trágica muerte del director novel en un accidente. Roberto Cuervo no llegó a ver el retorno de la democracia, pero su hijo Andrés, que floreció a la vida en años mejores, se convirtió en heredero de esa vocación y de las horas de archivo audiovisual sobre Haroldo. El inefable profesor Conti, el hombre que parió a "Mascaró" y fue el biógrafo de su Chacabuco natal, el escriba de los ríos, un tipo humilde; no "como esos escritores conocidos". Con criterio personal, Andrés Cuervo eligió convertir este material de archivo en una suerte de doble documental: la historia del escritor consagrado, y la de su biógrafo ocasional que lo admiraba y que buscaba transmitir a muchos más esa admiración, lo pintoresco de una existencia que era y no era literatura. A lo largo de poco menos de una hora, juega con los sonidos, las voces en off, entrevistas de tres décadas atrás y las actuales e incluso con técnicas de animación propias. Todo acompañado y matizado con la adecuada música original de Dario Barozzi. En una de las secuencias iniciales de esta película breve y testimonial, casi doméstica, Haroldo Conti se aleja caminando por un pasillo; la cámara, fija en su espalda, va saliendo de foco y un instante después, retoma frontalmente en otro pasillo, en lo alto de una escalera; Andrés Cuervo traspasa la puerta del presente y se enfrenta al marco de un retrato vacío. Retrato que llenarán con su presencia el protagonista original del documental (el escritor) y su biógrafo (el joven cineasta). El resto es literatura, cine... e historia.
La relación entre Haroldo Conti y el padre del director, germen de un cálido homenaje A mediados de la década del 40, el escritor Haroldo Conti comenzó una amistad con el joven realizador Roberto Cuervo, y como producto de esta relación este último comenzó a rodar, a fotografiar y a grabar diversos aspectos de la vida y de la obra del literato. El director intentó componer para la pantalla un retrato humano del autor de novelas tan recordadas como Sudeste , Alrededor de la jaula y Mascaró, el cazador americano , pero el film quedó inconcluso a causa del secuestro y desaparición de Conti por parte de la dictadura militar, en 1976. Roberto Cuervo, por su parte, murió en un accidente y pasaron varias décadas hasta que Andrés Cuervo, hijo de Roberto, se decidiese a desempolvar esos rollos de celuloide que mostraban a Conti y a su familia en diversas situaciones hogareñas y con ellas rearmó ese retrato que muestra al autor como un hombre sencillo, amante de la naturaleza de su Chacabuco natal y cordial con sus vecinos. De aquellos años de amistad de Conti con Cuervo quedaron además entrevistas en las que figuras literarias como Eduardo Galeano y Martha Lynch se refieren a su vida y a su obra.Andrés Nicolas Cuervo se propuso jugar con todos esos elementos para reconstruir ese retrato postergado, un merecido homenaje a ese hombre que se muestra aquí no sólo como un idealista en un período sangriento. Una buena oportunidad para conocerlo según sus propias palabras.
Los pasos tras las huellas Documental que es más que un filme sobre Haroldo Conti. No debe haber sido sencilla la tarea de Andrés Cuervo. Fusionar dos películas en una. Dos películas tan distantes en el tiempo y las formas; tan cercanas en el tema y la emotividad. Una, sobre Haroldo Conti; escritor desaparecido por la dictadura en 1976. Otra, sobre Roberto Cuervo, que había filmado a Conti en 1975 para hacer un documental, y que murió en 1979, con el proyecto inconcluso. Andrés, su hijo, lo retomó y lo reformuló: concluyó, con personalidad, aquel retrato postergado. El material visual y sonoro sobre el autor de Sudeste y Mascaró es impecable: íntimo, alejado del bronce, luminoso y sombrío. Vivo: múltiple y ambiguo. Ahí está otra vez Conti, en su paraíso del Tigre: feliz, o algo por el estilo, con su vida doméstica. Ahí, hablando del “sedimento de frustración y tristeza” que lo acompañaría siempre. O del amor verdadero, “que es breve, intenso y siempre se muere”. Las voces de Eduardo Galeano y de Martha Lynch, refiriéndose a Conti en 1975 funcionan como un magnífico contrapunto. Dos voces que parecen hablar de dos hombres distintos: que parecen contradecirse y que, seguramente, son legítimas, verdaderas. La viuda de Roberto Cuervo, que conservó las filmaciones y grabaciones, funciona como nexo entre las imágenes de 1975 y la actualidad, con su hijo terminando -y reformulando- la película que su padre no pudo cerrar. Felizmente, Andrés Cuervo no condesciende al mero homenaje ni al sentimentalismo. Al material original, le agrega su impronta, a través de puestas delicadas, que dialogan con el pasado sin nostalgia, incluyendo tomas con cámara subjetiva, animación y secuencias surrealistas, al estilo del checo Jan Svankmajer. El retrato..., que no es el único buen filme sobre Conti, tiene más de found footage (creaciones libres basadas en filmaciones encontradas o recuperadas) que de documental puro y duro. Por eso, el realizador no apunta a una biografía articulada como tal sino a un juego de estilos, de tiempos, de sentidos. El resultado es una película de gran lirismo, construida con mucha sensibilidad y ninguna sensiblería. Una forma vital de recobrar, de retomar, de replantear, de no ocluir con la muerte.
Sensible retrato de Haroldo Conti Breve, apenas 64 minutos, interesante y valioso es este documental iniciado en 1975 por el fotógrafo y cineasta Roberto Cuervo, y terminado y enriquecido 35 años después por su hijo Andrés. Tal cual. Por aquellos tiempos, Cuervo padre filmó varios rollos blanco y negro de 16 mm, y grabó unas cuantas horas de charla con vistas a un retrato de Haroldo Conti, vecino de Chacabuco. Ante las máquinas casi de amateur, Conti desgrana su pensamiento y lee sus cuentos con típica voz de bonaerense sencillo y medio malhumorado, rema despacio por el Delta, matea en su biblioteca, limpia un pescado en la cocina, y duerme, mientras su esposa le acaricia la frente con la punta de los dedos, y el pueblo sigue parsimoniosamente con sus árboles, sus casas viejas de paredes sin revocar, los carros y los vecinos sentados a la puerta, con la mujer llevándoles el mate. Junto a esas imágenes, fotos de Eduardo Galeano y Martha Lynch, y sus voces grabadas opinando sobre el amigo y colega, uno siguiendo su corriente, la otra valorando al escritor pero muy sincera en cuanto a eso del compromiso social de los artistas e intelectuales. Ella descreía de todo entusiasmo de izquierda, y el propio Conti entendía «el compromiso» de un modo particular. «Nuestra obligación es hacer las cosas más bellas que el adversario», se lo escucha decir. También se le escucha alguna ingenuidad comprensible sólo en aquel momento, cuando critica «la libertad en abstracto como Vargas Llosa con el caso Padilla». Hoy se percibe mejor que entonces cómo el régimen castrista obligó al poeta Herbert Padilla a «autocriticarse» y criticar incluso a quienes pedían por su libertad, desde Jean-Paul Sartre para abajo. Y cómo la mayoría de quienes pidieron por él se quedaron quietos, salvo el peruano, que renunció ostentosamente al Comité de la Casa de las Américas y no paró hasta que el poeta pudo irse de la isla. Abstracciones aparte, hubo pocos meses después algo desgraciadamente concreto: el secuestro y asesinato de Conti en mayo de 1976. Sólo el padre Leonardo Castellani pidió por él ante Videla. Cuervo escondió entonces el material, esperando mejores tiempos. Pero en 1979, a poco de ser padre, murió en un accidente. Su hijo tenía apenas 10 meses. Su esposa, un montón de latas en el ropero. Valiente, no las quemó. Ya en democracia, el chico supo que allí había un tesoro de su padre. Más grande estudió cine, y completó la obra. Esta es su primera película, una obra de amor donde también aparece el otro hijo, Marcelo Conti, remando entonces y ahora por los riachos que amaba su padre, pero donde también suena, en algún momento, una irónica intuición del escritor: «El verdadero amor está rodeado de tristeza. Siempre lo dije, pero no sé por qué». La tristeza se percibe en el sepia de las imágenes nuevas, donde una madeja de hilo envuelve la máquina de escribir, un bote cruza una inundación que arrastra cuadernos y papeles sueltos, y la madre y esposa de esos cineastas lee, expresivamente, ciertas páginas que hoy perduran en el recuerdo.
Las imágenes recuperadas El cineasta Andrés Nicolás Cuervo salda una cuenta pendiente con su padre: continuar un filme que él dejó inconcluso, cuando murió en un accidente de tren. Roberto Cuervo, el padre de Andrés Nicolás, el realizador de este filme, se hizo amigo de Haroldo Conti y mientras uno estudiaba cine, el otro letras. De esa amistad consolidada en la década de 1970, quedaron una serie de imágenes grabadas, de testimonios, que dan cuenta de un importante momento de la literatura argentina, con Eduardo Galeano, Marta Lynch, Rodolfo Walsh, la revista Crisis. Andrés Nicolás Cuervo ordena esas imágenes, le aporta testimonios de su madre filmados en el presente, le suma instantáneas actuales que aluden metafóricamente a un momento, a un hombre: Haroldo Conti, que fue secuestrado y desaparecido en 1976 y nunca más se supo de él. RECUERDOS "El retrato postergado" incluye muchas imágenes filmadas en blanco y negro, en 16 mm. o super 8, que permiten ver a Haroldo Conti, en su isla del Tigre, con Walsh, o en su Chacabuco natal, en la que casa en que vivió y se respira el clima que dio lugar a cuentos inolvidables "La balada del álamo Carolina", o la novela "Mascaró, el cazador americano". "La vida es un borrador nunca completo" solía decir Haroldo Conti. El que también comentaba que todos sus escritos se inspiraban en su Chacabuco natal, o junto a sus padres, un hombre que vendía telas por los pueblos, acompañado por un adolescente Haroldo, que más tarde utilizaría esos recuerdos para describir en sus cuentos. De ellos, de los personajes de Conti, Marta Lynch solía decir que demostraban ""una especie de piedad hacia el ser humano". Precisamente la misma autora de "La alfombra roja" definía al escritor, que también fue guionista, titiritero, como un "creador de una escritura exquisita". El documental permite un acercamiento cálido, profundamente emotivo a un Conti del que nunca más se supo de él, pero el filme tiene el valor de permitir recobrar su imagen, su pensamiento, su manera de entender la vida. El escritor decía que "el amor verdadero está rodeado de tristeza" y algo de eso se transmite en esta película, que intenta y lo logra, una intensa comunicación con el espectador.
De haber proseguido con su obra, el escritor desaparecido durante la dictadura cívico-militar Haroldo Conti hubiera llegado a ser, sin dudas, una figura emblemática de la literatura argentina. Aún así textos como La balada del álamo carolina, Alrededor de la jaula o Sudeste lo siguen posicionando como un narrador notable, con pocos parangones entre pares argentinos y latinoamericanos. El retrato postergado reúne, fundamentalmente, material documental inédito y valioso que iba a formar parte, hace más de treinta años, de un film que iba a recorrer el aspecto humano que había detrás del escritor. Trabajo que estaba siendo llevado a cabo por un joven cineasta llamado Roberto Cuervo y que quedó abortado debido al secuestro sufrido por Conti. Un retrato vivencial que no pudo concluirse y que le da título a un trabajo interesante, con algunas búsquedas expresivas atendibles por parte de Andrés Cuervo, hijo de Roberto, que se apropió de ese material –que incluye tomas junto a Rodolfo Walsh y opiniones de Galeano y Martha Lynch- y lo amalgamó con otras imágenes hasta conformar una nueva película. Lo más atractivo de esta breve obra sea seguramente escuchar el testimonio parlante del autor, expresiones que pueden mostrarlo cotidiano, descriptivo, mordaz, descarnado; pero siempre lúcido.
Desatando la máquina de escribir por sobre el mar literario de la libre expresión. Destemporalidad es lo que atraviesa mi discurso por sobre El Retrato Postergado, filme documental de escasa duración pero de profundo contenido a cargo de Andrés Cuervo. La realización de este retrato, pasó por instancias de extremo dolor, desde la composición de un biopic de la transición estética literaria de Haroldo Conti, el verdadero destinatario del filme (que va desde su narración costumbrista a la literatura con afianzamiento político acérrimo), hasta un enfoque y cambio de punto de vista, ya sea compartido por momentos con el realizador de la tesis original Roberto Cuervo. El cambio y metamorfosis de El Retrato Postergado pasa por la desaparición del escritor argentino y la postergación del marco fílmico que ilustraba el compromiso, por la muerte de Roberto en un accidente que dejó solos a su mujer y a su hijo quien en la actualidad recupera el material rodado y reconstruir la imagen desde ópticas pasado-presente, donde el real biopic, se manifiesta por una dualidad que compone la real causa del nuevo Cuervo. El aggiornamiento resulta interesante desde la construcción simbólica que realiza el contemporáneo y el marco desde donde exhibe ambas vidas, desde imágenes que van desde el puro cine al cuadro intimista que resulta introspectivo desde la mirada directiva e incomprensible desde la complejidad sentimental con el signo y su arraigamiento. Pero estos detalles no hacen que se pierda el verdadero sentido de la película, compuesta de genuinos deseos artísticos de elevar a los dos “próceres” por así decirlo. Pero un discurso que resulta menos en la producción es el de no constituir un basamento teórico y narrativo de la obra de Haroldo Conti, lo que conlleva a la pérdida de mucho significado en lo que a identidad refiere con todo lo que esta conlleva por más ambigua y dialéctica que resulte. Paliación a la falla resulta la belleza cinematográfica con la que se desenvuelve El Retrato Postergado, llevándonos a estar frente a verdaderos cuadros pictórico-plásticos y olvidar que realmente es una secuencia de 24 imágenes por segundo. Alegoría y signo como base, la película de Cuervo refleja, tanto desde su material de archivo como desde su excelente utilización del stop-motion y animación, el compromiso con los valores y expresiones de la historia, componiendo no solo dos retratos, sino la expresión de la censura y libertad, por solo nombrar dos, desde la poética más sutil y la metáfora como reivindicación del sentimiento. El Retrato Postergado si bien no completa el cimiento necesario para el disfrute pleno de la obra, se construye tanto para aquel que conoce la literatura de Conti sumado al trabajo de Roberto Cuervo, como para quién desee el acercamiento a ese mundo poco explorado por las últimas generaciones, pero más que nada, y desde un punto de vista cinéfilo, la película alienta como disparador a sumergirse en los valores nacionales, tanto fílmicos como literarios, que hoy por hoy resultan una entidad biplana indisociable que propone un acercamiento obligado a Sudeste (Argentina, 2002) de Sergio Bellotti, basado en la novela homónima de Haroldo Conti para comprender un poco más, por mínimo que sea un mundo que desea mejoría, libertad y los valores que enalzan sus postulados.
Hay varios aciertos en esta realización de Andrés Nicolás Cuervo. Para comenzar, si me permite, quisiera sacarla del género documental. O por lo menos prevenirle que no se ajusta estrictamente a lo que conlleva un documental, pues “El retrato postergado” tiene algunos aspectos que le son propios al género, en tanto que otros responden al tratamiento narrativo de ficción. Esto quizá se deba a que el proyecto fue concretado por dos directores en dos etapas distintas en su proceso de realización. El primero fue Roberto Cuervo, quien aproximadamente en 1975 comienza la propuesta con el título de “Retrato humano”, con la que pretendía documentar aspectos de la vida del escritor Haroldo Conti en la etapa en que su obra estaba transitando de una literatura costumbrista a otra con características políticas, en épocas en las que simpatizaba con el ERP. Años después el material fue recuperado por su hijo Andrés, quien completó ese viejo proyecto agregándole su aporte y dándole el título definitivo: “El retrato postergado” En lo estrictamente documental aporta interesante material de archivo bien seleccionado, Super 8 y fotografías, como marco para la voz en off del propio Haroldo Conti. Aquí se logra una conexión interesante con un Haroldo Conti con mucho del hombre mundano, del hombre de calle. Una forma de decir muy directa y concreta, sobre todo cuando vierte conceptos respecto a la sociedad y el mundo. Asimismo incluye apreciaciones de Marta Lynch y Eduardo Galeano, quienes definen a Conti como escritor en sus dos etapas. Lamentablemente el tratamiento sonoro es muy defectuoso y, una vez más, la reiterada pregunta a los responsables en las producciones nacionales: ¿Cuándo se preocuparán técnicos y realizadores, en serio, para que lleguen al espectador, nítido y con adecuada utilización de los planos sonoros, las palabras, la música y el ruido ambiente sin que uno mate al otro? Cuando todo este material va apareciendo se puede adivinar el trabajo documental de Roberto y su obsesión por humanizar al escritor. Nunca llegó a finalizarlo pues sufrió un accidente fatal, pero su hijo supo mezclar inteligentemente las intenciones del padre con su propia impronta. Por ejemplo, buscar imágenes actuales del pueblo de Chacabuco en las que el paso del tiempo es apenas perceptible, como si deseara mostrar que nada cambió y que el pueblo sigue esperando la vuelta del escritor desaparecido y asesinado por la última dictadura militar. En esta parte puede haber lugar a preguntas sobre cabos sueltos, por ejemplo cuando un amigo de Haroldo está a punto de hablar y, súbitamente y sin justificativo, es interrumpido para luego pasar a otra cosa. Si hubo un simbolismo en esta escena para mí permanece ignoto. En cuanto a lo estético, el punto más alto fue la elección del sistema de stop motion(*) para simbolizar tres momentos claves en la vida de Conti: La censura, sus instancias creativas, su secuestro. Técnica en la que realizaron excelente trabajo los animadores Adrián Anarella, Agustín Calviño y Guillermo Henchoz, con adecuada apoyatura aportada por la música de Darío Barozzi. A partir de una adecuada integración de todos estos aportes “El retrato postergado”, en sus 64 minutos, puede dejar sensaciones que rozan lo ambiguo como, por ejemplo, salir del cine sin saber casi nada de Haroldo Conti, a la vez que despertar el interés por conocer mucho más respecto de él y su obra, gracias a una buena realización con ajusta duración. (*) El stop motion, parada de imagen, paso de manivela, foto a foto o cuadro por cuadro, es una técnica de animación que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas. En general se denomina animaciones de stop motion a las que no entran en la categoría de dibujo animado, ni en la animación por ordenador; esto es, que no fueron dibujadas ni pintadas sino que fueron creadas tomando imágenes de la realidad. Hay dos grandes grupos de animaciones stop motion: la animación con plastilina o cualquier otro material maleable, llamada en inglés claymation, y las animaciones utilizando objetos rígidos. (Fuente: Wikipedia).
En “El retrato postergado” pueden verse imágenes en que el autor, lamentablemente desaparecido durante la dictadura militar, señala su amor por Chacabuco, su ciudad natal, y por otro de sus lugares favoritos, el Delta. En la película de Andrés Nicolás Cuervo se lo ve afirmando que “Buenos Aires sólo me da tristeza por lo que me escapé de ella con Sudeste”. Siendo ésta su primera novela, publicada en 1962 y por la cual ganó el premio Fabril, es bueno recordar que tuvo una digna versión cinematográfica cuarenta años después, de la mano del director Sergio Bellotti. No fue ésta la única de sus novelas llevadas al cine ya que por ejemplo “Alrededor de la jaula” (1966) fue la base de la segunda película de Sergio Renán, conocida como “Crecer de golpe” y estrenada increíblemente en 1977, en plena época del Proceso. Lo notable del documental ahora estrenado, hubo uno anterior (“Haroldo Conti, homo viator”) hace apenas dos años dirigido por Miguel Mato, es que se trata de una obra que empezó Roberto Cuervo, padre del joven realizador Andrés Nicolás, y amigo de Conti. Distintas circunstancias entre las cuales la muerte prematura de su progenitor impidieron su terminación. Como señala el hijo, él era apenas un bebé cuando se produjo el deceso de su padre por lo que la obra es un caso bastante singular de una película codirigida por padre e hijo. Hay aún algunas otras curiosidades o casualidades como el hecho de que esta película llega justo 35 años después de la fecha estimada de la muerte de Conti y de que acaban de ser condenados por crímenes de lesa humanidad varios de los responsables del centro de detención “El Vesuvio”, donde estuvieron alojados entre otros Haroldo Conti, Raymundo Gleyzer y Héctor Oesterheld. Gran mérito del documental es conseguir en apenas una hora abarcar múltiples facetas de la vida del escritor. En ella se compara el ritmo de la vida de Conti con el ritmo del río, el Tigre y su delta y se completa ese paralelo al señalar que “así como el río abraza a las islas, la literatura de Haroldo abraza los personajes y les da vida”. Entre los testimonios presentados se destaca el de su amigo Eduardo Galeano cuando señala que Conti no era feliz cuando escribía ya que le costaba hacerlo y que para él la literatura no tenía sentido como mero ejercicio sino como posibilidad “de vivir momentos de su vida”. En otro momento del film se lo ve a Conti diferenciándose de Vargas Llosa al afirmar que no amaba la libertad de la misma manera que lo hacía el Nobel peruano. Decía que éste amaba una libertad en abstracto, “la que puede entrar y salir de cualquier parte, pero sin modificar nada”. Hay por supuesto apuntes sobre los viajes del escritor en América Latina y particularmente a Cuba, donde recibió el Premio Casa de las Américas. Pudo haber emigrado a la isla y de hecho un tío militar ofreció ayudarlo, pero el prefirió quedarse y correr el riesgo. El 5 de mayo de 1976, una fecha triste para la memoria, fue secuestrado. Haroldo Conti vive a través de su obra y del recuerdo de su figura y de testimonios como el muy valioso que “El retrato postergado” aporta.