Una web serie me trajo hasta aquí El vagoneta nació como una serie web y poco a poco fue sumando adeptos hasta convertirse en un producto de culto. Ahora las aventuras de Matías, Walter, Rama y Ponce llegan al cine manteniendo la misma frescura con la que supieron conquistar al público y a las celebridades que querían ser parte de ella. En la historia original un grupo de amigos del barrio de Saavedra ve la posibilidad de colocar un cartel publicitario en la terraza de la casa de uno de ellos y así vivir sin trabajar el resto de sus vidas. Pero nada es tan fácil como parece y los problemas no tardarán en aparecer. El vagoneta en el mundo del cine (2010) nos ubica cinco años después cuando ante el fracaso de la idea aparece en escena el ente regulador que quiere sacar el cartel. Como último recurso ven una oportunidad única: conseguir “un tanque” cinematográfico que los patrocine. Así se meterán en el mundo del cine y todo lo que eso conlleva. Maximiliano Gutiérrez logra trasladar la historia –que en su original cada capítulo duraba sólo algunos minutos- sin perder la espontaneidad que la caracterizaba. Algo que alcanza a través de los cameos de diferentes personalidades del show bussines argentino que incluye a figuras como Guillermo Francella, Gastón Pauls, el bailantero Pocho la Pantera y Karina Jelinek, entre otros. Aunque hay que admitir que por momentos la historia se vuelve reiterativa y regresa sobre lo mismo más de una vez, es ante la irrupción de estas figuritas vernáculas donde se descomprime para provocar un golpe de efecto que sirve como remate de cada situación. Otro aspecto a destacar es el muy buen nivel técnico con el que contó la producción que va desde la cuidada fotografía, el arte, el montaje y la utilización de una banda sonora incidental y de canciones compuestas pura y exclusivamente para el film. Es muy raro poseer un soundtrack que funcione como un protagonista más, sin servir solamente como relleno. Un logro muy difícil de conseguir y que en este caso funciona a la perfección. El vagoneta en el mundo del cine es una película que se juega por un tipo de naturalismo al que el cine argentino no nos tiene muy acostumbrado. A pesar de las fallas narrativas, sobre todo en la reiteración de la información y de gags, el todo funciona más que bien. Divierte y entretiene. No será el tanque al que se refiere su argumento pero puede jugar a serlo.
De la web al cine con imaginación El film de Maxi Gutiérrez, presentado con buena respuesta del público en la última edición de Pantalla Pinamar, es la primera web serie (la vieron 2 millones de personas) que encuentra su formato cinematográfico. Respetando los personajes principales de los episodios originales, El Vagoneta en el mundo del cine pega el gran salto gracias a su creatividad en el momento de jugar con el humor costumbrista y el delirio como puntales fundamentales de la historia. El film sigue las aventuras de Matías, Walter, Rama y Ponce (Nicolás Abeles, recordado por Cenizas del paraíso), un grupo de amigos del barrio de Saavedra que deciden instalar un cartel publicitario en la terraza de uno de ellos para poder "vivir sin trabajar". A partir de ese momento, inician un periplo agotador para poder colocar la publicidad de "un tanque" (en obvia alusión a las grandes producciones norteamericanas) en una aventura que los llevará hasta el Festival de Cine de Mar del Plata. Claro que las cosas no salen como estaban planificadas y cada uno de ellos irá mostrando sus conflictos, miedos y miserias a lo largo de la trama. Contada con ritmo (a través de paneos furiosos) y colocando las pesadillas de sus personajes en primer plano, el film juega permanentemente con los valores de la amistad de estos treintañeros que se encuentran, quizas, ante distintas necesidades e instancias de sus vidas. Así surgirán fobias, bloqueos, engaños y sueños. El film, apoyado a partir del disparate costumbrista y los diálogos chispeantes (con frases reiterativas), logra su cometido gracias a recursos bien utilizados y a una galería de simpáticos personajes inmersos en situaciones insólitas. Hay cameos sorpresa de varias figuras (Silvina Luna, el "Puma" Goity, Gastón Pauls y otros que no conviene revelar) en este producto que busca su mercado en la pantalla grande mientras espía las relaciones afectivas y el mundo del "cine dentro del cine". Una opción refrescante que sigue el desconcierto y la desorientación que atraviesan los jóvenes en la actualidad. Quizás, más de uno se sienta identificado con ellos.
Graciosa, juguetona y bufonesca, El Vagoneta en el mundo del cine propone un momento de desfachatez y entretenimiento sobre la base de personajes de una serie web con numerosos adeptos. En formato de sólido paso de comedia con mucho de parodia, ofrece además el atractivo de las participaciones de muchas caras conocidas. La parte del título que hace referencia al “mundo del cine” no es una redundancia sin sentido, ya que la trama se introduce descontracturadamente en dicho ámbito, ante la posibilidad de los cuatro protagonistas de lograr un contacto, no para ser parte del mismo, sino tan sólo para acceder a un buen sponsor y aprovechar el cartel que han instalado en la azotea. Y así dedicar su vida al ocio mientras “trabaja” el letrero. Llegarán al Festival de Mar del Plata para convencer al productor de la película del momento, en un pasaje en el que se destaca Juan Martín Denari como el acelerado secretario del magnate del cine, a cargo de un impecable Guillermo Francella. Las actuaciones del cuarteto, deliberadamente estáticas e inexpresivas, vuelven aún más cómico el producto, en perfecta sintonía con los cameos de Gastón Pauls, el Puma Goyti, Jean Pierre Noher, Paula Kohan y Axel Kuschetvatzky, entre otros. Una muy buena banda de sonido completa una pequeña sorpresa del cine nacional como para disfrutar sin disimulos.
En la compleja zona del absurdo Cuatro amigos del barrio, un cartel, un sueño y muchos cameos. No laburamos más, labura el cartel” es el lema, la zanahoria que impulsa las burradas de una pandilla de cuatro barriales amigos (Matías, Ponce, Rama y “el Gordo”). De hecho, a la Sísifo, el una y otra vez reiterado intento por vender el espacio mercachifle en una estructura publicitaria apostada en la terraza de Matías (Juan D`Andre) para, obviamente, “que labure el cartel”, fue el motor de la comedia del “rioba” (¿respuesta no intencional al “no actor” del cine argentino contemporáneo?) que caracterizó la primera forma de El Vagoneta , que desde 2008 existe como serie web, con capítulos de cinco minutos. En su primer paso en, como diría cualquiera caricaturesco personaje del filme, “el mundo del cine”, El Vagoneta, en el mundo del cine narra cómo la pandilla tiene que salvar a su Santo Grial del ficcional Ente Regulador de Carteles que, si la situación del vacío publicitario persiste, desarmará la estructura. Pero el cine, al parecer, los salvará: un tanque, el tautológico tanque comercial del momento que inunda la cartelería de la ciudad (cualquier semejanza con la irrealidad millonaria que inunda página, espacios públicos y otro rincones, obviamente, no es casualidad). En el tono del filme, donde la impostación de lugares comunes es el motor de cierto absurdo no pirotécnico (es costumbre argentina que el absurdo venga únicamente en talle XXXL), será “la película del momento” la responsable de la salvación del cartel y, por ende, del sueño comunal vagoneta. La conexión de El Vagoneta , serie web y ahora película, dirigida por Maximiliano Gutiérrez, se da antes que con la comedia contemporánea argentina (¿hay?) con la galaxia gestada en la tierra donde reina Will Ferrell: la comedia norteamericana actual. Quizá responsabilidad de la expansión a un relato superior a los cinco minutos, El Vagoneta, en el mundo del cine mantiene esas pistas del norte (los cameos de Francella a Pocho la Pantera, o la desubicación leída como clave que distorsiona y sobreexpone el día a día), pero no sabe darles un cuerpo, un sabor, una textura. Hace sentir programática, diagramada, demasiado arquitectónica la comedia (casi publicitaria): su absurdo no respira, parece, como la cartelería, diseñado para funcionar en un determinado y cuadrado marco.
El vagoneta nació como una serie para Internet que ahora llega a la pantalla grande con sus personajes estrambóticos y su carga de simpatía, originalidad y de entretenimiento. Aquí la trama se centra en Matías, Walter, Rama y Ponce, un grupo de amigos del barrio de Saavedra que quieren dejar sus rutinarios trabajos y tratar de ganar la mayor cantidad de dinero posible para poder disfrutar del ocio. El cuarteto comienza a trazar planes (algunos muy alocados), hasta que una idea surge de sus cabezas. En la terraza de la vivienda de uno de ellos se alza un enorme cartel que, desde hace mucho tiempo, está esperando que lo llene alguna publicidad. Todos ellos son muy amantes del cine y ello los lleva a imaginar que ese cartel podría ser el sitio ideal para dar a conocer la película Un tanque, convertida en un éxito masivo. ¿Pero cómo lograr que algún sponsor fije su mirada en ese enorme cuadrado ahora en blanco y coloque en el la propaganda del film? Tras recorrer oficinas deciden hablar con el productor de Un tanque, aunque este poderoso hombre está en Mar del Plata, dispuesto a presentar su obra en el festival de cine. Tras no pocas aventuras y desventuras, este grupo llega a las playas marplatenses con mucho optimismo, pero acercarse al mundo del cine no es fácil, y mucho menos en medio de un festival. El director y guionista Maximiliano Gutiérrez logró, con indudable pericia, recrear a esos personajes nacidos en la Web y así el film transita por lo humorístico, por lo original, por lo entretenido y por lo alocado. Figuras del mundo del espectáculo -entre ellas Gabriel Goity, Gastón Pauls y Guillermo Francella- aparecen en breves "cameos", mientras que Juan d'Andre, Nicolás Abeles, Juan M. Alari y Marcos Roberto Ferrante dan vida (y de sufrir desilusiones o acercarse al optimismo) a esos cuatro amigos.
Maximiliano Gutiérrez lleva al cine la primera web serie argentina y el resultado es encantador, inteligente y fresco. Las historias de perdedores de tres amigos que sueñan con obtener publcidad para un cartel instalado en la terraza de uno de ellos y nunca más trabajar. Delirantes, queribles, originales. Véala.
Tratando de vivir "de arriba" Hace varias temporadas atrás, "El vagoneta" se conoció en internet, en formato de una serie de varios capítulos, despertando un inusitado interés entre los que navegan por la web. Según sus realizadores esta historia sobre cuatro amigos de barrio, que viven una serie de dificultades cotidianas respecto de la familia, los hijos, los amigos, llegó a convocar en su página web, dos millones de visitantes. "El vagoneta" respeta su estética original de la web -capítulos y escenas cortas, con diálogos por momentos ingeniosos y pintorescos personajes- y la traslada al formato cinematográfico. La de "El vagoneta" es una historia típicamente porteña. Está ambientada en el barrio de Saavedra y sigue a cuatro amigos, uno de ellos casado, otro separado y dos solteros que no tienen demasiada suerte con las chicas. IDEA DE CARTEL Los cuatro se reúnen para contarse sus conflictos familiares, o de pareja, sus dificultades con el dinero que no alcanza. En una de esas cotidianas confesiones de hombres, uno de ellos propone la brillante idea de poner un cartel gigante en la terraza de su casa y con el dinero que aporte el auspiciante por el alquiler de ese espacio aéreo, vivir sin trabajar. El cartel de una película taquillera titulada "Un tanque", los motiva para querer convencer al productor de que les alquile el espacio. Pero al principio solo llegan hasta el secretario, el que termina invitándolos a viajar al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, para terminar de firmar papeles y finalmente colocar el cartel promocionando el filme. Un complicado viaje a "la Feliz", la visita al Auditorium, la espera del productor en la puerta del Gran Hotel Hermitage, un encuentro en un yate con Guillermo Francella, que los interioriza sobre cómo se maneja el mundo del cine, da como resultado una serie de humorísticas situaciones, que se apoyan en la ingenuidad de esos cuatro muchachos de barrio, muy bien actuados por Juan d"Andre, Nicolás Abeles, Juan Manuel Alari y Marcos Roberto Ferrante. "El vagoneta" es una comedia costumbrista, que por momentos pierde ritmo en su narración, o repite una y otra vez situaciones similares.
Seguramente ustedes ya saben que "El vagoneta" fue una serie web que tuvo relativo éxito hace un tiempo. La historia de cuatro amigos que no llegan a los 30, pibes bien de barrio, perdedores natos, atrajo mucho la atención del público adolescente y propició las condiciones para su llegada a la pantalla grande. Convengamos que hacer comedia hoy en día en Argentina no es tarea fácil. No abundan los guiones atractivos, la verdad. Prima lo simple y directo, con actores consagrados en la tevé y poco más... Lo primero que hay que decir es que el tono de esta propuesta se enmarca en los films tan de moda en los EEUU sobre amigos frustrados, con vidas ordinarias, que intentan romper la monotonía de alguna manera. No tan fuerte como los nuevos exponentes de la NCA, es cierto, pero con algunos elementos que marcan esa influencia, típico cine de "losers". Aquí, Matías, Ponce, Rama y “el Gordo", los amigos que llevan adelante la historia, representan cabalmente este enfoque. Ahora, de ahí en más, es trabajo del libro ofrecernos un recorrido simpático y ameno por sus desventuras. "El vagoneta en el mundo del cine" parece ser un capítulo más de aquella serie, pero extendido. Y por supuesto, con mucho apoyo de amigos y famosos. Trabajar para mucha gente es sinónimo de frustración. Para los cuatro fantásticos de Saavedra, una condena. Ellos buscan hacer dinero de manera fácil, legal y con poco o ningún esfuerzo. Mirando desde su terraza cierto día, descubren que la ciudad está llena de carteles (publicidad gráfica) que presuntamente dejan buena plata para sus propietarios. Así es que arman un negocio entre ellos, pasan a ser propietarios de uno y esperan que el dinero aparezca rápidamente. Pero claro, algo tiene que salir mal. Un organismo de control de avisos en la vía pública les informa que si en dos semanas no logran colocar publicidad en el cartel, el mismo deberá ser desarmado, acabando la inversión de la banda en poco tiempo. Como ellos no están dispuestos a perder su sueño, miran con atención a su alrededor y se dan cuenta que cierto film ("Un tanque") tiene mucho espacio en los carteles de la zona. La idea entonces será ir a buscar al dueño/productor/distribuidor de la película y ofrecerle anunciar en su espacio. Toda la película girará entonces sobre este camino, dar con la persona indicada, quien se encuentra en el Festival de Cine de Mar del Plata, a donde ellos deben viajar para poder cerrar la operación. El problema de estos "vagonetas", es que no tienen gracia. Es decir, si bien la película arranca muy bien (lo absurdo y delirante de la propuesta enmarca con los primeros cameos y entusiasma de verdad), con el correr de los minutos vemos que los cuatro personajes principales no poseen artistas que los destaquen y le den peso al film. Se los nota en un registro demasiado a la "Wes Anderson" (parecen languidecer en pantalla, diciendo líneas casi como robots), y el prometedor inicio va perdiendo fuerza con los minutos. El film transcurre como una sucesión de pequeñas anécdotas, sin mucho relieve, que se van produciendo hasta que el grupo llega a su destino. Es cierto que la propuesta indaga, superficialmente, en el acceso al mundo del cine y sus características. Desde lo declarativo, eso aparece (hay líneas simpáticas sobre el destino de la industria) pero no con la fuerza necesaria para generar una crítica ácida y jugosa... Son pocos los gags efectivos y muchos nacen de las pequeñas apariciones de actores invitados, así que el resultado está lejos de ser aceptable... aunque es importante destacar que si sos fan de la webserie, quizás el universo te sea familiar y lo disfrutes. En lo personal, creo que había potencial para más, pero en el balance final, los amigos terminan promediando por debajo de lo esperado...
Yo simplemente seguí el link Comenzó como una miniserie web con capítulos de tan sólo cinco minutos de duración, y pronto se transformó en objeto de culto, con dos millones de seguidores, o de cibernautas adictos, si nos atenemos a la cantidad de hits y su rapidísima incorporación a la cultura popular. Hoy, las aventuras de cuatro amigos (Matías, Walter, Rama and Ponce) del muy tradicional barrio porteño de Saavedra, lindero con la General Paz, llega a la pantalla en formato de film. A diferencia de la serie web, El Vagoneta..., la película, cuenta con un experimentado productor profesional como Fernando Sokolowickz y la distribución de la indie Primer Plano. Así y todo, El Vagoneta..., en su transición al cine, no pierde nada de la frescura que caracterizaba a su pariente cibernética. Muy por el contrario: los episodios webs duraban 5 minutos cada uno, y el film tiene el "running time" habitual de 95 minutos. La duración del film no se traduce de modo alguno en forzados estiramientos narrativos. Retomando el hilo de la serie web, los cuatro amigos -vagos de barrio, medio losers, llenos de proyectos utópicos- aún mantienen la esperanza de convertir la terraza-espacio aéreo de la casa de uno de ellos en un privilegiado espacio publicitario, específicamente para películas como la ficticia "Un tanque", obvia referencia irónica a las superproducciones de Hollywood que se fagocitan a los peces más chicos. Simpáticos perdedores y soñadores, los cuatro vagonetas se aseguran la empatía de los espectadores con su plan de vivir una vida holgada sin necesidad de trabajar. El rapport es inmediato: ¿quién no se ha imaginado alguna vez viviendo tal ficiticia situación? Con buenas actuaciones a cargo de los cuatro protagonistas y hasta del derivado televisivo llamado Silvina Luna, El Vagoneta..., si bien contiene situaciones ya presentadas por cineastas como el primer Martín Rejtman (Silvia Prieto, 1999), no deja de ser eficaz y entretenida. A las aventuras y desventuras de los cuatro amigos -felizmente resueltas por el director/guionista- se suman los invalorables cameos de reconocidas figuras de la industria del entretenimiento, inevitablemente en papeles que ridiculizan el circo del showbiz vernáculo. Así, sin demasiadas pretensiones pero con buenos recursos técnicos, El Vagoneta..., con esmerada fotografía y dirección de arte y una banda sonora que más que ilustrar brilla de manera autónoma, no atrapa ni cautiva hipnóticamente, pero mantiene la atención del espectador y procura placenteros momentos de diversión audiovisual. No es poco para un film surgido de una serie web devenida producto de culto, o para cualquier otra película, si vamos al caso.
Es curioso poner la combinación o el amalgamiento de medios como uno de los ejes principales para analizar El Vagoneta. Porque en definitiva, filmar para internet no supone a priori un lenguaje narrativo distinto. La serie "Combinaciones" hecha para la página del diario La Nación no es ni mas ni menos televisiva o cinematográfica por estar realizada para un tipo de medio. Uno pensaría que la red de redes, en su morfología anárquica, permite todavia transitar la cultura por el dudoso filo de la frase "por amor al arte" y sin embargo toda creación posee un interés intrínseco. La micro-serie El Vagoneta se puede ver en vxv.com pero la película sólo en cines.
El viejo sueño de vivir sin laburar Cuatro muchachos de barrio, a quienes las frustraciones de la realidad los empujan tras el sueño del dolce far niente, se asocian para instalar un cartel de publicidad fija en la terraza de uno de ellos y vivir del alquiler de ese espacio. De entre los sueños más típicamente argentinos (y por ello también humanos), el de vivir sin trabajar se encuentra entre los más asiduos. Conseguir el “currito” que permita al afortunado disfrutar del dolce far niente es, sin dudas, el anhelo de quien se precie de pertenecer a alguna de estas dos especies. Un tema del que ya antes se ha ocupado el cine, pero que regresa en El vagoneta en el mundo del cine, un film nacional modesto en términos de producción, apéndice fílmico de una exitosa serie web, que con algunas buenas ideas –que no por buenas dejan de ser también modestas– consigue lo que a otros con mayores presupuestos y pretensiones se les suele escapar: la sonrisa del espectador. Cabe aclarar que muchas veces se trata de sonrisas que ni siquiera llegan a los labios, pero está claro que sonreír es, antes que otra cosa, un estado de ánimo y esta película, ópera prima de Maximiliano Gutiérrez, transita ese tono. Cuatro amigos, muchachos de barrio a quienes las frustraciones de la realidad los empujan tras el sueño antes mencionado, deciden asociarse para instalar un enorme cartel de publicidad fija en la terraza de uno de ellos y vivir del alquiler de ese espacio. Ocurre que ninguno parece ni muy voluntarioso ni demasiado lúcido como para dedicarle tiempo e ingenio al asunto y cinco años después se encuentran con una orden oficial para retirar el bendito cartel, que en todo ese tiempo nunca estuvo ocupado. El problema de los sueños es que al despertarse se terminan: los cuatro amigos en bavia se encuentran de pronto en el compromiso de salvar su proyecto, como si toda esperanza se les fuera en ello. A partir de los problemas y personalidades de cada uno, El vagoneta encuentra en estos amigos la posibilidad de representar distintas formas en que la sociedad actual vacía de estímulos a la juventud. Desempleado crónico, Matías tiene ideas pero se deja atrapar con igual comodidad por la ilusión de las soluciones mágicas y la sabiduría módica de frases impresas en sobrecitos de azúcar. El gordo Walter es una masa de nervios y tensiones contenidos siempre a punto de desbordar, que ama a su mujer pero no puede sacarse de encima la carga de un suegro prepotente. Rama por su parte es inseguro, una suerte de Zelig que tanto le teme a tomar cualquier decisión como a contrariar a los demás con sus opiniones. Ponce en cambio es fanfarrón, mujeriego y mentiroso, aunque sostiene que la verdad es siempre la mejor opción. Los cuatro no son sino adolescentes crecidos que mantienen los traumas y las taras de aquella edad. Personajes que si pertenecieran a un film norteamericano, sin dudas encajarían en las películas de Apatow o Greg Mottola, pero son argentinos y en lugar de la extroversión del norte tienen la melancolía del Río de la Plata. En busca de un cliente para salvar el cartel, llegarán al mundo del cine, yendo tras el productor de la película Un tanque, éxito de taquilla en la ficción. Para firmar el contrato, los cuatro deberán ir a Mar del Plata, en un viaje de algún modo iniciático, donde se lleva adelante el tradicional Festival de Cine. Un acierto de El vagoneta es permitirse oscilar en estilos de humor diverso, y tanto puede recordar ligeramente a las comedias de Olmedo y Porcel, o parodiar otros géneros cinematográficos (la escena del duelo entre Walter y su suegro es un agradable remedo de spaghetti-western), pasando por diálogos truncos y silencios prolongados que parecen reírse un poco de ciertos clichés del Nuevo Cine Argentino. Aunque peque de reiterativa, luzca más cerca de la estética televisiva, cargada de cameos al tono (Francella, Víctor Bo, Silvina Luna, Karina Jelinek, Pocho La Pantera y varios otros), y sin ser una maravilla, El vagoneta en el mundo del cine es una apuesta infrecuente y no negativa.
Película vagoneta Matías, Walter, Rama y Ponce son cuatro amigos del barrio de Saavedra que comparten el sueño adolescente (¿general?) de vivir sin trabajar. Por eso, se asocian para poner un cartel publicitario en la terraza de la casa de uno de ellos y vivir de rentas. Con ese punto de partida, Maximiliano Gutiérrez intenta trasladar al cine el éxito (aseguran haber tenido dos millones de visitas) de la web serie. Lo que sigue es una película de enredos sin demasiada gracia ni ingenio, en la que todo es bastante absurdo: los antihéroes no consiguen que el "tanque" de turno paute en su cartel y terminan viajando al ¡Festival de Mar del Plata! para convencer al productor para que se digne a promocionar el film también en el espacio que ellos comparten. El director aseguró en declaraciones periodísticas que su intención era ofrecer "una mirada irónica sobre la industria cinematográfica". Poco y nada hay de eso. Tampoco logra construir personajes con un mínimo de carnadura o magnetismo (ni describir las contradicciones, miserias, códigos y sueños de la existencia juvenil). Así, la película se queda en viñetas más bien intrascendentes y en las irrupciones (pequeños papeles o simples cameos) de famosos como Guillermo Francella, Gabriel "Puma" Goity, Silvina Luna, Gastón Pauls, Axel Kuschevatzky, Pocho La Pantera, Jean Pierre Noher y Karina Jelinek, entre otros. Demasiado poco para una película que -con los mismos elementos y otros resultados- podría haberse convertido en un objeto de culto para el público adolescente, de esos que tan bien suele trabajar la industria de Hollywood. Una oportunidad perdida.
Derecho de piso El vagoneta en el mundo del cine es una comedia de intenciones nobles, ambiciones importantes y resultados dispares. Ampliando un poco la panorámica tendríamos que hablar de una serie de Internet que se amplía descuidando los detalles de su transición, que amolda sus características al formato sin modificarlas con el cuidado necesario para lograr que el cambio de pantalla sea lingüístico y no solamente físico. Y la sentencia es todavía menos simpática si nos referimos a mensajes, ideas, nociones: el costumbrismo canchero de la publicidad argentina contemporánea quiere decir unas palabras acerca del cine nacional, y en palabras de Maximiliano Gutiérrez, expresarse sobre la cuestión de la exhibición en Argentina. El vagoneta es ahora una película y no vamos a minimizar sus ideas como si vinieran desde un ente ajeno al cine. Road movie de caminos que se completan -o casi- antes del viaje a Mar del Plata, El vagoneta malgasta fílmico en planos a nivel, travellings y paneos que parecieran responder antes a requerimientos técnicos (atendibles si el destino fuera Internet) que a la necesidad de contar historias a espectadores nuevos. La estática que condena a los actores se tiene que compensar con voces en off y montajes al rescate de fragmentos precoces para el avance de la trama: la película avanza como a fuerza de episodios pegados entre sí, una publicidad atrás de otra, imposibilitadas de unir situaciones simultáneas, ahorrar intersticios o superponerse para intensificarse mutuamente. La noche previa al viaje es un momento excepcional a esa situación, con movimiento, fluidez notable y un suspenso efectivo respecto a los problemas que los cuatro amigos tienen que resolver antes de partir (el “tic tac” en el SMS del compañero de colegio de la hija de Ponce se acciona como una cuenta regresiva tremenda). El aislamiento entre secuencias deja como meros adornos a las participaciones de actores y personalidades, decisión bien tomada para poder enfocarse en los personajes centrales de la serie pero que impide que algún personaje externo al grupo incida estructuralmente. Los cameos y escenas con famosos parecen efectos especiales utilizados por el mero hecho de poder ser afrontados: los personajes que encarnan son en su mayoría expresiones extremas de las muecas harto conocidas de cada uno de ellos. Destacan Dread Mar I con un número musical increíblemente tirado de los pelos (en un país especialista en hacer que los personajes visiten bares para encontrarse con un café-concert de algún cantante), y Silvina Luna que, sin una veta actoral reconocible de antemano, se limitó a desvirgarse cinematográficamente con sobriedad y un encanto que asoman. El pulso publicitario que narra los sucesos encierra a los personajes en un puñado de características típicas de las microhistorias urbanas en los comerciales de Quilmes: los cuatro amigos balancean con sus personalidades los estereotipos usuales de cualquier spot que abarca el contacto con el sexo opuesto. Hay un pirata detenido en la adolescencia (Ponce), su contraparte sensible hasta lo inerte (Rama), las tanadas familieras de Walter y la abstracción de Matías para bastonear el foco de la acción. La filmación y construcción de los personajes podrá ser fiel a la estética y lenguaje de la serie, pero el salto de formato no se traduce en un mayor despliegue de esos elementos. Otras apariciones estelares refieren específicamente a especímenes de la fauna cinematográfica argentina: Axel Kuschevatzky conduce un programa -ejem- bastante banana de entrevistas a figuras, y su invitado de turno es un documentalista de veta social hecho por Gastón Pauls. Las vueltas constantes de personajes como el director comercial que encarna Guillermo Francella y su secretario, más alguna reflexión ingenua de Walter (si mal no recuerdo “egocéntrico en el mundo del cine, ¿qué tendrá que ver?”), dibujan caricaturas del ambiente artístico en el mismo estilo que las películas de la dupla Cohn-Duprat. Pudiendo confirmar la autenticidad de esos retratos no deja de rebotarme que una serie que hizo virtualmente su camino a millones de espectadores haya atravesado el ¿enviciado? quizás, pero definitivamente complicado camino hacia la exhibición comercial en 35 milímetros, para plantear sus críticas por debajo de la mesa y poder guiñarle el ojo a los tres espectadores que asistimos a la primera función de la película en Mar del Plata. Los deseos siempre serán de éxito y falta de techo artístico (y de buen puerto en las gestiones del director para subir la película a Internet). Pero El vagoneta ya le pertenece al cine, y la cinefilia es todo sobre cuestionar.
Nacida como una serie de Internet -que se puede ver- El vagoneta es la historia de alguien que quiere vivir sin trabajar explotando un cartel enorme sobre su casa. Los productores del film fueron al Festival de Mar del Plata y, con desparpajo y no poca precisión, cranearon este largo simpático, con hallazgos humorísticos potables y mucha caras conocidas. El film tiene el mérito de su frescura , incluso si a veces es desprolijo. Les viene bien una oportunidad, no lo dude.
Cuenta la historia de un grupo de amigos que viven en el Barrio de Saavedra, en la terraza de la casa de uno de ellos. Matías tienen un enorme cartel para venderlo como espacio publicitario, a este recientemente lo despidieron de su trabajo y la idea es vivir de lo que les deje la publicidad es decir cómo piensan ellos:” que trabaje el cartel”. Pero pasan cinco años y esto no sucede, el problema surge cuando lo visitan del ente regulador de carteles porque no tiene sponsor, quien lo notifica es Cecilia (Silvina Luna), este le pide una prorroga, ella le sugiere que hable con Barbosa, aquí aparece este personaje muy simpático que le pone todo su humor y sus toques se trata de Gabriel “Puma” Goity, es quien le termina dando lo solicitado; las diferentes figuras que van surgiendo son a través de cameos. De esta forma estos cuatro amigos Matías, Walter, Rama y Ponce recorren una aventura con la finalidad de conseguir lo que vienen buscando hace años, que trabaje el cartel y por supuesto no falta el conflicto en sus respectivos hogares. Ellos son muy amantes del cine por eso les surge la idea que el sponsor sea un tanque cinematográfico, haciendo diferentes referencias y un buen manejo de la ironía y sarcasmo, para ello deberán viajar al 26º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El encontrar un sponsor sería cumplir su sueño, dedicar toda su vida al recreo tal como lo tienen planificado, abandonar sus trabajos y desligarse de algún familiar molesto, a través de buenos planos y situaciones disparatadas comienzan aparecer cameos a diferentes figuras como: Gastón Pauls, Guillermo Francella, Gabriel Goity, Pocho la pantera, Karina Jelinek, Victor Bó, Axel Kuschevatzky, Jean-Pierre Noher, entre otros. Ahora la misión de los cuatro es hablar con un productor de un tanque, la película del momento, las cosas no salen como están planeadas y cada uno de ellos irá sacando sus miedos, sus sueños, sus preocupaciones y sus desdichas. Es una comedia entretenida, fresca y asume todos los riesgos de ser vista en pantalla grande, esta idea antes de ser llevada al cine, comenzó como una miniserie en la web dividida en capítulos de unos cinco minutos de duración y contando con numerosos seguidores.
La película de no hacer nada "El Vagoneta" propone una sátira al mundo del cine que sólo cumple su promesa en los minutos finales. Cuatro amigos dispuestos a vivir del alquiler de un cartel de publicidad montado sobre la casa de uno de ellos es la base sobre la que se sostiene esta comedia nacida de una serie emitida por Internet. Algo de la estética de bajo costo del formato original ha sobrevivido en su paso a la pantalla grande, tanto en los encuadres y en movimientos de cámara como en la narración y en las actuaciones. En los tramos iniciales, el resultado de esa estética informal es bastante desprolijo, como si se tratara de un video casero hecho con buena voluntad y mejores intenciones, pero con un déficit importante en el rubro talento. Las situaciones son mecánicas, los chistes son flojos y los personajes tiene la misma vida que caricaturas de cartón reproducidas en tamaños real. Están a punto de perder el bendito cartel si no consiguen una publicidad y así surge la ocasión de alquilarlo para promocionar una exitosísima película titulada "El tanque". El inconveniente es que sólo podrán encontrarse con el productor en el Festival de cine de Mar del Plata. Claro que para lograrlo deberán superar infinitos obstáculos. En la setallada y morosa presentación de esos obstáculos radica buena parte de la apuesta cómica de la película. Cada paso adelante implican tres para atrás, aunque esa imposibilidad tiene una raíz personal o familiar nunca social, lo que aleja a la película de cualquier dudoso vínculo con la comedia de costumbres. El desfile de personajes televisivos, como Karina Jelinek, Silvina Luna, Gastón Pauls, Guillermo Francella, pone en entre paréntesis la voluntad de El vagoneta de ser una sátira del mundo del cine, aunque en los tramos finales encuentra esas gracia que estuvo buscando desde el principio.
Publicada en la edición digital de la revista.