"Exodo – la última marea": ciencia-ficción post apocalíptica El relato remite a sagas influyentes como "Mad Max" y a otros títulos menos populares, como la masacrada en su momento y hoy reivindicada "Waterworld". Éxodo – La última marea es un ejemplar contemporáneo de lo que solía llamarse despectivamente un “europudding”. Coproducción entre Suiza y Alemania, dirigida por un suizo y protagonizada por un elenco multinacional encabezado por la francesa Nora Arnezeder (Lily en El ejército de los muertos), la película es además la segunda producción del rey del cine catástrofe, el germano-estadounidense Roland Emmerich (Día de la independencia, El día después de mañana), junto al realizador Tim Fehlbaum. La parrafada de títulos, nombres y nacionalidades viene a cuento ya que Éxodo (cuyo nombre original Tides refiere a las mareas, aunque también es conocida en ciertos países como The Colony) no es una superproducción de Hollywood, aunque se le parezca bastante. El hecho de estar hablada en gran medida en inglés señala sus ambiciones de producto internacional, práctica recurrente desde los tiempos de los espagueti westerns y otros films de género europeos que optaban por el idioma de Shakespeare para venderse en la mayor cantidad de mercados posibles. La clave aquí es la ciencia ficción. Una placa al inicio anticipa que, cuando la Tierra terminó volviéndose inhabitable luego del cambio climático, las pandemias y la guerra (¡glup!), la clase dominante escapó para instalarse en el planeta Kepler 209. No hay referencia al año exacto, pero lo cierto es que el ambiente del nuevo hábitat pone un freno a la fertilidad de hombres y mujeres, por lo que un par de generaciones más tarde del exilio son enviadas un par de misiones para ver qué anda pasando en el viejo mundo, con la esperanza de volver a habitarlo y evitar así la extinción total. Hacia allí viaja Blake (Arnezeder) con dos colegas, pero a poco de pisar la arena de una playa son sorprendidos por una bruma gruesa como una tela y un grupo de “nativos” que someten a los astronautas y destruyen parte del equipamiento técnico, indispensable para comunicarse con Kepler. Los primeros treinta minutos de Éxodo – La última marea, los mejores de todo el film, aúnan las ansiedades filosóficas sobre el futuro con la posibilidad de la aventura y la acción. Ejemplar canónico de sci-fi post apocalíptico, el relato remite a sagas influyentes como Mad Max, en particular Furia en el camino, y a otros títulos menos populares como la masacrada en su momento y hoy reivindicada Waterworld. Blake descubre la existencia de dos clases sociales bien delimitadas: los “salvajes” que habitan en la periferia y aquellos que los explotan salvajemente, secuestrando a las niñas para educarlas en una cultura que parecía olvidada en la Tierra (las referencias veladas al nazismo no son casuales). Hay varias revelaciones inesperadas, mientras la cosmonauta transformada en heroína debe optar entre el sometimiento al statu quo o el camino de la rebeldía. Nada nuevo bajo los infinitos soles del universo, pero Éxodo se las arregla para ofrecer una historia relativamente poco original como si fuera la primera vez, con chispazos de acción que no pretenden romper todo en pantalla y transformando los inhóspitos parajes del Mar de Frisia, en el norte de Alemania, en el marco ideal para una historia de supervivencia futurista.
Es un film curioso sobre la ciencia ficción, que tiene un poco de todo. Comienza con el aterrizaje accidentado de una nave en la tierra, una parea de astronautas quiere investigar que ocurrió con el planeta madre, del cual huyeron los poderosos y ricos, cuando se hizo inhabitable por las inundaciones. Los que abandonaron la tierra no tienen posibilidad de tener hijos, y los abandonados sin ley, en el límite de la supervivencia si pueden reproducirse. La historia que presenta varios giros, un encuentro de padre e hija, el intento prácticamente nazi de criar nuevos seres humanos y una rebelión en marcha donde la gran amenaza son los humanos que quieren regresar. En este film de Tim Fehlbaum se mezclan y agitan temas de otras películas de ciencia ficción y buena parte del film transcurre a puertas cerradas y muy charlado. Lo más interesante sigue siendo la mirada crítica y la cualidad depredadora de la raza humana, capaz también de gestos de grandeza.
Con una mirada crítica, y en un punto, sin esperanza, sobre el hombre, esta propuesta revitaliza el género con sus ideas tomadas de la vida misma, porque nada mejor dicho que “la realidad supera a la ficción” y desde ahí construir un relato sobre vínculos, deseos y expectativas.
Tener a Roland Emmerich (el director de tanques como Día de la Independencia, Godzilla) en el equipo de producción, o al menos en los títulos como productor ejecutivo, tiende a garantizar algo: que Exodo será una película catástrofe, que tendrá una producción importante. Que se verá bien. Tal vez Exodo esté planteada en la cartelera como “una de acción” con algo de “ciencia ficción”, porque transcurre en un futuro vaya uno a saber si tan lejano, en el que el título con el que se la conoció en el mercado angloparlante (The Colony, o sea La colonia) habla a las claras del espíritu del filme. No, no es que no haya acción. Tampoco que sea un filme que no esté embebido de la ciencia ficción. Pero vista con buen ojo, lo que plantea la trama va más allá del mero “filme de supervivencia” y/o del sálvese quién pueda. No es un mero filme de supervivencia Veamos. Las pandemias (!), las guerras y el calentamiento global han complotado para que las castas dominantes abandonen la Tierra y se dirijan hacia Kepler 209, un planeta lejano y mucho más seguro. Pasaron un par de generaciones, y la nave Ulysses 1 parte rumbo a la Tierra. No hay señales en Kepler 209 de que la misión haya sido un éxito, así que ahí parte la Ulysses 2, con Blake a bordo, una suerte de astronauta e hija de quien comandaba la primera expedición de regreso al planeta Tierra. Pero lo que se encuentra Blake es muy distinto a lo que imaginaba. Hay muchas trabas e inconvenientes que parecen insalvables, como la “ventana” para comunicarse con Kepler 209, y el estado en el que se encuentra nuestro planeta, cubierto de agua. Blake también tiene en la mira descubrir por qué no se podría recrear, con lo que la continuidad de la especie humana está siendo amenazada. El director suizo Tim Fehlbaum, ya en Hell abordaba el tema de la supervivencia. La película de 2011 también transcurría en un futuro, y la población debía lidiar contra su peor enemigo: era el sol. Aquí parece que es el mismo ser humano. Exodo tiene algún punto en común con la saga de Mad Max, y desde lo visual luce esplendorosamente tétrica. Si las películas de George Miller muestran la aridez, con los tonos entre anaranjados y amarillentos, en Exodo la Tierra del futuro es grisácea. No es Exodo una película precisamente “de actuación”, aunque no sea éste un rubro menor en la consideración del realizador suizo. ¿Entretiene? Sí, y en buena ley. ¿Deja abierta puertas para (re)interpretaciones? También. Los sacrificios de pocos para el beneficio de muchos es un tema muchas veces abordado, lo mismo que la falta de solidaridad y el anteponer un parecer y un beneficio individual antes que el de la comunidad. Quien quiera oír, que oiga.
NUEVAS TIERRAS, VIEJOS VICIOS Hay que mencionar algo de Exodo: la última marea, segundo film del suizo Tim Fehlbaum, y es la efectividad para contar su relato. Entre films de ciencia ficción que apuestan a relatos crípticos que terminan siendo confusos o narraciones barrocas que resultan insustanciales, el estreno de esta semana logra destacarse por su capacidad para generar climas y absorber al espectador en la historia que propone, dándose su tiempo para sumergirnos en la acción. A pesar de algunas secuencias confusas y resoluciones forzadas, Fehlbaum logra desplegar un mundo amenazante y acompaña a su protagonista a través de la epopeya que nos hace parte. Hablamos de efectividad y de eso se tratan los primeros minutos del film: la introducción presenta la historia con contundencia, sin dar lugar a ambigüedades. La serie de datos nos da un marco al cual aferrarnos entre el vértigo del aterrizaje del Ulysses 2, sin atropellarnos con un caudal de información inútil. De esta, forma sabemos en unos pocos minutos que la tripulación que vemos proviene de Kepler 209 y el lugar a que llegan es nuestro planeta. El pequeño grupo está en una misión de retorno luego de cientos de años, tras un colapso producido por pandemias, guerras y contaminación, esperando encontrar allí condiciones para la vida. Además, la tripulación del Ulysses 2 debe buscar información sobre lo que sucedió con el primer Ulysses, enviado unos años antes. Lejos de resultar un aterrizaje ideal, el impacto deja heridos a Tucker (Sope Dirisu) y Louise (Nora Arnezeder) y se lleva la vida de la comandante del equipo. Es una introducción que pisa el acelerador para luego dar aire y sumergirnos en lo más interesante, la construcción de ese clima de extrañamiento ante lo desconocido. Cada rincón del film derrama humedad por sus poros, como si el director quisiera emular la lluvia virulenta del cuento La larga lluvia de Ray Bradbury y los acuosos escenarios del malogrado film (¿clasico?) Waterworld. El agua se escurre en la narración para mostrar un planeta rebosante de vida que Louise ira reconociendo y es aquí donde Fehlbaum tiñe de cian y gris un panorama extraño. Exodo es sin duda un film que gana cuando dice lo menos posible y nos pierde en planos generales que transmiten las sensaciones de la protagonista. El extrañamiento provocado en estos primeros momentos se corta violentamente por una confrontación inesperada y la revelación de que allí hay humanos, aunque no puedan comprenderlos. Aún peor, estos humanos no parecen querer comprenderlos. Es un choque violento que da algunos giros sorpresivos y nos adentra en una segunda parte del film un tanto más chata y cerrada, como su locación en un viejo barco abandonado. Sin dar detalles de la trama, el relato adquiere un tono filosófico ya recorrido en numerosas obras canónicas de ciencia ficción y Exodo no aporta grandes novedades, cayendo incluso en algunos clichés, en particular en la construcción de la heroína. Indudablemente el fuerte del film de Fehlbaum reside en la construcción de climas y un tono contemplativo que se va desenvolviendo poco a poco con los personajes. Cuando se apresura e intenta contar una película de acción se pierde entre secuencias fallidas y personajes apenas esbozados, a pesar de contar con una asfixiante secuencia en la niebla y no perder nunca de vista a Louise, el corazón del film. Exodo es una sorpresa que abraza su costado de cine serie B catástrofe, pero también su costado solemne de ciencia ficción con algunas búsquedas interesantes, dando lugar a un film que atrapa por su rareza entre el abultado catálogo de películas fallidas por su carencia de identidad. A Exodo eso le sobra, para bien o para mal.
La distopía alemana producida por Roland Emmerich Tim Fehlbaum (Hell) dirige esta epopeya postapocalíptica con puntos de contacto con “Niños del hombre” y “Waterworld”. Éxodo: La última marea (The Colony/Tides, 2021) es una fría y oscura visión futurista acerca de la humanidad que se suma a varias propuestas similares. Sin embargo, es la atmósfera cruda, basada en un realismo desgarrador, su mayor acierto para generar la tensión de un relato falto de emociones. Una nave cae literalmente en el desvastado planeta Tierra. Los tripulantes son humanos que huyeron en el pasado al planeta Kepler 209 sin saber que su atmósfera esterilizaba a las mujeres. Ahora regresan en la misión Ulises 2 buscando la manera de reproducir a la especie. Allí encuentran a una colonia de supervivientes que vive en condiciones infrahumanas bajo el asedio de Gibson (Iain Glen). La única tripulante con vida, Blake (Nora Arnezeder), debe lidiar con ellos y recuperar la posibilidad de la subsistencia. La necesidad de la reproducción de la especie ya estaba en el film de Alfonso Cuarón, del mismo modo que el mundo inundado y los sobrevivientes en precarias embarcaciones era el motivo de la película con Kevin Costner. De todos modos, esta producción europea no cuenta con el clima de aventuras ni con la acción de aquellas producciones norteamericanas. Éxodo: La última marea recrea los espacios bajo la niebla, con extensos planos cubiertos por la bruma de las orillas, desde donde se vislumbran los personajes y las embarcaciones. Esta imposibilidad de visualizar el horizonte es el eje de la distopía. Tim Fehlbaum es todo un experto en este tipo de relatos de ciencia ficción, y aquí expone su visión lúgubre de la humanidad, en donde sigue reinando la explotación de unos sobre otros como sistema social. Hay algún indicio implícito al nazismo y su afán por construir la raza superior, que termina simplificando el argumento en la eterna lucha de los buenos contra los villanos. Lo mejor entonces de Éxodo: La última marea -o “marea” a secas, como su título original- es el diseño de escenarios y la fotografía para plasmar ese futuro desolador. La paleta de colores fríos y el diseño sonoro abrupto sumergen al espectador junto a la heroína en ese contexto rústico. Pero el mayor problema del film es la falta de corazón, la carencia de emociones que movilicen al público a empatizar con lo narrado. La austeridad gobierna el relato y deja un sabor desabrido que no se condice con la búsqueda de esperanza propuesta por el relato.
Éxodo es una película que se presentaba como un thriller de ciencia ficción y podría haber ofrecido un gran espectáculo si tan solo el director se hubiera interesado en trabajar el género. La premisa de la historia se desarrolla dentro de una temática post-apocalíptica familiar que ya vimos en otras películas del pasado, como Waterwold, Avatar y Nausicaa del Valle del Viento, de Hayao Miyazaki. El cambio climático, las epidemias y guerras diezmaron a la población de la Tierra y una astronauta termina varada en el planeta con la misión de averiguar si el mundo todavía puede ser habitado por los humanos. Roland Emmerich (Día de la independencia), productor ejecutivo de este proyecto, en esta oportunidad delegó la dirección en Tim Fhelbaun, quien desperdicia un contexto argumental interesante en un ejercicio snob de cine pretencioso. Su tratamiento minimalista en la dirección de la historia genera una experiencia muy frustrante porque el relato se ambienta en un contexto atractivo, con un enorme potencial argumental. El problema es que el relato es narrado por un cineasta que nunca se interesa en desarrollar los conceptos de ciencia ficción que presenta el argumento, al margen de presentar una ineptitud notable a la hora de crear situaciones de suspenso. Más allá de hacer caminar a la protagonista en escenas interminables que pretenden ser introspectivas y consiguen más bostezos que reflexiones profundas, el film resulta soporífero y nunca consigue construir un espectáculo atractivo. Requiere un esfuerzo notable completar su visionado y cuando llegó al clímax te encontrás con un final desarrollado a las apuradas, como si lo productores se hubieran quedado sin planta en la mitad del rodaje. Queda la sensación que a Éxodo le falta por lo menos 20 minutos de escenas editadas que le hubiera dado una mayor coherencia a la conclusión. Una pena porque el mundo de ficción que la trama introduce al público es realmente interesante e inclusive tiene sus virtudes en lo referido a la puesta en escena. Sin embargo el modo que escogió Fhelbaun para desarrollar la narración consigue que su film quede enseguida en el más completo olvido.
Uno podría pensar esta película, como un rejunte de la regular “Mundo Acuatico” (1995), la muy buena “Mad Max” (1979) y la excelente “Wall-e” (2008). Y no estaría tan errado, hay mucho de cada una en ellas, ni tampoco supondría ir en desmedro de la calificación, solo como para ir nominando de que va la cinta. Una co - producción germánico-suiza que se adentra en el genero de ciencia ficción, estableciéndose en un mundo post apocalíptico. Lo llamativo es que el director Tim Fehlbaum es suizo, uno de sus productores es Roland Emerich, alemán claro, la interprete es francesa, el antagonista principal es escoces, la aliada de la protagonista es danesa, la película esta hablada en ingles, todo concluye en la posibilidad de ser vendida con mayor facilidad. El filme abre, ahorrando mucho tiempo, narrando voz en off, la debacle producida en la tierra, todo quedo bajo el agua, por lo que tuvo que ser evacuada. No todos podían viajar al espacio, el destino era Kepler 209, un planeta habitable. Con el tiempo, se dieron cuenta que en ese planeta todos los habitantes se volvían estériles, la raza humana estaba condenada a desaparecer. Se envió una misión para explorar la tierra y ver la posibilidad de repoblarla, la nave de nombre Ulysses, nunca se reporto. Se la dio por perdida. Años después se envía una segunda expedición, Ulysses II, tripulada por Blake (Nora Arnezeder) una experta médica hija de uno de los astronautas de la misión original, acompañada por Tucker (Ṣọpẹ Dìrísù) y un tercer tripulante que no sobrevive al aterrizaje. Son apresados por un grupo de sobrevivientes, Tucker es herido de muerte. Blake se da cuenta que hay niños, uno de ellos Maila (Bella Bading establece relación con ella, Narvick ( Sarah-Sofie Boussnina) su madre se convertirá en la ayudante de Blake, luego que todo el grupo es atacado por otra agrupación con mayor poderío de armamentos. Comandados por Gibson (Ian Glen) uno de los tripulantes de la primera misión, quien secuestra a la niña, Blake decide ayudar a Narvik a rescatar a su hija, ademas suponiendo que podría avanzar en su investigación. Si bien todo tiene una sensación de lo ya visto, el filme tiene una impronta propia sostenida por el empoderamiento femenino. Se establece positivamente, todos los tiempos están regulados por las mareas, que inundan el espacio físico. ¿Metáfora de los ciclos femenino? Me parece que es hilar demasiado fino, pero…. El guionista y director realiza un trabajo cautivador en la construcción del mundo, presentando una versión de la Tierra que está en gran parte sumergida bajo el agua y a merced de las mareas que suben y bajan (de ahí el título original) Afortunadamente, la estética general utilizada para dramatizar la dura existencia, a menudo empapada, de esta nueva Tierra es visualmente poco glamorosa pero simultáneamente casi dantesca, muy atractiva. En verdad todo se vuelve demasiado previsible, hasta los giros impuestos, sin embargo a partir de su estructura narrativa y su desarrollo, el filme nunca decae en su atractivo. Las buenas actuaciones también ayudan en este propósito, lo mismo ocurre con el diseño y la banda de sonido. Una incursión europea sobre la narrativa y estética post apocalíptica, que se deja ver.
Fertilidad utópica Con producción de Roland Emmerich, “Éxodo: la última marea” narra la colonización futurista en un planeta Tierra devastado. Quien busque una alternativa al presente en la promesa futurista de Éxodo: la última marea no lo conseguirá: “Cambio climático. Pandemia. Guerra”, son las catástrofes que sintetiza un cartel introductorio. El estado de cosas va más allá: una “élite superviviente” se exilia en el planeta Kepler 209 cuando la devastación diezma la vida terráquea, y dos generaciones después una tripulación ensaya el retorno a la patria planetaria bajo el Proyecto Ulises, que fracasa. Serán los viajeros Blake (Nora Arnezeder) y Tucker (Sope Dirisu) los que retomen la misión con el Ulises 2, que los lleva a aterrizar en unas costas y un mar inhóspitos. La amplitud fotográfica y la concisión narrativa suponen una constante en el filme del suizo Tim Fehlbaum, quien trabaja de nuevo con el apocalíptico Roland Emmerich en el rol de productor tras Hell (2011). “Ejecuta el biómetro”, “obtengo un patrón de humedad alta”, “altamente reproductivo”, son los lacónicos intercambios de walkie-talkie entre los exploradores recién llegados a un paisaje majestuoso. Las muestras orgánicas que recaba Blake de los seres acuáticos que encuentra y sus reacciones científicas deslizan la problemática de Éxodo, la necesidad de volver a suscitar la fertilidad que el exilio en el espacio había mermado. Blake será la casi exclusiva protagonista de esa cruzada, una Lara Croft inmersa en una deriva de acción en un mundo que pide ser redescubierto. La inversión civilizatoria es lo más interesante del planteo de Éxodo, que sitúa a la Tierra como un planeta extraño que ha dejado atrás toda identidad global y geológica, reducida a hostiles vientos y mareas, y a hordas tribales que batallan por la permanencia; de allí que la película equipare a Cristóbal Colón y la Apolo XI como íconos de una vieja tradición colonizadora. "Éxodo: la última marea". "Éxodo: la última marea". La reproducción genética, incluso eugenésica –representada por las mujeres y los niños–, es la controvertida moneda que divide a los bandos asimétricos de la historia, que reescriben el enfrentamiento entre civilización y barbarie entre persecuciones, salvatajes, traiciones y revelaciones de último minuto. Éxodo se disfruta al mismo tiempo en su faz de Duna discreta y reducida, ajena a los desplantes efectistas de las superproducciones del género, acaso por su bajo presupuesto y su origen europeo. Pero también es cierto que la película hace pie en una ciencia ficción agónica de recursos en peligro de extinción. Fehlbaum le extrae una chispa a ese imaginario sin garantizar que su porvenir sea sustentable.