Es una película que encontró financiación colectiva a través de Internet y las redes sociales. Con mucho humor y desenfreno creativo, el film propone seguir los pasos de dos amigos, un chico pendiente de su computadora y una chica angustiada. Ambos están hartos y aburridos y lo único interesante que tienen entre manos es rechazar una invitación a una fiesta de disfraces, a la que hace alusión el titulo. Con la dirección del realizador uruguayo Manuel Facal el film propone un recorrido bizarro y desenfadado con muchas ideas y realización poco costosa. Drogas, sexo y, como gran invitada, la ciencia ficción, un recurso que permite visualizar destinos terroríficos. Pero de tal locura, que no abren la puerta del horror, sino el de la sonrisa y el delirio. Los dueños de casa, mas una chica seductora, un roquero corpulento y mal hablado y un don Juan de camperita negra e intensiones transparentes. Desorbitada y barroca.
El uruguayo Manuel Facal crea un Frankenstein de ideas audiovisuales que tienen por resultado un delirio divertido y asqueroso en el mejor de los sentidos titulado Fiesta Nibiru (We Are Not Going to) Fiesta Nibiru, 2017). Galaxia (Verónica Dobrich) y Peetee (Luciano Demarco) son dos amigos que viven juntos en un pequeño departamento. Temprano en la noche el aburrimiento se apodera de ellos al punto de decidir no ir a la curiosa “Fiesta Nibiru”. Desde el momento que clickean “no asistiré” en el evento de Facebook la noche entra en un vórtice descontrolado en el micromundo de su departamento, acompañados por dos amigos que los van a visitar. Es difícil de explicar y probablemente lo más sensato sea ni siquiera intentar hacerlo. Comedia negra y ciencia ficción donde lo mejor son los personajes y sus reacciones ante los sucesos de la noche. Galaxia y Peetee tienen como característica lo afectado en todas sus reacciones donde cada pequeñez es un mundo y un drama que los va conduciendo de hecho en hecho. Hay que verla despojados de prejuicios y con relajo, sabiendo que tiene una gran primera parte muy ingeniosa segundo a segundo, pero también pueden quedar con ganas de más en una segunda parte que se despega bastante del suelo y si bien se hace menos amigable el argumento, visualmente se sostiene muy bella y llamativa.
El film comienza como una comedia delirante, con ambiciones existenciales, sobre los planes de un grupo de veinteañeros de Montevideo para un sábado a la noche: videojuegos, chat, música, cannabis de farmacia y una fiesta a la que nadie quiere ir. Verónica Dobrich y Lucas Demarco consiguen buena dinámica; el director Manuel Facal intenta establecer el tono, entre el absurdo y la sátira. Pero a medida que llegan los nuevos invitados la historia se convierte en una anécdota demasiado estirada. El juego con géneros como el terror y la ciencia ficción no trasciende la superficialidad y la noche montevideana se abandona como una mala excusa. El humor aparece de a ratos y la película comete el peor de los pecados: volverse una comedia aburrida.
La previa interminable Manuel Facal, cineasta uruguayo independiente, pertenece a ese grupo de jóvenes que descreen de los modelos de producción convencionales para concretar sus películas. Buscan financiar sus proyectos de acotado presupuesto a partir de otras vías sin depender de subsidios de institutos de cine para evitar caer en la burocracia que genera un gran impass y la incertidumbre de llegar al día en que la palabra “acción” y “corte” se hagan realidad. Los créditos anteriores a su nuevo opus, Achuras 1 y 2, entre otros, amalgaman por un lado ese estilo de cine de guerrilla algo estilizado con la urgencia de hacer películas. El resultado es concreto: la película se hace en tiempo récord bajo las condiciones del bajo presupuesto y el ímpetu por terminar cada una de las historias. Una vía posible de financiación es el método Crowfounding, empleado en el caso de Fiesta Nibiru, y el aporte privado de productoras pequeñas en la misma sintonía. Como ocurre con este tipo de proyectos de carácter independiente el resultado es irregular. En este caso la mezcla de géneros -y la mezcla de drogas- motoriza la trama donde se instala en el Uruguay del futuro una comedia de ciencia ficción con tintes bizarros y en la que el absurdo forma parte de un gran delirio. Un grupo de amigos Galaxia (Verónica Dobrich), Peetee (Luciano De Marco), XXX (Carla Quevedo), Navajo (Alan Futterweit) y Zeba Zepam (Emanuel Sobré) se reúnen en la previa del sábado para decidir si asisten o no a una fiesta que promete descontrol, drogas y sorpresas. Entre diálogos banales y consumo deciden no ir y a partir de ese momento el delirio explota en pantalla. Las alucinaciones, las viñetas porreras (la estructura se divide en capítulos o viñetas), guiños u homenajes a películas clase “B”, algo de humor absurdo y estereotipia en los personajes son el caldo de cultivo de la propuesta rioplatense. Pero el humor no llega a desarrollarse ni siquiera en el exceso chabacano o léxico de personajes raros y planos a la vez. En ese sentido la película de Manuel Facal se queda a medio camino de propuestas de similar factura técnica, con mejores ideas visuales. Si la idea parte de la base de la ciencia ficción el sólo encuentro cercano con extraterrestres que hacen de la fiesta un pretexto es relativamente poco sustentable siempre que se procure escapar de ese delirio que surge desde el minuto uno hasta el desenlace.
Manuela Facal es un cineasta uruguayo que viene trabajando de forma muy independiente hace unos cuantos años. Después de haber incursionado en el género "gore" de bajo presupuesto con "Achuras" 1 y 2, consiguió mayores márgenes de producción en "Relocos y Repasados" (2014) y ahora, gracias al crowfunding (idea.me) y aportes de Montevideo Socio Audiovisual, Mother Superior y Aeroplano de Argentina, lanza un film bastante más interesante que los anteriores. Facal siempre mostró interés por cordonear la "bizarrada" (perdón, pero me sale decirlo así) con estilo, y esto es lo que sucede aquí, cuando parte de una idea simple, propuesta en un espacio reducido, y trata de inyectarle adrenalina, delirio y ritmo, utilizando personajes flexibles capaces de adecuarse a la trama, dispuestos a todo. La historia transcurre en el depto de una chica llamada Galaxia (Verónica Dobrich), donde su compañero Peetee (Luciano De Marco) comienza a filmar informalmente el intercambio sobre si van a ir o no a una fiesta de disfraces, llamada "Nibiru". Muchas ganas no hay. Instalada en un futuro donde la marihuana es legal, nuestros protagonistas comienzan la previa dispuestos a pasarla bien. Y en esa dirección, deciden no ir a "Fiesta Niburu". El "not going to", se impone. La idea es pasarla noche, bien, en casa. Pero eso no es lo que sucederá, obviamente. Van cayendo amigos... y lo que aparentaba ser una noche más, comenzará a tomar tintes más oscuros, en los cuales una presencia fuera de lo común inyectará delirio a la aparente tranquilidad de la noche. Dentro del elenco, y yendo al depto de los chicos, tenemos a XXX (Carla Quevedo, nada menos) Navajo (Alan Futterweit) y Zeba Zepam (Emanuel Sobré) quienes comenzarán un encuentro relajado donde cenarán, beberán e ingerirán sustancias varias, todo con mucho ánimo recreativo. Y lo que parece que vendrá relajado, comenzará a tornarse peligroso. Y delirante, por supuesto. Facal intenta que su producto explore la ciencia ficción de bajo presupuesto, apostando al humor y al grotesco. Pero con cierto toque de suspenso, construído en base al poder de lo absurdo de la situación presentada. Intenta tomar inspiración de los clásicos donde terrícolas se encuentran con alienígenas que vienen con propósitos claros a la Tierra y deben enfrentarlos, con insospechadas consecuencias y un desarrollo irregular. Digamos, la fiesta se hará. Quizás no sea el tipo de fiesta que vos pensabas que podría ser... Digamos que "Fiesta Nibiru" es un film que no intenta tomarse en serio y tiene cierto nivel de producción interesante, dentro de la franja donde se instala naturalmente. No posee demasiado humor pero lo chocante de algunas escenas, garantizan que sepamos cuál es el juego que están jugando en la pantalla, desde que comienzan los sucesos extraños en esa descontrolada noche. Esta es una cinta hecha con mucho esfuerzo y que probablemente dispare un salto en los estándares de producción para el cineasta y su equipo. En lo personal, creo que esperaba un poco más (hay demasiado estereotipo en los protagonistas y quizás eso podría haberse detonado, también subir el tono de la apuesta desde otro lugar...) aunque me quedo conforme con el resultado final. Ir advertidos que es una peli "indie" y con cierto "gore" promediando la cinta. No digan que no les avisamos.
Adolescentes que están probando qué hacer con la vida. Ahora residen en Uruguay, se llaman Galaxia y Peetee, y decidieron vivir juntos. Chicos sin padres alrededor, libres. Peetee se mueve con la televisión y se supone que hizo todo lo posible para adaptarse a la vida. Ahora con su amiga sólo se ocupa de fumarse la marihuana que está por transformarse en una sustancia de venta libre en el país. Galaxia y su amigo están esperando que alguien venga y ya se negaron a concurrir a una de las tantas fiestas (esas "nibiru" que las llaman) a las que son invitados los jóvenes, sólo por el hecho de serlo. Comedia zafada de humor negro. Filme de absurdos incontrolados y donde todo puede pasar, hasta el mal gusto. Con momentos para el terror, bien dosificado y con pocos recursos (creativos y baratos). CHICOS SOLOS Manuel Facal se especializa en la trama negra y sabe cómo tejer y destejer los hilos del horror. Sabe cómo un cuenco de gelatina puede desencadenar problemas y que ubicado solo en una habitación vacía puede despertar horror. El filme tiene un ritmo efervescente, logra atraer el interés con su cúmulo de adversidades y tiene en el humor negro su mejor complemento. Película de exageraciones, de venganzas retenidas y en la que un grupo de adolescentes se juntan para declararse las mejores y las peores cosas. Aunque el lenguaje es bastante grosero, muchas modalidades lingüísticas la hacen más disfrutable y accesible para los adolescentes. Un largometraje de miedo que hace reflexionar sobre chicos solos en la gran ciudad y la necesidad que tienen de emprender vuelo.
La mezcla de géneros y tonos cinematográficos suele deparar milagros o esperpentos, pero siempre es algo digno de ver. Sobre todo, cuando predomina la imaginación y el desparpajo. Fiesta Nibiru tiene esas cualidades. En una noche de Montevideo, Galaxia (Verónica Dobrich) y Peetee (Luciano Demarco), dos veinteañeros aburridos que se la pasan fumando marihuana, deciden no asistir a la Fiesta Niburu, el acontecimiento juvenil en el que los asistentes deben ir disfrazados de extraterrestres. Entonces invitan a su departamento a algunos amigos tan peculiares como ellos, como para hacer una suerte de reunión alternativa: Zeba Zepam (Emanuel Sobré), XXX (Carla Quevedo) y Navajo (Alan Futterweit). Pero lo que iba a ser una simple noche de drogas y risas y pizza con corazones de pollos, desemboca en un una serie de acontecimientos con una influencia decisiva proveniente de otros mundos. El director Manuel Facal ya venía dando muestras de su impronta demencial en Relocos y Repasados y High Five, donde las pastillas juegan un rol importante. En Fiesta Nibiru va más allá al juntar comedia drogona (y comedia negra), ciencia ficción y hasta terror. Remite especialmente a dos directores disímiles: por un lado, el Steven Spielberg de Encuentros cercanos del Tercer Tipo y E.T., y por otro, el Gregg Araki de films como Nowhere y Smiley Faces. El resultado de ese combo invita a verlo para creerlo. Otro mérito del director es el de concentrar la historia mayormente en una sola locación, pero sin resultar cansador, y en el uso de efectos especiales artesanales pero bien empleados, consiguiendo secuencias de pura psicodelia con gotas de ternura y baldazos de horror. Unos toque que la acercan, también, a los delirios gore de los ’80. Dentro del colorido elenco sobresalen Verónica Dobrich (en una actuación jugada y con múltiples facetas), y Carla Quevedo, como una punk que se sabe sensual aunque también tiene un lado sensible. Fiesta Nibiru es un viaje a veces gracioso, a veces perturbador, pero todo el tiempo impredecible y repleto de sorpresas.
Not Going Hay un evento que nadie que se precie de joven y moderno se debe perder, aunque no tenga ganas reales de ir. Por eso, con muchas vueltas, Galaxia y Pity se atreven a decir en voz alta que prefieren quedarse en casa antes que ir a la dichosa Fiesta Nibiru con todos sus amigos. Tampoco se van a librar tan fácil, porque algunos de ellos van a visitarlos en la previa para beber y drogarse, cada cual con sus propios intereses en mente; y ninguno altruista. El cambio de planes hasta parece ser ventajoso para Pity, quien recibió dinero y una cámara de VHS de manos de un extraño a cambio de registrar lo que hagan sus amigos esa noche específica, lo que en sus ansias de fama se dispone a hacer sin cuestionar demasiado y sin sospechar que algo muy extraño está programado para suceder en ese edificio esa noche. Pasa por legalizar El estilo y la lógica de Fiesta Nibiruno es nada raro entre el cine de muy bajo presupuesto local, aunque esta producción uruguaya muestra un nivel de realización mucho más desarrollado que el promedio de nuestros equivalentes, que si llegan a una pantalla grande suele ser en eventos como el BARS y casi nunca como estreno comercial. Narrativamente es bastante caótica y parece un encastre de pequeñas historias sueltas destinadas a desarrollar personajes más que una trama específica, pero eventualmente van tejiendo un sentido común a todas. Cada personaje de Fiesta Nibiru tiene su costado despreciable y no se supone que nos caiga bien ninguno de ellos, salvo quizá la inocente Galaxia, cuyo peor pecado pareciera ser vivir una vida extremadamente cómoda y superficial. Sin embargo, desde que era niña guarda un secreto en su placard que cuando finalmente emerja va a cambiar todo. La trama es tan simple y directa que no se puede decir mucho más que eso sin revelar demasiado, porque el resto se va construyendo sobre pequeños fragmentos alimentados a humor que alterna entre absurdo, negro y stoner sin miedo a incomodar cruzando algunas líneas polémicas. Puede saltar de una tierna despedida a las más soeces promesas sexuales, que más bien podrían calificarse como amenazas, antes de rematar con escenas de terror y gore ridículo que hacen difícil de encuadrar a Fiesta Nibiru como otra cosa que comedia absurda, un título peligroso que más de una vez se mal utiliza para intentar defender algo sin sentido. Mucho de lo que sucede puede leerse como una fuerte crítica a la superficialidad de una generación que está al mismo tiempo hiperconectada y aislada dentro de burbujas de egoísmo, alejada de los valores new age cósmicos de los que Galaxia está a punto de convertirse en avatar, aunque ninguno de sus amigos está siquiera cerca de poder realmente entenderla. En ese cruce hay algo en la estética que parece retrofuturista, cruzando objetos y vestuarios modernos con algo de estética retro, coherentes con el discurso new age que despierta en Galaxia, con el amor como arma para salvar al mundo, sea lo que sea que signifique para ella.
Antes de realizar una crítica sobre esta película, amigo lector, debo advertirle que lo que va a ver no es para un espectador tradicional. Muchas de las escenas que fue observando a lo largo de su vida aquí están condensadas en poco más de una hora de duración. Este llamado de atención lo hago porque la historia, y el cómo está contada, va dirigida a un sector del público muy marcado. Porque este film uruguayo, que cuenta con aportes argentinos y “nuestra” Carla Quevedo, apunta para una comedia juvenil, pero se transforma en bizarra. La narración ocurre casi toda en un edificio de Montevideo. Allí, en un departamento, vive Galaxia (Verónica Dobrich), una chica veinteañera a la que sus padres dejaron sola, pues ellos se fueron de viaje a Europa, pasa el tiempo con un amigo de su edad, Peetee (Luciano Demarco). Es sábado a la noche y deciden no asistir a la fiesta Niburu. Prefieren llamar a unos amigos, drogarse, tomar cerveza y ver qué pasa luego. Cabe aclarar que los protagonistas ya están “fumados” desde el comienzo. Permanecen conectados a las pantallas tecnológicas, y el muchacho habla mucho en inglés a través de la computadora. Cuando llegan los invitados, entre ellos está XXX (Carla Quevedo), de a poco todo se va desmadrando y Peetee lo va registrando en una vieja y enorme filmadora encargado por un desconocido. Pero la locura no aumenta por efecto de las drogas o el alcohol, sino por algo que llega del espacio exterior, en la que nada volverá a ser como antes. Manuel Facal dirigió esta película alocada, delirante, donde es necesario apreciarla con todos los sentidos bien atentos porque es alucinante en el sentido etimológico de la palabra. Es un bombardeo visual impactante y uno va a terminar con la cabeza “quemada” del mismo modo que los integrantes del elenco. Porque la historia desvaría, parece que es una cosa y termina siendo otra. Los protagonistas, que en ningún momento están dentro de sus cabales, hablan por momentos bien y de vez en cuando alguna palabra no se escucha con claridad, supuestamente por un problema de dicción. Lo más logrado sin dudas está en lo creado por el área artística y de efectos especiales. Impacta por la calidad visual y el realismo, teniendo en cuenta que no dispone de mucho presupuesto. Los intérpretes actúan según lo que les dice el director y dentro de ese esquema no desentonan. El problema es la historia y el cómo está se encuentra desarr9ollada, porque no brinda una acción contundente y comprensible al comienzo, como para que luego se justifique lo que va a suceder. Manuel Facal desplegó toda su imaginación y creatividad en este film, de manera contundente. La falta de dosificación de los momentos buenos y malos durante el desarrollo de cada escena no resulta beneficiosa para la trama, y ya se sabe que la exageración no es buena para nadie.
Complicado, pero a la vez necesario, hacer una reseña de Fiesta Nibiru. Complicado porque el principal factor para disfrutarla es saber lo menos posible sobre ella y dejarse llevar por el delirio y la sorpresa. Un grupo de amigos decide no ir a una fiesta y quedarse en un departamento en una reunión que creían más íntima y menos alocada. Y, como dirían algunos virales de internet, “el resultado te sorprenderá” Con poquísimos elementos encajados de modo desopilante, la película de Facal no deja de escalar. Visualmente tiene una identidad colorida y bizarra muy marcada, que acompaña el desarrollo de la trama. Todo funciona en su conjunto: lo visual, las actuaciones, los efectos especiales. Parece ser que se sabía desde el primer momento qué tenía que ser la película y esa premisa no se traicionó jamás. Podría decirse también que es una propuesta valiente: da pasos firmes cada vez más alejados del realismo y cercanos a la ciencia ficción, y lo hace con una seguridad tal que se convierte en una película sólida y coherente aún en la misma incoherencia de su esencia. Libertad es también otra de las palabras clave: las cuatro paredes del departamento donde se desarrolla la gran mayoría de la película, lejos de acotar el espacio y restringir la creatividad, son aprovechadas con creces y potencian el enrarecimiento de la trama.
Comedia de ciencia ficción sobre dos veinteañeros que pasan la noche del sábado decidiendo si ir o no a una fiesta. Están en su departamento y a medida que pasan las horas, se van sumando más amigos, las cosas se van descontrolando y la película pasa de un tono de comedia al exceso y la locura total, siempre dentro del reducido espacio de un edificio en la noche de Montevideo. A pesar de que la película no se parece al promedio que se hacen en Sudamérica, tampoco se tratar de una propuesta completamente original. Y con ser una rareza tampoco alcanza. Este cine de factura notoriamente artesanal ya no tiene el impacto que podía tener décadas atrás. Hoy hay demasiadas películas a las que tenemos acceso como conformarse con un producto así. Es rescatable un trabajo de maquillaje y efectos, algunos bastante bien logrados, parecidos a aquellos que usaba David Lynch al comienzo de su carrera.
Desde Uruguay llega Fiesta Nibiru, escrita y dirigida por Manuel Facal. Comedia bizarra que mezcla extraterrestres, drogas y otros delirios. A veces ir a una fiesta te puede salvar la vida. Cinco amigos, un departamento, un gato y mucha marihuana es la receta de los primeros quince minutos de Fiesta Nibiru, una comedia bizarra escrita y dirigida por Manuel Facal. La fórmula puede funcionar siempre y cuando las pretensiones no superen los resultados y, en este caso, al menos cumple con las expectativas. Peetee y Galaxia están esperando a tres amigos para ir a la fiesta que da título al film, pero a último momento prefieren no ir. Mientras Peetee (Luciano Demarco) se la pasa chateando con amigos virtuales de diversas partes del mundo, Galaxia (Verónica Dobrich) juega a comunicarse a través de una aplicación con extraños de sitios remotos. Con la llegada de Zeba Zepam (Emanuel Sobré), XXX (la argentina Carla Quevedo) y Navajo (Alan Futterweit Paz) la fiesta arranca en el propio departamento. Sin embargo, un accidente casero y la aparición de una nave extraterrestre derivan en una serie de delirantes acontecimientos que incluyen intentos de violaciones y pizzas con corazones de pollo. Con bastante creatividad para el diseño de efectos especiales y un elenco que acepta el juego absurdo que propone el director, Fiesta Nibiru sorprende por sus grotescas vueltas de tuerca aunque, en su ambición de contener demasiadas subtramas en menos de 75 minutos, algunas cosas sobran. La película no se autoimpone límites visuales y tanto la estética seudo kitsch como la música de los sintetizadores le adjudican un tono retrofuturista que justifica ciertas limitaciones presupuestarias. Básicamente, los aspectos más berretas tienen coherencia con el resto de la propuesta. Mientras que algunas líneas narrativas terminan desperdiciadas, entre juegos de luces y trucas visuales, con referencias a cierto cine clase B de los años ’80. El director abusa en la elección de alturas de planos (una mirada cenital que se agota) y desde el guion le da demasiado énfasis a una subtrama relacionada con pastillas “rufis” (las que se usan en caso de violaciones) que generan una serie de enredos que no llegan a buen puerto. Es cierto que hay elementos que con un poco más de ambición podrían haber derivado en una comedia más ampulosa. Sin embargo queda la sensación que no había más pretensiones de ampliar el universo que propone la historia, y en ese sentido el resultado cumple con las expectativas que bien podría haber superado. Después de recorrer numerosos festivales, la película de Manuel Facal llega a las salas comerciales buscando un público joven que quiera pasar un buen rato y disfrute de un delirio honesto y simple, con un elenco que se divierte con la propuesta y no mucho más. Si se tiene en cuenta que este tipo de estrenos son cada vez más escasos, el film es un verdadero platillo volador dentro de la cartelera.