Hallmark en el Vaticano El documental de Miguel Rodríguez Arias sobre el Papa Francisco es un trabajo sumamente convencional, de formato televisivo, que se limita a reiterar el mensaje que el ex Cardenal Bergoglio trasmite desde su asunción como máximo representante del Vaticano. Los orígenes de Jorge Bergoglio, su interés por el sacerdocio, su trabajo como Cardenal, su designación como Papa, y su nuevo nombre a imagen y semejanza de San Francisco de Asís con todo lo que significa, es lo narrado por Francisco de Buenos Aires (2014), sin jamás mostrar un costado diferente a lo esperado por devotos del sumo pontífice. Entrevistas en tres cuartos a quienes lo conocen personalmente, y a especialistas en religión, marcan junto con las imágenes de archivo del mismo Papa pregonando su mensaje de paz, lo convencional del documental que, sin tomar ningún riesgo formal ni temático, transita por todos los lugares previsibles con respecto a la figura papal. Francisco de Buenos Aires es un documental que enaltece la figura de Papa, con su mensaje humilde y revolucionario a la conservadora estructura del Vaticano. La música incidental con coros resaltando cada discurso de Francisco frente a sus fieles, es un ejemplo del objetivo de este trabajo. Un trabajo correcto que se destaca por ser uno de los primeros en recopilar la información requerida acerca del Papa Francisco, dirigido a quienes sientan con su llegada renovadas sus esperanzas frente a la Iglesia Católica.
Creer o reventar Francisco de Buenos Aires es un documental convencional sobre una figura que ha alcanzado un lugar extraordinario en el mundo como Jorge Bergoglio. El director de Las patas mentiras ofrece un retrato sin vuelo cinematográfico y -aún peor- sin demasiados hallazgos a la hora de reconstruir la vida, la obra, el pensamiento y la acción del cardenal argentino devenido Papa. Rodríguez Arias intercala una veintena de testimonios de biógrafos, religiosos de diferentes credos, funcionarios y familiares para armar lo que, en definitiva, es un tributo obvio y menor, sin ningún tipo de matices, dimensiones, contradicciones, cuestionamientos ni contrapuntos, destinado a exaltar todas y cada una de las decisiones del homenajeado y su lugar “revolucionario” en el ámbito de la Iglesia y en el mundo en general. El esquema es el más básico de las talking heads (eso sí, filmadas a dos cámaras), bastante material de archivo (hay unas pocas imágenes poco vistas) y un viaje a Italia que se utiliza al comienzo y al final para realizar una analogía entre el Francisco de Bergoglio y San Francisco de Asís. Cualquier informe televisivo de programa periodístico tiene hoy más ideas innovadoras que este film. Todo muy obvio, bastante torpe y decididamente oportunista. Será, como dice la gacetilla de prensa, “la primera película realizada para cine sobre el Papa Francisco”. Dudo mucho que sea la mejor…
Recen por él Habría que preguntarse en primer lugar si el director Miguel Rodríguez Arias hubiese elaborado un documental sobre la figura del ex cardenal Jorge Bergoglio, de no haber sido elegido Papa. Francisco de Buenos Aires, es una buena respuesta a ese interrogante, dado que sumariamente, recorre los caminos que llevaron a Bergoglio a convertirse en el Papa Francisco, desde un punto de vista orientado y elaborado en base a testimonios a cámara, un gran racimo de cabezas parlantes destacando las virtudes y bondades del Papa Francisco. En el empleo de material de archivo, para complementar los dichos o las anécdotas que rubrican su personalidad de carácter fuerte, enérgico, pero coherente con un pensamiento y un profundo valor en la fe, se compilan una serie de declaraciones sumamente comprometidas con los problemas cotidianos del mundo: como la trata de personas, el trabajo infantil, las guerras mundiales, así como la complicidad de la iglesia como institución cuando se aleja de los pobres o de las causas nobles del hombre. La edición es prolija, pero en términos cinematográficos no hay aportes estéticos de valor, más que un buen uso de las imágenes y la música que acompaña el relato. Entre los testimonios mas rescatables se encuentran aquellos relacionados con la etapa en que Bergoglio ayudó a escapar a personas perseguidas por la dictadura, punto que fue cuestionado una vez asumido su papado por algunos sectores que lo vincularon con una parte de la iglesia, que tuvo una participación proactiva con la dictadura. Si bien el documental no ahonda ni busca voces confrontativas, la elección de testigos vinculados con aquella época cuentan una historia diferente. Para aquellos que quieran conocer más de cerca cómo piensa el Papa Francisco sobre determinadas temáticas, más allá de sus sermones o misas multitudinarias, encontrarán en este documental –el primero de una seguidilla que seguramente copará el espectro cinematográfico junto a las ficciones- una buena referencia y para quienes ya lo conocen y siguen sus prédicas, sean creyentes o no, Francisco de Buenos Aires es un buen espejo donde reflejarse.
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Nada nuevo bajo el sol. Cuando Jorge Bergoglio fue nombrado Papa y pasó a llamarse Francisco, algo cambió en la imagen del papado que todos tenían. Su figura llamó la atención y sus ideas han sido recibidas por muchos como una verdadera revolución en el Vaticano. El documental de Miguel Rodríguez Arias –el mismo de Las patas de la mentira– sin duda es oportunista, pero que lo sea no es en sí mismo un defecto. No es raro que alguien quiera hacer un documental sobre Francisco, y si alguien tiene algo para decir sobre el mundo, se puede elegir un tema o un personaje importante para retratarlo. El punto es qué hacer para que el documental tenga algún valor, para que posea encanto, para que resulte apasionante o produzca interés. Nada de esto aparece en Francisco de Buenos Aires. Todo lo que se ve en la película es la repetición de los máximos elogios que ha recibido Francisco desde el comienzo de su papado. No hay una mirada crítica, no hay tampoco una mirada crítica sobre aquellos que lo criticaron. No hay matices ni elementos reveladores. Tampoco aparece la profundidad en los elementos de defensa. Lo único que tiene algo de interés es todo el sector sobre fútbol, donde se bordea el ridículo y el absurdo, así como el énfasis en el pensamiento mágico de aquellos que aventuran un vínculo entre el Papa y los logros de San Lorenzo. Pero no se anima –tampoco quiere, en realidad– a explorar esas cosas. Muy limitada, preocupada por armar un relato claramente favorable, Francisco de Buenos Aires pierde la oportunidad de explicar la figura de una de las personas más importantes del siglo XXI.
El hombre que sería papa. Seguir los pasos de Jorge Bergoglio desde su niñez hasta ser ungido papa no era tarea fácil. El director Miguel Rodríguez Arias se propuso lograrlo a través de este documental que recorre, a través de las palabras de Francisco, de los testimonios de quienes más lo conocieron y, fundamentalmente, de la gestión de sus dos primeros años de su papado. Entre los entrevistados se encuentran desde su hermana María Elena hasta la periodista Elisabetta Piqué, corresponsal de LA NACION en Italia y autora de una biografía del Papa. A través de sus recuerdos y sus análisis se va delineando el rumbo de su papado: progresista en lo social y muy estricto con la corrupción y la falta de humildad y valores entre los integrantes de la Iglesia. El resultado es un film cálido, que rescata el perfil político del Papa y, a la vez, es biográfico, al retratarlo en su casa natal de Flores, en su labor como humilde obispo, en su simpatía por el fútbol a través de imágenes de sus homilías y fragmentos de noticieros. Impecable en su faceta técnica, este documental habla no sólo de ese papa que hoy es admirado por el mundo, sino también de un hombre que conoce de primera mano las necesidades de la humanidad.
Miguel Rodríguez Arias, el reconocido documentalista, indaga en el pasado y el presente del Papa, que sorprende al mundo pero siempre fue coherente.
Buen retrato de un Papa inabarcable "La gente venía a Roma a ver al Papa Juan Pablo II, venía a Roma para escuchar al Papa Benedicto, y ahora viene a Roma para abrazar al Papa Francisco". Así dice monseñor Darío Viganó, presidente del Centro Televisivo Vaticano, en una parte de este documental, y la frase define claramente la relación del pontífice argentino con los fieles y simpatizantes de todas partes. Ya hubo otros documentales sobre él, pero eran de urgencia televisiva o de marcada militancia católica, como "Francis: The Pope From the New Word",producción de Knights of Columbus, Caballeros de Colón, histórica organización que en cierta época llegó a ser perseguida por el Ku Klux Klan. En cambio,"Francisco de Buenos Aires", de Miguel Rodríguez Arias, se hizo sin tanta urgencia, con mayor información, y con una mirada equilibradamente laica, o, en todo caso, ecuménica. Entre los entrevistados aparecen su hermana María Elena, sus amigas Clelia Luro, viuda de monseñor Podestá, y Alicia Oliveira, jueza agnóstica y madre soltera cuyo hijo es ahijado del Papa, Yago de la Cierva, Bruno Ballardini, el cardenalJorge Mejía y el cura villero Guillermo Torre, el muslim Omar Abboub y los rabinosDaniel Goldman y Abraham Skorka, los periodistas Sergio Rubin ("Le recriminan que está desacralizando el Papado. ¡Gracias a Dios que está desacralizando el Papado!"), Elisabetta Piqué y Nello Scavo, el de "La lista de Bergoglio", sus amigos de la secundaria, y varios otros que lo conocen de cerca. Apreciamos así, a través de testigos, investigadores y buen material de archivo, la práctica del compromiso social de Bergoglio como arzobispo porteño (creación de los curas villeros, lucha contra rufianes y talleres clandestinos, etc.), el crecimiento internacional de su buena fama, lo que decidió a los cardenales a resolver el Cónclave a su favor, los riesgos tomados bajo el gobierno militar para salvar personas que en muchos casos ni siquiera eran creyentes, los aportes a la calma durante la crisis del 2001, algo de su juventud y su sentido del humor, sus propuestas de cambio dentro de la Iglesia, y algunos gestos iniciales como la visita a los inmigrantes en Lampedusa, o la extensa charla "sin red" con los periodistas durante el regreso de Rio de Janeiro, cuando dijo aquel famoso "¿quién soy yo para juzgarlo?". No falta, por supuesto, la nota de color sobre San Lorenzo de Almagro, sobre lo que cabe una pequeña observación: la foto del seminarista atajando la pelota, que ahí vemos, fue tomada por Ramón Masats en el Seminario Conciliar de Madrid, 1959, no tiene nada que ver pero igual es linda. Otras cosas se echan de menos, como el recuerdo de la aparición de monseñor Bergoglio en el Once a las pocas horas de Cromagnon, acompañando a los sufrientes (ninguna otra autoridad estuvo allí ni ese día ni los posteriores). Pero es imposible hacerle un retrato medianamente completo. Este Papa es inabarcable. Postdata: otros buenos documentales de mirada laica sobre altos prelados argentinos son "Jaime de Nevares, último viaje", de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini (hermosa, la escena donde un mapuche grandote con pinta de policía se quiebra en llanto al despedirlo), "Angelelli, la palabra viva", de Fernando Spiner, y "Ponce, el buen pastor", de Alejandro Areal Vélez, sobre monseñor Ponce de León, muerto en "accidente de tránsito" durante el gobierno militar, igual que Angelelli.
Francisco de Buenos Aires, uno de los tantos documentales que llegaran sobre el Papa Francisco. Francisco de Buenos Aires es un documental que responde menos a una investigación sobre el Papa argentino que a la urgencia de dar cuenta de ese hecho. Sobre el rédito que ser el primero conlleva (o se supone obtener) es una cuestión que excede una crítica cinematográfica. Con un formato televisivo, -de esos de programas de interés general para un público que sabe del tema o, al menos, ya tiene una opinión formada-, la película recurre a las típicas entrevistas “cabezas parlantes” de personas allegadas a Jorge Mario Bergoglio, tanto en su vida civil (hermana, amigos, compañeros de colegio) cuanto en su vida pública (sacerdotes, Gustavo Vera -titular de la Fundación La Alameda-, periodistas especializados en temas religiosos: Piqué, Rubin), como a aquellos que lo empezaron a tratar después de su entronización como Papa (sacerdotes con cargos en el Vaticano, auxiliares laicos). Testimonios a los que se les suman imágenes de archivo de su actividad como Arzobispo de Buenos Aires y sus apariciones, ya, como Sumo Pontífice. Francisco de Buenos Aires funciona como una “ilustración” de la prédica de su protagonista haciéndose eco de ese lugar “revolucionario” que su aparición produjo en la Iglesia Católica, que bastante vapuleada venía con sus tejes y manejos financieros, las denuncias de pedofilia a infinidad de sacerdotes, su alejamiento práctico de la vida cotidiana para encerrarse con Benedicto XVI en la cuestión teórica más que en la pastoral social, hechos que sumados derivaron en una importante merma de fieles. Esa simpleza, humildad, campechanía de Francisco se traduce en una liviandad para recorrer una biografía que no acerca una sola mirada cuestionadora sobre el personaje retratado: los cuestionamientos, por ejemplo, que se formularon al respecto de su accionar (tibio, o directamente a favor), durante la última dictadura cívico-militar se dan por conocidos y se habla de ellos a través de entrevistados que apoyan una hipótesis contraria sin otra prueba más que sus propias palabras. Lo que lo acerca, demasiado y peligrosamente, a un panegírico chauvinista.