El sacrificio El realizador Daniel de la Vega es un batallador incansable del cine de género, más precisamente aquel que se vincula al terror con una fuerte influencia del giallo o de directores como Lucio Fulcci, Bava, por citar los más reconocibles en sus cortometrajes Sueño profundo (1997) o La última cena (1999), premiados en varios festivales. También ha experimentado en carne propia el amargo y doloroso tránsito por las coproducciones con Estados Unidos en los largometrajes Jennifer’s shadow (2004) y La muerte conoce tu nombre (2006), pero nadie le quita la satisfacción de haber dirigido con cámara Panavision nada menos que a Faye Dunaway. Partícipe activo en el film de Nicanor Loreti, Diablo, quien ahora se suma a Hermanos de sangre como uno de sus guionistas, junto a Martín Blousson y Germán Val, sobre una idea original del mismo Loreti, esta incursión en el género de la comedia negra con fuertes dosis de violencia y gore significa un saludable cambio de rumbo en su filmografía, sin perder la esencia de su cine y sobre todas las cosas de un estilo que va afianzándose. Podría entenderse a esta propuesta como el entrelazamiento de dos ideas muy exploradas por el maestro del suspense Alfred Hitchcock: la del asesinato cruzado y la del héroe o mejor dicho antihéroe sin estrategia que se ve involucrado en una situación que excede su acotado margen de acción y para la cual deberá adaptarse. También se respira en la trama la sutil impronta de las buddymovies al plantear la relación entre Matías Timmerman (Alejandro Parrilla) y su compañero de coro en su temprana juventud Nicolás Galvagno (Sergio Boris). Matías responde al arquetípico perdedor, buen compañero de oficina que guarda la secreta esperanza de que su colega Eugenia (Natalia D’Alena) se fije en él y que a pesar de las humillaciones constantes mantiene su espacio sin actuar para modificar el entorno y preso de una rutina agobiante, donde está incluida una novia manipuladora (Rebeca Kohen) y una tía recalcitrantemente conservadora (gran sorpresa de Carlos Perciavalle). Sin embargo, su vida se ve alterada a partir de la llegada azarosa de Nicolás, acompañado de Belén (Jimena Anganuzzi) que desde sus comportamientos psicopáticos allana el camino de bienestar del protagonista con el sólo objetivo de evitarle nuevas derrotas y humillaciones a cambio de una amistad incondicional. Así las cosas, a fuerza de un humor corrosivo que se ajusta a la perfección entre el tendal de muertos y escenas que pasan del absurdo a la extrema violencia, Daniel de la Vega consigue subvertir la connotación negativa de las malas influencias en un relato que se vuelve verosímil gracias a sus personajes y situaciones y que no busca ningún escape sentimental o moralista de último momento. Los personajes de Hermanos de sangre se enfrentan a todo con una impronta heroica a pesar de que eso esté contaminado de muerte, sangre y perversión. Son tan auténticos desde su amoralidad como genuinos en sus últimas intenciones. Lo mismo ocurre desde el punto de vista cinematográfico, que trata de sortear los estereotipos a partir del recurso de la exageración con buenos resultados, inclusive mejores que los de Diablo. La invitación a ver un cine argentino de género que no especula un céntimo con convencionalismos está hecha con una película sólida, bien narrada, divertida y original, ahora falta que el público responda como el film se merece.
Es un buen momento para las comedias negras, violentas, gore y políticamente incorrectas, en el medio local. Hace un tiempo ví “Diablo” (http://www.elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/673-qdiabloq-sangre-por-sangre ) y me encantó. La verdad, el cine argentino necesitaba una renovación desde el género independiente, y pegar este año, además de la nombrada, a “Hermanos de sangre” nos deja una sensación de tranquilidad: hay equipo (s). Tenemos a Nicanor Loreti y a Daniel de la Vega, listo. Los dos son talentosos, tienen buena escuela y olfato para mostrarse diferentes, y generar una marca propia en el género. “Hermanos de sangre”, ganadora de la Competencia Argentina en el último festival de Mar del Plata es, ante todo, una comedia divertida. Un poco menos redonda que “Diablo”, pero igualmente adrenalínica y loca de atar. Para quienes no conocen a De la Vega, hay que decir que el hombre sabe de terror de bajo presupuesto (incluso dirigió un par de títulos para el mercado hogareño americano, uno de ellos conoció este año estreno local – “Death knows my name” http://www.elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/758-qla-muerte-sabe-tu-nombreq-made-in-argentine ) y aquí explota esa experiencia para llevarnos a un viaje delirante donde lo primordial, es pasarla bien. La historia es simple: Matias es un gordito simpático y bonachón (Alejandro Parrilla), típico perdedor pero dueño de un gran corazón, quien por esas cosas de la vida se topará con Nicolás (Sergio Boris), un sujeto extraño, que viste (y calza) de primera y que quiere mostrarse como su amigo desde el primer momento. Lo cierto es que Nicolás está unido a Matías por eventos del pasado y esa conexión lo impulsará a buscar el bienestar para su amigo. A cualquier precio. Claro, el problema (o lo interesante aquí), es el cómo… Matías es todo lo que se espera que sea y Nicolás es todo lo transgresor y decidido que también se espera. Entre los dos van dando forma a una comedia negra, donde la motosierra suena y no en balde (esta peli es ideal para mojar el pancito). Hay un respetable trabajo técnico y algunos secundarios interesantes, como el de Carlos Perciavalle (Dora, genial), que aportan a la solidez del producto. Quizás el guión no sea tan preciso y ajustado, hay algunos momentos que desentonan y desconciertan (las escenas en la comisaría quizás no hayan sido las mejores logradas, aunque esté Palomino componiendo un gran secundario como jefe del destacamento), pero en el balance general, las luces se encienden y el resultado es positivo. Seguramente no será para todos los públicos, pero el clima de delirio y marginalidad, presente a lo largo de “Hermanos de sangre”, tendrá sus adeptos. Si te gustan las emociones fuertes, y tenés estómago para ellas, entonces te diría que esta película tiene mucho para darte
El cine argentino tiene una importante tradición en lo que se refiere a comedias. Pero la gran mayoría, incluso las más satíricas, están orientadas a todo público, de manera que hasta los chicos puedan disfrutarlas. Estaba faltando salvajismo y audacia, como en algunos exponentes españoles, y es imposible no nombrar a Álex de la Iglesia a la hora de mencionar un estandarte. Eso cambió hace unos años, cuando las producciones nacionales de género independientes comenzaron a apostar por un combo violento y humorístico. Diablo, de Nicanor Loreti, y con apoyo del INCAA, es el mejor y más reciente ejemplo.
Ganadora de la competencia argentina en el último Festival Internacional de Mar del Plata, Hermanos de sangre viene a confirmar que en nuestro país también es posible hacer buen cine de género, en este caso una comedia negra y sangrienta con algunos elementos de terror y un muy ingenioso empleo del humor. Confirma además que tanto sus guionistas (entre ellos, Nicanor Loreti, que dirigió Diablo , ganadora del mismo premio en la edición 2011 del certamen marplatense), como su director, Daniel de la Vega, figura acreditada en ese tipo de manifestaciones y responsable de films independientes destinados al mercado norteamericano, conocen bien el terreno en el que se desempeñan y dominan sus reglas y su lenguaje, al punto de poder satirizarlo. Y lo más destacable es que más allá de algunas perceptibles influencias (Tarantino incluido), son capaces de imponer un acento local a sus invenciones. Lo tiene Hermanos de sangre , donde el antihéroe -un gordito buenazo ignorado por la fortuna y maltratado por la vida y por muchos de quienes lo rodean- se cruza con un presunto ex compañero del coro escolar que se convierte en su ángel protector. Un ángel oscuro y bastante diabólico, ya que en su afán de favorecer a quien llama hermano y sacar del medio a quienes se aprovechan de su debilidad de carácter, no se pone límites ni repara en emplear los métodos más drásticos v contundentes. Si hay una tía autoritaria que lo vigila de cerca y lo llena de obligaciones, una cargosa ex novia despechada que no soporta el abandono y lo amenaza con suicidarse, un compañero de trabajo que lo toma como objeto de sus burlas o una profesional del sexo que ni siquiera escucha sus propuestas, ya tendrán su merecido, que para eso están los amigos, como Nicolás. La cuestión es que Matías, que así se llama el pobre protagonista, se libere de todas esas cargas y si es posible que logre que la bella compañerita de trabajo a la que hace rato mira con ojos de enamorado empiece a considerarlo algo más que un amigo. Para que todo eso suceda, claro, deberá correr sangre. Y mucha, casi tanta como la dosis de humor negro que De la Vega administra con generosidad e ingenio mientras se ríe bastante de los excesos y los lugares comunes del género. Total, que el relato, conducido con muy buen ritmo, avanza con fluidez y sin desmayos, y, sobre todo, divierte. El manso Matías de Alejandro Parrilla y el inquietante ángel demoníaco de Sergio Boris son animadores centrales de esta ficción que tiene otros puntos destacables en el tratamiento visual, en la firmeza del montaje y en el desempeño de un elenco seleccionado con sagacidad y que incluye a Carlos Perciavalle como la tía estrafalaria y a la exuberante Coqui Sarli, que por supuesto tiene a quien salir..
Humor negro y desmadres Cine gore del bueno, humor cínico y contundente y una narración que acumula virtudes de cámara y nunca virtuosismos, son los tres vértices de Hermanos de sangre, primer largo que se estrena en el país del experto Daniel de la Vega. La trama es simple: Matías, un nerd obeso (estupendo Parrilla), humillado en su trabajo y a la búsqueda del amor imposible de una compañera que se le ríe en la cara, se cruza con un viejo compañero de coro, el hierático Nicolás Galvago (excepcional labor de Boris), motivo por el cual construirán una particular amistad con cinco cadáveres de por medio, algunos sutilmente destripados en la bañera de la casa del atribulado protagonista. Pero la película también arranca de la mejor manera, en una escena que transcurre en una morgue con el policía que encarna Juan Palomino, descubriendo cadáveres ante el sudado Matías. Un gran comienzo que tiene un par de gags que demuestran el tono descontracturado y feliz elegido por de la Vega para contar la historia. Es indudable que una parte del último cine argentino dedica su interés a explorar la mixtura de géneros, en especial, el terror en su vertiente más zafada, revisado por el suspenso, junto a escenas de violencia visceral y pinceladas de humor negro. El año pasado fue Diablo, hace unos meses La memoria del muerto y ahora Hermanos de sangre pisa fuerte con sus invocaciones al pop y al derroche de azulejos salpicados de rojo. Por supuesto que no se está ante una película perfecta, pero mucho menos frente a un divertimento adolescente concebido por un grupo de amigos al que se ve mientras se toma cerveza. El profesionalismo de Hermanos de sangre se destaca en los rubros técnicos (hay un minucioso trabajo con el espacio y el fuera de campo en las secuencias dentro del baño) que descarta cualquier atisbo de amateurismo cinematográfico. Con ecos que llegan de los mejores desmadres del cine de Alex de la Iglesia, la película convencerá a los fanáticos y a los que rechazan esta clase de propuestas. Desde allí puede explicarse el merecido premio en el último Festival de Mar del Plata.
Atrapa tus sueños Un rompecabezas en el cual las sombras, los tonos ocres y los colores saturados forman un combo con estética ochentosa. Y mucha sangre. El personaje inocentón, reprimido (Matías Timmerman, por Alejandro Parrilla) y su “mejor amigo” que lo ayuda a liberarse de los traumas, a aprender a cobrar lo que el mundo le debe (Nicolás Galvagno, por Sergio Boris). En estos dos papeles gira Hermanos de sangre, una muestra más de un renovado cine de género en la Argentina, herederos del giallo italiano donde la comedia, el gore , el mensaje justiciero y, lo más importante, cuidadas puestas en escena le dan un par de cachetazos al encorsetado cine nacional. Para el que vio Diablo (su director Loreti es unos de los guionistas en este filme) notarán que hay un cast similar: Juan Palomino, ahí ex boxeador, aquí impiadoso policía, Boris de primo problemático a un asesino a sangre fría, y el carismático Luis Aranosky. El carácter slasher de esta película -que se impuso en la competencia nacional del último Festival de Cine de Mar del Plata- contiene toques hilarantes (la castradora y cristiana Tía Dora a cargo de Carlos Perciavalle) y emotivos (¿imaginan a un asesino emocionándose con la muerte de Godzilla?), sumado a una cruel demostración de cómo la mente humana puede ser manipulada. Y envenenada. Ambientaciones sórdidas pero atractivas (el antro bolichero donde suenan los opresivos Mueran Humanos), un mundo lleno de ilusiones (amores arrebatados, sueños misteriosamente cumplidos) y una tercera pata: Belén (Jimena Anganuzzi), retraída, pero peligrosa, quien instrumenta las disecciones de los cuerpos con los más variados artefactos. Sí, no puede faltar una motosierra. El contraste del bien y del mal (bueno aunque obvio el plano del reflejo del vidrio) induce a no caer siempre en la misma fórmula. A no repetirse. Hermanos de sangre carga con un par de muertes de más (el fotógrafo y la novia psicópata, por ejemplo) estirando un argumento que se podría haber resumido sin caer en una exagerada cadena gore de hechos.
Cuidado con lo que anhelas Figura clave del cine de terror argentino contemporáneo, Daniel de la Vega realiza su primera incursión en la comedia con Hermanos de sangre (2012). Pero, para no defraudar a sus seguidores, se trata de una comedia negra con mucha pero mucha sangre. Matías (Alejandro Parrilla) es un gordo tímido e introvertido enamorado inútilmente de una compañera de oficina. Un buen día aparece Nicolás (un genial Sergio Boris), un oscuro personaje de conducta mafiosa auto proclamado su hermano, que aplicará sus ortodoxos métodos para concretar los sueños de Matías. Daniel de la Vega demuestra su oficio para manejar los tiempos del relato. Un cine de género que trasmite las emociones correctas en los momentos justos. La excusa es la amistad -enmarcada en el literal sacrificio por el otro- como gran tema de la película escrita por Nicanor Loreti, Germán Bal y Martín Blousson. El dream team del cine de género argentino que ya está saliendo del under. Y lo hace con oficio y perfección técnica que siembran los distintos climas y promueven la identificación con el espectador. Hermanos de sangre cuenta con un humor desopilante, a la vez riéndose de las convenciones argumentales de este tipo de films: “Vos no existís, soy yo mismo” le dice el protagonista a su hermanos Nicolás quien arremete con una cachetada y retruca “Dejáte de decir boludeces”. Humor negro, negrísimo por lapsos gracias al conocimiento del director y guionistas del terror, proyectado en la materialización de los anhelos y miedos humanos. Cualquiera puede identificarse con Matías en sus deseos truncados: Lo que sigue es la explicitud consecuente de tales síntomas, de la forma más divertida y terrorífica posible.
La argentinidad al... cine de género La película argentina cómica-policial-gore-ultrapop-tarantinesca cosecha argentina de 2011/12 se llamó Diablo. La de 2012/13, más allá de que aún queden largos seis meses y pico, seguramente será Hermanos de sangre. Los vínculos trascienden la pantalla: la primera, dirigida por Nicanor Loreti, ganó la competencia nacional del Festival de Mar del Plata 2011 y la otra, con guión escrito a seis manos, entre ellas las de Loreti, hizo lo propio en la edición de 2012. Dirigida por Daniel de la Vega, de amplia experiencia en el cine de terror independiente (en su haber figuran La muerte conoce tu nombre y Jennifer's Shadow, dos films para el mercado hogareño norteamericano, el último protagonizado ni más ni menos que por Faye Dunaway), Hermanos de sangre sigue las desventuras de Matías (Alejandro Parrilla), un joven gordito encastrado en un trabajo burocrático que, para colmo de males, está enamorado secretamente de una compañera. Compañera que, claro, no parece verlo como una candidato viable, ubicándolo en la difusa línea de la amistad intergénero. Hasta que un misterioso ex colega del coro infantil (notable Sergio Boris, también protagonista de Diablo) se cruza en su vida y empieza a actuar como una suerte de ángel guardián, allanándole el camino laboral y emocional. El problema es que lo hace a fuerza de tiros y una pila de muertos. Menos sórdida y más cómica que Diablo, Hermanos de sangre apuesta al exceso y a la retorsión de la rutina sometiendo a su protagonista ordinario a situaciones extraordinarias. Sí, es cierto que la negrura de Quentin Tarantino y la estilización visual de Guy Ritchie serán referencias ineludibles, pero el gran mérito de De la Vega y compañía es evitar la copia para, en cambio, constituir un mundo habitado por criaturas eminente argentas. Ver sino la notable tía cascarrabias interpretada por… Carlos Perciavale. O también el notable comic relief que es el fotógrafo de la agencia donde trabaja Matías. Narrativamente sólida y pareja en todo su metraje, portadora de varios de los grandes picos de comicidad del cine argentino en el último año y medio (hay que retroceder hasta De caravana para encontrar otra comedia tan redonda), Hermanos de sangre es una de las mejores apuestas del cine argentino a los géneros narrativos tradicionales.
Una pesadilla cotidiana Dentro del panorama nacional de los realizadores abocados al cine de género se encuentra Daniel de la Vega, quien en su momento sorprendió con varios cortometrajes (La últtima cena fue todo un hallazgo) y con las películas Death knows your name y Jennifer´s Shadow, que no fueron estrenadas en el país. En Hermanos de sangre, el cineasta se rodea de amigos (el guión pertenece a Nicanor Loreti, el mismo que filmó Diablo) y hasta del director Ezio Massa (de la reciente Villegas) quien hace un cameo. La excusa es llevar el tema de la amistad hasta límites extremos en una historia que combina comedia negra, terror, intriga y violencia. Matias Timm (Alejandro Parrilla) vive sus sueños como inalcanzables, pero su mejor amigo, Nicolás Galvagno (Sergio Boris), es quien le facilita las cosas y ejerce el crimen sin ningún tipo de remordimientos. La vida del protagonista, que vive con su tía (Carlos Perciavalle) y tiene una novia (Jimena Anganuzzi) que lo tortura psicológicamente, se convierte en una pesadilla cotidiana cuya única salvación es...su mejor amigo. Plagada de crímenes, tiroteos y persecución policial (con Juan Palomino a la cabeza), la película de De la Vega camina por un mix de géneros, aunque se lo nota más cómodo y eficaz en el terreno de la acción y de los toques humorísticos. Si Parrilla no convence con el tono dado al personaje o Perciavalle entrega una caricatura de sí mismo, el film exhibe otras armas: buenos rubros técnicos, ritmo desenfrenado y logrados efectos especiales que salvan esos desniveles. De la Vega es fiel al tipo de películas que lo vieron crecer y filma lo que le gusta, probando nuevos caminos para un cine nacional que requiere a gritos diversidad de estilos y géneros. Y acierta al mostrar ese micromundo de personajes atormentados que son capaces de hacer lo imposible para salvarse. Estos "hermanos" disparan y dan en el blanco entre oleadas de sangre, una disco plagada de extraños personajes y una fuga en patrullero.
Tu amigo fiel Matías es un obeso reprimido, un perdedor de quien todos se abusan; hasta que un día, de la nada, aparece un sujeto más sospechoso que misterioso, decidido a ayudarlo. Nicolás es su nombre y está decidido a vengar a Matías por todo lo que ha sufrido. La idea del alter ego ocupa el centro de la trama. Dos seres completamente distintos que conforme avanza la historia se van fundiendo el uno con el otro, como bien lo explicita el director en un plano de la secuencia final. El filme ofrece un variado menú de asesinatos, mutilaciones, medidas dosis de humor y un elenco desparejo en cuanto a actuaciones, entre las que se destacan Sergio Boris como Nicolás y Carlos Perciavalle, este aportando todo su oficio a un personaje de breve participación, y que va perfecto con el tono del filme. De yapa, Luis Aranosky -como en "Diablo"- aporta su desparpajo y humor con un rol que casi califica como cameo. Daniel de la Vega apuesta a una buena dirección artística, planos desestructurados y buen ritmo en general, aunque con algunas referencias al cine clase B - imágenes de "Godzilla" o un opa con máscara de luchador mexicano-, que a esta altura ya son un lugar común bastardeado por demás. Hay que estar dispuesto a evitar la búsqueda del verosímil, ya que los "por qué" no tienen sentido en este tipo de propuestas pensadas para la diversión morbosa, sin más.
Humor negro y derroche de gore para solaz de fans Matias es un contador gordito y tÍmido, enloquecido por su ex novia, humillado por las mujeres, por su jefe, etc.; es el típico marmota que nunca logra entrar a los boliches. En fin, un desastre. Pero su vida cambia cuando una noche pierde su billetera, que le es devuelta por un antiguo compañero del colegio al que nunca habia vuelto a ver. Este extraño personaje está decidido a ser su mejor amigo, y para demostrarlo va a llevar las cosas hasta el extremo de la violencia, incluyendo el homicidio. "Hermanos de sangre" es un disparate total, que empieza con un pie en el grotesco típicamente argentino y va cambiando de clima hasta convertirse en una más interesante comedia ultraviolenta dotada de un eficaz humor negro y la dosis de gore ya habituales en este tipo e bienvenidas producciones nacionales. A Daniel de la Vega, experto en cine de terror (incluso filmó una película con Faye Dunaway) le cuesta un poco más la primera parte del film donde hay que describir los personajes dentro de lo que podríamos llamar un sainete, pero pronto le da buen ritmo e intensidad a la historia hasta la mejor parte, la segunda mitad, con una catarata de violencia que conseguirá los aplausos de los fans del género. Hay que hacer notar los cuidados aspectos técnicos, buenos momentos de música tecno y un elenco donde se destaca el dúo protagónico, Alejandro Parrilla y Sergio Boris, pero también intérpretes secundarios como un divertido Carlos Perciavalle y la voluptuosa Isabel "Coqui Sarli" que agrega el toque de sensualidad famoso en la familia.
Una gran humorada negra, teñida de rojo La sangre en escena es una de las obsesiones del cine. Oscura, negra, cuando se filmaba en escalas de grises; bien roja con la llegada del color. Se podría hacer un libro contando la historia de las diferentes formas en que el cine ha representado a la sangre a lo largo de su historia. Si se lo escribiera en la Argentina, no habría forma de evitar un largo capítulo dedicado al cine fantástico que se viene filmando en el país casi en secreto desde hace unos veinte años. Un cine hecho por una generación que a la par de la cinefilia ha sabido cultivar la hemofilia, en el sentido menos patológico de la palabra. Un grupo de directores que empezaron de adolescentes a salpicar todo de rojo y que se volvieron adultos haciendo películas, primero bajo tierra, alejados de las salas comerciales, y ahora (un presente que abarca los últimos tres años) embarcados en la difícil batalla de llegar al público masivo. Hermanos de sangre, nuevo trabajo de Daniel de la Vega, es el exponente mejor pulido de este cine, donde la truculencia representa una forma eficaz de evitar que el hacer películas pierda su carácter celebratorio. Desde ahí queda claro que si en algo han sido serios quienes están detrás de la película es en tomarla como lo que es: una gran humorada negra. Y eso a pesar de un comienzo tenso y muy serio, en el que un gordito de anteojos es llevado con sus manos esposadas hasta la morgue forense, para reconocer varios cuerpos mutilados de cuyas muertes sería responsable. Enseguida los títulos corren sobre una lluvia de piezas de rompecabezas que sugieren un misterio a resolver y hasta ahí llega lo “serio”. Elipsis mediante, todo sigue en la entrada de un boliche, donde un energúmeno con músculos le niega el paso al mismo gordito de anteojos, Matías (Alejandro Parrilla), burlándose de su ropa, su corte de pelo y su aspecto físico. Esa será la primera parada del vía crucis nocturno del protagonista, que ya en la disco será ignorado por las mujeres y despreciado por los hombres. Sobre todo por un compañero de trabajo, fotógrafo y baboso compulsivo que coquetea con Eugenia, otra compañera de la que Matías está enamorado. Aunque el guión presenta todo esto con humor, el circuito de humillaciones pone de manifiesto el carácter de eterna víctima que el protagonista ha soportado durante toda su vida. Un emergente de lo que hoy se conoce como bullying que, lejos de ser una práctica moderna, es una vieja costumbre de la humanidad: el abuso del más débil y la estigmatización del demasiado bueno (el buenudo). La aparición de Nicolás (Sergio Boris), misterioso personaje que se le presenta como un improbable compañero de coro durante la infancia, será para Matías la posibilidad no sólo de redimirse de esos abusos, sino de librarse de quienes los infligieron. La violencia y la impiedad serán el camino elegido. La mujer que lo desairó en el boliche, un jefe evasivo, una ex novia psicópata, una tía controladora (interpretada por el gran Carlos Perciavale) y el fotógrafo insoportable serán los candidatos a pagar por los años de humillación, y la sangre no faltará a la cita. De la Vega, especialista en terror y clase B, maneja el timing humorístico de situaciones muy violentas con la misma precisión con que se hace cargo del que en definitiva es su terreno: la coreografía de escenas cargadas de gore y sadismo. Pero, atención, un sadismo alejado de la pornotortura y mucho más cerca del morbo con que los chicos disfrutan de las escaladas de agresión entre Tom y Jerry o de los castigos que Moe le impone a Larry, a Curly, a Shemp (y siguen las firmas). Quizás esa genealogía del humor sádico y políticamente incorrecto sea el mejor punto de vista para disfrutar del film de De la Vega. Desde ahí funcionan los personajes absurdos como el hijo de la tía Dora, ex luchador de catch sordomudo y perverso, y los registros actorales que juegan con los límites entre el naturalismo, la farsa y el grotesco. La película mantiene además una de las particularidades esenciales del CIFA (Cine Independiente Fantástico Argentino): su carácter endogámico. Como ocurrió en otros títulos que forman parte de este (a)salto a las salas comerciales de la movida del fantástico argento, en Hermanos de sangre late un espíritu adolescente que no sólo refleja lo que se ve en pantalla, sino que evidencia la camaradería que mantienen fuera de campo los directores, guionistas y actores de esta movida. Es que tal vez sean todos ellos, amantes del cine fantástico y del líquido color rojo, los verdaderos hermanos de sangre del cine nacional.
El cine argentino que casi nadie ve Ya comentada, breve y favorablemente, por el colega y amigo Luis Kramer durante el último Festival de Mar del Plata se estrena ahora "Hermanos de sangre", ganadora de la Competencia Argentina en dicho evento. Fue dirigida por Daniel de la Vega que ya había hecho "Jennifer's Shadow", una coproducción con Estados Unidos del 2004 donde actuaban Faye Dunaway y Duilio Marzio. Sus tres largometrajes comparten similar género con predominio del "gore", tal cual acontece con la que ahora nos ocupa. Ello limita, o mejor sería decir concentra su interés en un tipo de público ávido por consumir este tipo de producto y que suele responder bien, al menos durante la primera semana de estreno. Aquí la historia gira alrededor de un joven algo obeso de curioso nombre (Matías Timmerman), interpretado por Alejandro Parrilla. En la primera escena se lo ve reconociendo varios cadáveres, incluso uno cuya cabeza ha sido cercenada del cuerpo. De allí en más un largo "flashback" irá reconstruyendo las acciones que llevaron a tantas muertes y que tienen como victimario principal a otro personaje, Nicolás Galvagno, algo así como el diablo personificado, en acertada interpretación de Sergio Boris. El encuentro entre ambos se producirá en un local bailable con atractivas y pulposas mujeres incluyendo a la Coqui Sarli (ya vista en "Mis días con Gloria", junto a su madre). Nicolás convencerá al débil Matías de que es su mejor amigo y ambos recibirán a Dora, la tía del segundo, una exagerada caracterización de Carlos Perciavale. Otro tanto será la que protagoniza Jimena Anganuzzi (Belén), que conformará un "trío infernal" con los dos caracteres centrales. Juan Palomino no desentonará como el comisario poco ortodoxo que indaga el origen de las mutilaciones de los cuerpos encontrados, donde hasta se ha utilizado una motosierra en una bañera... El comentario anterior es suficientemente explícito sobre el tipo de película que se nos ofrece, muy abundante dentro de la cinematografía norteamericana de clase B. "Hermanos de sangre" no es inferior a muchas de las producciones de los Estados Unidos de este género que se estrenan en nuestro país, pero donde se diferencia es en la respuesta del público. El día de su estreno en catorce salas que incluyen a los principales circuitos cinematográficos (Hoyts, Cinemark, Village, Showcase) la vieron apenas doscientos personas, es decir un promedio de 14 espectadores por sala. Y ello pese a comentarios en general favorables aunque quizás demasiado generosos de cierta crítica local. La escasa respuesta de público plantea entonces un interrogante acerca de la causa de la misma. Este cronista estima que la respuesta podría estar en un tema que ya ha venido planteando en varias oportunidades: la excesiva producción de largometrajes en nuestro país. En el recientemente publicado Anuario de Ultracine se consigna que habría habido 154 estrenos locales durante el 2012. Es decir que un 50% de las películas estrenadas serían argentinas con apenas un 10 % de la taquilla. Lo grave es que parte muy significativa de esa producción, que hemos podido ver, posee muy escasos méritos artísticos o de interés para el público. Es este último el que se está inclinando peligrosamente a una generalización negativa que debería intentarse revertir. Sería bueno que se tomen como ejemplo a seguir los casos de Chile e incluso de México que, con muchas menos producciones, están logrando mayor impacto internacional que nuestra abultada cinematografía.
Una película policial que plantea una fantasía de un hombre tímido y discriminado que se hace realidad, un asesino frío y expeditivo que mata a todos aquellos que le causan problemas, con una ayudante singular. Sangrienta, irónica, con buenos actores y delirio.
El cine de género nacional sigue dando gratas sorpresas. La nueva película del director Daniel de la Vega es un efectivo festín de sangre, violencia y humor negro que derrocha originalidad en cada plano. El film se hizo con el premio a la mejor película Argentina en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Los hermanos sean unidos Matías es el típico joven al que podríamos referirnos como un perdedor. Esta perdidamente enamorado de una compañera de trabajo pero no se anima a avanzar con ella, su ex novia lo persigue y finge intentos de suicidio en su casa para reconquistarlo, sus compañeros de trabajo lo denigran y su jefe se niega a darle un aumento. Definitivamente la vida no es muy buena para Matías. Pero casi de casualidad (o no tanto) se rencuentra con un viejo conocido que no tardará en convertirse en su mejor amigo. Esta extraña figura es Nicolás, una persona que es todo lo contrario a Matías, y que convencido de que su nuevo mejor amigo merece una vida mejor, hará todo lo que sea necesario para que Matías sea feliz. Y cuando decimos todo lo necesario, eso incluye asesinar a cuanta persona se interponga en el camino. Nacimiento de un clásico de culto En los últimos tiempos, el cine de género nacional dio un importante salto de calidad. Películas como Malditos Sean!, La Memoria del Muerto y Diablo se estrenaron comercialmente en cines acompañadas de grandes criticas y buenos números, y aun es posible disfrutar de ellas en circuitos alternativos. Poco a poco la gente comienza a confiar nuevamente en este tipo de cine que también se puede hacer en nuestro país. Películas como estas demuestran que a pesar de contar con un presupuesto por demás de acotado, cuando hay un buen guión y gente inteligente detrás del proyecto se puede hacer grandes cosas. El director Daniel de la Vega y sus guionistas Martín Blousson, Germán Val y Nicanor Loreti (guionistas de La Memoria del Muerto y Loreti también director de Diablo) son personas que consumen este tipo de películas casi desde la cuna, conocen a la perfección la reglas del cine y sobre todo las del genero, es por eso que cuando uno ve un film que involucra a cualquiera de ellos ya no resulta una sorpresa la calidad de la historia y sobre todo los personajes y su excelente desarrollo. Si tuviéramos que catalogar a Hermanos de Sangre dentro de un género quizás el que mejor le quepa es el de comedia negra. Pero la realidad es que el film es difícil de encasillar. Hay suspenso, hay acción e incluso hay algo de terror. Tal como dije antes, De la Vega y compañía conocen los géneros y los tiempos del cine a la perfección y se divierten en el material. No es raro reírnos mientras los personajes charlan tranquilamente mientras están descuartizando un cuerpo, o cuando de repente le vuelan de un tiro la cabeza a alguien. En el plano actoral nadie desentona, Alejandro Parrilla está perfecto como el “loser” Matías e incluso Juan Palomino y Carlos Perciavale (haciendo de tía!) brillan cada vez que aparecen en escena, aunque por desgracia no son demasiadas veces. Las chicas del film Jimena Anganuzzi y Natalia D’Alenna tambien cumplen sus papel como se debe e incluso hay un pequeño rol para Coqui Sarli, hija de la Coca Sarli, quien tiene todos y cada uno de los atributos que hicieron famosa a su madre. Me reserve para el final a Sergio Boris, quien interpreta a Nicolás, la “otra mitad” de Matías. Boris encara a su personaje con una perfecta mezcla de seriedad y acides que hace que sea imposible quitarle los ojos de encima. Su personaje es diabólicamente divertido y me animaría a decir que es una de las principales razones por las cuales Hermanos de Sangre es una película que no se puede dejar pasar. Conclusión Hermanos de Sangre es una muy buena propuesta de un nuevo cine nacional que aun está en etapa de crecimiento. Como si apoyar este tipo de incursiones no fuera suficiente razón para ir al cine, la película hace valer cada peso de la entrada. De la Vega, junto a sus guionistas Blousson, Val y Loreti y de la mano de un gran elenco lograron un film intenso, que una vez que arranca nunca para y derrocha sangre, humor y violencia en las medidas justas.
Hermanos de Sangre nos cuenta la historia de Matías (Alejandro Parrilla), un tipo que sueña constantemente con cosas simples pero, al menos para él, inalcanzables. Todo esto cambiará cuando Nicolás (Sergio Boris), su mejor amigo, vuelve a su vida, ayudandolé a correr las limitaciones que cierran sus aspiraciones de un modo práctico pero poco convencional. Daniel de la Vega (Death Knows Your Name) capitanea esta película que no puede definirse con un solo género, y en este caso eso es una virtud. La dirección está acompañada por Martín Blousson (La Memoria del Muerto), quien también se hace cargo del guión junto a Nicanor Loreti (Diablo) y Germán Val (Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA). Una vez más tengo el placer de sentarme a disfrutar de cine nacional jugado y distinto a lo que solemos cruzarnos en el cine desde hace años. El film tiene muchos puntos fuertes para destacar y voy a tratar de mencionar solo lo más importantes para no contarles nada de la historia. La narrativa que puede verse es remarcable, mucha fluidez bien lograda con una edición que le hace justicia. Se pasa de momentos dramáticos a escenas de acción intercalando humor negro de un modo que te hace sentirlo natural, real, palpable. La fotografía también cumple un buen papel, hay unos claro/oscuros maravillosos que sorprenden gratamente y por más que sean tomas rápidas te quedan en mente. Todo esto mencionado es muy bueno, pero sin duda el punto más fuerte de todos son los diálogos. Son extremadamente certeros y están muy bien elegidos y pensados para cada personaje. Parece una obviedad esto que digo, pero no lo es, ejemplos de trabajos mal hechos sobran, siempre. Estos diálogos tan acertados no hubiesen sido ni la mitad de buenos sin una buena interpretación, y los aplausos se los llevan los protagonistas principales, Parrilla y Boris. Si bien las actuaciones de casi todo el reparto son muy buenas, se destacan muchisimo estas dos, lo que hace que los diálogos tomen un refuerzo extremo. Hay frases tan geniales que podrían ir tranquilamente a los top 50 de mejores citas de películas. La participación de Carlos Perciavalle en la cinta es descolocante, no hace mal su trabajo, pero distrae más de lo que debería atraer. Entiendo que una figura así puede llevar más gente al cine, pero si hace un papel secundario, no está en el poster promocional y hace un papel por demás bizarro, distrae en lugar de llamar la atención o hacer reir. Una señora mayor podría haber hecho el mismo papel sin distraer tanto y siendo más graciosa, estimo. El balance es más que positivo, tenemos como resultado una película jugada y distinta al cine nacional clásico, como les decía al principio. Escenas de tensión y climas bien logrados, opresión constante, lindas actuaciones (algunas excelentes), humor negro que saca carcajadas, y un tratamiento de imagen envidiable para muchas películas con muchísimo más presupuesto, que no es poco para nada. En fin... sangre, tiros, tetas, gags y esa magia que exhala el cine de acá que se aleja de lo típico. Hay gente que apuesta a hacer cine nacional distinto, vos podes apostar a acompañarlo sin perder el tiempo.
Una comedia bien negra con elementos bizarros y de horror. Este film resultó ( en el último Festival de Cine de Mar del Plata) ser la ganadora del premio a la Mejor película en la Competencia Argentina su Director Daniel de la Vega. Este realizó los cortos: "La última cena" y "Sueño profundo" y las películas en inglés: "Death knows your name", 2006 y "Jennifer´s Shadow", 2004. “Hermanos de sangre” es su primer largometraje en español protagonizado por Alejandro Parrilla, Sergio Boris, y un prestigioso elenco secundario: Jimena Anganuzzi, Carlos Perciavale, entre otros. La historia gira en torno a un gordito tímido, Matías Timmerman (Alejandro Parrilla) un bonachón, perdedor, infeliz, que no puede lograr sus sueños y está perdidamente enamorado en secreto de Eugenia (Natalia D'Alena).El es incapaz de decírselo o conquistarla y todo le resulta inalcanzable. Pero en su vida aparece inesperadamente un hombre que dice ser su ex compañero de colegio Nicolás Galvagno (Sergio Boris), ya desde su mirada y su presencia vemos a un ángel del mal, quien de la noche a la mañana se transforma en su mejor amigo. A partir de ese momento su vida cambiará y podrá deshacerse de: Julián (Federico Liss) un bromista, que se burla constantemente de él, entre otras cosas; una profesional del sexo Bárbara (Coqui Sarli, “Mis días con Gloria”); una ex novia Beatriz (Rebeca Kohen) que amenaza con matarse si no vuelve con ella; la insoportable Tía Dora (Carlos Perciavalle); entre otros personajes. El tema es el método que utiliza para eliminar a estos seres de su vida. Ahora Matías y Nicolás se transforman en amigos inseparables y juntos podrán afrontar cualquier obstáculo, pasan gran parte de los días juntos, se emocionan ante una película y se integra una amiga de Nicolás, la hermética y callada Belén (Jimena Anganuzzi), quien solo se expresa a través del dibujo. Podríamos decir que este film pertenece al nuevo cine nacional que incursiona en los géneros cinematográficos bien definidos. Además casualmente uno de los guionistas Nicanor Loreti (Hermanos de sangre) dirigió “Diablo” en 2011 (protagonizada por Juan Palomino y Sergio Boris), y en ambas se puede encontrar cierta similitud. También tiene algún elemento de “Ni un hombre más”, 2012 de Martín Salinas; entre otras. Aparecen elementos de: terror, comedia de humor negro, el policial, lo bizarro, gore, llena de intriga y entretiene. Tiene un estilo muy Quentin Tarantino, una referencia al loco de la moto- sierra y de buddy movies (por ejemplo “Tiempo de valientes”, entre otras). Toca temas como la marginalidad, la burla y la discriminación, además de algunas sorpresas. Una buena participación de Juan Palomino esta vez como el comisario, muy buena idea el personaje de Carlos Perciavalle, como la tía Dora. El resto de los personajes se denotan algunos más logrados que otros.
El cordón criminal “Hermanos de sangre”, nueva película argentina de terror, cuenta la historia de un hombre que no encaja: ni en la familia, ni en el trabajo, ni en la vida amorosa. Hasta que conoce a un personaje que lo ayuda a redimirse. No tan inspirada como otras película argentinas de terror realizadas hace poco, pero válida en todo caso. Hermanos de sangre cuenta una historia de otro mundo, con un fuerte componente social. Matías, el protagonista, tiene una gran dificultad para hacerse un lugar en el mapa. En gran parte debido a problemas psicológicos y a su gordura. Las mujeres lo esquivan. En el trabajo lo hacen a menos. Como positivo, tiene algunos contactos un poco más felices con algunas personas y no está enfermo. Tan sólo sufre y no encuentra la salida. Además, su tía, la que le presta el departamento donde vive a solas, es peor que una madre castradora. Pero un día (de manera demasiado inexplicable para la verosimilitud de la historia) aparece un tipo que se convierte en su sombra. Se mete a su vivienda, se llama a sí mismo amigo y tiene una extrañísima obsesión, que es redimir a Matías a cualquier costo. Y ese cualquier costo son asesinatos, extorsiones, robos y lo que convenga. Buenas atmósferas, buenos efectos especiales para los que se divierten con el gore, y unas cuantas vueltas de tuerca ingeniosas en el desarrollo del argumento están entre lo mejor de este filme, junto con las actuaciones de los primeros actores masculinos, Alejandro Parrilla como Matías y, sobre todo, Sergio Boris como Nicolás, el perverso. El reconocidísimo Carlos Perciavale, disfrazado de vieja arpía, también entrega algunos ratos interesantes, mientras que además puede verse a Juan Palomino ejerciendo con solvencia como detective. Lo que no convence es la coherencia general de la historia, cierta falta de sustento en la locura de los personajes (lo cual no implica tener que explicarlos), como si faltara trabajo de investigación antes del armado, o enfocarse aún más en cada aspecto de la trama, e incluso algún personaje poco justificado, como la amiga de Nicolás, Belén. Con sus no tanto y sus más, una película que suma.
Todo por un sueño “Los tipos como vos no están en deuda con nadie; la vida está en deuda con vos”. Esa frase categórica es una revelación para el personaje central de “Hermanos de sangre”. El pobre tipo lo tiene todo en contra: una tía autoritaria, una ex novia complicada, un trabajo en el que se convierte el centro de las bromas. Lo que se dice, una vida de pesadilla. Pero para remediarlo llega un amigo que le promete, y lleva a la acción, lo que considera la mejor manera de revertir su horrible cotidianidad. Con muy buenos recursos, el director Daniel de la Vega construye esta suerte de eslabón perdido en la cinematografía de género que toma elementos de comedia negra, el gore y el policial. Y lo hace, por supuesto, con mucha sangre, pero con momentos de ironía sobre el mismo estilo. Así, De la Vega construye un filme sólido, que avanza sin pausa y que no le teme a los excesos, sino que los convierte en virtud. Con esos elementos, y algunas influencias que van desde Tarantino al mejor Guy de “RocknRolla”, pero sobre todo a Alex de la Iglesia, sobre todo aquel de “Muertos de risa” o “Balada triste de trompeta”, De la Vega le imprime perfil propio a esta historia que ya le acercó el premio mayor en la competencia argentina del ultimo festival de cine de Mar del Plata.
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