El misterio del abuelo Luego de realizar Rastrojero (2006), en co dirección con Marcos Pastor, Miguel Colombo nos trae su primera película personal, Huellas (2012), un documental intimista donde el enigmático pasado de su abuelo será el motor de búsqueda que conducirá a comprender historias de su familia así como de toda una generación. El abuelo Ludovico era un inmigrante italiano que participó en la Segunda Guerra mundial como partisano, y luego se asentó en el norte argentino, en un lugar llamado “El ingenio”. La figura romántica de su abuelo que Miguel escuchó de niño es la de un aventurero que andaba a caballo empuñando un arma por las desoladas tierras del norte. Pero su verdadera historia es todo un misterio, acrecentado por el silencio que mantuvo la hija, madre de Miguel. Narrador, protagonista y partícipe del relato, Miguel Colombo indagará en su historia familiar para reencontrarse tanto con sus parientes como con él mismo. La presencia del director en escena, oficiando de narrador en primera persona y contando una historia relacionada con la propia, configuran un tipo de documental denominado "subjetivo". Tales características promueven una identificación emocional con la historia relatada. El espectador va descubriendo el argumento junto al director/protagonista como un detective que va buscando "huellas" acerca de un hecho. La historia a “develar” es personal pero tiene puntos que la universalizan. La vida de su abuelo que ocultaba dos familias, hijos que no conocían a sus segundos hermanos, casamientos a temprana edad, el miedo a la deshonra familiar, la educación religiosa, son temas que hablan en particular de Miguel pero que representan la historia familiar de toda una generación. Por otro lado, la búsqueda del origen de los padres y abuelos impone un cambio de percepción hacia ellos, y hacia la identidad de uno mismo como consecuencia. Al saber de dónde se viene cambia la percepción que uno tenía de sí mismo. Ése es el valor fundamental de Huellas: la valentía de Miguel para indagar en su historia familiar sin saber si lo que encuentre pueda gustarle y, finalmente, lo obligue a repensarse a él mismo. La historia de Miguel, la anécdota de su familia, representa lugares comunes de todos los hijos de inmigrantes: patrones culturales severos, de otras nacionalidades, una educación rigurosa con poco espacio para el desarrollo individual, posibilitan la identificación generacional de cualquier familia argentina. ¿Quiénes somos y de dónde venimos? He ahí la verdadera cuestión.
Un relato sobre la historia de la familia del director con narración en off y con el protagonista en cámara cubriría, en principio, todos los lugares comunes del documental de autor que domina el panorama local en los últimos tiempos. Sin embargo, Colombo trasciende aquí el ombliguismo y las modas para convertirse en una suerte de detective que desvela un complejo entramado de secretos, mentiras, abusos y excesos que dominó a varias generaciones de su familia. La obsesión del realizador por la historia de su abuelo (un italiano que combatió en la Segunda Guerra Mundial y se instaló luego en Santiago del Estero, donde llevó durante años una doble vida y tuvo siete hijos) lo lleva luego a bucear en los traumas de su propia madre y de varios otros integrantes de su familia. El film se mete con temas muy pesados, pero lo hace siempre con una extraña mezcla de intimidad y pudor, de contundencia y recato. El resultado es por momentos conmovedor y siempre fascinante.
En búsqueda del pasado Huellas es un film tan enigmático como personal que se centra en las incógnitas que plantea Miguel Colombo, su realizador, alrededor de la figura de su abuelo Ludovico, quien combatió en la Segunda Guerra Mundial y luego se fue a vivir a Argentina. Entre relatos de cowboys y caballos, Colombo tenía una imagen heroica de su abuelo pero -a través de distintos relatos familiares, un viaje a Milán en busca de los orígenes y distintas fotos y objetos encontrados- de a poco irá armando un rompecabezas en torno a la imagen real del padre de su madre, del cual ella solamente le había contado las situaciones más joviales, desprendiéndose de algunos hechos un tanto turbios...
Tras los pasos del abuelo Este documental en primera persona toma como punto de partida el viaje de reconstrucción que el realizador Miguel Colombo (co dirigió Rastrojero junto a Marcos Pastor en el 2006) se propuso como parte de un proceso de introspección para encontrar los retazos de historia familiar que le permitieran ponerle un contorno y volumen a los recuerdos de su abuelo Ludovico. En primera instancia la desmitificación, mezclada con la urgencia por conocer, marcan el rumbo de su viaje que se bifurca hacia la investigación del pasado en un reencuentro con familiares muy arraigados –muchos de ellos desconocidos para el director- a Ludovico, para así terminar en una travesía por el desierto hacia el encuentro con un espacio escondido que parece un mágico refugio donde el tiempo cronológico se detuvo y las historias volaron con el viento. En un segmento, parte de las aristas que atraviesan el enigma de Ludovico lo vinculan con la búsqueda de oro en Argentina o una esvástica, que una lectura presurosa incriminaría de pasado nazi y la preocupación de un nieto necesitado de respuestas en un desierto de preguntas también. Las huellas dejan sus rastros y en definitiva de eso trata este intenso camino difuso recorrido por Miguel Colombo, quien toma las riendas y la cámara para adentrarse en su propia historia y enfrentarse con ese miedo que implica la búsqueda de una verdad pero que pese a las conclusiones resulta indispensable llevar a cabo. Memoria, historia, identidad, olvido y perseverancia marcan el rumbo de Huellas e invitan al espectador a vivir ese itinerario fascinante desde la emoción más genuina.
Estrenada en conjunto con Boxing Club de Victor Cruz, y siendo ambas ya presentadas en la Segunda Semana del Documental Argentino en agosto de este año; Huellas plantea la resolución de un misterio, una encrucijada, pero no a la manera detectivesca, sino de un misterio familiar, encarado por la propia familia del director. Cuando este año vimos Beirut-Buenos Aires-Beirut pudimos entrar en la vida de una mujer que indagaba a su familia para conocer el por qué su abuelo había decidido abandonar a su familia para regresar a su Beirut natal, iniciando una seguidilla de abandonos parentales en la tradición familiar. Algo similar sucede en Huellas, su director Miguel Colombo (tras su segundo documental luego de la co-dirección de Rastrojero) idealizó siempre a su abuelo Ludovico tras haber escuchado historias parciales sobre su vida. Algo así como un Indiana Jones del Norte Argentino, Ludovico había llegado de Italia donde participó en la Segunda Guerra Mundial, y se instaló en nuestro Norte para inspeccionar las zonas más recónditas de la zona y vivir varias aventuras. Claro que la realidad es otra, y Miguel está a punto de descubrirla. Comenzando a atar cabos, Colombo se pone frente a cámara para ir narrándole al espectador y a sí mismo lo que fue su verdadera historia familiar, que también irá descubriendo con el correr del metraje. Son varios los miembros de su familia que se niegan a hablar de frente sobre Ludovico, entre ellos la madre del director, hija del “homenajeado”; y ahí está la riqueza, en tratar de descubrir algo que todos (o varios) parecieran querer enterrar. Colombo utiliza todo tipo de recursos, sobre todo el uso del personalismo, la cámara más de una vez será su ojo, y cuando se ponga frente a ella será para despejar cualquier duda de que se está hablando de su historia. Pero este exceso de protagonismo, lejos de quitarle potencia, juega a favor del relato y sobre todo del resultado final. Huellas no es un documental simple, tiene una suerte de estructura ficcional pese a que todo ,o que se cuente en ella no haya ninguna duda de que se trate de la pura verdad. Colombo intriga al espectador y lo adentra en su historia, capta el interés, hasta que caigamos en que, en definitiva, no estemos descubriendo más que una historia de vida. Sí, Ludovico no fue un héroe aventurero, la realidad puede disgustar o no a su director y protagonista, que descubrirá a un hombre con varios claroscuros; pero en el espectador dejará el sabor de haber descubierto una historia entre tantas, con valores a destacar y otros para discutir. Hermosamente filmada, la fuerza de las imágenes que el director capta muchas veces importa más de lo que se está diciendo; este es otro mérito más de un documental en donde lo personal, lo familiar y lo íntimo cobran otro significado, el del verdadero interés artístico.
Abuelito, dime tú Uno de los principales desafíos de un documental en primera persona es no caer en el regodeo egocéntrico, en el anecdotario privado o en el mero exhibicionismo, e involucrar al espectador en la historia íntima que está contando. Huellas lo logra de principio a fin. Miguel Colombo parte de la curiosidad que le despierta la figura de su abuelo materno, Ludovico, ex militar italiano que en la Segunda Guerra Mundial desertó de las filas del ejército para sumarse a los partisanos, y que en la posguerra recaló en Santiago del Estero con su mujer y sus dos hijas. Con un suspenso que va in crescendo, Colombo viaja a Santiago y a Italia en busca de datos precisos sobre la biografía de su abuelo, para poder procesar una genealogía familiar que tiene varios cabos sueltos. Como piezas de un rompecabezas que se van uniendo, los testimonios, las imágenes de archivo y los fragmentos de un libro escrito por Ludovico van revelando un panorama asombroso, en el que la madre del director juega un papel esencial. La bella música original y los paisajes del noroeste argentino, muy bien fotografiados, le agregan dramatismo y cierto aire de western a una historia tan particular como cautivante.
A partir del hallazgo de una serie de diapositivas con imágenes de su abuelo, Miguel Colombo se dedicó a investigar sobre la vida de un personaje familiar con una historia realmente apasionante. El abuelo Ludovico Di Grandi fue parte de la resistencia partisana, emigró a la Argentina y recicló ruinas jesuíticas para instalarse en medio del desierto catamarqueño. Fue teniente de un ejército que asumió más de una misión de alto riesgo, simpatizó con la monarquía, conservó entre sus cosas insignias nazis y tuvo una vida amorosa intensa y disipada. Colombo reconstruyó esa vida de película con el afán y la dedicación de un buen detective. Y terminó reconfigurando un mapa complejo y fascinante que une el pequeño pueblito de Noli, en la Liguria italiana, con el ingenio El Arenal, en Catamarca. También conoció, a lo largo de ese proceso, detalles hasta ese momento ocultos de su variopinta trama familiar, en medio de un viaje íntimo lleno de sorpresas y conmovedores descubrimientos que incluye un desenlace con ribetes heroicos. Huellas es una catarsis personal transformada en documental, una épica individual que funciona como espejo de otra anclada en el pasado y que era preciso recuperar para delinear una identidad. Igual que la vida de Ludovico, el final de la historia también se parece a una ficción imaginada por un guionista sensible y ocurrente. Nacido en Salta y criado en Entre Ríos, codirector con Marcos Pastor de Rastrojero, utopías de la Argentina potencia (2005), Colombo armó con rigor y empeño un rompecabezas fascinante que atrapa de principio a fin y apunta al corazón sin trampas ni cursilería.
Ríos de la memoria familiar A la vez drama de disfuncionalidad, thriller y film de aventuras, el documental de Miguel Colombo sigue la traza esquiva del abuelo italiano del realizador, que durante la Segunda Guerra Mundial pudo haber sido partisano o espía nazi. Primer film en solitario de Miguel Colombo –codirector junto a Marcos Pastor de la premiada El rastrojero, historias de la Argentina potencia (Bafici 2006)–, Huellas es uno de los documentales recientes que más claramente expresa una de las tendencias dominantes de ese campo en la actualidad: la de tomar del alicaído cine de ficción el relevo de la función narrativa. Lo es junto con El Impenetrable, otra de las grandes películas argentinas del año. Como el film de Daniele Incalcaterra, Huellas es también un documental en primera persona, con el realizador remontando el río de la memoria familiar (la montaña, en este caso; el matorral, en el de El Impenetrable), para terminar dándose de cara contra el siniestro del que hablaba Freud. Como El Impenetrable también, Huellas no sólo es un documental narrativo sino, más específicamente, un film de género. De géneros: drama de disfuncionalidad familiar, film de aventuras, relato de autoconocimiento, cuento de iniciación, thriller con enigmas a resolver, road movie y, en buena medida, western. ¿Es entonces Huellas una operación de cine retro, en tanto regresa a un formato tan tradicional como el género? En lo más mínimo, ya que lo que hace es combinar los códigos de género, mezclarlos, reubicarlos, recurrir a ellos cuando lo necesita. Como por otra parte se trata de un film “de lo real”, de por sí la recurrencia al género es disruptiva, en tanto aquél está asociado, por definición, al cine de ficción. Film de guión sistemáticamente estructurado y sofisticada puesta en escena, Huellas comienza con el realizador poniendo la lupa sobre la figura que más le llama la atención en una diapositiva. Imagen que expresa, de modo hipercondensado, lo que Colombo va a hacer a lo largo de una hora y media. Pero además en un momento la luz incide sobre la lupa de tal modo que genera un fogonazo y una distorsión: tampoco se trata de meras contingencias visuales. Ludovico De Grandi, abuelo de Colombo por vía materna, es (fue, pero sigue siendo) todo un personaje. También uno de los inmigrantes que durante el siglo pasado contribuyeron a construir la nación. Pero hay un misterio en él. O varios. Amante de las armas y las mujeres, la historia de Vico durante la Segunda Guerra no termina de cerrarle al nieto. El hombre habría sido soldado del ejército de Mussolini, pero en determinado momento habría desertado, convirtiéndose en partisano. Sin embargo, entre sus recuerdos guarda, además de las armas, una esvástica: primer secreto a develar. Por otra parte, cinco tíos de Colombo no son hermanos directos de su madre, producto no de un segundo matrimonio del abuelo (ya en el noroeste argentino, donde se afincó bastante después del fin de la guerra), sino de su amancebamiento y vida en común con la mucama. Vida en común que hasta determinado momento mantuvo oculta a su esposa, manteniendo dos familias en paralelo. Pero no son ésos los únicos datos que no cierran: Miguel Colombo tiene dos hermanos mayores, de cuya existencia se enteró a los 17 años. ¿Por qué la madre se guardó el dato hasta ese momento? Hay un último secreto familiar, última capa de la cebolla que Huellas pela con admirable timing y dosificación, a medida que se interna en el laberinto. Secreto que es el más siniestro de todos. Por más que viaje hacia lo siniestro, Colombo lo hace con una distancia que le permite mantener a un género por completo fuera del relato: el melodrama. Al menos en términos de tono y registro, porque en sentido argumental aquí subyace, más que un melodrama, un sórdido culebrón ítalo-latinoamericano. El viaje en primera persona comienza en Buenos Aires, se traslada al Piamonte italiano y vuelve finalmente a América, internándose primero en el bosque que separa Santiago del Estero de Tucumán y luego en el seco arenal tucumano, bajo cuyo sol de western termina de develarse, en off, aquel melodrama de tira semanal mexicana. Como Colombo es consciente del peligro de que el relato derrape, confronta, no sin lirismo visual, el diario personal del abuelo Vico con las imágenes de western mineral primero, contra las de unos tizones ardiendo en una chimenea más tarde. El cine contemporáneo perdió sentido, intensidad, capacidad visual, narrativa y de construcción de personajes, savoir faire. El cine de ficción contemporáneo, mejor dicho (ver crítica de El hobbit). Huellas es una de las pruebas más rotundas de que en el documental sucede exacta, matemáticamente lo contrario.
El imaginario de un niño respecto a su propia identidad, construida principalmente por el relato de sus mayores y por su propia experiencia, es el comienzo de Huellas, una aventura dolorosa y a la vez extraordinaria, que tiene como disparador la historia de un abuelo aventurero, un héroe de guerra que a los ojos de ese chico fue una figura gigante y que ya adulto, el director decide indagar para comprender su propio pasado. Huellas, entonces, es una película que comienza investigando la vida de Ludovico, un italiano que fue partisano en la Segunda Guerra Mundial y que luego se trasladó a la Argentina para convertirse en un buscador de oro. A medida que el relato avanza, la historia de Ludovico empieza a mostrar aristas cortantes como sus simpatías nazis, una doble vida con dos familias en la provincia de Santiago del Estero, el abandono de sus hijos. Colombo (que codirigió Rastrojero junto a Marcos Pastor), avanza en su propia historia –un poco a la manera de Papirosen, de Gastón Solnicki– y descubre junto al espectador los secretos enrevesados de sus orígenes para entregar un documental en primera persona que en su estructura de trhiller, en un ejercicio devastador y fascinante sobre la memoria.
El misterio de los tabúes familiares En Huellas, el protagonista y director, Miguel Colombo, narra parte de la historia de su familia al intentar reconstruir la vida de su abuelo Ludovico, a quien nunca llegó a conocer. Así, en primera persona, se va narrando la historia del hombre que luego de combatir en la Segunda Guerra Mundial decidió venir para la Argentina. El personaje de ese abuelo es, sin dudas, lo más interesante del film. A partir del viaje que planifica Colombo para ir tras las huellas de su abuelo -y de su familia-, podemos ver imágenes de Italia, París y de la Argentina, más específicamente de Jujuy. Una de las cosas atractivas que surgen en este trabajo es el de los tabúes familiares, donde nos enfrentamos como espectadores a muchos secretos guardados, mucho que se ha callado. Y aquí está lo más interesante del film: estos comportamientos, el hecho de mantener la unión familiar a cualquier costo, junto a la idea de la inmigración, hacen que la película tenga mucha llegada a personas mayores que se encuentran identificadas con su historia. Sin embargo, en el plano técnico hay problemas: Huellas peca de ser por momentos tediosa y también le falta originalidad a la hora de presentar los testimonios, además de una música que no parece acorde con la narración, aunque se ajusta sobre el final. NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.
Si hay algo curioso en los estrenos de esta semana son los dos documentales abordados de manera conceptualmente opuesta: Observación íntima a través de la cámara en “Boxing Club” (2013), y narración pura y constante en ”Huellas”. Ambas tienen algo para ofrecer considerando la enorme diferencia de estilos. Miguel Colombo anduvo haciéndose preguntas toda la vida respecto de la historia de uno de los hombres que más admira: su abuelo. El momento de responderlas llega con la cámara en mano. De a poco, más minuciosamente en el texto en off que en las imágenes, iremos enterándonos no sólo del escaso conocimiento que el director tiene sobre su árbol genealógico, sino también de sus inquietudes y su necesidad de explorar todo lo que pueda hasta que el mito o leyenda representada en la figura de su abuelo se entrone (y se redima), o se caiga de una vez por todas. En todo caso, “Huellas” se trata de eso. Buscar la verdad, encontrar lo que se pueda y seguir adelante. El abismo de conocimiento sufrido por Miguel se basa fundamentalmente en la historia de su madre. Puntualmente en aquello que permanece en estado de secreto. La entrevista a su propia madre es casi televisiva. Como si él intentara no involucrarse para lograr un mejor compromiso a la hora de revelar información. Los riesgos que se toman en esta realización son muy difíciles porque al tener un director de cine que además de filmar y editar debe actuar su propia circunstancia, o sea actuar de sí mismo, es muy posible perder el objetivo y caer en redundancia de imágenes y/o pérdida de naturalidad en el texto narrativo. Esto último, por momentos camina por la cornisa. Si se pierde la espontaneidad del relato en off, todo puede quedar absolutamente inorgánico e insoportablemente leído. Por suerte “Huellas” casi no cae en ese estado y logra mantener el interés constante merced a una suerte de empatía natural que se percibe desde la dirección. Los viajes a Italia le agregan tintes de aventura para desentrañar el misterio. En este aspecto la obra funciona bien porque no cae en la redundancia y pasa rápido de una cosa a la otra.
Dos cineastas amigos presentan en conjunto este par de magníficos films documentales con un criterio de cine continuado. Un homenaje al cine de antaño que es en realidad una excusa para presentar con más fuerza estos trabajos modernos, pero también clásicos, abordando un deporte tradicional como el box y una historia que se remonta muy atrás en el tiempo. Con Boxing Club Víctor Cruz regresa al documental luego de lograr una obra de ficción excepcional como El perseguidor. El mundo del pugilismo nacional es retratado de manera detallada y sigilosa, como si la cámara espiara inadvertidamente un ámbito poco conocido en sus aspectos más íntimos. Sin relatos, apuntes históricos o identificación de los actores, el film hace una semblanza de la trastienda de ese mundo mostrando situaciones precarias de varios de los involucrados, junto a mánagers, entrenadores y otros personajes típicos que se hacen ver fuera de toda pose. Con un gran trabajo de cámara, Boxing Club interesa aún a quienes son muy ajenos a este particular deporte. Por su parte Huellas tiene un carácter completamente diferente, abordando la propia saga familiar del director Miguel Colombo, que va mucho más allá de cualquier historia parental habitual. En este caso con narración en off y el protagonista entrevistando a sus afectos funcionan como parte de una verdadera indagación detectivesca. Búsqueda que tiene que ver con su abuelo –especialmente-, su padre y otros integrantes de su casta, que lo llevarán a Italia y a un lejano e intrincado paraje del interior del país. Fascinante y sorprendente -se podría llevar adelante un film de ficción con esta historia-, se destaca además el aporte climático y expresivo de la música de Miguel Magud.