Parábola del enemigo interno Una vez más el horror indie norteamericano vuelve a fallar en esta propuesta clase B poco inspirada y demasiado insípida que podría haber usufructuado el motivo de los acosadores sexuales para mezclarlo con el anclaje de las películas de invasión de hogar… El terror ha invocado en numerosas ocasiones -y con diversos resultados artísticos- el miedo burgués a la violación de la santidad del espacio privado, un campo en el que los films pioneros sin duda fueron Espera la Oscuridad (Wait Until Dark, 1967), Perros de Paja (Straw Dogs, 1971) y Cuando Llama un Extraño (When a Stranger Calls, 1979), todas obras extraordinarias que marcaron el pulso a futuro. Si pensamos al subgénero en términos más recientes, no podemos pasar por alto Horas de Terror (Funny Games, 1997), Los Extraños (The Strangers, 2008), Cacería Macabra (You’re Next, 2011) y la amena In Their Skin (2012). Asimismo tenemos películas más volcadas al thriller como Intruders (2015) y la gloriosa No Respires (Don’t Breathe, 2016), o propuestas que explotan el costado psicosexual como Mientras Duermes (2011) y la presente Intruso (Intruder, 2016). Lamentablemente este trabajo escrito y dirigido por Travis Zariwny, un diseñador de producción reconvertido en realizador, se mueve en un terreno a mitad de camino entre el amateurismo y esa tendencia del mainstream contemporáneo menos iluminado a alargar sin necesidad algunas situaciones y planteos, como si la dilatación del margen temporal previo al sobresalto/ jump scare reglamentario fuese proporcional a la tensión acumulada del otro lado de la pantalla; una ecuación que suele obviar el hecho de que en el asunto en cuestión intervienen otros factores como la puesta en escena, la ductilidad de los actores, las recurrencias más importantes del género, la riqueza de los personajes, etcétera. La vieja y querida premisa “loquito se mete subrepticiamente en la morada de una señorita sola” aquí no llega al desastre pero tampoco está aprovechada con inteligencia o fogosidad creativa. Toda la acción gira alrededor de Elizabeth (Louise Linton), una bella violonchelista que toca en la Filarmónica de Portland y duda de viajar a Londres -para expandir sus horizontes profesionales- debido a que su novio Justin (Zach Myers) no desea acompañarla porque, a su vez, piensa en su propia carrera como investigador universitario. Un buen día, mientras ella saca la basura, el obseso de turno entra en el departamento de la susodicha y así comienza una serie de rituales centrados en observarla dormir, ducharse, comer, tocar el instrumento, etc. La película de por sí es partidaria de un esquema clasicista que oculta el rostro del acosador con el fin de deambular narrativamente por el círculo íntimo de Elizabeth y presentarnos a un puñado de sospechosos de ocasión, no obstante Zariwny no ofrece ni una bendita idea novedosa y se muestra demasiado lerdo en el desarrollo general. El problema de los estereotipos también se extiende a las distintas opciones con respecto al psicópata, quien se da a entender posee un historial de asesinatos vía asfixia con bolsas de plástico: tenemos a Chester (Aaron Trainor), el infaltable vecino tenebroso, a Vincent (interpretado nada más y nada menos que por Moby), aparentemente su “tutor” dentro de la filarmónica, y por último a John (John Robinson), otro habitante del barrio que la va de tímido aunque guarda algunos secretitos. Linton cumple con dignidad pero el director no sabe aprovecharla en un film que supera de todas formas a La Cabaña del Miedo (Cabin Fever, 2016), el anterior y también fallido opus de Zariwny. Se agradece una vuelta parcial a los desnudos modelo slasher, sin embargo la ausencia de gore y el manejo deficiente del suspenso dejan poco margen para el disfrute en esta parábola sobre el enemigo interno…
UNA QUE SEPAMOS TODOS Hace unos meses se estrenaba Un hombre perfecto de Yann Gozlan. El film francés pasó bastante desapercibido pero su propuesta era irreprochable. ¿Qué relación hay entre Intruso y Un hombre perfecto? A simple vista, lo único que permite vincular ambos proyectos es el hecho de que fueron promocionados como thrillers psicológicos cargados de tensión y suspenso. Pero si analizamos sus tramas caemos en la cuenta de que ambos films realizan lecturas sobre las maneras de narrar del género cinematográfico recurriendo a viejas fórmulas muy testeadas y aprobadas. Uno creería que una narración “nostálgica”, que evoca viejas fórmulas, no puede fallar. Y sin embargo, aquello que es certeza absoluta en Un hombre perfecto, en Intruso se transforma en falacia. El encanto del film francés radicaba en la presentación de un guión de hierro que indirectamente homenajeaba a A place in the sun (1951) a través de Match Point (2005) de Woody Allen. Y sí, aquellos que aún no se dieron cuenta de que Match Point es una remake encubierta, deberían volver a presentarse en la mesa de examen de marzo. A su vez, Un hombre perfecto lograba articular esta narración básica con todos los films de escritores que practican el plagio; tal temática bien podría funcionar como un motivo recurrente dentro de los thrillers psicológicos. Es decir, el film francés es un film nostálgico que apuesta a viejas fórmulas ya probadas y desde ahí ofrece su parte. Intruso pretende hacer una operación similar con los films “viejos” de asesinos seriales que gustan acosar a la víctima primero a través de la mirada (que no falten fotografías que no se sabe con certeza quién las sacó), luego entrometiéndose en su hogar y gozando de esa intrusión, de ese no ser percibidos. Sí, sí, ya la vimos. Esa del asesino serial que es un poco invisible, que está al lado tuyo pero como sos muy estúpida no lo podes ver así vivas en un departamento de 50 metros cuadrados. Esa misma, en fin. El film es de alguna manera retro pero esto no le agrega ningún tipo de valor. Así es, a su vez, la protagonista, Elizabeth, quien por supuesto ocupa el lugar de la víctima. No está de más señalarlo puesto que en plena época de ebullición del discurso feminista, ciertamente seguir produciendo este tipo de películas centrados en el punto de vista de la mujer inactiva a la que solo le depara la inminencia de la muerte, es casi ofensivo. No por el discurso feminista en cuanto tal -pero un poco también-, sino porque esto ya caducó cinematográficamente. ¿Cuál sería el verdadero interés para el cine hoy? Sin duda, el punto de vista del victimario. Ese es el éxito, por ejemplo de las series de Netflix, The Fall o The Killing. Nada de eso hay en Intruso. El film resulta una agonía y no porque esta la produzca la angustia del suspense. Lo cierto es que luego de una breve introducción de una muerte inicial anecdótica, la narración articula con el acoso hacia Elizabeth. Este se basa básicamente en la capacidad del asesino de entrar a su domicilio a su antojo. Si el film ofrece algún giro de interés este solo se edifica a través de la posibilidad, por parte del espectador, de ir eliminando posibles sospechosos. Pero es casi un juego de estudiante de cine porque ninguno de los sospechosos tiene entidad y poco y nada sabemos de ellos. ¿Será el jefe, el novio, el vecino, el segundo vecino? Da igual. Solo sabemos de Elizabeth, una joven violonchelista chapada a la antigua que aún usa una máquina contestadora analógica, insertada en un contexto plagado de “pistas”: la lluvia, la pava que chilla, un sospechoso movimiento de cámara, un corte de luz, una sombra, un eventual “hello” de la protagonista intentado determinar si hay alguien ahí. Lo único que quiere el espectador es que por favor la mate de una vez y que lo prive de esta agonía de seguir viendo a una inoperante que ya no nos representa -en cuanto víctima- desde finales de la década del ochenta. Aún nos queda una semana más para ver si es viable cerrar el año con otra propuesta. Por mi lado, les sugiero evitar semejante padecimiento. INTRUSO Intruder. EEUU, 2016 Guión y dirección: Travis Zariwny. Música: Nathaniel Levisay. Fotografía: Bradley Sellers. Intérpretes: Louise Linton, Zack Myers, John Robinson, Moby. Duración: 88 minutos.
Publicada en edición impresa.
Más voyerista que stalker En un año donde el terror no exploró nuevos terrenos ni sorprendió con grandes títulos excepto tal vez por La Bruja (The Witch, 2016) y No respires (Don’t Breathe, 2016), cerramos el 2016 con otra película que viene a reforzar lo planteado, desgraciadamente. Intruso (Intruder, 2016) es una cinta que intenta mezclar el terror apoyándose fuertemente en el suspenso, sin obtener los mejores resultados. La historia es más que simple, Elizabeth (Louise Linton) forma parte de una importante orquesta filarmónica, ocupación que pone presión en su relación de pareja justo en el momento en que -sin ella percatarse- un extraño ingresa en su casa y la observa durante días sin que ella lo descubra, ocultándose en diversos lugares del hogar. Si esta premisa inicial fuese algo que sólo ocupa el primer acto del film no estaría mal. El problema justamente reside en que la estructura narrativa nunca hace explotar el conflicto y el espectador se ve esclavizado de una situación iterativa a través de 90 minutos de película. Las escenas no hacen más que repetir una y mil veces esta situación de ‘voyerismo’ en la cual el potencial asesino acecha a su víctima, amagando un ataque que parece inminente pero se pospone una y otra, y otra vez. La propia lógica del stalker como personaje que dentro de este subgénero tiene un único objetivo que es acabar con sus víctimas no guarda ningún sentido en esta ficción: algunos personajes son despachados sin mucho preámbulo y otros por caprichos del guión tienen mejor suerte. Todo aquel que piense que una historia de este estilo justifica ciertas libertades y limita la acción, puede compararla con Silencio (Hush, 2016) de Mike Flanagan, para apreciar de qué forma una idea simple puede ser explotada cuando hay una construcción de los personajes que persigue cierta lógica y se refleja en las acciones que realizan. El cameo de Moby (¿?) es casi tan inexplicable como muchos otros puntos de la trama, la utilización de un solo ámbito durante prácticamente todo el film pone en evidencia una limitación de valores de producción por sobre una elección estética y el desenlace final no hace más que responder al desconcierto general del relato.
UN ASESINO EN LAS SOMBRAS DE TU CASA Antes de los títulos un pequeño resumen del accionar del intruso del titulo que las prefiere rubias para meterse en sus casas y matarlas sin desparramo de sangre. Después lleva toda la película para meterse en la casa de una violonchelista y según el argumento poco creíble se las arregla para estar mucho tiempo rondando la casa y espiando a su dueña sin ser descubierto. Si uno se olvida de algunos errores, hay momentos tensos bien logrados donde el único que sabe la verdad es un gato pasivo y el espectador. Y aunque tiene algunas trampitas, es fácil reconocer quien es el intruso mucho antes de que se digne a mostrar la cara. El director Travis Zariwny, autor también del guión tiene experiencia en el terror y aquí aplica lo que sabe sin mucho entusiasmo. La frase publicitaria advierte “para pensar dos veces si te quedas sola en casa”. En ese sentido puede servir de “manual” para tener mínimas precauciones de seguridad. Un entretenimiento módico para los que gustan del género.
De a poco la tecnología va absorbiendo al hombre y su entorno. De a poco sus términos comienzan a circular en el lenguaje cotidiano sin miramientos, tornándose naturales y hasta reemplazando a los términos originales que se utilizaban para hablar o referir a los mismos. En parte “Intruso” (USA, 2016), de Travis Z, un realizador que viene pisando fuerte en el cine de género clase B, toma la palabra “stalker”, que da nombre al título original, para narrar la historia de una mujer que, sin saberlo, es acosada constantemente por un misterioso hombre, quien, principalmente, la acecha mientras ella descansa y en su propia casa. Cientos de miles de veces el cine ha trabajado con estas premisas, en las que una víctima es acosada dentro de su casa y luego se desarrollan otros puntos para aumentar el conflicto y la tensión necesaria para que el film funcione. Pero en “Intruso” la idea disparadora es la que permanecerá durante todo el relato como única posibilidad narrativa, por lo que su débil estructura, su flojo, flojísimo guion, cae cual efecto dominó a pocos minutos de empezada la acción descubriendo no sólo quién es la persona que acecha a la protagonista, sino, principalmente, la inconsistencia del relato. En “Intruso” todo comienza con esa dicotomía, la de contar qué es aquello que está pasando delante de las narices de la protagonista, y, por otro lado, al ser cómplices del relato, y teniendo los espectadores mucha más información, se va configurando una particular narración en la que predomina, lamentablemente, el afuera, y un cuerpo del que no se sabrá de dónde proviene y por qué acosa a la mujer Cuando hace algunos años “Sliver: Invasión a la privacidad” con Sharon Stone planteaba la lábil línea entre el hacer, el no hacer y la desidia, amparándose en los avances tecnológicos como disparador de conflicto y acecho, “Intrusos” olvida sus antecedentes y pretende construir un misterio sobre una verdad revelada. Pero en “Intruso” el problema, además, se potencia, porque no hay un interés, o no se lo genera, sobre la figura de la protagonista, que sólo es presentada como personaje y nunca logra trascender la cuarta pared para poder empatizar con ella. Elizabeth (Louise Linton) tiene un puesto en una orquesta y en la que ha depositado muchas expectativas ante el abismo y el mal momento que está viviendo con su pareja. Mientras aguarda por unos días el regreso de éste, ve como sus días se alargan entre copas de vinos, llamados telefónicos y la posibilidad de nuevos horizontes. Pero cuando se da cuenta que la presión que recibe por lograr ser la mejor en lo suyo comienza a chocar con todos sus planes, Elizabeth decidirá bajar los brazos y recluirse en su casa a la espera de buenas nuevas. Justamente lo que no sabrá, es que mientras está en su casa con sus rutinas y costumbres, un extraño la acompañará disfrutando del placer de verla y de poder sentirse parte de esa vida. Travis Z no logra nunca transmitir la tensión necesaria para sostener durante hora y media el conflicto, y muchos menos avanzar en la progresión dramática sin recurrir a efectos sorpresa, básicos para asustar, aunque no logra nunca hacerlo. Se apoya, además, en una banda sonora pobre que sólo busca remarcar la alicaída trama, en la que ni siquiera el “revelador” giro al final puede recuperar el tiempo que al espectador le ha hecho perder.
Elemental ejercicio Los primeros minutos de la nueva película de Travis Z (así firma Travis Nicholas Zariwny) muestran a una mujer cuyo marido está de viaje en Japón. Mientras habla por teléfono con una amiga en medio de una tormenta, la luz de su aislada casona se corta y una figura masculina la ataca desde atrás y la asfixia con una bolsa. Recién entonces llega la secuencia de créditos iniciales. Tras ese prólogo (y luego de que se informe que una seguidilla de asesinatos conmueve a la ciudad de Portland) arranca la historia central que tiene como protagonista a Elizabeth (Louise Linton), una chelista que se apresta a pasar un fin de semana sola en su hogar tras enterarse de que fue aceptada para sumarse a la Filarmónica de Londres. Cuando sale a tirar la basura, alguien se mete en su casa y se transformará en un perverso voyeur de su intimidad (no falta la escena en que la espía mientras se ducha o cuando mantiene un encuentro sexual con su pareja). Quién es ese extraño y cuáles son sus intenciones resultan los principales interrogantes de un film que parece un ejercicio básico de terror concebido por alumnos noveles de escuela de cine. Todo lo que funcionaba bien en una película reciente como No respires, aquí luce torpe y forzado. El director de La cabaña del miedo (en este caso también guionista) acumula lugares comunes y el resultado más que miedo da risa. Y no porque estemos en el presencia de una comedia.Tras los títulos finales, hay una coda de varios minutos que no alcanza a resignificar ni a redimir a una película tan remanida como elemental.
Alguien te está mirando La película aburre porque las situaciones (el intruso nunca descubierto) son inverosímiles. Lo dijimos quichicientas veces, y seguro lo volveremos a decir otras tantas: el género de terror, a veces, muchas veces, demasiadas veces, se reitera. En Intruso lo que abruma, cansa, hace bostezar no es la acumulación de atrocidades sino la inverosimilitud de la(s) situación(es). Elizabeth es una cellista, dato que realmente no tiene demasiada importancia. Más lo es que se quedará en su casa solita en medio de una fuerte tormenta y que recibirá, sin percatarse, la visita inesperada del intruso del título. Con el cine de Hitchcock, perdón por la comparación, se podía sufrir desde la platea porque a veces el espectador sabía más que el protagonista. Y aquí pasa eso, claro, pero el sufrimiento es por otra cuestión. Hastío, apatía, tedio, indiferencia, su ruta. Elizabeth, que evidentemente debe tener graves problemas auditivos y de sensibilidad corporal, porque sino es imposible que no escuche al intruso, no se despierte cuando éste le acaricia la mejilla mientras ella duerme plácidamente, sufrirá. Es justo: no hay por qué afligirse de un solo lado de la pantalla. Louise Linton es Elizabeth, también productora del filme, y ya había trabajado con el director Travis Zariwny en la remake de La cabaña del miedo. La reconocerá fácil, es rubia, sufre y grita mucho. Sí, ella. Por allí está el músico Moby (descendiente de Herman Melville, autor de Moby Dick, de ahí su pseudónimo), pero no es más que un guiño. La película tiene vueltas de tuerca (alguien tendrá que morir), y Elizabeth tiene un muerto no en el ropero, sino debajo de la cama. Y si ella no siente el olor, bueno, ya tiene demasiados problemas sensoriales.
Una cellista rigurosamente vigilada Una cellista joven y sexy la piensa pasar sola en su casa un fin de semana lluvioso. O por lo menos eso es lo que ella cree, ya que hay un intruso metido allí, observando todos sus movimientos, e inclusive jugando con sus comidas y sus cosas personales. Esta película de bajo presupuesto está armada con cierta inteligencia como una especie de ejercicio en morbo, pero en estos casos lo difícil siempre suele ser mantener interesante el asunto valiéndose solamente de un decorado casi único y una protagonista absoluta. Y este "Intruso" no es la excepción. Louise Linton soporta bastante bien la tarea de llevar adelante el film casi sola, con los únicos apoyos de un gato, un ex novio que aparece de repente, un vecino medio raro y otro demasiado amable. A favor del director Travis Zariwny se puede decir que logra mantener oculta la identidad del intruso psicópata casi toda la película, aunque hacia el final ya se ve venir. La historia está razonablemente contada, con buenos momentos de suspenso mezclados con otros un tanto mas obvios. "Intruso" es el tipo de película que tal vez atrape al espectador cuando la den en el cable, sobre todo si quien hace zapping la pesca justo cuando Louise Lipton esta en la ducha.
Todo gira en torno a Elizabeth (Louise Linton), una joven violonchelista cuyo novio es Justin (Zach Myers) quien toca en la Filarmónica de Portland y debe viajar a Londres por su carrera pero una noche su vida sufrirá algunas alteraciones. La historia despliega algunos elementos del género, tensión, suspenso, sonido e iluminación y un intruso la observa entre las sombras y sin que su víctima lo sepa utiliza algunos elementos de su casa. Uno de los problemas que tiene es que se torna repetitiva, ya cansa el personaje de intruso, le falta sorpresa, resulta monótona y aburrida
Ay. Bueno, eso, “ay”: otra película que encuentra salas porque en las fiestas no se estrena nada y poca gente va al cine. Esta también está construida alrededor del lugar común: chica bonita y rubita en plena tormenta, sola en casa, es acosada inadvertidamente -por lo menos al principio- por admirador peligroso, probablemente asesino psicópata. Aquí el problema es que el film está lleno de citas (no falta la ducha, no falta el teléfono que anuncia el crimen, no falta el cuchillo, no falta el plano que sorprende un detalle con la luz de un relámpago, no falta ni el gato, bicho obligatorio en estos casos porque huye y no muerde) pero, en lugar de integrarlas en la trama o bien como juego con el cine y el género, o bien de un modo funcional al relato, suenan a pura pereza del guión. ¿Hay que mostrar el cuerpo de la protagonista? Que se duche y aparezca el peligro por ahí, etcétera. Repitamos: el lugar común no es un problema siempre y cuando se filme de tal modo que creamos en él. Si no, es un rejunte de material predigerido y pre embalado. Es el caso de esta película.
LA REMARCACIÓN PERMANENTE Hay una escena al comienzo de Intruso que transcurre en un pasillo de un edificio. Es una secuencia donde se insinúa algo del argumento central –una joven y bella chelista que sufre en su propio departamento el acoso de un psicópata- pero donde en verdad no pasa nada relevante. Sin embargo, la banda sonora se encarga de remarcar profusamente que algo atemorizante, incluso aterrador está aconteciendo, queriendo transmitirle inquietud al espectador cuando en verdad no posee elementos como para que eso efectivamente suceda. La premisa de Intruso tenía un potencial atractivo, a partir de la economía de recursos que preanunciaba: un único escenario principal, apenas dos protagonistas –uno de los cuales permanece casi todo el metraje en el anonimato-, un entorno opresivo y climas asfixiantes. Pero el director y guionista Travis Zariwny desperdicia todas las oportunidades a su disposición, con un nivel de inoperancia que hasta hace pensar que malogró todo a propósito. Quiere expandir la trama, introduciendo otros personajes que nada aportan al relato, da una cantidad de idas y vueltas totalmente inverosímiles, les quita sentido a las acciones a partir de redundantes repeticiones, remarca cada pasaje con la música –que es verdad malísima- y entrega diálogos realmente increíbles. Para colmo, los actores lucen totalmente perdidos y caen en todos los tics posibles de una mala performance. Vale una pequeña comparación entre Intruso y Los extraños, aquel excelente film de Bryan Bertino con Liv Tyler y Scott Speedman. Ambas películas ponían el foco en el silencioso pero progresivo acoso hacia personas indefensas, pero mientras Bertino aplicaba cabalmente unas cuantas lecciones del cine de terror de los setenta y ochenta, trabajando con sapiencia el fuera de campo y dosificando hábilmente la información que poseía el espectador; Zariwny pareciera no haber visto nada de cine de terror, no conocer las reglas genéricas y ser un total amateur. Pero si el nivel de torpeza exhibido por Zariwny es llamativo y los resultados son indefendibles bajo todo punto de vista, el cierre es para alquiler balcones: un nivel de arbitrariedad total, con una pretendida astucia que no es tal, porque el giro del final se ve venir a kilómetros. Intruso es una película fuera de toda variable cinematográfica, que no llega a indignar pero es una total pérdida de tiempo. Hasta la breve aparición de Moby es paupérrima.
Como una sombra, un tipo encapuchado y temible se mete en casas ajenas, previsiblemente, de mujeres que están solas. Si es el mismo sujeto del prólogo, estamos ante un asesino sangriento, cruel y serial. En la intimidad hogareña de una bella música rubia -sometida a los rigores de un maestro interpretado por ¡Moby!-, acechará en cada rincón, armario, puerta o -sí- cortina de ducha. Con las previsibles tomas del cuerpo desnudo de la acechada. Con una puesta en escena torpe, un policial menor a cualquier episodio del thriller menos lucido del cable o el ondemand.
Una noche de terror Pocas cosas implican más terror que un psicópata puede entrar a una casa sin invitación. Y mucho peor que el tipo duerma en el placard, mate al novio de la chica y la mire en silencio mientras duerme. Aterrador, sí, pero ya visto demasiadas veces como para contarlo de forma lineal y con recursos narrativos que por momentos rozan la parodia. "Intruso" tiene todos los elementos de un historia clásica y comienza durante una noche de tormenta furiosa cuando una mujer es asesinada por un desconocido dentro de su casa. En la siguiente escena, la protagonista y posible futura víctima es una chelista, también sola en su casa -no se sabe si en la misma noche de tormenta, pero también llueve mucho- la que ignorará que un asesino deambula tranquilamente por su casa. La chica, además, tiene que soportar al director autoritario de la orquesta donde trabaja, lo que previsiblemente funciona como pista para el espectador. Muchos de los lugares comunes del género se van sucediendo a lo largo de una hora y media, como sombras que se deslizan por las paredes, acercamientos del asesino por la espalda, timbres salvadores, cortes de luz o preguntas que el invasor obviamente no responderá.
Mal año para Travis Zariwny o Travis Z, como le gusta firmar sus proyectos. Primero llegó la innecesaria remake de Cabin Fever, irregular película que catapultó a la fama a Eli Roth, a 14 años del estreno original. Y ahora, para cerrar el año lectivo cinéfilo, llega su último esperpento, uno que cava un hoyo grande en su escasa filmografía del que le será difícil recuperarse. Aunque, si vamos al caso, su currículum mucho vuelo no había tomado con los años. Intruder es un clavo difícil de sacar del ataúd, y un trago bastante amargo en un año en el que el horror levantó la cabeza entre el cine y las series. Lo que podría haber sido una irrupción antológica que no se veía desde The Strangers, se remite a unos tediosos 80 minutos en los que mucho se insinúa y poco se concreta. La trama sigue la vida de Elizabeth, una chelista que está por dar el gran paso e irse a Londres para alcanzar el próximo nivel de su carrera, pero problemas personales y su propia indecisión hacen que dude de su futuro. En el medio hay una gran lluvia y un intruso encapuchado que la sigue a cada recoveco de su casa, y se limita a invadir su espacio personal con total impunidad y sin que ella lo note. A medida que las apariciones del susodicho se vuelven más intensas, todo parece que va a estallar en cualquier momento… pero eso no ocurre. En la marca de una hora de metraje recién ocurre algo devastador, pero hasta ese momento la dirección y el guión de Zariwny se limita a hacer que su protagonista Louise Linton se pasee por la casa realizando tareas cotidianas, dándose duchas y durmiendo. Hay demasiado relleno para una película cuya temática ya ha sido sobreexplotada hasta el hartazgo en el género y con mucha más confianza. Acá parece que el objetivo del director es esa escena final con la que cierra el film. Lo que no sabe es que si bien ese momento, el mejor de la película si somos sinceros, es totalmente aterrador, no justifica hora y media de agotadoras secuencias donde la música sube de volumen para asustar a la platea. En un corto de 5 minutos podía funcionar, en un largometraje hecho y derecho comete el peor pecado del cine: aburrir a su espectador. Si al menos hubiese aspectos redimibles, vaya y pase. Pero la historia es tan idiota y mal pensada en sus detalles que enfurece. Cada decisión de los personajes es estúpida a más no poder, las intenciones del asaltante nunca quedan claras y menos importan a la hora del cierre, Moby como actor es un buen músico, y la lista sigue… Intruder es una triste excusa para una película de terror y/o suspenso psicológico. Mal pensada desde el vamos, mal dirigida, sin un ápice de creatividad o innovación. Pasen de largo y hagan como si no existiese.
Elizabeth tiene una vida bastante normal. Vive sola en un lindo departamento, tiene una pareja con la que van y vienen pero como parte de su rutina, una linda casa y se lleva bien con los vecinos. Pero un fin de semana decide quedarse en su casa, cuidando el gato de su amiga mientras una tremenda tormenta asola la ciudad; todo esto sin saber que también estará acompañada por un intruso en su casa, que la vigilara constantemente desde las sombras. Se va el año y junto con el cierre, nos llega uno de los peores films de suspenso y terror que nos dio este 2016. Y no estamos siendo malos porque si, sino que a medida que avanza la trama nos preguntamos constantemente del porque del comportamiento de los personajes intentando buscarle lógica a la trama; eso entre tantos fallos que iremos viendo. Al leer la sinopsis no podemos no pensar en No Respires, una de las gratas sorpresas que nos dio este mismo género a lo largo del 2016, pero con los roles invertidos, siendo la victima la dueña de la casa y el acechador el intruso. Y sin querer hacer chistes, así como los roles están invertidos, las calidades de ambos films también están invertidas, ya que son totalmente opuestas, siendo Intruso de lo más flojo que vimos. El primer gran fallo que salta a la vista para cualquier espectador, sea habitué al género o no, es que no tiene coherencia la actitud del acosador. No es que le queramos encontrar lógica al funcionamiento de la mente de alguien que se mete en la casa de una mujer para espiarla, pero si a lo largo del film se nos deja en claro que sientes deseos por dicha mujer, no se entiende cómo es que pasa días dentro de la casa solo observando; quitándole todo sentido a la trama y a las acciones del villano de la historia. A esto hay que sumarle que es una situación vista mil veces en el cine, y que el director y guionista Travis Zariwny no se esforzó para nada en hacer destacar alguno de los apartados en los que se ocupó, dándole un tono a película del montón a Intruso, que seguramente la terminará destinando a film de domingo por la noche en la tv por cable. Muy poco tiene para destacar Intruso, y quizás los que mejor salen parados son los actores. La protagonista Louise Linton hace lo que puede con el material que le dieron. Pese a que su personaje es chatisimo, logramos empatizar con ella y la sensación de estar siendo observada que nos transmite. También destaca como curiosidad, que en el elenco se encuentre el músico Moby. Intruso es un film sin pretensiones, y se nota. Pero eso no lo exime de no intentar aportar algo, o que se note que esta hecho sin ninguna pasión. Para ver y olvidar si no hay otras opciones en cartelera.
Para espiar hace falta saber La mirada que espía es esencia del cine. En este caso, no se trata más que de una excusa pobre. Sobresaltos aburridos, sin fundamento cinematográfico o verosímil narrativo, abundan en la obra del director y guionista Travis Z. Algunos directores de cine debieran ser encarcelados, dijo cierta vez Quentin Tarantino luego de ver Juego de patriotas, de Philip Noyce. Un decir extremista, pero también acorde con un ánimo que se altera con películas que no se entiende muy bien por qué son. Lo peor del caso es que el realizador Travis Z (seudónimo de Travis Zariwny) no para. En un mismo año, tres películas. La primera fue una remake de Cabin Fever, de Eli Roth. La segunda es la que ocupa esta nota, Intruso. La tercera ‑-The Midnight Man-‑ tiene estreno pendiente y cuenta con la participación de ¡Robert Englund! Intruso comienza con el cliché a cuestas. Y eso no está mal, lo que sucede es que lo asume como artesanía, y no tiene con qué. En otras palabras: la secuencia está protagonizada por una mujer sola, en casa, es de noche y llueve. Habla con el marido por teléfono. Los sonidos rutinarios se develan "sorpresivos", como la pava que repentinamente silba al hervir o el corte de luz. Sí, el "sonido" del corte de la luz. A posteriori, lo consabido, con momentos de espera hasta dar con la silueta asesina que se precipita sobre ella. Tal situación no sólo fue utilizada hasta el hartazgo, sino que la brillante saga Scream, de Wes Craven, la parodió de manera definitiva, hasta llegar al ejemplo magistral de la película dentro de la película que se juega en el inicio de Scream 2. Pero no importa, no es este el caso, porque los clichés y lugares comunes son necesarios, lo que pasa es que hay que saber manejarlos. Para eso hace falta artesanía (Craven la tenía), y Travis Z es cualquier otra cosa -‑director de arte y de fotografía, por ejemplo‑- antes que narrador. Además, Intruso tiene ganas de meterse con la esencia misma del cine. Al respecto, la mirada espía es una de las características que pueden enunciarse, que hacen al cine ser. Todo espectador es un voyeur, decía Hitchcock. Ahí está La ventana indiscreta, obra maestra, película consumada. Por su parte y de manera arrojada, el argumento del film de Travis Z se dedica a la figura de un psicópata que se mete dentro de la casa de mujeres solas, a las que asesina luego de convivir de manera secreta. El asunto estará centrado en Elizabeth (Louise Linton), una cellista que se encuentra en crisis, entre el viaje a Londres que su profesión le exige y la relación con su novio. Una vez establecido el asunto, con dos sospechosos que serán subrayados por la intención de la cámara (uno de ellos es ¡Moby!, en plan actor), Elizabeth pasa su fin de semana con lluvia, algo de vino y poca ropa. Pero hay cierta atmósfera que la sobresalta, que la lleva a la sospecha, y cree percibir alguna presencia evanescente. El espía, en tanto, se esconde entre las sombras de los rincones, tras la puerta de los armarios, mientras camina leve y respira suave. Un argumento similar fue trabajado por Jaume Balagueró en la notable Mientras duermes (2011), con Luis Tosar como un encargado de edificio que está fascinado por una de las inquilinas. En esa película, las prácticas perversas surgen naturalmente, rayanas con el espanto. Balagueró utiliza los resortes del suspense de manera admirable, con el verosímil como punto de anclaje. Este último no es algo que importe al film que se reseña, acorde con un cine que apela al golpe de efecto sonoro, con raccords imposibles (transiciones entre planos que no se condicen con los movimientos del personaje), y angulaciones que no responden a una puesta en escena, sino a la resolución superficial de la historia. No por ello Intruso es ingenua, sino pretensiosa, burda. De acuerdo con cierta premisa inicial, Elizabeth estaría sujeta a una regresión infantil de la que no se animaría a salir. Hablan por ello la ropa de cama que usa, así como el osito Teddy que oportunamente reencuentra, a la par del recuerdo que hace ‑-con su hermano-‑ de las historias terroríficas que su padre gustaba contarles. Por momentos, parecería que el visitante misterioso revistiera rasgos más profundos, pero nada de esto se produce. Como contrapunto, valen los buenos ejemplos. Uno de ellos es El cómplice de las sombras (1951), una de las primeras películas de Joseph Losey. Allí, Van Heflin interpreta a un policía que no tardará en torcer su tarea en beneficio propio. Hay una mujer casada que desea, y la figura de un "merodeador" que la acecha. La resolución evapora fantasmas y señala a los responsables, con la policía como fuerza corrupta. El cómplice de las sombras se inscribe en los años de la persecución macartista: Dalton Trumbo firmó el guión con seudónimo, y Losey no demoraría en exiliarse a tierras inglesas. Eso es cine.