DOS FAMILIAS, UNA PASIÓN Presentada recientemente en el Festival Internacional de Toronto y con una trayectoria de galardones en festivales de Francia y el de San Sebastián, Karnawal se consagra como la opera prima del director argentino Juan Pablo Félix, una producción que cuenta con la colaboración de siete países, de los cuales dos han sido aplicados como locaciones para el desarrollo de la historia: Específicamente, la frontera que une las ciudades de La Quiaca (Jujuy, Argentina) y Villazón (Modesto Omiste, Potosí, Bolivia). Cabra es el protagonista adolescente que está a punto de incorporarse en campeonatos nacionales de Malambo. Encarnado por el malambista y actor debutante Martin Lopez Lacci, a Cabra lo ensombrecen los obstáculos monetarios que cualquier joven de su edad y ambición profesional debe lidiar, como el de obtener calzados apropiados para su actividad, un recurso tan básico como costoso en estos tiempos locales. Algo que una familia tan desunida como la suya no está en condiciones de proveerle. Es a partir de esta necesidad material que Félix encuentra el disparador para la composición geográfica de Karnawal y la sitúa espacial y temporalmente con un dispositivo tan minimalista como un billete de quinientos pesos del Banco Central de la República Argentina. Vale en estos términos destacar sus escenarios –cálidos de día y gélidos en la oscuridad-, siempre acompañados por el despliegue visual de Ramiro Civita como director de fotografía y el colorista Alexis Rodil. Aún con la temprana introducción de Lacci, el elenco es sólido en sus interacciones y en momentos de distanciamiento y soledad. Esto expresado particularmente en circunstancias donde la pregnancia de ciertos materiales físicos se eleva frente al uso –y la imposibilidad de este- por parte de los personajes. Pensemos, por ejemplo, en el malestar que produce un auto que no logra arrancar y cómo Cabra, su madre (Mónica Lairana) y su paternidad biológica (Alfredo Castro) logran erradicarlo después de cruzar dos veces el puente que los conecta con su primera cena familiar en años. Dejando así claro que los paisajes son un medio que su director sabe dominar sin olvidar que estos jamás dejarán a los protagonistas a la zaga. Diremos también que la incomprensión de los dos padres y la madre hacia las pasiones de Cabra no termina de converger con las consecuencias de las acciones él. Por razones opuestas, será abofeteado por el padre adoptivo (Diego Cremonesi) y el progenitor. Ambos serán aliados cuando el bailarín lo necesite, pero sus metas no logran trascender a causa de sus desencuentros con los adultos, sino a pesar de estos. No tratamos de decir que al final del día Cabra debe aprender que, más allá de los conflictos que lo agobian, a la vida solo le esperan maravillas si la impulsamos con la gracia de nuestras expresiones artísticas. Sin embargo, al ser la adultez su gran rival, la película se ocupó más de las intenciones que esta tuvo de sacarlo de un gran aprieto, en vez de comprenderla dualmente como la fuente de sus problemas y la de sus soluciones. Los conflictos con la ley tienden a sentirse mayormente como decorados, aunque desde el guion hay ingenio con respecto a la continuidad de los hechos. En una presentación virtual junto al productor francés Edson Sidonie, Juan Pablo Félix señala que la experiencia de Cabra refleja su juventud en una etapa de la que nunca comprendió del todo el rol de sus padres. Esto refleja en parte nuestras inquietudes con su primera película, pero sería torpe usar esta declaración como respaldo absoluto de nuestra interpretación. A rasgos amplios, Karnawal triunfa al integrar a sus protagonistas en los panoramas del Noroeste argentino con una poética personal. Esperamos que la productora nacional BIKINI FILMS reincorpore sus rodajes tan pronto como pueda, dada la talla de los nombres que se vislumbran en la dirección de sus próximos largometrajes.
Pasos en falso Con un recorrido por más de 40 festivales y distinciones en varios de ellos, Málaga (España) y Toronto (Canadá), llegará a las pantallas locales Karnawal, dirigida por Juan Pablo Félix, quien además de estar relacionado con el cine tuvo su vínculo estrecho con el baile durante su adolescencia. Quizás por ese motivo pensó una historia donde el punto de vista dominante es el del protagonista, Cabra ( Martín López Lacci), un adolescente que busca escapar de su entorno y realidad superándose en la destreza del baile del Malambo. Su madre (Mónica Lairana), no lo estimula pero tampoco le prohíbe moverse en la vida cotidiana, su padre (Alfredo Castro) es un convicto a punto de empezar a salir transitoriamente de la cárcel, pero un mal ejemplo a seguir si es que el camino de la marginalidad no termina torciendo el rumbo del joven malambista y mucho más los entornos fronterizos entre Argentina y Bolivia con promesas de dinero fácil a cambio de contrabando. Estamos con Karnawal frente a una película que mezcla por un lado el tropo de la adolescencia y la crisis de identidad con la road movie de familia rota o ensamblada. El equilibrio entre los bailes se suma a la tensión y al ritmo sostenido de peripecias por las que pasa Cabra, junto a su padre y su nueva familia, en un vaivén de emociones en que dos figuras paternales, el biológico y la nueva pareja de su madre (Diego Cremonesi) tironean por encaminarlo en direcciones opuestas. Pasos en falso que repiquetean sobre la voluntad de cambio y de descubrimiento que Cabra debe hacer en soledad y que el baile del Malambo le acerca como vía de escape ante un mundo adulto completamente fragmentado y roto.
“¿Dónde nos refugiamos cuando somos adolescentes y el mundo adulto que se nos impone viene con muchas más preguntas que respuestas?”, se pregunta el director Juan Pablo Félix en las notas de prensa de Karnawal. El protagonista de su película encuentra una respuesta similar a la que halló Félix en su infancia y adolescencia: el malambo, ese zapateo de orígenes gauchos afincado en la cultura andina de la región. Ese chico se llama Cabra (Martin López Lacci) y es un adolescente que vive con su madre (Mónica Lairana) y su pareja (Diego Cremonesi) en el norte de Argentina, muy cerca en la frontera con Bolivia, la misma que atraviesa para pasar mercadería y, con ese dinero, comprarse unas botas de cara a la competencia de malambo más importante de su vida. Es en ese contexto que recibe la inesperada visita de su padre, el Corto (el chileno Alfredo Castro), un estafador que acaba de salir de la cárcel por unos días mientras cumple su último periodo de condena. Con qué intenciones aparece, qué trae bajo la manga, son cosas que ni la madre ni Cabra saben, hasta que los obliga a embarcarse a un viaje por las rutas norteñas que los enfrentará a distintas verdades que preferirían no conocer. Karnawal hace de la familia el núcleo problemático de un relato que oscila entre la road movie (la geografía como terreno de cambio), el thriller policial (los problemas de Corto aparecerán más temprano que tarde) y el coming-of-age, en tanto Cabra difícilmente sea el mismo luego de esta experiencia. Porque en Cabra hay una distancia emotiva con un padre al que prácticamente desconoce y que cubre con un manto de silencio que se contrapone a la vitalidad frenética del malambo. Félix conjuga, en los silencios de ese chico, una paleta de sentimientos que va de la culpa a la vergüenza y, de allí, al deseo adolescente. El resultado es una película serena aun cuando sus personajes erupcionen por dentro, una historia de reencuentros involuntarios y paternidades que se conjugan con justeza en la escena final.
Cuando Cabra (Martín López Lacci) se calza las botas, se produce la magia. El muchacho baila malambo, con tanta destreza y concentración que, a pesar de su juventud, es la estrella indiscutida del grupo con el que ensaya. Para conseguir esas botas, y mantener su pasión, acepta pasar algo ilegal por la frontera que separa, o une, la Argentina con Bolivia. En esos paisajes transcurre Karnawal, esta bella película dirigida por Juan Pablo Félix que puede definirse tanto como una road movie como una historia de crecimiento, un coming of age. El retrato de un choque generacional, entre el chico y los adultos que lo rodean. Una madre presente (Monica Lairana), pero algo secreta, una especie de padrastro severo (Diego Cremonesi) y un padre (Alfredo Castro) al que apenas conoce, con el que vivirá un reencuentro muy particular. Entre peligroso y cariñoso, ese chileno de largo pelo can y tendencia al estallido violento, será, para Cabra, durante el viaje del que se ocupa la película, una fuente de curiosidad y acaso descubrimiento. Como suele en este subgénero, es un descubrimiento de ese otro, a la vez ajeno y familiar, pero también de sí mismo, en tanto el nuevo vínculo le permite vivir —hacer, decir— cosas inexploradas hasta entonces. Félix, su equipo y sus muy buenos actores, atraviesan pueblos fronterizos que celebran el carnaval, paradas de ómnibus en medio de la nada, rutas polvorientas de camiones cargueros. A saber si estos personajes, en su aventura, llegarán a tiempo para que Cabra asista a su ensayo. Porque este es, también, un retrato sensible de un adolescente a merced de adultos que inspiran poca confianza. Pero que son los suyos.
El director y guionista Juan Pablo Félix, utiliza una palabra mestiza entre el quechua y el español, para un film intenso y complejo, que mixtura personajes y acciones. Un chico adolescente, Cabra, que solo tiene una pasión, el malambo y sus concursos, por eso es capaz de meterse en el mundo del delito, para conseguir una botas que lo hagan lucir y sangrar. Poco después se sabe de su padre es un delincuente que sale libre, que su madre se esforzara presionada por ese hombre y por otro, un gendarme. Filmada en Jujuy, en la frontera con Bolivia, Tilcara, Abra Pampa, San Salvador, los nudos argumentales muestran un mundo de machismo, corrupción policial, poquísimo afecto y muchos silencios. Con suspenso, buenas escenas de acción y fascinantes momentos de baile. Ganadora de muchos premios internacionales donde la bautizaron como la “Billie Elliot gaucha”, el film muestra a una familia desarmada, el crecimiento de un adolescente que busca identificarse con modelos masculinos y una mujer que rema contra las circunstancias con poco éxito. Grandes actores y una revelación: Mónica Lairana, Diego Cremonesi, el gran Alfredo Castro y el chico Martin López Lacci. Una coproducción entre Argentina, Chile, Brasil, México, Bolivia y Noruega.
"Karnawal": drama familiar con dosis de contenido social El film intenta entrelazar varios mundos cinematográficos y lo logra en cierta medida, sin mucha sordidez ni sacarina. Los festejos del carnaval norteño podrán ser el trasfondo de la historia de Cabra, pero lo que realmente le interesa al personaje pertenece por origen a regiones mucho más llanas: el malambo. La ópera prima del bonaerense Juan Pablo Félix no es, como afirma un extracto crítico propuesto por la gacetilla de prensa, “un Billy Elliot gaucho y estepario”, aunque el guion no les hace asco a los tradicionales esquemas de suspenso del tipo “¿llegará o no llegará el protagonista a tiempo al concurso de baile?”. Pero eso ocurre cerca del final de Karnawal y es un detalle secundario. Antes, Cabra (el actor debutante y bailarín de malambo profesional Martín López Lacci) cruza la frontera entre Villazón y La Quiaca portando un pequeño paquete que debe transportar ilegalmente. Sólo después de llegar a destino cae el adolescente en la cuenta de su contenido: un arma de fuego ilegal. Félix dispone de entrada las coordenadas de su película, un drama familiar con dosis de contenido social y un colorido atractivo, cortesía de las secuencias documentales en las cuales los trajes carnavalescos brillan con todos sus oropeles. La relación de Cabra con su madre no atraviesa el mejor momento. Peor aún es la que mantiene con su nuevo novio, un gendarme que, a partir de una mirada dura y palabras ídem, parece dispuesto a enderezar al muchacho, que podría estar a un paso de descarrilar su vida. Mónica Lairana y Diego Cremonesi aportan profesionalismo en un reparto de rostros reconocibles, completado con la presencia del chileno Alfredo Castro como el padre de Cabra. Un hombre a quien todos llaman El Corto, un reo de pelo largo que anda disfrutando de sus primeras salidas provisorias antes de obtener la libertad. El inesperado pedido de El Corto de que un viejo auto que parecía abandonado le sea devuelto (primer toque de diseño del guion) posibilita el reencuentro de esa familia separada años atrás, fuente de conflictos nuevos y redivivos; también de la resurrección de anhelos que estuvieron en punto muerto durante mucho tiempo. Filmada en gran medida en la provincia de Jujuy, con paradas en paisajes de Tilcara, Humahuaca, San Salvador y otros parajes turísticos (y no tanto), Karnawal avanza firme y decidida en su descripción de personajes y pequeñas conflagraciones vinculares, con pequeños desvíos en los ensayos de una coreografía que ofrecen la oportunidad para el lucimiento del actor-bailarín. Castro, en tanto, suma un nuevo personaje a su galería de roles pintorescos y/o extremos (tal vez se trate del actor latinoamericano más versátil de los últimos tiempos), aunque los intentos de acercamiento de El Corto a su hijo tienen como resultado indefectible el rechazo, corolario de años de separación y abandono. Félix sabe alternar los planos más generales con los detalles de acción y reacción de los actores, apoyado en la notable dirección de fotografía de Ramiro Civita, que hace uso de los paisajes agrestes y urbanos sin caer en el abuso pictórico. Es en el tercer acto, signado por el retorno en la trama de aquel revolver mal habido, cuando la historia comienza a correr el riesgo del despiste. Una persecución nocturna algo forzada –por lógica interna y, sobre todo, enfrentada a la férrea construcción de uno de los personajes– ofrece un nuevo frente de tormenta entre los miembros del cuarteto central, al tiempo que la película coquetea con el policial sin policías. Karnawal intenta así reunir y entrelazar varios mundos cinematográficos, y lo logra en cierta medida, evitando al mismo tiempo tanto el exceso de sordidez como el de sacarina.
TACONES CANSADOS El Cabra es un adolescente hosco y callado, impenetrable para los que lo rodean, con una mirada tan intensa y desafiante que parece salvaje. Ni su madre ni su nueva pareja parecen capaces de comunicarse con él. Lo único que lo apasiona, aquello con lo que da tregua a su relación tensa con el mundo, es el malambo. Tal es su pasión que, al principio de la película, acepta un trabajo que consiste en pasar un paquete a través de la frontera, con el objetivo de comprarse unas botas para bailar. Una tarea peligrosa que lleva a cabo sin demasiada dificultad, ayudado por un par de golpes de suerte, pero que más adelante va a complicar bastante las cosas para todos. Karnawal es el debut en la ficción de Juan Pablo Félix, cineasta argentino con trayectoria en el documental (algo de ese registro puede verse en la manera en que la cámara registra el carnaval y los ensayos de malambo), que aquí se hace cargo de una coproducción entre Argentina, Chile, Bolivia, Brasil y Noruega. La mención a la suma de países no es gratuita, porque esa mixtura puede verse no solo en el elenco, sino también en el modo en que se relacionan las distintas culturas dentro del relato, con los desplazamientos geográficos y las tensiones sociales (por ejemplo, entre las mujeres bolivianas y los gendarmes argentinos). En esa ambición por abarcar temas y comentarios la película encuentra su primer obstáculo, porque deja de lado lo que suponemos es su interés principal (el drama familiar, o acaso el malambo), y comienza a transitar un camino derivativo entre el policial y la épica musical, que se parece mucho a la deportiva. Hay dos cuestiones centrales en Karnawal, que también son las más atractivas. Por un lado está el retrato de esa familia constantemente en crisis: Rosario, la madre del Cabra (Mónica Lairana), una mujer cansada que se debate entre su pasado y su presente; el padre, un ladrón conocido como El Corto (el chileno Alfredo Castro), que no parece muy interesado en permanecer lejos de la cárcel; Eusebio (Diego Cremonesi), el novio actual de Rosario, un gendarme que se preocupa por el Cabra y su madre, aunque las decisiones de ambos se lo llevan puesto, y en el medio de todo eso el propio Cabra (el campeón de malambo Martín Lacci, que debuta en la actuación), tironeado y aplastado por todo su entorno. Son todos personajes complejos, con matices ideales para ser explotados en sus interacciones, y encarnados por intérpretes a la altura (aunque Lacci pueda flaquear cuando dice sus líneas, se impone desde lo físico), pero la película los ubica en una trama indecisa, que funciona en varios pasajes pero en otros se queda sin saber muy bien qué hacer. La otra cuestión es, por supuesto, el malambo. Cuando la cámara encuadra el cuerpo del Cabra en movimiento, privilegiando los planos largos por sobre la superposición de cortes, Karnawal tiene fuerza y emoción. Lo mismo sucede con las escenas del carnaval, en donde lo musical y lo familiar entran en comunión y todo fluye con naturalidad. Pero por alguna razón, que podemos identificar con la ambición antes mencionada de sumar registros y comentario social, o con esa fuerza centrífuga que arrastra buena parte del cine nacional al terreno del thriller o del policial, el malambo nunca logra imponerse. Ni su épica ni su mundo se asoman más que tímidamente. La frase que el profesor les repite a sus alumnos en cada ensayo bien puede aplicarse a los resultados de Karnawal. Está bien, pero “le falta energía”.
Karnawal de Juan Pablo Félix. Crítica Desde hoy en salas de cine, Karnawal de Juan Pablo Félix. Una pequeña historia que ensambla el drama familiar con la pasión por la música. Karnawal, la multi-premiada película, es una representación extraordinaria de la cultura del Malambo, aunque también atraviesa tópicos vinculados con la masculinidad y el rol de un padre. Nos deja como lección que un hijo debe de encontrar sus propios pasos para no andar por las huellas de otros. Zapatero a tus zapatos.Cines Argentinos | La web de cine más visitada de ArgentinaMúltiplemente premiada, Karnawal (2020) película del director y guionista Juan Pablo Félix, abre la ventana para un aire fresco que proviene del norte argentino. No lo decimos por su esplendorosa geografía ni por el colorido ambiente carnavalesco diablero que la enmarca. Es una pequeña historia que sin pretensiones de reclamar premios mayores, ensambla a su manera, un dilema ancestral como los tiempos. ¿Qué es un padre? ¿Qué función cumple? ¿Cómo el ritmo de la música se instala en el cuerpo y hace de él un sitio de posible resistencia frente al vendaval de la necesidad y la ambición sin precio? Un joven comete un delito; ese joven convierte a ese delito en la manera de hacerse de un par de botas; el muchacho es un promisorio bailarín de malambo a punto de concursar en un torneo local; lo llaman Cabra y vive con su madre y el novio de ella, pero en un clima familiar de silencio y tensión violenta. De pronto, aparece el aparecido, el Corto, el padre de Cabra, reclamando un auto para poder trasladarse, porque ha salido de la cárcel de manera condicional. Así es como se reencuentra Cabra con su padre. Rosario, su madre, obediente al llamado de su hombre del pasado, sale a la ruta en un auto desvencijado, abriendo un road movie local que entrelaza una pasión (el baile), con otra pasión (el amor del y por el padre). Porque el film muestra cómo el Corto regula, re-direcciona digamos, apacigua la relación agresiva que hay entre Rosario y su hijo. Espléndido hallazgo el de Martín López Lacci en sus miradas, sus silencios y su descomunal elasticidad rítmica y expresiva del malambo. Una forma de baile, solitario y grupal que lo practican los hombres, de ostensible zapateo, y vestido con usanzas gauchescas. Es marcadamente varonil y al mismo tiempo, gracias a cierto giro que le da el director, se ensambla cierta aura femenina, que lo unifica pero sin completarlo. ¿Será debido a eso que al joven se lo llama Cabra? Conjeturamos que es un nombre de género femenino (la cabra), aunque suene como el Cabra. La identidad es una mezcla, una combinación, un encastre, un compuesto de retazos. Alfredo Castro, por su parte, se luce en su versátil personaje de padre que pretende encauzar a su hijo, cuando él mismo es un des-encauzado (no deberíamos estar tan seguros de eso); que despierta el deseo y la vida en el cuerpo de Rosario, aunque ella sepa que ya no lo acompañará más; que es admirado y seguido por este hijo el cual con sólo ver a su padre, le renace el brillo por las cosas. Un padre que salva al hijo de la cárcel, pero que sus actos lo llevan, una y otra vez, al enfrentamiento con la ley: una ley que pretende limitar el robo y el homicidio, pero que participa de ellos en un negocio oscuro y opaco. Si hay una lección en este film, será que un hijo debe de encontrar sus propios pasos para no andar por las huellas de otros. Zapatero a tus zapatos. Las botas que hacen doler y sufrir, lo transfiguran al Cabra en un baile diabólico del deseo. A su vez, el Corto padre continuará realizando sus propios pasos al ritmo de su propio baile. Película de encuentros y desencuentros necesarios; de pérdidas y recuperaciones; de esperanzas sin esperanzas. Crítica: Mario Betteo
“Karnawal” de Juan Pablo Félix. Crítica. Murga, colores, espuma y crimen. Tras un exitoso paso por los festivales de todo el mundo, entre los cuales cuenta con los galardones del festival internacional de cine de Guadalajara y el SANFIC (festival internacional de cine de Santiago), llega a los cines “Karnawal”. La primera película de Juan Pablo Félix, pone el foco en cómo las figuras paternas, queramos o no, nos moldean. Ya sea por la crianza o una simple mirada que signifique orgullo. Cabra es un bailarín de malambo que vive con su madre y su pareja, un gendarme. Durante el Carnaval se prepara para competir por un pase directo al festival nacional de malambo. En la misma fecha, su padre consigue una salida transitoria de la cárcel y exige verlo. Esto pondrá en riesgo su presentación, ya que se ve arrastrado a un mundo criminal, que no le es tan ajeno como pensamos. La república Argentina es poseedora de los más variados y bellos paisajes, los cuales son, generalmente, poco explotados por la pantalla grande. La mayoría suele optar por las grandes urbes. Por supuesto, nos encontramos aquí con una de esas excepciones, que con maestría explota los pictóricos paisajes de la frontera entre Argentina y Bolivia. Mediante exquisitos planos generales que exprimen el jugo al árido noroeste. Sumado a la extensa matiz de colores y texturas que brinda el carnaval, desprendiendo energía y vitalidad. El tratamiento dramático del personaje de Cabra se asemeja a una dinamita de extensa mecha. Desde que inicia la película, esta se encuentra ardiendo, contenido detrás el rostro inmutable del muchacho. Rostro que habla solamente con la mirada, llena de fuego, desafiante. Absorbe todo lo que le pasa hasta que finalmente explota, incapaz de contenerse. Su único cable a tierra es la danza, el estridente zapateo que le permite liberar las tensiones de su dificultosa vida. Si bien la trama transita, algo libremente, entre el drama familiar, el thriller, coming of age y la autosuperación, no genera un gran conflicto en su visualización. Todo está cocinado a fuego lento y bien sazonado, pasar de un género al otro no provoca inconvenientes cuando se hace correctamente. Así es como por momentos apreciamos la reconciliación familiar entre Cabra y sus padres e instantes después, al borde del asiento, presenciamos el robo de dos camiones de combustible. Tan atrapante como entretenida, “Karnawal” de Juan Pablo Félix posee una delicadeza visual elegante, sin llegar a ser preciosista, construido a base de paisajes, la fiesta del carnaval y lo hipnótico del malambo. Acompañando a una trama bien construida, con personajes interesantes, quienes, si bien son ficcionales, parecieran tener un pie siempre en la realidad. Demostrando así, que todos sus galardones fueron bien merecidos
Luego de su exitoso recorrido por grandes Festivales Internacionales y elegida para inaugurar la próxima edición del Festival Internacional de Cine de las Alturas (Jujuy del 1ª al 10 de octubre), se estrena en salas Karnawal, la ópera prima del director Juan Pablo Félix (aquí la entrevista) que combina con acierto y solidez una historia que reivindica la danza como expresión y refugio para hallar la felicidad, no sólo para darle sentido a la vida sino para escapar de un contexto ominoso. Bailar malambo es sinónimo de felicidad y libertad para un joven jujeño de origen humilde llamado Cabra (Martin López Lacci) que vive con su madre (Mónica Lairana) y su pareja, Eusebio (Diego Cremonesi) en un pueblo de cercano a Bolivia; un país donde el joven pasa mercadería para ganar dinero fácil a pesar de los riesgos. Mientras ensaya para presentarse en una competencia de malambo a la que aspira ganar, la aparición de su padre, el Corto (Alfredo Castro) que sale en libertad condicional luego de siete años en prisión, cambiará el rumbo de las cosas, exponiendo los conflictos familiares de los que intenta escapar y evadirse mientras baila. De cara a los distintos conflictos que enfrenta el protagonista a diario, el contraste con los momentos musicales en los que disfruta bailar con su grupo, y la belleza del paisaje norteño como escenario, se van combinando para desarrollar una road movie que hará foco en la incomprensión, en la ausencia de la mirada y en la carencia de una imagen paterna durante el proceso de crecimiento. Pero Karnawal no se queda en el drama familiar ni en las ambiciones aspiracionales de un joven bailarín, sino en cómo influye su contexto más cercano, como el de su padre, ya que su conducta y los planes a futuro conducirán el relato hacia el thriller de acción donde la tensión de los hechos irá in crescendo a medida que descubren quiénes son y cómo eligen vivir. “¿Dónde nos refugiamos cuando somos adolescentes y el mundo adulto que se nos impone viene con muchas más preguntas que respuestas?” expresa su realizador, quien en su adolescencia también fue bailarín y tuvo que abandonarlo; esas preguntas se desprenden del gesto de Cabra con su constante enojo y rebeldía, como en el enfrentamiento hacia sus padres. La cámara de Felix se inserta en el núcleo familiar como en el interior del auto para captar la dificultad de sus vínculos y los procesos internos que atraviesan. En coproducción con varios países Latinoamericanos y de Europa, la película logró su consagración en el Festival de Cine de Málaga donde obtuvo los premios a la Mejor película iberoamericana (Biznaga de Oro)y al Mejor actor de reparto para Alfredo Castro. También ha sido ganadora de los premios a Mejor director para Juan Pablo Félix y, nuevamente, al Mejor actor para el chileno Alfredo Castro, en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, entre otras distinciones. Karnawal da luz a nuestras raíces culturales al situar la historia en el marco del carnaval norteño como del folclore que se respira en las imágenes. También eligió combinar géneros con los que logra diversos climas desde la puesta en escena y la musicalización a cargo del compositor Leonardo Martinelli, también premiado en el Festival de Toulouse. Finalmente, las destacadas interpretaciones de sus protagonistas logran una película dinámica e interesante que nos permite acercarnos a un realizador que seguramente nos seguirá sorprendiendo gratamente. KARNAWAL Karnawal. Argentina/Chile/Brasil/México/Bolivia y Noruega, 2020. Dirección y guion: Juan Pablo Félix. Intérpretes: Martín López Lacci;Mónica Lairana, Diego Cremonesi y Alfredo Castro. Director de Fotografía: Ramiro Civita. Montaje: Eduardo Serrano (Brasil) – Luz López Mañe. Diseño de Sonido: Lena Esquenazi (México). Dirección de Arte: Daniela Vilela (Brasil). Vestuario: Regina Calvo (Bolivia) y Gabriela Varela. Música Original: Leonardo. Martinelli – Tremor. Duración: 97 minutos.
Juan Pablo Félix nos lleva a los márgenes de los territorios, un no lugar, en donde la búsqueda de identidad de un joven bailarín de malambo, miembro de una familia disfuncional, intentará comenzar a transitar su propio camino, con sus propias reglas y alejado de mandatos. Mezcla de coming of age, western y drama familiar, en el potente debut del realizador que además reflexiona sobre el ser argentino y el cruce con culturas foráneas.
Una tradición, el carnaval, que a lo largo de los siglos, fue hibridando elementos cristianos e indígenas y hoy resulta un espectáculo para turistas en el gentrificado Norte Argentino. Lugar de fronteras, la Quiaca linda con Villazón, ciudad boliviana a la que el Cabra viaja en la primera escena de Karnawal. Y Cabra lo hace por un oscuro encargo que le permitirá comprar unas botas de malambo. Las tensiones de ese paso de frontera y una posterior persecución, resultan buen inicio para la ópera prima de Juan Pablo Félix que se estrena en Buenos Aires en medio de su recorrida por Festivales donde obtuvo ya varios e importantes premios (En Málaga, en Guadalajara, en SANFIC de Chile, en Viña del Mar) antes de abrir el proximo Festival de Valdivia. Filmada en Jujuy y parte de Bolivia, la película aprovecha esos paisajes sin hacerlos postal: zona de secas polvaredas cuando a Cabra lo persiguen para golpearlo, o zona de fiestas nocturnas para una familia que se reencuentra a la fuerza, aprovechando el momento de fiesta para tener algun destello de felicidad, o zona de montañas gigantescas en una última parte cuando estalla el conflicto al que se llega algo forzadamente. Seguramente las escenas de malambo, protagonizadas por el joven bailarin Martín López Lacci serán bien apreciadas. La energía que despliega el Cabra en esos bailes se resume en el grito final frente a tanto silencio anterior. Cabra/Lopez Nacci tiene una mirada extremadamente fuerte y generalmente el director descansa en esa fuerza para expresar lo que no aparece en el diálogo. Hay algo interesante en esa resistencia a no poder separarse tras del encuentro con el padre biologico que sale de la cárcel y un triángulo amoroso que se vislumbra más allá de lo explícito. Karnawal es una digna coproducción entre Argentina, Chile, Brasil, México, Bolivia y Noruega, su proyección internacional ya la está demostrando. Antes que una facilista relación con Billy Elliot, pensaría mejor en la notable Ya no estoy aquí del director mexicano Fernando Frías, con la que tiene más puntos de contacto: sea la geografía de frontera o el tema del baile, además de ser latinoamericana, claro.
“Con el paso del tiempo, me doy cuenta de que invertí tantos años de mi juventud en el baile porque era mi refugio para escapar del incoherente mundo de los adultos. De esto intento hablar en esta película: ¿Dónde nos refugiamos cuando somos adolescentes y el mundo adulto que se nos impone viene con muchas más preguntas que respuestas?”, señala Juan Pablo Félix, guionista y director de Karnawal, su ópera prima que ganó como Mejor película Iberoamericana en el Festival de Málaga y Mejor director en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Cabra es un adolescente vive con su madre en el norte de Argentina, cerca de la frontera con Bolivia. Su gran sueño es ser bailarín profesional de malambo. Justo cuando se prepara para una competencia muy importante Cabra recibe la visita de su padre, El Corto, un delincuente con libertad condicional por unos días. De ahí en más, Cabra y su madre se involucran, contra su voluntad, en actividades ilegales que podrían frustrar la participación del joven bailarín en la competencia. Rodada íntegramente en la provincia de Jujuy y parte de Bolivia, Karnawal es una de esas películas que inmediatamente llaman la atención por su cuidado formal, tanto fotográficamente como desde el plano sonoro. Evitando la mirada simplista del exotismo, Félix filma de modo tal que el universo de Karnawal se sienta tan real como cercano, a punto tal de que el espectador esté casi inmerso en cada uno de los distintos escenarios. En su representación del carnaval aparece un sesgo documental y en la del malambo, un pequeño gran espectáculo se despliega ante los ojos del espectador. Alfredo Castro, Mónica Lairana, Martín López Lacci y Diego Cremonesi son una gran parte de la columna vertebral de un relato que oscila entre el realismo duro en sus contenidos y la contemplación poética en la manera en que se transmiten esos contenidos. Tensa y nerviosa por momentos, reposada e introspectiva en otros, la película de Félix apunta alto y aunque ocasionalmente aparezcan sus falencias – cierta redundancia en plasmar el conflicto central, un Cabra quizás demasiado opaco, algún que otro momento donde asoma el estereotipo, pequeños problemas con la progresión dramática – lo cierto es que los varios aciertos son más significativos. Es que son los momentos cuando Karnawal tiene una resonancia más profunda. La vida que transitan los protagonistas de este mundo peculiar es melancólica y vital al mismo tiempo, ardua pero con satisfacciones, y eso también aleja a la historia de otro simplismo: el del sufrimiento eterno del joven artista que intenta triunfar frente a la adversidad. Acá nada es blanco o negro, aunque tampoco haya tantos grises. Así, el equilibrio tonal le da un espesor poco visto en el cine nacional contemporáneo.