Las balas y el viento Para aventurar una hipótesis que conecte a la historia de la violencia política argentina de los ’70 con el actual brote de la derecha neonazi en la ciudad balnearia de Mar del Plata se debe tener un sustento periodístico e histórico importante, más allá de reunir testimonios de víctimas, victimarios y personas relacionadas con hechos de sangre e impunidad. El documental de Valentín Javier Diment (El Eslabón podrido) cuenta con todos esos elementos para trazar conexiones entre el pasado político con el presente, el enfrentamiento de dos modelos ideológicos antagónicos y una historia con un trasfondo atroz, que conecta de inmediato con rasgos humanos y las peores miserias de los hombres. En ese intento de reflexión sobre un debate aún no saldado por la sociedad argentina intenta acomodarse una película sin concesiones y sin la jactancia de tener la verdad y la potestad sobre la memoria histórica. Material de archivo, ciertas escenas de dramatización con efectos visuales o de sonido presentes marcan un viaje hacia el pasado y al recuento de cadáveres, producto de la brutal represión parapolicial, o la lucha armada mal relativizada desde la Teoría de los dos demonios, y que la justicia argentina de los últimos años enroló en la figura de crímenes de lesa humanidad, polémica para muchos sectores, juristas, por no medir con la misma vara a quienes respondieron con violencia similar desde consignas políticas y arengas tales como la del cinco por uno. Sin embargo, más allá de los valores como reflejo del pasado político y de la importante participación en actos de violencia y crímenes de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) a principios de los ’70 con el asesinato de una universitaria, estudiante de arquitectura, hecho que luego desató una espiral de violencia y muertes, la importancia del presente trae la existencia de caldos de cultivo amparados en la xenofobia, el nacionalismo a ultranza y en la impunidad de clase. Mar del Plata, lugar de veraneo que vivió la transformación social al incorporar sectores sociales diferentes y contrapuestos a los intereses de la clase fundante, se erige como un monumento y símbolo de la contradicción, la hipocresía y quizás el futuro que ya no tiene chance de modificarse, como tampoco la desigualdad que opera desde el centro a la periferia mientras las balas y el viento siguen crepitando al compás de una canción pasatista.
Ensayo sobre el neofascismo: Violencia siempre hubo, desde el comienzo de la humanidad. Lo que tienen de particular las manifestaciones de la violencia hoy es aunarse con el fenómeno que Lacan ya vislumbraba con lucidez en su Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela al decir que: “Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”. La cuestión de la violencia en nuestro país, es un tema que el realizador argentino Valentín Javier Diment ha trabajado a lo largo de su filmografía desde el documental Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA (2010), pasando por esa fábula de ficción en clave de terror que fue El eslabón podrido (2015), hasta la que nos convoca en el presente: La Feliz: continuidades de la violencia (2018). En esta ocasión se trata de un documental que tiene toda la impronta del periodismo de investigación, y que pese a la densidad y el horror de los temas que aborda, logra resultar llevadero para el espectador gracias a un estilo de presentación contemporáneo tanto desde lo visual como lo sonoro y a un montaje ágil, que no obstante, dedica el tiempo necesario a las secuencias claves sin perder profundidad. El documental comienza con un plano general de la vastedad del mar, a partir del cual se localizará la ciudad ícono de las vacaciones que es Mar del Plata, conocida por este motivo como “La feliz”. Lo que el director Valentín Diment nos mostrará no es la postal alegre a la que estamos acostumbrados sino su lado B, su reverso oscuro que es aquel de su realidad social. Mar del Plata es una ciudad con uno de los mayores índices de pobreza en nuestro país y también ha sido el escenario de un incremento de ataques por parte de agrupaciones neonazis en los últimos tiempos. A partir de diversos testimonios en plano fijo y rescatando distintas posiciones, tanto desde lo profesional o la inserción social como desde lo ideológico, y tomando material de archivo del juicio de la causa por ataques neonazis; el documental toma cierto sesgo arqueológico y detectivesco que apunta a dar cuenta de los orígenes de la violencia actual, construyendo así una genealogía de la violencia. La hipótesis que propone el documental, con sustento y labor de investigación exhaustiva, es que habría una continuidad de la violencia en La Feliz que puede rastrearse desde el choque que significó la llegada de veraneantes asalariados a esa ciudad que en los años 30 fue centro de veraneo de una aristocracia que emulaba a Europa tanto en su mirada como en su estilo de vida, pasando por los prolegomenos y los acontecimientos del Terrorismo de Estado en la década del 70, hasta las más actuales manifestaciones de violencia xenófoba entre los años 2014-2016 por parte de grupos neonazis. En el marco de este trabajo cobran importancia los testimonios vinculados al asesinato de Silvia Filler durante la asamblea de estudiantes en la Facultad de Arquitectura perpetrado por integrantes de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) en 1971, agrupación católica reaccionaria y de extrema derecha, brazo armado universitario de la Triple A. Asimismo, los testimonios ligados a la represalia de la ultraderecha paramilitar por el asesinato de Piantoni (integrante de la CNU) a manos de Montoneros en el año 75, que derivará en una escalada de asesinatos que produjeron entre el año 75 y 76, apoyándose en la consigna del General Perón del 5 por 1, que hacía evidente la brecha indisoluble entre las distintas lineas dentro del Peronismo. Se destaca también muy especialmente el desgarrador testimonio de Marta García de Candeloro, victima de atrocidades durante su cautiverio en la llamada “Noche de las corbatas”, operativo que consistió en el secuestro, torturas y asesinato de un grupo de abogados y sus familiares en el año 1977 por parte de la dictadora militar, en el cual participaron miembros de la CNU. Es interesante el paralelismo que muestra el documental entre la famosa teoría de los dos demonios para explicar los acontecimientos de los años 70 y la teoría del enfrentamiento entre tribus urbanas para explicar la violencia contemporánea, en ambos casos apuntando a amenguar y quitar responsabilidad en los delitos cometidos por los grupos de derecha, que en verdad actúan usando la fuerza o el patrocinio y amparo del Estado, atacando a colectivos vulnerables y en clara situación de desigualdad. Los ataques perpetrados por grupos integrados por jóvenes neonazis son orgullosamente avalados por Carlos Pampillón, referente del nacionalismo extremo marplatense (Líder de la agrupación Foro Nacional Patriótico), que apoya públicamente al actual intendente por Cambiemos Carlos Fernando Arroyo. Cierto es que cada uno puertas adentro puede profesar la ideología que quiera y que decirse de derecha o tener en su biblioteca bibliografía del nazismo. Pero si la ideología traspasa la esfera pública, perpetrando acciones violentas u avalando e incitando a las mismas, ya se constituyen en delito, y serán los nexos con el poder de policía o la política, los que les permitan cierta protección para que los realicen con cierto nivel de impunidad. Pampillón indigna cuando dice con absoluta liviandad frente a la cámara que “Los militares se quedaron muy cortos; porque hay muchos que están vivos”. Su figura podemos pensarla desde lo que Lacan en El Seminario 7: La ética del psicoanálisis, para referirse al intelectual de derecha, sitúa como “el knave”, es decir el bribón, aquel que no se avergüenza de presentarse como lo que es: un canalla y cuyo cinismo encarna el cinismo del poder mismo. Los grupos neonazis serán llevados a juicio en 2017 y sus integrantes recibirán su condena. Pero lo que resulta inquietante a partir del documental de Diment, es que especímenes de mayor envergadura política, como Pampillón, continúan expresándose y actuando con impunidad y hasta con orgullo narcisista por ser el centro de atención. Y más aún cómo la dinámica y la manera de pensar de estas agrupaciones se continúa en las políticas en materia de Migración o de Seguridad del actual gobierno de CEOs de las Corporaciones. Más allá del la situación puntual de Mar del Plata que toma el documental, lo que hay que destacar es que la película abre a la posibilidad de reflexionar sobre el rebrote del odio hacia el diferente como un problema de nuestros tiempos. El odio apunta a la eliminación del ser del diferente, expresa la intolerancia extrema ante el modo de gozar del extranjero, del homosexual, de la mujer, etc. En el odio hacia el ser del otro, se busca afirmar el propio goce. De este modo, en el rechazo hacia ese goce diferente, lo que se desconoce es que el mal no está en el exterior, en ese otro que es situado como enemigo, sino en el interior de sí mismo. Ciertamente para la dirigencia política y económica, hoy no es necesario recurrir a las fuerzas del orden de las dictaduras para ejercerlo, se puede llevar de manera más sutil mediante una política de libre mercado, que convierta a todos (extranjeros, homosexuales, etc.) en esclavos consumidores, excluidos, desempleados y muertos de hambre. La Feliz: continuidades de la violencia, es un documento revelador y necesario que nos muestra el otro lado de la postal luminosa y banal del verano, donde que el futuro que había entrevisto Lacan en el 1969 como efecto del capitalismo global y homogenizante, llegó para quedarse. Mar del Plata aparece así como el epicentro de una fuerte desigualdad social y de rencores y antagonismos ideológicos que aún no han podido superarse. Al diseccionar la dinámica de los grupos de extrema derecha de los años 70, la propuesta de Diment no se queda simplemente en un puro revisionismo histórico, sino que nos permite visualizar con claridad su continuidad en el rebrote de neofascismo actual, que no es es sino la expresión visible y funcional de las minorías capitalistas que siguen empeñándose en conservar sus privilegios y riquezas.
Una ciudad nada feliz Valentín Javier Diment incursionó en la temática de la violencia política en Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A (2010), película que en un punto funciona como precuela de La Feliz. Continuidades de la violencia (2018), documental que narra cuarenta y cinco años de este tipo de hechos en la ciudad balnearia de Mar del Plata. La Feliz. Continuidades de la violencia se desarrolla entre un periodo que comienza con el asesinato de Silvia Fuller en 1971, estudiante de arquitectura muerta por el disparo de un arma de fuego proveniente de miembros de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) durante una asamblea del centro de estudiantes, y finaliza con la condena en 2018 a un grupo de jóvenes neonazis [9 años y 6 meses a Oleksandr Levchenko (23); 9 años a Alan Olea (29) y a Gonzalo Paniagua (26); 8 años y 6 meses a Nicolás Caputo (30); 5 años y 6 meses a Giuliano Spagnolo (21); 4 años y 6 meses a Franco Pozas (28) y 2 años de tratamiento tutelar a Marcos Caputo (19)]. Tomando como punto de partida el primer asesinato, la impecable investigación periodística de Felipe Celesia, Pablo Waisberg, Federico Desántolo atraviesa una serie de hechos vinculados con el aumento y continuidad histórica de la violencia política. Al disparo que puso fin a la vida de la estudiante le siguen una serie de cruentos asesinatos ocurridos en 1975; la conocida como “La noche de las corbatas” en 1977, que terminó con el secuestro, tortura y desaparición de un grupo de abogados laboralistas, y varios años después, a partir de 2015, luego del triunfo del candidato del PRO Carlos Arroyo, un seguidilla de hechos vinculados a grupos de extrema derecha con simpatía neonazi que cometieron atentados contra inmigrantes bolivianos y miembros de la comunidad LGBTQI. La hipótesis del documental es demostrar como todos estos sucesos tienen un mismo hilo conductor y que no es casual que acontezcan en Mar del Plata. Diment recurre al formato de la entrevista frente a cámara utilizando elementos del cine de género y algunos recursos cinematográficos de la ficción –la música juega un rol esencial- para descomprimir los brutales testimonios (de víctimas y victimarios) como el de Marta García de Candeloro, secuestrada, torturada y violada durante la última dictadura cívico militar en el centro clandestino conocido como La Cueva y cuyo esposo, un abogado laboralista, aun continua desaparecido, o Carlos Pampillón, referente de la ultraderecha local. Sin ningún tipo de resquemor, Pampillón vomita frente a cámara toda su ideología neonazi pero no es el único. Entre los entrevistados también aparecen Nicolás Márquez, coautor con Agustín Laje de una serie de libros de ideología ultraderechista, el Dr. Cristian Moix, abogado defensor de Pampillón, e incluso Giovanni Naldi Gravigna, joven transgénero militante de la ultraderecha que considera un invento a la ideología de género.. La Feliz. Continuidades de la violencia busca desmitificar el apodo que se le puso a Mar del Plata, que en sus orígenes fue el refugio veraniego de la élite argentina hasta que con la llegada del peronismo se convirtió en una ciudad popular, para mostrar como nada de lo que sucede es casual sino que está en la genética de una ciudad que desde su fundación ha sido epicentro de la ultraderecha nacional.
En su documental, el realizador Valentín Javier Diment reconstruye un sangriento recorrido por las organizaciones políticas radicalizadas que, desde 1971, acechan a Mar del Plata, la ciudad escogida por muchos argentinos para veranear. Cuando uno piensa en Mar del Plata, difícilmente lo primero que se le venga a la cabeza sea la violencia política y el asedio de grupos neo-nazis o de extrema derecha vinculados a la Dictadura. Pero ese costado existe. En “La Feliz: Continuidades de la violencia”, Valentín Javier Diment -a través de entrevistas e imágenes de archivo- reconstruye ese pasado oscuro en una ciudad que privilegió el poder asociarse a una imaginería europea. Es que Mar del Plata siempre intentó ocultar sus huellas vinculadas con el odio, centrándose sólo en la concepción que la colocaba en un lugar de preferencia por veraneantes foráneos y también locales, quienes veían en ella a una copia de la ciudad vasca de Biarritz. En el creciente y auspicioso ritmo que marcaban los veranos y el consumo, Mar del Plata fue configurándose, hacia dentro, como una ciudad pujante, viva, que exigía mucho más que tres meses plenos plagados de visitantes y turistas, consolidándose como un lugar con posibilidades y trabajo. Identificada como lugar turístico, como ciudad de paso, la infraestructura y potencia de Mar del Plata se traduce en un millón de habitantes residentes todo el año que hacen tambalear la idea de un lugar balneario. Y que más allá de preparar en el tramo final de cada año la bienvenida a los turistas, su ritmo laboral permite una continuidad en el ejercicio de las actividades económicas, políticas y sociales, configurando el espacio para que emergentes tomen lugar en la voz de muchos lugareños. Detallando esta configuración y cambio de ciudad turística a ciudad comercial, “La Feliz: Continuidades de la violencia” analiza cómo en este lugar, asociado a buenos momentos, alegría, sol, playa, verano, lentamente y a lo largo de más de cuatro décadas, sucesos de violencia han ido gestando un gen que se repite en maneras de actuar de organizaciones clandestinas, y otras no tanto, asociadas a una ideología de derecha radicalizada, o, directamente, a ideas propias del nacional socialismo. Es curioso que algún entrevistado deja casi en clave de broma la imposibilidad de hablar de esta manera dado que la mayoría de los habitantes son migrantes de otras ciudades argentinas, lo que negaría la existencia de un nacionalismo al no ser nadie de allí. Pero más allá de ese dato que a lo largo del relato Diment utiliza hábilmente como herramienta discursiva formal, lo que se revela en el documental es la fuerte pregnancia de ideas racistas, xenófobas, discriminativas, hacia el otro, al que consideran distinto y al que creen que corrompe el status quo de aquello que se imagina como el “estado ideal”. “La Feliz: Continuidades de la violencia” recupera un tipo de cine documental político de investigación, que a través de entrevistas, testimonios, imágenes de archivo y trazos gráficos, ubica al espectador en la pesquisa de aquello que se quiere denunciar o contar. En la búsqueda de un paralelo entre los delitos que el CNU (Concentración Universitaria) realizó en la ciudad en la década de los setenta, con el asesinato a sangre fría de una estudiante de arquitectura en 1971 y el juicio a ocho militantes nacionalistas asociados a la imaginería e ideología nazi, que esperan veredicto sobre atentados en los que participaron, hay una dolorosa reflexión sobre la naturaleza humana, aquella que en su costado más animal arrasa con lo que considera diferente. Diment se corre del lugar de director/entrevistador y deja esa tarea a su equipo, ubicándose tras cámaras y buscando una estética periodística casi televisiva, para denunciar un flagelo que avanza y que en algunos casos permite decir barbaridades sobre derechos humanos, desaparecidos, ideologías y mucho más, dándole voz a todas las partes para que el relato hable también desde los protagonistas. Que un personaje como Carlos Pampillón, pensándolo específicamente como parte del relato con una función en él, diga abiertamente que “lo de los 30 mil desaparecidos es una mentira” y niegue sus ideas nazis amparándose en que es católico y va a la iglesia, no hace más que revelar un estado de las cosas que emerge con fuerza en Mar del Plata y en cada una de las ciudades argentinas, con o sin playa. En cada una de ellas hay un Pampillón queriendo “limpiar” su ciudad, asociándose con otros que piensan igual y que, en la práctica, con pintadas, violencia y humillaciones varias terminan por consolidarse como la voz de algo que se venía gestando hace tiempo o, como lo teoriza la película, en al menos las últimas cuatro décadas. Mar del Plata ruge en el verano, con su cartelera teatral viva y plagada de espectáculos que apuntan a borrar problemas, con sus restaurantes llenos y colas en la calle, con el sol que abraza a cada turista en sus playas: esa es la ciudad de móviles televisivos y de coberturas periodísticas estacionales. Pero también tiene otra cara, aquella que en el letargo post temporada, con su población mayor (o como refiere otro de los que dan testimonio en el film, “la previa del cementerio, con los jubilados que vienen a morir aquí”) posibilita la emergencia de grupos radicalizados que vandalizan y acechan a aquellos que consideran una amenaza para el orden y la higiene de la ciudad. El archivo como recurso cinematográfico sirve para dar más fuerza a la hipótesis central del film: la violencia existe desde hace tiempo y crece con una fuerza irrefrenable a partir de fútiles ideas que, gritadas radicalmente, parecen convencer a algunos de que hay que eliminar al otro para poder vivir en paz. “La Feliz” es una propuesta que descubre en su forma de documental la manera de denunciar un foco de violencia que va creciendo en Mar del Plata y que requiere mucho más que una película que lo analice. Se necesita la profunda reflexión de una sociedad que, incluso sin poder superar la violencia institucional que se vivió hace años, vuelve a caer en falsos ideales, aquellos que exigen la eliminación del otro para poder recuperar algo que se cree ejemplar y que, en realidad, no es otra cosa que la exacerbación de ideas retrógradas que no acompañan el pulso y ritmo de los cambios en la sociedad y sus integrantes.
Mar del Plata, o popularmente conocido como “La Feliz”, es un lugar turístico, donde principalmente durante el verano suelen acercarse visitantes de todo el país para disfrutar de sus playas y las noches de teatro a cargo de figuras del espectáculo. Pero Mar del Plata también tiene su lado b, su parte oscura que no muchos conocen, y que Valentín Javier Diment se propuso mostrar en su nuevo documental titulado “La Feliz: Continuidades de la Violencia”, a base de una investigación periodística exhaustiva. Con la experiencia previa que le dejó su documental ficcionado “Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A” (2010), Diment plantea la hipótesis de un paralelismo entre el surgimiento de grupos nacionalistas y neonazis en la actualidad en Mar del Plata con la violencia que se vivía en los años 70 en dicha ciudad; es decir, que desde entonces hasta ahora hubo una continuidad de brutalidad que, aunque se transformó en otros movimientos, nunca concluyó. A partir de entrevistas con profesionales de distintas áreas (representantes de instituciones, investigadores de organizaciones, abogados, fiscales, etc.), figuras de movimientos sociales o partidos políticos, víctimas y victimarios en general, nos vamos interiorizando sobre este costado oscuro de Mar del Plata, que va desde el asesinato de Silvia Filler, estudiante de arquitectura, quien murió por el disparo de un arma de fuego de un miembro del CNU (Concentración Nacional Universitaria, organización terrorista ultraderechista) durante una asamblea del centro de estudiantes a principios de los años ‘70, pasando por “La Noche de las Corbatas”, donde secuestraron, torturaron y ejecutaron a un grupo de abogados laboristas y a sus familiares en 1977 (principalmente a través de uno de los testimonios más valiosos y conmovedores que presenta el documental a cargo de Marta García Candelero, secuestrada, torturada y violada en el centro clandestino La Cueva, y cuyo marido murió por los mismos motivos), hasta llegar a nuestros días con el surgimiento de movimientos neonazis y de ultraderecha que comete vandalismos en la vía pública y que arremete contra distintos grupos, como la comunidad LGBTQ o boliviana. Pero además de las entrevistas, el documental se apoya en imágenes que acompañan los dichos de los entrevistados (ya sea para ilustrar un hecho o reafirmar la violencia), material de archivo proveniente de noticieros o juicios orales o transiciones que recrean la brutalidad de la que se está hablando. En este último punto también es de vital importancia la música, que escolta a las ilustraciones a través de su potencia. Lo más valioso que tiene “La Feliz: Continuidades de la violencia” es sin duda su investigación periodística a cargo de Felipe Celesia, Pablo Waisberg, Federico Desántolo, quienes consiguieron fuentes significativas de ambas partes, con declaraciones trascendentes. Porque si bien se quiere probar una hipótesis, el documental no es tendencioso en el sentido de que solo te muestra lo necesario para confirmar su punto. Busca tener testimonios de todas las partes implicadas para que puedan dar su perspectiva sobre la situación. Es así como se habla de la violencia de un lado, y se reivindica la teoría de los dos demonios por el otro; como también tienen voz las víctimas de hechos brutales o personajes como Carlos Pampillón, líder del Foro Nacional Patriótico y un referente nacionalista. “La Feliz: Continuidades de la violencia” es un documental que consigue mostrar el lado b de una ciudad a la que se la asocia con el verano, las vacaciones y el goce, pero donde ocurren hechos muchos más oscuros y brutales que no se conocen tan abiertamente fuera del lugar de origen. A través de entrevistas y una puesta visual interesante, el film logra traer testimonios valiosos de ambas partes implicadas con el objetivo de plasmar su hipótesis del paralelismo entre la violencia de los ‘70 y la de la actualidad.
Mar del Plata ha recibido, como cualquier argentino sabe, el apodo de “La Feliz”. En los primeros minutos de película el director se encarga de destruir esa imagen, describiendo a Mar del Plata como un infierno. Con ese comienzo, y desde el punto de vista narrativo, un espectador argentino tendrá un interés por saber más. Y hay más. De manera furibunda la película describe a la ciudad como un lugar de clase alta resentida cuando el balneario se volvió popular años más tarde. La película se centra en la CNU (Concentración Nacional Universitaria) un grupo de ultraderecha con integrantes del peronismo, fascistas, antisemitas, nacionalistas, cristianos contrarios al Concilio Vaticano Segundo. Herederos del nazismo en muchos conceptos, estos crearon una línea temporal que va desde el primer asesinato hasta las crímenes sistemáticos perpetrados en la década del setenta. La película cuenta esa parte de la historia y la conecta con crímenes y actos de violencia neo nazi en la actualidad, también en la ciudad de Mar del Plata. Ver testimonios actuales de personas cuyo discurso es de un casi no disimulado nazismo es impactante y aunque el documental los deja en ridículo varias veces, tampoco se necesita demasiado para hacerlo, sus propios testimonios los condenan. No hay idealizaciones en la película, sin ir más lejos aparece el 5 x 1 peronista, y la presencia de estos personajes siniestros hablando es algo poco habitual. En el medio hay testimonios de víctimas de la represión, puntualmente un caso de tortura y desaparición que no merece mayor análisis, conmueve y duele como todos estos testimonios. Tal vez es un desvío demasiado grande que la película hace. Aunque se entiende cuál es su intención, rompe la narrativa. Se podrá luego decir que busca algunas chicanas para posicionarse ideológicamente en el presente, sin disimular su desprecio por algunos políticos y su aprobación de otros. Pero los crímenes son crímenes y la película los expone. El nazismo tiene en Argentina una larga presencia y, como lamentablemente uno puede deducir, no ha sido extirpado de nuestro presente tampoco. Algo que la película muestra y que podemos ver en muchos ámbitos hoy día.
Si bien Valentín Javier Diment quizás sea más conocido por sus películas de género (como “La memoria del muerto” y “El eslabón podrido”), ya había incursionado en el documental político con “Parapolicial negro”, sobre la triple A. Con “La Feliz. Continuidades de la violencia” expone a Mar del Plata como una ciudad muy distinta a la que aparece a primera impresión en el imaginario colectivo, la ciudad balnearia que suele ser sinónimo de vacaciones, primero de la aristocracia y luego de los sectores populares. Diment retrata Mar del Plata a través de diferentes (y algunos contradictorios) testimonios que ponen en foco la violencia que surge, o sale a flote, en la ciudad desde la década del 70. Conservadores ultraderechistas, neonazis, en una historia que parece nacer cuando en 1971 miembros de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) asesinan a una estudiante de arquitectura en una asamblea del Centro de Estudiantes. La película va entonces trazando una línea cronológica que llega hasta la actualidad. ¿Existe una continuidad? “La Feliz. Continuidades de la violencia” es un documental con estructura de investigación periodística (queda en evidencia el notable trabajo de Felipe Celesia, Pablo Waisberg y Federico Desántolo que estuvieron a cargo de este aspecto) que tiene a simple vista un estilo similar a ciertos episodios de televisión. Aunque más estilizado, Diment, que escribe y dirige, logra un relato dinámico y atrapante compuesto de unos cuantos testimonios a cámara que relatan historias e ideologías, muchas de ellas en contraposición. En el medio, algunas escenas ficcionalizadas con estilo propio del cine de género terminan de generar el impacto buscado. Son muchas las voces y las historias que a las que se va dando lugar. Uno de los puntos álgidos del film ronda alrededor de la llamada “Noche de las corbatas”, cuando varios abogados y familiares son secuestrados por represores y torturados y violados durante varios días en 1977. Como mencioné, Diment da lugar a diferentes voces y formas de pensar. Así, Carlos Pampillón habla de su forma de ver el nacionalismo (“Nacionalismo es amor”, dice) y declara como si nada que los 30 mil desaparecidos son una mentira y que los militares se quedaron cortos “en esa guerra”. Escuchamos eso después de escuchar el largo y terrible testimonio de Marta García de Candeloro, la mujer que sobrevivió a la mencionada Noche de las Corbatas. “La Feliz. Continuidades de la violencia” resulta un documental más que interesante. A nivel técnico está rodada de manera prolija y resalta un montaje que permite que la narración fluya de manera dinámica y sin perder el ritmo, pasando sí por diferentes estadíos emocionales. Una película que funciona para exponer que hay cosas e ideologías que por más que nos resulten ajenas o de otra época continúan existiendo.
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Valentìn Javier Diment desenmacara el entramado social de la ciudad turística más importante de la Argentina.”La Felíz: Continuidades de la violencia” es un documental que historiza y visibiliza el origen del neonazismo y fascismo-nacionalismo que impera en Mar del Plata y advierte sobre su crecimiento dentro de la sociedad. por Uno concurre a las ciudades turísticas solo para pasar unos dìas de ocio y disfrutar de un descanso luego de un año laboral. Pero detrás de todo ese paisaje costero se esconde un entramado social particular que no solemos ver. En este caso, Mar del Plata, la ciudad balneraria, tiene un pasado oscuro, relacionado con grupos parapoliciales que formaron parte de la etapa màs oscura de nuestro paìs en los años 70. Ese peligroso germen continúa oculto dentro de la ciudad feliz y crece dìa a dìa, provocando temor y preocupación dentro de la sociedad, que guarda en su memoria el recuerdo de ese pasado violento y represivo. Diment toma nota de eso y nos traslada a la ciudad. Con el mar como principal protagonista, como metáfora de que bajo esas aguas algo se esconde. Algo que no se puede ver, pero que si uno bucea en profundidad lo puede sacar a la luz. El director lo hace a travès de testimonios de víctimas y victimarios de esa violencia oculta que impera en la ciudad. Bucea en el pasado, desde el año 1971, con el nacimiento del CNU (Concentración Nacional Universitaria), agrupaciòn fascista y ultraderechista . Vuelve a nuestros tiempos, con la apariciòn de grupos denominados neonazis liderados por Pampillón y otras personas identificadas con la derecha argentina, como Nicolás Marquez (una especie de David Duke argentino). La fotografía de Mar del Plata desde el aire, con sus playas colmadas y saturación de color contrasta con la dureza de la palabra de los protagonistas. Lo que logra que se mezclen las sensaciones que sentimos cada vez que visitamos la ciudad con la tristeza que generan los testimonios (Desgarrador el momento en que Marta Garcìa de Candeloro cuenta lo sucedido a ella y a su esposo en la llamada “La Noche de las Corbatas” en año 1977). Armando Bo, en el año 2018, con la pelìcula “Animal”, nos mostraba un lado oscuro de Mar del Plata, el de la pobreza a que uno casi no ve durante sus vacaciones.El documental nos muestra otro costado de la ciudad. El de la violencia, la que se generó a través de los años con el crecimiento de un discurso xenófobo y fascista dentro de la ciudad, que ponen en peligro la paz social. Valentín recurre a artículos periodísticos e imágenes de archivo para dar cuenta de ese presente que preocupa, sin dejar fuera de toda culpa a la aparición de líderes políticos que, en lugar de condenarlos avalan ese discurso. Como Spike Lee en “BlacKkKlansman” (“Infiltrados en el KKKlan”), el director denuncia y hace foco en el crecimiento de un discurso xenófobo y racista dentro de la sociedad, advirtiendo al espectador sobre los peligros del mismo. “La felíz: Continuidades de la violencia” describe 45 años de violencia política con un hilo conductor en el que se cruzan la divulgación histórica, el retrato humano y la tesis política. Un documental que nos cuenta sobre el pasado y nos obliga a reflexionar sobre el presente, porque para entender el presente hay que indagar en el pasado.
Un valioso documental, que sigue en cartel, que traza una profunda investigación y tiene testimonios que ponen en evidencia los pensamientos siniestros de los filonazis. Este trabajo dirigida por Valentín Javier Diment, enlaza lo ocurrido en l971 cuando miembros de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) asesinan a una estudiante de arquitectura y la violencia política que estalla en 1975 con una serie de cruentos asesinatos. En el 2017 hay 8 detenidos por atentados de odio, militantes de simpatías nazis esperando que el juzgado se expida. La idea es analizar estos hechos y con testimonios de quienes tienen una ideología repugnante que se confiesan frente a las cámaras de este valiente director, que eligió documentarlo todo. No se lo pierda.
IDEAS A LA DERIVA El documental La Feliz: continuidades de la violencia, de Valentín Javier Diment, dinamita en sus primeros minutos la imagen de balneario amable que existe sobre Mar del Plata, especialmente hacia afuera. Es una posición atractiva y genera interés por lo que viene: cómo la película desarticulará todo un imaginario construido alrededor de uno de los principales destinos turísticos del país, que es a su vez -y en el reverso de lo festivo- una ciudad que lidera los índices de desocupación nacionales desde hace un par de décadas y que evidencia tremendos problemas sociales y económicos. Está claro que los creadores de La Feliz: continuidades de la violencia tienen un plan: presienten cuál es el síntoma que quieren tratar y qué lo ocasiona. El problema es que no logran en los más de 80 minutos que siguen un relato homogéneo, que nunca retoma aquella premisa, y que se pierde en una serie de recortes históricos, dolorosos y terribles sí, pero que no terminan por justificar la tesis del documental. El recorrido histórico de la película abarca tres puntas: el crimen de Silvia Filler, una estudiante asesinada en 1971 dentro de la Universidad de Mar del Plata por integrantes de la organización paramilitar CNU (Concentración Nacional Universitaria); el caso conocido como “La noche de las corbatas”, donde varios abogados laboralistas fueron desaparecidos por la dictadura en 1977; y una serie de incidentes y hechos de violencia ocurridos en los últimos años (pintadas amenazantes, ataques callejeros contra representantes de agrupaciones políticas y sociales) cometidos por un grupo de jóvenes autodenominados nacionalistas, y con una explícita celebración de la iconografía nazi (los testimonios de sus referentes dan un poco de vergüenza ajena). Son tres episodios diferentes, pero con sus bemoles: si hay una relación más clara entre lo ocurrido en los 70’s, los delitos cometidos por estos jóvenes adoradores de Adolf Hitler guardan una relación un tanto más antojadiza. De hecho, los crímenes de la CNU y las desapariciones de la dictadura no son episodios que se puedan adjudicar en exclusividad a Mar del Plata, si pensamos en lo que la película pretende reflejar. Hay en La Feliz… tres películas que no terminan de unirse y parecen fluir por caminos separados. Una es la que repasa el asesinato de Filler y las diversas fuerzas en pugna, con testimonios que intentan desentrañar el asunto político/ideológico de fondo. Otra es la que sigue el relato de Marta García de Candeloro, que se vale del escalofriante testimonio en primera persona para contar el secuestro y la desaparición de personas, en este caso la del abogado Jorge Roberto Candeloro. Hay en la narración de ambos hechos una duda que me resulta imposible de salvar siendo marplatense y conociendo estas historias. La información se repasa tan velozmente, que uno no sabe de qué manera pueda ser asimilada por quienes son ajenos a ella. De todos modos no pasa de ser un problema formal. Estos dos pasajes, que recopilan información y aportan testimonios, son atendibles como herramientas de difusión y funcionan más como informe que como documental. Los problemas de la película llegan con su último pasaje, con el repaso del juicio que terminó con la condena de aquel grupo de jóvenes fascistas y con la lectura que se pretende hacer. Si algo nos enseñaron los juicios por crímenes de lesa humanidad es que no es lo mismo un crimen cometido bajo el ala del Estado que aquel cometido por organizaciones que accionen por propia determinación. La raíz del odio que sostiene esa violencia, la de la CNU de los 70’s y la de los neonazis urbanos del presente, puede ser la misma, pero en lo fáctico son diametralmente opuestas ya que unas (las de estos grupos fascistas actuales) carecen de la dimensión histórica adecuada. Querer relacionarlas como lo hace el documental es un acto un poco banal y forzado. En esa búsqueda de sentido no sólo pierde la coherencia, sino también el rumbo que se había planteado en un comienzo con aquel prólogo que queda a la deriva.
La Feliz, continuidades de la violencia: El lado B de Mar del Plata. En este documental el director Valentín Javier Diment se propone desmitificar el mote de ciudad feliz que lleva Mar del Plata, para dar cuenta de una realidad oscura pasada y presente. Como su apodo lo dice, “La Feliz“ es conocida justamente por dotar de alegría y regocijo a los miles de visitantes que desde hace décadas la eligen como el escenario ideal para vacacionar y olvidarse, al menos en temporada veraniega, de los problemas del resto del año. Mar del Plata fue, más aun en épocas pasadas, el epicentro de una clase media alta que intentaba simular los dotes de otras ciudades europeas con lujos y estilos de vida de la gente con una mejor posición económica. Las figuras de la televisión y el teatro argentino, sobre todo en la época de los ochenta, se daba cita en las playas turísticas para el disfrute de una vida que parecía perfecta. Pero ¿qué hay detrás de esta fachada de felicidad en Mar del Plata? Desde esta pregunta surgen varias respuestas en “La Feliz, continuidades de la violencia”, el documental de Valentín Javier Diment. Ya su título lo deja claro y sin refute, dentro de esa supuesta felicidad se esconde la peor violencia de todas, aquella que durante muchos años se mantuvo en silencio, sin justificaciones (dejando claro que para un hecho violento nunca habrá una real justificación), y no solo apunta a la violencia física y psicológica, aquella que arroja cantidad de muertos sino que también de aquella que priva a las personas de su derecho más esencial: ser ellas mismas. Y como si fuera poco, todo esto sucede en un continuado, desde los años setenta (que es donde se sitúa inicialmente el relato) hasta los días actuales, la violencia nunca ha dejado de existir, sólo ha estado más oculta en una ciudad que intenta dar cara de otra realidad. Diment pone de cara al espectador con los terribles hechos que sucedieron en los años setenta, en especial haciendo el foco en dos de ellos: el asesinato de Silvia Fuller, una estudiante víctima de un disparo mortal a manos de un miembro de la CNU (Concentración Nacional Universitaria, organización terrorista ultraderechista), mientras se desarrollaba una asamblea de estudiantes, y por otro lado, la famosa “Noche de las Corbatas“ (1977), donde un grupo de abogados laborales, junto a sus familiares, fueron secuestrados, torturados y ejecutados, en el centro clandestino “La Cueva“. En este punto el director consigue uno de los relatos más conmovedores y necesarios. Se trata de Marta García Candeloro, esposa del abogado Jorge Candeloro (asesinado), quien fue secuestrada, violada y torturada, pero logró sobrevivir a ese infierno, para ser parte esencial no solo del documental, sino también de la historia argentina. Pero este solo es el inicio de una Mar del Plata que acuna en sus lugares más oscuros movimientos neonazis y de ultraderecha, gente decidida a batallar con cualquiera que no esté de acuerdo con sus ideales, con su forma de entender (o mejor dicho no hacerlo) el derecho del otro. Allí se muestran distintas agresiones perpetuadas por estos grupos a gente de la comunidad LGBTQ y a gente de la comunidad boliviana. Con un trabajo destacable y exhaustivo de investigación periodística a cargo de Felipe Celesia, Pablo Waisberg y Federico Desántolo, la narrativa de la propuesta pone en juego las dos caras de la misma moneda, es decir declaraciones y testimonios de ambas partes, aquellas víctimas y sobrevivientes de estos hechos atroces y aquellos que defienden con una seguridad que asusta lo que ellos entienden como realidad o como verdad absoluta, es el caso de Carlos Pampillón, líder del Foro Nacional Patriótico, referente de ultraderecha, que no tiene ningún tapujo en decir frases como “es una mentira lo de los treinta desaparecidos“ “los militares se quedaron cortos“. Construido a base de un ritmo preciso entre las entrevistas a los distintos personajes, la muestra de lugares donde sucedieron los hechos, recreaciones de atentados y un gran documento de archivo, el director logra un documental no solo atractivo como material cinematográfico, sino necesario e imprescindible para dar cuenta de aquellos hechos aberrantes sucedidos en la ciudad de Mar del Plata, y de aquellos que aún hoy siguen sucediendo. Apoyándose en la música como elemento fundamental y detalladamente trabajado, “La Feliz, continuidades de la violencia” logra el cometido de mostrar el lado B de Mar del Plata, y dejar expuesto un pasado que no se encuentra tan lejos del presente marplatense.
“La Feliz. Continuidades de la violencia”, de Valentín Javier Diment Por Gustavo Castagna El arco va de un extremo al otro, desde los inicios de los 70 hasta culminar en 2017 con un final abierto. Pero en ese trayecto hay odios, muertes, asesinatos, ajustes de cuentas, ajusticiamientos, actitudes racistas, secuestros, torturas, revanchismos, retornos. Y todo en la Ciudad Feliz, glorificada por aquella aristocracia de inicios del siglo XX, disfrutada por los marginados y cabecitas negras con la eclosión del peronismo de los 40, ansiada por cualquier clase social hasta hoy, más allá o más de acá de decisiones económicas neoliberales que la olvidan hasta que el bolsillo (de nuevo) se vuelve flaco y debe volverse (otra vez) al paraíso custodiado por los lobos marinos. Pero La Feliz. Continuidades de la violencia, la nueva película de Javier Diment (responsable de las esenciales, cada una a su manera, Parapolicial negro y El eslabón podrido) decide testimoniar e investigar el surgimiento y actividad de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) y ese accionar feroz de la agrupación que llevó a asesinar a una estudiante de arquitectura en los inicios de la década compleja. Desde allí el documental oscila entre la cronología histórica (repleta de datos e informaciones) y los testimonios a cámara que describen a un mundo diferente, a una sociedad a punto de estallar, comandada por los servicios de inteligencia, la peor resaca de aquel peronismo de los 70 y la aparición de centros de tortura y muerte. La Feliz ya deja de ser tal o, en todo caso, se convierte en un (otro) campo de concentración oculto al resto del mundo, es decir, a los veraneantes de la ciudad, a los concurrentes al casino, a los habitués de aquellos boliches de Constitución. El paisaje desaparece y quedan las voces y los relatos del horror junto a las cicatrices y heridas expuestas desde la palabra. Queda La Noche de las Corbatas y el terror llevado al extremo en esos lugares clandestinos donde el cuerpo desaparece y deja de ser tal para convertirse en una masa deforme que resiste el dolor. Hasta donde se pueda. Queda la verborragia de Carlos Pampillón con su visión personal de los hechos del pasado, del presente y de un futuro que el sujeto prevé como aterrador – de acuerdo a su opinión – frente a la farsa de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad. También quedan los rebrotes del nazismo más actual en una Ciudad Feliz teñida de svásticas y asados donde se entrevista a cara descubierta a los amigos que actúan y piensan de la misma manera, de esa idéntica forma surgida en esos años 70. Así es el arco temático que Diment propone y expone de un extremo a otro, iniciado hace casi medio siglo y cerrado con los hechos de 2017. Corrijo: nada está clausurado en La Feliz y sus continuidades de violencia, diferentes de un extremo al otro de ese arco imaginario. Pero con más de un punto o cercanía en común. LA FELIZ. CONTINUIDADES DE LA VIOLENCIA La Feliz. Continuidades de la violencia. Argentina, 2018. Dirección, guión y montaje: Valentín Javier Diment. Música: Alejandro Soler. Fotografía: Claudio Beiza. Duración: 87 minutos. Se exhibe los sábados de abril a las 18 en el MALBA.
La Feliz, fachos de ayer y hoy Un plano aéreo presenta la reconocida costa marplatense. Las mismas playas y turistas que cada verano colman las pantallas de TV serán observadas en este caso desde otra perspectiva. Detrás de “la ciudad feliz” se descubre una historia de represión, torturas, persecuciones y xenofobia. Elementos que recorren la historia, con distintos protagonistas y continuidades en sus actos e ideas. La feliz. Continuidades de la violencia de Valentin Javier Diment establece lazos y puntos de contacto entre dos momentos poco difundidos, la actuación de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) en los años 70 y las intervenciones de grupos neofascistas en los últimos años. Los primeros minutos de la película establecen su punto de vista desde el presente. Distintos entrevistados coinciden en que la composición social de la ciudad abarca un importante sector de fachos, conservadores y gente de derecha. Desde jubilados de fuerzas de seguridad o gente resentida porque la ciudad balnearia top de la "belle epoque" se transformó históricamente en un espacio popular. A su vez las voces destacan a Mar del Plata como una de las ciudades con más desocupación del país. Las imágenes acompañan un recorrido con decenas de pintadas con esvásticas y consignas fascistas y xenófobas en distintos puntos de la ciudad. El archivo muestra los comienzos del reciente juicio a 8 jóvenes de organizaciones neo-nazis y algunas de sus víctimas dan testimonio. En los últimos años se sucedieron agresiones a distintas personas, de grupos anarquistas, militantes de organizaciones por la diversidad sexual, inmigrantes, ataques a monumentos por la "Memoria, verdad y justicia", entre otros. Así, un imaginario que construye la idea de "ciudad feliz" es desmentido por la realidad. Desde los primeros minutos el documental presenta a los entrevistados, que no serán solo quienes comparten el punto de vista del realizador, es decir militantes, abogados, integrantes de organismos de derechos humanos, amigos y familiares de las víctimas, sino también quienes se paran del otro lado. Al igual que en su anterior documental Parapolicial negro que recorre los orígenes de la triple A, Valentín Javier Diment se desplaza con audacia para entrevistar y poner en escena a diversos fachos convencidos y militantes. Así Carlos Pampillón, referente de la derecha marplatense, y algunos abogados de neo nazis de ayer y hoy, entran en escena con una retórica convencida y sin matices que deja a las claras el pensamiento de derecha sin necesidad de dar más explicaciones. Sus críticos destacan el hecho que en la situación actual, con el intendente Arroyo, hay un ámbito propicio para el fortalecimiento de estos grupos. La historia de la violencia para-estatal se va hilvanando entonces con el presente para descubrir tanto antecedentes como continuidades. En diciembre de 1971 la CNU realiza su primer asesinato, una patota irrumpe en una asamblea de la Universidad de Mar del Plata y dispara, la víctima fatal es la estudiante Silvia Filler. Con este hecho se comienza a repasar la historia de esta organización con base en La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca principalmente. Se relata la historia e ideas de uno de sus fundadores e ideólogo Carlos Disandro y se descubre así como se transforma en la "pata universitaria" de la Triple A. En Mar del Plata se suceden asesinatos y persecuciones, y al igual que la banda de López Rega, la CNU tiene claro apoyo del estado, sus miembros ocupan cargos públicos y mantienen vínculos con la burocracia sindical. A partir de este primer hecho de 1971 la violencia crece y se recrudece hacia los años 74 y 75, para luego durante la dictadura, los mismos personajes de la CNU sumarse a los grupos de tareas y seguir activos. La situación particular de Mar del Plata es parte de un ataque general en donde se apunta especialmente a los sectores del peronismo combativo y la izquierda, siendo el PST uno de los blancos con múltiples atentados a locales y asesinatos. Los relatos crudos de los representantes de la derecha actual dejan claro su identificación con este pasado. Los abogados de los jóvenes neo-nazis e integrantes de la CNU se ubican desde este ángulo, y Carlos Pampillón expone en cámara que "los desaparecidos son una mentira", "los 30 mil un invento y está comprobado", expresa además "toda la solidaridad con los miembros de la CNU que fueron condenados", en relación a Demarchi responsable de la CNU en Mar del Plata y condenado a cadena perpetua, y afirma que "por lo poco que leo si yo hubiese vivido en esa época hubiese estado en ese bando seguramente". Las continuidades están expuestas por los propios protagonistas. Desde el lado opuesto, otro testimonio se destaca por su fuerza y contundencia. Son las palabras de Marta García de Candeloro, sobreviviente de "la noche de las corbatas", un operativo en julio de 1977 donde secuestraron en Mar del Plata a siete abogados y sus familiares, once personas en total, fue realizado por los militares y con participación de miembros de la CNU. En su recuerdo se repasa el sufrimiento de todas las víctimas y el accionar atroz de los asesinos y torturadores. Sus palabras resuenan desde hace tiempo en juicios y actos condenando a todos los responsables. Las primeras condenas a la CNU fueron en Mar del Plata, con la sentencia a Demarchi y otros responsables. En los últimos años varios miembros de la CNU fueron condenados en el juicio realizado en La Plata, entre ellos Carlos "el indio" Castillo, y por otro lado Juan José “Pipi” Pomares, otro responsable probado y funcionario del gobierno del intendente peronista Alak fue absuelto. La película combina los valiosos testimonios con un detallado trabajo de archivo y escenas de reconstrucción al estilo de "clima de época", así dos intérpretes de la patota apuntan sus pistolas a cámara y disparan a distintos rincones. La feliz. Continuidades de la violencia , es parte también de la escasa producción audiovisual sobre el período. Así como se han realizado decenas de trabajos sobre el accionar de la dictadura militar a partir de 1976 existen muy pocos que aborden la violencia para-policial apoyada desde el estado de los años previos.
Se estrena La Feliz: continuidades de la violencia, el nuevo documental de Valentín Javier Diment, que analiza el pasado de violencia fascista y militar en la ciudad balnearia, y su relación con los actos neonazis de los últimos años. “Mar del Plata no es una ciudad feliz, no es un centro turístico ideal, Mar del Plata es violenta”. Así define un historiador marplatense a la ciudad que, verano tras verano, se convirtió en el principal destino turístico de los porteños. Valentín Diment continúa las investigaciones de su documental previo, Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA y sigue las huellas de grupos parapoliciales avalados por los gobiernos militares y gran parte de la sociedad. Lo aterrador es cómo esa ideología tiene relación con actos de grupos neonazis que hasta hace poco existían en La Feliz, hasta que fueron condenados a la cárcel, salvo por su principal impulsor, Carlos Pampillón, que no solamente está libre sino que además no tiene problemas en admitir su ideología frente a la cámara de Diment. La cronología de asesinatos en los años ’70 es narrada por muchos de los testigos, protagonistas y sobrevivientes de esa década atroz. Diment maneja dos líneas cronológicas paralelas para demostrar la continuidad de un concepto e ideología. Cómo la construcción de la agrupación CNU (Concentración Nacional Universitaria) ayudó para la inserción de la triple AAA en la ciudad, y cómo los grupos neonazis contemporáneos comparten sus principios contra grupos izquierdistas, miembros de la comunidad judía y LGTB. Pero también el film construye la identidad contradictoria de una ciudad. Los testimonios chocan, se enfrentan y muestran a personajes conocidos de la política nacional que estuvieron de los dos lados. La ola de violencia de la CNU es descripta con detalle. El documental se basa principalmente en testimonios y vale destacar la fluidez y el ritmo del montaje. La narración es atrapante y aterradora a la vez. Diment entiende cómo mantener la tensión, no sólo en sus ficciones, sino también en el documental. A lo largo de 85 minutos, reconstruye un universo y exhibe cómo detrás de la postal balnearia se oculta una historia de sangre y muerte. Este comportamiento no es aislado, y se debe buscar el origen en el cambio de integrantes sociales que hubo en la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo XX. La Feliz: continuidades de la violencia es un alegato necesario para conocer las causas y consecuencias históricas de los comportamientos cotidianos, y ver que el peligro no se disipó. Los villanos siguen libres, orgullosos de su pensamiento, y son avalados por una mitad de la sociedad que prefiere ignorar su existencia en vez de admitirlo. El miedo sigue latente.