Saltarse algunas de las reglas ancestrales que rigen en un bosque, no será nada fácil para quienes viven a su alrededor, la clave será escuchar su lenguaje para proteger sus vidas. La propuesta de La forma del bosque, opera prima de Gonzalo Mellid nos acerca a una película que se inscribe en el terror sobrenatural con un gran despliegue visual. Adentrándonos en el refugio de un casa en medio del bosque, Silvia (María Paz Landa) y Andrés (Nicolás del Río) son dos hermanos que viven con su abuelo (Cucho Fernández, ícono del cine de género), quien los cuida y les enseña los secretos del bosque para no provocar su ira. Sin embargo, uno de ellos desatará el enojo de una entidad oscura que los perseguirá durante la noche. Sobrevivir hasta el amanecer será la forma de librarse de la maldición. Mellid opta por construir un relato que replica la estructura literaria de un cuento, dividiendo la película en secuencias que responden a un prólogo y tres capítulos en sintonía con el mismo libro que lee en off el abuelo de los chicos. La transmisión oral parecería responder al legado familiar y a las tradiciones que deben mantenerse, a fin de evitar la sed de venganza que alberga el lugar. Mientras escuchamos los secretos atesorados en esas páginas, las imágenes tomadas desde lo alto a través de un dron exhiben la inmensa espesura de ese bosque hasta infiltrarse en una recorrido por la belleza exuberante y desolada de su interior. De forma paralela a la historia principal y con el uso de flashback, vemos los efectos devastadores que transita un cazador (Ezequiel Pache) ante la reciente pérdida de su hijo. La desesperación lo llevará a buscar justicia dentro del bosque que también se defenderá. Ese hecho desencadenará aquello que se sospecha y se revela desde el principio, vislumbrando una atmósfera sobrenatural que encuentra cierta resistencia a mantener una tensión constante y equilibrada. El uso de efectos visuales y sonoros, con algunas apariciones fantasmales y pequeños sobresaltos intentarán potenciar el enigma. A tono con un mensaje ambientalista que subyace en relación a la depredación del hombre frente al ecosistema, los personajes se perfilan en función de su relación y adaptación al entorno, poniendo a prueba su capacidad de creer en ese algo especial llamado “verde” que le teme al poder del fuego y lucha por preservarse. La dicotomía entre quienes creen o van en contra de las reglas naturales, se verá en el comportamiento de los hermanos; mientras Andrés muestra su rebeldía adolescente con cierta intolerancia y violencia, la pequeña Silvia que, apenas esboza alguna palabra y la definen como “especial”, mantiene un lazo cercano al bosque del que parece traducir su relación en los dibujos que predicen los sucesos. Al pequeño elenco, se suma una mujer a la que vemos en un viejo retrato en la casa del abuelo, interpretada por Magui Bravi, aportándole esa cuota de erotismo y maleficio propio de seres que cohabitan en un mundo paralelo. Aunando los elementos iconográficos del cine de género en una película ambiciosa con formato de cuento, el realizador platense recibió la mención como Mejor Director en el Nox Film Fest, en Uruguay (2020) por su cortometraje de terror Cenizas en el Buenos Aires, el cual fue exhibido en Estados Unidos dentro de la selección oficial del festival Telluride Horror Show. Con referencias a películas emblemáticas del estilo de Evil Dead de Sam Raimi, La Aldea de M. Night Shyamalan o La Bruja de Robert Eggers, la película de Milled diversifica la información de un guion que apela a los indicios o supuestos que el espectador deberá hilvanar en busca de sentido. La propuesta, que tropieza con algunos baches desde lo formal, combina lo tradicional del género con cierto esteticismo visual, intenta mantener vivo el carácter mítico de los bosques encantados. LA FORMA DEL BOSQUE La forma del bosque. Argentina/Uruguay/Nueva Zelanda, 2020. Dirección y guion: Gonzalo Mellid. Intérpretes: Chucho Fernández, Magui Bravi, María Paz Arias Landa, Nicolás Del Rio, Ezequiel Pache, Felipe Corvalán. Dirección de Fotografía y Cámaras: Kasty Castillo. Sonido Directo: Ezequiel Brodsky. Dirección de Arte: Paola Tolosa y Guillermina Salas. Maquillaje y FX: Yanel Castellano.Duración: 87 minutos.
Terror sobrenatural con Magui Bravi Con referencias claras a “Hereditary” y “Diabólico”, la ópera prima de Gonzalo Mellid producida por Nicolás Onetti es un fiel exponente del género de bosques encantados. Esta coproducción internacional de horror entre Argentina, Uruguay y Nueva Zelanda cuenta la historia de Silvia (María Paz Arias Landa) y Andrés (Nicolás Del Rio), dos chicos que viven en una casona aislada en el bosque junto a su abuelo (el gran Chucho Fernández) quién les cuenta leyendas ancestrales. “La naturaleza tiene reglas que hay que respetar” les dice y la profecía no tarda en cumplirse cuando, sin querer, reviven un espíritu maligno. La forma del bosque (2021) está dividida en un prólogo y tres capítulos, enlazados por unos extraños dibujos que anticipan el misterio escondido entre los árboles. La primera parte está plagada de indicios y abre el juego a un universo de posibilidades. Un padre (Ezequiel Pache) deprimido por la muerte de su pequeño hijo (Felipe Corvalán) ingresa al bosque con una escopeta, mientras Silvia y Andrés juegan entre los árboles cuando encuentran un caballo moribundo. La atmósfera de tensión, muy bien construida, anuncia la presencia del mal siempre latente. En el segundo capítulo la acción entra en escena. El espíritu maligno adquiere diferentes formas con la única intención de dañar a los niños. El abuelo disminuido físicamente hará lo imposible por defenderlos. La tercera y última parte cierra las líneas narrativas y abre nuevamente al misterio allí oculto, con un desenlace sorpresivo. La entrega de los actores es impresionante, con foco en el legendario Chucho Fernández que pone voz -y el cuerpo- al relato para ingresar al espectador en el clima sórdido desarrollado. También es fundamental el trabajo de Ezequiel Pache y sobre todo, Magui Bravi, quienes transforman sus rostros monstruosamente para trasmitir la desgarradora mutación que experimentan sus personajes. El cine de Ari Aster y el primer Sam Raimi sobrevuelan el film de Mellid, con ideas y recursos cinematográficos asociados a este género de bosque encantado. Pero La forma del bosque se las ingenia para desprenderse de sus referencias y crear un universo terrorífico propio.
El cine de terror es un desafío mucho mayor de lo que parece. Habiendo tantos exponentes del género y siendo sus espectadores consumidores ávidos de todo lo que se estrena, es complicado desmarcarse con un producto original o logra un relato clásico pero por encima del resto. La forma del bosque tiene no pocas ideas e intenciones de conseguir un resultado que supere al promedio y en algunos momentos lo consigue. El problema es que no llega despegarse del todo. Este cuento de hadas que transcurre en un bosque alcanza sus mejores momentos al comienzo, cuando Silvia y Andrés, dos hermanos que viven junto a su abuelo en el bosque despiertan la ira de una entidad que habita en el lugar. Es la promesa de todo lo que vendrá lo que sostiene a la película, que luego deberá resolver las situaciones planteadas quedando un poco por debajo de lo que venía consiguiendo. No le falta clima a la historia, pero le falta terror, aquello que angustia y asusta de verdad. Su prolijidad técnica y su banda de sonido están en la búsqueda sin hallar el resultado adecuado. Pero como todo cuento de hadas la historia es clara y el guión se encarga no por nada de dividir en capítulos el relato, mostrando una estructura que termina cobrando sentido en las escenas finales. Con reminiscencias a muchos films del género La forma del bosque es un exponente digno con algún que otro detalle fallido. Un nuevo film de terror argentino, tal vez el género con más largometrajes en nuestro país en el siglo XXI.
Ópera prima de Gonzalo Mellid, La forma del bosque es una película de terror que apuesta a lo sensorial a través de climas siniestros que tienen como escenario un bosque oscuro y misterioso. Lo sugerente y lo siniestro prevalecen en una historia que sobre todo gira en torno a la idea de proteger aquello que queremos. La película empieza con una narración en voz alta: un hombre (protagonizado por el asiduo al género Chucho Fernández) que le narra a sus nietos con los que vive historias ancestrales sobre un bosque que parece tener vida propia, defenderse, que ataca sólo cuando es atacado, al que hay que respetar y cuidar para poder vivir en armonía. Explica bastante de aquello de lo que se va a tratar la historia con un prólogo que nos adentra en una especie de cuentito. Allí se empieza a vislumbrar también cierta idea de mensaje ecológico en la que nunca se termina de profundizar pero que está latente. Después de ese prólogo la historia se divide en tres capítulos. El primero pone en el centro a otro personaje: un hombre solo y abatido por la muerte de su pequeño hijo, situación que se nos va revelando de a poco a través de detalles. Este hombre deprimido decide ingresar al bosque, quizás en busca de alguna respuesta o reclamo, y allí se encuentra con el fantasma de su hijo que tal vez no sea ya su hijo porque la sensación que prevalece es la del mal personificado. Por otro lado, el abuelo siempre les advierte a sus nietos que se cuiden entre ellos y que no permanezcan solos en el bosque. También los inculca a comer sano sólo lo que ellos cosechan, cosa que pone de malas al muchacho que empieza a sentir curiosidad por comer otra cosa, algo así como carne. Como si fuera poco no logra conectarse con su hermana, una niña muda que sólo se expresa a través de dibujos. Ambas líneas argumentales confluirán cuando el bosque sea quien haga su reclamo tras una situación en la que se derrama sangre. A esta altura se destaca Chucho Fernández como el abuelo capaz de darlo todo por proteger a la única familia que le queda. Allí también aparece una Magui Bravi que pasa de la sensualidad a lo aterrador en cuestión de minutos (con un desnudo que parece gratuito al ser por lo visto el único personaje que necesita de él). La resolución tiene alguna sorpresa y cierra la película de manera satisfactoria la historia que se quiere contar. Sin embargo en el medio, en su afán por apostar a la atmósfera siniestra y al misterio la película se torna más bien repetitiva. Incluso hacia el final se repite casi por completo parte del prólogo intercalado con algunos diálogos que ya escuchamos y lo torna sobreexplicativo. A nivel estético y técnico, la película se presenta como una apuesta arriesgada y lograda, por momentos demasiado prolija. Pero un guion flojo al que las buenas actuaciones no pueden aportarle mucho más la convierte en una idea interesante que no consigue desarrollarse de manera favorable. Escrita por el propio Mellid, La forma del bosque es una ópera prima ambiciosa y arriesgada que, como sucede bastante con el cine de los Onetti (Nicolás Onetti es uno de los productores) parece apostar por un estilo de cine de terror extranjero, casi universal, pero que parece replicar más que interpretar.
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Terror argento. Siempre es un placer ver cine nacional entre las propuestas trilladas de Hollywood. La forma del bosque es la opera prima del director Gonzalo Mellid, quien inspirado en un sueño propio, y sus influencias del cine de M. Night Shyamalan, logró plasmar su idea con resultados satisfactorios. Sumados a tintes de cuentos de hadas y cine slasher, la película cumple su prometido, intriga, sorprende y lo más importante hace ameno el relato. Dividida en tres capítulos entrelazados a modo de introducción, nudo y desenlace, nada de ello hubiese sido posible -ni el resultado hubiese sido más satisfactorio- sin la garra y corazón de sus intérpretes, Cucho Fernández y Magui Bravi. A medida que los relatos son narrados, el juego de cámara de Mellid nos hace olvidar sus influencias hollywoodenses, de a poco nos enseña sus propias reglas y su universo diferente para un género donde la originalidad cada vez es más escasa. No sólo el filme busca aterrorizar al espectador, sino también plasmar un mensaje ecológico a través de la entidad del bosque, pero no voy a adelantarles más para evitar spoilers. Si hay algo que debo objetar con respecto a la propuesta del director, que ya había experimentado con el cortometraje Cenizas en Buenos Aires, es la transición de un corto a un filme donde se notan por momentos algunos baches narrativos. Si sos de los que se cansaron de ver las propuestas de siempre en cine, La forma del bosque es una opción ideal.
La ópera prima de Gonzalo Mellid, producida por la compañía argentina 3C Films; la uruguaya One Play Studios; y la neozelandesa Black Mandala Films, es un film de género, de argumento sencillo pero que implica un ente que vive en el bosque, que se cobra cualquier muerte que se perpetre en sus dominios. Un abuelo trata de instruir a sus jóvenes nietos sobre la sabiduría de la naturaleza y trata de guiar a la menor, con un entendimiento distinto, y al casi adolescente aburrido de su dieta vegetariana y su estilo de vida. Una historia colateral y un hecho sangriento desatan las furias que solo pueden ser detenidas por el fuego. Se trata de sobrevivir hasta el amanecer. No es fácil. La historia prácticamente lineal suma seres transformados, y situaciones esperables pero que cumplen con la receta que piden los films de terror. En el elenco sobresalen Chucho Fernández y Magui Bravi con María Paz Arias Landa, Nicolás Del Rio, Ezequiel Pache, Felipe Corvalán.
"La forma del bosque": terror convencional La película está construida a imagen y semejanza de un cine de terror que, si bien tiene su origen en la industria estadounidense, ha terminado convirtiéndose en el estándar comercial del género. Surgida de la prolífica relación que los directores y productores azuleños Luciano y Nicolás Onetti establecieron con la productora neozelandesa Black Mandala, La forma del bosque se suma a la prolífica filmografía de género del cine argentino. La opera prima de Gonzalo Mellid, que incluye elementos fantásticos, se desarrolla bajo los lineamientos estéticos y narrativos del cine de terror mainstream. En ese sentido, su propuesta está lejos de presentar particularidades que permitan vincularla con el cine argentino, ya sea por sus formas, por los elementos que conforman su historia, o por las características de sus personajes. Por el contrario, la película está construida a imagen y semejanza de un cine de terror que, si bien tiene su origen en la industria estadounidense, ha terminado convirtiéndose en el estándar comercial del género. Por eso mismo es posible afirmar que, más allá de su eventual eficacia o deficiencia, los aportes que La forma del bosque realiza al cine de terror son nulos. No solo porque no hay en ella nada novedoso, sino porque ni siquiera ofrece una relectura de los tópicos clásicos que vaya más allá de los lugares comunes más extendidos. La película cuenta la historia de una entidad que encarna el espíritu de la naturaleza, encargado de custodiar un bosque de ubicación indeterminada, cuya acción protectora (y violenta) es liberada cuando la fuerza humana irrumpe con indolencia, agrediendo al entorno natural. A partir de eso puede decirse que existe en su relato una intención de vincular la historia contada con cierta preocupación ecológica, aunque esta en realidad apenas consigue manifestarse de un modo tosco y superficial. Dicha fuerza, sin embargo, parece guiada por una motivación arbitraria que la película tampoco justifica de forma satisfactoria. Todos esos elementos confluyen en la certeza de que La forma del bosque es un típico producto de explotación, más preocupado por replicar las convenciones genéricas que por la originalidad de su propio desarrollo. A pesar de ello, La forma del bosque consigue poner en escena algunos momentos logrados, sobre todo desde el aspecto técnico. La utilización de drones para tomas y travellings aéreos; ciertas puestas y movimientos de cámara; e incluso la fotografía, en especial en las escenas diurnas en exteriores, dan cuenta de cierto potencial a la hora de aprovechar los recursos disponibles. La presencia de Chucho Fernández, actor emblema del cine de género argentino, aporta su particular fotogenia y potencia física, en un papel que se despega un poco de sus habituales villanos. Incluso la niña María Paz Arias Landa entrega un trabajo de cierta solvencia, a pesar de que su personaje de pocas palabras (que parece inspirado en la Eleven con la que la joven actriz Millie Bobby Brown se hizo famosa en la serie Stranger Things) la obliga a manejarse con un combo limitado de recursos.
MITOS NO DEL TODO BIEN ENSAMBLADOS Si gran parte del cine de terror argentino se ha empecinado en repetir lugares comunes del slasher, La forma del bosque va en otra dirección, que la coloca en un lugar diferente dentro de su contexto. La ópera prima de Gonzalo Mellid, coproducción entre Nueva Zelanda, Argentina y Uruguay, no solo busca delinear una especie de terror ecológico, sino también crear atmósferas donde la espera se dé la mano con el suspenso. Sin embargo, ese experimento, aunque interesante, no termina de funcionar del todo. Estructurado en capítulos interrelacionados y que van construyendo sentido poco a poco, el relato se centra en dos hermanos que viven en una cabaña junto a su abuelo, prácticamente aislados del mundo exterior. Mientras pasean y juegan en el bosque, ambos cometen una serie de errores accidentales que terminan desatando la ira de un espíritu oscuro que los perseguirá de forma implacable. A partir de un acto involuntario se desata, entonces, una lucha por la supervivencia, pero también una especie de proceso de aprendizaje sobre el vínculo entre la naturaleza y el ser humano, y cómo hay reglas ancestrales -algunas más explícitas que otras- que no pueden soslayarse. La primera mitad de La forma del bosque es por lejos la más interesante, no solo por el manejo de la información, sino también por la construcción de climas desestabilizadores. La narración se estructura desde la fragmentación, con eventos aislados entre sí pero que tienden a confluir, lo cual contribuye a la incertidumbre y la imprevisibilidad, hasta coquetear con lo angustiante. Al mismo tiempo, la puesta en escena le saca jugo a los espacios abiertos, que se convierten en un factor opresivo, lo mismo que la banda sonora, que remarca lo justo y necesario. Sin embargo, los aciertos de los primeros minutos se disuelven rápidamente en la segunda mitad de la película, cuando el planteo queda más claro y visible. El film muestra pocas herramientas para profundizar en los conflictos que había planteado previamente, con lo que durante extensos pasajes queda atada a una estructura de persecución entre obvia y repetitiva. Hacia el final, busca salir de su propia trampa con una resolución que establece una relectura sobre lo que se había visto previamente. Sin embargo, su método es fallido, porque aplica un par de giros pretendidamente astutos y reflexivos, que igualmente no dejan de ser forzados y solemnes. La forma del bosque quiere hilvanar mitos y tradiciones con un relato de crecimiento pautado desde la pérdida y la violencia, y despliega unas cuantas ideas atractivas para lograr esos objetivos que, a su modo, no dejan de ser muy ambiciosos. Pero no posee la energía y habilidad suficientes para llevar a cabo sus propósitos, quedándose a mitad de camino. De ahí que, aunque dure menos de una hora y media, no deje de parecer larga y estirada, mostrando una diferencia importante entre intenciones y logros.
El debutante realizador Gonzalo Mellid decide narrar este hermético relato, con recursos acotados, pero con ideas que trascienden los apremios de producción, en una historia que tiene al pasado como protagonista, los secretos como vector, y dos hermanos tratando de develar qué se esconde en la espesura del bosque.
El cine de terror y los bosques suelen ser una estupenda combinación. Basta con recordar The Evil Dead, de Sam Raimi, y las películas slasher ambientadas en campamentos, empezando por la saga de Viernes 13. Pero mucho antes estuvieron los cuentos infantiles, como “Hansel y Gretel”, que de fondo resultan macabros. Por ese territorio se adentra La forma del bosque. Silvia y Andrés, dos hermanos preadolescentes, viven con su abuelo (Chucho Fernández) en una casa en medio del bosque. El encuentro con un individuo atormentado y la violencia de sus actos los pondrá en la mira del mismísimo espíritu que domina aquel paraje de arboledas y misterios. Una auténtica fuerza de la naturaleza, capaz de adorar formas familiares para ajusticiar a quienes considere una amenaza. Silvia y Andrés deberán sobrevivir a su ira durante una noche que parece no terminar. En su ópera prima, Gonzalo Mellid coquetea con la mencionada The Evil Dead ( algunas tomas subjetivas, las encarnaciones del Bosque) y con el folk horror (mencionar ejemplos podría derivar en spoilers), pero nunca pierde su verdadera esencia: la de una leyenda como las que se narran junto al fogón. El director sabe imprimir un clima inquietante y no teme correr algunos riesgos en determinados giros narrativos. Al mismo tiempo, funciona como una historia de madurez; los jóvenes deben afrontar cambios bruscos en sus vidas, especialmente Silvia, que posee una conexión especial con los fenómenos que suceden a su alrededor. María Paz Arias Landa y Nicolás del Río llevan el protagonismo, pero el elenco secundario sabe destacarse. Chucho Fernández deja de lado los matones u hombres tenebrosos de su filmografía para componer a un abuelo capaz de darlo todo por sus nietos. En tanto, Magui Bravi continúa afianzándose como una de las grandes figuras del terror nacional, ahora interpretando a una de las encarnaciones más sensuales -y más mortíferas- del Bosque. Sin necesidad de alardear, La forma del bosque recupera el sabor de los cuentos de miedo rurales y presenta a un director promisorio.
Magui Bravi protege el bosque en la ópera prima de Gonzalo Mellid Dos hermanos cometen un error en el bosque y despiertan a una entidad oscura y mítica que protege toda vida entre sus límites. Este jueves se estrena en cines La Forma del Bosque. ¿De qué va? Silvia y Andrés son dos jóvenes hermanos que viven en una cabaña remota junto a su abuelo. Solos en el bosque, los niños desatan accidentalmente la ira de un espíritu oscuro que los perseguirá durante el transcurso de una noche. Solo sobreviviendo hasta el amanecer podrán deshacerse de esta terrible maldición. En 2019, Gonzalo Mellid, estrenó su cortometraje de terror Cenizas en el Buenos Aires Rojo Sangre, inaugurando así un extenso recorrido internacional. En 2020 recibió la mención como Mejor Director en el Nox Film Fest, en Uruguay; y el corto tuvo su debut en Estados Unidos dentro de la selección oficial del prestigioso festival Telluride Horror Show. Esto le allanó el camino para ir pergeñando lo que fue La Forma del Bosque, su ópera prima que tiene un estreno comercial fuerte en Argentina. La estructura de la película se cuenta en actos, exponiendo el truco narrativo con lo que se construyen todos los relatos. En este caso, titulando a cada acto, sumando el valor de cuento de hadas que da vueltas alrededor todo el tiempo. Su director parece haber olvidado la regla general de los operaprimistas: “no trabajes ni con nenes, ni con animales”. Bueno… el decidió hacer caso omiso y toda la acción se apoya en ambos protagonistas menores: una llevando la parte de la luz, y el otro la oscuridad. Y hasta tienen un caballo herido. Luego, tres protagonistas mayores de edad… cada uno con una función diferente: el abuelo de los niños con un pasado oscuro (Chucho Fernandez), un hombre con un alma atribulada por perder a su hijo y la forma del bosque en sí misma, la ninfa oscura: Magui Bravi. Ella es la protagonista del poster, de la prensa y de todo lo demás… pero tarda en llegar. Ahora, cuando llega pone el cuerpo (literalmente) aprovechando que tiene figura y sabe como usarla. El maquillaje ayuda a despegarla de la idea de “ah, la de la tele”, al igual que una actitud muy centrada al tono de la película. Mucha utilización de dron, para darle al bosque una presencia estelar en el relato: el ambiente es un protagonista más. La mayor parte del metraje se desarrolla en exteriores, dándole un valor de producción extra. Todo se va cocinando a fuego lento, haciendo que el final se desarrolle de manera muy apresurada y que te quedes con ganas de más. Lo mismo sucede con la historia del abuelo y la relación con su amada. Un ejercicio de fábula oscura que no es tanto de terror, sino más bien aleccionante a través de la dinámica de la luz y la oscuridad. Un primer paso de un director que se presenta bastante coherente si vemos su cortometraje anterior, y una figura como Magui Bravi prendiendo fuego la pantalla, La Forma del Bosque es un estreno para prestarle atención.