Las hermanas sean unidas Dentro de un edificio cada departamento esconde una historia. Detrás de cada puerta los inquilinos viven una realidad que muchas veces difiere a la que se puede llegar a pensar que sucede. El director Maximiliano Pelosi toma este punto en Las chicas del 3°... un consorcio felíz (2014) su primer largometraje ficcional para hablar en clave de comedia de una idea: nada es lo que parece. Celia y Aída (Betiana Blum, Lucrecia Capello) son dos hermanas que administran el consorcio de un edificio lleno de habitantes con personalidades y vivencias diferentes, una familia aparentemente feliz, una extranjera con un “oficio” prohibido, una profesora de piano separada, un hombre solo suicida y unos hermanos del interior que llegaron para estudiar (esto según la visión de las hermanas). Las hermanas sin éxito intentan digitarle las vidas a todos. Mientras planean su retiro (irán a Canadá a vivir a la casa de la hija de Aída) el robo del collar de perlas de Aída, en medio de la mudanza, disparara una suerte de búsqueda del tesoro y el sospechoso en el que nadie quedara libre de la duda. Pelosi aprovecha el conflicto para bucear en cada uno de los departamentos y contar que pasa en ellos, en cómo se relacionan los habitantes luego que la puerta del departamento se cierra, algo completamente diferente a la idea que Celia y Aída poseen sobre los mismos. Porque ellas avanzan sobre los demás intentando buscar respuestas a las incógnitas que las personas les ponen ante la falta de respuestas sobre sus vidas. Como un monstruo de dos cabezas se relacionan con el otro y en cada paso que dan hay una intención clara, la de poder entretenerse en sus monótonas existencias. Pero esa relación simbiótica se resentirá cuando Ángel (Manuel Vicente), el encargado del edificio, comience a intentar estrechar el vínculo con Celia (Betiana Blum). Todo lo que habían imaginado para ellas en un futuro y todos los planes que tenían pueden cambiar. El tono cómico ayuda a que la incorporación de las situaciones fluyan y si bien no hay diálogos memorables, el timing y el oficio de algunos de sus protagonistas generan un ritmo ágil y sostenido durante todo el film. Sobre las interpretaciones cabe aclarar que no importa que la disparidad de las actuaciones, en donde lejos se ubican Blum, Capello y Vicente y luego cada uno del resto del elenco, sin contradecir el verosímil del film. Las chicas del 3°... un consorcio felíz busca entretener sin más pretensiones que las de una comedia costumbrista de humor blanco y efectivo que logra su cometido con cierta recuperación narrativa nostálgica y situaciones encontradas.
Blum y Capello demuestran una vez más que son dos actrices muy talentosas y se ponen a cuestas esta película con mucha entereza. Los secundarios son desparejos, tanto en cuestiones de actuación como de personajes, algunos mejor desarrollados que otros, otros prácticamente caricaturas de clichés y estereotipos y alguno prácticamente prescindible. Entretanto, ellas se pelean, se contienen, se mienten, se dicen lo que piensan, es decir, interactúan como las dos hermanas que interpretan, cada una con sus personalidades y sobre todo, con su vida vivida. Porque mientras una se casó y tuvo una hija, la otra nunca pudo formar una familia, y cuando ve al hombre del cual cree estar enamorada ve también una última oportunidad, pero que en este caso significaría abandonar a su hermana. Así, es que Las chicas del tercero se va sucediendo entre escenas graciosas como una comedia costumbrista en la que nada es lo que parece, pero tampoco sorprende demasiado. Es de esas películas de las que no se espera demasiado, y eso termina siendo un punto a su favor.
Casi un sainete, sin la gracia suficiente Tiempo atrás, Maximiliano Pelosi había llamado la atención con dos documentales de temática homosexual: "Otro entre otros", sobre prejuicios dentro de la comunidad judía, y "Una familia gay", este último con fragmentos ficcionales, sobre los propios conflictos de quienes lucharon por el casamiento igualitario pero dudan ante la posibilidad de casarse. Ahora se prueba directamente en la ficción, con una comedia medianamente hetero, y medianamente lograda. El lugar, un edificio de departamentos, lo que empieza a ser casi un subgénero entre nosotros. Protagonistas, dos hermanas jubiladas, autoconvocadas para ocuparse de las expensas, así de paso chusmean un poco a los vecinos. Bueno, decir "un poco" es un eufemismo. Una es viuda, y su hija quiere llevarlas a vivir con ella en Canadá. La otra sigue soltera, y está entre irse con la hermana o quedarse con el portero que le tira los galgos. Ambas se presentan como "las chicas del 3°". Los vecinos las llaman de modos menos amables. Se trata de un gordo odioso de vida íntima desconocida (hasta que la conocemos y larga su discurso recriminatorio), una flaca amargada con su matrimonio, que busca despejarse marihuaneándose con el vecino joven (otro odioso vigilado por su hermana), una búlgara rubia, alta, que trabaja de noche, una profesora de piano cuya ocupación adivinamos antes que las chusmas, y un nene que a cada rato queda a cargo de la viuda porque la madre amargada quiere desamargarse o mandarse mudar. Todos estos personajes están caricaturizados de modo bastante básico, casi a modo de sainete pero sin suficiente gracia, ni ritmo, ni riqueza argumental. A señalar, la actuación de Lucrecia Capello, la resolución de un episodio con Emilia Paino, Carlos Kaspar y Mariano Bertolini, que confronta de paso los prejuicios de las hermanas contra la trabajadora nocturna que hace Ingrid Grundke, la música de Pablo Sala (que además aprovecha para meter una parodia de ciertos cantores románticos), los dibujos de presentación de Matías Donda. No mucho más, lo que es una lástima.
Alguien golpea la puerta El debut cinematográfico en la ficción de Maximiliano Pelossi apela a elementos de la comedia costumbrista, el sainete y el humor blanco, con un dejo de nostalgia por cierto tipo de cine de antaño, aunque con timing más aggiornado a estos tiempos. Con Las chicas del tercero… no nos encontramos frente a una sitcom, pese a que el escenario en donde ocurren las acciones es un edificio de departamentos, ideal para una puesta en escena de estas características. Cada copropietario es visitado por las hermanas Celia y Aída (Betiana Blum y Lucrecia Capello), encargadas de la administración y del cobro de las expensas, pretexto que utilizan para invadir puerta por puerta y fisgonear al mejor estilo, con una mirada un tanto prejuiciosa sobre las conductas de algunos de sus vecinos. La galería de personajes responde al típico arquetipo del costumbrismo: madre maltratada por su esposo con hijo pre adolescente que encuentra algún que otro alivio en la mirada y los brazos de un joven estudiante del interior, quien vive con su hermana y fuma marihuana; una ex profesora de piano que en realidad ejerce la prostitución por las noches; una inquilina Búlgara que también sale a trabajar por las noches y sobre la que pesa la misma sospecha; un hombre misterioso que recibe paquetes y cuya hosquedad hacia las ancianas es manifiesta, y para terminar el portero con deudas de juego. El eje por el que avanza el relato se sostiene desde la dialéctica del equívoco o la idea de las apariencias que engañan para encontrar el mismo punto de vista sesgado y repartido entre Celia y Aída, en paralelo a la relación a veces simbiótica y otras parasitaria de ambas, ocupando Celia el rol de la solterona y Aída el de la viuda. Ambas se disponen a abandonar el edificio para ir a Canadá con una de las hijas de Aída pero, entre los preparativos de la mudanza, ocurre un hecho -que por motivos lógicos no se revelará aquí- que podría llegar a modificar el rumbo de ellas y precipitar algunos acontecimientos. Como comedia blanca, Las chicas del tercero… entretiene aunque los desniveles en las actuaciones entre las protagonistas y los personajes secundarios es notorio y ese defecto por momentos repercute en el fluir de la trama. Con algunos diálogos forzados en contraste con escenas donde el drama o la nostalgia nacen de manera espontánea, gracias al profesionalismo de Betiana Blum y Lucrecia Capello, a quienes no les resulta nada difícil apropiarse de sus personajes y hacerlos queribles
Aburridas que aburren El director español Alex de la Iglesia mostró ingeniosamente, con La comunidad, cómo hacer humor negro en el marco del consorcio de un edificio con las múltiples historias de vida de sus vecinos. La muerte era el disparador. El director argentino Maximiliano Pelosi (Una familia gay, Otro entre otros) comienza su filme en tono necrológico mostrando a dos mujeres frente a una pared de nichos. Una le “habla” a uno de los difuntos, la otra señora -al pasar- “dialoga” con otro, como si los muertos pudieran escucharlas. Desde el minuto cero, la obsesión por la finitud humana será una fija que se repite en este filme con frases como: “¿La próxima seremos nosotras?”, “Nos van a extrañar cuando ya no estemos”. Cansa, agota el recurso. Asfixia. Celia (Betiana Blum) y Aída (Lucrecia Capello) son dos hermanas que viven en el tercer piso del edificio, el último. Mimetizadas, siempre hablan a dúo, buscando una complicidad innecesaria. Aburridas de sus vidas, administran el consorcio y les gusta meterse en la vida de los demás. Lo que podría haberse usado como una llave ingeniosa para acceder a intimidades ajenas en Las chicas del 3° es forzado, sobreactuado y nada creíble. Y, por momentos, desubicado, sobre todo cuando se subraya en la orientación sexual de uno de los vecinos (Félix) o en el tema de la prostitución. ¿La dosis de humor? Nula. La música (a base de piano y cuerdas) marca el ritmo de cada escena con exageración, como si fuese un dibujo animado. Un dato: en los créditos del comienzo, a los personajes se los ve caricaturizados. Este filme estereotipa historias de vida llevándolas a un plano tan absurdo que pierde su esencia. El robo de un collar busca ser un eje de conflicto. Pero no aporta tensión, al contrario, confunde. La pelopincho en el balcón, con las dos señoras adentro, es sinónimo del gusto estético de este filme que quisiera reírse de sí mismo. Si hay que rescatar algo de Las chicas del 3°, es el papel de la atractiva Bernarda Pagés, que interpreta a una ama de casa atormentada por su relación marital. Y que encuentra oxígeno en un joven vecino que le da calce.
Consorcio alocado y enamorado Administrar un edificio de departamentos tiene sus problemas. Esto lo saben muy bien dos hermanas que viven y administran esa propiedad: una, Celia, es una solterona que nunca perdió las esperanzas de casarse; la otra, Aída, es una viuda que lleva una rutina solitaria que gira en torno a los chismes de los vecinos. Ambas esperan la inminente llegada de Marita, única hija de Aída quien, radicada en Canadá, vendrá a buscarlas para llevarlas a Toronto. Pero antes, un vecino cambiará sus vidas. El novel director Maximiliano Pelossi supo conducir con solvencia este entramado del que surgirán, a veces con sorpresa y otras con una pizca de dramatismo, estos personajes envueltos en sus problemas personales. Sobre la base de un guión que se imbrica en el género de la comedia algo alocada, el realizador supo seguir con una sonrisa el tránsito diario de ese puñado de personajes tan típicos de la fauna porteña. Sin pretender más de lo que muestra, el relato tuvo como sólidos soportes a los muy buenos trabajos de Betiana Blum y de Lucrecia Capello como esas hermanas a las que el futuro todavía les da margen para el optimismo, mientras que Manuel Vicente logró, con gran simpatía, otorgarle sabor agridulce a ese encargado que parece haber hallado un amor inesperado.
Dirigida por Maximiliano Pelosi, coautor del guion, la película tiene a dos actrices espléndidas como Lucrecia Capello y Bettiana Blum y una buena idea argumental, pero el resultado es una comedia a la vieja usanza y el resultado magro
Una comedia coral que cuenta con dos estupendas actrices. Esta es la ópera prima del director Maximiliano Pelosi (dirigió documentales como: “Otro entre otros" 2009 y "Una familia gay" 2013, además participó en la producción de películas como "El cine de Maite" 2008 y "Un año sin amor" 2004). Cuenta con las actuaciones: Betiana Blum, Lucrecia Capello, Manuel Vicente, Carlos Kaspar, Mosquito Sancineto, Emilia “Picky” Paino, Bernarda Pagés, Luciano Linardi, Ingrid Grudke, Juana Repetto y gran elenco. Narra las vivencias de dos hermanas, ellas son las chicas del tercero: Celia (Betiana Blum), una solterona que nunca perdió las esperanzas de casarse, y Aída (Lucrecia Capello), una mujer viuda, administran un consorcio, una vida que gira en torno a los chismes sobre todos sus vecinos. Ambas esperan la llegada de Marita (Ingrid Grudke), la única hija de Aída, que se encuentra radicada en Canadá, y viene para llevarlas para que vivan en Toronto, conozcan allí el resto de su familia y continuar todos juntos el resto de sus días. Por el lado de Celia, no tiene ningún compromiso en Argentina y acá no dejaría a nadie. Pero el conflicto está al caer, a Celia le sucede algo impensado quien le declara su amor es Ángel (Manuel Vicente) el encargado del edificio; y por el lado de Aída en medio de plena mudanza, desparece un collar de perlas, de esta forma el director nos muestra mejor a cada uno de los personajes ingresando al departamento de cada uno de ellos, sus traumas y nos ofrece un sinfín de situaciones. Es una historia coral, se mete en un mundo real como la propiedad horizontal, con otra trama algo similar ocurría en “La comunidad” de Alex de la Iglesia. Por momentos tiene un ritmo ágil, algunas escenas tienen un toque nostálgico, de humor y situaciones absurdas. Las actuaciones son correctas, algunas se destacan sobre otras y cuenta con buenos diálogos.
Celia (Betiana Blum) is a spinster in her late sixties who hasn’t lost all hopes of getting married, even if she doesn’t acknowledge it. Her sister, Aída (Lucrecia Capello), is a few years older and a widow with a daughter and a granddaughter living in Canada. Both sisters live together in an ordinary apartment in an equally ordinary building where everybody knows everybody — and some pry shamelessly into the lives of others. Aída’s daughter, Marita, is about to take them to live in Canada and care for them in these last years of their lives, so it’s time for goodbyes. But a few incidents along the way will change the predetermined plans for good. Perhaps there’s yet love to be found where you least expect it. There are a handful of other colourful supporting characters in Las chicas del 3º, the new film by Argentine filmmaker Maximiliano Pelosi (Otro entre otros, Una familia gay), including a janitor with a penchant for gaming, a broken-hearted young housewife with a despicable husband, a new male gay couple into mild S&M, a good-looking brunette who does tricks for money, a hot young man and his sister, and a Bulgarian night nurse. For the most part, Las chicas del 3º is a situation comedy that covers overworked territory in a formulaic, uncreative manner. In essence, there’s little here that you haven’t seen before in diverse films depicting the vicissitudes and oddities of living in your average neighbourly building. As was to be expected, the two sisters like gossiping, prying, approving or disapproving of what others do. And the others are, above all, stereotypes rather than fleshed-out characters. For that matter, so are the two sisters, but they are somewhat more developed. The problem is not that they are stereotypes, since that’s a valid option for the genre, but that they are very thin, unremarkable stereotypes who neither go over the top nor strike a funny low key. They just lie in an insipid middle ground that fails to be gripping. Even the overall narrative structure has more to do with loosely connected dated television skits than with smartly intertwined cinematic gags. On the plus side, the professional performances of Betiana Blum and Lucrecia Capello are kind of engaging in their own terms. Both actresses have the right timing and know-how to make the most out of each comic situation, and so they effortlessly keep the film going. To a lesser extent, Manuel Vicente also does a good job. Other than that, there’s nothing much to write home about. Production notes Las chicas del 3º – un consorcio feliz (Argentina, 2014). Directed by Maximiliano Pelosi. With Betiana Blum, Lucrecia Capello, Manuel Vicente, Ingrid Grudke, Juana Repetto, Carlos Kaspar, Mosquito Sancineto, Emilia “Picky” Paino, Bernarda Pagés, Luciano Linardi. Written by Diego A. Fleischer, Marcelo Burello and Maximiliano Pelosi. Cinematography: Matías Carneiro. Editing: Damián Tetelbaum. Running time: 83 minutes.