Las reuniones familiares constituyen un concepto irresistible para cualquier historia. Y si le agregamos la Navidad y un personaje con problemas de salud, el potencial dramático está asegurado. Luego de El diablo blanco, su ópera prima, el actor Ignacio Rogers se adentra en la comedia dramática (o dramedy) gracias a Las fiestas. Cecilia Roth interpreta a María Paz, una mujer que es dada de alta luego de un infarto. Para celebrar su especie de renacimiento, decide pasar unos días -incluyendo el 24 de diciembre- en una finca, junto a sus tres hijos: Sergio (Daniel Hendler), Luz (Dolores Fonzi) y Mali (Ezequiel Díaz). Al principio ellos no están seguros: conocen demasiado a su madre y su temperamento. Terminan accediendo y tratan de poner la mejor voluntad. Así van surgiendo situaciones amenas, incluso divertidas, pero pronto aflora lo más incómodo del pasado. De la mano de un guión que lo tiene entre sus autores, el director balancea los elementos cómicos y duros para lograr un film intimista, provisto de capas. Estamos ante un reencuentro, pero también se presenta algo más fatalista, que planea en cada escena sin ser explicitado. En este aspecto es crucial el trabajo de los actores, que saben exprimir la complejidad de los personajes. Tenemos a María Paz, que sólo quiere dar amor, aún cuando es consciente de sus fallas, y tres hijos que deben lidiar con sus propios problemas (desde separaciones hasta incertidumbre laboral). También asoma el interés por la herencia, ya que temen otro problema cardíaco. Esas imperfecciones hacen que cada uno sean reales y nunca dejen de hacerse queribles. Las fiestas permite el lucimiento de un elenco notable (en especial Roth; uno de los mejores papeles de su carrera) y confirma la madurez de un director que sigue evolucionando.
Tensa calma en la nueva película de Ignacio Rogers en donde tres hermanos, un poco por obligación, otro por culpa, y otro tanto por soledad, deciden acompañar a su madre, recientemente salida de una larga internación. Duelo de actuación entre Cecilia Roth, Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Ezequiel Díaz, quienes dotan de una vitalidad inusual a sus personajes, al punto que se desprenden de la pantalla para habitar ya en cada uno de los espectadores.
"Las fiestas": lazos familiares complejos. Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Daniel Hendler, Ezequiel Díaz y Margarita Israel Gurman protagonizan esta comedia drámática (o drama cómico). Las reuniones familiares con integrantes que tienen relaciones tirantes entre ellos configuran uno de los tópicos narrativos más recurrentes a lo largo y ancho del globo audiovisual. Si a eso se suma que la reunión es consecuencia de un reciente coqueteo con la muerte y transcurre en una casa de campo durante la Navidad, queda claro que hay materia prima de sobra para un relato que orbite alrededor de los vínculos, la disfuncionalidad, los errores del pasado y la posibilidad de un futuro un tanto más armónico puertas adentro del clan. Así ocurre con Las fiestas, el segundo largometraje en la silla plegable del también actor Ignacio Rogers después de El diablo blanco (2019). No podían ser más distintas ambas películas: del terror fantasmagórico y sobrenatural de aquella a esta amable comedia dramática –o drama con toques de comedia– que tuvo su primera exhibición pública en el marco de una de las secciones paralelas del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata del año pasado. Las familias son como galaxias que orbitan alrededor de una estrella. El problema, en todo caso, es qué pasa cuando esa estrella comienza a perder el brillo. Se necesita, entonces, una reconfiguración del sistema, tal como ocurrirá con la familia encabezada por María Paz (Cecilia Roth), una mujer que no tiene una relación fluida con sus tres hijos. No obstante, el terceto está firme al pie del cañón durante su internación a raíz de un infarto. Y eso que cada uno enfrenta sus propios problemas. Algunos quedan claros en los primeros minutos del metraje, como el de Mali (Ezequiel Díaz), que se gana la vida como camarera, pero no parece tener la paciencia suficiente para lidiar con clientes, y acaba de perder su techo. Luz (Dolores Fonzi), por su parte, tiene una hija fruto de un matrimonio trunco e intenta combinar su rol maternal con la posibilidad de satisfacer sus deseos femeninos. El último es Sergio (Daniel Hendler), dueño de una apatía que, en realidad, esconde una profunda insatisfacción con su vida emocional. Claro que María Paz no es una carmelita descalza. Manipuladora y en general distante de su prole, aprovecha su convalecencia para organizar una escapada a una estancia durante las fiestas del título. Y hasta allí irá el grupo, dispuesto a tratar a que los días pasen de la manera más tranquila posible. Difícil. No hay que ser un genio para imaginar que la convivencia irá de la frialdad a los pases de factura, y de allí a la revelación de los núcleos emocionales más íntimos de esos hermanos que, más allá todo, están dispuestos a quererse. Se agradece que el guion –coescrito entre Rogers, Ezequiel Díaz, Esteban Lamothe, Alberto Rojas Apel y Julieta Zylberberg– evite los subrayados para, a cambio, apostar por la fluidez y diálogos a priori intrascendentes que irán cobrando sentido a medida que cada quien muestra su rostro auténtico. Personajes auténticos que dicen cosas propias de seres humanos. Las fiestas, entonces, como una película algo amarga y frágil, pero que cree a pies juntillas en la honestidad y la transparencia.
La época de “Las Fiestas” supone unión y armonía para juntarse en familia, pero no siempre las reuniones resultan exitosas. De qué se trata? 👉 La nueva película de Ignacio Rogers se adentra en la historia de María Paz (Cecilia Roth) quien estuvo internada en el hospital por un infarto. Cuando sale se refugia en su campo, lugar al que invita a sus hijos Sergio (Daniel Hendler), un profesor de gimnasia con problemas conyugales, Mali (Ezequiel Díaz) y Luz (Dolores Fonzi) a pasar Navidad, y ellos aceptan sin mucho entusiasmo. Una vez en el lugar, comparten comidas, charlas y situaciones no tan cómodas. Algunas discusiones cada tanto liberan tensiones pero se siente en el aire que tanto del lado de los hijos como de la madre hay cosas no dichas. Paz es manipuladora, intenta acercarse a sus hijos pero no parece encontrar la manera correcta. Es como una bomba a punto de estallar. El guion, entre risas e incomodidad, está a cargo de Ignacio Rogers, y cuenta con la colaboración de Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz y Alberto Rojas Apel. Conclusión: La comedia dramática cuenta con sólidas actuaciones y pone en evidencia el difícil vínculo entre una madre negadora y sus hijos, algo confundidos. María Paz intenta recomponer. Lo logrará? Buena. Dirección: Ignacio Rogers. Guion: Ignacio Rogers, Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz, Alberto Rojas Apel. Elenco: Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Daniel Hendler, Ezequiel Díaz, Margarita Israel Gurman, Maitina De Marco. Producción: Ezequiel Borovinsky, Alejandro Israel. Distribuidora: Star Distribution. Duración: 89 minutos.
La premisa de unos amigos o familiares que se reúnen para pasar juntos unos días en una casona en medio de un entorno natural constituye casi un subgénero en sí mismo. Lo hemos visto con asiduidad en muchas películas francesas, en el cine indie estadounidense, pero también en el argentino (La quietud, de Pablo Trapero; Recreo, de Hernán Guerschuny y Jazmín Stuart; o Los sonámbulos, de Paula Hernández, por citar solo algunos ejemplos bastante recientes). La posibilidad de filmar la mayor parte de la historia en una única locación, en un ambiente controlado y sin molestas intromisiones, es una tentación irresistible para muchos guionistas, directores y productores. De amplia trayectoria como actor (sus primeros pasos fueron junto al realizador Ezequiel Acuña), Ignacio Rogers contó para la escritura de Las fiestas con el aporte de otros reconocidos intérpretes como Esteban Lamothe, Julieta Zylberberg y Ezequiel Díaz (también uno de los protagonistas) y de Alberto Rojas Apel, quien fue precisamente coguionista de Acuña en films como Excursiones, Como un avión estrellado o Nadar solo. En la primera secuencia vemos a Luz (Dolores Fonzi), Sergio (Daniel Hendler) y Mali (Ezequiel Díaz) yendo a visitar a su madre María Paz (Cecilia Roth), quien está internada en un hospital luego de atravesar una crisis de salud bastante extrema. Tras una recuperación poco menos que milagrosa, la manipuladora matriarca les pide que vayan a la quinta familiar para compartir unos días entre Navidad y Año Nuevo. Aunque Sergio parece ser el más sumiso, ninguno manifiesta demasiado interés en ser parte de ese reencuentro pero las justificaciones (coartadas) laborales o afectivas que cada uno manejaba se van desarticulando y no tienen más remedio que sumarse. Como en toda película de estas características, cada uno de los personajes llega a la cita con una pesada carga de secretos y mentiras, contradicciones y traumas, remordimientos y resentimientos a cuestas. Y ese “mar de fondo”, esas tensiones latentes, esos conflictos no siempre explicitados ni mucho menos resueltos, no tardarán en pasar factura y de estallar por las causas y de las maneras más impensadas e inesperadas. Si bien hay miradas laterales (una infantil y otra a cargo de Muñeca, que interpreta Maitina De Marco), el eje del relato pasa por las relaciones en varios momentos agobiantes, tóxicas y patológicas, aunque en otros pasajes también cómicas y hasta queribles, que se van estableciendo entre los integrantes a medida que pasa el tiempo (lo que en principio iba a ser una visita fugaz se termina prolongando). En este sentido, Rogers afortunadamente evita caer en la exageración, el subrayado y el estereotipo para exponer los conflictos y esas cuentas pendientes a través de diálogos, observaciones, detalles, gestos en principio banales e intrascendentes pero que luego se van resignificando y adquiriendo dimensiones inesperadas. Como en cualquier dinámica familiar hay constantes manipulaciones, códigos, seducciones, alianzas, enojos, rebeldías y reacomodamientos. En esa coreografía de los sentimientos Rogers y su cuarteto protagónico tienen más hallazgos que carencias porque la sutileza le suele ganar a la tentación de la explicitud o del golpe de efecto. Y es en el notable plano final (probablemente el más virtuoso, arriesgado e impactante de todo el relato) donde aflora la sensación de que Rogers tiene no solo talento sino también mucho margen para seguir creciendo como cineasta.
En su segunda película como director, Ignacio Rogers, logra una cándida comedia dramática que se ve reforzada por las actuaciones, sobre todo de Ezequiel Díaz como Mali.
María Paz (Cecilia Roth) se despierta tras una larga internación por complicaciones de una afección cardíaca y lo primero que verbaliza después de tranquilizar a sus hijos es que se siente diferente. “¿Diferente?”, le preguntan los tres con cierta incredulidad y desconcierto ante el calificativo elegido para describir un momento crucial: nada menos que el despertar a la vida. En lugar de repetir lo que ella está aseverando, lo cuestionan, como si no fuera posible que esa mujer, luego de esa experiencia cercana a la muerte, pudiese mostrarse distinta. En esa primera secuencia en la que los personajes principales de Las fiestas están reunidos (en ese caso, en la habitación de un hospital, en contraste con un final a cielo abierto) notamos la disfuncionalidad de esa familia no solo por esa interpelación a la madre sino también por las miradas y la forma en la que cada uno se va acercando al otro. Allí están esas dos hermanas que tienen una relación más estrecha (interpretadas por Dolores Fonzi y Ezequiel Díaz), ese hermano que intenta acercar a las partes y conciliar (Daniel Hendler), y esa mamá que se presenta como un enigma y que es personificada por Roth en un gran trabajo de manifestaciones subrepticias. Luego de su debut como cineasta con El diablo blanco -donde Díaz también fue protagonista-, Ignacio Rogers ratifica con su segundo largometraje (exhibido el año pasado en la 37ma. edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata) que sabe cómo fusionar los géneros con esa oscilación entre la comedia familiar costumbrista, ciertos pasajes de humor negro y algunos tramos dramáticos, con el agregado de un manejo de la tensión que, in crescendo, sobrevuela esa convivencia del cuarteto en la quinta afueras de la ciudad donde María Paz invitó a sus hijos a pesar de percibir su reticencia (pero sin asumirla del todo). Con un guion concebido por Rogers, Díaz, Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe y Alberto Rojas Apel, Las fiestas toma la convención de cómo, en el marco de la previa a Navidad, las internas de una familia se ponen de manifiesto cuando el ocio juega su parte. El requerimiento de María Paz, un personaje que contempla en silencio para luego lanzar una daga disruptiva en esa calma aparente, es lo que permite que sus hijos la enfrenten cuando pueden correrla del lugar de víctima. En ese punto, se lucen las secuencias en las que Roth, Fonzi, Díaz y Hendler están juntos en escena. Los actores aportan una naturalidad a personajes que se necesitan mutuamente para manejar conflictos y crisis existenciales de las que no hablan demasiado, pero cuyo peso cargan hasta la inevitable implosión. En el centro de esas rispideces de los hermanos está siempre esa madre a la que Rogers filma en penumbras a lo lejos o bien con la luz natural invadiendo un rostro de expresiones indescifrables. No hay término medio para esa mujer que, con su conducta pasiva-agresiva, se preocupa por sus hijos pero también los manipula con frases de manual, reconocibles, el pilar de los instantes donde prima la comedia y donde Rogers navega más cómodo: en el registro de las imperfecciones que pueden hallarse en cualquier reunión familiar.
La historia de la película Las fiestas abreva en las tradicionales celebraciones que se producen en Año Nuevo. Estas fechas, punto de encuentro de la mayoría de las familias, son esas ocasiones anuales en las que salen a relucir los pases de factura acumulados durante mucho tiempo. En la trama, María Paz (Cecilia Roth) es la mujer que atraviesa una madurez espléndida, aunque debido a una salud endeble, acaba de atravesar una experiencia cercana a la muerte. Al ser dada de alta, luego de una larga internación, intenta rehacer la relación conflictiva que tiene con sus tres hijos y los invita a pasar unos días junto a ella, en su quinta. Así, Sergio (Daniel Hendler), el mayor, quien en apariencia busca ser condescendiente con la atención de su madre; Luz (Dolores Fonzi), la hija rebelde y cuestionadora y finalmente su hija trans Maly (Ezequiel Díaz), se trasladan al apacible campo donde todo parece fluir de la mejor manera. Pero, por circunstancias y resentimientos que anidan en el pasado y no están del todo explícitos, pronto advertirán cómo la personalidad materna intenta volver a tomar el control. Madre competitiva La protagonista prácticamente delegó en su amiga Muñeca (Maitina De Marco), la crianza de sus vástagos. Es una madre buena y comprensiva, pero no ante los ojos de su estirpe. El principal problema radica en que quiere vivir al ritmo de su descendencia y compite con ellos constantemente, dejando en claro que existe una manipulación muy etérea. Por fortuna, el tono buscado desde la dirección es la sutileza. Esta matrona nunca eleva la voz, ni cae en el dramatismo del llanto. Por el contrario, maneja los hilos de la cotidianeidad, de una forma apenas perceptible. Las relaciones de sus retoños tampoco son un ejemplo de virtudes. Sergio atraviesa una crisis matrimonial al descubrir que su esposa podría estar engañándolo con otro hombre. Luz está separada del padre de su hija Carlita, tiene dificultades para mantener un vínculo estable y deposita en algún encuentro transitorio, como con el hijo del jardinero, la esperanza de obtener un momento placentero. A su vez, Maly, trabaja como mesera, soporta el maltrato de los clientes y hasta debe sortear las burlas que recibe cuando algún desubicado le grita barbaridades en la calle. Es como si ninguno de los miembros del terceto estuviera preparado para afrontar la vida tal como es, con circunstancias positivas y negativas. El guion, escrito por el propio director Ignacio Rogers, junto a los actores Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz y el dramaturgo Alberto Rojas Apel, fluye de manera natural, sin bajar línea ni pontificar sobre cómo deberían funcionar las relaciones familiares. Por el contrario, presenta las situaciones de una manera tan espontánea que funciona como si instaláramos una cámara dentro de cualquier hogar de una familia contemporánea. Para destacar, la entrega absoluta de Roth, una especie de otoñal imagen salida de una pintura campestre, la espontánea rebeldía de Fonzi, la presencia de Hendler y el compromiso actoral de Díaz, en un rol exigente.
Luego de una enfermedad que la enfrentó con la muerte, María Paz (Cecilia Roth), la matriarca de una familia venida a menos, organiza una reunión en la casa quinta que habita para celebrar su regreso a la vida y las fiestas de fin de año. Sus tres hijos (Dolores Fonzi, Daniel Hendler y Ezequiel Díaz) muestran cierta reticencia ante la iniciativa. Finalmente terminan aceptando. La mujer dominante y manipuladora que fue parece haber quedado atrás y el reencuentro familiar servirá para que pueda demostrarlo. Pero, ¿es real o solo una fachada para poner a prueba una vez más todo su poderío? Con guion del propio Rogers junto a Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz y Alberto Rojas Apel, Las fiestas (2022), que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, resulta un mordaz ensayo ficcional sobre las relaciones tóxicas. De esas que por más que se quiera resulta imposible escapar. Rogers construye a través de una puesta en escena seca, donde la sutileza aflora por sobre la explicites, un típico juego de secretos y mentiras. Y lo hace a través de miradas, gestos y actitudes corporales en donde fracasos y resentimientos de antaño se cruzan con la hipocresía y la manipulación de un presente siniestro. Las fiestas es una película de personajes, y si esos personajes son creíbles es porque el cuarteto actoral le pone el cuerpo a cada una de las situaciones a las que debe enfrentarse, desplegando todo un abanico de matices a la hora de componer seres contradictorios, inmersos en una relación destructiva de la que no pueden (o no quieren) salirse. Rogers, dueño de una gran madurez a la hora de componer universos corales incómodos, les escapa a los golpes de efecto y lugares comunes, siempre tentadores en este tipo de relatos, apostando por una narrativa amarga y desesperanzadora sobre los vínculos, la sangre y la familia que a cada uno en suerte le tocó.
GRITOS Y DISCUSIONES EN FAMILIA De La ciénaga a esta parte son varios los directores argentinos que han pretendido construir un retrato de clase, enmarcando a un grupo familiar en un contexto donde la naturaleza y el estatismo invitan a la reflexión y el replanteo de vínculos. Son como aquellas películas norteamericanas que reúnen a una parentela en los días de Acción de Gracias o Navidad. Sin tanto vuelto formal como aquel film de Lucrecia Martel, Las fiestas se inscribe en esa vertiente, al reunir en una casa de campo a una madre con sus tres hijos que vienen de la ciudad para celebrar precisamente -y a regañadientes- la Navidad, cada uno con su crisis personal relacionada con lo sentimental, lo vocacional o lo laboral. La película de Ignacio Rogers funciona como comedia en sordina, que expone las internas de una familia y de tres hijos que parecen tener varios reproches para con su progenitora. Hay gritos, discusiones, pero todo adquiere por momentos el tono del absurdo, de hijos que aunque se ven adultos tienen reacciones que los hacen ver como chicos. Las fiestas está construida desde el punto de vista de una generación que está pasando de la juventud a la adultez, en un estado de incerteza latente que provoca choques inconscientes (o tal vez no tanto) con aquello que parece impuesto. Hay hijos más permeables a los mandatos y otros que intentan romper con ellos. En esa pulseada se van pasando los días de convivencia de los protagonistas. De todos modos, la película padece un poco la crisis de sus personajes: es que por momentos pretende cierta profundidad pero se termina quedando en la superficie, o en algunos caprichos estériles, especialmente porque se recuesta demasiado en la solidez que aporta su cuarteto protagónico (Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Daniel Hendler, Ezequiel Díaz están todos muy bien). La apuesta de Las fiestas es por el viaje emocional y por la empatía de un espectador prototípico. Sin embargo, hay también un juego entre el tono del cine industrial y de las necesidades de cierto cine más autoral que no terminan de hacer sistema, algo que queda ejemplificado en la última escena.
Una convocatoria a para reunirse de parte de una madre hacia sus tres hijos. Nada menos que para las fiestas. Los tres, por obligación, culpa o soledad, o las tres cosas al mismo tiempo, aceptan el convite. La madre acaba de salir luego de una larga internación y en esta mescla de drama y comedia, una dramedy, no hay tema que se deje de lado. Para los hermanos, personales, compinches, divertidos y también oscuros la oportunidad de hablan de recuerdos a temas de herencia. Lo mejor de este film dirigido por Ignacio Rogers que también colaboró con el guión escrito por Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Diaz y Alberto Rojas Apel, son las distintas capas de intimidad compartida, deslumbrante, que se ven en el film. Contribuye a eso que además del talento de los actores, hay un conocimiento previo que crea una complicidad seductora, cargada de contenidos y puntas de comprensión. Las actuaciones son un verdadero torneo de lucimiento: Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Daneil Hendler, Ezequiel Diaz.
En principio hay que precisar que es muy difícil hacer actuar mal a Dolores Fonzi, también cabe la misma apreciación para Daniel Hendler y Cecilia Roth. Vale aclarar que el director no lo logra. Respecto de Ezequiel Diaz no puedo opinar pues es la primera vez que lo veo, por lo tanto no se si lo suyo es producto de su actuación o de la delineación del personaje que encarna. La síntesis argumental nos cuenta que Sergio, Mali y Luz aceptaron a regañadientes ir a pasar la Navidad al campo junto con su madre; un poco por la culpa
Luego de que su madre saliera del hospital por un infarto, Sergio, Mali y Luz, sus tres hijos, aceptaron a regañadientes ir a pasar la Navidad al campo junto a ella, un poco por culpa, un poco para escapar de sus propios problemas que incluyen infidelidades, soledad y desempleo, y un poco pensando en una futura herencia. Es así como compartirán unas fiestas llenas de tensiones, peleas, fiestas, comidas y paseos que mostrarán cómo son individualmente y como familia. «Las Fiestas» es un drama familiar de esos en el cual una simple reunión o encuentro es un detonante para sacar a relucir los conflictos individuales de cada uno de los protagonistas y los vínculos que existen entre ellos. En este caso, se aborda el tema de la maternidad, la culpa, la identidad, la sexualidad, la infidelidad, el lugar que ocupa cada persona dentro de una familia, el paso del tiempo, entre otras cuestiones, a través de distintos diálogos que viran entre el tono del drama y de la comedia. La historia de los distintos personajes y las relaciones entre ellos se desarrollan de buena manera, aunque por momentos parece no haber un rumbo muy marcado ni un destino al cual llegar, sino que solamente se plasman estas cuestiones recién mencionadas. Incluso, su final se siente un poco abrupto y abierto, dejándonos una sensación un poco agridulce, porque es muy difícil concluir una trama de la vida misma. El elenco está compuesto por Cecilia Roth como la madre y Dolores Fonzi, Daniel Hendler y Ezequiel Díaz (quien también participa del guion junto a Esteban Lamothe, Julieta Zylberberg, Alberto Rojas Apel y el propio Ignacio Rogers) como los hijos. A cada uno de ellos se los siente cómodos con sus personajes y, principalmente quienes hacen de hermanos, tienen una buena química entre sí. Son tan naturales y cotidianos que hasta algunas escenas parecen improvisadas por esa sensación de realidad que transmiten. Además, se realiza un buen aprovechamiento del espacio. Se utiliza prácticamente una sola locación, donde predomina la naturaleza, el aislamiento y el despojo. No hay nada alrededor que nos distraiga y que capte nuestra atención más que los conflictos personales y familiares. En síntesis, «Las Fiestas» cae en un terreno bastante convencional de esas historias que se dan dentro de un marco de reunión donde salen a flote todas las miserias, pero que gracias a las buenas actuaciones de su elenco y a manejar un tono de comedia dramática bastante equilibrado nos hace pasar un buen momento. Cuenta una trama universal en la cual el espectador se puede ver reflejado a pesar de por momentos no saber cuál es su rumbo o tener un final un tanto abrupto.
Luego de su paso por la 37º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la película Las Fiestas protagonizada por Cecilia Roth, Dolores Fonzi y Daniel Hendler, tiene su estreno comercial. "El Matriarcado" Por Denise Pieniazek En sincronía entre su temática y su fecha de estreno después de los festejos de fin de año, llegó a los cines la película argentina Las Fiestas. Dicha obra es el segundo largometraje de Ignacio Rogers -conocido principalmente por su carrera actoral- en donde luego de una experiencia cercana a la muerte, María Paz (Cecilia Roth) reúne a sus tres hijos Sergio (Daniel Hendler), Luz (Dolores Fonzi) y Mali (Ezequiel Díaz) para pedirles que, a pesar de las diferencias, pasen la navidad y el año nuevo juntos en la quinta familiar. Mediante la manipulación de la culpa, mostrándose pacífica y “cambiada”, María Paz logra convencer a sus hijos a pesar de su resistencia, a excepción de su hijo mayor Sergio, el más obediente y complaciente de los tres. Quien, sin embargo, manifiesta luego ante sus hermanas el interés por ordenar los papeles de la futura herencia. En adición, veremos que generalmente los encuadres suelen colocar a Sergio de un lado, y de forma opuesta a Luz y Mali. Por otro lado, también es cierto que ninguno de los tres parece tener un mejor plan para las fiestas. La partida hacia la quinta parece permitirles la evasión de la soledad y los problemas que la vida cotidiana les aqueja y de los que ya en la adultez no pueden culpar a su madre. De este modo la matriarca en cuestión, María Paz, quien se desenvuelve con cierto desparpajo, logra llevar a sus hijos y su nieta a su terreno, a su espacio de poder. Esta comedia dramática, alterna la comicidad y el áspero conflicto familiar, mediante un tono costumbrista esboza una crítica a la institución familiar tradicional. Esa alternancia entre la comedia y el drama, parece ir en consonancia con las intenciones de María Paz, quien por un lado parece querer reparar el vínculo con sus hijos y por el otro ellos desconfían de sus buenas intenciones al sentirse incómodos con su accionar o sus comentarios. Al respecto, se señala que si bien no siempre es necesario explicitar todo, la película posee cierta falta de profundidad o ausencia en cuanto al origen del conflicto y entre la madre y sus hijos. Más allá de su aparente egoísmo, no se plantea ¿Qué es eso tan terrible que María Paz hizo y que sus hijos no pueden perdonarle? O ¿Qué es eso que esperaban que hiciera como madre y no hizo? Como sucede en muchas películas independientes de autor, en Las Fiestas se tiene la sensación que según avanza el relato poco sucede en cuanto a la acción, y por momentos la verosimilitud decae. Por otro lado, se destaca el acierto de su desenlace, sobre todo respecto a la verdad contenida en ese último plano (el cual no se describe para no otorgar un spoiler), lo cual no es poco, considerando que una problemática del cine actual, incluso a nivel internacional, son los finales poco logrados y débiles. Es ese último plano, el que condensa las ideas anteriormente esbozadas, después de todo somos quien somos gracias a nuestros padres/madres (tutores) y tenemos los problemas que tenemos, gracias a ellos.
Dirigida por el actor y productor Ignacio Rogers -en lo que representa su segundo largometraje- “Las Fiestas” nos habla acerca de la profundidad, contradicción y complejidad que atraviesa a vínculos familiares. En tiempos festivos, las reuniones suelen predisponer balances, procurar la unión familiar o revivir antiguas rencillas. Los fuegos de artificio consiguen, apenas, desviar nuestra atención. De modo inusual, el guion se divide en cinco colaboradores, entre quienes se acreditan los intérpretes Julieta Zylberberg y Esteban Lamothe. Con motivo de la Nochebuena, en medio de la tranquilidad que provee un entorno natural tan cuidado como salvaje, se llevará a cabo el encuentro de un núcleo vincular hecho de ambigüedades, ausencias paternas, silencios, verdades dichas a medias, conversaciones súbitamente interrumpidas y regalos prometidos. Una casa quinta ubicada en una localidad de provincia, en un sitio equidistante entre Córdoba y Catamarca, se convierte en el hábitat que cobijará a estos hermanos provenientes del ruido de la gran ciudad. Cada uno trae consigo excusas para dar con la cita, en igual medida que cargan cuentas pendientes en sus respectivas mochilas emocionales. Cecilia Roth, Daniel Hendler, Dolores Fonzi y Ezequiel Díaz brillan integrando un sólido elenco, a la hora de representar el momento clave de recomponer la fragmentada relación con su madre. La misma atraviesa por estadios tan frágiles, tal como las tazas de café del hogar; una a una, fueron rompiéndose. “Las Fiestas” aborda con estilo lo confuso del aspecto verdadero que ha tramado la historia familiar y la carencia de su absoluto: con buen pulso, expone las dificultades que describen la conciliación entre afectos. Hay un ambiente viciado y no es por el humo que aflora en demasía. Contenemos la respiración, no todos los conflictos se resolverán… Centro absoluto del relato es la progenitora y dueña de casa, María Paz; controladora, con exiguo espíritu de autocrítica y más reproches hacia sus descendientes. Ella es Cecilia, dando vida a un magnífico regreso a la gran pantalla. La mujer desea reunir a sus hijos, luego de atravesar un delicado trance de salud. Literalmente, resucitó. O eso afirma. Brinda amor y libertad a sus invitados. Prodiga abrazos, recomienda la lectura de “Los Cuerpos Vaciados”, prefiere hacer oídos sordos a ciertas recriminaciones. ¿Cuánto hay de auténtico y cuánto de fachada en su maniobrar? ¿Resulta genuino su modo de hacer las paces con el propio pasado? “Las Fiestas” posee la virtud de eludir todo tipo de estereotipos y lugares comunes a la hora de abordar las mencionadas aristas. El drama gira en derredor de la gran estrella y todos parecen comportarse a su merced; contemplamos el dominio de la anfitriona por sobre sus invitados…somos espectadores voyeurs. La lograda música compuesta por Pedro Onetto y la intimista ambientación que consigue Rogers nos remiten a climas adquiridos previamente por un excelso film como “La Ciénaga” (2000, Lucrecia Martel). En un tono más siniestro, en una casa de campo, se develaba el misterio de “La Quietud” (2008, Pablo Trapero), reciente obra maestra del cine nacional. Influencias aparte, lleva a cabo el realizador una sutil exploración de lo atávico y lo efímero que reviste a nuestras existencias. Aquí, el cine funciona como dispositivo para amplificar una zona de sensaciones imprecisas, desnudando rencores, decepciones e incertezas en una época del año que invita al acercamiento y al replanteo, en el fondo de la cuestión puede que conozcamos menos de lo que creemos a aquel que se sienta a nuestro lado. Lo apacible del entorno ha quedado definitivamente de lado. ¿Quién será invitado a sentarse a la mesa con el fin de apaciguar los ánimos?
Misteriosa anomalía la de Las fiestas. Ejemplos: la heterodoxa variación de los encuadres, los diálogos, la historia de la hija de la mejor amiga de la madre, el pequeño viaje de Mali al pueblo, la escena final en la pileta. Y también las notas de un oboe que irrumpen sobre lo obvio para hendirlo. El punto de partida y el esqueleto de Las fiestas es el del género navideño, pero las escenas se desvían de la búsqueda de bienestar que suelen albergar tales películas. La de Rogers no será jamás un clásico de fin de año que se emite en televisión para acompañar al espíritu navideño. Lo único que comparte con ¡Qué bello vivir! de Frank Capra, modelo platónico del género, es un pequeño pesebre sobre la máquina de café en un hospital y unas guirnaldas sobre un cartel.
Luego de una larga internación y de atravesar una experiencia cercana a la muerte, María Paz (Cecilia Roth) vuelve a la vida milagrosamente transformada y busca rehacer su conflictiva relación con sus hijos reuniéndose en su quinta de las afueras para pasar las fiestas de fin de año. Aunque en un principio tienen algunas dudas en cumplir su pedido, pronto se ponen de acuerdo en hacer el viaje . Los hijos son Luz (Dolores Fonzi), Sergio (Daniel Hendler) y Malí (Ezequiel Díaz). Es un verdadero misterio que una película dirigida por un actor, Ignacio Rogers, tenga un puñado de actuaciones tan fallidas en mano de actores que han dado muestras de un talento superior al fuera de tono que despliegan aquí. Es posible que la mezcla de drama y comedia y los cambios de tono no hayan sido coordinados por todo para que sean sólidos. Ni costumbrista, ni disruptiva, ni una cosa ni la otra. Las fiestas es como esas películas francesas que transcurren en la campiña y donde una familia se reúne para producir todos los dramas que el realizador quiere desplegar. Acá no hay ni siquiera un paisaje que intervenga en la trama o los personajes. Los peligros del cine independiente que busca tener identidad, descuidando la narración clásica y las reglas más elementales del entretenimiento es que si no está bien logrado, resulta peor que una película mediocre, aun cuando esté hecha con buenas intenciones o con la mayor de las ambiciones. Cine que parece poco para pagar una entrada de cine.
Reseña emitida al aire en la radio.