Sexo, mentiras y todos al palo Comedia de tono sexual, en la cual es más lo que se insinúa que lo que se muestra, es la propuesta del cuarteto de directores conformado por Santiago Giralt (Upa! Una película argentina, 2007; Toda la gente sola, 2008), Eva Bär, Alejandro Montiel y Diego Schipani (ambos directores de 8 semanas, 2008), que con un tono irreverente y desprejuiciado ofrecen una mirada moderna sobre las relaciones de pareja, basada en una relectura de Un tranvía llamado deseo (A Streetcar named Desire). Las hermanas L (2007) son Eva y Sofía Legrand, dos hermanas cuya relación no es lo que podría decirse de lo mejor. El regreso imprevisto y sin previo aviso de una de ellas hará que el conflicto que parecía adormecido por la distancia despierte nuevamente y los viejos rencores se mezclen con los nuevos, provocando, de una vez por todas, el estallido anunciado. Tal vez, esa la forma para que encuentren soluciones, no sólo a sus relaciones familiares sino también personales. Resulta imposible no asociar Las hermanas L (Originalmente el título era Las hermanas Legrand pero por problemas con la señora de los almuerzos tuvo que ser suprimido a sólo una L) con el cine de la primera época de Pedro Almodóvar, sobre todo a películas tan referenciales como Laberinto de Pasiones (1982), Pepi, Lucy, Bon y otras chicas del montón (1980) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), en donde la desfachatez, lo inverosímil y el grotesco parecían dominar una historia menor pero que tomaba protagonismo por la forma en que se la trataba cinematográficamente. En Las hermanas L sucede algo similar, historias llevadas al extremo en las que hay una marcada sobreactuación en los personajes para así lograr el efecto deseado junto a una puesta en escena con reminiscencias retro pop. Confesamente hay una relectura en el guión del clásico de la literatura contemporánea Un tranvía llamado deseo, pero que logra despegarse gracias al personal estilo que tuvieron los guionistas para narrar cada una de las historias. Queda claro que hay puntos de contacto pero sólo son puntos que sirven para a su vez desarrollar varias subtramas. La visión que nos proponen es la de qué pasa con esos personajes por fuera de lo que la obra de Tenessee Williams muestra, que ocurre con estos cuando no están en escena. Claro está que tratados de manera muy propia y subjetiva. La analogía entablada entre Eva y Sofía Legrand con Blanche y Stella DuBois es más que elocuente. Uno de los grandes logros del film es el de crear un ambiente erótico permanente sin que explícitamente se muestre demasiado. A través de diálogos, insinuaciones, fueras de campo o planos precisos en el que la cámara se ubica en el ángulo correcto, el film logra una serie de climas que mantienen al espectador en un estado de ebullición hormonal cuando en realidad sólo hay dos escenas de semidesnudos que no difieren en nada a que puede verse por la TV a la hora de la siesta. Silvina Acosta y Florencia Braier, como las hermanas Legrand, construyen dos personajes distintos a lo que uno podía llegar a esperar. Tal vez la mayor ventaja es la frescura de ser dos caras casi nuevas para el cine argentino, si bien ambas ya habían tenido participaciones en películas anteriores este es el primer protagónico que les cae. Protagónico del que salen airosas y las pone en un lugar de privilegio. Seguramente a partir de esta cinta empecemos a leer más seguidos sus nombres en futuras producciones. Junto a ellas Esteban Meloni y Elías Viñoles, dos jóvenes actores que cada día se consolidan más y que con pequeños pasos han logrado construir una carrera fuera del ámbito televisivo que los vio nacer. El elenco lo completan Soledad Silveyra, en su regreso al cine después de más de diez años de ausencia interpretando a una fotofóbica, Daniel Fanego, Iván de Pineda y Willy Lemos que sorprende en un pequeño papel como la madre de las hermanas Legrand que nos retrae al teatro under de los años 80, en un claro homenaje a una época que marcó la cultura nacional. Las hermanas L es la comedia ideal para esta época del año, en donde el calor agobia por fuera y las hormonas estallan por dentro. Una película tan irrespetuosa como provocadora, un cine argentino como nunca antes se vio y que hay que ver.
Queremos tanto a Almodóvar y John Waters... Rodada con un presupuesto mínimo pero pletórica de ideas, Las hermanas L es una comedia "psicosexual" y "multiorgásmica" (así la han promocionado desde los distintos afiches) que resulta heredera -salvando las distancias, claro- del espíritu desaforado y desprejuiciado del cine del primer Pedro Almodóvar y de John Waters. El tríangulo amoroso entre dos hermanas (Silvina Acosta y Florencia Braier) y el marido de una de ellas (Esteban Meloni), la relación entre la mayor y un adolescente al que supuestamente debe impartirle clases de inglés (aunque en realidad le enseña otras cosas), las desventuras de una escritora de cuentos eróticos (una Soledad Silveyra desatada) y las clases de teatro kabuki que ofrece un profesor gay (Daniel Fanego) son algunos de los ejes de un film que avanza a toda velocidad, con grandes momentos (y de los otros). Despareja, irregular, caprichosa, Las hermanas L. se sostiene en buena parte de sus 98 minutos por la ductilidad y el timing del trío protagónico, y por una lograda puesta en escena "urgente" que apela a mucha cámara en mano. Tras la agradable sorpresa de UPA! Una Película Argentina, se trata de un más que digno segundo paso de (parte de) aquel grupo que pretende (y logra) romper con la solemnidad / sordidez /autoimportancia de buena parte del nuevo cine argentino.
Sátira multiorgásmica Comedia erótica, con libertad creativa e irregular resultado. En 2006, en Upa! , Santiago Giralt, Camila Toker y Tamae Garateguy se rieron de la solemnidad, el esnobismo, la puntillosidad estética, la excesiva contención y el redondo aburrimiento de muchas películas del Nuevo Cine Argentino. Trabajaron, desde luego, con elementos antitéticos al estilo que parodiaban: con desprejuicio, urgencia, sin temor al ridículo ni a la desprolijidad. Fueron visceralmente divertidos. Los premiaron nada menos que en el Bafici, cuna del NCA. Las hermanas L ., realizada por Giralt también en equipo (con Eva Bär, Alejandro Montiel y Diego Schipani), tiene varios puntos en común con Upa! Pero ahora la “provocación” no se centra en la burla a cierta forma de hacer cine, sino en una machacona osadía sexual y en la postulación de vínculos familiares que sólo alarmarán a los más conservadores. Esta es la transgresión de Las hermanas L. Transgresión que, aunque es infrecuente en el cine nacional reciente, tampoco es tan extrema como se la publicita. Tal vez poseedora del récord de masturbaciones en filmes que no sean porno (las hay incluso simultáneas: algunas, a pantalla partida; otras, con montaje paralelo), Las hermanas... tiene algo del primer Almodóvar -con menor calidad argumental-, algo de John Waters -con menos desenfreno- y mucho del grotesco y la picaresca vernáculos. En estos últimos casos, la broma de Giralt no fue ponerse enfrente sino en la misma vereda genérica; por eso, por momentos, su película parece un producto de TV subido de tono o un viejo filme nacional populista. Abundan la cámara en mano, los desenfrenos visuales y musicales, los tonos chillones y los personajes kitsch, aun cuando incurren en algunas escenas dramáticas. La comedia se centra en un triángulo cuyos vértices son las dos hermanas L. (que en principio iban a llamarse Legrand), hijas de una vieja, frívola, egocéntrica y patética diva, y el marido de una de ellas. Las principales interpretaciones, dúctiles y jugadas, son de Silvina Acosta, Florencia Braier y Esteban Meloni. Soledad Silveyra hace el papel más satírico; Daniel Fanego, el más paródico. Hay algo de modernidad y algo de deja vu; de aciertos y desaciertos , de libertad creativa.
Hermanas unidas por la pasión Se aman, se odian, no pueden vivir juntas, pero tampoco separadas. Las hermanas L. del título son Eva y Sofía, dos mujeres que cargan en sus mochilas de vida con un padre gay profesor de danza kabuki y una madre diva del cine nacional en decadencia que recibe a sus amantes mucho más jóvenes en un sauna de temperatura bien elevada. De hecho, si hay una constante en la historia que escribieron y dirigieron Eva Bär, Santiago Giralt, Alejandro Montiel y Diego Schipani es el hecho de que la comunicación entre los personajes se da través del sexo. Puede ser apasionada e indiferenciada, a la manera de Eva -la hermana mayor, que interpreta Silvina Acosta con la justa medida de sensualidad y desesperación-. O a la de Sofía- una actuación sutil y neurótica de Florencia Braier-, seductora en su aparente fragilidad. En medio, abajo y arriba de ellas está Lucho, el novio de Eva, que interpreta con solidez Esteban Meloni. Una comedia sexual por momentos absurda -las clases de kabuki del papá interpretadas por Daniel Fanego o la versión fotofóbica de un personaje de Graciela Borges que hace Soledad Silveyra-, Las hermanas L. se vuelve despareja y pierde de vista su tono cuando la parodia les gana espacio a los ingeniosos diálogos. Así, el intento de violación lésbico que sufre Sofía traza un estilo humorístico demasiado grueso aunque al mismo tiempo permite la llegada de una frase dicha por Eva respecto a su hermana menor -"Pobre, ni un violador como la gente le toca"-, que pinta a la perfección y con gracia la relación entre Las hermanas L.
Entretenida "psico-comedia", término descripto por el grupo de directores en la coferencia de prensa posterior a exhibición del film. Las Hermanas L. (mención que al momento de estar filmandose el proyecto causó molestia en otras hermanas L.) conjuga con entrelazos las diversas relaciones entre familiares, amantes, profesores, alumnos, mayoritariamente con un factor común: el sexo. Concebida a partir de la obra base Un Tranvía Llamado Deseo, las acotaciones a dramas en subtramas de índole familar-sexuales se hacen presentes a lo largo del film como un adulcorado drama de Tenesse Williams convertido en comedia, libremente por parte del grupo galardonado en BAFICI con su ópera prima UPA! (Una Película Argentina), de Santiago Giralt, pero sin Camila Toker ni Tamae Garateguy. Willy Lemos interpreta a Cocó Legrand, un travesti padre de las hijas referentes al título, dos mujeres de las cuales una recién llegada de Europa debe pedir alojamiento a la otra, quien convive con su pareja. Soledad Silveyra con una grotesca labor, alejada de trabajos de su filmografía, interpreta a una madre completamente absorbedora de su hijo. Preocupada por la orientación sexual del mismo, casi esquizofrénica y compulsiva, de carácter almodovariano. Silvina Acosta, principal protagonista es quien brinda la entereza que el film necesita, sus tics de comedia se hacen ver a lo largo del metraje incesantemente.
La cambiadita Eva (Silvina Acosta) vive junto a su novio, Lucho (Esteban Meloni), en un pequeño departamento. Forman una pareja bien complementada en lo sexual, algo fetichistas, adeptos a los juegos eróticos y al uso de juguetitos. Cierto día suena el portero eléctrico y Eva escucha del otro lado la voz de Sofía (Florencia Braier), su hermana, quien regresa de Europa con su bartulos dispuesta a quedarse un tiempo junto a ellos, en el departamento. Y se queda. Para disgusto de Eva, y cierto gusto para Lucho, que desde el inicio muestra algo de interés en la recién llegada. Las cosas se complican cuando Eva comienza a dar clases particulares de inglés a un adolescente, cuya madre fotofóbica y sobreprotectora -desopilante Soledad Silveyra- piensa que es gay. Los directores plasman la historia dentro de una estética algo kitsch, forzada hacia la farsa y con ánimo de provocación constante mas no siempre efectivo. Sin embargo, la apuesta por sumar conflictos, y así alcanzar un crescendo dentro de la trama, logra redondear un filme que en su segunda mitad consigue entretener y finalizar satisfactoriamente.
Eva, Sofía y otros chicos del montón Parece que el cine argentino, dentro de la comedia, anda rindiéndole homenaje al cine que Pedro Almodóvar filmó hace 30 años, es decir, a aquel de la llamada “movida española”. Hace tres años, ¿De quién es el portaligas?, dirigida por Fito Páez, no ocultaba al referente; dos semanas atrás, algunas escenas de Boca de fresa, dirigida por Jorge Zima, invitaban al recuerdo del cine del manchego; en tanto, Las hermanas L sostiene su base argumental a través del desprejuicio, las escenas sexuales, los conflictos familiares y un transparente déjá vú, logrado en ocasionales escenas y más que rengo en el análisis global del film. Los disparates se suceden en una familia particular: dos hermanas de características opuestas (Silvina Acosta y Florencia Baier), unos padres separados (Willy Lemos y Daniel Fanego) y una corte de personajes que cruzan influencias del cine de aquel Pedrito y del ex enfant terrible John Waters. Las situaciones oscilan entre momentos de rotunda eficacia y otros donde la exuberante simpatía de los personajes cae en el cliché más remanido y estereotipado. Sin embargo, uno de los problemas mayores de Las hermanas L es su débil construcción cinematográfica, plagada de primeros planos que no condicen con el ritmo y la agilidad interna que debe tener una comedia. Por lo tanto, en una película que poco armoniza con el slogan de “multiorgásmica”, quedan los desbordes (actorales, sexuales, situacionales) que hacen lo posible para sostener el interés del relato. En este punto, la desenfrenada actuación de Soledad Silveyra merece el mayor de los elogios. <
Encuentro explosivo y caliente Cuatro jóvenes realizadores filmaron esta comedia nacional que muestra el explosivo encuentro entre dos hermanas, Eva y Sofía Legrand, separadas desde hace años, y obligadas a convivir en el departamento familiar cuando una de ellas regresa de Europa. Los rencores no tardarán en aflorar y generar el caos. Concebida en clave disparatada y como una adaptación libre de Un tranvía llamado deseo (¡que osados!), Las Hermanas L (en obvia alusión a la diva de los almuerzos, que no permitió la palabra Legrand en el título). se juega por un cine que combina el desenfado de Almodóvar y el grotesco de Alejandro Doria. La película es un constante juego de seducción y de relaciones cruzadas entre los personajes que se mueven de manera exagerada, y ofrece una mirada desprejuiciada y nostálgica. De este modo, desfilan un cuñado (Esteban Meloni) que mira demasiado a la hermana recién llegada de su esposa; Mabel (Soledad Silveyra) una madre de anteojos negros, atormentada por la fotofobia y que no ve con "buenos ojos" al amigo gay de su hijo (Elías Viñoles); un profesor de kabuki (Daniel Fanego) y la madre de las hermanitas en cuestión (Willy Lemos), en otra aparición arrolladora como la de Paco. El relato es bien llevado por sus protagonistas, Silvina Acosta (Palermo Hollywood) y Florencia Braier (UPA! una película argentina), dos rostros nuevos del cine argentino. Las actrices se mueven cómodas en el género. Los directores Eva Bär, Santiago Giralt, Alejandro Montiel y Diego Schipani vienen del cine ultraindependiente (UPA!, 8 semanas, etc) y aprovechan al máximo las posibilidades que le da un trabajo sin presiones y que sugiere más de lo que muestra a pesar de su slogan: "una comedia multiorgásmica".
Mujeres al borde de un ataque de nervios “¡Almodóvar!”, parece gritar todo en Las hermanas L, desde el comienzo hasta el final. Podría arriesgarse que lo único que no proviene de Almodóvar es el Almodóvar que le falta. Solo o con otros, ningún director de cine argentino filmó tanto en los últimos años, y con tanta continuidad, como Santiago Giralt (1977). Coguionista de Géminis (A. Carri, 2005) y Cordero de Dios (L. Cedrón, 2008), Giralt, nativo de Venado Tuerto, compartió con Eva Bär y Tamae Garategui la dirección de UPA! (2007), debutó como realizador solista en Toda la gente sola (2009) y acaba de estrenar, en el Festival de Mar del Plata, su segunda película a solas, Antes del estreno, a criterio de este crítico, por lejos, la mejor de las cuatro. Presentada en la Competencia Argentina de ese mismo festival dos años atrás, Las hermanas L es la segunda película “de a varios” de Giralt, nuevamente codirigida con Eva Bär y sumándoseles esta vez Alejandro Montiel y Diego Schipani. Las cuatro hablan de una predilección de Giralt por los films corales, con muchos cruces de historias y personajes. Daría la impresión, eso sí, que cuando filma solo se pone más serio, mientras que cuando lo hace entre amigos prefiere lo lúdico y fiestero, el pop más ligero. Las hermanas L se iba a llamar Las hermanas Legrand, pero para evitar cualquier litigio o demanda se optó por el título que lleva ahora. Lo cual no quita que durante la película se nombre a las protagonistas por su apellido. Las hermanas son Eva (Silvina Acosta) y Florencia Braier (Sofía), hijas de Cocó Legrand (un travestido Willy Lemos) y Alberto (Daniel Fanego). Los Legrand no son lo que suele considerarse una familia bien avenida. Separados desde hace rato la ex estrella Cocó y el director de teatro Alberto, ningún miembro de la familia parece bancar a los demás. Cuando vuelve de vivir un tiempo en Barcelona, Sofía descarga los bártulos en lo de Eva, que comparte departamento con su marido Lucho (Esteban Meloni). A Eva, la idea de vivir de nuevo con su hermana le hace tanta gracia como a la hermana hacerle una visita a la mamá. Pero no le queda más remedio, porque el departamento es de las dos. “¡Almodóvar!”, parece gritar todo en Las hermanas L. Todo, pero todo, todo: los títulos de crédito, dominados por dos monosílabos (kitsch y pop), la dirección de arte, los rituales domésticos femeninos (depilaciones, máscaras de pepinos, baños de espuma, lencería erótica), el deseo plurisexual, los cruces de personajes, algún (escaso) burbujeo expresivo, los secundarios coloridos (Lemos como Cocó, Soledad Silveyra como escritora erótica neurótica, fumona y fotofóbica), el tono (más virtual que real) de comedia sexual veloz y agitada. Podría arriesgarse que lo único que no proviene de Almodóvar es el Almodóvar que le falta. El que es capaz de imponer una verdadera dinámica cinematográfica, una gracia que vaya más allá del chiste eventual (“mamá nos enseñó a ser putas, pero con código”), un casting algo más riguroso, una dirección de actores que no deje a cada uno librado a sus capacidades, limitaciones y excesos. Una razón de ser, en suma, que vaya más allá del “querer ser como”. Como Almodóvar, claro. Más precisamente el de los primeros largos, el de Mujeres al borde..., el de Kika: uno de hace veinte o treinta años. Tal vez más alarmante que el carácter derivativo sea la dificultad para construir un relato, un mundo autónomo que trascienda el sketch aislado o el chispazo raleado. Dificultad bien visible en las frecuentes secuencias de montaje paralelo, en las que se hace difícil saber por qué coexisten esos planos, por qué duran lo que duran, si los espacios en que tienen lugar son distantes o contiguos. Cosas que Almodóvar no descuidó ni siquiera en sus primeras, desprolijísimas películas.
Sexo, mentiras y neurosis Divertida, ácida y provocativa, Las hermanas L cuenta una historia conocida... pero distinta. Las hermanas Legran, Eva (Silvina Acosta) y Sofía (Florencia Braier), están enemistadas hace años. Sus vidas transcurren lejos una de la otra, hasta que el regreso al país de una -de la que muy poco sabemos- vuelve a despertar viejos rencores en la otra -profesora de inglés, amante incansable-,y a romper la armonía aparente que sobrevuela su cotidianeidad. Sin tener lugar para vivir y con todas sus pertenencias a cuestas, Sofía se instala en el departamento de Eva sin preguntar. Y, muy pronto empezará a sentir cierta atracción por su cuñado (Esteban Meloni), casi al mismo tiempo que su hermana se descubrirá incapaz de ignorar el despertar sexual de Bruno (Elias Viñoles), un alumno con pocas ganas de estudiar pero muchas de aprender. Esta libre lectura argenta de la obra de Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo, se presenta como una comedia "psicosexual" y "multiorgásmica". Y algo de eso hay. Divertida y desfachatada, su historia nos remite de inmediato a las primeras películas de Pedro Almódovar, esas que hacía en los años de ácida reformulación del alicaído "destape español". Porque en Las hermanas L hay sexo, pero también neurosis, hombres bien dispuestos y mujeres siempre al borde. Tal como lo hicieron en 2007 con Upa! Una película argentina, Santiago Giralt y Eva Bär eligen no ponerse serios. Y para su nueva andanza convocaron a otros dos directores (Alejandro Montiel y Diego Schiapini), y en cuarteto le dieron vida a una historia de esas que el cine argentino no está acostumbrado a ver, con resabios de la picaresca nacional y un constante clima erótico que se sostiene sin jamás volverse burdo. Porque, pese a las numerosas advertencias y/o promesas de "escenas de alto voltaje erótico y emocional", lo cierto es que nadie va, a esta altura de los acontecimientos, a levantarse de su butaca inflado de indignación por ver ultrajada su moralidad. Tampoco, claro, a sonrojarse ni a incomodarse ante una insinuada masturbación múltiple o un grotesco coito accidentado. Las hermanas L se plantea interesante desde el vamos, con una estética que roza lo kitsch, un relato sencillo pero con giros que lo enriquecen, correctísimas actuaciones en los roles principales y algunas joyitas en los secundarios. Frescas y graciosas, Acosta y Braier mantienen la tensión justa que sus personajes requieren, y son muy bien acompañas por Meloni y Viñoles. Entre lo destacado, vale subrayar la vuelta a la pantalla grande de Soledad Silveyra, componiendo a una hilarante escritora fotofóbica y asfixiante que nos hace preguntarnos porqué la actriz no visita más seguido un género al que parece tener tanto para darle. Daniel Fanego también tiene lo suyo, interpretando a un despreocupado profesor de teatro kabuki, y Willy Lemos le pone el cuerpo a una diva argentina en retirada, madre de las hermanas y encerrada en un laberinto tan brillante como vacío. La perlita: esta comedia -que fue presentada en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2008-, originalmente iba a llamarse Las hermanas Legrand, pero la diva de los almuerzos se opuso rotundamente a prestar su apellido artístico tras interiorizarse del provocativo contenido del guión. A no perdérsela.
Con aires ochentosos y muy almodovorianos llega esta comedia multiorgásmica que han dirigido Santiago Giralt, Eva Bär, Alejandro Montiel y Diego Schipani. “Las hermanas L” -en un principio se llamaba “Las hermanas Legrand”-, nos hace acordar a ese cine post dictadura que pobló nuestras pantallas en los años 84-89. La historia es la de dos hermanas que luego de un tiempo vuelven a convivir y protagonizan historias cruzadas de sexo, encuentros y desencuentros. Lo que llama la atención de esta comedia es que muchas escenas rondan el sexo casi explícito con condimentos que hacen acordar al cine picaresco de los 70. Sofía Braier, Silvina Acosta son las hermanas L, Esteban Meloni uno de los pretendientes, Daniel Fanego es el padre bohemio, Elías Viñoles, otro de los muchachos que se la pasan haciendo el amor. El aporte de Soledad Silveyra como Mabe,l que se gana la vida escribiendo literatura erótica y fumando marihuana, está muy sobreactuada y quedada en el tiempo, en tanto Willy Lemos como Coco L da vida a un travesti y nos hace acordar a aquellas primeras películas de Pedro Almodovar que escandalizaron a más de uno. “Las hermanas L” por momentos divierte y por momentos es previsible, hasta se podría decir que atrasa un par de décadas. Las escenas osadas y subidas de tono a esta altura no escandalizan a nadie. Hay que destacar la fotografía y la música que funciona como vínculo para las escenas de sexo. Queda como anécdota que Mirtha Legrand no dejó usar su apellido para el título de este filme que funciona como un homenaje a aquel cine del destape español que pobló nuestras carteleras porteñas. Incluso el afiche tiene una estética que nos recuerda que el arte envejece muy pronto.
LA ESTÉTICA KITSCH EN UNA COMEDIA EROTICA ARGENTINA Las Hermanas L. es el segundo cometido de un grupo de cineastas egresados de la Universidad del Cine que se han propuesto descontracturar al cine argentino en cierto cine de género, y es así como tras Upa, Una Película Argentina, parte del equipo de directores (Santiago Giral, Eva Bahr) vuelve a la carga junto con Diego Schipani y Alejandro Montiel para introducirnos en el mundo de las hermanas Legrand (pero no las de la vida real, sino otras, ficcionadas por sus creadores) Lo que se visualiza es una aproximación al primer Almodóvar en sus desopilantes situaciones familiares plagadas de sexo desprovisto de todo tabú, iniciativa que se saluda como inédita para la habitual pacatería con que anteriores propuestas en este sentido han transitado nuestro cine nacional. Una estética colorida y kitsch plaga el relato yuxtaponiendo deseos sexuales intensos, traiciones, hipocresías y un relato en off plagado de deseo que le da marco. Interesantes personajes secundarios pueblan la pantalla: Una bienvenida reaparición de Soledad Silveyra en una composición compleja e hilarante. Y Willy Lemos en la célebre Coco Legrand que hasta saluda con el clásico “chau chau” (cualquier semejanza…) A ellos se les agrega el clan de anteriores films (Silvina Acosta, Esteban Meloni, Elias Viñoles, Florencia Braier). Las Hermanas… resulta así un refrescante intento por revisitar la comedia erótica, adosándole un estilo renovador y descontracturado.
La productora MyS, que arrancó con un excelente film comunitario como UPA!, una película argentina, repite la experiencia ahora con Las Hermanas L., es decir abordar la manufactura de un film con varias cabezas funcionando, tanto en la dirección como en el guión. En el caso de Upa! coexistieron tres directores –y a la vez intérpretes-, y en esta nueva y audaz propuesta los realizadores –y a la vez guionistas- ascienden a cuatro: Eva Bär, Santiago Giralt, Alejandro Montiel y Diego Schipani. Sólo se reitera el nombre de Giralt, quien hace poco presentó su primera película como único director, Toda la gente sola. En realidad Las Hermanas L data ya de un par de años de existencia y vale la pena que ahora se pueda acceder a esta comedia pasional y erótica sobre un par de familias disfuncionales y sus objetos de deseo, con toques bizarros y kistchs que entretiene en todo momento y es capaz de despertar unas cuantas carcajadas. Las susodichas hermanas L. tienen en realidad el apellido Legrand, algo que la diva de los almuerzos no autorizó para el título y que es nada más que una humorada más de un film que cuenta con desfachatada galería de personajes rondando las desventuras de estas chicas, entre la que se destaca claramente una escritora de cuentos eróticos a cargo de una desopilante e imperdible Soledad Silveyra. Más allá de algunos desniveles y excesos grotescos, una propuesta divertida e irreverente..
Yo quiero ser una hermana Almodovar Las hermanas del título del film son Eva y Sofía, personificadas por Silvina Acosta y Florencia Baier respectivamente. Dos hermanas que son el claro reflejo de dos polos opuestos provenientes de una familia completamente disfuncional, estas hermanas L. (apócope de Legrand, obviamente recortado para no herir a ninguna diva vernácula) rompen con todos los registros de lo "políticamente correcto": su padre es ahora un salido del closet que da clases plagadas de espiritualidad new-age, su madre una diva, estrella indiscutible... pero de eso, hace ya muchos años -aunque ella no acepte fácilmente el paso del tiempo-. La historia arranca cuando Sofía vuelve de Barcelona y sin pedir demasiado permiso se instala en la casa de Eva, en donde vive con su marido Lucho (Esteban Meloni). Ella trabaja como profesora de inglés mientras que Lucho repara computadoras. Sofía vendrá entonces a romper con el equilibrio endeble de esta pareja desde todo punto de vista. Luego de otro film dirigido entre varias manos como UPA! (2007) y de su debut como solista con "Toda la gente sola", Santiago Giralt ahora nuevamente en grupo presenta un panorama desenfrenado, aparentemente muy risquée y lanzado, pero que pasados los primeros minutos se aventura como un universo ya conocido al haber visto todos films de Almodóvar, a los que de una manera u otra les rinde una especie de homenaje y le dedica la gran mayoría de los guiños. Pero a veces, arriegar mucho tiene sus beneficios y otras veces, como en "Las Hermanas L." poner tanta bizarrez junta, termina generando un producto demasiado desparejo, desprolijo y ocnfuso, con solamente algunos destellos de humor que no logran sostenerse a lo largo de toda la película, habiendo inclusive algunas escenas de las que ni siquiera se entiende su sentido y su inclusión dentro del guión. La pelicula respira un aire de década ochentosa (donde el cine tomaba estos elementos como para parecer transgresor y nuevo) pero por supuesto que ahora, pasados más de veinte años, que salga un consolador de una valija, que el cuñado se acueste con la cuñada mientras su propia esposa duerme, que una de las hermanas trate de masturbarse en la bañadera -emulando a la Victoria Abril de "Atame"- ya no asusta a nadie, no parece divertido, ni parece transgresor: parece copiado. Y si no aparece nada más que eso, promediando la película ya nos invade la certeza de que todo el destello inicial de un producto desopilante, se va desbarrancando sin remedio porque tiene muy pocos puntos de dónde sostenerse. Estos puntos más fuertes son algunos aciertos en el casting, sobre todo, en los personajes secundarios sumamente pintorescos, con una mención totalmente aparte para el personaje de Soledad Silveyra como la madre de uno de los alumnos particulares de Eva con un registro francamente desacostumbrado para la actriz, que logra tener momentos completamente delirantes con su escritora fotofóbica, madre completamente preocupada por la sexualidad de su hijo que vive encerrado con un "primo" con quien intenta estudiar en su habitación. El diseño de títulos completamente ingenioso y una lanzada dirección de arte ayuda a seguir el sentido lúdico que predomina en el film. Pero el guión parece en algunos momentos erráticos, en otros demasiado improvisado y con mucha dificultad para construir una historia divertida, interesante y que no pierda el tono que había prometido en el inicio. Nada de esto se cumple por completo, aunque de todos modos queda flotando una aureola kisch y desvergonzada que puede rescatarse a favor de este film de Giralt que sin duda pasará por las carteleras sin pena ni gloria, pero que apuesta a un cine argentino diferente, aunque no logre convencernos del todo.