“Lima, Cuatro, Romeo. Pica Primero, Pica Primero”, la frase que se repite infinidad de veces a través del film Legado del Mar (2017), el primer largometraje documental de Gastón Klingenfeld, resalta sin querer la dualidad paradójica de los símbolos y la lengua. Por un lado, para los residentes de Puerto Rawson en la Provincia del Chubut, este código naútico es de una cotidianeidad absoluta, siendo Pica Primero el barco pesquero más antiguo de la tradicional Flota Amarilla de Rawson aún en funcionamiento, y Lima, Cuatro y Romeo, tres siglas del código fonético internacional. Más que eso, son palabras que evocan en las habitantes del puerto muchísimas sensaciones y recuerdos, ya que las relaciones entre todos los actores sociales de Rawson son tan interconectadas como las fibras de una red langostinera. Por otro lado, para un espectador ajeno a este universo, la misma frase marca el umbral de ingreso a una realidad simbólica tan particular como atractiva. ¿Cómo puede la lengua ser tan propia y tan extraña al mismo tiempo? ¿Cómo podemos acercarnos a la vida y tribulaciones de gente que no es como nosotros y que eso nos ayude a entender nuestra propia existencia? La respuesta que tiene el cine documental a esta cuestión es zarpar desde lo particular para arribar a lo general, haciéndose mano de otro lenguaje para lograrlo: el cinematográfico. Es en el manejo de éste que Legado del Mar se presenta como una propuesta bien lograda. Con la ayuda de entrevistas y testimonios en off, la película hace un recorrido por diferentes personajes del hábitat portuario. Desde el pescador pionero y sus hijos, o los dueños de un moderno astillero, hasta una familia vendedora de pescado y langostinos o el joven “pateador” en necesidad embarcarse, Klingenfeld logra exponer la fragilidad de un ecosistema que gira y suspira en torno al mar y sus frutos. Durante todo el largometraje es imposible no tener la sensación de que en cualquier momento puede caer una tormenta y arrasar con las endebles edificaciones que comprenden el puerto, acabando con todo. El fin del mundo más que una ubicación parece un augurio. Y a pesar de esto, la vida continúa en Puerto Rawson imperturbable, los hijos heredan la ocupación que sus padres heredaron de sus padres, y los langostinos siguen colmando las cubiertas. Como las ubicuas cajoneras de plástico que aparecen en cada cuadro del largometraje y cumplen la tarea que se les atribuya, sea enfriar mariscos o armar una parrilla ad-hoc, las personas se adaptan como pueden y la realidad que parece transitoria se vuelve permanencia y rutina. Fotográficamente, Legado del Mar es impecable, utilizando la luz y sus matices para construir sentido. Contraluces, flares y sombras fortalecen la sensación de que la luz, más que un aspecto estético, es un reloj solar que determina e impone los horarios de los habitantes del puerto. Aunado a esto, música incidental que mezcla estilos (una especie de folklore-klezmer en dos ocasiones) y cámara alzada, hacen que el documental se mueva con soltura entre lo poético y lo caótico. Si hay un aspecto donde el film flaquea es en su estructura dramática. No satisfecho con un armado coral de la vida en Puerto Rawson, como de postales pintorescas sin pretensiones morales, Klingenfeld intenta, en la segunda mitad del documental, forzar un mensaje a la película. Para esto utiliza a las mujeres del puerto, las que esperan a sus familiares mientras están mar adentro y sufren el dorso más angustiante de la ausencia. Si bien los testimonios son conmovedores, el resultado de su incorporación es una confusión en cuanto al tono de la narración, que despierta al durmiente del ensueño tan bien logrado con el resto de los elementos. Un gambito de registro que no aporta mucho a la experiencia. Otra paradoja respecto al lenguaje: a veces lo más elocuente no es decir, sino insinuar.
Tras un viaje a Rawson, Gastón Klingenfeld se trajo consigo un entrañable puñado de historias y personajes en torno al puerto de la la capital de Chubut. Esto lo llevó a volver, ya con cámara en mano, y adentrarse en la cotidianeidad de los trabajadores pesqueros, un universo hecho a base de sacrificio, solidaridad y respeto por el mar. El título del documental se refiere al carácter hereditario del oficio, motivo tanto de orgullo como de preocupación.
En Legado del mar, el longevo Juan Iglesias se viste y desviste con parsimonia antes y después de darse una vuelta por el puerto. La cabellera tupida y blanca, la piel curtida por el sol y el viento de sal, la anatomía maciza levantan el recuerdo del poeta. Lo apuntalan el origen español del apellido y la rutina diaria que consiste en salir de casa para caminar entre los barcos amarrados, verificar la integridad de sogas y redes, hacer memoria con otros pescadores. Probablemente sin proponérselo, Gastón Klingenfeld invoca el espíritu de Rafael Alberti en el documental que desembarcará mañana jueves en el cine Gaumont. Por lo pronto, algunos espectadores creemos reconocer al fallecido literato andaluz en ciertos rasgos físicos de Don Iglesias, y algunos de sus versos entre los testimonios e imágenes que el realizador porteño registró en un pequeño pueblo pesquero ubicado en Bahía Camarones, al sudeste de la Provincia de Chubut. Acaso porque Poseidón y sus herederos mortales desconocen fronteras, es legítimo imaginar que el espíritu del poeta español frecuenta aquel rincón de la Patagonia marítima. Se sentirá como en Cádiz cuando escucha hablar a Iglesias padre e hijo, a la madre de un joven que desapareció en aguas profundas, a la vecina que pide reconocimiento para los hombres que, parafraseando a Alberti, se retuercen sobre y le dan su sangre a la mar. Sin dudas Klingenfeld comparte ese respeto. Lo expresa a partir del protagonismo que les acuerda a los entrevistados, a los barcos –en especial al pionero Pica I–, a la masa de agua a veces amable, a veces tempestuosa. La fotografía de Nicolás Richat y la música original de Omar Giammarco embellecen el retrato de esta comunidad de pescadores que por momentos también evoca el recuerdo de este documental que los portugueses Joaquim Pinto y Nuno Leonel filmaron años atrás en Las Azores. Al parecer, el mar y sus herederos inspiran aquí y allá inolvidables tributos poéticos.
Frente al mar Gastón Klingenfeld ofrece su mirada sobre los trabajadores del puerto de Rawson y centra la atención en la familia dueña de la embarcación más antigua. Lejos de retratar la actividad de manera pintoresca, Legado del mar es un relato honesto sobre un oficio que se hereda. Bahía camarones es un pequeño pueblo que se encuentra 262 kilómetros al norte de Comodoro Rivadavia y 252 kilómetros al sur de Trelew. La principal actividad económica es la pesca y el nombre se debe a que en la bahía se hallaba una especie singular de camarones. Hasta allí llevó su cámara Gastón Klingenfeld, el director de Legado del mar (2017) que a través de los protagonistas relata un trabajo duro pero gratificante. En camarones, pone el foco en la familia Iglesias, propietarios del Pica I, el barco más antiguo de la flota amarilla de Rawson. En la voz de Juan Iglesias, el que inició la actividad, y de su hijo Leonardo, continuador del legado, conoceremos las vicisitudes de un oficio peligroso. Es curioso que en el documental se encuentran dos niveles de relato: por un lado, tenemos la visión del pasado idealizado en la voz del padre y, por el otro, la del hijo que preferiría que sus descendientes se dedicaran a otra cosa. Klingenfeld encuentra el equilibrio justo y le dedica el tiempo exacto a cada una de las miradas. Asimismo, otras dos voces se destacan: la de una mujer cuya familia se dedica de lleno a la pesca y la de una madre cuyo hijo desapareció en el mar. La palabra “desaparecido”, tristemente conocida por todos los argentinos, se hace presente de forma constante. Sin embargo, aquí los ausentes son víctimas de las incontrolables fuerzas de la naturaleza, fuente de vida y a la vez causa de sufrimiento de los protagonistas. Podríamos comparar este documental y, a la vez, diferenciarlo de Ama-San (2016), el de la portuguesa Cláudia Varejão, donde se registra a un grupo de mujeres buzo que se dedican a la pesca. Allí, además de seguirlas durante la faena, la realizadora se mete en su mundo privado para observar cómo balancean ambas esferas en su vida diaria. En Legado del mar de Klingenfeld, por el contrario, son los protagonistas quienes hablan a cámara y el oficio de la pesca es el tema excluyente. El acierto es retratar el tema de la forma más honesta posible, sin idealizarlo ni caer en golpes bajos.
Otro interesantísimo documental de Gastón Klingenfeld que en un puerto de Rawson, Bahía Camarones cuenta la historia de Juan Iglesias que por más de 60 años en su “Pica 1” junto con sus hijos salió a pescar cada día. Como muchos de sus vecinos. Y de esa actividad que se nutre de testimonios conmovedores, con los que cuentan las mujeres que se quedan en la casa y esperan y sus métodos para bancar la angustia y la desesperación. Pero también se habla con orgullo de un oficio que enfrenta al mar amado y temido al mismo tiempo. Imprescindible en sus vidas.
Legado del mar: el mar que tanto da como puede quitar La vida de los pescadores marítimos es dura y peligrosa. Lo deja claro Gastón Klingenfeld en este documental que recorre voces de la familia del puerto de Rawson, y para ello fija su cámara en un pescador que durante más de 60 años se entregó al mar de la Patagonia. Se detiene también en las madres de los pescadores que, en el muelle, esperan que regresen con vida. Ese mar amado y temido conforma un medio de vida, pero puede convertirse en la tumba de quienes navegan y desafían tempestades. Con un impecable montaje el realizador descubre la diaria tarea de sus protagonistas, quienes recorren el mar mientras tejen historias plenas de valentía y de calor humano.
Se estrena en la sala del Cine Gaumont el documental argentino Legado del Mar de Gastón Klingenfeld: un paseo por la historia de una familia pesquera en el puerto de Rawson. Legado del Mar centra su atención en la familia de Juan Iglesias: un antiguo pescador en el puerto de Rawson, embarcado en el barco PICA I durante más de 60 años que deja sus enseñanzas a sus hijos y que también presenta la realidad y los cambios que han ocurrido en el mar del sur argentino. El mar se convierte en el contexto que engloba todas estas historias. Desde el comienzo del día con los pronósticos del tiempo en la radio, hasta el final cuando los pescadores descansan en el bar “Miramar”. Mientras que el espectador puede pensar en el esfuerzo que realiza, día a día, la gente que trabaja en el puerto, la cámara de Klingenfeld los enfoca mostrando el orgullo y la pasión con que realizan su tarea. Los relatos de Juan Iglesias -que piensa que la tradición de la familia tiene que seguir en la pesca- entran en choque, pero no en conflicto, con los de su hijo Leonardo que desearía un futuro diferente para los suyos. También está presente la figura de la madre, como un faro expectante, mientras observa como el mar se ha tragado a tantos hombres. Estas anécdotas y testimonios de los protagonistas se intercalan con cámaras fijas que reflejan el estatismo del pueblo y la espera de las mujeres y los niños, frente al continuo movimiento del mar y el peligroso trabajo de los pescadores. Incluso el viejo Iglesias parece no quedarse quieto en ningún momento, acostumbrado al desarraigo en el mar, lejos de la tierra. Legado del Mar es un documental que en su corta duración de una hora presenta las costumbres del pueblo en el puerto de Rawson, las historias de sus barcos y la figura del mar como proveedor de oportunidades, pero también como una fuerza de la naturaleza que los pone en peligro.
Vida acuática Muchas veces los documentales de observación se paran en el umbral entre lo real y lo simbólico y en la singularidad de ese viaje se construye una red de significados con su propia lógica, y que necesitan del guiño con el público para anclar el relato en un código. La pregunta entonces sería ¿cómo reflejar un universo o micro cosmos tan alejado de nuestra propia realidad y hacerlo de manera interesante, con el objeto de trascender la mera anécdota de un oficio o de un modo de vida? La respuesta, lo simbólico, ni más ni menos que eso. Es por ello que en este documental que puede dividirse en dos zonas conceptuales, donde el denominador común son los pesqueros artesanales y el mar, existe un equilibrio entre lo que el propio mar trae y lo que quita. Péndulo paradójico en el que el director Gastón Klingenfeld, quien debuta en el ámbito del documental, se encarga de mostrar la vida de los pescadores de Rawson y particularmente de seguir los pasos del barco pesquero Pica I, que no sólo es el más viejo de la flota amarilla -remontó los mares en 1945 y desde ese momento no paró hasta la actualidad- sino que fue timoneado por generaciones de una misma familia. Juan Iglesias, el más longevo, todavía aparece en el puerto cuando su hijo zarpa para realizar la actividad de pesca artesanal de una especie particular de langostinos. Al igual que su padre, el mar le inspira respeto pero a diferencia del anciano no pretende extender el legado en sus hijos porque ha perdido muchos amigos en el oficio. Cuando don Juan explica a los más jóvenes la decadencia del puerto como parte de un correlato de décadas en que la industria pesquera ha sido negocio para muy pocos, pero sustento para varios que como él llegaron al sur para poblar la Patagonia como parte de otro legado, que hoy encuentra un espacio en la memoria y en lo simbólico. Entonces en esa línea narrativa una red ya no es una red de pesca, una cajonera de plástico adonde van a parar los langostinos extraídos ya no representan lo que se ve, sino que llevan la huella de muchas historias de supervivencia, de muchos sueños que se depositan antes que la red se recoja y el barco inicie su regreso a un puerto que espera, a una familia que también espera y que a veces se queda sólo con eso, porque al igual que el mar forman parte de un país que así como da también quita.
Crítica publicada en la edición impresa.
El legado del mar, de Gastón Klingenfeld Por Marcela Gamberini El mar atrae y repele, también es placentero y a la vez puede ser un espacio que de tan abierto sea aterrador. Legado del mar trabaja en ese sentido, planteando la dicotomía entre lo que el mar ofrece. En primer lugar ofrece fuerza de trabajo, pero como “lugar de trabajo” es tan duro como primario, tan respetable como peligroso. El paso del tiempo es el eje de este documental que muestra cómo la profesión de los pescadores se va adelgazando, desde una manualidad casi artesanal hasta la cadena de recolección más industrializada. Con destellos de tintes políticos, Legado del mar se deja ver serenamente, mientras se alterna entre la emoción de las madres que han perdido hijos en el mar hasta la simpatía árida de ese pescador -Juan Iglesias -que trabajó más de sesenta años en el mar, pasando por anécdotas varias de la gran familia de los trabajadores del mar. Gastón Klingenfeld se interna en el mar abierto de Rawson, Chubut y logra internarse en el corazón de esa “familia marítima” compuesta de padres, hijos, barcos, perros, abuelos, madres que dan testimonio de su vida a la vera del agua. Cada encuadre está sumamente cuidado, la película es estéticamente bella, tal vez esta belleza de algún modo contraste con la dureza de lo narrado. La rugosidad de la situación, que no deja de ser interesante, no está plasmada en las imágenes que son contradictoriamente demasiado limpias y tersas. Algo similar sucede con el registro sonoro, demasiada música impide que escuchemos los sonidos del mar y la estruendosidad de la violencia del trabajo de esos hombres. La naturaleza es sólo retratada por Klingenfeld sin aprovecharla en la multiplicidad de sentidos directos e indirectos que dispensa. Los hábitos, las costumbres, las experiencias, en definitiva, la vida de los pescadores, con esa sensibilidad a flor de piel; son la esencia de este documental que se dibuja claramente en la figura de ese barco el Pica 1, que aún surca las costas argentinas. En ese barco, que no deja de ser el protagonista, la vida sucede y las generaciones trasladan su legado empírico de mano en mano. LEGADO DEL MAR Legado del mar. Argentina, 2017. Guión y dirección: Gastón Klingenfeld. Intérpretes: Juan Iglesias, Leonardo Iglesias, Adrián Estergaard, Jorge Estergaard, Miguel Ángel “Chino”, Velázquez, Néstor Vega, Santiago “El Chaqueño”, José María Barrientos, Herminia Centeno, Anita Terenzi, Diego Iglesias, Juan Signorelli, Carla Velázquez, Ernesto “Taca” Rafa, Jorge Iglesias, Christian Melgar, Jerónimo Presentado, Manuel Puebla, Elda Barrientos. Producción: Rosalía Ortiz de Zárate, Gastón Klingenfeld. Duración: 63 minutos.
Una historia sobre el mar patagónico une, a modo de nudos marineros, la historias de sus habitantes hasta formar una gran red. Legado del mar llega hasta Rawson, en la provincia argentina de Chubut, para poner frente a cámara un retrato de la actividad pesquera nacional junto a su gente, sus embarcaciones, sus recuerdos e, inclusive, sus pérdidas. Tomando como protagonista a Juan Iglesias, un viejo pescador de la zona, el largometraje escucha con atención sus testimonios y los de su familia, mientras acompaña al hombre en su vida cotidiana: desde su casa hasta el mar, desde los perros que se van acumulando tras sus pasos hasta llegar al Pica I, el último barco sobreviviente de la antigua flota amarilla de Rawson.
Dentro de la mansedumbre habitual, donde los tiempos son otros, muchos más calmos, la histeria y la inmediatez prácticamente no existe, y el viento sopla intensamente, acompañado por el duro clima patagónico, que curten las pieles prematuramente de los sacrificados hombres de mar, se desarrolla este documental del director Gastón Klingenfeld, rodado en la ciudad de Rawson, provincia de Chubut, más precisamente en el puerto y dentro del barco pesquero “Pica 1°”, que es el más viejo de la flota ya que fue construido en 1947 y todavía lo usan. La historia se centra en Juan Iglesias, un antiguo pescador, con más de 60 años navegando los mares del atlántico sur, que continúa ejerciendo la pesca artesanal y, junto a sus hijos, se sigue subiendo a ese histórico barco para dejar un legado. La película abarca no sólo las tareas de pesca, sino también la vida dentro del puerto, a los trabajos de los pescadores en tierra firme cuando tienen que descargar lo recolectado, especialmente langostinos, y prepararlos para su comercialización. La intimidad portuaria es un tema poco transitado y explorado por el ciudadano común, por lo que es una buena manera de apreciar todas las dificultades que conlleva realizar esa dura actividad, complicada aún más por las condiciones meteorológicas siempre hostiles y cambiantes en esa parte del país. Por otro lado, el director se acerca a las mujeres que se quedan esperando a que sus hombres regresen a casa, tanto sean hijos, padres, hermanos o maridos, porque ellas viven esos días en continua angustia ya que todos saben que la navegación es muy peligrosa, y los accidentes son comunes y, aunque sean veteranos y experimentados, nadie está exento. El mar provee alimentos pero también se lleva vidas, los pescadores están acostumbrados a lidiar durante toda su existencia con esa cuestión. La respetan, pero no le temen. Este documental, narrado en forma clásica, logra generar climas para que los entrevistados se suelten y hablen como si no tuvieran una cámara adelante, mientras desarrollan sus tareas, a lo que se suma la excelente fotografía, con planos generales de los pequeños barcos navegando las frías aguas, contrastando a la rudeza del trabajo portuario, logrando la admiración hacia estos personajes. Tal vez lo más molesto es la música elegida como fondo de las imágenes, pues no respeta el sentido que se le quiere dar al film, ni tampoco es acorde a la zona tranquila y monótona donde transcurre el relato.
En el Puerto Rawson, Provincia de Chubut, es el terreno elegído y en donde se desarrolla este documental dirigido por Gastón Klingenfeld. El objeto elegido, es un barco de madera pesquero llamado Pica I. En él, se teje una leyenda de más de sesenta años, la familia Iglesias es la dueña de esta embarcación y la protagonista de la historia de cómo se fundó Puerto Rawson. Juan Iglesias, el patriarca y fundador del Pica I, es el que transmite a su descendencia el destino de seguir zarpando en el mar de la Patagonia. Por medio de primerísimos planos Juan, nos muestra y nos cuenta la historia del navío a través del relato y del plano que tan celosamente atesora junto a una antigua foto. Este trabajo cuenta con testimonios de la familia mencionada y de las mujeres que se quedan en tierra cuando sus hombres se internan en aguas profundas, a sabiendas, de que el mar es peligroso y viven con la incertidumbre de no saber si volverán. Esto hace que la narración tenga dos ejes bien marcados. Los testimonios son separados por imágenes fotográficas dando la sensación de ser imágenes vivientes, un excelente trabajo por parte de la dirección fotográfica de Nicolás Richa que logra atravesar la pantalla incorporando al espectador en los bellos paisajes de la Patagonia. Gastón Klingenfeld se compenetra en la vida de estos hombres que crecieron en medio de barcos, en medio del mar, en medio de majestuosos paisajes. Se interna en el oficio de estos hombres mostrándonos cómo realizan el trabajo día a día. Legado de mar es un excelente documental en donde lo observacional se nota de manera precisa. Al director no se lo ve intervenir y todo fluye como si no estuviéramos ahí. La inmensidad del mar y todas las historias que alberga son registrados en esta narración centrada en ese barco (Pica I) que lleva tantos años navegando. Y como dice Leonardo: “Mi papá es un precursor de la pesca, es histórico porque se hermanan dos cuestiones: el Pica es el barco más viejo de la flota amarilla de Rawson en actividad hoy en día, y mi papá es uno de los últimos sino el último de los pescadores antiguos de Rawson”. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz
El Pica I es el barco más antiguo de la flota amarilla del puerto de Rawson, en Chubut. Construido en 1946, su dueño, don Juan Iglesias es el ultimo pescador más antiguo que vive todavía y que se ocupa de desenrollar rápidamente en los primeros minutos del film los viejos planos de construcción, para alabar las características de su barco, el que para algunos es la locura de su vida. Los dilemas de la pesca artesanal en el mar argentino, la competencia desleal con los barcos nuevos y el trabajo de las grandes pesqueras que procesan en mar abierto, sin dar trabajo a los integrantes del puerto, por la ley de trasbordo de buque a buque, se entremezclan con la cotidianidad de los changarines, los estibadores, los cargueros, los “pateadores”, los vendedores del costado de la ruta que venden langostinos a los autos. Todos dan de algún modo testimonio pero el documental de Gastón Kligenfeld lo narra sin angustias y tampoco sin detenerse demasiado en un regodeo estético del plano, sino hilando testimonios de mujeres y hombres que no hacen otra cosa que trabajar. Don Juan es la voz del pasado, sus hijos son el presente. Atención también al diseño sonoro con la música original de Omar Giammarco que contrapuntea con las imágenes en este bello documental que es Legado del mar que desde el jueves 15 de junio se puede ver en el Gaumont.
LO QUE EL MAR NOS DEJÓ Hay una famosa frase (y película) que denominó, en más de una oportunidad, a nuestra hermosa región sur: “la Patagonia Rebelde”. Algo de esta caracterización nos trae Legado del mar, ópera prima de Gastón Klingelfeld, en su relevamiento y mostración del difícil oficio de pescador en el puerto de Rawson, provincia de Chubut. Este documental recorre, principalmente, la profesión de pescador en los mares del sur argentino, sus vicisitudes, problemáticas, características y cómo es sobrellevado por aquellos allegados que quedan “en tierra”. La película presenta una enunciación cero, con una cámara que recorre a modo de testigo presencial y silencioso, el quehacer de quienes arriesgan su vida en el mar. Los relatos de los distintos protagonistas (diferentes trabajadores, “pateadores de los puertos”, familiares de pescadores) se encuentran atravesados por una historia principal: la de Juan Iglesias, histórico pescador de Rawson, quien envejeció timoneando el PICA I, el barco más antiguo en actividad hoy en día en este puerto del sur. Su historia es intercalada por el relato de quien lo sucediera en su actividad pesquera, su hijo, actual responsable del emblemático barco. El documental ofrece bellas imágenes de las aguas heladas del sur, su clima, la cotidianeidad de sus pobladores y del trabajo diario de quienes dan vida al puerto de Rawson. “Patagonia Rebelde”, así es para los que viven por y para el mar, a quien respetan (y temen) por igual. Los pobladores ofrecen las historias de aquellos que no volvieron de su travesía en el mar, los desaparecidos del oficio, intentando (y consiguiendo) denotar la peligrosidad del trabajo, ya que es un factor que muchas veces no es subrayado de la forma que debería.
El debutante Gastón Klingenfeld nos trae a la pantalla el universo del mar y la posibilidad a partir de este de obtener un medio para sobrevivir en “El legado del mar” (2017), centrada casi exclusivamente en el universo de Juan Iglesias y sus compañeros. El hombre, un veterano de la actividad, es entrevistado por Klingenfeld en repetidas oportunidades, mientras la narración se va construyendo de manera simple y efectiva alrededor de los pescadores y sus familias. Como veterano de la actividad todo el tiempo se lo escucha aclarando la idea de todo tiempo pasado mejor que tuvo, y justamente en ese reclamo y declamación hay un grito desesperado de detener el tiempo y respetar actividades tan ancestrales como el hombre mismo. Pero Juan Iglesias no es el único, mujeres, jóvenes, todos ofrecen su mirada sobre un oficio en el que nunca se sabe el resultado hasta que la embarcación, la que sea y de las características que sean, regresa al puerto con la colecta necesaria para seguir subsistiendo de la actividad. Hay mucho del esperar y del pasado, que Klingenfeld lo traduce en imágenes, en algunas oportunidades cuasi postales turísticas, y en otras, en postales de la miseria y el dolor, del hacer de gente que se ha conformado con repetir rutinas a lo largo de su vida. Lo más interesante de la propuesta es la transmisión del oficio a través de la palabra, en este Juan Iglesias que sigue subiéndose al Pica I, el barco más antiguo de la flota amarilla de Rawson, lugar en donde se filmó la propuesta. Pero también el rol que les otorga a las mujeres dentro de la propuesta. De por sí la pesca es una actividad enteramente masculina en Argentina, por lo que la mirada estará en la espera que ellas hacen de cada pescador que se enmarca en la aventura de adentrarse al mar, y también en el relato desgarrador de una madre que un día despidió a su hijo y nunca más lo volvió a ver. Recientemente una película como “Ama-San” (2016), de Claudia Varejao, nos mostraba el otro lado de las mujeres recolectoras de moluscos, pero también las guardianas de una vieja costumbre de pesca, que se mantiene vida gracias a su esfuerzo y valor. Y acá acontece lo mismo, con ese hombre curtido por el sol y por la sal, por el viento y por las olas que le han forjado un espíritu aventurero y emprendedor que lo posicionan más allá de los embates económicos que lo puedan apremiar. Gastón Klingenfeld mira y reflexiona, coloca la cámara en un lugar estratégico y selecciona de ese puerto lo mejor que encuentra de cada personaje que presenta, y en ese devenir de imágenes uno percibe la pasión por el mar, algo que para aquellos completamente desentendidos de la actividad, puede servir como un documento y testimonio de los argentinos que a diario hacen de la tierra, en ese caso el agua, una manera de poder sostenerse.