La cotidianidad de la que somos espectadores constantes, de destinos a la intemperie en busca de…“Los Amantes Indigentes” es un film de Pablo Oliverio, centrado en dos personajes que viven su amor en las calles, que muestra la subsistencia diaria. Un único escenario, la noche y las calles de Buenos Aires, el hogar de una joven pareja, se abordan mediante un contenido audiovisual sin intervención de diálogo alguno e incluso sin charlas de relevancia, solo se muestra la situación presente que les toca transitar. Durante gran parte se los puede ver deambulando en busca de refugio, un trabajo temporario, revolviendo la basura y pidiendo dinero a la gente, mientras que a la par se puede contemplar los perfiles de otras personas y parejas que se van ensamblando dentro de este análisis visual de “Los Amantes Indigentes”. Destinos escritos y otros que van naciendo en el marco de la noche, un fenómeno natural en que podemos apreciar la crudeza de esa cotidianidad de la que somos espectadores. Un documental que retrata la supervivencia, vitalidad, resistencia del ser humano, pero por otra parte muestra una realidad sin volcar la emoción que amerita, donde podría haberse desmenuzado con mayor profundidad hasta lograr empatía con sus protagonistas, si supiéramos qué los motivó y llevó a la situación en la que se encuentran. Entrando hacia a la trama final, en un breve pasaje logramos saber la aspiración y anhelo de uno de sus protagonistas, aún así, en su totalidad el film no logra dejar un mensaje con contenido certero, mediante la temática presentada, debido a carencias del mismo. Un amor que vive en las calles, pero que no puede percibírselo como tal. Lo que se denota en esta cinta es el instinto de supervivencia, algo natural, una capacidad que cualquier ser vivo posee a la hora de sobrepasar circunstancias específicas. Rige en la observación ante lo mencionado anteriormente y cómo se desarrolla de modo espontáneo. La situación de calle una lucha para sobrevivir. “Los Amantes Indigentes” se puede ver los días 5, 12, 19, 26 de octubre a las 21hs. en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543)
Los invisibles Pablo Oliverio retrata la historia de dos jóvenes marginales, expulsados del sistema, habitantes de las calles de Buenos Aires que, mientras sobreviven, se dan un tiempo para el amor. Los amantes indigentes (2017) es un documental urgente, que muestra una realidad que no resulta ajena, pero desde un lugar poco transitado. Oliverio elige contar la realidad desde la historia de amor que viven estos dos jóvenes. ¿Cómo es vivir en la calle y enamorarse? Esa es la pregunta que el director intenta responder a través del seguimiento de dos veinteañeros que mientras cartonean, hacen changas o buscan que comer, también se aman. La crudeza de las imágenes se acentúa con un registro sucio, de cámara en manos, donde Oliverio evitó edulcorar la historia con filtros visuales o una banda sonora musical. Los amantes indigentes es un cine real, hecho a partir de una urgencia, en donde lo que se cuenta no es otra cosa que las consecuencias de una sociedad capitalista que impulsa a gobiernos neoliberales. Y eso queda claro en la contraposición, para nada forzada, de la diferencia de clases que se ve en la calle donde la indiferencia y la mezquindad son moneda corriente. Si algo hay que reconocerle a Los amantes indigentes es la honestidad con la que cuenta la historia, evitando la banalización y el regodeo morboso. Lo que muestra está todos los días frente a nuestros ojos, en cada barrio, cada calle, cada esquina de la ciudad. Está en cada uno querer ver o no.
Un documental que pone la mirada, la sensibilidad, la creación visual, la empatía con los que están en condición de calle y sobreviven como pueden en una sociedad donde los demás fluyen sin ver, con algunos gestos de solidaridad minima y la indiferencia como moneda corriente. Pablo Oliverio se detiene en ellos, los solos, los que están en pareja, los que sobreviven como pueden lavando vidrieras, buscando en al basura, pidiendo limosna, los que tiene la suerte de una compañía, del amor, del compañerismo, o los que andan con una enorme soledad a cuestas, con pocos sueños y muchas resignaciones. Con la sabiduría aprendida para sobrevivir deseando lo que difícilmente alcancen. Olivero repara en todo, graffitis, publicidades, actitudes, detalles. Construye con mano firme un documento de la gran ciudad. Con algunas reiteraciones, pero también con hallazgos.
En nuevo documental de Pablo Oliverio, Los amantes indigentes, retrata un instante en la vida de dos chicos que viven en la calle, y sólo encuentran refugio en el amor que se tiene. La franqueza de lo expuesto, compensa la falta de una línea conductora. Hay un trazado lógico que sigue toda la obra de Pablo Oliverio. Su cámara es un lente para esas personas que otros prefieren ocultar. Su visión es solidaria, se ubica a la par, y se distancia lo justo como para no ser protagonista ni tampoco otorgar un criterio frío e impersonal. Cuando lo conocimos en Fiesta con Amigxs (si bien tiene trabajos anteriores no estrenados comercialmente) supimos que la suya no es una mirada particular, por el contrario, es una mirada cotidiana, que busca de meterse en la rutina de sus personajes,saber su historia. En definitiva, darle una voz a aquellos que la sociedad prefiere ver con una mirada cargada de prejuicios. Los amantes indigentes es otra prueba de eso, quizás la más cabal. Porque su ojo se posa sobre aquellas personas que vemos mientras caminamos por la ciudad, pero preferimos dar vuelta la cara ignorándolos, haciéndonos una idea de cómo serán sus vidas para luego poder opinar sobre el pasado, presente, y futuro de esa gente sin en realidad tener un acabado fundamento. Oliverio vuelvo otra vez a enrostrarnos nuestra intrínseca discriminación. Los protagonista son dos jóvenes, un chico y una chica, una pareja. Ambos viven en la calle, o en refugios esporádicos, no tienen un punto fijo. Ellos se quieren, pero la vida es dura, y no permanecen juntos, por lo que cada uno sale a batallar el día a día por su lado. El amor mutuo lo expresarán dejándose mensajes en diferentes puntos para que el otro pueda leerlos. Pero Los amantes indigentes no es una documental sobre el romance de pareja, lo es sobre un amor superador, aquel que les da impulso para seguir, y que puede ser entre una pareja, o entre amigos. Pablo Oliverio abre su abanico y no se centra en esta pareja, los utiliza como conector (sobre todo al chico que gana bastante protagonismo), pero expone su alrededor, nos muestra a otras personas que, como ellos, también deben enfrentarse a la calle. Ya sea teniendo un trabajo esporádico, una changa, o pidiendo, ellos viven, como pueden, y a su modo tratan de tener planes. Oliverio no interviene en lo absoluto, Los amantes indigentes se construye a través de viñetas, o fragmentos de esas vidas, mayoritariamente nocturnas. No hay ninguna subjetividad, más allá del tratar de comprenderlos, de saber cómo son y cómo viven. No hay una posición falsamente compasiva como la de esos programas televisivos que hurgan entre lo bajo para apelar al morbo de la lágrima por quien vive peor que uno. Este punto es determinante para su valoración. Los amantes indigentes posee una observación algo dispersa, no hay un hilo claro como para seguir una historia más allá de tratarse de un documental. Simplemente es ver el día a día de estas personas, para comprender su realidad. La franqueza y honestidad que demuestra es lo que compensa este detalle que termina siendo menor frente al resultado final. Se trata de un trabajo sucio, como ya nos mostró el realizador de la reciente Puto. Pero es que esas vidas no son impolutas, y por lo tanto, blanquearlas significaría una idealización que lejos está de la idea que quiere plasmar el director. De la boca de ellos se expelen frases enriquecedoras, que nos hacen un click en la cabeza, y nos deja en claro la sensibilidad tanto de los indigentes, como de Oliverio. Será en estos tramos que notemos la mano del director, hábil para capturar esos momentos únicos, esas frases a remarcar, y hacerlas pasar como una cotidianeidad más. Los amantes indigentes es un trabajo urgente, necesario en un momento en el que las cifras de ese sector social lamentablemente aumentan, y en el que vemos como familias enteras se están destinando a vivir sin un hogar. Nos interpela y nos ofrece la posibilidad de no dar vuelta la mirada, de escucharlos, y darnos cuenta que tienen mucho para decir.
Las historias de amor no pertenecen sólo a Hollywood o a las telenovelas. Son algo universal y el cine siempre se ha valido de ellas. Los amantes indigentes, este documental dirigido por Pablo Oliverio, empieza con distintas imágenes de la ciudad de Buenos Aires hasta acercarse a sus dos protagonistas. Lo hace desde lejos viendo la situación en la que están y luego se va acercando. En esos primeros minutos no hay diálogos, sólo el ruido ensordecedor de la calle y la gente que pasa indiferente ante ellos. No es casualidad que se muestra la calle en la que ocurre esto y que sea de Zona Norte. Y así la cámara se dedica a seguir a esta pareja, mostrándolos tal cual son. No hay un juicio en la forma en la que actúan, ni tampoco hay prejuicio. Hay amor en esa pareja, en gestos simples como el estar abrazados en el suelo en medio de la noche. Alejados de un mundo al que no pueden acceder, ellos van por la calle viendo a la gente comer, viendo los carteles que están pegados en los postes de luz. Quieren todo eso que ven porque están golpeados por constantes mensajes, algo que remite a la famosa They live (1988) de John Carpenter y esa mítica escena en que el protagonista ve lo que dicen realmente los mensajes que hay en la calle. Acá es aún más explícito. Ellos son los sin nombre que deambulan por toda la calle y sirven también de paso para que su director se enfoque en lo que rodea al argentino, algo que está tan interiorizado que no se le presta atención. Verlos a ellos dos es vernos a nosotros. Nos incomoda porque es la verdad. Aunque también después de pasados los primeros 20 minutos, este documental flaquea. Su duración por más corta que sea no amerita que se alargue tanto. Su tema se agota rápidamente y tampoco es algo que no se haya visto antes, de hecho la primera imagen que retrotrae es (y salvando las distancias) la de Policías en acción, aquel programa que mostraba el lado oscuro de Argentina desde el punto de vista de la policía y que en el fondo se regodeaba en todo aquello, alimentando la mala imagen sobre las clases bajas. En Los amantes indigentes es distinto y eso se agradece, ya que la mirada es de ternura y amor para con la gente que realmente se lo merece.
Los olvidados de siempre No es para nada novedoso que todo se resignifica cuando se contrapone la idea de mirar con la de ver. No son sinónimos, sino todo lo contrario porque ver implica entender y entender conlleva implícitamente la premisa de abandonar la indiferencia. Eso es lo que hace Pablo Oliverio con su documental Los amantes indigentes. Ve la realidad con la que se encuentra cuando sale a caminar por la avenida Corrientes, contraste inefable de la diferencia de clases solamente desde la constante oferta de las vidrieras y los transeúntes que pasan y miran. Pasen y miren, compren, sean felices por un segundo, mientras tanto algunos viven en situación de calle y miran la película desde otro lugar. Anhelan las mismas cosas, pero se contentan con ese intersticio como voyeur en un acto colectivo. Belu y Fer tienen 20 años, se conocieron en la calle y tratan de sobrevivir sin perder el amor y apostando a un futuro distinto. Se dejan mensajes escritos a mano en distintas ubicaciones, comen lo que pueden de la basura y a veces Fer consigue alguna changa además de las monedas que pide con respeto a cada uno que pasa. Su pasado de paco y una desitoxicación complicada deja un espacio emocional con la cámara, que durante toda la noche se encarga de documentar su rutina. La dialéctica del montaje es funcional a la idea del contraste y bien manejada por el realizador, quien parte de la clausura explícita del regodeo y la estigmatización para encontrarle un peso a la urgencia que se aleje de la asfixia mediática. Lo logra y por eso su obra merece ser vista.
Werner Herzog sostenía que en el cine todo es ficción. Que todo género, hasta el documental, es sostenido por una visión particular: la de su director. El director decidiendo que mostrar y que no, cómo y dónde, compone una “suerte de realidad” pero jamás una absoluta. Por ende, esa supuesta realidad, manipulada, se acerca más a un hecho ficticio. Los Amantes Indigentes (2017) documental de Pablo Oliverio es una muestra de ello. Mediante un registro austero, minimalista y poco formal, Olivero nos sumerge en el mundo de una pareja de indigentes que sobrevive en una Buenos Aires cuyas noches interminables devoran poco a poco la esperanza y se transforma inevitablemente en esa jungla consumista que años atrás nos declaraba Guns ‘N´Roses en uno de sus hits. La cámara sigue a estos fantasmas errantes que sobreviven a duras penas limpiando parabrisas, pidiendo monedas (en una secuencia desesperante por la paciencia que estos deben de tener tras la negativa del donativo) o hurgando la basura y mudando ese pequeño colchón que funciona como cama, hogar y refugio ante una sociedad que muchas veces decide ignorarlos. El amor parece un motor dentro de la existencialista mirada que se le da al film, alternando la historia de estos jóvenes con la de otras parejas en la misma situación. El mayor problema reside en la manipuladora mirada que ejerce Oliverio, culpógena hasta el hartazgo debido a la reiteración sobre el consumo en contraposición al universo de estos seres. Rodeados de carteles publicitarios que crean un clima asfixiante, dominante y triunfante, los protagonistas se pierden bajo la mirada de los caminantes que deambulan naturalizándolos. Eso, por momentos es un arma de doble filo. Mediante un ridículo truco de montaje donde nos escupe, demasiado literal y alegórica las intenciones de su discurso, y hasta intentando poner en jaque la suerte hogareña del espectador forzando frases como “¿Podés dormir?” en loop. Pizza, Birra, Faso (1997), obra maestra de Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano, guarda varios puntos en contacto, incluyendo la tríada del título de aquel clásico, pero con la diferencia que ésta entiende bien las herramientas cinematográficas y las intenciones del film de denuncia social. Oliverio se olvida, pasando la media hora del relato, que lo que cuenta debe de mantener un interés, por lo que al film parecen sobrarles unos 25 minutos. La reiteración de las malas intenciones del director (muy malas ya que insiste con los cartelitos y hacer juegos de palabras, formando frases solemnes que intentan en vano ser movilizadoras pero le importa poco el ritmo narrativo) ante una muy buena idea que se torna difusa (¿De qué quiere hablar? ¿Del amor ante todo? ¿Del consumo y sus consecuencias reflejadas en esta sociedad?). Oliverio estigmatiza, con su discurso progresista y de izquierda, en vez de enfrentar los hechos: el relato se torna misantrópico, creyendo que para “ser bueno” hay que nacer pobre, el resto se ve demonizado y juzgado en consecuencia a lo que tiene. Eso es un banal intento de generar mea culpa. John Carpenter lo hizo mucho mejor allá por 1987, cuando John Nada debía luchar contra el sistema capitalista de turno siendo un pobretón sin hogar que intentaba salvarse y a su vez salvar al mundo. Oliverio no entiende que primero hay que ser un creyente y dejar de lado el cinismo de manual haciéndonos creer que somos nosotros, los espectadores, los malos de la película (¿Y el Estado dónde está?)
MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES Los altos índices de pobreza alcanzados en nuestro país han provocado que muchas personas se vean obligadas a terminar viviendo en la calle como única opción para intentar subsistir en la sociedad. Tratando de exponer este modo de vida, el documental Los amantes indigentes aborda la historia de dos jóvenes indigentes enamorados. Ambos realizan trabajos temporarios o buscan alimentos en la basura y, mientras tanto, se dejan distintos mensajes de amor en diferentes lugares de la ciudad. La producción se dedica a ser un observador de cómo esta pareja pasa los días en la calle y, en ocasiones, escuchando algunos diálogos que tienen. A su vez, contrasta con imágenes de la sociedad que los rodea, que apenas se detiene a darles unas monedas de vez en cuando. Sin embargo, esta observación cercana y silenciosa termina resultando tediosa durante gran parte del metraje, ya que en ningún momento se profundiza sobre sentimientos o pensamientos de lo que están viviendo, como tampoco su origen y cómo terminaron allí. Esta característica vuelve monótono al film, ya que las circunstancias se repiten diariamente y no existe situación alguna que rompa con esa reiteración. Hacia el cierre de la película, el protagonista expresa algunas vivencias y enseñanzas que le ha dado vivir en la calle, aportando cierto contraste al trabajo que no tuvo en más de una hora de duración. En definitiva, Los amantes indigentes presenta un tema duro y candente pero solo desde la mera observación, sin presentar a quienes muestra ni darles una identidad definida. Quizás ponerse a charlar con ellos en vez de solo mostrarlos hubiera sido una mejor idea.
Es un documental, que nos muestra la cruda realidad de aquellos que viven en la calle, de los sin techo. Distintas personas que duermen cada noche en la calle, se van acostumbrando a los ruidos de la calle, los olores y a las condiciones climáticas. La búsqueda constante de obtener alguna moneda, cigarrillo, comida o bebida. Cada mañana guardan su colchón en algún lugar y se intentan ganar la vida de alguna manera limpian vidrios, reparten volantes, levantan cartones, entre otras actividades. Ellos saben que algunas personas los discriminan, dicen que la calle te enseña lo bueno y lo malo, habla de las drogas, de los refugios y el dormir en la calle.