Atravesados por dolores y pérdidas, Shauna y Pierre, se encontrarán a lo largo de los años y el sentimiento irrefrenable que sienten el uno por el otro se verá obstaculizado por el afuera y otros vínculos, los que, claro, no verán con buenos ojos una relación que creen predestinada al fracaso. Carine Tardieu logra una entrañable historia de amor que supera TODO y que nos enseña que para el amor no hay edad.
“Es la película más grave que he escrito, pero quizás también la más ardiente", cuenta la directora y coguionista Carine Tardieu en las notas de prensa de Los jóvenes amantes. La afirmación no es del todo cierta: su cuarto largometraje tiene un aire grave y mortuorio atravesándolo de punta a punta; pero “ardiente” no parece un adjetivo que cuaje con una historia que se propone narrar sin pasión una historia que orbita justamente alrededor de ella. Los protagonistas son un médico casado llamado Pierre (Melvil Poupaud) y una arquitecta retirada de nombre Shauna (Fanny Ardant). Se conocieron 15 años atrás sin llamarse demasiado la atención, pero cuando se reencuentran es distinto, sobre todo para él, aunque por la frialdad imperante no se entiende muy bien cuál es la chispa que enciende la llama del deseo por esa mujer. Debe reconocerse, sin embargo, que esa ausencia de indicios es propia de alguien que, como Pierre, permanece inmutable ante todo y ante todos. Lo que sigue es el derrotero emocional de una relación no exenta de problemas. El principal, al menos para ella, es la edad (tiene 71 contra 45 de él). Pero la película no elige su punto de vista como guía narrativa sino el de Pierre, por lo que el asunto no termina de profundizarse. Después seguirán el deseo de Shauna de separarse de él, los intentos de ella para que él continúe su vida con alguien más joven y, la cereza del postre, un hecho que no conviene adelantar y que pondrá a los tortolitos contra las cuerdas. El resultado es un film monocorde y distante, casi susurrante, que prioriza una desangelada prolijidad formal por sobre los sentimientos arremolinados de sus personajes.
La historia que cuenta esta película francesa es inusual: un médico (Melvil Poupaud) se enamora de una mujer que le lleva unos veinte años (Fanny Ardant, que hoy tiene 73 y en el film interpreta a una arquitecta jubilada), a la que había visto solo una vez, mucho antes de caer en ese embrujo definitivo. El doctor tiene esposa e hijos, pero el flechazo es inapelable: muy pronto contará la verdad e intentará que esa relación iniciada furtivamente se consolide. El contexto no es sencillo: además de la crisis familiar que desata la noticia, el vínculo empieza a tambalear muy pronto. No es falta de deseo lo que experimenta ella, ya muy acostumbrada a una vida en solitario y sorprendida por la aparición de ese romance intenso cuando claramente no lo esperaba. La indecisión parece más motivada por los prejuicios sociales que normalmente sobrevuelan un caso así y por una inseguridad personal que la conduce a la fría incredulidad. El planteo de la historia es interesante: ¿no puede una septuagenaria tener aspiraciones amorosas con alguien más joven? Y el film responde el interrogante con sutileza, con discreción, sin declamaciones. Originalmente, quien trabajaba en el proyecto de este largometraje estrenado en 2021 en el Festival de Roma era la islandesa Solveig Anspach, cineasta que desarrolló la mayor parte de su carrera en Francia. Falleció en 2015, a los 54 años: Los amantes jóvenes está dedicada a ella. Antes de morir, Anspach manifestó su voluntad de que la película alguna vez se rodara y estrenara. Tomó la posta la parisina Carine Tardieu, cuyo interés principal fue, según sus propias palabras, “reflejar la presión que sufren las mujeres en la lucha contra el tiempo y contra su cuerpo”. En el guion original había un desnudo frontal del personaje de Ardant que Tardieu y la propia actriz prefirieron suprimir. Sí se conservó, en cambio, una escena en la que la protagonista comparte una jornada en un natatorio con varias mujeres de su edad, todas con los cuerpos marcados por el paso del tiempo pero también embargadas por una alegría palpable que solo pueden disfrutar cuando están protegidas de la presión social. Es una mirada atenta y amorosa de la directora y uno de los pasajes más emotivos de una película pensada principalmente para el lucimiento de una estrella -Ardant, una gran profesional que trabajó a lo largo de su extensa trayectoria con directores como Francois Truffaut, Alain Resnais, Ettore Scola y Sidney Pollack-, pero que además cuenta con muy buenos intérpretes de reparto, en especial Cécile de France, la magnífica actriz belga que Clint Eastwood convocó para Más allá de la vida (2010) y que brilló en El niño y la bicicleta (2011), de los hermanos Dardenne. Le toca encarnar a una mujer despechada que igual logra reaccionar con valentía y entereza cuando se da cuenta de que aquello que parecía imposible se vuelve inevitablemente real. Y lo hace con una sensibilidad que conmueve, complementando a la perfección la que Ardant deja traslucir en cada una de sus apariciones.
UN POCO DE AMOR FRANCÉS No hay edad para el amor parecen trasmitir las imágenes de Los jóvenes amantes, pero en este caso, los lugares comunes quedan de lado de acuerdo a la relación afectiva entre un médico oncólogo de 45 años, casado y con dos hijos, y una mujer de 71, madre, viuda y abuela, ya que su tratamiento temático no es moneda corriente cuando se cuenta esta clase de historia. En efecto, mucho tiempo después de conocerse en un hospital Pierre y Shauna se reencuentran de manera azarosa y desde allí surgirá el interés romántico de él hacia ella. Primera novedad de la trama: no se está ante la clásica historia de romance otoñal de una mujer de 70 enamorada de alguien más joven. La mirada de la directora Carine Tardieu (cuarto film) es a la inversa, diseccionando al personaje de Shauna que plantea porqué ese hombre más joven se siente atraído por ella. Segunda novedad de la historia: el punto de vista del relato cae en el personaje de Pierre y de su desesperación por Shauna, en los conflictos que provoca su decisión dentro de su entorno familiar y hasta en los desajustes que empiezan a ocasionarse en el ámbito laboral. Entre los afectos que van y vienen de Shauna y Pierre, donde ella ostenta sutilmente sus síntomas de vejez frente al ímpetu de él, Los jóvenes amantes elige en su segunda mitad el camino más problemático y de supuesto impacto en el espectador: la aparición de la enfermedad como centro argumental desplazando la postura de una pareja viviendo una historia de amor no convencional. Allí el guion de carga de tips y lugares comunes buscando una fácil emoción que no condice con la travesía y el derrotero romántico de una pareja particular que articula su deseo y romanticismo en escenas que se alejan de aquello previsible. Por ejemplo: que durante el encuentro íntimo de la pareja la imagen no muestre velas y tampoco se recurra a una luz repleta de filtros, ya de por sí, es una acertada elección estética. Tercer acierto de la película: la química actoral de la pareja central. El camaleónico Melvin Poupaud, austero en gestos y tics, no necesita transmitir más que eso. Aquello de camaleónico refiere, entre otros, a su papel pirotécnico en Lawrence Anyways de Xavier Dolan. Vean y comparen. En cuanto a ella, Fanny Ardant, la señora Truffaut y última musa del cineasta, basta observarla con detenimiento al momento de ver sus manos o cuando demuestra dificultades para levantarse de la bañera para corroborar, si ere necesario, de que se está frente a una actriz por excelencia.
"Los jóvenes amantes": las sorpresas del amor. Hay una deliberada paradoja en el título Los jóvenes amantes (es idéntico en el original), porque la inusual historia de amor que contiene es entre un hombre de 45 años y una mujer de 70. El (Melvil Poupaud) está casado, tiene dos hijos y vive y trabaja en Lyon, donde practica como médico oncólogo. Ella (Fanny Ardant) es una arquitecta parisina, viuda, madre y abuela de una adolescente. Nada indicaría que esos dos personajes alguna vez pudieran cruzar sus destinos, pero aquí está este tenue, asordinado melodrama francés cuya mayor virtud es la de ir contra la corriente. A contramano de todo cliché, el hombre no corre detrás de una joven colega –como piensa incluso su propia esposa (Cécile De France)- sino que se enamora perdidamente de una mujer mayor, que ya se creía retirada de las lides del amor. Esa sorpresa es el primer motor del film dirigido por la francesa Carine Tardieu, a partir del guion-testamento que le dejó su amiga Sólveig Anspach, una directora belga que tuvo cierto nombre más de dos décadas atrás, con La fuerza del corazón (Haut les coeurs!, 1999) y que murió en 2015. Shauna no entiende bien al comienzo qué quiere de ella Pierre, a quien había conocido fugazmente en una desangelada noche de hospital tres lustros antes y del que ya ni siquiera se acordaba. Pero un reencuentro fortuito le hace replantear toda su vida y sus prioridades. Para su propio asombro, se siente atraída por ese médico apasionado por su trabajo, que súbitamente comienza a cortejarla, como si la diferencia de edad no existiera entre ellos. Y despierta en ella un deseo que ya creía perdido. Es una pena que el guion de Anspach y Tardieu (ahora firmado también por otros dos nombres que suman demasiadas manos al teclado de la computadora) comience a cargar el barco de enfermedades y desgracias, porque el núcleo de Los jóvenes amantes sigue siendo lo esencial: la posibilidad de que el amor surja en cualquier momento y a cualquier edad. Si el film consigue sin embargo mantener una permanente dignidad a pesar de tanta pena y tanta herida es básicamente gracias a su estupenda pareja protagónica, que nunca condesciende a ningún recurso fácil. La Ardant sabe hacer valer el peso de su nombre y de su historia: al fin y al cabo, protagonizó grandes historias de amor (para François Truffaut y Alain Resnais, entre otros) y demuestra que todavía está en condiciones de hacerlo. A esa confianza le suma las fragilidades y dudas de su edad, que la directora Tardieu expone con discreción, como cuando ella, en manos de su amante, se siente tácitamente avergonzada de las suyas, venosas y arrugadas. Por su parte, Poupaud vuelve a demostrar que es el actor francés más versátil de su generación. Del inmaduro coleccionista amoroso de Cuento de verano (Eric Rohmer, 1996) al conservador padre de familia de Por gracia de Dios (François Ozon, 2018), pasando por el sorprendente transexual de Laurence Anyways (Xavier Dolan, 2012), no hay papel que se le resista y al que no aporte su personalidad. Aquí el guion no alcanza a justificar el súbito flechazo de Pierre por Shauna, más allá de la serena belleza de Ardant, pero aun así Poupaud se las ingenia para dotar a su personaje de una verdad que la película no necesariamente le provee.
"No puedes manejar la verdad!" – A Few Good Men LOCOXELCINE REVIEWS ESTRENO DE LA SEMANA REVIEWSROMANTICA Review: Los jóvenes amantes Olivia Regis - 5 de enero de 2023 Shauna y Pierre se conocen en un hospital en dónde una amiga de Shauna estaba siendo tratada. 15 años después estas dos personas se vuelven a encontrar. Shauna es una arquitecta retirada que tiene más de 70 años y Pierre es un médico exitoso de 45 años felizmente casado. Si bien sus vidas son muy diferentes y parecen una pareja dispareja ambos están completamente enamorados. “Los jóvenes amantes” es un largometraje francés de Carine Tardieu estrenado en argentina el pasado 5 de enero de 2023. Estamos ante una película sencilla y costumbrista. Es una historia que no se sale de lo común y que no trae ninguna sorpresa. Además, me pareció algo larga, creo que la misma historia podría haber sido contada en menos tiempo. Aún así me gustó la manera en la que estaba filmada al igual que los paisajes presentados en la cinta. También me gustó el hecho de que mostraran los cambios producidos en Shauna a partir de verse enamorada en la tercera edad de un hombre mucho menor y de cómo eso afectó su día a día. Si les gustan las películas lentas y sencillas entonces “Los jóvenes amantes” es para ustedes.
El cine francés es, tal vez, el más impredecible de los europeos. Parte de premisas tentadoras e irrefutables dignas de mandíbulas caídas, como afiches categóricos, actores que soportan primerísimos planos mientras se miran enamorados, títulos cautivantes y la Torre Eiffel de costado ofreciéndole al cuadro esa aura de eternidad. Después, la historia propiamente dicha y la dirección, pero una vez que ya estamos metidos en la película. Y promediando la cinta, el momento de la verdad, cuando toda esa previa confirma si es un gran filme o si fue todo una jugada de marketing que sirvió a la confusión para comprar la entrada. En lo que respecta a 'Los jóvenes amantes', podríamos decir que es tan pretenciosa, con ínfulas de ser la cinta francesa del año, que aunque queda a mitad de camino ya le sobra para ser una película interesante. El comienzo nos muestra una situación confusa en un hospital, donde no se logra dilucidar quién es quién, pero sí vemos el amor que se enciende en Pierre (Melvil Poupaud), un joven médico que queda cautivado por la belleza y elegancia de Shauna (Fanny Ardant), una mujer refinada que a simple vista lo duplica en edad. Pero esa burbuja se cierra en el tiempo y pasamos a la actualidad, quince años después, donde por cuestiones del azar y la lógica se reencuentran. Una foto ajena había quedado entre ellos dos de ese cruce mágico, y no mucho más. Ella hoy tiene 71 y él 45. Pero el amor ya no es unilateral sino cuestión de los dos. La directora y guionista Carine Tardieu consigue con sus dos logrados personajes romper muchos estereotipos, llevarnos por caminos poco transitados y hasta chocantes, para demostrarnos poéticamente que no todo está contado en materia de corazones. Sin caer en lo naif pero tampoco en el morbo. Sí de manera sofisticada, va contando el cuento pero con un pecado casi capital: olvida la emoción, campo que pudo haber sido explotado sólo con imaginar la historia de esta misteriosa viuda arquitecta movilizada por un médico oncólogo casado y con hijos. Sin embargo, el mayor logro de Tardieu es equilibrar el cartel y las energías de Poupaud cuando su coprotagonista es nada menos que Fanny Ardant, una de las actrices francesas más importantes de las últimas décadas, quien supo ser dirigida por su ex marido François Truffaut, Alain Resnais y Ettore Scola, entre otros. Claro que Ardant llena la pantalla y todo lo que sale de sus gestos es lo cierto, pero igual la balanza -sobre todo en el final- queda regulada. Y eso ya es mucho decir.
Es una película especial no solo por su contenido y sus actores, sino también por el origen del proyecto. La directora Corine Tardieu estaba ya trabajando en esta película con Sólveig Anspach, antes de su muerte, en un proyecto tan delicado no solo por las circunstancias, sino que se basaba en una historia amor que vivio la madre de Anspach a sus 75 años. Mucha responsabilidad para la directora que retomó el proyecto con el guión de Agnés de Sacy y Raphaële Moussafir. El planteo no tiene la actitud de la mirada progresista de cómo se debe aceptar para una sociedad patriarcal una relación entre una mujer de 70 y un hombre de 35, cuando festeja al invertirse la situación. Ni es un alegato a favor de la tercera edad. Es el tratamiento delicado, elegante, tierno y sensible de un amor loco, de un deslumbramiento que no conoce conveniencia ni se amilana por perspectivas oscuras. Se abre paso indomable como el deseo. Pero también es una película de mujeres, de la esposa y la hija de él, de la hija y la nieta de ella. De la vida que da oportunidades escasas que solo disfrutan los valientes por el tiempo que sea. Porque también ese es el tema, el paso del tiempo, nuestra impotencia, y por sobre todo la valentía de hacerle frente a cualquier realidad y desafiar situaciones. No es una película perfecta, tarda en cuajar la historia, pero su encanto y como es tratado el tema bien valen su visión. Además del trabajo y la maravilla de Fanny Ardant, Celine de France y Melvin Poupaud.
Quince años después de su primer encuentro, Shauna y Pierre se vuelven a encontrar. Ella es una elegante arquitecta retirada. Él es un médico felizmente casado. Opuestos pero hipnotizados el uno por el otro, vuelven a conectar y comienzan una aventura. Sin embargo, les acecha el fantasma de la diferencia de edad, ya que ella tiene 71 años y él 45. Viuda, madre y abuela, Shauna necesita reafirmar que después de todo es una mujer plena. Esto reza la síntesis argumental. El problema del filme se encuentra exactamente quince años antes, cuando se conocen, el filme se establece sin definirse, de forma errática, no termina por focalizar en el tema. Pierre (Melville Poupaud) de 30 años es el medico de la mejor amiga de Shauna (Fanny Ardant) de 56.
Mientras que hoy está socialmente aceptado que un hombre que ronde los setenta y una mujer que pase los cuarenta se enamoren y construyan una pareja, la vara no parece ser la misma si las edades se mantienen pero los géneros se invierten. Es ésta la idea central de la nueva película de Carine Tardieu, que en sus anteriores trabajos Du vent dans mes mollets (2012) y Sácame de dudas (2017) ya había indagado en algunos vínculos a contrapelo.
Quince años después de su primer encuentro en un hospital, Shauna, una elegante arquitecta ya retirada, se vuelve a cruzar con Pierre, un médico felizmente casado. Ella tiene setenta y un años y él cuarenta y cinco. Ambos se sienten inmediatamente atraídos, más allá de las diferencias y la situación de cada uno. Él pone en riesgo a su familia, mientras que ella, viuda, madre y abuela, necesita sentirse deseada, además de vivir plenamente su vida. No hay argumento más de cine francés que ese. Cualquier que cuente esa sinopsis ya no debe aclarar el país de origen de la película. Pierre está interpretado por Melvil Poupaud y Shauna es nada menos que Fanny Ardant. En cuanto a la esposa de Pierre, Jeanne, la actriz que la interpreta es Cécile de France. El argumento está algo forzado y su espíritu recuerda a una película aún más absurda llamada Demasiado bella para mi (Trop belle pour toi, 1989) de Bertrand Blier. Es la fotogenia legendaria de Ardant la que permite darle lógica a esta historia, pero luego se va moviendo hacia un costado más amarga que la vuelve aún más francesamente estándar de lo que era al inicio.
¡SACAME LA TELENOVELA TURCA! La escena inicial de la película me genera sentimientos encontrados. Una leyenda indica que el marco donde transcurre la historia es Lyon, hermosa ciudad francesa que tuve el gusto de conocer. Pero más me seduce la presencia de Fanny Ardant. Todas las expectativas se disipan cuando noto que el lugar es una clínica, porque me acuerdo inmediatamente de que la mayoría de los culebrones turcos que suelen dar por la televisión con piano de por medio transcurren en hospitales. No faltará mucho para que Los amantes jóvenes, reciente estreno dirigido por Carine Tardieu, muestre poco y nada a la ciudad de Lyon y tenga más que ver con esas telenovelas de moda. Contrariamente a lo que se espera, aquí hay una historia donde un médico de 45 años, con su familia ya formada, se enamora de una mujer de 70. Y si bien podría considerarse un acierto la inversión del cliché, nada va más allá de la tibieza melodramática, envuelta en una serie de encuentros, reencuentros y desencuentros inverosímiles o forzados para que las piezas encajen a la manera de un Tetris. Pierre conoce a Shauna una noche en la que atiende a una amiga de ella. Por esas vueltas de la vida, se topan nuevamente años más tarde y la mujer tiene que lidiar con ese límite impuesto socialmente entre el deseo y la edad. Pero claro, no se trata ni de una película de Douglas Sirk ni de Rainer Fassbinder, y entonces, a galope comienzan a surgir los golpes bajos, las enfermedades y los condimentos del más barato juego de las lágrimas. Porque si la película gana puntos a la hora de representar el pudor y la intimidad de una mujer mayor de edad, echa todo por la borda cuando se preocupa por la acumulación de convenciones. En efecto, el eje de la pareja y de cómo contener su amor más allá de las presiones familiares y sociales, es sustituido por el de la clásica aparición de la enfermedad. Solo se salva en estas caídas la química entre Ardant y Poupaud. El resto no tiene nada que envidiarle a las telenovelas turcas dobladas en un castellano alienígena.
Los Jóvenes Amantes cuenta la historia de un amor extraordinario con gran sensibilidad; a través de un relato simple y dinámico que hace visible lo que realmente es el amor: el coraje para superar obstáculos. Para ello, nadie podría encarnar mejor el papel de la encantadora y frágil pero poderosa Shauna, que la gran actriz francesa Fanny Ardant.
Amar pese a la diferencia de edad. Los jóvenes amantes es un drama romántico francés, dirigido por la realizadora Carine Tardieu y protagonizado por Fanny Ardant, Melvin Poupaud, Cécile De France y elenco. La historia de amor que propone contarnos es acerca de una pareja de amantes. Ella, una vital mujer de 70 años y transitando una plena vejez; él, un médico de 45 años, casado, pero irremediablemente atraído por esta mujer y muy a pesar de la diferencia de edad. En ocasiones, parece imposible que dos personas tan diferentes puedan cruzar sus caminos como sucede acá, despertando sentimientos que quizás no están permitidos, pero son finalmente inevitables. Shauna (la enorme actriz francesa Fanny Ardant, musa del movimiento Nouvelle Vague y de realizadores como Truffaut y Resnais), es una septuagenaria, arquitecta jubilada, viuda y abuela de una rebelde adolescente. Pierre (Melvin Poupaud, un gran actor generacional) es un médico oncólogo, casado con una mujer más joven que él y padre de dos chicos. La existencia de Pierre es tranquila y monótona. Volver a reencontrarse después de 15 años con Shauna, es una bocanada de aire fresco en su vida. El flechazo vuelve a ser inmediato, la conquista y el deseo también y en esta dirección irá Pierre, muy a pesar de su real situación sentimental y de compromiso con su esposa. Lo mismo le pasa a Shauna, aunque en su caso los prejuicios y la duda por la diferencia de edad, se interponen a sus sentimientos. El relato brilla, a pesar de las heridas del paso del tiempo, gracias a esta magnífica pareja protagonista que solo busca amarse sin miramientos. El guion de la película está escrito por la realizadora belga Sólveig Anspach, íntima amiga de la directora Carine Tardieu y quien falleció lamentablemente en el año 2015. Reescrito nuevamente por Tardieu, la base de esta historia es la posibilidad misma de poder encontrar el amor a cualquier edad y muy a pesar de las diferencias. Viejas heridas y enfermedades inclinarán el relato para el lado del melodrama. Los jóvenes amantes está dedicada a Anspach y a su espíritu de valentía. Todos los actores parecen darlo todo en sus interpretaciones. Desde Fanny Ardant, quien con su Shauna por momentos se muestra feliz por la aparición de este inesperado amor a su vida, pasando por Melvin Poupaud, con un Pierre que pondrá en riesgo a su propia familia con tal de disfrutar de Shauna y hasta Cécile De France, magnífica actriz belga, acá la despechada y sorprendida esposa del médico, quien no comprende como su esposo la “cambia” por una mujer que podría ser su madre. Los jóvenes amantes conmueve por su franqueza, pero también contiene ese gusto tan francés por el amor prohibido. Según la escritora e historiadora Marylin Yalom, el amor francés es diferente a otros, no se parece a nada y se basa en la atracción entre el cuerpo y el corazón, mezclándose la sensualidad y el misterio. Estos lineamientos están presente en el cine romántico francés y los ejemplos son muchos. La realizadora Carine Tardieu reafirma este concepto y logra con su película demostrar que el amor no tiene edad, ni sigue códigos de ningún tipo. Solo importa amar, en cualquier momento y a cualquier edad.
El origen de la ficción aquí contada puede rastrearse en historia personal de la directora islandesa Solveig Anspach, fallecida en el año 2015, a la edad de cincuenta y cuatro años. Un guion inspirado en su propia madre resultó la semilla original de esta indagación sobre el amor, la finitud de la vida, las enfermedades, el paso del tiempo y el deterioro físico que, paradójicamente, encontró a su conclusión la temprana partida de su creadora. Para su cuarto largometraje, la destacada realizadora Carine Tardieu, más de un lustro después, retoma dicha idea acerca de la historia de amor de nuestros padres como espejo en el cuál vernos, brindando un emotivo homenaje. Deconstruyendo el argumento en ciernes, reinterpretando a los personajes protagonistas y legándonos el regreso a los primeros planos de una de las grandes actrices galas de todos los tiempos, concibe una obra sensible y empática. Deliciosa y detallista, la historia relatada comienza en Lyon, en el año 2006, para luego trasladarse a París y Dublín en la actualidad. Del vértigo citadino al entorno bucólico de una casa de campo, nos sumergimos en el cambio de estaciones, que también funcionan como metáfora de un romance que crece reconociendo las espinas de las propias rosas, en proporcional medida a que un seno familiar se resquebraja producto de una relación paralela. Rápidamente, los años han pasado y nos hemos olvidado de sentir. Nos miramos al espejo y notamos que ese cuerpo ha cambiado. Tomamos conciencia de la propia finitud. Las excusas sabrán hacer su aparición para favorecer una cita, porque los destinos están prestos a entrecruzarse. El factor del azar también juega su papel y sabe reencontrar a dos que buscan descubrirse. Oportunamente, también poblará el horizonte de ausencias, interrogantes y sufrimiento; sabrá ser cruel. Los simbolismos se multiplican en relojes de arena, manos enlazadas bajo la mesa, viajes en tren, flores marchitas y diagnósticos médicos poco alentadores. Con precisión y gran gusto estético, Tardieu modela un arte de amar dotado de la calidez en primeros planos de rostros y manos, ojos que brillan en la oscuridad, respiran que se agitan, cara a cara -y ya no a través del teléfono-, una vez que la pareja de amantes consuma el postergado encuentro físico. La realizada aquí es también una exploración sobre los vínculos familiares, la maduración de la pareja, los sueños de envejecer de a dos y el deber de ser padre y madre. Los amantes comparten fugaces momentos; la llama se aviva dentro del apartamento y las obligaciones de la vida rutinaria llaman fuera. Entonces, el personaje de Ardant nos lee un conmovedor poema de Silvya Plath, ¡ese corazón suicida!, escrito poco tiempo antes de su trágica muerte. Si permanecemos atentos captaremos la enorme riqueza en matices que exhibe esta historia de amor a contramano. La intensidad melodramática bajo la lluvia no faltará a la cita en esta mixtura drama y romance cuya composición estética nos lega, por añadidura, una exquisita banda sonora (de Éric Slabiak). Tardieu desplaza puntos de vista, por momentos centrándose en el efecto devastador que el affaire produjo dentro del hogar del médico felizmente casado. Cuesta encontrar el auténtico sentido a la palabra plenitud, pero sí existe un redescubrimiento que produce profundos replanteos. No es sencilla la resolución; las limitaciones aparecerán por doquier y ninguna será agradable. Hay tanto en juego, y que perder. Fanny se resigna y aporta su cuota de experiencia, la belleza se ve con otros ojos. El flechazo instantáneo es un instrumento de ternura, pero también de autoconocimiento. Se clava en nosotros en el momento menos pensado y produce abismos en el alma y terremotos en cada fibra de nuestro cuerpo. “Los Jóvenes Amantes” es una nostálgica y crepuscular revelación del deseo en el otoño de la vida. Sólida en el reparto actoral que acompaña a la eterna Fanny, la película nos ofrece intensas interpretaciones de Melvin Poupad (a quien vimos lucirse en la reciente “Pequeña Flor”, de Santiago Mitre) y de la extraordinaria Cecil De France (una habitué de François Ozon). Piezas claves del relato, otorgan calidad y prestancia a sendos roles de extrema exigencia. Ardant, inmersa en una transformación física y espiritual conmovedora, nos brinda su poderoso arte interpretativo en las instancias del desenlace. Inhalamos profundo; ese aire nuevo que respiraremos es el mismo que compartiremos hasta el instante final.