Film to Festival Muchas veces entre periodistas y directores aparece la idea de filmar el detrás de escena de lo que pasa en un festival de cine. Lucas Bucci y Tomás Sposato concretaron esa idea y filmaron el backstage de lo que para ellos fue una desconcertante primera vez en la competencia de un festival de cortometrajes en Florianópolis. Los Payasos antes que un largo fue un cortometraje que buscaba participar del circuito festivalero. Fue inscripto a todos pero no quedó en ninguno. Hasta que un día llegó la noticia de que había sido seleccionado para un festival que se desarrollaba en la ciudad brasileña de Florianópolis. Lucas Bucci, Tomás Sposato y el actor Jeronimo Freixas se sienten en la gloria y viajan para ser partícipes de lo que a priori sería una experiencia maravillosa con la premisa de filmar cada momento de lo que ocurra durante el viaje y la estadía. Pero no todo fue como lo soñaban y el festival termina poniendo en conflicto a los tres ilusos participantes. Detrás de el largo Los Payasos (2019) hay una idea algo anárquica, improvisada, de no saber hacia dónde ir pero que termina funcionando a la perfección. El derrotero de tres argentinos en Brasil que viajan con las expectativas de Cannes y se encuentran con un evento alicaído que se desarrolla en una local de mala muerte, con un público que no supera la docena de espectadores, es la matriz de una película donde el documental y la ficción se entrecruzan permanentemente para mostrar como el éxito y el fracaso son transformadores de las relaciones interpersonales. La armonía que los envolvía en un principio se va transformando en una guerra campal que saca los instintos más crueles de cada uno de los tres involucrados. El binomio de realizadores logra exponer su propia intimidad con las miserias y virtudes a través de la realización de una película que nunca verá la luz pero que da origen a una nueva película que conjuga el fracaso con un humor irreverente, original y sin ningún tipo de pudor para mostrar la miserabilidad humana y la egolatría en su máxima expresión.
La inesperada virtud del fracaso. Crítica “Los payasos” Un divertido documental híbrido Un cortometraje, una competencia y un proyecto empujan a Lucas Bucci y Tomás Sposato a dirigir “Los payasos”. Una comedia documental que mezcla realidad y ficción al mostrar el viaje esperanzador de un equipo hacia un festival de cine y su deseo de triunfar. Una travesía a cámara abierta. Bucci, quien ideó y dirigió el corto que lleva el mismo nombre que la película, busca la aprobación de distintos festivales en el que solo recibe respuestas negativas. El único evento que decide aceptarlos es el Short Cup de Florianópolis, Brasil. Una ignota competencia que se maneja como si fuera un torneo de fútbol al tener zona de grupos y etapas de eliminación hasta llegar a una final. La sorpresa y emoción de rivalizar con otros países hacen que el equipo de trabajo decida emprender viaje y documentar todo con su cámara. La búsqueda de éxito y ser reconocido llevan a que Bucci, Sposato y el actor, instagramer, Jerónimo Freixas, realicen un nuevo proyecto. Pero la emoción durará poco y al pisar tierras brasileñas se darán cuenta que algo no está bien. El evento mostrará no estar a la altura de las circunstancias al descubrir un festival precario que se proyecte en un bar de poca monta. Donde no haya prensa y el público no supere los 30 invitados. La desilusión de los protagonistas hacen que las emociones de cada uno se vean reflejadas y los miedos, tristezas e inseguridades pongan en jaque el largometraje: ¿victoria o fracaso? Lo que si quedará claro, es que a partir de este punta pie, el documental tomará otro camino y la realidad y la ficción empezarán a mezclarse. Costará saber cuándo algo es real y cuando no… algo que lo termina haciendo entretenido. Tres colegas que idearon un proyecto esperanzador, que se sumergieron en su película y que todo no resultó como se esperaba. Un fracaso bondadoso. Puntaje 65/100.
Esta película de Lucas Bucci y Tomás Sposato incursiona en el aspecto menos glamoroso del mundo del cine con una "docuficción" en la que los dos realizadores y el actor Jerónimo Freixas filman su viaje a presentar un cortometraje en un festival de Florianópolis, en el que nada sale como esperan. El foco sobre una foto de Orson Welles, cuya F de falso es una obra maestra del juego entre la realidad y la ficción, resulta una declaración de principios. Acá también los límites entre ambas son poco claros: los datos reales se mezclan con situaciones creadas para generar comedia, con buenos resultados. El humor es el fuerte de Los payasos, pero también es atractivo el planteo de varias cuestiones de la realización cinematográfica, como las decepciones creativas y de recepción de la obra; además de las dificultades para definir qué se quiere contar y encontrar el cómo.
Que antes de los cinco minutos Los payasos ya nos ponga en escena a unos cuantos editores cinematográficos sugiere que lo visto a continuación será un tripeo reflexivo sobre el proceso de editar. Vemos entrevistas puntuales que hace Lucas Bucci, director del cortometraje que da nombre a la pieza, para escoger a un editor que monte el material de un viaje a Florianópolis en ocasión del Festival Short Cup donde compite su obra. Quien suela asociar lo “metadiscursivo” con algo demasiado serio ha olvidado el carácter lúdico de tales propuestas. Como si se tratara de alguien que se ve en espejos ad infinitum, Bucci incluye el rechazo de varios festivales grandes, incluidos el BAFICI y Mar del Plata. Y este desparpajo frente a las negativas va despejando el camino ampuloso de lo autorreferencial. En esta ocasión el viaje al festival es bastante laxo y Bucci quiere dejar eso en claro. El problema surge ahí mismo, cuando una de las editoras entrevistadas delata la pregunta básica de toda obra: “qué buscas filmar, cuál es tu objetivo en una sola frase”. La reacción de Bucci no es lo suficientemente clara: no sabemos si su mirada ausente y su silencio nos indican obviedad o duda posada. Y esto evidencia lo previsible que está por ocurrir. Se nos va a contar el recorrido de un fracaso. No habrá gente esperándolos en el aeropuerto y tendrán que compartir una habitación triple, entre otras nimiedades delatadas por ellos mismos al comienzo, a partir de la seguidilla de rechazos festivaleros. Todo esto hace más patético lo que vamos viendo. El fracaso más palpable, el de un dispositivo falseado a lo largo del documental, se acentúa una vez que declaran que deben ganar el festival, debido a la calaña tan baja de este. Y la posible ironía para retratar el nivel de mal gusto de estos perdedores es tan leve que no sirve para desmantelar la parafernalia engañosa tras los festivales, desde los más pequeños hasta los más grandes. El falseo de tal búsqueda recuerda, cada una desde su respectiva distancia, al docudrama For Your Consideration (2006), donde los personajes hacían de todo para obtener una nominación a un preciado premio. El problema es que Los payasos no tiene ni siquiera la maleabilidad gozosa para la ridiculez de una Catherine O’Hara. Ambas obras comparten un problema: van de frente y sin matices con esas instituciones del reconocimiento desesperado. La película tropieza sus momentos valiosos con escenas subsiguientes que resultan sin gracia. Por ejemplo, una visita a la playa en la que Jero Freixas, uno de los actores secundarios del corto, se muestra pedante y espeta que “si quieren que haga una escena, la hago”, bordea con muchos matices el límite entre la ficción y lo real. Por un lado, es un actor que está haciendo una escena en dos niveles (lo están grabando y está comportándose de forma malcriada), y en esta misma grabación pide además hacer una escena como actor y no como persona. Un recuerdo somero de las referencias teóricas sobre el teatro entre persona y máscara sellan este instante como un descubrimiento. Pero a la riqueza de estos segundos le sigue una escena en unas rocas donde ellos evidencian la pobreza del hecho de decir líneas sin naturalidad. Y el resultado sabotea el momento inmediatamente anterior o lo pone en perspectiva con respecto al hallazgo de aquel y la pose de este. De todas maneras, la paciencia frente a las divagaciones de los realizadores (a fin de cuentas, director, camarógrafo y actor están fungiendo a la vez de varios roles de la industria del cine) permite ver que el humor descubre detalles en la obra, como la escena con la periodista brasilera en la playa cuando el actor le toma la mano y esto desata una posterior confesión de su parte frente a sus compañeros y colegas. La película casi imperceptiblemente ha igualado las dinámicas de una producción, aunque no parece su búsqueda principal. Y en medio de esa aparente igualdad establece diferencias entre cómo se comportan un director y un actor. Sino, recordemos la escena de despedida de Florianópolis donde Bucci confiesa que no sabe si está preparado para volver a la realidad y, en contraste, el actor lee un texto que ha preparado en su celular. Para quien vea la película, en la sorpresa de esta escena basta una carcajada para caer en cuenta de que ella tiene ganancias escondidas en su dinámica. Ahora, los últimos quince minutos de la obra delatan el meollo del asunto: el problema de la recepción. No sólo se plantea por parte de los editores posibles (¿Espectadores a la manera de “lectores ideales”, como diría Eco? Sí, y más también) cuando ven partes del material en bruto y dan su impresión, usualmente desfavorable. También queda evidenciado el problema actual de las redes sociales. En el presente, Freixas es un influencer, o está cerca de serlo, con un video de Youtube donde discute con su pareja sobre el Mundial de Fútbol, mientras que Bucci y Sposato se rompen el cráneo sobre cómo montar una película que, entendemos, ya tiene varios años desde que se grabó. ¿La edición ha quedado atrás? No seamos catastróficos. El estreno en salas de Los payasos, a su levísima manera, echa luces sobre las posibilidades al menos inmediatas de que editar y montar una película sea un proceso digno de registrar en menos de setenta minutos y a pesar de sus lacerantes irregularidades. ¿Digno para qué? Para evidenciar que lo fundamental del trabajo de un montajista es el diálogo dilatado entre diversas perspectivas.
por Mishel Patiño Cine de Metaficción El cine es una manera de expresar y comunicar nuestro punto de vista sobre un tema o experiencia, despierta algo atrayente el expresarse a través del arte, Los Payasos (2019) es un buen ejemplo de eso. Tres jóvenes aspirantes a artistas (Lucas Bucci, Tomás Sposato y Jerónimo Freixas) van a Florianópolis a un festival under que organiza un Mundial del Cortometrajes. Esa es la premisa que los lleva a filmar todo el viaje. En este documental, de verdad y ficción se entremezclan al punto que los límites entre una y otra parecen desdibujarse, desde un lugar lúdico. De esta manera Bucci y Sposato usan este compendio de particulares experiencias para retratar al Artista Novato, así como dar un vistazo al proceso interno del cine apoyado en el humor (cine dentro del cine). Los detalles en la dirección como el uso de la cámara en mano y los encuadres raros y un tanto descuidados, -con el fin de dar preponderancia al juego-, terminan de forjar la duda en el espectador ya atento ante los datos de realidad que asoma la película, es una serie de eventos tragicómicos o solo un chiste. Una modesta ejecución, con excelente manejo de la intriga describe a este film que nos invita a disfrutar de esta entretenida película dentro de una película.
Hacer un largo o un cortometraje no es fácil. Es una actividad mucho más compleja de lo que imaginan los espectadores, aún en la actualidad. Pese a contar con filmadoras digitales, tarjetas de memoria y computadoras, que acortan y facilitan los tiempos de producción y post producción, como así también, el tan necesario y considerable abaratamiento de los costos, la actividad está mucho más ligada a la pasión que al negocio. Al dar los primeros pasos en este oficio las esperanzas son muchas, las ilusiones grandes, y la incertidumbre, total. Porque en un país como el nuestro, donde el apoyo escasea al igual que los estudios cinematográficos, las autoridades que manejan los destinos del cine argentino pretenden y fomentan la autogestión, es decir que uno escriba, produzca y dirija, convirtiendo la tarea en titánica. Bajo este reglamento los audaces, arriesgados y, porque no, ilusos futuros realizadores deben recorrer los mismos caminos y situaciones que Lucas Bucci, director, guionista y protagonista, junto a Tomás Sposato, quien también ofició de camarógrafo, cuando realizaron hace unos años el cortometraje “Los Payasos”. Ellos, especialmente el realizador, enviaron el film a varios festivales internacionales con la intención de ser seleccionado para alguna competencia, entrar en el circuito y ser considerado en ese ámbito por otros colegas. Pero, los no rotundos recibidos mellaron la autoestima, hasta que, en 2014 fue aceptado en un festival de Florianópolis, Brasil. Viajaron hacia allá con renovadas expectativas y filmaron unas 16 horas, con el objetivo de registrar la totalidad del viaje a la competencia de cortos en la conocida playa brasilera Ellos no fueron solos, los acompañó también uno de los actores, Jerónimo Freixas, durante los cinco días que duró el periplo. Varios años después a Lucas Bucci le surgió la idea de reflotar la historia, como una suerte de cerrar un ciclo. Así creó éste documental, compaginando la gran cantidad de horas en “crudo” que tenía guardadas. Para eso, recurrió a un estudio que se dedica a trabajar las imágenes. Además de filmarlo, se contactaron nuevamente con el actor. Durante el documental vemos distintas situaciones, muchas desprolijas, algunas un tanto más elaboradas, y otras ficcionalizadas, porque se involucraron en un proyecto faraónico y no saben cómo darle un sentido, coherencia e identidad a tanto material. De vez en cuando musicalizadas o con sonido ambiente. Pero lo más destacado es ver la trastienda, o el lado B, de un mundo donde el sol no ilumina ni calienta a la mayoría de los actores y directores. Sólo unos pocos privilegiados tienen la oportunidad de utilizar estos festivales como un confiable y sólido trampolín de una carrera cinematográfica. La mayoría, como los tres protagonistas, deben cargar con la frustración, el desánimo y la desesperanza de no saber realmente si tienen talento, o los espectadores y jurados no pueden comprender lo realizado con tanto esfuerzo y dedicación.
Cuando su corto Los Payasos queda seleccionado en el Mundial del Cortometraje, tres jóvenes aspirantes a artistas viajan a Florianópolis y deciden grabar cada minuto. Con capacidad para registrar 16 horas continuas, la cámara pronto se vuelve testigo de las situaciones más delirantes, a tal punto que los límites entre la realidad y la ficción parecen desdibujarse. Pocas cosas producen más vergüenza que una clase de teatro filmada. Tomarla seguramente no es tan terrible como verla. Y esa una de las primeras cosas que se ven cuando deciden filmar todo el camino del corto y su destino incierto en un festival desconocido. A los momentos ingeniosos y divertidos del comienzo le siguen muchos otros que van siendo cada vez menos interesantes. La historia de estos perdedores tiene algunos momentos cómicos más, pero no hay mucho más para rescatar. Se entiende que hay una intención de deshacer entre el verdadero documental y uno completamente falso, pero en ambos casos igual la película se estanca. Sin molestar, sin irritar, pero con una consigna que se repite y se apaga.