La re-construcción Fernando Díaz (Plaza de almas) hizo un doble registro en Monumento (2016). Por un lado se encargó de seguir de forma minuciosa la construcción del Monumento Nacional a las víctimas del Holocausto en la plaza de la Shoá y, por el otro, procuró mostrar cómo la comunidad judía busca intensamente estrechar lazos entre los jóvenes y los sobrevivientes de los campos de concentración. El documental abre con la voz de Juan Palomino desmenuzando la palabra Monumento. Desde su etimología hasta las diferentes acepciones que se desprenden del diccionario de la Real Academia Española, unas palabras sobresalen sobre el resto: es una construcción que nos hace pensar sobre un hecho determinado. Entonces el director, haciendo caso a esas palabras, no se conforma con seguir a los arquitectos que estuvieron a cargo del proyecto. También se pone en contacto con Generaciones de la Shoá en la Argentina. De esta manera se aproxima a las víctimas y a un proyecto impulsado por la organización que tuvo como fin acercar a los sobrevivientes con jóvenes que no conocieron las historias de aquellos días. No solo sobre su paso por los campos de concentración sino sobre cómo llegaron a nuestro país y lograron insertarse en un pueblo que les era hostil. El material de archivo está provisto por las mismas víctimas y se reduce a fotografías gastadas por el paso del tiempo. Díaz no busca imágenes históricas de los campos durante el exterminio, se atiene a los relatos de los sobrevivientes y la guía de la narración son las preguntas de los más jóvenes que intentan entender lo que sucedió. A través de una edición ágil, el director intercala ambas facetas del documental: la construcción del monumento y la construcción de la memoria. Este aspecto es el más interesante de la obra de Díaz y es allí donde se pueden recoger los testimonios más valiosos. Somos testigos del viaje a Alemania de los arquitectos para ver los diferentes monumentos pero también de la llegada de una de las jóvenes a Auschwitz, tal vez el monumento más doloroso y significativo de todos.
Monumento (2015) es un documental que recoge por un lado el proceso de construcción de una obra en homenaje a las víctimas del holocausto tras una ley del Congreso que así lo dispuso en 2006 y como resultado de un proyecto elegido en concurso por la Secretaría de Cultura en 2009.
EN CONSTRUCCIÓN En la mítica La hora de los hornos del Grupo Cine Liberación, la voz en off criticaba con agudeza los monumentos y estatuas de discutibles próceres patrióticos culminando su relato con cuatro zooms a la construcción de piedra de Carlos María de Alvear. Con planos generales pero sin aquella incidencia formal típica en el cine de los 60 y 70 empieza Monumento de Fernando Díaz, documental dedicado a la construcción e inauguración –veinte años después de la sanción por ley- del “Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto Judio” El trabajo del director y de sus investigadores descansa en cabezas parlantes, recuerdos del horror, relatos de vida y de muerte y rememoraciones de aquel período del siglo XX. En algún punto, Monumento elige el camino menos riesgoso desde una concepción estética dentro del género, inclinándose por el recuerdo emotivo y el verismo testimonial. Desde recorridos de vida que se expresan a través de la memoria de aquellos sobrevivientes de los campos de concentración, la película converge a un registro televisivo con un formato convencional. A esos relatos, sin embargo, se le suman dos aportes más que interesantes. Por un lado, la construcción misma del monumento, registrada por una cámara que detalla las idas y vueltas del acontecimiento, las discusiones entre arquitectos y operarios, las vivencias por presenciar un hecho en sí mismo en plena preparación, como si se tratara de un film-ensayo, un tanto a la manera que lo concibiera el español José Luis Guerín en la formidable En construcción (2001). El otro momento valioso del film se relaciona con las diferentes opiniones sobre el monumento, en escenas donde se presenta el proyecto y los concurrentes al encuentro – con diferentes puntos de vista- expresan su aprobación o malestar. En esas escenas, el documental de Díaz plantea interrogantes sobre la construcción de la memoria y hasta dónde un artista (en este caso, los arquitectos) pueden ir más allá de aquello ya establecido y legitimado por la Gran Historia. Las siguientes imágenes, que transcurren en Alemania, dan una respuesta inmediata a esas preguntas. MONUMENTO Monumento. Argentina/Alemania, 2015. Dirección: Fernando Díaz. Producción: Fernando Díaz, Gabriel Lahaye, Andrea Kluger. Locución: Juan Palomino. Intérpretes: Arq. Gustavo Nielsen, Arq. Sebastian Marsiglia, Diana Wang, Aida Ender, Wanda Holsman, Mendel Zelcer, Nicola Constantino. Fotografía: Alan Endler. Montaje: Emiliano Serra Sonido: Pablo Isola. Música: Narcotango, Zully Goldfarb (“Dos einte kind” a capela), Carlos Peronace Dalton. Duración: 77 minutos.
LAS LECCIONES DE LA MEMORIA Un muy interesante documental de Fernando Díaz, que no solo muestra la creación del Memorial para honrar a las víctimas del holocausto, proyecto y obra del arquitecto y escritor Gustavo Nielsen, sino que es una verdadera y profunda reflexión sobre las formas y utilidad de la memoria. Un proyecto en principio resistido por la Asociación Generaciones de la Shoa, que preside Diana Wang. Pero también muestra el valioso “proyecto aprendiz” que conecta a los sobrevivientes de los campos con los jóvenes, para transmitir memoria, sentimientos y sabiduría. En esos testimonios de los que vivieron el horror, en su resiliencia, de la maravillosa lección de esos sobrevivientes esta la emoción genuina de este film singularmente valioso
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En 1996, el Congreso Nacional dispuso que se construyera en Buenos Aires un monumento que conmemorara a las victimas del Holocausto judío. Diferentes trabas y burocracias retrasaron la obra hasta 2009, cuando la Secretaría de Cultura retomó el proyecto y mediante concurso público designó a los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia para que estuvieran al frente de la obra.
Monumento: un documental que busca evitar el olvido En la Plaza de la Shoá, ubicada en la intersección de las avenidas Bullrich y del Libertador, se levanta el Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto Judío, que recuerda a los mártires de los campos de concentración alemanes, que se construyó en 2010 a partir de un concurso público para presentar proyectos, está compuesto por 114 piezas de hormigón armado que forman una gran pared en la que están estampadas las más disímiles figuras de la cotidianidad (un chupete, celulares, bicicletas, prendas de vestir, muñecos y ruedas de carro). Este documental, por momentos doloroso y siempre evocativo de los momentos más terribles vividos por el pueblo judío, tuvo en Fernando Díaz a un hábil director, al recrear con su cámara diversos aspectos de esta obra, cuyo proyecto es obra de Gustavo Nielsen; al tiempo que muestra con su cámara a varios sobrevivientes de aquel holocausto, quienes refieren los infernales momentos vividos. Ancianos y descendientes de aquellos sobrevivientes vuelven su mirada, a través de recuerdos, de fotografías y de recortes de viejos periódicos, a los cruciales momentos de aquella guerra y su horror. Díaz, que tiene en su haber el laureado largometraje Plaza de armas, supo mostrar con indudable solidez tanto la construcción del colosal monumento como las palabras de quienes transitaron por esas humillaciones y esas torturas, y así el film llega a una exacta certeza: la necesidad de mantener viva la memoria acerca de uno de los hechos más atroces de la humanidad.
A scene from Fernando Díaz’s documentary Monumento. By Pablo Suárez For the Herald Back in 2009, the National Culture Secretariat launched a public competition for proposals to design and build the National Monument to the Victims of the Holocaust. The winners were architects Gustavo Nielsen and Sebastián Marsiglia, who presented an attention-grabbing, life-affirming project that mirrored some key aspects of the Holocaust. Later on, Argentine filmmaker Fernando Díaz (Plaza de almas) produced, wrote, directed, and photographed the documentary Monumento, which chronicles the development of the project and construction of the monument while it establishes a fresh, colloquial dialogue with a handful of survivors from the Shoah living today in Buenos Aires. So on the one hand, the protagonists of Monumento are the people who survived the Holocaust, many of them members of the Argentine organization Generations from the Shoah, directed by Diana Wang and made up of volunteers, whose goal is to keep the memory alive by researching, educating and communicating the legacy of the Holocaust to the new generations. In fact, one of its main activities is the Proyecto Aprendiz (the Apprentice Project) in which Holocaust survivors pair up and engage in an ongoing dialogue with young people, and so the new generations become witnesses themselves — “Whoever listens to a witness, becomes a witness,” as Nobel laureate and Holocaust survivor Elie Wiesel used to say. People at large and, more to the point, survivors who narrate their stories, don’t just disseminate information, but instead they interact, raise queries, and send a message also inspired by the questions asked. And as regards the content, Monumento smartly sets itself apart from many documentaries of this type since, instead of zooming in on the infamous atrocities endured by the victims, it chooses to focus on their stories about getting their strength back, arriving in a new country, starting a new family, and getting their hope back. In short, it’s all about celebrating life after death in a very down to earth manner. So there are no blows below the belt whatsoever, no manipulation through a display of human pain, no condescending commiseration. Which is not to say pain is left out of the picture, but rather it’s only referred to when strictly necessary. In fact, there are a few moments when an unexpected clever note of humour brushes off any attempt at solemnity or pomposity. On the other hand, Díaz examines the many steps taken to design and build the monument in Buenos Aires — in turn, it also takes a look at the one in Berlin in order to draw some political correlations. Architects Nielsen and Marsiglia speak about the intentions and characteristics of the monument, which is welcomed by many but at the same time some survivors feel it doesn’t represent the magnitude of the darkness in which they were immersed. And that’s when it should be remembered that the monument is not about death, but about remembering those who survived. Conventionally shot by all standards, Monumento is a vivid document of a collective tragedy rather than a film essay or an auteur work, so its merits lay in the realm of what it says and how neatly it says it. Production notes Monumento (Argentina, 2016). Written and directed by Fernando Díaz. Narrated by Juan Palomino. With Gustavo Nielsen, Sebastian Marsiglia, Diana Wang, Aida Ender, Wanda Holsman. Cinematography: Alan Endler, Claudio Ramos, Fernando Díaz. Editing: Emiliano Serra. Running time: 75 minutes. @pablsuarez
Toda ciudad tiene sus monumentos que homenajean o conmemoran momentos históricos, pero muchas veces los que pasan a diario por enfrente olvidaron o nunca supieron lo que significan ni por qué se ganaron el lugar que ocupan. Por eso, cuando en 2013 los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia comenzaron los trabajos para materializar la obra con la que ganaron el concurso internacional de proyecto cuatro años antes, las cámaras de los documentalistas comenzaron a seguirlos para dejar un registro no sólo del proceso de construcción sino principalmente de a quienes se pretendía representar con él. Con esta idea, el documental se desdobla en dos partes en paralelo. Mientras por un lado se presenta el diseño del monumento, su simbolismo y como fue materializado, al mismo tiempo la cámara se infiltra en el “Proyecto Aprendiz”, una iniciativa que empareja a sobrevivientes del Holocausto con jóvenes que reciben la encomienda de entrevistarlos y apropiarse de su relato para mantenerlo vivo de una forma mucho más emotiva que lo que podría encontrarse en un libro y poder retransmitir en el futuro algo más que simples hechos históricos. Como punto de encuentro, esos mismos relatores recibieron a los arquitectos para interiorizarse con el proyecto y de paso hacerles sentir una exigencia mayor a lo que deben haber padecido en cualquier entrega de la facultad al expresar sus reclamos, sentimientos y propuestas sobre esos bloques apilados que se supone que venía a representar su historia. Pero la interesante propuesta de darle vida y significado a un monumento de hormigón se queda en el camino y con una sensación de superficialidad tanto en lo que muestra del proceso de diseño que llevaron a cabo los arquitectos como en muchas de las historias que recolectaron los aprendices. Por un lado, el caos con el que se muestra tanto la exposición del proyecto como las charlas más informales que le siguieron impide dilucidar mucho de lo que se expresa en esos momentos y que es lo que realmente les produce el simbolismo propuesto. Por el otro lado, aunque las entrevistas personales son en general el punto más alto del documental y varios de los sobrevivientes o descendientes tienen un carisma más que suficiente como para generar un vínculo afectivo con quienes los escuchan, no las beneficia que fueran presentadas con un montaje extremadamente estático y una propuesta de sonido demasiado despojada hasta durante los momentos cuando los entrevistados se permiten contar alguna anécdota divertida o expresan con optimismo cómo reconstruyeron su vida después de la guerra. Toda la música y juegos de cámara aparecen recién para ponerle dinamismo al proceso de la construcción del monumento tanto en los distintos talleres como en la plaza donde fueron montados finalmente los bloques de hormigón. Conclusión: Aunque la temática que aborda Monumento, la humanidad detrás del concreto pueda ser interesante, lo hace de de una forma muy monocorde y sin encontrar nuevas aristas a una historia que ha sido muchas veces contada.
Un vértigo histórico y también humano. Al documental le cuesta decidir de qué modo organizar sus materiales, a pesar de lo cual éstos son lo suficientemente poderosos para terminar constituyendo una experiencia emocional de infrecuente intensidad. Documental desparejo, daría la impresión de que a Monumento le cuesta decidir de qué modo organizar sus materiales, a pesar de lo cual éstos son lo suficientemente poderosos para terminar constituyendo una experiencia emocional de infrecuente intensidad. El film dirigido por Fernando Díaz (cuyo trabajo más conocido es la ficción Plaza de almas) se ordena en relación con dos ejes, ambos relacionados con la memoria de la Shoá, tal como se la vivió en la Argentina. Uno de esos ejes es la construcción del Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto Judío, aprobado por el Congreso Nacional en 1996 e inaugurado el 26 de enero de este año en la Plaza de la Shoá, ubicada en Avenida del Libertador al 3800. El otro es el Proyecto Aprendiz, llevado adelante en el Marco del Museo del Holocausto y consistente en la vinculación entre sobrevivientes directos y jóvenes descendientes de sobrevientes de la Shoá, suerte de pase del testigo que corre contra el tiempo. Con buen criterio, Díaz decidió narrar en paralelo ambos hechos, que hallan en la preservación de la memoria su lazo en común, aunque la narración no siempre halla la fluidez necesaria entre uno y otro plano del relato. La construcción de un monumento no es algo muy carismático en términos cinematográficos. Contrariamente, que todavía existan sobrevivientes de los campos de concentración del nazismo, que además viven entre nosotros y que no suelen aparecer en los medios (más allá de alguna excepción como Jack Fuchs, columnista de este diario) pide a gritos que el cine documente su experiencia. Que aparezcan aquí varios de ellos con la suficiente lucidez, cierto distanciamiento de la tragedia vivida, una dosis sorprendente de vitalidad y hasta de sentido del humor parecía una oportunidad única para poner la cámara a su servicio, algo que por la estructura elegida Monumento hace sólo en parte. Eso basta para que una de ellas diga a la distancia, aquilatando la vida vivida y las generaciones dadas a luz: “¡Tomá, Hitler, acá estoy!” O para que otra recuerde, con llamativa calma, de qué modo su padre la sacó en forma clandestina del Ghetto de Varsovia y cómo, después de años de vivir negando la existencia de sus padres, cuando se reencontró con ellos ya no pudo volver a llamarlos papá y mamá. O la que rememora al tío gracioso que cuando llegó de Polonia a Argentina sin saber una palabra de castellano, le dijo en una fiesta que al servir a los invitados tenía que decirle a cada uno “tomá, boludo”. Por el lado de la construcción del monumento, a cargo del arquitecto y escritor Gustavo Nielsen y su socio Sebastián Marsiglia, lo más interesante es la discusión suscitada el día de la presentación del proyecto en el Museo del Holocausto ante un grupo de sobrevivientes e hijos de sobrevivientes, donde muchos reaccionan airados ante lo que por distintos motivos sienten como poco representativo de lo que significó la Shoá. Un inesperado salto en el espacio, que simbólicamente también lo es en el tiempo y que produce una sensación de vértigo histórico y humano, permite dar también un enorme salto emocional a toda Monumento cerca del final, revalorizándola por completo. La conexión táctil de una sobreviviente con el monumento, a través de él con su propia memoria y en definitiva con la memoria de la humanidad en pleno, cierra la película en un alto plano emocional.
DAR LUZ AL MONUMENTO Una linda metáfora da comienzo a este film y marca un rombo, hablamos de la luz que se proyecta sobre el monumento en las primeras escenas. Se puede pensar en iluminar la piedra (por el aspecto que le da el que esté hecho de hormigón). En este sentido, Monumento presenta una visión humanizada del Monumento Nacional a la Memoria de las víctimas del Holocausto, lo que incluye la coherencia y las contradicciones que lo representan. Los grises del hormigón son llenados de colores con cada una de las historias. Es difícil hablar de alegría cuando se está mencionando a víctimas del nazismo. Sin embargo, aunque este tipo de persecución ha dejado mudos a muchos sobrevivientes, los que hablan deciden hacerlo para conservar la memoria y para mostrar que el plan no salió del todo bien porque no los han podido matar. Muchos son los documentales y las películas que trabajan sobre el nazismo y sus implicancias. Pero aquí se presenta una mirada distinta a través de distintas aristas. El film no está centrado en el dolor, ni en las pérdidas (aunque puedan aparecer en algunos momentos), esos aspectos ya están sabidos por el espectador, algunos lo sabrán con más y otros con menos información. Por eso, desde esa base, se desarrolla una mirada nueva. Una de las aristas que se presenta es la idea de conocer un monumento y recuperar su sentido de recuerdo. Para esto es interesante que la película pudo relatar su formación y construcción, lo que hace posible ver los acuerdos y desacuerdos a la hora de realizarlo. Es atrayente la propuesta de ver también cómo van llegando las piezas y cómo luego el producto final no es sólo una entidad sino también varias pequeñas piezas unidas. Esto es reforzado mediante el montaje mechado entre la construcción del monumento y las voces de los sobrevivientes. Cada uno de los relatos le da una impronta al discurso en general. Las elecciones de personajes y sus historias presentan visiones novedosas por el mismo carisma de estos sujetos. Uno de los motivos que hace diferente a este documental de otros de la misma temática, es la visión actual de los entrevistados. Las reflexiones sobre las persecuciones en Palestina son una de las preocupaciones que se dejan ver. En cuanto a la construcción del documental son atrayentes los cambios de clima inesperados. Lejos de mostrarse armonioso, el monumento representa un conflicto, pero en el buen sentido de la palabra. El conflicto que da lugar a la reflexión y muestra cómo lo que queda, el monumento, representa a algunos y a otros no. De está manera, se sigue contribuyendo a una visión humanizada, más compleja y menos fácil de entender. Pero, gracias a esto, se logra una mirada más completa sobre lo que se está trabajando.
La anciana pasa la mano por esas formas en negativo que quedaron impregnadas al cemento. Una foto que bien puede sintetizar la idea central de esta obra conmemorativa que pocos conocen, y que fue recientemente inaugurada para la ciudad de Buenos Aires en la Plaza Shoá. Una imagen para un monumento bien podría llamarse este comienzo. En el año 1996, en Argentina, el Congreso Nacional sanciona la Ley 24.636 que dispone la construcción del “Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto judío”. Unos años después, en el 2009, el concurso que convoca la Secretaría de Cultura de la Nación es ganado por dos arquitectos: Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia. El proyecto ganador está conformado por una pared de 114 piedras de hormigón de entre 2 y 4 tons cada una. A modo de caja del tiempo, cada piedra tiene impresas objetos de la vida contemporánea: anteojos, computadora, bicicleta, zapatos, bastones, chupetes. La ceremonia de inauguración se realizó recién en enero de este año 2016. image-2016-08-02 (1) Sobre el proceso de construcción de ese monumento trata este documental que enlaza en una segunda linea narrativa con “el proyecto aprendiz”, actividad propuesta por la Asociación “Generaciones de la Shoá” en el que 13 jóvenes se vinculan con 13 sobrevivientes o hijos de los sobrevivientes del holocausto judío y comparten sus historias y experiencias. Desde la primera presentación del proyecto en el Museo del Holocausto a la elevación del Monumento in situ. Interesante la visita a los espacios conmemorativos en Berlín con los que dialoga este par en Buenos Aires. Como buena parte de estos documentales, Monumento de Fernando Díaz (Plaza de almas; La extranjera) pone luz sobre hechos que pueden pasar desapercibidos o que son desatendidos o interesan sólo a un colectivo, es ordenado en la progresión de los hechos y no pierde interés en sus 75 minutos. Con el conjunto de contrapuntos de voces que genera en los diálogos entre jóvenes y ancianos, las reuniones, o la observación sobre la factura de cada proceso del monumento escapa rápidamente a lo que hubiera terminado siendo un institucional vacío y frío. Share this:
Monumento, La Humanidad Detrás del Concreto plantea dos historias que van a la par: la creación del Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto, en la Plaza de la Shoá (Avenida Bullrich y Libertador, CABA) y la conformación de un grupo (el Proyecto Aprendiz) donde testigos del Holocausto le transmiten sus recuerdos a los más jóvenes, a través de varios encuentros. Así como en esa figura de hormigón de bloques sobre bloques, el documental se construye con diferentes voces complementadas de modo armónico con el fin de formar un todo. Una de ellas es la de Diana Wang, presidenta de Generaciones de la Shoá en la Argentina, quien, junto con la de otros participantes del grupo y los arquitectos del proyecto, explica la importancia de la memoria. La cámara recorre varios monumentos característicos de Buenos Aires para contarnos la historia de uno en particular, sancionado por el Congreso en el año 1996 (Ley 24.636) , pero que recién en el 2009, Gustavo Nielsen y Sebastian Marsiglia ganaron el concurso público para su construcción. Veinte años tuvieron que pasar para que el Monumento Nacional a las Víctimas del Holocausto por fin se concrete.