La feminidad alternativa. Sin dudas uno de los puntos más álgidos del séptimo arte históricamente ha sido el cine realizado por, sobre y/ o para mujeres, como si la presencia de las damas condicionase de algún modo la interpretación del film en cuestión y nos obligase a construir un juicio de valor de inmediato. Así como la ciencia no puede escapar del enclave social que la circunda y le da vida, la lectura de las películas denominadas “femeninas” saca a relucir un cúmulo de posiciones acerca del tópico que suelen girar en torno al fundamentalismo más raso (en consonancia con el dualismo antropológico que considera al pene una deformación de la vagina o a la vagina una deformación del pene, según la óptica evolucionista del momento). En el desfile de posturas relativamente contrastantes encontramos el discurso de barricada de Moolaadé (2004), la abstracción desapasionada a la Innocence (2004), el extremismo de las exploraciones corporales símil In My Skin (Dans Ma Peau, 2002) y esa clásica tonalidad neutra de los trabajos de la gran Kathryn Bigelow. Motivación Cero (Efes Beyahasei Enosh, 2014) esquiva en parte la “responsabilidad” de redondear un alegato sobre el tema y decide concentrarse en cambio en una mixtura entre la rebeldía de Cero en Conducta (Zéro de Conduite, 1933) e If (1968), aunque sin aquel surrealismo visceral, y las comedias desinhibidas de las décadas del 70 y 80, siempre apuntando a una versión más apaciguada. La ópera prima de Talya Lavie funciona como un retrato agridulce de la milicia israelí en general y el devenir de las señoritas del departamento de Recursos Humanos en particular, centrándose en un grupo de mujeres que en esencia se dedican a quehaceres de oficina y a asistir a los hombres a cargo de una base en el desierto. La propuesta desarrolla en paralelo las cosmovisiones superpuestas de las tres protagonistas principales: Zohar (Dana Ivgy) odia la hipocresía del hábitat castrense, Daffi (Nelly Tagar) -su mejor amiga- sólo desea un traslado a una localización cercana a Tel Aviv, y la jefa de ambas Rama (Shani Klein) sueña con un ascenso que nunca llega por el ninguneo y la eterna apatía de sus superiores. Afortunadamente Motivación Cero se ubica junto al mejor cine de género de la producción reciente de Israel, léase Big Bad Wolves (Mi Mefahed Mezeev Hara, 2013), y deja de lado el esquema pensado para la exportación, con ejemplos como La Esposa Prometida (Lemale et ha’halal, 2012). Lavie administra con sutileza la frontera entre la comedia dramática, el hastío de la vida laboral y las ironías antiburocráticas, obviando la brutalidad ampulosa de Hasta el Límite (G.I. Jane, 1997) y esos condimentos típicamente británicos presentes en opus como Cracks (2009). Aquí se enaltece una feminidad alternativa, la militar, que a su vez constituye un claro mecanismo de ruptura para con la hegemonía masculina estándar…
Burocracia y lucha de poderes en el ejército La comedia israelí muestra la vida de un grupo de mujeres que trabajan en la oficina de Recursos Humanos del ejército. Dos amigas tienen la difícil misión de mantener su relación en un mundo dominado por la competencia y los hombres. Ambientada en una base militar ubicada en pleno desierto, la ópera prima de Talya Lavie acierta en la creación de climas que genera la lucha de un grupo de mujeres en un medio hostil y dominado por los hombres. En tono de comedia filosa que nunca deja de lado su mirada crítica, Motivación Cero cuenta la historia de las chicas que llegan al lugar: Zohar -Dana Ivgy-, la joven que enfrenta la hipocresía del ámbito militar y prefiere sumergirse en los juegos de la computadora antes que en el trabajo; Daffi -Nelly Tagar-, la amiga que sufre en carne propia el ingreso a las fuerzas mientras sueña con un posible traslado a Tel Aviv, y Rama -Shani Klein-, la jefa ignorada por un entorno, que quiere escalar posiciones. El film nunca deja de lado su costado humorístico al plasmar las situaciones que enfrentan las protagonistas, pero un hecho trágico también tiñe de sangre el relato. Al enfrentamiento bélico que está latente en el exterior se suma una guerra sin cuartel que explota en el ámbito de una oficina destartalada, repleta de papeles. Allí se pone en juego la relación amistosa que utilizará estrategias varias y elementos de oficina como si se tratase de armas. Estructurada en tres capítulos que van desde la presentación de personajes hasta el entrenamiento, la película mantiene su ritmo -hecho inusual en un film israelí-, gags efectivos -la visita de las mujeres en el pabellón de los hombres- y un tono "fantasmal" que juega con el tema de la venganza para dejar bien parada a la mujer. Motivación Cero explora las guerras internas con buenos recursos, sabe utilizar la música para acentuar y sensibilizar algunos pasajes relacionados con la nostalgia y la soledad, además de contar con intérpretes que hacen creíbles a sus criaturas. La misión más difícil es mantenerse unidas.
Mujeres al borde de un ataque administrativo. La propia organización económica capitalista, entendida como gestión de los recursos, ha estandarizado nuestro tiempo vital -regido otrora por las experiencias personales y sociales- en una cárcel de horas, minutos y segundos donde el encierro cubicular es la antesala de la pérdida del tiempo trascendente en una constante adoración del afán de enriquecimiento de las corporaciones multinacionales y las instituciones de disciplinamiento y control. Motivación Cero (Efes Beyahasei Enosh, 2014), la opera prima de la talentosa directora y guionista Talya Lavie, es una atípica e ingeniosa comedia de enredos situada en un cuartel militar israelí en medio del desierto. La trama se centra en las peripecias de un grupo de mujeres que se desempeñan como personal administrativo en el ejército, donde se desata una serie de situaciones hilarantes a partir de las contradicciones entre la vida administrativa y la militar. La película israelí forja sus armas a través de la estructura misma de la organización militar, generando en todo momento parodias de sus cimientos como críticas políticas perspicaces de una forma de vida particular. A través de tres capítulos, las mujeres sueñan con grandes y eméritos futuros o con ascensos y promociones, pero la realidad es muy diferente y cuando los sueños se convierten en divagaciones diurnas la inoperancia da lugar a la inacción. Si por un lado Motivación Cero remite a comedias como Enredos de Oficina (Office Space, 1999), donde la situaciones cómicas se producen principalmente a partir del aburrimiento, la frustración y la desidia que generan en los trabajadores los inadecuados paradigmas de trabajo de las empresas capitalistas y del estado, por otro lado se hace hincapié en la rigidez innecesaria del ejército, que en el caso de que sirva para los propósitos de endurecimiento y alienación de la humanidad del enemigo, es absurdo e incoherente para el desempeño de las tareas administrativas del personal femenino que habita los cuarteles. Con esta sagaz propuesta, Motivación Cero logra interpelar la idiosincrasia de la militarizada sociedad israelí generando a la vez una historia universal sobre el abuso, la falta de controles y los sueños que se transforman en pesadillas. Aquí el humor crítico cuestiona las cadenas de mando, las estructuras sociales y los males de la vacuidad del entreteniendo como embrutecimiento planificado, con vistas a vislumbrar lucidamente -a través de los paradigmas de la femineidad actual- las contradicciones de una forma de vida que nos mantiene en la más terrible esclavitud mental.
Las chicas quieren divertirse El lugar en el que se desarrolla es el primer atractivo de Motivación cero (Zero Motivation, 2014), una comedia negra que se centra en la vida de dos jóvenes de una unidad de soldados del ejército femenino israelí. La ópera prima de Talya Lavie muestra una realidad compleja, pero en clave de humor. Zohar (Dana Ivgy) y Daffi (Nelly Tagar) son amigas y compañeras en la oficina de Recursos Humanos en una base del desierto del ejército israelí. Sus días transcurren bajo las órdenes de Rama (Shani Klein) y distintas tareas que, precisamente, no les quitan el sueño: enviar la correspondencia, deshacerse de los papeles que no sirven y servirles café a los soldados. Daffi es más citadina, razón por la que desea fervientemente que la trasladen a Tel Aviv; mientras que Zohar no tiene demasiadas aspiraciones laborales (la mayoría del tiempo lo destina a superar su propio récord en los juegos de la computadora) y trata de convencer a su amiga para que no se vaya. Basada en la experiencia personal de Lavie como secretaria en el servicio militar, la película es interesante porque indaga diversos aspectos. Como por ejemplo, la relación de las protagonistas con Livnat (Heli Twito), Liat (Meytal Gal), Irena (Tamara Klingon) y Tehila (Yonit Tobi), sus otras compañeras de trabajo; el lugar que ocupan las mujeres en un sitio completamente machista; la repercusión de un hecho trágico en un espacio en el que debería estar todo “controlado”; la necesidad de revelarse ante una autoridad que no se presenta como tal; y las dificultades para encontrar el amor. Uno de los aciertos de Motivación cero es que está dividida en tres relatos titulados, que se relacionan y tienen continuidad. Precisamente, esa estructura le da dinamismo a la historia sin perder el eje. Buenas actuaciones, una musicalización que se destaca, y una trama que entretiene en numerosas situaciones e invita a la reflexión en otras, completan el film de Talya Lavie, y lo convierten en un gran primer paso en la carrera de la directora israelí.
Publicada en la edición impresa de Abril.
Chicas pesadas La opera prima de la realizadora israelí Talya Lavie, por un lado procura traspolar a la pantalla grande su experiencia como secretaria en el ejército desde lo cotidiano y hace gala en el llamado universo femenino, pero por otro lado bajo un tono ligado a la comedia negra toma el modelo de la franquicia Sex and the city para mezclarla con el tono de la serie icónica de los 80 Mash. En esa mezcla de texturas, discursos, se concentra el jugo de Motivación Cero, también allí descansan sus propios límites en cuanto a propuesta, que no deja de traspasar el umbral de lo anecdótico. Quienes llevan el ritmo son dos personajes, amigas que comparten el escenario del ejército pero que se verán distanciadas debido a que una de ellas pretende un traslado a Tel Aviv. En medio de dimes y diretes, situaciones complicadas que marcan el enfrentamiento entre ambas, aparecen una serie de personajes secundarios que aportan los aspectos lúdicos y graciosos de esta película. La mirada sobre el machismo imperante en el ejército israelí dice presente pero también el difícil rol de la mujer que trata de adaptarse a las reglas de ese mundo, aunque el denominador común de cada uno de estos personajes es la apatía por casi todo. Un trabajo rutinario de oficina, ordenar fichas o papeles que luego deben destruirse forma parte del derrotero de Daffi (Nelly Tagar), quien anhela escapar de la rutina para probar suerte en el campamento de Tel Aviv, mientras que Zohar (Dana Ivgy) representa todo lo contrario desde sus actitudes rebeldes por el trabajo, resistencia a la autoridad y falta de compañerismo. Pequeñas viñetas estructuran esta comedia negra, que por momentos apela al factor emocional para desarrollar subtramas que se vinculan con aspectos íntimos de cada una de las mujeres retratadas, sin menoscabar la cuota de humor, los estereotipos y algo de cinismo que provoca en el espectador una sensación agradable y hace del visionado de esta cinta un ejercicio placentero.
De la directora israelí Talya Lavie, es una comedia sarcástica sobre el papel de la mujer dentro del ejército israelí. Una primera parte más efectiva, una mirada crítica sobre el machismo, un tanto larga, pierde efectividad.
Varadas en el desierto Zohar (Dana Ivgy) y Daffi (Nelly Tagar) cumplen con el servicio militar en Israel, y se han hecho amigas mientras realizan sus tareas, y toleran a Rama (Shani Klein), su jefa. Ambas están en una base en el desierto, donde no pasa absolutamente nada, y el equipo femenino debe llevar a cabo tareas de oficina en el medio de un caos de apatía, donde básicamente mueven papeles de un lado al otro, mientras esperan que el tiempo pase, y la única tarea que deben realizar con eficiencia y puntualidad es la de servir el café a los oficiales de alto mando durante las reuniones. Mientras, Rama sueña con que la promuevan, y hace todo lo posible para lograrlo a pesar de la poca destreza que presenta el equipo que tiene a cargo, y Daffi sueña con un traslado cerca de Tel Aviv para abandonar el tedioso desierto. Zohar es la más realista (y negativa) de las tres y prefiere pasar el tiempo en la oficina jugando en la computadora, porque es consciente de la desorganización en la que se encuentra y del ninguneo que sufren por parte del equipo masculino. De forma dinámica y entretenida, con mucho sarcasmo y humor, esta comedia negra narra a través de una seguidilla de situaciones absurdas, la forzada convivencia de estas mujeres que por momentos llegan al borde del ataque de nervios, pero que aprenden a convivir entre ellas, se hacen amigas, toleran el eterno tiempo del desierto y la tensión que esta latente ahí afuera. Prolijamente dirigida por Talya Lavie (quien se inspiró para este film en su propia experiencia en el servicio militar) y con muy buenas actuaciones por parte de sus jóvenes protagonistas, esta comedia tiene definitivamente una mirada femenina, muy lejos de los estereotipos, que logra también con un elevado nivel de ironía criticar la vida y la idiosincrasia militar.
Aguda comedia bélica israelí Desafortunadamente, sabemos poco en la Argentina del cine israelí. La llegada de una película de ese país es un pequeño acontecimiento, y el caso de Motivación cero trae como valor añadido algunos antecedentes relevantes: ópera prima con guión terminado de ajustar en el laboratorio del Sundance, premios y elogios en varios festivales internacionales, excelente rendimiento en la taquilla de su país. La película está ambientada en una base militar israelí perdida en medio del desierto. Allí, para ser honestos, no sobra la acción. La película debe inventar un tema en ese lugar donde pasa poco y nada. Y lo hace, con Cero en conducta, de Jean Vigo, y M*A*S*H, de Robert Altman, como modelos potenciales. El alma de la historia es la amistad entre dos chicas, Zohar y Daffi, que cumplen el servicio militar obligatorio en su país en un lugar plagado de burocracias inútiles. Sufren, además, las constantes presiones de Rama, una superior siempre al borde del ataque de nervios y concentrada casi exclusivamente en un ascenso de escalafón. Zohar juega obsesivamente al dragaminas, tiene un carácter volcánico y es virgen. Daffi, bicho de ciudad, pretende volver cómo sea a Tel Aviv y escapar de esa oficina en la que su principal responsabilidad es triturar papeles. La película -basada en las vivencias de la directora y dividida en tres capítulos- no abunda en detalles sobre la historia precedente de sus personajes, lo que invita al espectador a imaginarlos a partir de la información que revelan sus conductas en ese mundo opresivamente cerrado.
¿Nada que hacer? Implacable y entretenido acercamiento a la burocratización del ejército israelí con mirada femenina. Parodia realista y crítica corrosiva de un sistema con tono de comedia profunda. Motivación cero, opera prima de Talya Lavie, muestra con frescura la relación de dos amigas que trabajan en el área de administración de una base de combate israelí. Resignadas, olvidadas, y ajenas a un conflicto que ocurre muy cerca, pero que a ellas les queda lejísimos, no tienen otro mundo. Daffi (Nelly Tagar) y Zohar (Danna Igvy), junto al burocrático equipo de su área, visten uniforme, y ostentan grados, pero sus deseos son miserias de una vida cotidiana empobrecida. Rutinaria. Huir a Tel Aviv, tener sexo a toda costa, batir récords en un clásico de las PCs como el Buscaminas y hacerle la vida imposible a una jefa inocentemente trepadora, son algunos de sus flacos objetivos, que serían casi normales si no estuvieran allí, en esta historia que la directora eligió dividir en tres relatos con la huidiza Daffi y la rebelde Zohar como grandes protagonistas de esta comedia bien dramática que transcurre casi siempre en los interiores del cuartel. Mujeres confinadas, sometidas a su rol secundario incluso en el cuartel, a ser las secretarias, a servir el café u ordenar papeles bajo el servicio militar obligatorio. "Aquéllo fue ideológico, esto fue un error humano", dice Zohar al explicar uno de sus actos rebeldes. Rebeldía que en clave de comedia o drama que esgrime cada vez más el cine israelí, con historias como ésta, la de una amistad bajo reglas difíciles. Atemperada por el tono, y los diálogos, una denuncia real.
Desde Israel llega Motivación Cero Zohar y Daffi son dos amigas que están prestando servicio en el ejército israelí. Ambas cumplen funciones administrativas en el departamento de recursos humanos de una base alejada de la ciudad, y ninguna de las dos esta cómoda en el trabajo. Zohar que proviene de un Kibutz y por lo tanto reconoce la importancia del trabajo en post de un objetivo común, rechaza el trabajo encomendado, por encontrarlo muy por debajo de la línea de lo necesario es burocrático y tedioso, y solo representa una perdida de tiempo, mientras que Daffi, de una vida más acomodada, ve en el trabajo solo la incomodidad la lejanía y la falta de afectos. Motivación Cero, que se presenta en el formato de la comedia dramática, tiene algunos momentos graciosos, pero principalmente se centra en los problemas en la vida de estos dos personajes, que carecen de toda motivación por el trabajo y el tiempo que este les insume, al mismo tiempo que carecen de las posibilidades de llevar una vida civil normal, y muy por debajo de la línea argumental (muy pero muy por debajo, el director no construye las metáforas necesarias para que esto sea realmente parte de la trama), nos muestra las diferencias conceptuales de la crianza en un régimen socialista de un kibutz, versus las del mundo capitalista encarnadas por Daffi. El cine de género muchas veces, sufre torpezas cuando se lo saca de la zona de confort que implica el cine de Hollywood. Motivación Cero no será la excepción a esta regla, y eso se verá en los forzados diálogos, las actuaciones que fluctúan entre el realismo norteamericano y la honestidad al que el cine israelí nos tiene acostumbrados y en la relativamente inocua puesta en escena que realiza el director. Hace unos años, ver esta película hubiese sido una cita imperdible, pero hoy día, habiendo tanto cine de Israel en las carteleras a lo largo del año y en los diferentes festivales y ciclos, Motivación Cero pasa a ser una película un tanto menor, y definitivamente prescindible.
Las colimbas se divierten Si algo no se le puede pedir a Motivación cero es una toma de posición sobre el conflicto en el territorio de Israel/Palestina: no la tiene ni la necesita. De hecho, a pesar de transcurrir casi en su totalidad en una base militar del sur del país en medio del desierto –y, en gran medida, en una pequeña oficina administrativa–, el espectador no encontrará aquí discusiones sobre estrategias u operaciones de combate y, mucho menos, respecto del accionar del ejército israelí en la región. La ópera prima de la realizadora Talya Lavie tiene como protagonistas a un grupo de chicas de poco más de dieciocho años, quienes a regañadientes dejan pasar los días y meses del servicio militar obligatorio. Más cerca de un Las colimbas se divierten que del tratado satírico –aunque algo de sátira se cuele entre los resquicios–, Lavie elige un tono que muta permanentemente, cruzando algunas constantes de la teen movie con la comedia negra. Y se las arregla para tirar algunos dardos sobre la institución (una de las chicas vuelve del campo de entrenamiento repitiendo slogans, como en una versión ultra light de Nacido para matar) sin que por ello el film pueda ser interpretado como una crítica a la militarización o al sistema social al cual pertenece.La única diversión de las chicas parecen ser las competencias de “Campo Minado” en la computadora (la acción transcurre unos diez años atrás) y la charla no tan amistosa sobre muchachos y otras yerbas, mientras el papeleo se acumula sobre mesas y estantes. Pero una de ellas, Zohar, está preocupada por algo más importante: perder su virginidad, aparentemente la única en existencia en el campo. Su mejor amiga, Daffi, anda con otras cosas en la cabeza, fundamentalmente conseguir un traslado que la ubique detrás de otro escritorio, en alguna oficina central en Tel Aviv. Como en todo film de soldados rasos que se precie, hay una superiora que intenta poner orden y tiene entre ceja y ceja a las chicas –en particular a la rebelde Zohar–, pero no se trata tanto de un reservorio de villanía como de un una típica figura de autoridad, reflejo a su vez de la medianía burocrática del organismo.Motivación cero nunca termina de ponerse seria y está muy bien que así sea: hay algún chiste de “mal gusto” sobre la Shoá, una guerra de engrapadoras y un uso casi surrealista de papel triturado (uno de los roles de las chicas en plena migración al correo electrónico es la destrucción de documentos físicos). Esa seriedad no llega ni siquiera ante el sangriento suicidio de una falsa colimba al comienzo del film y una escena de seducción que termina en intento de estupro. Si algo decide a la realizadora a bajar un poco de línea es el rol de la mujer dentro de la estructura militar y, por extensión, de la sociedad israelí en su conjunto, de servir café y masitas a paliar la abstinencia sexual de algún soldado necesitado. Pero sin abandonar nunca ese tono ligero que puede ser visto –dependiendo del punto de vista– como una limitación narrativa o la mayor virtud de un film que no termina de sorprender, pero tampoco se entrega por completo a los lugares comunes.
Chicas comunes en versión verde oliva Bienvenida sorpresa proveniente del cine israelí, la opera prima de Talya Lavie elige un tono de comedia negra con dos amigas (Zohar y Daffi) que viven sus días laborales en la oficina de Recursos Humanos del ejército israelí ubicada en medio del desierto. La película se estructura en tres partes con indicadores temáticos (situaciones, hechos), pero con los mismos sujetos actuantes (personajes). La directora, por suerte, no se deja llevar por la caracterización de estereotipos de orden castrense, sino que su pareja central, más otras mujeres que trabajan en el lugar, padecen, lloran, sufren, se aburren y en pocos momentos se las ve felices frente a un cuadro de situación donde gobierna el machismo y el orden. En ese sentido, valiéndose de los ejes de una comedia clásica con dos amigas que se pelean y reconcilian en más de una oportunidad, el argumento de Motivación cero deja intuir una visión crítica de un sistema acomodado a un universo masculino donde las mujeres sólo sirven para limpiar los tachos de basura, sacar fotocopias, servir café y batir el récord en un juego de computadora sobre "campos minados". Mientras Daffi espera que la envíen a Tel Aviv y Zohar no encuentra nada interesante en el destacamento militar y así perder su virginidad, un par de personajes secundarios bordean el delirio, bien lejos del realismo que requerían ciertas escenas. Por ejemplo, la rubia Irena, quien sigue los pasos de Zohar como si estuviera poseída por el demonio, o la aplicada jefa, la robusta Rama, primero a puro reto y luego compasiva hacia su grupo de reclutas de escritorio. Allí, justamente, Motivación cero se robustece como una comedia poco común.
Curiosa parodia de la vida castrense Los conflictos entre un grupo de suboficiales administrativas destinadas a una base militar israelí en un desierto donde nunca pasa nada van armando esta curiosa parodia de la vida castrense. "Motivación cero" intenta ser una comedia negra, pero digamos que, como parodia antibélica, no es precisamente "MASH". Más bien se la podría catalogar como un raro experimento que busca satirizar el intento de disciplinar la condición femenina, empezando por un formato que parece casi salido de una novela televisiva. Es que el film está dividido en tres historias, que al transcurrir casi totalmente en la misma locación (la base en el desierto, más unos pocos minutos en Tel Aviv) y con los mismos personajes, parecen concebidas como tres episodios diferentes de un mismo show televisivo. Hay que agregar que la preponderancia de lo discursivo frente a la acción tambien apunta en esta dirección. Entre los relatos hay uno sobre una civil que se hace pasar por soldado para acosar al novio que la olvidó hace tiempo, otro sobre una chica virgen que quiere tener su primera vez y otro sobre el enfrentamiento entre dos antiguas amigas que ahora están más distanciadas que nunca por la diferencia de rango. En el medio también aparecen otras subtramas que se intercalan entre los relatos principales. La película está bien actuada y por momentos es divertida, aunque en general es mas tragicómica que realmente graciosa. Es algo diferente y ésa es una de sus principales cualidades, aunque sin duda es el tipo de producto que casi parece fuera de lugar en la pantalla grande ya desde el punto de partida de cómo fue pensado.
Mujeres al borde de un ataque de nervios Filme estructurado en tres capítulos nominales y cada uno corresponde a sendos personajes, todos femeninos, desplegando qué motivaría su accionar en prosecución de un deseo, por lo que, de antemano, “Motivación cero” podría hasta verse, leerse, como un nombre en tono de sarcasmo de lo que el texto mismo promueve. En realidad la película podría ser encuadrada dentro del género de comedia dramática, pues lo que desarrolla, o sea las historias, está más cerca del drama pero, por las formas que utiliza para desplegarlas, posiblemente se tenga la sensación de estar frente a una comedia acida, hasta por momentos bastante negra, pero no confundir con el humor negro. De inicio nomás, y aunque parezca insubstancial, nos ubican espacialmente dentro del inhóspito desierto del Neguev, en una zona llamada “Mitzpe Ramón”, el “Cráter Ramón”, que posiblemente sea la mayor estructura cratérica no meteórica de la tierra, también conocida como “La Depresión de Ramón”, (no es broma), con temperaturas que oscilan los 50º centígrados, y de eso trata con mucho humor el texto. Parafraseando a Sigmund Freud quien escribió en 1925 “Inhibición, síntoma y angustia”, aquí podría intitularse “Depresión, síntoma y angustia”. Su título en hebreo se podría traducir literalmente “Cero en relaciones humanas”, y las tres historias tienen en común el deseo de lograr objetivos personales, sin tener en cuenta ni registro del ser humano con el que deben compartir la vida diaria mientras duren sus estadías en el servicio militar. Todo transcurre y versa sobre la vida cotidiana en una oficina de “Recursos Humanos” (esto tampoco es casual), de una unidad de soldados del ejército israelí, en el cual todo su personal es femenino. La base se encuentra en esa remota región en el desierto del Sinaí, el que servirá como escenario para mostrar a las conscriptas en medio del papelerío, las luchas de poder entre ellas, y enfrentadas a un mundo todavía masculino y demasiado misógino. Este es el planteo que promueve la directora de la producción en su primera incursión en el cine, sin dejar de lado la mirada femenina sobre ellas mismas. Si bien está estructurada en capítulos, haciendo foco en cada una de las tres jóvenes que le dan nombre a las secciones, lo realiza con cambios desde el punto de vista, mientras el desarrollo de los mismos le da una impronta de continuidad narrativa, a punto tal que termina casi dándole una construcción espiralada, pues concluye casi como empezó, uniendo nuevamente las tres historias. Lo más destacado de la producción, además de ser una muy buena radiografía de un mundo desconocido para todos aquellos que no transitamos por allí, es, en primer lugar, su posibilidad de traslación a cualquier lugar y momento de la vida, ya que lo que plantea y muestra tiene tintes de la universalidad tanto del mundo femenino como de las relaciones humanas. En segundo lugar, necesariamente, se apoya en las actuaciones de las tres protagonistas, todas convincentes, destacándose Nelly Tagar en el papel de Daffi, la heroína de la primera historia. Otro punto muy alto en la performance actoral la encontramos en un papel secundario, nunca mejor que denominarlo de soporte, a Tamara Klingon como la soldado de origen ruso Irena, increíble en sus cambios de registro, tan natural que no parece que estuviese actuando, es para tenerla en cuenta. En definitiva, si no se hubiese elegido el tratamiento de las historias con tal nivel de comicidad satírica, se podría llegar a juzgar como insoportable, por su desesperanza.
La realizadora Talya Larvie nos entrega una ópera prima divertida, desde una perspectiva original, y sin dudas muy fresca. El film, dividido en tres partes que intercalan entre el punto de vista de dos de sus protagonistas, retrata la cotidianeidad de un grupo de soldados femeninos del ejército israelí que está muy lejos de sentir la guerra en carne propia, sino que estancadas en un trabajo administrativo. La que quiere irse de allí a toda costa para estar en la ciudad, y la que es virgen, con mala conducta y odia estar ahí pero no hace nada que pudiera sacarla en algún momento, todo lo contrario. Su mayor preocupación parecería ser obtener y mantener el récord en el Buscaminas, una de las pocas cosas que encuentra divertida en ese lugar. Además, están bajo el mando de Rama, una mujer que no les hace nada fácil su trabajo. Con mucho humor, algo de drama en algún momento indicado, y mucha soltura, la película, más allá de lo curioso de su premisa inicial, introduce temas tan universales como la amistad femenina, las relaciones amorosas, y situaciones que podría haber en diferentes lugares de trabajo, no sólo en una de las milicias más importantes del mundo: el abuso de poder y las decepciones que provocan ciertos sueños, por ejemplo. Estas figuras femeninas fuertes (que una llore todo el tiempo, no le quita fortaleza) son las protagonistas de una película que con mucha frescura se introduce en el tema de la guerra, pero siempre desde un costado, sin cuestionar su trivialidad siquiera, reflejando el lugar que ocupan las mujeres en un mundo tan machista –porque además, ellos son los únicos héroes y lo menos que podemos hacer nosotras es serviles un café-. La cinematografía es bastante simple, correcta, de un modo muy estadounidense, por lo tanto accesible para las masas, y la música, si bien funciona para intensificar tonos y climas, por momentos es casi invasiva. A favor le juega además la estructura, dividida en capítulos, aunque al hacerlo más ágil también le da un aire a producto televisivo (no a telefilm, no confundamos). Interesante, Motivación cero es una buena película, quizás menos profunda de lo que uno espera (incluso dentro de su combinación entre el drama y la comedia gana este último por mucha diferencia) pero sin dudas que vale la pena ver.
Una mirada femenina sobre la milicia israelí En el Estado de Israel, el servicio militar obligatorio se aplica también a las mujeres. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) pretenden ver a toda la población como socia en la misión nacional de seguridad. En ese marco, en el año 2004, el Ejército estableció una unidad de infantería de género mixto: el Batallón Caracal, donde los soldados de ambos sexos entrenan y sirven juntos en la frontera entre Israel y Egipto. La debutante cineasta Talya Lavie ha basado su opera prima, “Motivación cero”, en su propia experiencia en las FDI, donde le fue asignado un puesto de secretaria. En su opinión, las mujeres israelíes ven al ejército como una parte inevitable en sus vidas. El título de la película parece una paráfrasis contradictoria de la frase que exhibe un póster publicitario de las FDI, en el cual una mujer, la Sgto. 1ro. Stela, expresa: “Defender tu país no es una cuestión de género. Ser una soldado de combate es hacer sacrificios y estar motivado”. Con un tono de comedia dramática, Lavie ofrece una mirada desmitificadora de ese ideal, en el que muestra las frustraciones, las miserias y los sueños truncos de muchas jóvenes que se incorporan a las fuerzas armadas respondiendo a diversos estímulos que en la práctica se verán defraudados. Sin mencionarlo explícitamente, el film transcurre en un lugar muy parecido al Batallón Caracal, que está ubicado en medio del desierto de Negev, al sur de Israel, y se caracteriza, además de por su aislamiento del resto del mundo, por su precariedad edilicia y sus bajos recursos. La película gira en torno a dos amigas, Zohar y Daffi, quienes se ven siempre a disgusto con su situación y tratan de evadir sus responsabilidades. Zohar debería encargarse del correo pero prefiere pasar el día enganchada con los juegos de la computadora donde bate récords que festeja ruidosamente; mientras que Daffi, encargada de vaciar los cestos de papeles y procesarlos en la trituradora, escribe cartas a todos sus superiores pidiendo un traslado a Tel Aviv, su mayor sueño. Y las dos, con su constante indisciplina, ponen furiosa a menudo a Rama, la jefa arrogante y ambiciosa, que a todas vistas se ve superada por las obligaciones de su función. Las chicas tienen que hacer las tareas burocráticas, encargarse de los archivos de papeles, la limpieza y de servirles café a los jefes, todos hombres. Como es de suponer, donde conviven varones y mujeres suele haber romances, y donde hay romances, también suele haber celos y rencillas. Con muchos gags que desnudan las contradicciones de ese mundo, en la realidad, reservado y oculto a la vista del mundo exterior, Lavie esboza una crítica a la institución, poniendo el acento en la hipocresía, las mezquindades y precisamente, la falta de motivación que afecta a todos, pero especialmente a las mujeres, quienes, como ocurre en otros ámbitos, se ven relegadas y a quienes hacer carrera les cuesta siempre más que a los hombres. La película está estructurada en tres capítulos, donde se parodia de forma sarcástica, aunque no exenta de sensibilidad, a la organización militar y las falsas expectativas con que son captadas para ingresar a sus filas donde pronto verán naufragar sus aspiraciones, que van a chocar siempre contra el ninguneo y la indiferencia de los superiores.