Un mundo sin hombres En la habitación de Judith el sol apenas entra por algún resquicio de una persiana. En realidad, la directora Julia Pesce toma la decisión de no filmar el afuera. Salir a buscar el sol y registrar ese ciclo natural de todas las mañanas dista mucho de lo que se vive minuto a minuto en la habitación de Judith. El parentesco de Julia con ella – tal vez en otro tiempo jefa de ese clan de mujeres que atraviesan el universo de Nosotras-ellas- es tan directo como la inevitable espera en los últimos días de la anciana acompañada por las otras mujeres. La rodean sobrinas, cuerpos que por la fragmentación de la imagen conforman las partes de un todo. La cámara de Julia respeta la dignidad de los cuerpos pero no traiciona al paso del tiempo y al deterioro de algunas, la piel arrugada, las manchas, lunares, todo permanece, tiene su tiempo y su historia como la que se va apagando en el silencio que genera el dolor. Este documental abraza la naturalidad y la cotidianidad como parte de una idea estética más que un postulado ético. La intimidad se traduce a veces en la desnudez sin tapujos, o en el acto de orinar sin hacer alharaca de la presencia de una cámara en tiempos exhibicionistas. Pero lo importante aquí más allá de la anécdota escatológica es que cada imagen vale lo mismo dentro de la organicidad del relato. También ocurre lo propio con Julia Pesce y su doble rol de directora, hija, hermana, sobrina y nieta en un sistema donde la ausencia de hombres parece un código o forma parte de una tradición transmitida por generaciones. El desdoblamiento de los roles de estas mujeres provoca por un lado la tensión entre el amor y la responsabilidad en el cuidado del otro, aunque encajan en la circularidad planteada a partir del relato donde la muerte y la vida se dan de esa manera. Hay un axioma que reza que las excusas no se filman, parece que la muerte tampoco puede filmarse y por eso el fuera de campo hace de la ausencia una presencia mucho más poderosa en esa habitación, que ahora da espacio a otras mujeres. Ciclos vitales, cuerpos, amores, recuerdos, transitan en los recovecos de una casa que también es un personaje desde el punto de vista asumido por la directora. La resistencia de la memoria es otro punto que sobrevuela cuando el Alzheimer transforma a Judith y también a quienes la rodean. Entonces, la voz en off de Julia la hace presente, con recuerdos de Judith y Malena su hermana, la designada -quizás- para cerrar el círculo y aprender a cuidar al otro desde cero con una nueva integrante al clan. Nosotras-ellas elige confrontar con los vínculos, los afectos y las maneras de relacionarse a partir de la distancia adecuada entre una cámara en mano y una directora consciente de que la autorreferencialidad es un camino difícil y arriesgado cuando no se lo transita con sensibilidad y poética. Vale la pena arriesgarse y entrar en ese difuso pero fascinante terreno donde más de un espectador podrá sentirse identificado con situaciones que gracias a elipsis bien utilizadas ilustran de forma contundente que eso es todo y no una parte.
Una joyita del documental que no merece pasar inadvertida. Hay muchos documentales sobre el paso del tiempo, pero pocos que muestren sus efectos (positivos y negativos) con la claridad conceptual y carga emotiva de Nosotras/ellas. Vista previamente en el prestigioso Visions du Reel de Suiza, entre otros festivales, la ópera prima de la cordobesa Julia Pesce circunscribe su universo a nueve mujeres que abarcan un amplio espectro generacional, desde las tías ya ancianas hasta las nietas veinteañeras. El film acompañará a este clan –al cual pertenece Pesce, más allá de su ausencia dentro del relato- durante un año. En el interín, claro está, sucederá de todo: internaciones en geriátricos, muertes, duelos, puestas en común de recuerdos, jornadas de sol y descanso, embarazos, alegrías y tristezas que la realizadora mostrará con un enorme grado de sensibilidad y pudor. Pesce maneja con solvencia las elipsis y el fuera de campo, respetando la intimidad de sus personajes y mostrando los pliegues de los vínculos que las unen mediante una cámara que siempre está en el momento justo y en el lugar indicado. También es criteriosa a la hora de elegir los retazos de esas vidas conjuntas que, como muestra un desenlace redondo y justísimo, se perpetuarán en un futuro continuo.
Es un largometraje documental que refleja el mundo femenino de nueve mujeres de una misma familia, de distintas generaciones, que pasan un último verano juntas. Y en ese mundo privado, intimo, ocurre la vida, la decadencia física de las tías que se acercan a su muerte, las nuevas generaciones, un embarazo con un nacimiento en la intimidad del hogar, único momento en que se ve levemente a un hombre, discusiones triviales y momentos de decisiones, pero por sobre todo una manera particular de compartir el camino para lo cotidiano y lo trascendente. La directora Julia Pesce, en su opera prima, filmó durante un año a una particular”sociedad de mujeres” y el resultado es atractivo. Una frescura y una naturalidad que son bienvenidas. Un estudio de los cuerpos en sus transformaciones.
Entre la vida y la muerte Nosotras/Ellas (2015), un documental observacional cuya mirada se posa sobre nueve mujeres de una misma familia, habitantes de una antigua casona, donde los hombres parecieran haber sido excluidos,marca el debut cinematográfico de Julia Pesce. La directora cordobesa se inmiscuye con su cámara entre las mujeres de su propia familia para hablar sobre la vida y la muerte. Mientras la abuela se prepara implícitamente para la partida final, una de las nietas entregará una nueva vida. Un principio que es una despedida y un final que se convierte en un comienzo serán los dos pilares fundamentales de este interesante retrato familiar que, con una sensibilidad atípica, la joven directora logra captar de la manera más pura y real. Pesce recorrerá de manera invisible los diferentes recovecos de esas mujeres para mostrarlas en la más absoluta de las intimidades, donde no tendrán problema de ser miradas en una desnudez total, no solo física sino también espiritual. Ese será el último verano que estén todas juntas, pero no lo viven como un duelo ni de manera melancólica sino con la misma naturalidad que parecieran haberlo vivido siempre. Más que la muerte es el nacimiento la que las perturba. Y les provoca preguntas cuyas respuestas deberán encontrar entre ellas (o no). Nosotras/Ellas, es un retrato natural cargado de inocencia, con momentos de una belleza increíble como la escena del río o el parto final. Y no por el preciosismo visual, sino por lo que logran transmitir las imágenes.
A diferencia de El hombre de Paso Piedra, el documental de la naciente directora Julia Pesce aborda una temática intimista desde el mismo seno familiar del que proviene. No tiene que ir muy lejos para contar una buena historia y las familias numerosas siempre se prestan a gestar ese camino a transitar que es la vida, el nacimiento y, por supuesto, el deterioro y la muerte. Apenas interviniendo en las acciones de su gente, Pesce actúa como narradora cotidiana pero mayormente como mera observadora de lo que ocurre a su alrededor. Y siempre en foco están las nosotras y ellas del título, el clan femenino que protagoniza el documental. Porque hombres los hay pero quedan fuera de foco, o escondidos en la trama, para aumentar el relato de estas mujeres. Los desafíos que deben afrontar son varios y muchos espectadores podrán empatizar en mayor o menor grado con ellas. Están las tías mayores, una en sus últimos momentos de vida, la otra con un Alzheimer incipiente. Está el trío de hermanas que deben sacar a flote a sus familias y cargar con el peso de un octogenario a cuestas sin mucha ayuda del resto. Y está la juventud, que transita los mejores años de sus vidas pero en el camino llegará un regalo del cielo que pondrá en disputa al seno familiar. Puede que estos temas sean trillados para muchos si vivieron estas situaciones en sus propias familias, pero el nivel de intimidad al cual llega Pesce es realmente admirable, ya sea en conversaciones típicas de reuniones, peleas por ocupar el baño antes de la fiesta de fin de año, o hasta relatos sobre la primera menstruación y lo que ello significó para cada una. El punto más memorable y audaz se da hacia el final del documental, cuando Pesce apunta su cámara a uno de los momentos más personales que una mujer puede vivir, todo filmado con un tacto y una sutileza que nunca borda lo chabacano. No hay nada nuevo bajo el sol en Nosotras/Ellas, pero la puntillosa manera de contar su historia familiar y ese hermoso y emotivo final hacen que la primera incursión de Pesce sea gratificante e iluminadora.
Pinturas de familia en un documental La idea es buena, y también el tono elegido. La idea tiene que ver con las mujeres de una familia. Mostrarlas como quien esboza una serie de pinturas de un par de veranos. "Vuelvo a la casa de mis tías", dice la autora, como llevándonos a sus recuerdos. Ahí están las mujeres ya grandes, las más jóvenes, y la abuela en la cama. Alguien le hace masajitos, la enfermera intenta darle un sublingual. A veces la vieja está un poco mejor. Más adelante hay algunos festejos sencillos, largos descansos en común, mateadas, planos de plantas, floreros y lunares, esas cosas. Una tía se ve preocupada por soledades presentes y geriátricos. Las chicas se divierten en un arroyo cercano y se tiran a descansar en los yuyos. A veces la autora cuenta algún episodio sobre pantalla en negro. Por último, escenifican un parto natural en la noche. Todo transcurre en algún lugar de las sierras cordobesas, y el tono es siempre suave, plácido, propio de las siestas, los rincones hogareños y las charlas amables, casi en susurros. Muchas cosas se sobreentienden, y el total dura unos 65 minutos, lo que corresponde con lo poco que pasa y la sencilla discreción del conjunto. Igual puede hacerse largo. Autora, narradora, cámara, sonido directo, Julia Pesce. Asesores de montaje, y quizá también asesores espirituales, el poeta Gustavo Fontán, el cineclubista Juan José Gorasurreta, Ivan Fund.
CUERPOS DISTANCIADOS Julia Pesce retrata a su entorno cercano, en esta película bella y profunda. La familia de Pesce está compuesta por mujeres a quienes sigue a través de un año donde el ciclo de la vida se desarrolla de manera firme y amorosa; las muertes, los crecimientos, los desarrollos, el nacimiento forman la redondez de la vida que espiralea en la película. Un documental que se ficcionaliza en el borde de las imágenes que muestran solo aquello que es necesario. Nosotras – Ellas se juega en el fuera de campo constante; los hombres no aparecen, a veces sus voces; reafirmando el matriarcado en el que se erige un conjunto de mujeres que fundamentalmente con sus cuerpos le hacen frente a lo cotidiano de la vida. Julia Pesce se desdobla en sus espacios de integrante de la familia y directora, y logra distanciarse de lo que ve y de lo que vive sin apabullar a sus personajes y a la vez sin dejarlos a la deriva; de esta manera logra la distancia justa donde el gesto amoroso y comprensivo se conjuga en ese Nosotras y ellas del título. Se incluye y a la vez se mira desde afuera, incluye a sus mujeres y a la vez toma distancia de ellas para retratarlas de manera sensible y a la vez concreta. Las rescata y las observa, las justifica y las muestra. Sus mujeres son su tradición y a la vez su futuro, su estructura. La casa familiar también es un personaje en la película que alberga a esas mujeres donde conviven con un gato, con la fuerza de la naturaleza, con las sombras de huellas pasadas. La puesta en escena también es distanciada y a la vez cercana, las sombras sobre las ventanas, los cuerpos metonímicamente recortados, los desnudos de esos cuerpos ya ancianos y de los otros, esos que dan a luz, los pasillos que dejan ver la luz sobre el final forman parte de lo que Pesce cuenta con pocas palabras. Estos elementos sitúan a la película en el puro presente, tan inasible y a la vez trabaja en una línea de tiempo que se hace cargo de las elipsis de manera respetuosa. Las escenas más bellas, estéticamente, son aquellas en las que las mujeres se bañan en el rio o conversan en la cocina o hablan por skype. Los cuerpos son protagonistas de esta historia, incluso con sus recortes; esos fragmentos de cuerpos: brazos, cabellos, piernas a veces no tienen identidad, será porque el cuerpo de las mujeres es uno y a la vez el de todas. Esas tías, esas madres, esas sobrinas, esas hijas son un solo cuerpo social y a la vez individual; el cuerpo de lo femenino, con sus decisiones, sus encantos y sus compromisos. NOSOTROS/ELLAS Nosotras/Ellas. Argentina, 2016. Dirección, guión y cámara: Julia Pesce. Edición: Lucía Torres. Sonido: Federico Disandro. Duración: 65 minutos.
Biografía de los cuerpos de una familia. El contacto entre un grupo de hermanas, tías, abuelas y sobrinas de la realizadora es el material de su ópera prima, cuyo tema podría ser el paso del tiempo y el modo en que éste afecta las relaciones entre los miembros de una familia. Nosotras Ellas, el largometraje de la realizadora Julia Pesce que viene de recorrer varios festivales especializados y clausuró la edición 2015 del DocBuenosAires, comienza con una secuencia que anticipa una muerte inminente y termina, una hora más tarde, con un nacimiento. Esa circularidad le da forma y fondo a esta ópera prima con el sello de la productora cordobesa El calefón (Yatasto, Criada). Su “tema”, de ser posible definirlo, tal vez no sea otro que el paso del tiempo y la manera en la cual éste afecta las relaciones entre los miembros de una familia, que en este caso no es otra que la suya. Pero no cualquier miembro, ya que el documental de Pesce –a quien casi nunca se verá en pantalla, a pesar de la cercanía con sus “sujetos de observación”– describe el contacto entre un grupo de hermanas, tías, abuelas y sobrinas, dejando en un fuera de campo casi total a los hombres, con la excepción de un plan de planos y alguna que otra referencia verbal. Ese gineceo metafórico que la cámara recorrerá durante poco más de sesenta minutos no implica que la realizadora aporte una mirada estrictamente feminista, aunque en esa relación entre mujeres se adivinen los rasgos de la cofradía, una complicidad y comprensión que parecería estar vedada a los miembros masculinos del clan. Una (otra) posible definición de familia. Hay aquí también –quizá como consecuencia de lo antedicho– un trabajo casi obsesivo sobre la materialidad de los cuerpos, en particular en su estado de desnudez, ya sea en un plano que encuadra el cuerpo de la anciana mientras sus pies, mancillados por el paso del tiempo, son masajeados con cariño o en una breve escena en la cual otra mujer es bañada por una de sus sobrinas, no sin esfuerzo. O bien aquella otra concentrada en el chorro de la ducha cayendo sobre el hinchado abdomen de una joven embarazada. La presencia del agua es central en el relato que Pesce construye con elementos esencialmente visuales: una de las escenas más bellas del film encuentra a las mujeres de su familia sumergiéndose en un río en un día de calor, como si se tratara de una antigua ceremonia pagana, a pesar de la presencia del moderno shampoo. El film cierra su relato, por otro lado, con un parto acuático. Por ese camino, el del registro de esos cuerpos femeninos y algunas de sus actividades, Nosotras Ellas encuentra una singular manera de transmitir cierta idea de espiritualidad, de armonía transgeneracional, a pesar de las inevitables diferencias y conflictos. En su primera parte, que describe la dura realidad de la decrepitud y la cercanía de la muerte (no sólo la abuela está enferma sino también una de las tías, aquejada por el Mal de Alzhéimer), la realizadora mete el dedo en la llaga de una cuestión que suele causar rispideces en los miembros de cualquier familia: ¿quién cuida a la persona enferma. ¿Quién toma la decisión de internarla (o no) en una institución geriátrica? Son varias las escenas en las cuales se discuten esas cuestiones, pero Pesce las alterna con momentos más felices e íntimos, donde el contacto físico con quien está por morir puede traer el recuerdo de algunos pasajes del cine de la japonesa Naomi Kawase, en particular su notable y muy personal documental Tarachime, que también elaboraba una suerte de (auto)biografía de los cuerpos. Tal vez algunas decisiones en la mezcla de sonido sean discutibles, en particular cuando la película evidencia ciertos diálogos que claramente fueron doblados en posproducción, quizá con la intención de cubrir problemas del registro directo o bien para aportar desde la pista de audio ideas que no surgieron durante el rodaje. La voz en off de la realizadora interrumpe en varias ocasiones la acción y aporta palabras y frases que ingresan en el terreno de lo onírico. Es precisamente el componente poético el que se destaca en un film que bien podría haber caído en el mero exhibicionismo. Nosotras Ellas permite encontrarse con una nueva voz en el cine documental argentino, alejada tanto de las fórmulas establecidas como de la primera persona como mero recurso formal: aquí el “yo” que narra, conduce y describe logra ir más allá de la simple subjetividad de la realizadora.
Sentida película de Julia Pesce que deambula los pasos de un grupo de mujeres reunidas en el calor del verano en una casa. Mientras algunas se despiden, otras llegan para recuperar espacios e imponer sus ideas. El detalle de los cuerpos, la narración en off que hilvana la acción, la cámara como testigo de la vida y la muerte en un film que no pasa desapercibido por la lograda naturalidad que transmite desde su empatía con los personajes/objetos.
PASADO, PRESENTE, FUTURO Si hay un elemento indispensable en el cine, ese es el tiempo: tanto por el montaje de momentos que conforman un todo temporal, como por ese tiempo que integra la construcción misma de la obra (un rodaje no deja de ser un hilo de tiempo que ensambla diferentes individualidades y las organiza en pos de un objetivo común). La directora Julia Pesce, en su notable documental Nosotras/Ellas, invoca de alguna manera estas dos formas posibles del tiempo: por un lado, registra diversos sucesos en la intimidad de una familia (su familia) que dan un sentido de linealidad, a la vez que aprovecha distintas reuniones grupales para edificar ese todo que termina siendo la película. Lo que hay finalmente es un tiempo que se adivina circular, que sintetiza de algún modo la vida, y que viaja inteligentemente de la oscuridad a la luz (de la muerte a los nacimientos), marcando una distancia con mucho del cine contemporáneo que hubiera preferido el sentido inverso. Ante la cámara de Pesce desfilan hijas, tías, madres, abuelas. Los hombres permanecen en un espacio relegado, mayormente en off. A la directora le interesa el hilo de relaciones que se teje entre esas mujeres, pero no necesariamente para marcar una mirada feminista: entiende que en esos vínculos entre congéneres hay algo que permite una mayor conexión ante los dilemas que aparecen, pero fundamentalmente que la intimidad (material fundamental de su película) surgirá de manera más espontánea. Porque en Nosotras/Ellas el cuerpo es indispensable, y no sólo el cuerpo como representación de grupo (mujeres, familia) sino desde su sentido más literal: hay planos que se detienen en cuerpos que se bañan, que se contienen, que se cuidan, que se expresan de una manera directa y sin vueltas. Si en algún momento podemos llegar a dudar del nivel de exhibicionismo que el documental propone, inmediatamente aceptamos la lógica de una película que no entiende esa intrusión desde el sensacionalismo. Que Pesce forme parte de esa familia habilita el razonable filtro del pudor, pero además que ella misma elija no aparecer en cámara también elude la autocomplacencia y la egolatría de tanto documental en primera persona. En Nosotras/Ellas todo arranca con una fiesta de año nuevo. Las mujeres jóvenes se reúnen alrededor de la cama de las mujeres ancianas, que lucen los padecimientos del paso del tiempo tanto en el cuerpo como en la mente. Lejos del lamento o del réquiem, el documental no se detendrá en ese dolor, e inteligentemente avanzará registrando la pérdida a través de los objetos y de aquello que quienes se van dejan atrás: espacios vacíos, fotos, recuerdos. Si la película se vale formalmente de planos y encuadres diseñados con una poética particular, la sustancia de esos vínculos quebrará lo idílico con lo prosaico de lo real: ¿quién se hace cargo de los ancianos? ¿Por qué este familiar no ayuda? ¿Quién se hace presente, quién se ausenta? Sutilmente, Pesce propone un juego de contrapunto entre las imágenes y lo oral, que de alguna manera representa nuestra forma terrenal e irrespetuosa de atravesar lo fantástico del tiempo. En Nosotras/Ellas el dolor y las asperezas aparecen (la revelación de un embarazo es ejemplar), pero nunca como manual de instrucciones de melodrama barato. Y lo fantástico se revela hacia el final, en una secuencia emocionante que involucra un parto acuático. Pesce cierra su película con un alumbramiento, que resignifica mucho de lo dialogado entre esas mujeres (lo fantástico que pone un cierre a las rispideces terrenales) y que se relaciona circularmente con la acechante muerte del comienzo. La noción del paso del tiempo vuelve a aparecer y termina por darle un sentido unívoco al relato documental. Y surge con claridad esa idea del Nosotras/Ellas del título, de cómo somos nada más -y nada menos- que la repetición constante de lo que ya fue. Como dice alguien en el documental: “la vida es un regalo y hacemos con ella lo que queremos y lo que podemos”.
“¡Ay, qué bueno estar con mi tribu!” dice con elocuente satisfacción una de las nueve tías/sobrinas que Julia Pesce filmó durante año y medio para su opera prima Nosotras. Ellas. El sustantivo presente en la exclamación define la naturaleza atávica del vínculo entre las tres generaciones de mujeres retratadas en este documental que se estrenó el 2 de marzo y se proyectará los demás jueves de este mes a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación. La gente del Calefón Cine consiguió una buena fecha para presentar en la Ciudad de Buenos Aires este trabajo decorosamente autobiográfico, afectivo, comprometido. La cercanía del Día Internacional de la Mujer y del Paro Internacional de Mujeres le da un espaldarazo político y mediático a este film que entre 2015 y 2016 se exhibió y obtuvo distinciones en una docena de muestras o festivales nacionales y extranjeros. La envergadura internacional de ese reconocimiento confirma que el origen cordobés de las protagonistas es un dato secundario. En otras palabras, la tribu que Pesce describe con rigurosidad antropológica presenta características universales. El título del largometraje también es elocuente en este sentido. Si bien las tías/sobrinas que aparecen en pantalla son Ellas para quienes no formamos parte de esa familia, también integran el Nosotras que encarnamos las mujeres, aún aquéllas que se declaran ajenas o contrarias a las reivindicaciones feministas que comenzaron a principios del siglo pasado. A partir del retrato de las mujeres de apellido Borghi, Flores, Denti, Pesce, la realizadora reconstruye el recorrido circular de la vida. Comienza a trazarlo con escenas del cuidado de las tías mayores, Judith y Orieta, y lo cierra con la conmovedora escena del parto vertical y domiciliario de una sobrina bisnieta, la bebé de la joven Malena. Las Borghi-Flores-Denti-Pesce honran la memoria incluso, o sobre todo, cuando lidian con el Alzheimer de Tía Orie. Ante éste y otros infortunios, desmienten el mito en torno al sexo débil. La realizadora debutante les rinde un sentido homenaje a estas amazonas contemporáneas que reconocen los elementos principales de la vida: amor, procreación, salud, enfermedad, muerte. La casa espaciosa y luminosa que las sobrinas heredan de las dos tías mayores es la otra gran protagonista de este tributo cinematográfico: la mayor parte de la película transcurre en las habitaciones y en el patio cuidados amorosamente. Nosotras. Ellas marca un nuevo hito en la trayectoria de la productora de largometrajes memorables como Yatasto de Hermes Paralluelo y Ciencias Naturales de Matías Lucchesi, y de la televisiva Nosotros, campesinos de Jimena González Gomeza y Juan Carlos Maristany. Por otra parte, resulta muy promisoria esta presentación en sociedad de Julia Pesce.
La película comienza con el primer plano de unas flores depositadas en un jarrón. En ese momento, la voz en off de la directora, la cordobesa Julia Pesce, irrumpe y quiebra la diégesis contándole al espectador un sueño en el que ella armaba un ramo de flores, y cómo este acto que se repite en el tiempo le hace recordar otras mujeres. “Nosotras · ellas”, la ópera prima de Pesce, es, justamente, un documental que retrata sus actividades cotidianas: un festejo de navidad, un cumpleaños, el baño a una tía abuela con Alzheimer, un día de campo en el que se discute el nombre de su futuro sobrino, instancias episódicas de su vida en relación con las mujeres de su familia. El registro en cámara en mano y la forma –no ser parte de la acción, el uso de planos fijos, las elipsis- en la que se cuentan estas vivencias remiten a los documentales de la realizadora japonesa Naomi Kawase, en los que retrata a su familia -“Katatsumori” y “Ten, Mitake” son ejemplos de su extensa filmografía-. Ambas directoras conjugan el lenguaje cinematográfico con sus experiencias como si fueran diapositivas (¿O por qué no fotografías?) familiares en movimiento. Sin embargo, Pesce no se detiene en los conflictos familiares, como si lo hace Kawase, pero sí toma la nostalgia –dos muertes representadas en fuera de campo con la pantalla negra y una voz en off que describe, con economía y sutileza, acciones habituales de las difuntas- y la extrañeza de un embarazo, luego transformado en júbilo por el nacimiento, como los ejes principales de la narración. Llama la atención que en la película los hombres aparezcan sólo como parte de la puesta en escena. La directora señaló en una entrevista que esta decisión “… no fue una censura (…) sino que en realidad es así las vidas de ellas: los hombres no están presentes (…) Actualmente no tienen pareja o esposo por diferentes motivos”. Esta resolución da cuenta que el documental no detenta contra sus protagonistas, sino que se detiene ante el latente ciclo de la vida para observar, sin prejuicios, sus (re)acciones ante los avatares de lo cotidiano. Puntaje: 4/5