¿Qué sucede con los más chicos cuando los adultos se pelean? En Ónix, la familia está dividida. Por un lado la tenemos a Ana y a su hija Martina (Nai Awada), quien por una disputa que tuvo con sus hermanas, no ve al resto de la familia hace unos diez años. Por el otro lado, tenemos a las hermanas de Ana y a sus hijos. Pero la historia no es sobre Ana, Laura y el resto de la familia adulta. El foco de la historia gira alrededor de Martina y sus primos: Juan (Camilo Cuello Vitale), Anahí (Ailín Salas), Rocío (Macarena Insegna) y el novio de Rocío, Felipe (Nicolás Condito). Estos cinco chicos se reencuentran como resultado de la muerte de su abuelo. Y entre peleas y disputas adultas, ellos empiezan a reencontrarse y a darse cuenta lo que de verdad les importa a ellos. Filmada en Villa Mercedes y La Toma, la película resalta la belleza de los pueblos argentinos. En esta película supieron utilizar las ventajas de estos pueblos en pos de la narración y los mezclaron con una interesante mezcla de personajes. Los primos buscan descubrir quiénes son ellos dentro de la familia y cómo va a ser la relación entre sí. Después de todo, el verdadero conflicto se desarrolla en torno de ellos y sus decisiones a venir. De Martina y los demás depende decidir si van a dejar que los problemas de otro los separen o van a surgir del conflicto y unir a la familia a partir de su generación. Es una historia simple y que todo el mundo puede relacionarse. Los personajes son complejos y reconocibles, son personas que cualquiera se ha cruzado en algún punto de su vida. Básicamente, son muy humanos y la historia se desarrolla a un paso continuo y dinámico. En su totalidad, es una película completa y muy entretenida, que lleva el drama familiar a la pantalla de una forma que nos habla a todos, a un nivel u otro.
La herencia Tras su debut con la melancólica Últimas vacaciones en familia (2011), el joven Nicolás Teté regresa al cine con la misma impronta temática abordada en su ópera prima pero demostrando un gran crecimiento tanto en la dirección como en lo autoral. La segunda película de Teté mantiene algunos elementos ya utilizados en su primera obra, y que podrían ser un rasgo distintivo dentro de su filmografía. En Ónix vuelve a utilizar la ciudad puntana de Villa Mercedes como espacio de un relato sobre reencuentros y despedidas, tópico también presente en su antecesora. Además de repetir a varios de sus actores ya fetiches. Martina (gran actuación de Nai Awada) llega a Villa Mercedes junto a su madre para asistir al funeral de su abuelo fallecido repentinamente. La familia se encuentra distanciada por problemas económicos y no solo debe enfrentar la dolorosa situación de una muerte, sino también la del reencuentro con sus primos. Lo que en un principio es de rechazo, a medida que pasen las horas la tensión irá aflojando, el drama mutando en comedia y las peleas (inexistentes) en reconciliaciones. Ónix, referencia a la cantera familiar, es una película sobre despedidas, encuentros, herencias y mandatos. Pero no sólo respecto a lo económico sino a lo emocional. Con una despedida materializada en un abuelo que muere y la adolescencia que se va, pero también en una tensión familiar que heredaron de sus padres y que ninguno tiene muy en claro el por qué. Y un rencuentro que más allá de lo familiar tiene que ver con el de uno mismo. Teté trabaja muy inteligentemente el interior de los personajes, opuestos en muchos sentidos pero iguales en otros. No sólo hay un gran trabajo interpretativo de Nai Awada, quién tendrá el punto de vista de la historia, sino que además está acompañada de un increíble Camilo Cuello Vitale, la siempre interesante Ailín Salas, y la presentación de Macarena Insegna como el cuarteto de primos que junto a Nicolás Condito, como el novio de ésta última, hacen de las suyas. También se destaca la puntana Many Díaz, que si en Últimas vacaciones en familia actuaba en un registro más teatral ahora le encuentra el tono adecuado a esa madre desencadenante de todas las disputas (o al menos a la que culpan). Más allá de algunas historias que se abren innecesariamente (el resto de los primos no se entiende muy bien para que están sino aportan nada y casi no aparecen) y otras que no quedan demasiado claras, el rol de los padres de los personajes de Ailín Salas y Camilo Cuello Vitale por ejemplo, Ónix marca un crecimiento de Nicolás Teté, donde a pesar de estos cuestionamientos se afianza como un director al que no habrá que perderle pisada.
Al cine argentino le sobran exponentes ambientados en las calles de Buenos Aires, sobre todo de la Capital Federal. Sin embargo, hay films notables realizados en las diversas provincias que componen el país. Es cierto que la mayoría de las películas rodadas en el interior suelen caer en pintoresquismos for export, en especial cuando se trata de producciones industriales. Pero cuando son creaciones íntimas de directores nativos de aquellos parajes, surgen films únicos, con su propia idiosincrasia, cuidados desde lo estético y lo narrativo, y muy lejos de preocuparse por vender centros turísticos. Décadas atrás, Fernando Birri puso a Santa Fe en el panorama cinematográfico gracias a su trabajo (incluyendo la fundación de Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral), y en este momento Córdoba ya es cuna de una interesante generación de directores. Tampoco se debe olvidar lo que Lucrecia Martel hizo por Salta. Santa Luis ostenta su propio estudio, San Luis Cine, involucrado en producciones de la talla de Iluminados por el Fuego (2005). Salvo algún caso aislado, se trata de largometrajes que rápidamente caen en la intrascendencia. Sin embargo, el cineasta más interesante de la región viene trabajando al margen de los presupuestos abultados y silbando bajo: Nicolás Teté, responsable de Ónix (2016) Cuando su abuelo muere, la joven Martina (Naiara Awada) viaja con su madre a su San Luis natal. Allí se reencontrará con familiares que no veía desde hace años, especialmente sus primos, de la misma edad que ella. Al principio la ven como una desconocida, pero de a poco se irán recuperando lazos, algo crucial en horas de luto. Como en su debut, Últimas Vacaciones en Familia, Teté vuelve con otra historia familiar ambientada en territorio puntano, pero esta vez poniendo énfasis en los personajes sub 25: la relación entre ellos, sus angustias, su sentido del humor, la manera en que lidian con el dolor y la pérdida. El director presenta a estos jóvenes con autenticidad y frescura, sin caer en poses ni en golpes bajos. Naiara Awada y Camilo Cuello Vitale (con quienes el director había trabajado en Últimas Vacaciones…) encajan a la perfección en la idea de Teté, lo mismo que la siempre interesante Ailín Salas. Ónix muestra cómo los nuevas generaciones enfrentan problemas cruciales de la vida (y la muerte), además de evidenciar la evolución de un cineasta.
LA NIÑEZ PERDIDA LOS RECUERDOS REENCONTRADOS Un film sobre la infancia perdida cuando todavía no se es adulto. La muerte del abuelo, los mayores de la familia sacándose los ojos por lo material que queda con la carga de reproches de años de silencio. Y los adolescentes uniéndose en el afecto y el recuerdo, armando un homenaje especial para quien fue importante en sus vidas. Con un elenco de sensibles actores Ailin Salas, Nicolás Condito, Nai Awada, Camilo Cuello Vitale, Macarena Insegna el director Nicolás Tete logra el clima mágico de una nostalgia no tan lejana que augura el paso a la adultez y el olvido. Un grupo de jóvenes obligados a estar juntos que inician un viaje de recuerdos gratos.
Un noble retrato de reencuentro familiar y recuperación de la amistad en medio del dolor en el fin de la adolescencia y la inminencia de la adultez. Martina (Naiara Awada) es una adolescente que viaja con su madre a Villa Mercedes para el funeral de su abuelo. Ella no ha vuelto a San Luis en 12 años y, por lo tanto, casi no reconoce a sus tres primos (Camilo Cuello Vitale, Macarena Insegna y Ailín Salas). La recepción de ellos es más bien fría, la dejan afuera de las charlas, es víctima de varios equívocos, ella se siente incómoda y, para colmo, entre los adultos está todo mal por problemas con la empresa de mármol ónix que posee la familia. Sin embargo, entre el dolor por la muerte del patriarca y los fuertes enfrentamientos entre sus madres, va surgiendo entre este quinteto juvenil (se suma a ellos Nicolás Condito) una progresiva conexión y afinidad. Están en un momento clave de sus vidas, ese límite impreciso entre el fin de la adolescencia y la inminencia de una adultez que los asusta bastante. Entre tragos y paseos, entre confesiones y bromas, irán recuperando de a poco los sentimientos que parecían sepultados desde la infancia. En su segundo largometraje tras Ultimas vacaciones en familia (2011), Nicolás Teté transita en su provincia natal caminos que el Nuevo Cine Argentino ha recorrido ya varias veces (el cine de Ezequiel Acuña parece uno de sus principales referentes) y, si bien hay algo de déjà vu en la deriva, la película regala una naturalidad y una sensibilidad que se agradecen. Onix funciona mejor cuando la interacción se da entre los jóvenes que cuando indaga en el mundo adulto (por suerte, en un lejano segundo plano). Se trata de una película pequeña, noble, melancólica y serena, jamás pretenciosa ni mucho menos ostentosa, que reivindica el placer de los descubrimientos, del crecimiento en medio del dolor y de los momentos compartidos.
CON ESTILO JUVENIL Y HUMORISTICO En su segundo largometraje, el director Nicolás Teté aborda el viaje de una joven a la ciudad donde vive su familia materna y lo que surge del reencuentro con sus primos a los que hacía tiempo que no veía. Con estilo juvenil y humorístico, Onix parece emparentarse con un estilo de film y series nacionales que vienen circulando hace un tiempo como Vóley o Tiempo libre y la local Barrenador, estas dos últimas hechas para Internet. Este tipo de propuestas se apoyan en lo bizarro y ridículo para provocar la risa, y el film de Teté lo logra por momentos. Si bien Onix tiene varios aciertos, la película no logra ser una producción homogénea: hay momentos en los que el humor funciona muy bien y otros en los que hace agua. Esto se ve acentuado por las diferencias entre los actores. Por un lado Camilo Cuello Vitale y Ailín Salas sobresalen con muy buenas composiciones, mientras que los demás intérpretes no ofrecen su mejor cara. Cuello y Salas resaltan porque explotan un humor con estilo propio. Pero como decíamos, la película es despareja y se adivinan varios aciertos a la hora de mostrar a los protagonistas entre lo cotidiano y lo estrafalario, por otra parte ese registro como de “vida en vivo” pierde ante la evidente locura que se oculta.
Segundo largometraje de Nicolás Teté en el que se mete de lleno con un grupo familiar y las derivaciones a partir de la muerte del abuelo de ellos. Una madre y su hija llegan a un pueblo del interior y son en un primer momento rechazadas por todos. Pero a medida que los días pasan, los rencores y prejuicios van dejando lugar a la comunión y empatía. Teté filma honestamente, su cámara se pone a disposición de los personajes, con los que juega y a la vez enamora para ofrecer una historia simple, con la familia como vector y la música como disparador de situaciones. A seguir de cerca la obra del realizador.
Puentes entre adolescentes Historia de reencuentros familiares a partir de un hecho desgraciado, la segunda película de Nicolás Teté (Últimas vacaciones en familia) es sencilla, eficaz y emotiva. Una jovencita llega a San Luis para asistir al velatorio de su abuelo, un personaje querido en su pueblo, y allí debe convivir un par de días con sus primos, a los que no ve hace rato. Primero hay frialdad y distancia, pero de a poco la relación entre ellos se va estrechando, se independiza de los conflictos que persisten entre los adultos. Ónix tiene buenas actuaciones, un humor suave e inteligente y un sólido trabajo de puesta en escena. Su mayor fortaleza es la virtuosa exploración de los vínculos entre esos adolescentes que transforman un momento difícil en la oportunidad para tender puentes. Y ahí es donde cobra vital importancia el desempeño de un elenco suelto y cargado de gracia que ilumina un relato que arranca con un tono lúgubre y de a poco se va poblando de colores.
Crítica emitida por radio.
Nicolás Teté es un jóven cineasta que sorprendió hace unos años con "Ultimas vacaciones en familia", un retrato entretenido que giraba sobre el difìcil momento de disolución del grupo primario. Bien logrado, hecho de forma independiente, era la señal de que un curioso y creativo cineasta se estaba formando. Y ahora, con más producción (base San Luis) y un guión más ancho y complejo, nos llega su nuevo trabajo: "Onix". Este es un relato familiar también. Una historia de duelo, encuentros y situaciones que juega a dos bandas, el mundo de los adultos (pintado con pocos tonos) y el de los adolescentes, auténticos protagonistas del film, los primos que se reencuentran después de mucho tiempo, en una coyuntura difícil, la muerte del querido abuelo... Para colmo de males, además de lidiar con el duelo, el problema es la división de los bienes. El hombre tenía un negocio que se dedicaba a comercializar onix, (de ahí el nombre de la peli), y con su ausencia, los herederos directos comienzan a discutir las razones del estado de la fábrica y lo que llevó a los problemas actuales de financiamiento de dicho negocio. La trama presenta, como ya dijimos, los instantes posteriores a la partida física del abuelo. Desde Buenos Aires, Martina (Naiara Awada) viaja con su madre a Villa Mercedes a reunirse con la familia. Sus primos al principio la reciben muy fríos y a eso se suma la complicada interna entre los grandes. Pero, con el correr de algunos eventos, los chicos se van aflojando y aflora la onda entre ellos. Hay música (Ailín Salas canta el tema principal de la cinta y lo presenta en una mini reunión de los chicos), confesiones, juegos y todo lo que puede esperarse de un grupo de adolescentes, tratando de sobreponerse a una noticia fuerte. Los diálogos son naturales y espontáneos. Teté sabe bastante cómo retratar este universo y su fuerte es el abordaje de esa trama vincular. No sucede lo mismo cuando hablan los adultos (esas discusiones podrian ser más elaboradas), pero por suerte, ellos aportan lo justo y necesario. Si creo que el director desarrolla un cuerpo de emociones prolijo y logra un flujo constante de energía, merced a los buenos valores de su elenco, donde se destaca Macarena Insegna entre varios jóvenes intérpretes. Otro paso adelante de Teté, quien ya es un director al que hay que mirar con expectativa.
Pasaron más de diez años desde la última vez que Martina (Nai Awada) estuvo en la casa de sus abuelos en Villa Mercedes, San Luis. El motivo de la ausencia en todo ese tiempo fue causado por una discusión acerca de la empresa familiar de mármol onix entre su madre y su tía, pero claro que los perjudicados fueron los niños. Ahora tiene que volver con motivo del fallecimiento de su abuelo, quien ya estaba enfermo pero nadie les había avisado. Al llegar, la abuela la abraza fuerte, la tía con distancia y el reencuentro con Felipe (Nicolás Condito), Rocío (Macarena Insegnai) y Anahí (Ailin Salas), los primos con los que jugaba en su infancia, le genera cierta incomodidad. Actualmente son todos unos veinteañeros, algunos viven en Rosario, otros en Córdoba. Martina es “la de Buenos Aires”.