Extrañísimo documental sobre una de los hechos más bizarros de la historia: la delirante aparición en el 2000 ante las cámaras de Crónica TV de los guerrilleros del comando “Sabino Navarro” anunciando el comienzo de una absurda lucha armada con apoyo de las FARC y los zapatistas. Los protagonistas del episodio se comieron diez años de cana y ahora cuentan la verdad sobre un extraño episodio que mezcla política, pobreza y operaciones de prensa. Los argentinos estamos todos locos.
El día que paralizaron la Argentina En abril de 2000, las señales de noticias Crónica TV y Radio 10 cubrieron con un gran despliegue -con móviles en directo y con el tono ampuloso y por momentos amarillento que las caracteriza- un supuesto levantamiento armado del autodenominado Grupo Comando Sabino Navarro (en homenaje a un militante montonero), en una experiencia que remitía al movimiento zapatista y que -según se explicaba en pantalla- involucraba a temibles guerrilleros entrenados por las mismísimas FARC colombianas. A las pocas horas, cuando la sociedad ya había entrado en pánico, se supo que aquello no era más que una farsa montada por tres veteranos piqueteros de Concordia, Entre Ríos. Casi una década más tarde, Herzog logró que Juan María Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero recordaran y recrearan esos hechos (consiguió incluso que "actúen" sus personajes), mientras apela también al falso documental para analizar el papel de los medios de comunicación en la construcción (artificial) de las noticias y esa suerte de doble manipulación (la de los protagonistas a los periodistas y, en definitiva, la de los canales hacia su audiencia). La historia es apasionante, el relato es más que interesante en su híbrido entre documental y ficción y varios de los recursos a los que apela Herzog (un director a tener en cuenta) son creativos, pero el film abre quizás demasiadas ramificaciones, una decisión que le impide profundizar y que, por lo tanto, le hace pierde algo de impacto. De todas maneras, se trata de una apuesta arriesgada con no pocos logros y hallazgos. Un muy digno exponente de la corriente más ligada a documental autoral que viene de obtener gran cantidad de premios en festivales locales y extranjeros luego de su estreno en el Festival de Mar del Plata del año pasado.
Un día del año 2000, los canales de televisión transmitieron desde Concordia, Entre Ríos, la noticia de que un grupo guerrillero se preparaba en los montes para entrar a la lucha armada, en respuesta al estado de injusticia que vivía el pueblo. Su líder, encapuchado, manifestaba ante las cámaras que se había entrenado con las FARC en Colombia y con el ejército zapatista en México. Frente a esa noticia bomba, todos los medios calentaron la atmósfera informativa, mientras la población se mantenía en vilo. Poco se tardó en identificar a los autoproclamados “combatientes” y en saberse que todo había sido una operación mediática de un grupo de activistas sociales y piqueteros de la zona, en un intento por llamar la atención del país sobre una región pauperizada, donde la desocupación y la crisis estaba llegando a niveles alarmantes, sin reconocimiento del gobierno, entonces radical. El debutante Nicolás Herzog reconstruye aquellos hechos rescatando los registros que entonces realizó la radio y la televisión, sobre todo los del canal Crónica, el medio que de la manera más irresponsable y ridícula había caído en la trampa. Registra también los testimonios de los protagonistas, que viven un cierto grado de mitomanía, y por momentos se reconstruye o ficcionaliza aquella historia. Herzog trabaja su documental como si fuera un film noir, con un régimen de la imagen nocturno y oscuro, y una estética difusa y borrosa, como lo es la historia que relata. Al mismo tiempo, pone en evidencia el dispositivo cinematográfico y el proceso de producción de la película, complejizando su estructura. Más que resultar una denuncia sobre una situación social, éste es un documento de la manera en que cierto periodismo construye una noticia, a veces sin corroborar la autenticidad o veracidad de los hechos. Herzog dice inspirarse en los grandes realizadores del documental actual, pero Orquesta roja -que ganó el premio principal del reciente Festival Río Negro Proyecta- queda en el marco de algunas limitaciones de realización y desarrollo narrativo.
Red de mentiras Notable documental sobre un curioso hecho político. Orquesta roja cuenta un episodio “político/mediático” muy curioso de la historia argentina reciente que parece de ficción. Pero fue cierto. Y el ingenio y originalidad de esta opera prima de Nicolás Herzog es trabajar el tema desde varios ángulos y con varios formatos, pasando desde el documental tradicional de entrevistas a momentos ficcionalizados y a un “detrás de cámara” que, finalmente, deja por sentado que todo lo que se cuenta es, finalmente, una construcción mediática. El episodio en cuestión tuvo lugar en Concordia, Entre Ríos, en abril de 2000, cuando Crónica TV transmitió en vivo entrevistas a un grupo guerrillero que, al mejor estilo zapatista, anunció que se preparaba para tomar las armas e iniciar una serie de atentados. Con el canal y Radio 10 difundiendo la noticia, el resto de la prensa se sumó y no tardaron en aparecer las autoridades políticas. Lo cierto es que el comando guerrillero del “Chelo” Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero era bastante menos peligroso de lo que se pensaba: eran militantes piqueteros que armaron una puesta en escena, exagerada, con pasamontañas y todo, que el canal no sólo compró sino que hasta estimuló, generando una de esas tantas “situaciones reales” que son pura ficción, como las que pululan por la pantalla a partir de “peleas” entre famosos o los “reality” shows. Orquesta roja se centra en los testimonios actuales de los tres integrantes de ese “Comando Sabino Navarro”, recordando la situación (y el detrás de escena de aquel momento) y observando la cobertura mediática que se hizo en el momento. Otras entrevistas (a políticos y periodistas que estuvieron allí) y algunas reconstrucciones de la situación sirven para armar un filme que, a su vez, se “muestra” a sí mismo para terminar armando una cadena de ficciones en la cual queda claro que no hay película que no sea una puesta en escena. Y que tanto la vida, como el cine, siempre dependen de un ojo que mira. Y que está dispuesto a creer en lo que ve.
Cuando el Hombre Muerde al Perro En medio de la guerra por la nueva ley de medios, la lucha contra los monopolios y el cuestionamiento sobre la manipulación de la información se estrena Orquesta Roja, ópera prima de Nicolás Herzog (nada que ver con Werner). Nos tenemos que remontar diez años atrás para entender de donde proviene la verdadera historia de estos personajes. Concordia. Desocuoación y pobreza. Un grupo de militantes de izquierda lideradas por desempleados como Juan María “Chelo” Lima, Carlos Sánchez y la joven Patricia Rivero, pedían al gobierno que se ocupe de estos problemas. Cuando los noticieros no quisieron cubrir más los cortes de ruta, para volver a llamar la atención, hicieron un convenio con Crónica TV para que transmita un falso video, donde los miembros del partido se hacen pasar por un grupo guerrillero denominado “Comando Sabino Navarro”, se ponen cazamontañas y simulan que entrenan en un monte junto a las ruinas de una vieja iglesia. El tiro les salió por la culata. En vez de enfocarse los medios en difundir el mensaje, el pedido del “Comando”, la policía y el ministro del interior de entonces, Federico Storani salieron a su búsqueda y los cazaron rápidamente. Como dice un anciano de la zona, “el problema fue que ustedes se convirtieron en el hombre mordiendo al perro". O sea, terminaron siendo noticia ellos y no su causa. Herzog reconstruye los hechos poniendo en ridículo a los medios locales y con la complicidad de los implicados (Chelo, Carlos y Patricia) que a la distancia pueden analizar los hechos con frialdad y haberse arrepentido de reaccionar de esa forma. Sin embargo, el director, de esta forma logra tres cometidos muy interesantes: En primer lugar, denuncia la manipulación que un medio amarillista como Crónica TV hace con sus notas, el morbo que rodea a los noticieros, y la forma en que la información llega a la población. En segundo lugar, permite darle espacio a los “culpables” de expresarse y contar su versión de los hechos frente a cámara, algo que no tuvieron en el momento de su detención, cuando solamente fueron exhibidos como locos (e incluso quería hacerles firmar un papel de que estaban insanos) Por último denuncia, la falta de compromiso que todavía hay hoy entre los gobiernos y la población del interior del país, la ineptitud de la justicia y los sucios arreglos que hay entre los políticos y los medios. Es muy interesante como los protagonistas se logran tomar con humor lo que hicieron, y el nivel de autoconciencia e ironía que le imprime Herzog a la reflexión de cómo se forma un grupo guerrillero hoy, un poco como hizo el estadounidense Jim Finn en Perú con el falso documental: La Trinchera Luminosa del Presidente Gonzalo (vista hace tres BAFICIS atrás). A la hora de recrear lo vivido el director combina un relato en primera persona (como si fuera un noticiero) con imágenes más plásticas creadas a partir de sombras, encuadres muy bellamente fotografiados de los cielos y la geografía de Concordia, para terminar en una especie de video clip reinvindicadora del protagonista con el tema “Post Crucifixión” de “Pescado Rabioso” sonando de fondo (igual que en Sin Retorno, estrenada hace una semana, pero de forma más justificada). Si bien empieza con gran ritmo, pasando los 45 minutos, este decae un poco, y ciertos pasajes se tornan monótonos y repetitivos en el final. También sería muy interesante que el film pueda ampliarse y exhibirse en material fílmico, de esta manera se podrá apreciar más la fotografía. Igualmente, lo cierto es que Orquesta Roja parte de un hecho anecdotario para analizar el rol que ocupan ciertos medios de comunicación hoy en día y lo fácil que resulta hacerle creer cualquier cosa a la gente. No por nada, la película comienza con una frase del personaje (y el director) más manipulador que hubo en la historia del cine, Charles Foster Kane. Es que en sí, lo que hacen los protagonistas con la película es lo que Kane no puede hacer con su vida: admitir su error. Quizás porque son humanos y no un “medio” (el staff de “Crónica” nunca se animó a dar la cara en el documental). Ahora bien, ¿dónde empieza la propia manipulación de Herzog y donde la libertad que les concedió a los protagonistas para revivir el relato tal cual fue? Eso no lo sabremos. Deberemos confiar en Herzog como confiamos en “Crónica TV”.
Las patas de la mentira Luego de su exitoso paso por el Festival de Mar del Plata y de recibir numerosos premios en los más diversos certámenes nacionales se estrena en el Cine Gaumont e Incaa Doc. Orquesta Roja (2009). La ópera prima de Nicolás Herzog centra su relato en como los medios de comunicación pueden manipular la información y llevarla a extremos de falsedad absoluta. Orquesta Roja exhibe el artificio de la construcción que Crónica TV y Radio 10 hicieron con el Comando Sabino Navarro, una apócrifa organización guerrillera que supuestamente invitaba al levantamiento en armas de una sociedad harta del maltrato y el olvido estatal. A mediados de 2000, ambos medios confabularon una historia de ribetes cinematográficos cuando, en medio de la “llanura” de Concordia, dialogaron en “exclusiva” con José María Lima y Carlos Sánchez, los encapuchados “comandante” y “sub-comandante” del inexistente grupo insurrecto. Días después, se supo de la farsa. Crónica TV y Radio 10 sepultaron su credibilidad y los revolucionarios, su libertad. Ambos pasaron un mes en la cárcel. Rodada durante los tres últimos inviernos, es entonces el reverso de La Crisis causó dos nuevas muertes (2006), documental que analiza la manipulación que Clarín hizo con las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, asesinados por la policía durante la toma del Puente Pueyrredón en 2002: Ahí el medio ocultaba noticias, faltaba a la verdad. En este caso, el medio no falta a la verdad, sino que la crea. A través de la mezcla de géneros Orquesta Roja logra un pintoresco retrato acerca de los medios de comunicación y el poder que ejerce cada uno de ellos, no sólo sobre la gente sino sobre un país. Tema que en los últimos meses ha estado en boca de todos y que Herzog cuestiona fundamentando cada una de las aristas por las que la historia transitó.
Mentiras verdaderas a orillas del río En abril del año 2000, una noticia explotó en las pantallas de Crónica TV: un supuesto grupo de militantes entrerrianos pasaba a la clandestinidad y tomaba las armas. El film de Herzog explora los restos de esa ficción construida para y por los medios. Si es cierto aquello de que la tragedia tiende a repetirse como farsa, la ópera prima de Nicolás Herzog intenta demostrar que, en tiempos donde la visibilidad sólo se logra a través de la operación mediática, las tonalidades de la historia reciente pueden acercarse a la bufonada lisa y llana. El hecho puntual que da origen a Orquesta roja, investigación documental con algo más que una pizca de ficción, retrotrae al espectador a los años del gobierno de la Alianza, período de temblores sociales y crisis de toda clase. Una era marcada por el nacimiento, como reacción a la realidad cotidiana, de decenas de grupos de militantes y piqueteros, en principio ajenos a la actividad política más tradicional. Algo en las bases parecía cambiar, aunque los reclamos sociales no se diferenciaban demasiado de los históricos gritos de igualdad y justicia. En ese contexto, el 5 de abril del año 2000, una noticia explotaba con clásicas letras blancas sobre fondo rojo en las pantallas de Crónica TV: el Comando Sabino Navarro, un supuesto grupo de militantes de Concordia, provincia de Entre Ríos, pasaba a la clandestinidad y tomaba las armas, llamando a la insurrección civil inmediata e intransigente. Horas más tarde, la verdad se imponía con toda su fuerza. La tensa situación no había sido sino una operación periodística, orquestada en conjunto con un pequeño grupo de militantes encabezado por José María “Chelo” Lima. La idea tenía, por un lado, el noble objetivo de llamar la atención sobre la paupérrima situación de desempleo y marginación de Concordia, utilizando las armas de la exposición mediática, construyendo una falsa pero excitante realidad momentánea. Por el otro, acaparar el rating con las herramientas más antiguas del mundo: el morbo, la sorpresa y el miedo. La noticia (la falaz y sus corolarios bien reales, que incluyeron la prisión en cárceles comunes de los protagonistas) ocuparon las páginas de los diarios y la programación de los noticieros durante semanas, pero hoy pocos recuerdan aquel día en que las actividades guerrilleras parecieron retornar a la Argentina. Nicolás Herzog viajó a Concordia para encontrarse con los tres personajes centrales de aquella historia: el propio Chelo Lima, su amigo y compañero de militancia Carlos Sánchez, y Patricia Rivero, otrora voz cantante en piquetes y cortes de ruta, ahora alejada de cualquier actividad política. Orquesta roja se vertebra, entonces, a partir de diversos recursos narrativos paralelos, que incluyen la tradicional entrevista, pero también la reconstrucción de los hechos –en algunos casos, con los protagonistas reales “haciendo de sí mismos”– y el uso de material de archivo audiovisual y gráfico. La primera mitad del film logra construir un relato atractivo y por momentos intenso, donde el andamiaje periodístico de la noticia es expuesto en toda su barbarie (resulta iluminador comparar las imágenes del comando de encapuchados dando la famosa entrevista con las “peleas” de famosos que ocupan las pantallas de TV mañana, tarde y noche). La película misma expone algunas de las huellas de su construcción al dejar en la pista de audio expresiones como “acción” o “corte”, amén de la aparición esporádica de la claqueta. El documentalista no puede evitar cierta fascinación –lógica, en última instancia– por sus sujetos, particularmente por la figura del Chelo, quien por momentos deja entrever cierta cualidad de mitómano consumado. Pero al mismo tiempo ese encandilamiento le impide aportar un punto de vista claro sobre el material que tiene entre manos, algo que no tendría mayor relevancia si se tratara de un documental de observación tradicional, pero que resulta central en una película que reflexiona sobre las costuras de los medios audiovisuales. No es casual que a partir de determinado momento, que coincide con la escena en la cual Lima y Sánchez son detenidos delante de las cámaras de la televisión local, Orquesta roja se pierda en meandros de relativa importancia, repitiendo conceptos y estirando innecesariamente algunas escenas. Más allá de la prolijidad técnica y el cuidado en el montaje, que demuestran el profesionalismo con el cual fue abordado el proyecto, Orquesta roja termina rozando cierta superficialidad, que la icónica imagen final del Chelo, vestido como un falso Che y rodeado de gomas en plena combustión, no hace más que confirmar.
Argentina mediatizada. Entre el documental y la ficción, el film de Herzog (el primer largometraje de este santafecino periodista y productor de video clips y publicidades) pone de manifiesto cómo los medios masivos de comunicación son capaces de construir la realidad, la manera en que éstos manejan la agenda y manipulan la opinión pública. Rico en una seductora fotografía, Orquesta Roja se vale de imágenes que recuerdan al expresionismo alemán de principios de siglo mezcladas con las de un realismo único y otras más bien metafóricas. La presencia de las cámaras y equipo técnico no es disimulada; desde el principio están ahí para mostrarse y hacer hincapié en que todo lo que ocurre en Concordia es una puesta en escena. La música utilizada cumple en el film una función dramática. El relato cuenta cómo un grupo liderado por José María Lima (interpretado por él mismo), político de la zona cansado de la pobreza y hambruna de su pueblo, elige movilizarse y hacer conocer al resto del país la situación de uno de los lugares más pobres de la Argentina de finales de los noventa. Herzog convenció tanto a Lima como a sus compañeros Carlos Sánchez y Patricia Rivero para que cuenten qué pasó aquellos días en los que, encapuchados, hicieron creer a toda la Argentina que un grupo fuertemente armado, y en contacto con las FARC, estaba dispuesto a dar su propia vida en una lucha contra el sistema que los ahogaba económicamente. Lo valioso de Orquesta Roja es justamente la elección de un episodio con personajes que, al igual que las noticias, desaparecieron de las tapas de los diarios y de las pantallas de la televisión de un día para el otro, como si nada hubiera pasado. Pero más que el hecho en sí, se rescata aquí el papel de un canal televisivo cuyas placas rojas se nutren de casos resonantes y de una radio a la que escucha todo el país. La historia decae un poco en el último tramo, igual que el hecho que generó una noticia que no era tal; quizás esto sea adrede, para demostrar así las debilidades del sistema informativo. Material audiovisual de archivo, charlas, testimonios directos e imágenes recreadas construyen una historia que fue mitad verdad, mitad mentira y que, pese a esto último, sirvió para mantener una audiencia alta. Orquesta Roja es una verdadera evidencia para todos los que se dedican a investigar el alcance de los medios y su influencia en la opinión pública.
Diez años no es nada. Como Tinta roja, la película de la productora Cine Ojo que se maravillaba con las prácticas cotidianas de la sección policiales del diario Crónica, Orquesta roja de Nicolás Herzog también habla del periodismo. Solamente que, a diferencia de lo que hacían Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, Herzog no analiza la rutina mediática sino que hace foco en un acontecimiento extraordinario: la presentación televisiva y radial del grupo Comando Sabino Navarro, en abril de 2000. Detrás de las máscaras y uniformes que salieron al aire por las cámaras de Crónica estaban Juan María Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero, tres militantes cuyas vidas habrían de cambiar radicalmente a partir de ese reportaje clandestino inflamado de retórica revolucionaria. Después se supo que esa entrevista no fue más que un encuentro pautado entre Crónica y tres líderes piqueteros que, tratando de mantener el interés de los medios masivos por los cortes de ruta en Concordia, se jugaban al todo o nada inventando de la noche a la mañana un comando con aires de guerrilla que defendía la lucha armada. Casi sabiendo que una investigación netamente periodística del hecho no sería un abordaje adecuado para un acontecimiento de esas proporciones, a la representación de Crónica y de los integrantes del comando, Herzog opone otra representación, esta vez cinematográfica, que se nutre de lo popular y hasta del aliento mítico que desde hace diez años rodea el nombre de Sabino Navarro. Los protagonistas de Orquesta roja recuerdan, se detienen gozosos en las memorias de esos días como si se tratase de un tiempo heroico en el que todavía se podía pelear por un mundo mejor. La película les brinda el marco ideal para sus nostalgias recortándolos contra las llanuras de Concordia, o devolviéndoles las imágenes de atardeceres rojizos en los que el horizonte entrerriano parece hacerse eco de las estampas fordianas de Monument Valley. Herzog magnifica con la lupa poderosa del cine los efímeros pasos por la historia argentina de los tres protagonistas y hace de su acción política una gesta épica, toda una lucha mediática (porque de armada efectivamente no tuvo nada) por la justicia social. La clave que arrojan los testimonios de los entrevistados, ya sean piqueteros, periodistas o gente del pueblo, es que la estrategia empleada por los miembros del Comando es la que los llevó al fracaso: los mismos medios que los dan a conocer a todo el país son los que después los juzgan y condenan, primero reprobando sus consignas y después burlándose de ellos. A pesar de eso, Carlos y Juan guardan una enorme cantidad de recortes de diario con las noticias que rodean al Comando y a ellos; esos recortes vienen a ser una especie de huella impresa sobre la historia argentina que los protagonistas conservan incluso sabiendo la responsabilidad que tuvieron los medios en la caída del movimiento. Uno de los últimos planos, que muestra desde lejos a Carlos y a Juan caminando mientras hacen un balance de estos diez años y parecen planificar futuras luchas, los termina de pintar como eternos Quijotes dispuestos a continuar la batalla, aunque en su discurso no quede para nada claro por qué militan, si por mejoras sociales, contra el poder político de turno o por un cambio de conciencia de la sociedad. Sus objetivos y argumentos en la actualidad son tan poco precisos y prácticos como los que enumeraba Carlos en abril de 2000 a las cámaras de Crónica. Esa suerte de coherencia es el núcleo duro de la ópera prima de Nicolás Herzog y también el corazón alrededor del cual el director construye un documental preocupado más por la poesía y el mito que por la rigurosidad investigativa y la información de corte periodístico. Como si una ficción enderezara la otra, el final, con Carlos uniformado (haciendo nuevamente de Subcomandante Carlos) parado entre gomas prendidas fuego en el medio de la ruta, intenta ser un ajuste de cuentas tardío pero fundamental con esa representación fallida y malograda llevada a cabo frente a las cámaras de Crónica hace casi una década.
“Orquesta Roja” es una historia real. Sucedió y muchos compraron la noticia. Todo empezó el 5 de abril de 2000, en Concordia, Entre Ríos. Dos importantes medios de comunicación transmiten en vivo y en directo, desde la ciudad más empobrecida del país, donde un grupo guerrillero se prepara para “entrar en guerra” contra el orden establecido. Detrás de un pasamontañas, el lider del “Comando Sabino Navarro” se atribuye flamantes atentados, y dice tener conexión con las FARC en Colombia y con los zapatistas en Chiapas. La noticia es una bomba mediática y millones de personas siguen con preocupación las transmisiones. Sin embargo, para esa misma tarde, ya era público que todo había sido una puesta en escena de José María “Chelo” Lima, Carlos Sánchez y Patricia Rivero, militantes sociales y líderes piqueteros de la región. Diez años después de la cárcel y la condena social, Nicolás Herzog los convence para que relaten, y hasta actúen, escenas de su propia historia. Sin embargo, “Orquesta roja” no es sólo esa película, sino un cruce entre su making of, cine dentro del cine, policial negro y documental, sobre el papel de los medios de comunicación (y el cine) en la construcción de esa ficción que llamamos realidad. Nicolás Herzog, su realizador, en forma lenta va narrando esta historia que nos termina enseñando que no siempre hay creer a pie juntillas las noticias que nos trasmiten los medios de comunicación. Quizá la obra pierda un poco de ritmo en la primera media hora y hace que al espectador nada lo sorprenda hasta el final. Para este cronista el filme plantea una moraleja muy interesante: la vida es una puesta en escena y en éste caso la noticia se convierte en un reality.
Guerrilleros por un día Sabremos cuáles son las tendencias del novísimo documental en el mundo a partir del proximo 15 de octubre cuando empiece el DocBsAs, con proyecciones de películas producidas en 2010, lo último de Huillet, de Comolli o de Guerin. Por lo pronto, este jueves de estrenos en Buenos Aires se presentan 4 documentales argentinos,Adolfo Pérez Esquivel. Otro mundo es posible, Octubre Pilagá, Eduardo Falú, canto al paisaje soñado y Orquesta Roja del que nos ocupamos en esta nota. Más allá de contar con una cantidad inusitada de estrenos simultáneos, ¿podemos pensar que hay un nuevo camino para el documental argentino?. Seguramente es de esperar que sí. Y que estos nuevos modos del documental hoy incluya entre otros tópicos la recreación de la realidad, la redocumentación de la verdad o la espectacularizacion de la historia. Seguramente es este conjunto de items es donde habrá que mencionar a esta película que nos ocupa Orquesta roja, ópera prima, el director se llama Nicolás Herzog. (Cómo no ser cineasta con ese nombre). El entramado político, económico, social, y mediático que construye Herzog tiene un valor inusitado. Por un lado porque representa una porción de la historia de los años críticos de la Argentina. Año 2000, Gobierno de la Alianza, herencia de los años menemistas. El pais estalla socialmente en cortes de rutas y piquetes. Las cifras de desocupación alcanzan los dos dígitos en muchas ciudades del interior. "Concordia era la capital del hambre y la desocupación". dice uno de los testimonios. Allí tres líderes aparecen como los más representativos: Chelo Lima, Carlos Sánchez y Pato Rivero. Al modo de las famosas crónicas de Jósé de Ser y su "seguime chango" o en la época en que un "Extraterrestre" visitaba los canales de Tv envuelto en una pasamontañas (¿Quién no se acuerda?), de esa época, el documental de Herzog (Nicolás) se ocupa de la aparición de un grupo de activistas autoproclamados "Comando Sabino Navarro", que encabezaron los reclamos piqueteros en Concordia, y que, incitados por el canal Crónica de Buenos Aires, armaron toda una puesta en escena de reaparición de la lucha armada ocultándose en una casa abandonada. Las transimisiones, en ese entonces, en directo desde el "monte" donde estaban escondidos se entrecortaban y los "guerrilleros" entraban y salían de cuadro, según cómo respondía la seguridad en el momento. La ideologia no se termina nunca, Carlitos dice otro de los personajes de esta película al "Subcomandante Carlitos". Son los mismos protagonistas los que recuerdan en medio de su entorno cotidiano aquellos días. "Me hicieron venir de Buenos Aires, van a cortar o no van a cortar?" habría dicho un productor de Cronica TV. Herzog elige desnudar doblemente la farsa, por una lado dando pie al testimonio de la falsedad de los hechos, y por el otro desplegando lo que en comunicación se llama el procedimiento metalengüístico, el mecanismo mostrándose a sí mismo, desnudándose, explicitando su propia artificialidad. Lo que se ve en Orquesta roja es en buena parte un artificio y lo que quedó es la resultante de una conclusión: no hay crisis social que no esté acompañada de una crisis ética. Por eso a los pobres se los mete presos y a los canales de TV se los multa. "No se está quemando nada, es el humo de los pobres, El humo que sale de un piquete es distinto a este, es un humo que te intimida, es un humo de combate, es un arma. El humo del pobre es un humo que huele a pobre, el humo de la fabrica es un humo que huele a dignidiad. En cambio el del neumático es como que te incentiva y cuando se apaga es como que querés ponerle más goma para que ese fuego no se apague, para que esa amenaza no se apague." Dice Carlitos en una de las consignas más sinceras y emotivas de la película. Frases que parecen develar el verdadero sentido de esa historia, ocultas detrás del aparato que genera el rating. Oquesta Roja es, además, una película que hoy, en medio de la guerra de los medios de comunicación, parece adquierir más sentido que nunca.
Los debates que actualmente involucran a los medios hegemónicos encuentran aquí un nuevo punto de vista a través de esta increíble historia vinculada a un fugaz movimiento guerrillero. Trama luego reducida a una patraña, como parte de una operación mediática que arrancó con una primicia desaforada y terminó en una estudiada trivialización y desmerecimiento. Orquesta roja, primer largometraje de Nicolás Herzog, joven cineasta dotado de prestigioso y oportuno apellido, hace una radiografía sorprendente de estos hechos a través de tres personajes singulares y las dispares situaciones que se difundieron sobre ellos a mediados del año 2000 desde Concordia, Entre Ríos. Una nota exclusiva de los medios de comunicación Crónica TV y Radio 10 con ese grupo guerrillero llamado Comando Sabino Navarro, anunciaba a través de su líder, el comandante Chelo Lima, una vuelta a la lucha armada y al espíritu combativo de los años 70. Un trato previo que establecía un falso vivo fue incumplido por la radio, lo que derivó en un abrupto corte de la entrevista y una apresurada huída. Escenario luego desacreditado por el resto de los medios como una farsa del popular canal de noticias, este trabajo testimonial se ocupa de poner las cosas en su estricto lugar. Una obra reveladora, que desnuda facetas humanas e intereses creados, realzada con interesantes recursos visuales.
Una jugada peligrosa Desde que Orson Welles dramatizó “La guerra de los mundos” en la radio de la década del 30, aquella broma pesada a la opinión pública marcó la dimensión de cómo se pueden tergiversar algunos hechos. Algo así pasó en 2000 con el apócrifo Comando Sabino Navarro, en Entre Ríos, cuando un grupo de militantes de agrupaciones sociales cambiaron los piquetes por una supuesta “lucha armada” al grito de “vuelven los 70”, y en el momento en que sus reclamos perdían fuerza en la pantalla chica. El episodio incluyó a supuestos guerrilleros que acordaron con algunos medios de prensa una cobertura que le diera alcance nacional a su rebelión, con cámaras siguiendo el desarrollo de los hechos con falsos reportajes en vivo. El director Nicolás Herzog muestra que aquel fue un acuerdo en el cual perdieron todos.