Desbordada por un pasado del que como espectadores poco conocemos, Sofía (Marina Arnaudo) se debate entre el deber ser y aquello que realmente desea. Su pasión no sabe de medias tintas, y ante los retaceos de un ex, ella decidirá configurar un presente que la libere de ataduras y prejuicios.
Paraíso de Pablo Falá. Crítica El filme se construye a partir de las elipsis, de lo no dicho, con el objetivo de evocar la reflexión respecto de las elecciones humanas. Sofía adentrándose en el bosque. Su rostro y sus silencios interpelan al espectador. Paraíso (2018) es la ópera prima del cineasta cordobés Pablo Falá, que se estrena el 20 de octubre en la plataforma CINE.AR Play. Esta obra plantea la vuelta a la propia tierra como una imagen metafórica del espacio interior donde se sumerge la protagonista para incursionar en revueltas íntimas. La película habla del regreso de la joven a su lugar natal, el Valle de Traslasierra, en Córdoba, luego de un largo viaje por el exterior. Ella se reencuentra, en medio de la tranquilidad de las montañas, con una persona que fue muy importante en otros momentos de su vida. Los primeros planos del rostro de Sofía y, en particular, aquellos que reflejan su cara en el espejo, hablan de una búsqueda existencial, de su insatisfacción respecto de sí misma y de todo lo que la rodea. Ella huye en silencio del abrazo de Lautaro, su ex novio. Él queda atónito porque no comprende su reacción. Tal vez ciertas respuestas estén en el pasado y no en el presente. Su rebelión íntima también la lleva a los abrazos, a los besos amorosos de Clara. Las dos amigas juegan a fotografiarse entre platos y ensaladas. Ensayan un nuevo lenguaje que sellará el vínculo. Esta escena hogareña transcurre en la cocina. Ambas resignifican el orden tradicional del adentro y del afuera respecto de los espacios asignados socialmente al hombre y a la mujer. El filme muestra una idea circular de la historia. El lugar geográfico y el personal se funden: Sofía inicia su búsqueda adentrándose en un bosque. Y, a lo largo de la obra, llega al mismo punto de partida: árboles, montañas, cielo. Ahora las nubes se oscurecen y cubren las cumbres, la envuelven también a ella, en un bello inter-texto con el Bergman de Un verano con Mónica. Pero, a diferencia de lo planteado por el director sueco, la oscuridad del paisaje ya no la absorbe.
Pasado nublado, presente inestable El verano, los recuerdos y una transformación profunda envuelta de momentos simples. Paraíso (2018) nos adentra en la historia de Sofía (Marina Arnaudo), quien regresa al país luego de un viaje por Europa para instalarse durante parte del verano en una casa de campo en Traslasierra de Córdoba. Entre fiesta y fiesta, la protagonista compartirá momentos más triviales con nuevos conocidos, mientras que la llegada de alguien de su pasado la obligará a revivir tiempos anteriores y pensamientos que preferiría evitar. El ambiente generado entre la fotografía, el sonido, el guión y la naturalidad de sus diálogos e interpretaciones, envuelve de cierta manera con la calidez de un relato de verano y la simpleza de una historia que de buena manera no pretende ir más alto de lo que necesita. La ópera prima de Pablo Falá se sirve de aquellos pequeños momentos que son punto de referencia para que el espectador se acerque más al suceso a través de la identificación, de la comprensión y de las emociones que en la sencillez envuelven instancias reveladoras. Al igual que su personaje principal, el film tiene sus asuntos incompletos; si bien es comprensible la falta de claridad frente a los conflictos irresueltos de las personas, algunas respuestas más le habrían sumado a la película. "Paraíso (2018) es la búsqueda constante de aquel lugar. Es el camino y el viaje que muchos atraviesan cuando se intenta evitar aquello que duele o molesta."
La opera prima de Pablo Falá recibió el premio al mejor largometraje de ficción en el Film Festival de España, participó del Indie Filmmakers Fest de Madrid y Barcelona, y es la primera película cordobesa con autodescripción para personas ciegas. Paraíso trata de un posible reencuentro cuyo escenario es el hermoso paraje de Traslasierra, Córdoba. Sofía volvió recientemente de Europa y se ha instalado en esa casa de veraneo. Invita a Lautaro, un viejo amigo o conocido de Sofía. El estatuto de esa relación es ambiguo y poco se sabe de la prehistoria de ambos. El conjunto se termina de configurar con dos personajes más (¿residentes? ¿turistas?): Clara y Franco. No es nada nuevo emparentar el cine independiente contemporáneo con la estética del realismo. Hay una clara línea de continuidad entre lo que fue el cine moderno de la década del 60, descrito en ¿Qué es el cine? del crítico y teórico francés André Bazin, y la herencia de este cine contemporáneo que trabaja en los márgenes del cine de industria. Bazin celebraba la idea de dejar que la realidad de la puesta en escena se devele, el dejar fluir del tiempo y el registro de ese devenir en el celuloide. A pesar de que algunas condiciones -particularmente las relativas a la manera de registrar las imágenes- han cambiado, el gusto por el no decir o, mejor dicho, el gusto por cultivar la paciencia a la espera del acontecimiento, está muy arraigado en la actualidad. A decir verdad, lo más común en el marco del cine argentino independiente es el trabajo sobre estos límites, la micro historia o el pequeño registro de la incomodidad, antes que narrar una historia con acciones contundentes. En principio, estas estrategias de narrar lo mínimo pueden ser un acierto, pero no hay que olvidar que esta modalidad ya la hemos visto muchas veces. El propio Falá ha comentado en alguna nota que está más interesado en un cine que haga preguntas más que ofrecer respuestas. Lo cierto es que, como parámetro, resulta una idea celebrable. Pero, si tal es el caso, tal vez convenga revisar cuáles son las preguntas que el cine está ofreciendo al espectador o, en otros términos, con qué elementos trabaja para que, a través de estos, los espectadores puedan formular interrogantes sobre la experiencia que se exhibe. Paraíso es una película muy prolija desde varios aspectos, particularmente los que atañen al trabajo de los técnicos: la impecable fotografía de Córdoba las imágenes, que es de alguna manera descripta en el marco del guion cuando Lautaro le señala a Sofía que las sierras exhiben el efecto de la perspectiva atmosférica. Imagen, sonido, música, movimientos de cámara impecables al tiempo que contrastan con cierto desarreglo que padecen los personajes; hermosos al tiempo que defectuosos. Perfectamente imperfecta, Paraíso, no es apta para los que quieran disfrutar una película que le regale una trama de obstáculos y problemas claros, en los que el nudo y el desenlace no trae complicaciones. Tampoco será celebrada por quienes tengan ganas de ser movilizados por el suspenso, o la interrogación evidente. Pero sí será disfrutada por aquellos espectadores abiertos a una idea de la experiencia de vida como una circunstancia que cada tanto trae incertidumbre y vacíos inexplicables, y que no existe ningún paraíso terrenal que logre contrarrestarlos. PARAÍSO Paraíso, 2018. Dirección y guión: Pablo Falá. Intérpretes: Marina Arnaudo, Fabio Camino, Sofía Lanaro, Ernesto D´Agostino. Dirección de fotografía: Ulises Rodriguez Pomba, Rodrigo Zaya. Producción: Julián Palacios, Marcos Mossello, Marino Arnaudo. Másallá Productora. Duración: 64 minutos.
La primera película cordobesa enteramente accesible, a través de la plataforma Teilú, incluye subtitulado para sordos y audio texto para ciegos. La idea de “Paraíso” parte desde un cortometraje, punto de desarrollo desde el cual la mirada de la actriz y productora del film, Marina Arnaudo, se trasluce en su historia personal como disparador para interpelar al espectador. Desde el punto de vista del personaje y su subjetividad, la película y su director (Pablo Falá) se preocupan más por la forma narrativa y el juego que establece simbólicamente con su interlocutor, a la hora de explorar la sensorialidad de sus personajes. El Valle de Traslasierra sirve de escenario para esta singular historia de reencuentros afectivos, a través de la búsqueda interior de una pareja protagonista, como vehículo de cuestionamiento a ciertos paradigmas narrativos por parte de este atípico, valiente y llamativo ejemplar.
EL INFIERNO VA POR DENTRO Paraíso es una suma de contradicciones: es breve con su hora y apenas minutos, pero al mismo tiempo se hace extensa, y es concreta en como presenta sus personajes pero dispersa en su temática, que se va desdibujando hasta el silencioso final. Es un relato que maneja la tensión en la sutileza de la puesta en escena, pero que necesita la explosión del epílogo para explicar lo que sucede internamente con los personajes. No todo en la ópera prima de Pablo Falá está sujeto a irregularidades. Hay un tono genuino en los diálogos (y, por lo tanto, los silencios) y el trabajo de encuadre es de una solvencia notable para marcar la tensión entre los personajes, en particular en las secuencias en la piscina. Sin embargo uno intuye que el potencial narrativo es desperdiciado por resoluciones forzadas y un final contemplativo que parece de otra película y otra protagonista. Pero hasta el momento no hablamos de qué va esta suerte de drama intimista situado en un bucólico paraje cordobés. Nuestra protagonista es Sofía (un sólido trabajo de Marina Arnaudo), a quien vemos inmersa en una fiesta electrónica. El montaje barroco de viñetas nocturnas es cortado abruptamente por la mañana y el sonido del celular. La cámara nos hace testigos de esa postal un tanto decadente y estática: las botellas vacías, la sensación de agobio y resaca, el sol apenas filtrándose; hay en esta introducción una mirada descriptiva que entra en diálogo con el caos de la fiesta. Esta síntesis informativa con muy pocos elementos tiene un cambio abrupto cuando irrumpe Lautaro (Fabio Camino) en escena. La tensión entre ambos es permanente y uno de los logros de la narración es no subrayarlo o referenciarlo a través de otro personaje para comprenderlo. El problema está en que esto se va disgregando porque invade todo el relato y termina agotando, ya que otras subtramas o personajes son apenas anecdóticos y nunca adquieren relieve. Cuando esta tensión finalmente se resuelve de forma explosiva tras unos chispazos que se venían sugiriendo el resultado es decepcionante. Sin embargo, la película de Falá no termina con esta explosión. Parece haber una búsqueda introspectiva en Sofía que es prácticamente un cliché narrativo que congenia con el paisaje serrano, pero es tan inconsecuente como su tono contemplativo. Hay en Paraíso algunos momentos de lucidez y recuerda en pasajes a la superior Respirar de Javier Pallero por el tono intimista, el vínculo con la sexualidad y sus fuertes protagónicos femeninos. Sin embargo, en la ópera prima de Falá la tensión del vínculo protagónico es su núcleo narrativo y termina asfixiando la trama para entregar un final apresurado. En su desarrollo y diálogos hay momentos que recuerdan al mumblecore tanto en lo peor como lo mejor del subgénero, así como a una tradición intimista del cine nacional, pero no logra salirse de la medianía sin caer en la mediocridad. En síntesis, Paraíso parece una oportunidad desperdiciada a la que le faltó madurar el guion, pero no quita algunos momentos de frescura que entrega esta ópera prima.
El regreso al país, el pasado del que huimos, y el intentar encontrarse con uno mismo son los ejes sobre los cuales se construye Paraíso, una película introspectiva que observa la crisis existencial de su personaje principal. Se estrena en Cine.Ar Play. Sofía vuelve a la Argentina luego de varios años de vivir en Europa y se encuentra perdida. Se rodea de ruido y gente para no sentir el aplastante silencio del paisaje de Traslasierras que la rodea por completo. Como parte de su proceso de reinserción, en este mundo que dejó atrás hace unos años, invita a Lautaro a pasar unos días con ella, ese ex novio a quien abandonó para irse afuera. Pero el reencuentro va a estar signado por los reclamos de un pasado que ella debe revisitar para poder seguir adelante. La mente de Sofía parece estar dividida en dos polos totalmente opuestos del espectro emocional. Por un lado busca evadirse con música fuerte, alcohol y drogas de la realidad que la circunda y por otro es ella misma quien invita a su ex, quien encarna, no muy sutilmente, toda la carga de un pasado del cual ella huyó sin tener muy en claro por qué. Así conocemos a Lautaro que acude a la cita sin mucha idea de qué esperar, pero con la clara expectativa de un reencuentro con la persona que vio partir años atrás. Se encuentra, sin embargo, con que ella pone en escena situaciones en las cuales la reconexión se vuelve compleja, mediada por amigos, peleas y reclamos que parecen tener más que ver con su propia frustración y no con situaciones relacionadas con él, presente incondicionalmente a su lado en cuanto ella lo llama. El film nos muestra esta dualidad con dos puestas en escena muy diferenciadas la una de la otra. Por un lado, la contemplación de los paisajes, las escenas relajadas entre Sofía y Lautaro y el silencio cómodo que a veces se da entre los dos, y por otro lado, la música fuerte, los planos cortos sobre el rostro del personaje y las discusiones provocadas sin mucho sentido más que el de la pelea en sí misma. Las charlas son muy explícitas y demasiado explicativas y el contraste que se da con la prolija y muy lograda fotografía, no sólo de los paisajes sino también de la casa y los personajes, le termina restando mucho potencial a esto último que hubiese sido más que suficiente para expresar las idas y vueltas de los protagonistas y toda la angustia y el enojo que llevan acumulados. Estos dos códigos, entre los cuales fluctúa Paraíso, no están orgánicamente yuxtapuestos en el film y pierden fuerza cuando son interrumpidos por su contraparte estética, sobre todo cuando los conflictos entre ellos dos son resueltos con charlas plagadas de palabras que se contraponen con la sutileza de los momentos contemplativos del film. Y si bien cumple con el cometido de reflejar el estado anímico cambiante de Sofía, no siempre logra transmitírselo al espectador que mira distanciado a ese personaje que no sabe lo que quiere, generándole más juicios que empatías hacia el personaje. Paraíso es un film que deambula entre lo contemplativo y lo explícito, sin tener un punto intermedio para el espectador y allí, seguramente, es donde falla al intentar reflejar las emociones que su personaje tiene arraigadas muy dentro de su personalidad, pero con las que el espectador nunca logra conectar del todo, volviéndose un poco redundante y carente de ritmo.
La desilusión tras los recuerdos. Paraíso es la ópera prima del director cordobés Pablo Falá, la cual se encuentra protagonizada y producida por Marina Arnaudo quien encarna el papel de Sofía, el personaje principal de este audiovisual independiente que busca retratar una lucha interna tras el reencuentro con conocidos en Traslasierra, Córdoba. Paraíso cuenta la historia de una chica que, tras pasar un tiempo de viaje fuera del país, regresa al pueblo cordobés con el objetivo de reconectar con ella misma. En esa búsqueda de reencontrarse, se vuelve a juntar con algunos de sus conocidos; entre ellos, su expareja Lautaro (Fabio Camino), cuya relación tuvo un final inconcluso. Es así como Sofía, al darse cuenta de que las cosas no resultan como ella esperaba, comienza a dudar sobre su lugar en mundo y poco a poco comienza a sentirse más sola de lo que esperaba. Esta es una película que no se desvive por sembrar un dramatismo constante sobre la búsqueda de uno mismo, sino que sabe cómo utilizar los contrastes que se le presentan para ir construyendo de a poco un relato que alterna entre sensualidad y las luchas internas. Y justamente son los chispazos sexuales entre Lautaro y Sofia quienes otorgan a la película la química necesaria para que el ritmo otorgado funcione correctamente. Es decir, el drama o el conflicto no se encuentra en el guion sino en las expresiones de Marina Arnaudo, quien logra manifestar sus conflictos internos con solo una mirada. Y son las miradas de Sofía las que irán exponiendo de forma muy contundente los distintos estados emocionales que se encuentra atravesando. Se puede decir entonces que Paraíso es un largometraje correcto que consigue hacerse fuerte gracias el buen montaje sonoro, la buena utilización de planos y, sobre todo, la gran actuación de Arnaudo que permite que el espectador comparta (o no) su punto de vista sobre su situación personal.
Una cordobesa con problemas existenciales Paraíso (2018) es la primera película cordobesa con audiodescripción para ciegos y subtitulado para sordos. Este dato hace accesible al film protagonizado y producido por Marina Arnaudo. Marina es Sofia, una chica de la que sabemos poco pero inferimos que atraviesa una profunda crisis personal. Su comportamiento superficial en una fiesta entre alcohol y drogas demuestran su actitud evasiva y su pérdida de brújula. Alojada en una casa de campo de traslasierra, con la vida silvestre, la parrilla y la pileta al alcance de la mano, sus conflictos parecen intrascendentes pero su comportamiento cambia cuando llega Lautaro (Fabio Camino), un ex que la hará reencontrarse con su pasado esquivo. La película dirigida por Pablo Falá contrapone la acomodada vida en el paradisíaco hospedaje con la incomodidad de Sofia. Se trata de un film de sensaciones que consigue trasmitir esos estados de animo que la protagonista experimenta. La cámara acompaña la actuación de Arnaudo con imágenes que describen su malestar interior. Quizás el problema de la película es su falta de originalidad, sumándose a una larga lista de relatos sobre conflictos de identidad que dio el nuevo cine argentino vía BAFICI a principio de milenio. Sin embargo, Paraíso se destaca por ser una película sin grandes estrellas ni presupuesto que encuentra su propósito y, aunque choque con sus propios límites, redondea una propuesta digna y bien realizada.
Paraíso es la ópera prima de Pablo Falá, un joven director cordobés que da comienzo su camino como realizador y está producida por Marina Arnaudo, quien es también la protagonista del film. La cinta narra un reencuentro, reencuentro que podría dividirse en dos partes: el de Sofía (Arnaudo) con su tierra, traslasierras de Córdoba y el de Sofía con Lautaro (Fabio Camino). Paraíso se centra en las emociones y los sentimientos con los que ella se topa una vez que retorna a su «vida real«, luego de un extenso viaje por el exterior. Completan el reparto Sofía Lanaro en el papel de Clara y Ernesto D’Agostino en el de Franco.