Desplumados Algunas películas ponen a prueba la paciencia: por nocivas, por inofensivas, por pretenciosas, por torpes, por nimias. Algunas cumplen con todos los requisitos y facilitan el trabajo al ojo crítico. O no: quizás el desafío sea no caer en los lugares comunes de la descalificación apelando a una mera y subjetiva pérdida de paciencia. Haremos el intento. Plumíferos es una película fallida en todo sentido. Se equivoca en tantos lugares al mismo tiempo que se vuelve una tentación enumerarlos, cuantificarlos, como si se tratara de una lista de supermercado. Intentaremos no hacerlo aunque la película lo pida a gritos. Vamos a tratarla, entonces, con amor, cariño y respeto (trato que muchas películas no nos demandan a los espectadores) a ver cómo nos va con el experimento. Hagamos sólo hipótesis… Si sale mal, lo habremos intentado al menos. 1. ¿Un relato clásico? Plumíferos es una película animada que tiene las ostensibles intenciones de contarnos un relato clásico de un aprendizaje. Hasta ahí una premisa común y silvestre. Juan (Mariano Martinez) y Feifi (Luisana Lopilato) son exponentes de dos mundos contrapuestos: él es un simple gorrión de calle, ella, un canario de jaula. Ambos quieren lo que tiene el otro (ser especial y exótico, uno; ser libre y común como el resto, la otra). A diferencia de los modelos Disney y Pixar de donde la película bebe baldes de influencias (por decirlo discretamente), aquí el cuento moral queda trunco por la incapacidad manifiesta de generar un mínimo de empatía con los personajes y la historia que se desinfla desde el minuto uno (él se aleja de sus amigos porque quiere ser confundido con un ave extraña tras haber sufrido un accidente con pintura que coloreó sus plumas; ella quiere escapar definitivamente de su dueño, un empresario rico que mueve el mundo por encontrarla) en lo que constituye un grave problema de escritura previo al rodaje de la película: no hay nada por contar o no se lo sabe contar. Una de esas dos opciones seguro que es. 2. ¿Una película de vanguardia? Plumíferos muestra, tras unos primeros minutos (2’, para ser exactos) de un estándar técnico mínimo, una sucesión de saltos de continuidad lumínica alarmantes (saltos de día a noche y noche a día constantes) y una precariedad en la disposición de los fondos animados que hacen que el trazo deliberadamente bidimensional de South Park- La película parezca un fresco renacentista de Leonardo Da Vinci. Si a esto le sumamos una resolución en fílmico que permite ver el pixelado en tamaño XXL en el pecho de los susodichos plumíferos (como si se tratara de aves-robot) y una terminación en los efectos visuales que separa constantemente a las figuras del fondo correspondiente en una suerte de cubismo involuntario, nos encontramos en condiciones de preguntarnos si lo que hemos estado viendo es un trabajo experimental. La respuesta es no positiva: hemos visto un work in progress o algo sub estándar, ya que es la primera conclusión que se traduce de semejantes falencias. 3. ¿Una película pensada para el lucimiento de las voces de las estrellas? Exceptuando el caso de Mike Amigorena, que parece haberse dado cuenta cómo venía la mano y se tomó su personaje (un gato golpeado) para la chacota con un registro adecuadamente over the top, el resto desentona con especial énfasis: Mirta Wons puesta a sobreactuar como tradicionalmente se le demanda en las tiras de Pol-ka (desperdiciando así a una muy buena actriz), Peto Menahem en plan comic-relief-insoportable-intragable-que-carga-con-los-peores-gags-visuales-y-verbales (la película no funciona nunca en el tono humorístico que busca para hacer reír a grandes y chicos mostrando la peor de las influencias de Shrek…), una Carla Peterson perdida en un personaje sin interés (una amiga murciélago), Luisana Lopilato y Mariano Martinez que ni siquiera parecieron esforzarse en impostar la voz…y la lista sigue. En síntesis: sin personajes no hay estrella que compense y lo que queda en pie es un pobre juego: identificar que voz corresponde a qué actor, como último recurso para divertirse de alguna manera. 4. ¿Un despliegue industrial con pretensiones de gran público? Con Juan José Campanella como productor y con los recursos de una producción importante, la película supone un grado de profesionalismo que, cuando menos, el ya canónico director industrial argentino de la última década solía exhibir en sus trabajos. En ese sentido, uno puede o podría pelearse con el Campanella productor-director-guionista pero al menos confronta con un estándar de calidad técnica mínimo. En este sentido, el acabado profesional de Plumíferos tiene un equivalente técnico al del cine argentino de los años 80: tosco, sin variantes ni creatividad, con hambre de público masivo pero sin ideas ni nada que pueda identificarse como cine popular. En definitiva, Plumíferos es también una producción con una capacidad industrial generada por sus propios medios (es decir, el interés genuino del boca en boca y no una campaña millonaria de publicidad) destinada a ningún público, justamente porque en sus ansias de producto para grandes y chicos, su propuesta queda en la neutralidad de una voz sin identidad, sin aire, sin espectadores potenciales. 5. ¿Ninguna de las anteriores? Ya son demasiadas las ocasiones en las que a título de reseñar una película “infantil” (con todo lo impreciso del término) aparece la confusión del mal llamado “cine para chicos”: niñez=puerilidad. Ahora, podemos ampliar el rango etario: la visión condescendiente, estupidizante, chata de los espectadores por venir hace que Plumíferos torne pueril lisa y llanamente a toda la familia: espectador tonto es el que no molesta. Espectador útil, pues.
Pensada para público de corta edad, Plumíferos es una película nacional de animación realizada ínteramente por computadora y que acierta en la pintura de personajes más que en su historia. Aún así, capta la atención del público infantil con una paleta de colores fuertes y fondos fuera de foco, algo excesivo que se percibe durante todo el film. La trama presenta a Juan (Mariano Martínez), un gorrión con aires de convertirse en un ave exótica; y Feifi (Luisana Lopilato), un canario hembra que escapa de las garras trecnológicas de su dueño. Y la lista de personajes se enriquece con la aparición de la paloma Libia (Mirta Wons), quizás con los diálogos más divertidos de toda la película. También desfilan el Gato torpe (Mike Amigorena) que abre el relato; Clarita, el murciélago (Carla Peterson) y el colibrí Pipo. El film acumula vuelos y peligros varios en una segunda parte que muestra más acción. Lo que más cuesta en estas películas es escuchar las voces de los actores argentinos, porque el público está acostumbrado a otro tipo de doblaje. Sencilla, con buenas intenciones y sólo recomendable para los más chicos.
Los pájaros vienen cantando Con la asesoría artística de Juan José Campanella y la dirección de Daniel De Filippo junto a Gustavo Giannini, llega la primera película de animación realizada por computadora mediante software libre. Plumíferos, Aventuras Voladoras (2010) se destaca por contar una historia sin pretensiones dirigida a los más pequeños de familia. Feifi (Luisana Lopilato) es un canario que huye de la jaula en la que lo tenían prisionero y Juan (Mariano Martínez) un gorrión que se convierte en un pájaro exótico a raíz de una pintura derramada sobre su plumaje, juntos conformarán un universo mágico acompañados de Clarita, un murciélago que odia la noche; Pipo el colibrí y Libia, la paloma. Como en todo cuento que se preste de tal, habrá buenos y malos. Y por supuesto, una historia de amor... La simpleza de Plumíferos, Aventuras Voladoras radica no sólo en su historia sino en la técnica misma con la que fue concebida, convirtiéndose en el primer largometraje de animación generado por computadora en el mundo realizado con Open Source (software distribuido y desarrollado libremente), logrando una calidad envidiable por cualquier animador. La historia está narrada a la manera de un cuento simple y sin pretensiones, en la que buenos y malos lucharán por lo que desean. No hay elementos determinantes para designar de qué raza son los buenos o los malos. Éstos están personificados en ambos casos por humanos o animales. Los humanos están ejemplificados con el millonario cuyo capricho es tener un canario y que representa la maldad, pero la antítesis sería el veterinario que va a salvar al gorrión de morir por la pintura derramada sobre él. Como vemos, no se pinta a los humanos ni como buenos ni malos, simplemente se los muestra como lo que son. Este mismo ejemplo ocurre con los miembros de la raza animal, donde también los habrá de ambos lados, y quienes lo serán por naturaleza y no podrán hacer nada para evitarlo, como el personaje del gato. Para las voces de Plumíferos… se contó de una enorme cantidad de actores que van desde Luisana Lopilato, Mariano Martínez, Carla Peterson, Mike Amigorena, Muriel Santa Ana, Diego Reinhold, Mario Pasik , Peto Menahen hasta Mirta Wons y una banda de sonido con canciones pop al mejor estilo Disney pero que están en función del film y no lo contrario, tal como ocurre en la empresa líder en animación mundial. Plumíferos, Aventuras Voladoras cuenta una historia en donde la simpleza es uno de los puntos más altos y demuestra, una vez más, cómo para contar un buen cuento sólo se necesita una historia interesante y, en este caso, un programa de PC. Una película que nos enseña que en casa también se pueden hacer las cosas bien, si sabemos contarlas.
Fantasías nacionales animadas Para el cine argentino el estreno de Plumíferos no representa un hecho menor. No sólo porque el género animado constituye un porcentaje ínfimo dentro de la producción nacional, sino porque en este caso se trata de animación digital: una mosca blanca. Con el valioso agregado de haber sido realizada con software libre, es decir al margen de las grandes corporaciones y monopolios informáticos, la película hasta se permite incluir como villano a un tal señor Puertas, suerte de homenaje en reversa para el señor Windows. Según cuentan sus hacedores, Plumíferos es el primer largometraje de este tipo realizado en el mundo. Dicho esto, el film alterna aciertos y debilidades, aunque es cierto que redondea un producto respetuoso y respetable. El film propone un cambio de perspectiva: mostrar la ciudad desde lo más alto, con protagonistas que habitan las últimas ramas de los árboles o los pisos superiores de los rascacielos. Entre ellos está Juan, un gorrión común pero con ínfulas de ave del paraíso: sus aspiraciones son destacarse entre millones de gorriones iguales a él y conquistar chicas. Feifi, en cambio, es una canarita en cautiverio, propiedad del señor Puertas que, como su alter ego, también es dueño de una compañía de software. A partir de un fallo de los sistemas de seguridad del señor Puertas, Feifi consigue escapar aterrada.... por una ventana, claro. Los chistes que se mofan del inepto Puertas continúan durante toda la película. Y aunque cualquiera sabe qué tan diabólico puede ser el verdadero Puertas, nunca quedará claro cuál es la función del personaje en la película (más allá de ser blanco de esas burlas), ni cuál su villanía dentro de la trama. La relación que de a poco unirá a Juan y a Feifi es el cauce en el que irán decantando los gags, que aspiran a cumplir con la función de extraer la risa del público. Buena parte de esos artificios resulta efectiva, aunque no consigan la carcajada (tampoco es necesario), pero otros quedan demasiado expuestos en su función de meros intermezzos sin conseguir su efecto, ni cohesionar con el desarrollo de la narración. Otras situaciones permanecen inconclusas –el mismo defecto que ya se ha marcado respecto del villano–, como la carrera en el Rosedal, que deriva en la siguiente instancia narrativa sin que la película regrese nunca a cerrarla. Entre los aciertos del film se puede contar el gran trabajo de algunos de los encargados de las voces, que consiguen fusionarse con oficio a sus personajes. Se destacan el picaflor de Peto Menahem, el aguilucho de Esteban Prol, algunos momentos de la paloma de Mirta Wons y, sobre todo, la habilidad de Mike Amigorena, quien realiza un puñado de personajes distintos con una versatilidad que no es una sorpresa. Tampoco debe olvidarse la moderna banda de sonido, que incluye una versión de la popular Volare a cargo de Chucky, vocalista de los ascendentes Smitten. Los directores y productores de Plumíferos han dado un importante primer paso. No es poco: ojalá estén pensando en el siguiente, mejorado y aumentado.
Aventuras de varios emplumados Plumíferos, aventuras voladoras, una incursión argentina en la animación digital Por primera vez la cinematografía nacional incursiona con este film en la animación digital, y lo hace a través de una divertida y cálida historia protagonizada por un grupo de plumíferos que habitan una gran ciudad. El personaje central es Juan, un simple gorrión callejero con enormes habilidades para volar, de lo que hace gran alarde, y con un sueño inalcanzable: ser un pájaro exótico. Feifi, por su parte, es un canario hembra que vive en cautiverio y anhela ser libre para poder disfrutar de la vida silvestre. Su dueño, el señor Puertas, es un obsesivo magnate de la industria del software que, junto con sus dos forzudos guardaespaldas, no tolera que su trabajo se salga de control aunque, paradójicamente, es un error en su sistema lo que permite que Feifi escape y, en libertad, comparta con Juan y sus amigos -el murciélago hembra Clarita, el colibrí Pipo y la gorda paloma Libia- alegres aventuras, y también peligros, en la ciudad. Un gato torpe es el principal enemigo de Juan y cuando éste queda atrapado en un galpón será su habilidad la que le permitirá escapar de las garras gatunas. También este gorrión es ambicioso, ya que desea ganar una carrera con sus pares y, además, un inoportuno teñido de pintura lo convierte en un pájaro muy distinto de los demás. Feifi, algo perdida tras su libertad, se encuentra con Juan y aquí comenzará un romance que deberá atravesar numerosas dificultades. El director Daniel De Felippo, con la codirección de Gustavo Gianinni, lograron un film que cautiva por sus impecables dibujos, por la gracia de sus personajes y por una banda musical de alegre ritmo, a lo que deben sumarse las voces de los actores (Mariano Martínez, Luisana Lopilato, Carla Peterson y Mike Amigorena, entre otros) que lograron dar vida a ese grupo de plumíferos deseosos de lograr la felicidad y el placer.
Aves sin destino Una animación argentina que no logra remontar vuelo. Es raro que una película que lleva por título Plumíferos, aventuras voladoras -protagonizada obviamente por diversas especies de aves- no logre transmitir la más mínima sensación de plumaje, suavidad o mullidez que acompaña a todo pajarito. Todo lo contrario, los animalitos en cuestión -en especial en los primeros planos donde queda en evidencia el grueso pixelado- parecen durísimos muñecos de madera. Es más, es raro que, en una película de animación destinada a todo público (dirigida en especial a los niños), los "dibujitos" causen más bien rechazo por sus diseños toscos, sus tonos tétricos, sus sepias tristes, sus ojos extra brillosos... Pero no sólo la estética y la animación resultan fallidas en esta película dirigida por los argentinos Daniel De Felippo y Gustavo Gianinni, a pesar de ciertos condimentos cools -esperables en un guión con participación de Diego Reinhold y Peto Menahem-, la historia es tan esquemática que pasado el planteo del conflicto, lo único que resta es esperar que la aventura llegue a su predecible final. Pero tarda, muchísimo. Un gorrión, Juan (con la voz de Mariano Martínez), sueña con ser un pájaro exótico para sentirse valorado y admirado. Una canarita, Feifi (Luisana Lopilato), fugada de su jaula, lucha por vivir en forma salvaje a pesar de haber sido criada en cautiverio. En el medio quedarán una competencia de vuelo, una persecución, una captura y una liberación en pandilla. Y chistes, muchos chistes (que no logran más que hacer esbozar alguna sonrisa), entre pajaritos, eso sí, de idiosincracia bien argentina. Lo único que resta (aunque se trate de una diversión fugaz) es entretenerse adivinando a qué actor famoso pertenece cada voz. Están Muriel Santa Ana, Carla Peterson, Mike Amigorena, Luis Machín, Esteban Prol, todos haciendo un muy buen trabajo. O (en una variante ya desesperada) "alegrarse" reconociendo en los dibujos de fondo el Rosedal, la cúpula del Planetario o alguna otra porteñidad.
El romance del gorrioncito y la canario No es fácil para los animadores argentinos lanzarse a competir con el nivel de animación al que los espectadores están acostumbrados. Después de Up, Ratatouille, Shrek, ¿cómo conmover en un ámbito donde la capacidad de producción de los centros mundiales se ve desde lejos, desde bien lejos? ¿Existe, al menos, la posibilidad de competir? ¿Cómo se hace? Se ha intentado ya la recreación animada de personajes conocidos del cómic argento, con el pionero Las aventuras de Hijitus, la masiva Manuelita, las Patoruzito 1 y 2, Isidoro y hasta Boggie El Aceitoso, entre otros. Se intentó la de mitos nacionales de la literatura (Martín Fierro) y de la vida cotidiana (El ratón Pérez 1 y 2); la creación de una imaginería nueva (Mercano, el marciano; Cóndor Crux) y ahora, Plumíferos presenta la fórmula de competir en el terreno más difícil, el más transitado por las superproducciones: el de los animalitos antropomorfos viviendo aventuras humanas. Tiene a favor Plumíferos la ausencia explícita de un mensaje que suele arruinar las mejores intenciones (El arca de Noé, por ejemplo), aunque circule por ahí cierto hálito de aceptar al distinto y de reafirmar que la ambición humana es lo peor. Mike Amigorena dándole voz al gato y Peto Menahem en la del picaflor consiguen un plus en la animación, insuflando alma a los dibujos. La historia, un romance entre el tarambana Juan, un gorrión presumido (la voz de Mariano Martínez, jugando peligrosamente a parecerse a su personaje de “Rey Marchesi”) y la ingenua Feifi, un canario hembra (voz, Luisana Lopilato) más amigos de fierro que revolotean su alrededor (una murciélago, una paloma, el picaflor) y un malo de toda maldad (el Sr. Puertas, rico y prepotente), podría ser una novela de las 6 de la tarde de Pol-ka o Ideas del Sur. Sólo que con plumas. Algunos chistes simpáticos (en general, fogoneados por el picaflor) y algunas caídas pueden hacer reír a los más chiquitos. Eso sí, haber puesto al gato a competir con el mismo gesto del felino de Shrek es ir a perdedor. Parece bastante claro que la animación argentina será distinta o no será.
Mundo alas Un canario, un gorrión, una paloma, un colibrí, un murciélago, un gato y un misterioso sujeto llamado Sr. Puertas son los protagonistas de esta película animada argentina que se las arregla para no desentonar dentro de la competitiva oferta en el género, con tanques como Pixar dominando el negocio. Se nota que hay mucho trabajo, buscando texturas, colores, movimientos, y el resultado es un producto bastante atractivo, pese a que le falta mejorar un poco lo que es la ambientación, los fondos, mejorando así la atmósfera que estos generan, que por momentos parece un poco vacía. Aunque lo que desde afuera parece “poco”, para los autores implica años de experiencia y de experimentación. Sobre todo si, como en el caso de Plumíferos, la producción es ciento por ciento nacional, y el desafío de lograr buena calidad de imágenes 3D se sumó la partida. Las voces de Mariano Martínez, Luisana Lopilato, Carla Peterson y Mike Amigorena pretenden atraer público de la televisión, pero como contrapartida hacen que la historia se vuelva todavía más porteña, e irradie un aura de centralismo que a muchos desagrada.
Hoy tus alas se queman al sol Siempre frente a una película como Plumíferos (2010) afloran sentimientos encontrados: por un lado está la obligación de juzgar el producto tal cual nos llega a los espectadores y por el otro tenemos la clásica -y nunca bien ponderada- “decepción cinéfila”. No importa el número de films consumidos, uno se aferra a la esperanza loca de que en algún momento el cúmulo de apellidos detrás del proyecto genere algo que podamos clasificar como “una gran realización de la animación mainstream nacional”. Pero no hay caso, nada más lejos... Nuevamente Telefé ha financiado un engendro que pretende captar a los niños y los curiosos circunstanciales que deseen chequear el estado del cine televisivo local, en esta Pampa lo más cercano a una “industria del espectáculo” (como las productoras no pueden sostener el gasto casi siempre deben recurrir a los canales de aire). Si encima sumamos el infaltable subsidio del INCAA nos damos cuenta de la cantidad de recursos y esfuerzo que se desperdician en bodrios vergonzosos, que a lo sumo durarán dos semanas en cartel... ¿Cómo describir la mediocridad llevada al extremo de la más penosa incomodidad? El nivel de la animación nos retrotrae a principios de los ’90, cuando se estaban dando los primeros pasos en el 3D y los CGI en general: los fondos son paupérrimos, los personajes parecen incompletos y las secuencias de acción causan risa. Plumíferos aparentemente está hecha con “software libre” pero en sí no había ninguna necesidad, bien se podría haber realizado mediante técnicas tradicionales para evitar caer en semejante despropósito... Sin embargo los factores que más molestan son el guión (increíblemente estúpido) y las voces (carentes de toda profesionalidad y buen gusto). La “historia”, si acaso la podemos llamar así, recorre el tópico “protagonista engreído se une a coprotagonista insegura”, moraleja de auto- aceptación incluida. Juan, un gorrión manchado con pintura, afirma ser un “pájaro exótico” al tiempo que se enamora de Feifi, un canario hembra fugitivo “propiedad” de un magnate. Los chicos se aburren porque estas alas se queman al sol... Con la ayuda de sus amigos, una paloma y un colibrí, Juan por supuesto deberá rescatar a su amor cuando el villano de turno dé con ella. La participación de Mariano Martínez, Luisana Lopilato, Carla Peterson y demás miembros del elenco es por lo menos lamentable, no tanto por culpa de ellos sino por la no- dirección de Daniel De Felippo, responsable de la también patética Los Superagentes, nueva generación (2008). El diseño está calcado de la fallida aunque infinitamente superior Valiant (2005): aquí ya ni originalidad nos queda...
Esta digna producción nacional que apuesta a la animación digital realizada con software libre (de ahí las recurrentes referencias al villano con cierto parecido a Bill Gates casualmente apellidado Puertas) suma tantos defectos como aciertos. Las falencias se resumen en el guión y en la ineficacia de algunos chistes y las virtudes en la elección de las voces para dar vida a una serie de personajes secundarios entre los que se destacan la paloma (Mirtha Wons), el picaflor (Peto Menahem), el gato (Mike Amigorena); sin duda el mayor atractivo de una historia que en su concepción daba para mucho más...
Según cuentan, Plumíferos es una de las primeras películas animadas en 3D del mundo realizada a partir de software libre, es decir, hecha por fuera del esquema de las grandes empresas informáticas (ya había un antecedente peruano: Piratas en el Callao). Confieso que este hecho me seduce enormemente: me suena a levantamiento, me lleva a pensar en una verdadera rebelión cinematográfica, en el precedente que anuncia un futuro distinto para la animación, libre de ataduras y concesiones a modos de producción de las grandes corporaciones y estéticas mainstream. Fuera de esto (más un fantasía personal que una realidad a concretarse), Plumíferos es una películasin absolutamente nada digno que ofrecer al público, pobre por donde se la mire. Y es que el problema empieza, justamente, con la mirada: al principio de la película, durante el acecho de un gato a un pajarito en el techo de una casa, el film de Giannini y De Filippo exhibe una terminación visual increíblemente tosca, desprolija, fea, que lleva a suponer (¡a desear, con todas nuestras fuerzas!) que ese comienzo no sea más que una burla calculada, alguna clase de dispositivo visual sometido a un examen paródico (un programa de televisión, quizás). Pero no: los torpes movimientos de cámara; la animación rígida y rudimentaria del personaje del gato (ver sobretodo la caída, donde lo rústico del dibujo alcanza su cumbre máxima); el uso (y abuso) falto de gracia del slapstick; la aspereza de las figuras y las texturas; el pixelado que se nota casi constantemente (y que recuerda a aquellos primeros videojuegos en 3D de principio de los 90); la falta de definición de los fondos que muchas veces apenas cumplen el papel de meras decoraciones y nunca alcanzan a tomar la forma de mundo concreto que sirva de marco para las aventuras de los personajes; todo, en resumen, anticipa lo que está por venir: una película burda que exhibe desfachatadamente su factura lamentable. Y encima, como si lo grosero de la animación no fuera suficiente, tenemos que soportar el trabajo con las voces: el desequilibrio que se da entre el habla coloquial y de corte televisivo con algunas inclusiones de español neutro, el desfase que varias veces se advierte entre la pista de audio y los gestos de la boca de los personajes, o la total falta de cohesión entre las diferentes actuaciones (escuchar las interpretaciones de Mariano Martínez, Mike Amigorena o Luis Machín: cada uno está haciendo su propia película, forzando la caracterización y desencajándola del resto); también esto hace que en lo sonoro, Plumíferos resulte una experiencia irritante, molesta. Y como si las ambiciones de los realizadores fueran fracasar rotundamente en todos los rubros posibles, el desorden y falta de personalidad general puede apreciarse además en el universo temático de la película, indefinido y falto de matices al punto de hacer imposible reconocer el origen del film: descontando algunos impostados modismos porteños, Plumíferos podría tomarse como proveniente de cualquier otro país de habla hispana, tan evidente es su falta de pertenencia a una cultura. Se mezclan, por ejemplo, un benteveo que (haciendo honor a su especie) solamente puede pronunciar “bicho feo” (dicho sea de paso, rompiendo el contrato establecido con el espectador, según el cual los animales del film hablan como humanos y no como animales) con un edificio como el del villano Puertas que es pura modernidad y tecnología de punta rayando en la ciencia-ficción, imposible de encontrar en la ciudad de Buenos Aires (en este sentido, la geografía urbana de Plumíferos también es impersonal y nada precisa: de imágenes de barrios con casas bajas se pasa, casi sin transiciones, a otras de la ciudad con rascacielos). Fuera de alguna rara buena decisión (como hacer del gato, personaje ajeno a la historia central, un ocasional narrador) y uno o dos chistes que funcionan (alguna frase del señor Puertas, la ansiedad del personaje de Pipo), la visión de Plumíferos, a pesar incluso de sus escasos ochenta minutos, no puede conducir más que al fastidio y a preguntarse por el motivo de tamaña ofensa animada. Aunque hay que destacar que, al menos como experimento técnico, la película de Giannini y De Filippo resulta un ensayo interesante, quizás una posible puerta a un cambio en el estado de cosas de la animación en 3D.
Los primeros palotes Vamos a decirlo de entrada: Plumíferos, aventuras voladoras no es una buena película. Por momentos ni siquiera es una película. Es torpe narrativamente, carente de gracia por otros y además se mete en un terreno como el de la animación digital en el que ya no alcanza con las buenas intenciones. Si uno quiere contar una historia clásica, como ocurre aquí, tiene que apelar a un diseño atractivo y a una calidad que supere la media. En todo caso se puede recurrir a una estética revulsiva que esté marcada por la esencia de los personajes y de la historia: un ejemplo híper exitoso de animación fea pero que se lleva bien con su fondo es South Park. Más allá de que se nos intente comprar con el argumento simpático de que el film fue realizado con software libre, que el villano se llame Puertas y sea parecido a Bill Gates, Plumíferos es fea y pobre conceptualmente. Es más, parece terminada a desgano o, simplemente, sin terminar. Increíblemente en la pantalla grande se ve pixelada y los personajes sobresalen del fondo, como superpuestos. Desde ese punto de vista el film le falta el respeto al público y, también, dice indirectamente que lo del software libre es una paparruchada. Gran defecto argentino: no hay acierto implícito en el gesto si no se lleva eso a una instancia superior. En el film, el gorrión Juan quiere ser un pájaro especial, exótico, como para seducir a las chicas. Y eso lo logra cuando por un accidente queda todo pintarrajeado y puede cortejar con éxito a la canaria Feifi. Y es así como los errores en la animación digital se trasladan a la narración: los personajes hacen cosas que no se entienden y que no tienen justificación narrativa (la competencia en la que se inscribe Juan, por ejemplo), y para más cada paso parece dado en pos de la moraleja: aceptarse tal cual se es, más pequeño comentario ecológico. En el mundo de Plumíferos no hay mucho más que eso. Hasta aquí todos los palos que podemos arrojarle a un producto deslucido, que se parece a un mal Dreamworks pero sin la calidad técnica. Historia de superación personal con animales antropomorfizados y personajes secundarios en plan comic relief, y una sumatoria de gags entre la cita pop y el slapstick mal elaborado. Sin embargo hay algo que al menos dignifica un poco el trabajo de Daniel De Felippo: Plumíferos no es García Ferré, no es Dante Quinterno, ni siquiera se nutre de un material de base reconocido popularmente. Veamos cómo en el terreno de la animación nacional las cosas funcionan sólo si tenemos una referente anterior en la historieta: Manuelita, Patoruzito, Isidoro, Boogie. Salvo con las excepciones de Cóndor Crux o Mercano el marciano, se entiende el cine como una mercancía para seguir estirando el éxito de determinado personaje. Pero aquí hubo gente que se animó, al menos, a inventar un mundo, a pensarlo. Lo que salió, ya es otra cosa. Y para más, al menos hay un par de trabajos vocales que sobresalen como los de Peto Menahem y Mike Amigorena, que demuestra en todo caso que con una buena historia hay material como para hacer algo más interesante. De hecho ambos personajes, el picaflor de Menahem y el gato de Amigorena, son construcciones con una mínima visión cinematográfica: los personajes no se parecen fisonómicamente a quienes les dan la voz, pero sí adquieren desde la personalidad rasgos de los actores que los interpretan. Estos mínimos aciertos la elevan un poco. Esto que rescatamos no son grandes hallazgos, pero al menos marca un camino hacia otro tipo de historias y cuentos para el cine de animación nacional, que con mejor gusto, mayor cuidado en la producción y un poco más de originalidad y creatividad en el guión habilitaría a pensar que en la Argentina tenemos chances de un producto mínimanente respetable. Sí, a pesar de que tenemos excelentes humoristas gráficos y muy buenos animadores, todavía el cine animado nacional está en sus primeros palotes.
PAJARRACOS y PAJARITOS Película de animación de origen nacional. Producida por Telefé, donde los protagonistas son varias criaturas voladoras, las dos principales son Juan, un gorrión que aspira a ser un ave exótica (voz de Mariano Martínez) y Feifi, un canario hembra que siempre vivió enjaulada y escapa pero que parece tener problemas para vivir en libertad (Voz de Luisana Lopilato). Acompañados por sus amigos Libia, una paloma (Voz de Mirta Wons), Pipo un colibrí que prefiere ser llamado “picaflor”. (Voz de Peto Menahem) y Clarita, una Murciélago hembra que quiere volar de día (Voz de Carla Peterson). Juntos tendrán que ayudar a Feifi a escapar del “Sr. Puertas” (personaje inspirado en Bill Gates, y físicamente muy parecido), un magnate millonario que quiere atraparla para hacer experimentos con ella. Mientras tanto Juan, intentando llegar a anotarse en una competencia de vuelo, cae en una casa donde un gato lo quiere atrapar (mientras el felino relata las situaciones cual locutor de documental de la National Geographic, con voz de Mike Amigorena), y en su intento de escapar de las garras de su depredador es salpicado por varias latas de pintura, provocando que su plumaje se vuelva colorido y así logra hacerse pasar por pájaro exótico extranjero llamado “Miky Maus”. La pintura, tendrá efectos secundarios sobre Juan y empezará a sentirse mareado y enfermo por lo que tendrá que ir con los humanos para que lo curen. Pero mientras, el Sr., Puertas captura nuevamente a Feifi por lo que Juan y su pandilla de amigos voladores tendrán que ir a su rescate en un gran edifico vidriado. En general, la animación es buena, salvo algunos fondos muy rudimentarios, y las escenas están o muy iluminadas (la que son “al aire libre, intentando emular la luz solar) o muy oscuras (las de “interior”) no parece haber punto medio y algunos detalle se ven pixelados. La historia es bastante original, hay personajes bien logrados como el gato y el colibrí. Mientras desde yankilandia nos llegan joyas de la animación computada como “Avatar”; aquí nos tenemos que conformar un 2D aceptable. Festejemos el intento.
Nuestro país ha sido pionero en el género ya que aquí se realizó el primer largometraje animado del mundo, El Apóstol, pieza de Quirino Cristiani. Tras él surgieron las figuras de Dante Quinterno, con Upa en apuros, uno de los primeros largos sonoros y en colores, y Manuel García Ferré, cuya hegemonía dentro de la animación atravesó varias décadas con productos de primer nivel. Nada de esto encuentra punto de comparación con Plumíferos, Aventuras Voladoras, impresentable estreno realizado en animación 3D que desmerece absolutamente esta rica historia. Más aún si nos referimos a films de los últimos años realizados con técnicas mixtas como la futurista Cóndor Crux, la corrosiva Mercano el marciano y especialmente la formidable Boogie el aceitoso. Hasta en los recientes films del Ratón Pérez –estos sí dirigidos al público infantil-, los personajes digitales interactúan con la acción viva con una técnica notoriamente superior a este mamarracho. El hecho que este film haya sido manufacturado por un estudio independiente empleando un software libre no justifica su extremada precariedad en todos los rubros. A pesar de estar protagonizada por aves, nunca remonta vuelo en su idea, diálogos, gags, voces (exceptuando los personajes a cargo de Peto Menahem y Mike Amigorena) ni fundamentalmente en una animación y fondos carente de todo arte, creatividad y gracia.
"Plumíferos, Aventuras Voladoras" es un largometraje argentino de animación, el primero que se realizó en el mundo en computadora mediante software libre de código abierto. Se trata de un proyecto que comenzó a desarrollar Manos Digitales Animation Studio en el año 2005, y es la segunda realización como director de Daniel De Felippo “Los superagentes: nueva generación”, 2008). Con la novedosa tecnología usada se logró un resultado visual atractivo, con predominio de los colores pasteles que contrastan con los amarillos centelleantes sobre fondos ambientales fuera de foco, para incrementar la sensación de primer plano de los personajes que juegan la escena, y al utilizar como soporte los recursos de este programa blender de la computación se logra captar la atención de los niños espectadores. Los chicos siguen la historia sin dificultad, a pesar que el contenido argumental del filme resulta difuso al presentar varias subtramas aisladas que no confluyen en la trama central. Se narra la historia de Juan, un gorrión que quiere dejar de ser un pajarito común, y de Feifi, una canarita en cautiverio que desea ser libre. Sus insatisfechas existencias se cruzarán de modo casual y, acompañados por un grupo de amigos, vivirán ligeras aventuras en el afán de tener vidas diferentes de las que les tocaron en "mala suerte" (según ellos). Para lograrlo deberán sortear los escollos que les presentarán los depredadores, tanto animales como humanos, en medio de estallidos de color y de flashes musicales, tan heterogéneos como poco pegadizos, que salpican la acción con géneros tales como el tecno, el dance, el rock punk y la melodía italiana. Así, sin que la base de argumento se desarrolle por completo, remite por momentos a diferentes épocas de la animación, por ejemplo a los animé, dibujos japoneses de la década de los ´80, con la ambigüedad de esos "malos no malos" en el personaje de apertura reflejado en el gato Fredy (que tiene un casi homónimo de los años ´40), un depredador por naturaleza pero, sin embargo, castigado por seguir su instinto, aunque el castigo sea su torpeza, muy al estilo de su congénere Tom, que desde los años 50 es un indiscutible startoons. El colibrí Pipo es un transgresor como los de los dibujos americanos de los `90, pero en versión atenuada. Esa informalidad de estilos animados hace, quizá, que el cierre de la situación central sea apresurado y hasta previsible. Sin embargo el perfil de cada personaje está delineado. Juan y Feifi, los protagonistas, reflejan la ansiedad de la juventud por los cambios rápidos; la murciélago Clarita evidencia que valores como la bondad y la solidaridad están contenidos en el alma y no en el aspecto físico; el colibrí Pipo es el clásico amigazo con el que siempre se puede contar; la paloma Libia representa la sensatez, la ubicación y la prudencia. Los personajes dibujados hablan, por lo tanto necesitaron, obviamente, de actores que les pusieran su voz. Se dice, entre los profesionales de la actuación, que el doblaje es un infierno donde se queman la mayoría de los actores, en “Plumíferos, aventuras voladoras” únicamente se salvan de las llamas Carla Peterson (Clarita), Luis Machín (Señor Puertas) y Mirta Wons (Libia), estos tres componen vocalmente a los personajes que animan y además los interpretan en sus parlamentos. Se destaca en esta tarea Wons, quien integra a su composición el carácter sin caer en el estereotipo. Los restantes intérpretes coloca su voz en correlación al dibujo que le tocó "hacer hablar", algo no del todo desacertado pero incompleto, y no muy difícil en esta época en que los software de grabación permiten reeditar y los sinfines con marcas son un recuerdo. Los diálogos son amenos y fluidos, por lo que los espectadores pueden seguirlos sin dificultad, y hasta se encuentran con frases muy conocidas que algunos famosos dijeron alguna vez por todos los noticieros. Esta realización está hablado en "castellano-argentino", estando en proyecto hacer una versión en "español-neutro" para su comercialización en el resto de América Latina. Más allá de las observaciones que se le pueden formular, entretiene a los pequeños espectadores. Recomendada para niños desde los tres hasta los diez años.