A un par de años de su formación, en 2007, Banda de Turistas ya había logrado lo que a otros grupos independientes les puede llevar una década: fueron bendecidos por figuras como Adrián Dárgelos (Babasónicos), editaron dos discos elogiados por crítica y público, y giraron Sudamérica, Estados Unidos y México. Pero la consagración definitiva llegó recién en 2014, cuando su tema “Química” estuvo en boca de todos. Poner al rock de moda, documental de Santiago Charriere que obtuvo el Premio del Público en Bafici 2015, da cuenta de cómo registrar a una banda (de Turistas) en tiempo presente y en su mejor momento.
“Poner al rock de moda” (Argentina, 2015) es un rockumental que sigue de cerca a la boy band Banda de Turistas y que intenta despegarse del relato tradicional sobre el seguimiento de una gira y grabaciones con la incorporación de un imaginario magnate de la música, interpretado por Luis Luque, que funcionan como separador de secuencias. En la ópera prima de Santiago Charriere (quien aprovecha la oportunidad) hay una búsqueda expresiva, con la utilización de múltiples texturas y la exploración de los colores que impregnan la pantalla. A “Poner al rock de moda” le falta un hilo narrativo y la plena consolidación del objeto que refleja como un lugar empático con los espectadores. Fallida.
Casi famosos La boy band de rock nacional Banda de turistas ya lleva 11 años, 4 álbumes y 1 hit que copó el puesto número uno durante diez semanas hace como dos años. Ahora tienen una película también, Poner al rock de moda (2015), dirigida por Santiago Charriere e inspirada sin duda en cualquier “rockumental” en el que un grupo de afables jóvenes músicos experimentan por primera vez algo parecido a la fama. La película es esencialmente una home movie de 78 minutos que compila viejas cintas Súper 8 y 16mm con material de video rodado a lo largo del año pasado, en la víspera de la creación de su último disco y su salto (“ligero brinco” quizás sea más apropiado) hacia la fama mediante el single Química (“Hay química entre los dos / química entre los dos / química entre los dos / hay química entre los dos”). Gran parte de la gente que ha escuchado este tema cree que es de Babasónicos. Ambas bandas suenan muy parecidas. Probablemente no sea la intención, pero hay algo muy gracioso en la forma en que los chicos asumen su rol de rockeros de manera tan contraproducente. Los vemos hacinados en hoteluchos, ensayando lo que van a decir a la cámara, cosas por el estilo. En un momento uno de ellos intenta apaciguar a una multitud que les grita a coro “putos” y “culeros” por pretender cancelar un show por lluvia. Caza un megáfono y decide bajar del escenario para nivelar con el público y ganarse su favor, pero su momento de gloria socialista se ve socavado cuando necesita que dos guardias de seguridad le tomen de los brazos y le ayuden a dar el saltito al suelo. Pese a una reiterativa insistencia, la película nunca demuestra que la banda haya alcanzado otra fama que unos modestos 15 minutos. Se habla mucho, se muestra muy poco. La mayor parte de la película nos la pasamos encerrados en el estudio donde los chicos componen, graban y mezclan sus canciones, trabajando larga y arduamente para cumplir con las aparentes demandas discográficas. Pero en ningún momento sentimos la abrumadora presión de la que tanto hablan. Santiago Charriere utiliza una serie de viñetas cómicas en las que Luis Luque dramatiza la figura de un abusivo productor de música que siempre se encuentra insatisfecho y pide más, más, más. Por otra parte, no percibimos gran cosa de los chicos. Trabajan duro, sí, y se mantienen eternamente optimistas, sí, pero jamás se abren ante la cámara, jamás se les distingue como personas reales, jamás nos metemos con lo que piensan o sienten sobre sí mismos, jamás opinan sobre lo que hacen ni se los ve particularmente apasionados por su arte. Son tan solo cinco pibes que aceptan lo que les toca de buena gana, hermanados de manera tal que ni se sugiere que haya algún tipo de conflicto entre ellos o consigo mismos. Su mayor preocupación es producir suficientes canciones para llenar un disco. Salimos sintiendo que solo se nos ha contado una parte “La Verdad Acerca de Banda de Turistas”, y que hay que esperar una segunda película para enterarnos más.
Moda sí, rock…. La opera prima de Santiago Charriere no resulta original, teniendo en cuenta que otras bandas han transitado por el mismo camino para salir del convencionalismo del documental de rock y exhibir, por decirlo de alguna manera, sus trapitos al sol. En eso reside esta película que toma como punto de partida el mundillo del grupo Banda de turistas, famoso por el hit “Química”.
El arte del rockumental Un registro de un grupo (Banda de Turistas) en gira y grabando, que resulta más interesante en su forma cinematográfica que en lo que los músicos tienen para ofrecer. A veces se pueden hacer malas películas sobre personajes interesantes y en otras pasa más bien lo contrario: hay realizadores que consiguen hacer buenos films sobre personajes bastante intrascendentes. Algo de eso sucede en este caso, una biografía “on the road” de Banda de Turistas, un grupo de pop-rock local que no sorprende ni por sus canciones (especialmente las más recientes, que apuestan por un pop radial previsible y anodino, una mala copia de lo último de Babasónicos) ni por las personalidades de sus integrantes. Ese poco interés que despiertan logra superarse –no del todo, pero bastante– gracias a una puesta en escena que bebe del clásico de D.A. Pennebaker, Don't Look Back –clásico documental sobre Bob Dylan en sus inicios–, para narrar momentos y detalles de la banda en gira y grabando un nuevo disco, con imágenes que logran captar la intimidad y una zona de la vida de una banda de rock que habitualmente quedan de lado en este tipo de documentales: la cotidianeidad gris de las giras, los detalles de las grabaciones, la relación con la industria. No hay mucha música y no es un problema ya que es lo menos interesante que el film tiene para ofrecer, pero Charriere consigue generar un mundo en el que cualquiera que tenga interés en las vidas reales de músicos de rock (y no de estrellas glamorosas), en sus idas y vueltas cotidianas, pueda sentirse involucrado al menos por 78 minutos. Es bastante mérito para un grupo que hace canciones que no logran sostener el interés por más de tres…
Tras ganar el voto del público en el último BAFICI, se estrena Poner al rock de moda, documental sobre Banda de turistas dirigida por Santiago Charriere. “Banda de turistas” es una banda de rock y pop conformada por unos muchachos que ya tienen cuatro álbumes en su haber, pero cuyo mayor éxito llegó gracias a la canción Química. Lo que Charriere intenta hacer con esta película, un documental con apenas un atisbo de ficción, es retratarlos como lo que son: una banda conformada por personas que ya son amigos, una familia, y que viven su momento de éxito. El retrato que se hace es más bien íntimo. En su mayoría grabaciones caseras, sin testimonios dirigidos especialmente a la cámara. Por momentos la cámara se regodea en planos detalles, y es que antes que nada es una película de seguimiento. No hay prácticamente un hilo narrativo, sino más bien una sucesión de momentos típicos de una banda, compuestos por viaje en ruta, recitales y entrevistas en su mayoría. Sin un interés particular por la banda, Poner al rock de moda no tiene mucho que aportar. Si bien se percibe honesta y sin pretensiones, no termina de ser una película más de una banda más. Hay un claro intento de búsqueda de algo distinto, y ahí es cuando entra de manera esporádica Luis Luque como un magnate que en cierto modo los va guiando. Él decide que quieren un hit, ellos tienen que buscar uno; él decide que quiere un disco, ellos tienen que ponerse a hacer uno. Pero nunca se termina de explotar y todo termina quedando un poco a la deriva. Poner al rock de moda no termina siendo más que otra película sobre una banda, que acierta en el retrato de este mundo de un modo realista, pero que no tiene mucho más para ofrecer.
Un rockumental alejado de lugares comunes. Rockumental: de eso se trata esta película cuyo título es una confesión de parte. ¿De qué otra cosa podría tratarse Poner al rock de moda sino de un documental sobre una banda de rock, los porteños Banda de Turistas, conocidos por su canción “Química”? Es posible que haya quien alce su dedo para citar aquella frase atribuida a Pappo (“Rock es AC/DC. ¿Fito Páez se parece a AC/DC? Entonces no es rock”), con la intención de aclarar de qué se habla cuando se habla de rock. Y aunque la charla entre los rockeros más conservadores y los menos dogmáticos podría ser interesante, no corresponde comenzar acá un debate sin fin acerca de los límites del género. Simplemente se aceptará que esta banda que se propone poner al rock de moda cumple con los requisitos necesarios y que por lo tanto el film efectivamente es un rockumental. Aunque está claro que el mencionado desafío de “poner al rock de moda” no entrañaría el mismo grado de dificultad si en lugar de tocar confortables canciones de rock ATP, los Banda de Turistas se dedicaran al áspero y rectilíneo mètier de los australianos. Ópera prima con la que Santiago Charriere participó de la Competencia Argentina del Bafici 2015, Poner al rock de moda tiene un punto a favor ya desde el comienzo: nada de triviales cabezas parlantes. Documental de campo, el film narra su historia desde el barro de los hechos que se propone contar, utilizando material original que abarca desde los primeros años de la banda hasta casi la actualidad. En efecto, Poner al rock de moda es un documento que registra las distintas etapas en la vida de Banda de Turistas, pero cuya línea evolutiva puede ser la de muchas otras bandas de rock. Bien vista, esa universalización del relato podría ser un mérito de Charriere como director y guionista, pero de algún modo es también su punto débil. Porque si bien la trama no carece de ciertos puntos de interés (el registro de un show que la banda da en México durante un temporal; la reconstrucción de cómo los músicos van amasando junto al productor Juanchi Baleirón, guitarrista de Los Pericos, la canción “Química”, que sería su éxito comercial más grande), lo cierto es que no hay grandes hitos ni momentos épicos que se destaquen con claridad en la historia de Banda de Turistas. Sólo un relato sobre cinco chicos de casi 30 a los que las cosas les salen bien. Pero sería injusto reducir la película de Charriere a ese detalle, porque más allá de lo dicho Poner al rock de moda ofrece algunos hallazgos. Sobre todo un interesante trabajo de fotografía y cámara, que le permitió al director crear un tapiz de texturas a partir de la variedad de soportes utilizados, que van del 8 y el 16mm a diferentes formatos de video. Un tejido que no sería posible sin un montaje cargado de detalles que le aporta fluidez visual a la narración. Y por supuesto, una banda sonora pegadiza, elegante, sólida, que parece adherir a una definición de rock más cercana a cierto dandismo que al cuero y las tachas con la que, es posible, Pappo no estaría de acuerdo. Si es que eso realmente importa.
INTIMIDAD DE “BANDA DE TURISTAS" Todo el vértigo que acompaña a una banda de rock joven, en este caso “Banda de turistas”. Santiago Charriere, a cargo de la dirección, producción y fotografía, logra meterse casi sin molestar en el mundo de este grupo de amigos que hace del trabajo y la tenacidad sus mejores armas, defendiendo su personalidad como banda, siempre sabiendo que son turistas y no locales cancheros, sino buenos músicos que buscan su camino con su talento. Giras, reconocimiento, intimidad, ovaciones, las búsqueda de un hit “Hay química entre los dos” ordenada por un productor especial a cargo de Luis Luque. Un mundo bellamente caótico mostrado con frescura y buen rock. Fue la elegida por el público en el Bafici.
La intimidad de Banda de Turistas En principio, parecería que no tiene mucho sentido ver un documental si no es por interés en su temática, pero, como sucede también con la ficción, hay varios casos en los que una sólida construcción del relato permiten disfrutar de una película sobre algo que no nos fascina en particular. Poner al rock de moda supera esa prueba, con una narrativa bastante ajustada y una estética muy bien trabajada, que incluye imágenes filmadas en Súper 8 y otras grabadas en video. No importa tanto si al espectador le gusta la música de Banda de Turistas, aunque si es fanático seguro le resultará más fascinante, porque el documental de Santiago Charriere genera suficiente interés propio con su retrato de la vida de gira y las grabaciones de discos de una banda de rock en ascenso. La película funciona mejor cuando se atiene a una serie de escenas cortas que muestran los detalles de la cotidianidad de la gira, tanto los shows en lugares tan diversos como un boliche o una plaza, como los tiempos muertos en los que los miembros de la banda miran televisión, guardan los bolsos en el colectivo o dan entrevistas. La acumulación de esos momentos presenta un panorama general de la realidad de banda, que se completa con las menos divertidas escenas de grabación en estudio. La inclusión de breves y mudas intervenciones del gran Luis Luque, jugando al manager magnate que insta a los integrantes de Banda de Turistas a hacer un hit, es un recurso ficcional simpático, que lleva al documental a una reflexión sobre las decisiones que tiene que tomar el grupo sobre lo que quieren para su carrera y su música.
Se van mostrando los distintos momentos que vive la banda, sus grabaciones, la intimidad, los ensayos y los viajes. Sus diferencias, encuentros y desencuentros y lo que cuesta mantener un banda de Rock. Una participación de Luis Luque impecable.
A fuerza de cantidad, el rockumental se convirtió en un género aparte dentro del documental. Género que cuenta con estilos, realizadores, y hasta festivales propios. Mucho se puede innovar dentro de un rockumental, escaparle al clásico seguimiento de la banda, o el detrás de escena de un show o grabación, buscando un atractivo que supere el de ver a los propios ídolos en la pantalla. Ejemplo local y cabal de esto es la simpatiquísima y muy lograda Kapanga Todoterreno de la gente de Farsa Producciones Pablo Parés, Paulo Soria y Hernán Sáez. Con Poner al rock de moda, presentada en la decimoséptima muestra del BAFICI, el novel Santiago Charriere lanza los apuntes para que su documental sea más que el seguimiento de una banda. Se nota esa intención superadora, que a la luz de los resultados, no fue del todo alcanzada. Banda de Turistas es un grupo de pop/rock capitalino formado en 2006, nacido de la unión de dos bandas. Su ritmo mezcla lo electrónico con el pop sucio ligado al rock suave. Cuatro discos en su haber, la banda liderada por Bruno Albano tuvo cierta notoriedad casi instantánea dentro del mundillo de críticos musicales y discográficas alternativas que buscan siempre sonidos nuevos que suenen a la corriente. Giras, varios premios en su haber, y un hit, Química, una de esas canciones de las que los oyentes no podemos escapar durante una temporada. Pegadiza, repetitiva, febril; Química sonó y sonó por todos lados; pero los chicos sienten que si bien la canción se hizo conocida no así la banda (quizás porque su estilo suene muy similar a otras). De eso habla, o intenta hablar, Poner al rock de moda, con un montaje que mezcla diferentes orígenes, videos digitales, grabaciones en Super 8, testimonios, backstages, imágenes de una psicodelia sesentista, y hasta alguna ficcionalización; todo arma un entramado para conocer qué se esconde detrás de un grupo que “sólo quiere hacer música”. Hablamos de ficcionalización, hay unos pequeños cuadros en los que Luis Luque compone a un agente de discográfica que presiona a estos chicos para sacar un nuevo disco, salir de gira, y lo más importante, crear un hit. Esos momentos entrelazan lo que trata de ser una historia que une varias anécdotas, algunas más entradoras que otras, alguna risueña, todas de interés casi exclusivo para los seguidores. Los muchachos relatan momentos, y esos momentos se ven en imágenes. Hablan de sí mismos en tercera persona y se sienten como los rockstar que discutiblemente sean. Sin arrojar ningún tipo de consideración sobre la banda, Poner al rock de moda se siente como un trabajo que hubiese quedado más firme en sus intenciones si se tratara de una banda de mayor trayectoria o conocimiento popular realmente masivo. Los chicos expresan líneas sobre el peso de la fama, la insistencia de los productores que no deja respirar al artista, y los cambios de antes y después. Todo eso, a la luz de lo que vemos cuando se los ve ensayando, y en su cotidianeidad, queda, por lo menos, algo grande. Queda la música, la voz de estos muchachos, y un recorrido histórico. Poner al rock de moda será muy disfrutado por los seguidores de la banda, quienes podrán enterarse de los pareceres de sus miembros sobre diferentes temas, todos más o menos girados hacia lo mismo, la vida de un artista de rock. Quizás por eso, la sensación que queda para el espectador ajeno es que este trabajo sería un perfecto acompañante para el próximo trabajo discográfico de los amigos. En sus ya más de diez temporadas, el ingenio de Diego Capusotto en su Peter Capusotto y sus videos, ha sabido retratar con diferentes sketcks la idiosincrasia de los músicos que consideran sus vidas de rockeros como hechos particulares. El trabajo de Charriere se ve como el largo de uno de esos sketchs pero en versión (un poco) más seria, o menos conscientemente paródica. Como diría uno de esos clásicos personajes, Yo sólo hago pop, pop para divertirse.
MÁS ALLÁ DE LA VANIDAD En primera instancia, Poner al rock de moda puede parecernos un acto de excesiva vanidad: que un grupo como Banda de turistas, que lejos está todavía de la masividad y la mitificación y reconocimiento del mundo del rock, piense en un documental en el que exponen su intimidad es delirante en su egocentrismo. Sin embargo, a partir del trabajo del realizador Santiago Charriere, es que la película termina justificándose y hasta tematizando un conflicto central, como el de la necesidad de construir un hit para introducirse fuertemente en el mercado del rock. Que de eso se trata en fin la película, de monetizar un sentido artístico, de hacer canciones populares y de poner al rock de moda, aunque suene contradictorio con la conducta irreverente que históricamente ha marcado el género. Nunca podrá ser moda. Charriere acumula material: filma a los músicos en ensayos, mientras producen su nuevo disco, mientras viajan entre diversos puntos de las giras, cuando tocan en vivo. No es un típico documental de entrevistas, es de registro y observación, y se incluyen pasajes ficcionados con un Luis Luque en plan productor musical setentoso. Incluso, ninguna canción de la banda aparece entera en el film. El director, consciente de que su película precisa públicos por fuera de los fans del grupo, lo que hace es tomar a Banda de turista como concepto: el conjunto de jóvenes voluntariosos con ganas de triunfar. Ese es el eje del documental: cómo se edifica ese triunfo, cómo se lo trabaja, cómo se le da forma. Poner al rock de moda necesitaba de una banda que no fuera de las más masivas, pero sí de las que conocieran el circuito y mantuvieran ese aliento de la ilusión. Un hitazo como Química es el gancho que da entidad y cohesiona la búsqueda de la película. Poner al rock de moda se vale de múltiples recursos visuales para contar su historia (en el fondo es un documental que sostiene un hilo narrativo) y eso le permite cierto nervio que saca de la monotonía a otros pasajes, donde las discusiones sobre los caminos que va tomando el disco se vuelven un poco abstractas. Si bien no es necesario ser fan de Banda de turistas para disfrutarlo, sí es necesario un espectador curioso sobre cómo es el trabajo de construir y desarrollar una idea artística, y en este caso convertirla en disco. Así el documental justifica su existencia y elude lo vanidoso, o al menos lo disimula bien.
No debe ser sencillo abordar algunas temáticas en el género documental. No tiene que ver con el nivel de complejidad de las mismas, sino más bien, en el caso de la música (del rock y del pop en particular), con las elecciones tomadas por la dirección para no caer en los esquemas acuñados durante años por MTV en los cuales cambiaban los artistas, pero la carcasa del guión se construía como si fuera el fuselaje de un avión respetando las pautas, preguntas e injertos en el montaje a rajatabla. Algo parecido a la estructura del programa “Inside the Actor’s Studio”. Argentina tiene ejemplos varios de esquivar estas estructuras y “Poner al rock de moda” es un ejemplo claro. Santiago Charriere logra con su producción sobre Banda de Turistas algo difícil de concretar: meterse en la intimidad de la banda para poder trascenderla e ir más allá de lo anecdótico. El apoyo fundamental está dado en la paciencia para registrar con la cámara esos momentos en donde todo fluye naturalmente. Transparente. En éste grupo de músicos hay algo atractivo en su impronta de auto cuestionarse el destino, sobre todo después del éxito comercial. La constante pregunta de a dónde vamos, pasa a ser el eje de éste estreno. Irse de gira puede ser una respuesta literal, pero el director nos introduce de lleno en ese núcleo de convivencia con elecciones que en la compaginación dejaron de ser aleatorias en términos de textura. Por eso vemos un mix de material concebido en formato fílmico (16mm o súper 8), pero también digital con cámaras de ésta época. Como si en la imagen prevaleciera la idea de la pregunta sobre el futuro. Esa cuestión que luego de ser banda de barrio, de garaje y pasar el umbral de la masividad se hizo cualquier banda de rock. ¿Y ahora qué? Como un manto especial y permanente está la música, las letras, el proceso creativo, la convivencia, todo mostrado con mucho deleite por los planos detalle y las tomas esporádicamente casuales. Un documento íntimo y vivo que más allá del rock, enaltece una búsqueda constante tanto en el cine como en la música que más cosas tiene para decir. ”Poner al rock de moda” va más allá del mero retrato e instala buenas reflexiones para cualquier espectador, en especial para aquellos que están enchufando la guitarra por primera vez.
Mucho más que unos one hit wonders. El primer disco de Banda de Turistas abría con una gran canción cargada de psicodelia luminosa que no respetaba los cánones radiales, y seguía con un puñado de temas con reminiscencias de rock nacional setentoso, pero con la esencia y el formato tanto del indie actual como del de los noventas, todo teñido de una impronta personal portadora de la belleza de las particularidades. La aceptación del público y de los medios poderosos del circuito musical, además del reconocimiento de otros artistas, les llegó bastante más rápido que a la mayoría de las bandas en ascenso; y en ese exacto momento en el que muchos de esos que no salen de su casa hablaban del estancamiento del rock y de los pocos nuevos surgimientos a nivel masivo, a Banda de Turistas le encargaban un hit. Santiago Charriere nos hace partícipes de los momentos íntimos de la creación del disco Lo que más querés, y nos lleva de viaje con la banda durante esa etapa de la pegada definitiva, del gol al ángulo. Nos metemos por un rato en la vida de un grupo de chicos a los que les está yendo bien y se les nota; Charriere puede captar esas buenas vibras y ligarlas a una narración que sin tener sobresaltos consigue interesar. Los pedidos de hit y de grabación de disco por parte del monopolio del bubblegum nac&pop radial -sí… PopArt- están representados por Luis Luque durante los únicos momentos de ficcionalización explícita. Esas secuencias aportan una cuota de humor que funciona y demuestran que el director se puede manejar igual de bien en la ficción que en el documental. Charriere realiza un trabajo de observación pero con toques gonzo; se mete en el micro con ellos y los acompaña en el hermoso compromiso de la gira, en el estudio con el hacedor de melodías amigables Juanchi Baleirón, en algún que otro escenario porteño y hasta en un asado. Sin la ayuda de entrevistas ni muchos planos cerrados, logra captar a la perfección los distintos estados de ánimo de los músicos: desde la timidez al personaje del escenario, desde la felicidad genuina al tedio del laburo hasta la madrugada. Charriere hace un rockumental sensible, con la lindura de la simpleza y un corazón grandote que da indicios de su amor por lo que filma.