Mantener las distancias… física, temporal o incluso emocionalmente nos recuerda a que todos observamos el espacio en busca de pistas para saber cómo sentirnos. Es una forma inconsciente de valorar la situación en la que nos encontramos. Matías Szulanski destaca que quiso hacer una película “sobre la alienación y la distancia emocional, tanto entre los personajes como entre el espectador y la cinta”. “Recetas para microondas” es la historia de una mujer, sus amantes, el hombre que la violó, y el hijo que salió de esa violación. Un episodio que desencadenó quien hoy es Graciela (Verónica Intile), alguien sin metas, desmotivada ante la vida con el solo objetivo de una supervivencia existencial, sin apego emocional, solo satisfacer la necesidad física, tapando aquellos agujeros emocionales; una búsqueda de sí misma estancada. La aparición de Luis (Fabián Arenilla), su violador, tras cumplir condena, tratando de enmendar lo sucedido, revoluciona aún más su mundo desequilibrado. Por otra parte, un hijo que desconoce la verdad de su origen al ser criado por los padres de Graciela, donde posteriormente surge un punto de quiebre, en el cual ella es empujada al compromiso emocional, pero que no quiere asumir ni transitar. La trama principal es por demás controversial, un drama en el cual abunda el cinismo y muchísimo humor negro, vampiros situados en la actualidad, que conviven como personas comunes con problemas ordinarios. En escena una pizca de aloe vera, que ambos protagonistas utilizan constantemente donde lo podemos tomar con una connotación de “mantener apariencias”, pero muy lejos de películas como “Guardianes de la noche” (2004) o “Noche de Miedo” (2011). Tanto Verónica Intile como Fabián Arenilla son quienes sostienen la película, ella y sus múltiples relaciones con sus amantes, cada una con su propio significado, un trabajo impecable de Intile y la química junto Arenilla es totalmente acertada. Desde lo técnico se observa que pasa de usar una elipsis común a una poética y artística, con tomas bien montadas en donde consigue darle continuidad a la narración. Transmitiendo más de lo que se ve a simple vista, ofreciendo a los espectadores algo con más simbolismo, otorgando un ritmo propicio a la cinta. Una producción bien lograda, sin más pretensiones, en donde no hay héroes ni villanos, sino sólo perdedores natos y hechos. En síntesis, “Recetas para microondas” es una mezcla interesante, de lo que significa básicamente saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen cadenas y que nos amarran, aunque con un toque bastante sarcástico, dejando un trago corrosivo.
Desde el título y la primera escena con su paleta de colores pálidos, hay algo inquietante en Recetas para microondas de Matías Szulanski. Verónica Intile, la actriz principal, evoca de a ratos a la Tilda Swinton vampírica de Only Lovers Left Alive (Jim Jarmusch, 2013). A lo largo de la historia, toman vino-sangre con la mayor naturalidad, pero no hay más pistas que esta y el apetito sexual de la protagonista frente a la posibilidad de que estemos ante una película de vampiros. Y nada en la trama resolverá tal inquietud. Dependerá de cada espectador entender esta irresolución como un mero guiño o como una postura frontal hacia la incomodidad. Recapitulemos un poco en los detalles de tal inquietud: Recetas para microondas trata sobre Graciela, sobre sus muy variopintos amantes que se untan con ella aloe vera en el rostro, sobre Luis (Fabián Arenillas), el hombre que violó a Graciela, y sobre Ramiro (Camila Saggio), el hijo hermafrodita que nació de esa violación. Puede cuestionarse esta selección de rarezas como un cúmulo demasiado evidente que desea atraer nuestra atención. Sin embargo, el ritmo del filme camufla estas excentricidades y las hace ver, al menos mientras transcurre con sospechosa parsimonia, como una historia ínfima de personajes que se resisten a encajar en la sociedad y tampoco les importa ser excluidos. Desde el médico angoleño hasta el hombre que atiende el videoclub de VHS y pasando por el enano, los amantes de esta mujer dan cuenta de la inestabilidad que atraviesa y que no le importa superar ni siquiera por su hijo. El catálogo de amantes es una excusa para retratar la vida desequilibrada, llena de excusas para obtener dinero sin necesidad de trabajar. Todo este panorama atraería más si ocurriera algo significativo en la vida tan descarrilada de Graciela. Lo único sorprendente, y que suma a las sospechas de que nos encontramos frente a un relato vampírico, no desata mayores cambios en el personaje ni en la trama. Incluso un monólogo final frente al padre de su hijo explica las decisiones de vida de Graciela, pero la respuesta indiferente de su violador es una prueba más de que no debemos tomarnos nada de esto demasiado en serio. La película pareciera sugerirnos que la mejor respuesta al drama no es el humor, sino la indiferencia. Al final, este mundillo lánguido y curioso sirve como excusa para la actuación descarnada de Verónica Intile. El desparpajo en su manera de afrontar su vida, mintiendo descaradamente sobre préstamos que necesita para efectuarse abortos, siguiendo simples recetas de microondas como si se tratara de lecciones de vida, brinda una ligereza en su presencia que, al principio, desconcierta. Pero termina por esbozar en cámara lenta el descarrilamiento de un tren que desde el principio venía mal. Y la mirada indiferente de este desastre atrae con toques muy sutiles de humor. Nunca se regodea en su genialidad. No hay alarde en la calamidad, muchísimo menos victimización. Apenas hay un hallazgo de franqueza en el nimio gesto de vivir una vida sin pretensiones y con suficientes errores.
Sangre, sudor y risas El tercer opus de Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda) nuevamente apela al cinismo para no caer en la solemnidad de un género como el drama. Pero lo hace desde una historia que podría coquetear tranquilamente con el cine bizarro, o al menos realizar el intento. Algo de vampirismo asociado al sexo redunda, aunque no molesta del todo ese subrayado. Y en un segundo orden, el producto de una violación transforma la rutina de la protagonista, Graciela (Verónica Intile), una mujer vampiro a quien no le gusta trabajar y se mantiene chantajeando ocasionales amantes con la carta habitual de “estoy embarazada pero lo podemos solucionar porque tengo una amiga que hace abortos”. En paralelo a esta tragedia en solfa, es decir, madre soltera por abuso que no se hace cargo de Ramiro, un niño/niña, hermafrodita por la supuesta violación, el responsable de ese abuso (Fabián Arenillas) queda en libertad gracias a la buena conducta y a la superpoblación carcelaria. Su intento de restablecer contacto con Graciela obedece simplemente a que ella fue artífice de su enorme estadía carcelaria y él quiere ahora, ya libre, conocer al vástago por el cual tuvo que aguantarse años tras las rejas. No parece tener ánimo vengativo y por suerte el film de Szulanski no pretende caer en ese facilismo, al contrario opta por la veta de construcción de lazos afectivos entre el niño/niña hermafrodita, para quien su madre biológica es la hermana y sus abuelos los verdaderos padres, y el ex convicto, quien acepta las reglas del chantaje de la madre para ver a su hijo/hija como si se tratara simplemente de un amigo de ella. Sin embargo, nada de lo que ocurre en Recetas para microondas tiene el peso del drama y tampoco de la comedia, sino que la trama errática se encuentra atravesada por una medianía y una pátina de cinismo por encima de las intenciones -serias o no- del director, con actores que tratan de ajustarse a esa anarquía de las formas sin perder la esencia de sus personajes en este caleidoscopio de sangre, sudor y risas.
Mírenme, mírenme, soy muy controversial Matías Szulanski estrena Recetas para microondas (2018), que se ve a sí misma como una picante película llena de humor negro, pero que es demasiado básica y vacía para llegar siquiera a los talones de sus propias pretensiones. “La historia de una mujer, sus amantes, el hombre que la violó y el hijo que salió de esa violación” recita la sinopsis. Y lo que podría ser un relato punzante sobre un tema durísimo, al instante revela que solo es una banalización y con algunos abordajes hasta dolorosos. Hay productos que dan cátedra de humor negro, acidez, doble lectura y meta-mensaje. En Recetas para microondas no hay ni un paso acertado en este camino. A no ser que el director considere que poner a un enano en escena ya es gracioso en sí mismo. En palabras del director “mi intención fue meter en una licuadora un dramón, cinismo, muchísimo humor negro y una pizca de aloe vera, vampiros, enanos, negros albinos y que quede un trago corrosivo. Consciente de que la trama principal es por demás controversial, no quise que hayan héroes ni villanos, sino sólo perdedores natos o hechos”. En ese afán de ser “jugado” termina poniendo a sus personajes como objeto de burla, consumando un cinismo bastante deshonesto o quizás un fallido intento de hacer una película anti corrección política. Hay que ser demasiado hábil para manejarse en un terreno tan escabroso y hacer una escena en la que un hombre llene de trompadas y patadas el vientre de una mujer para provocarle un aborto o hacer decir a un violador “tan mal no la habrás pasado”. La película trata de llamar la atención pero no deja ver ninguna lectura del mundo o por lo menos no se transmite, es muy llano todo.
Es inexplicable que aún hoy éste tipo de producciones avance hasta llegar a la pantalla y seducir a las audiencias. Con una protagonista que necesita cambiar algo de su pasado, el guion avanza lentamente sobre el punto, y sobre un tratamiento equívoco para resolver algo que tendría que pensarse de otra manera.
La vida sin sentido Recetas para microondas es la historia de una mujer, sus amantes, el hombre que la violó y el hijo que tuvo como resultado de esa violación. Graciela (Verónica Intile), el personaje principal, es una mujer que vive su vida sin preocuparse por lo que pasará: tiene encuentros con diversos hombres, un hijo que piensa que es su hermana y una relación complicada con su ex, violador y padre de su hijo. Al cumplir su condena, su violador (Fabián Arenillas) busca encontrarse con ella y formar una relación con su hijo. Vemos las distintas reacciones que tiene Graciela y cómo se forma la relación entre los tres personajes. Graciela no parece tener motivación alguna por lo que hace. La vemos quemarse y lastimarse pero nunca sufrir. Nos cuesta empatizar con ella ya que nada de lo que hace tiene sentido alguno, tiene una vida desequilibrada. La película nos muestra diversos personajes, en su mayoría hombres, que apenas llegamos a conocer. Son los diferentes amantes que tiene ella a los que busca para obtener dinero sin trabajar. Todos son muy distintos y solo aparecen en pocas escenas. Veronica Intile hace un buen trabajo poniéndose en el papel de Graciela, sus expresiones y su mirada perdida logran transmitir su desubicación en el mundo que la rodea. Sus acciones no buscan un efecto particular, sino que suceden porque sí. La película lleva a que reflexionemos sobre nuestras vidas y por qué actuamos como actuamos. Graciela es un personaje al que todo le es indiferente: su hijo, su pareja y su vida en general. Recetas para microondas no busca la victimización del personaje sino la naturalización de este; muestra, de forma exagerada, la realidad de aquellos que viven por vivir y nada más. En resumen, la película busca relatar distintas historias pero ninguna cierra. No llegamos a empatizar con ningún personaje y cuando creemos que entendemos lo que hace Graciela, cambia completamente el rumbo de la trama. Nos marea, pero al mismo tiempo nos mantiene alerta a lo que hará después.
Propuesta atípica. "Receta para microondas" de Matías Szulanski aborda cuestiones que podrían se complicadas de un modo pretendidamente naïf y en cierta forma, bizarro. Una mujer que vive sola, que ve a los hombres como un objeto. Una mujer con pasado. En su tercer largometraje, Matías Szulanski, se perfila como uno de los realizadores argentinos con mirada más personal y atípica de la actualidad. Si en sus trabajos anteriores ya había rechazado los convencionalismos de la tradicionalidad en sus personajes, en "Recetas para microondas" le suma una puesta narrativa, por lo menos, audaz. Graciela (Verónica Intile), perfectamente podría haber sido uno de los personajes del anterior opus de Szulanski, Pendeja, Payasa, y Gorda. Quizás menos visceral que aquel trío, pero igual de intenso. Una mujer de alrededor de treinta años, que apenas si subsiste. Vive en un departamento chico, no trabaja, ni le gusta trabajar ¿Cómo se mantiene? De alguna forma a través de los hombres. "Recetas para microondas" ubica a Graciela en el centro del relato, pero no se limita a ser un film de mirada femenina. Su protagonista será el vehículo para desplegar otros personajes, mayoritariamente masculinos. Graciela mantiene amantes esporádicos, no busca ningún compromiso, pero sí tiene otras intenciones. Haciéndoles creer que está embarazada y quiere abortar, buscará sacarles dinero a estos inexpertos muchachos. Hablamos de una mujer apática, pragmática para el sexo ¿Por qué es así Graciela? Quizás se deba hurgar en su pasado. Luis (Fabián Arenillas), acaba de salir de prisión, purgando una condena por violación. Tiene otros modos, pero también muestra la apatía de Graciela. ¿Qué los une? Sí, Graciela era la menor con la que Luís perpetuó su delito, y fruto de ese hecho, nació Ramiro (Camila Saggio) actualmente al cuidado de los padres de Graciela, y creyendo que su madre es su hermana. Luís se pondrá en contacto con Graciela, para llegar a Ramiro, y ahí surgirá una de las varias aristas que despierta "Recetas para microondas". Aristas que no siempre terminan por desarrollarse en historias aparte, varias quedan dentro de la curiosa extrañeza del todo. Lo primero que sorprende del nuevo film de Szulanski es que no esquiva el escabroso asunto que maneja. Una historia de violación, una mujer quebrada que usa a los hombres, un adolescente con una identidad de género no del todo asumida (no en vano su intérprete es una actriz), y varias cuestiones que apenas quedan en actitudes o líneas de diálogos, pero que encienden una luz de alerta sobre algo que se quiere decir. Estéticamente, Szulanski, se separa del trash que caracterizó a su anterior película. Pero lejos está de optar por un sendero tradicional. Un montaje en el que predomina un fundido con un cuadro celeste azulado, música incidental de órgano, planos cerrados, y una fotografía oscura, ascética, pero suave, predominan la escena, introduciéndonos en una ensoñación vintage, casi como una telenovela naïf de los años ’80. Todos los personajes toman sangría ¿o sangre?, miran VHS’s, se comportan sexualmente borders, entre otras cuestionas más extrañas que alejan a la propuesta deliberadamente de la realidad. El de Recetas para microondas es un mundo paralelo. Szulanski crea ese imaginario en el que no juzga a sus criaturas, ni a una ni a otras, aunque algunos diálogos parezcan hurgar en los sentimientos. En esa atmósfera en la que ninguno está limpio, y la marginalidad es parte de la rutina, encontramos la tangente más cercana a sus film anteriores. Verónica Intile le aporta el tono justo a una Graciela que no genera empatía pero tampoco desencanto. Hay en ella alegatos feministas, pero como todo, fuera de lo normativo. Es un personaje difícil, al que Intile le impone su cuerpo y su decir, y sale triunfante del desafío. Fabián Arenillas se aparta de los típicos personajes cómplices que normalmente le vemos hacer en pantalla. Luís es desagradable, pero no más que otros seres de este universo. Entre todos estos elementos; sobre abundancias de máscaras de aloe vera, una suerte de homenaje explícito a Mariano Galperín (un director tan o más peculiar que Szulanski con quien trabajó en Su realidad), y regodeo por los objetos del recuerdo. "Recetas para microondas" termina creando una película que habla de muchas más cuestiones de las que se notan a primera vista. Es difícil hablar de sutilezas en un film con momentos tan bizarros, pero transitando dramas de tintes melodramáticos, mucho humor negro, y el ritmo propio de la cotidianeidad alterada; se construye una historia sobre las relaciones y la posibilidad de continuar ante hechos quiebres en cualquier vida. Recetas para microondas es más de lo que su envase ligero pareciera ofrecer.
Este film de Matías Szulanski gira en torno de una joven que no parece hacer más que ver películas en VHS y tener relaciones con hombres a los que luego les pide dinero. Esa cotidianidad se rompe con la aparición del hombre que la violó, recién salido de la cárcel y con intenciones de conocer al hijo producto de ese abuso. La película varía en su tono de una forma que causa perplejidad. Los protagonistas Verónica Intile y Fabián Arenillas son lo mejor de Recetas para microondas. El círculo vicioso de la violencia y la tragedia que dejó a esta mujer paralizada explotan en un monólogo con una gran fuerza dramática que se destaca del resto del film.
Recetas para Microondas lejos está de seguir una fórmula, como pareciera indicar desde el título. Es una película que permanentemente sorprende e incomoda, incapaz de jugar bajo lineamientos conocidos y dispuesta a mantener al espectador en ascuas.
Con guión, dirección y producción de Matías Szulansky, protagonizado por Verónica Intile y Fabián Arenillas. El director declara que quiso hacer un filme sobre la alineación y la distancia emocional tanto de los personajes, como entre el espectador y la cinta. Y lo consigue con buena dosis de frescura frente a tanto cine argentino más pretencioso que logrado. A la protagonista le pasa de todo, y ella asume cada situación con una naturalidad apabullante, amantes variopintos, sucesos vampíricos, la reaparición de su violador, un hijo fruto de esa violación criado por su padre, que cree que ella es su hermana, y la utilización de mucho aloe vera. Todo, lo escabroso y terrible, con lo banal y cotidiano mezclado y mostrado con calma y frialdad, jugado por los actores con talento y profesionalismo, en un ambiente donde lo naif puede ser siniestro sin inmutar a nadie. Interesante.
CUANDO EL SUFRIMIENTO ES SILENCIADO Para una persona que pensó dedicarse a ser chef y, según dicen sus familiares, era buena en ello, terminar cocinando en un microondas toma un valor mucho más significativo que para otras. Pero esto aparece en el film como algo anecdótico. Lo cierto es que es posible transpolarlo a toda la vida de la protagonista de Recetas para microondas: vemos así a una joven que parece haber perdido la emoción, que vive en automático. Graciela es una mujer que ha sufrido una violación cuando era adolescente y que no parece haber tenido contención psicológica. Muy por el contrario, el hecho de que el hijo, producto de esa violación, esté al cuidado de sus padres y haya sido criado como el hermano menor de ella muestra el silencio que hay en la familia sobre ese tema. Por fuera de estas relaciones, ella tampoco muestra tener algún vínculo fuerte. Podemos verla con varios hombres, pero siempre desde lo carnal y lo económico. No logra poder tener conversaciones por fuera de esto. La apatía de la protagonista acapara al film y genera un ambiente denso. Somos los testigos de una vida enajenada en la que es fino el límite en el que el recurso funciona como tal o se vuelve en contra. En este caso, la forma en la que se elige narrar hace de la película un pasaje interminable, con pocos momentos interesantes. Quizás lo más atractivo puede encontrarse en los últimos diez minutos. Es posible notar también que esos últimos momentos toman más valor por el contraste, ahí vemos funcionar el recurso, porque podemos escuchar hablar a la protagonista, cuando antes lo único que estaba era el silencio. Es verdad que hay una necesidad imperiosa de movilizar al espectador. Por un lado, por el ritmo apático que genera desesperación, pero por el otro por la conformación de escenas que generan incomodidad. Es tal la distancia que toma Graciela con respecto a los demás -la que hace que cada una de las escenas de sexo genere repulsión-, que obviamente notamos que funciona conforme a la historia de vida de la protagonista. El hecho de que ella mire películas en VHS muestra también cómo ha quedado en el tiempo, quizás en un tiempo donde sí se sentía bien, pero eso no lo sabremos. En cuanto al montaje de la película, también se ve muy vinculado a un formato viejo. Tanto la música como los cortes, tienen una apariencia añeja.